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Nosotros. por Isil

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Notas del fanfic:

No se me da bien esta pareja ni juntos ni separados, siento si quedó fail <.<

Era difícil de entender porque casi siempre acababan de ese modo, porque pese a los gritos, pese a los golpes e insultos, todo aquel torbellino de violencia desembocaban a un único acontecimiento. Era una de las preguntas que Superbi Squalo tantas veces se planteaba. Pero era algo irremediable, irrefrenable, ese hombre poseía algo en su fuerte personalidad que conseguía atraerle. Y si, era conciente de que era algo condenadamente enfermizo, tal vez ese era el problema, que ambos eran unos enfermos sádicos.

Y lo cierto es que en ese momento en el que se encontraba en la cama sintiendo el cuerpo de su jefe encima suyo, poco le importaba aquello. Incluso al sentir como de aquellas heridas provocadas por casi todo su cuerpo emanaba abundante sangre, empañando las sábanas antes blancas, y que ahora cada vez se teñían más de ese rojo tan especial. Jadeó al sentir la lengua caliente de su jefe recorrer una de las múltiples heridas de su torso, aunque no lo hacía de forma delicada, ni era lo que hubiera deseado, sino que se paseaba de forma brusca por la zona, provocando que más sangre emanara de ella, incorporándose y relamiéndose los labios. Le miró de una forma superior, maliciosa, clavando sus ojos en los de éste y seguidamente paseando su mirada por aquel cuerpo corrupto que le pertenecía.

No entendía como habían acabado de aquel modo, no podía recordar casi el momento en el que comenzaron a tener ese tipo de encuentros carnales, tan salvajes y a veces incluso tan desesperados. Era como un especie de lapsus en su mente, como si un virus totalmente depravado hubiera penetrado en su cuerpo, obligándole a unirse una y otra vez al del mayor.

Oyó susurrar unas palabras a su jefe, unas palabras cargadas de lujuria y sonrió de un modo similar al de éste, complacido ante ello, notando seguidamente como era agarrado bruscamente del cabello y jalado al rostro del otro para acabar enzarzados en un salvaje beso en la que sus lenguas luchaban por el dominio, mordiendo y conquistando terreno. Y como siempre pasaba el contrario tenía las de ganar, tenía el dominio, y como siempre el albino fingía disgustarse ante aquello, revelarse, revolviéndose contra el otro y golpeando, hiriendo, provocando algunas heridas en el cuerpo. Pues ese era su juego favorito, y sabía cuando le gustaba a su jefe dominarlo y someterlo a su antojo cuando al albino le daba por luchar de aquel modo, y francamente, él también disfrutaba en supremacía de aquella fuerza salvaje, impulsiva, autoritaria y violenta que sentía en sus propias carnes en momentos como aquel.

Un gemido ahogado y profundo escapó de sus labios cuando sintió aquel pedazo de carne introducirse en su interior, sin preparación alguna, sin ningún tipo de consideración, de forma ruda y violenta, desgarrando sus paredes internas e internándose en lo más hondo de su ser. Pudo sentir como entre sus piernas comenzaba derramarse un caliente y espeso liquido carmín, pero no pudo más que sonreír, de forma descarada y casi desafiante a su jefe, alzando sus piernas y rodeando las caderas de éste, presionándolas contra su cuerpo y empujándole un tanto más hondo de su propio cuerpo.

Escuchó una risa del contrario acompañado de unas palabras obscenas y burlonas, a ese hombre le encantaba rebajarle bajo cualquier situación, de echo, era en esas situaciones en las que más deseaba rebajarle, aquella era la seña de identidad de aquella retorcida “relación” que ambos mantenían. Una relación de puro sometimiento y masoquismo, algo que ambos disfrutaban por igual.

Las penetraciones no se hicieron esperar, en cuanto se hubo introducido en su interior comenzó a moverse de forma brusca, fuerte y violenta, notando como la propia sangre de su amante servía ahora de lubricante, introduciéndose de forma más fácil. Agarró las piernas del peliblanco cuanto las sintió a su alrededor, las separó y agarró fuertemente, amoratando y arañando su piel, mientras los movimientos de sus caderas se hacían aun más rápidos, más intensos, como muestras de que era él quien mandaba ahí.

Al cabo de unos minutos soltó una de aquellas piernas y llevó su mano a la intimidad ajena, agarrándola fuertemente en un puño y comenzando con unos movimientos de arriba abajo en sincronización con las violentas embestidas.

Los gemidos se hicieron presentes por toda la estancia, importándoles bien poco el ser escuchados, realmente no debía haber nadie que no conociera ya de aquellos encuentros, no era que fueran cuidados, y realmente el jefe varia lo provocaba, deseaba que todos escucharan lo que le provocaba a su subordinado, le gustaba eso y marcarle, pues sabía que nadie más se atrevería nunca a tocarle. Y jamás sería algo que admitiría de ningún modo, pero no consentiría que ese descarado fuera de otro, era suyo y de nadie más.

Finalmente, después de que ambos cuerpos comenzaran a temblar en señal de que el éxtasis estaba llegando a su cúspide el peliblanco llegó al orgasmo, gimiendo largamente, llenando de su esencia las manos de su superior y aprisionando a su vez sus paredes internas en torno al miembro de éste, provocando casi seguidamente el clímax de su amante que ahogó un ronco gemido en los labios de su aliado.

Se quedaron unos breves segundos de ese modo, hasta que de pronto el mayor se separó del cuerpo de Squalo, saliendo de mala manera de su interior, incorporándose y poniéndose en pie, observando levemente el estropicio en la habitación y frunciendo el ceño.

-Espero no verte aquí cuando salga, basura.- murmuró de forma ruda, caminando hasta el baño y encerrándose allí después de dar un portazo.

El albino soltó una risotada y se incorporó sentándose en la cama, le conocía demasiado bien como para sentirse realmente ofendido por aquellas palabras, al menos en ese momento, después de aquella sección de sexo tan satisfactoria.

Y finalmente, después de esperar unos segundos procedió a ponerse en pie, limpiarse un poco y vestirse para dirigirse a su dormitorio y poder darse una buena ducha, sabiendo que no tardaría demasiado en volver a encontrarse en aquella habitación, en aquella cama, disfrutando de un tipo de… ¿amor?… que bien sabía que poca gente lograría entender. Y francamente, ni le importaba.


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