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El hijo del coleccionista por Naniimine

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Notas del capitulo:

Esta es una historia a la que tuve que echar mucha cabeza, fueron muchos los días en los ratos libres que me la pasé pensando y pensando para dar con una buena idea. La señorita me había pedido un fic SaiGaa, ¿Cómo co... me iba a negar a una petición de ella? ¿Y de su pareja favorita? ¿Saben por la presión que tuve que pasar internamente por esa sencilla petición? ¿Y si la decepcionaba? ¿Y si no le gustaba? ¡Yo solo escribo vainas sádicas! ¡Quiere un j... final feliz! -Todas esas cosas era la que pensaba en realidad-

Pero entonces di con la idea, ella quería un Gaara cuchi, arisco y niña, pero yo... Yo no escribo cuchi y niña juntos T_T. Entonces, hice lo que pude, me esforcé, dejé de escribir Él es mi amo porque yo solo quería complacerla, y he aquí el resultado.

Para mi querida señorita, Eruka Frog , porque te quise cumplir el capricho -a medias- por soportar ser mi beta todo este tiempo y aguantarte mis burradas. Porque te tomé muchísimo cariño, y porque ahora formas parte de las personas importantes de mi hoja personal a pesar de que estas lejos =).

-Y porque no me voy a dejar ganar de Rodo y su único capítulo, yo te doy siete-

Recordándoles siempre que: Naruto y todos sus personajes forman parte de la idea original de Masashi Kishimoto, todos los derechos quedan reservados a su persona.

 

Capítulo 1. Nombre código: Sai.

 

 

-¿Un nuevo vigilante? No te había visto antes.

El muchacho uniformado le sonrió a su compañero mayor y sólo se limitó a sonreír levemente mientras se arreglaba el sombrero  cubriéndose un poco más los ojos con la visera.

-¿Tu credencial, tu identificación y tu placa? –cuestionó poniéndole mala cara.

El joven ladeó la cabeza y asintió. Sacó una placa, un pequeño carnet en el que mostraba su fotografía con sus datos  y su identificación personal, se los extendió al otro para que los tomase. John, el guardia más viejo, observó con detenimiento todos los objetos, el carnet era de la misma empresa de vigilancia a la que él trabajaba y coincidía con el carnet de identificación personal, y la placa era auténtica. Se las devolvió entonces, y sonriéndole levemente a su nuevo compañero de trabajo, le dijo:

-¿Hawái? Interesante lugar –dijo el hombre haciendo referencia al sitio de nacimiento del joven guardia-. Bueno, estas a cargo de este piso. Aunque supongo que ya has sido informado de todo, no tengo por qué explicarte nada ¿Cierto?

-Por supuesto –contestó haciendo una leve inclinación.

-Eres bastante joven para este trabajo ¿Qué edad tienes? ¿No estás en la universidad?

-Lo estoy. Este es solo un trabajo de medio tiempo, me llaman cada vez que necesitan un suplente –contestó sonriendo-. Me disculpa, debo comenzar mi ronda.

-Oh claro, anda muchacho. Suerte y no te quedes dormido. Los animales disecados de esta planta son un tanto escalofriantes luego de las tres de la mañana.

El joven vigilante asintió nuevamente y se dio la vuelta para entrar al salón de las cámaras de seguridad. El hombre mayor se despidió y cerró la puerta dejando a su reemplazo nocturno a cargo de la seguridad de la planta baja del museo.

John regresó bastante contento a su casa, donde su mujer y sus dos hijos lo esperaban para cenar. Era bastante agradable el cambio de horario que le habían hecho al turno diurno, ya estaba bastante viejo para seguir trasnochando tanto, y aunque no tardarían en darle la jubilación, ese cambio le sentaba mejor a su ya deteriorada salud mientras la misma se tramitaba. Sacó su teléfono móvil para llamar a su otro compañero de trabajo, aquel que cambiaba de turno con él siempre, pues quería saber que era lo que había sucedido con él para que la empresa mandase a un suplente tan repentinamente.

Varias veces repicó el celular y su compañero no le contestó, al final dejó de insistir suponiendo que este se había enfermado o alguna otra cosa por el estilo, probablemente ya el hombre estuviese descansando. A pesar de ser las ocho de la noche, el estar enfermo siempre debilitaba el cuerpo y más a la edad de ellos. John pensó en llamar a su amigo a la mañana siguiente, tal vez lo visitaría para ver como seguía antes de irse al trabajo.

Cuando John despertó a la mañana siguiente, lo hizo una hora antes de lo esperado y no fue de la manera que hubiese querido. Su esposa lo llamó alarmada diciendo que unos oficiales se encontraban en la puerta pidiendo hablar con él urgentemente. Se levantó un poco desorientado y le pidió a su mujer que se calmara un poco y que le alcanzara la bata y los lentes. Una vez arreglado, se encaminó hacia el recibidor donde un par de hombres en traje de policía lo esperaban sentados en los sillones de la sala.

-Buenos días ¿A qué debo su visita caballeros? –preguntó ajustándose los lentes y acercándose a uno de los sillones para sentarse.

-Señor John, buenos días. Sé que es bastante temprano, y nos disculpamos por haberlo despertado, pero tenemos una situación y nos gustaría hacerle algunas preguntas.

El mencionado arrugó el ceño extrañado y asintió.

-La persona a quien le entregó usted anoche el turno ¿Lo conocía?

John ladeó la cabeza y respondió:

-No. Era un muchacho nuevo, un suplente que habían mandado de la empresa para cubrir el turno de Tom.

-¿Suplente? –preguntó el oficial mientras intercambiaba una miraba con su otro compañero- ¿Y usted le creyó a ese joven?

John arrugó más aun el ceño.

-¿Qué es lo que está pasando? Hábleme claro.

-Anoche, se robaron el Diamante de Hope, y creemos… no, estamos seguro que fue la persona con la que usted cambió el turno anoche.

-¿Qué? –preguntó exaltado y poniéndose de pie inmediatamente- Pero ¿Cómo es posible? El chico tenía el carnet y la placa de…

-Creemos que la placa se la robó a su compañero Tom –interrumpió el otro policía a John- Lo encontramos esta madrugada amordazado, junto a su familia en el lugar donde reside.

-Pero ¿Cómo? Ya va, no entiendo. Esto es demasiado… tiene que haber un error.

-Señor John, nosotros también desearíamos que fuese un error. Ahora por favor ¿Nos puede decir cómo era esa persona?

El hombre aun seguía demasiado impresionado por todo aquello que le contaban esos oficiales, todo era demasiado increíble. Parecía como si estuviese en un sueño, e incluso se preguntó si aun estaba dormido, porque la verdad era que el haberse robado esa pieza del museo era algo verdaderamente imposible. La sala donde se encontraba la colección nacional de gemas del museo era una de las más vigiladas, y tenía numerosos y complicados sistemas de seguridad, muy difíciles de romper todos. Además era una zona vigilada por guardias especiales.

-Era un chico, de unos veinticuatro  años diría yo –decía haciendo memoria de éste-. Tenía un tono de piel dorada, rasgos bastante finos y cabello negro de aspecto ondulado pero corto, natural de Hawái según su identificación personal –explicó viendo a los hombres.

Los oficiales hacían anotaciones y le pedían más detalles de cómo era el sujeto. Al final, uno de ellos le mostró un retrato hablado y John estuvo de acuerdo con la imagen asegurando que era bastante parecida al chico que había visto esa noche.

-Que tonto he sido –dijo al final cuando los hombres se estaban yendo.

-No se preocupe. Todos hemos sido engañados de una manera demasiado ridícula. Los mismos guardias del salón de las gemas aun no se explican cómo es que pasó todo. Aun siguen analizando el área en busca de evidencia y están evaluando las cintas de video.

-Espero que de verdad atrapen a ese ladrón –dijo con un tono un poco enojado.

-No se preocupe, lo haremos.

 

 

 

 

 

Un joven de rasgos asiáticos y pálida piel se encontraba jugando God of War en su PSP, bastante entretenido intentando vencer uno de los últimos enemigos del juego, mientras esperaba sentado en una esquina en una de las salas de espera del Washington Dulles International Airport. Se vio interrumpido por una anciana que le preguntaba sobre el periódico que se encontraba en el asiento que estaba a su lado.

-¿Es tuyo jovencito? –preguntó haciendo referencia al periódico.

-¿El periódico? –le dijo en un inglés bastante forzado.

-Si –contestó ella sonriéndole.

-Pertenece al abuelo.

-Oh, entiendo ¿Puedo echarle una hojeada mientras espero a que me llamen a mi vuelo?

-Lo siento, no hablo inglés –respondió con una sonrisa y haciendo una pequeña reverencia con la cabeza corroboró su disculpa.

-Oh, disculpa ¿Chino?

-Japonés –contestó sonriendo.

-Perdone a mi nieto –dijo de repente otro hombre bastante mayor, quien recién llegaba con un par de boletos en la mano y había alcanzado a escuchar lo último que hablaban-. No entiende mucho de inglés. Nunca se le dio esa materia en nuestro país –agregó- ¿Qué es lo que necesita?

-Oh, yo solo quería saber si ese periódico era suyo.

-Si, pero si gusta puede tomarlo. Ya lo he revisado –dijo el hombre tomando el periódico y entregándoselo a la señora.

-Muchas gracias –contesto ella agarrándolo.

El chico le lanzó una mirada reprobatoria a Danzo, su abuelo, y se internó nuevamente en el juego, no prestándole más atención al mayor. Por su parte, el anciano se sentó donde antes había estado el periódico y sacó de su bolsillo un organizador digital para revisarlo. De vez en cuando respondía los comentarios de la mujer sobre el periódico y la noticia que hacía revuelo en el país en ese momento desde hacía ya una semana; la desaparición del diamante de Hope.

All Nippon Airways anunció la salida de su vuelo 551B con destino a Tokio, y el joven al oír aquello maldijo mentalmente por no tener un cofre cerca para salvar la partida, tuvo entonces que apagarlo cuando su abuelo le llamó la atención por andar caminando como zombi pegado al “aparato ese”, como él le decía.

-PSP –corrigió el menor mientras se lo guardaba en su bolso.

-Como sea.

Ambos hombres caminaron hacia la puerta de abordaje, donde un montón de guardias se encontraban revisando exhaustivamente los bolsos de mano de los pasajeros, además de inspeccionarles la ropa y cada uno de los bolsillos. Los hicieron pasar por un detector de metales un par de veces y por otra puerta más a la cual, el más joven, se le quedó observando detenidamente. Sonrió con ligereza y traspasó con tranquilidad la misma.

Sabía que toda aquella seguridad y todas esas medidas de inspección tomadas hacia con los pasajeros era debido al incidente de hacía una semana, el escándalo más abrumador que recorrió todo el globo terráqueo por lo impresionante que era. Y es que el robo del Diamante de Hope del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano había sido robado, y aun se desconocía el paradero del ladrón.

Eso, sin lugar a dudas, era una noticia sensacional que tenía a todo el mundo completamente descolocado, literalmente.

A ese chico, que estaba a punto de abordar un avión que lo llevaría a Japón, realmente no le importaba ese asunto, no tenía sentido tanto alboroto mundial por ese pedazo de piedra que, en ese momento, lo más probable  estuviese muy lejos de ese continente.

-Tú nombre código será Sai a partir de mañana. Iremos a Japón.

-¿A Japón? –preguntó con el mismo estoicismo de siempre.

-Si. Me informaron de un arqueólogo que ha encontrado en el valle de los reyes una de las piezas más codiciadas por nuestros clientes –decía Danzou mientras tecleaba algunas cosas en su laptop.

-El Ojo de Horus –dijo con voz aburrida mientras jugaba con su PSP.

-Exactamente. Todo el mundo pensaba que eran rumores o una mala interpretación de las viejas escrituras sobre que esa pieza existiese de verdad. Otros aseguraban que se había perdido durante la excavación de la tumba de Tutankamon hace muchos años, pero al parecer no es así. Y ahora se dice que un coleccionista de tesoros antiguos la ha adquirido, y actualmente el hombre reside en Japón.

-Un libro que leí sobre los dioses y reyes egipcios decía que quienes osen a tomar sin permiso tesoros de las tumbas de sus faraones, les caerá una maldición.

Sai parpadeó varias veces cuando su abuelo comenzó a reír a carcajadas, llegó al punto de golpear la mesa con el puño por la risa, y él no entendía el por qué Danzo se comportaba de esa forma y se reía de aquella manera si  no había dicho nada que pudiese causar gracia.

-¿Por qué te ríes? –le preguntó.

-¿Crees en esas cosas? Por el amor al cielo, no eres un niño de ocho años.

-Pero el libro decía que en varias ocasiones…

-Esa maldición no existe. Las maldiciones no existen, ni los dioses ni la magia –le interrumpió- Deja de leer cosas sin sentido y estudia cosas que te ayuden a mejorar tus conocimientos y habilidades. Ya hemos hablado de ello.

-Pero es que…

-No cuestiones a tu abuelo –dijo con voz que dejaba claro no querer continuar la conversación.

-Sai, apresúrate –le llamó Danzou al verlo que se quedaba atrás.

El chico le sonrió discretamente y negó con la cabeza cuando se dio cuenta de que había disminuido la rapidez de sus pasos pensando en la conversación que había tenido con el anciano esa noche, se apresuró entonces para pasar la puerta de abordaje que conducía hacia el interior del avión. Estando ya sentado cómodamente en el asiento que le correspondía, pudo seguir enfrascado en las memorias de esa noche. Al llegar a Tokio viajarían luego hasta Shibuya, dónde su abuelo le había indicado que tendría que fingir ser un estudiante de preparatoria en un instituto de los más prestigiosos de esa ciudad, todo con el fin de acercarse al hijo del coleccionista y con esto, tratar de ganarse su amistad para poder infiltrarse en la casa de éste; allí posteriormente investigaría la ubicación de la valiosa joya. En unas semanas comenzaría.

El Ojo de Horus, era una pieza que se creía leyenda en los cuentos egipcios, de la cual se decía que formaba parte de la colección real de uno de los faraones más famosos y jóvenes del viejo Egipto, Tutankamon. La leyenda relata que era usada como protección por las enfermedades que el joven faraón padecía al final de su reinado, se decía que le ayudaba a fortalecer su salud al momento de dirigirse al pueblo, las pocas veces que lo hizo. En las escrituras solo es mencionada una vez, y se traduce de la base de una estatuilla como “aquel objeto heredado por su predecesor, el ojo que todo lo ve, la mirada que acalma, el renacer…”, dónde la figura porta un medallón, que se presume era la pieza, y que el mismo tiempo se había encargado de distorsionar. Se cuenta que por muchas generaciones se mantuvo oculta hasta su mención durante el corto periodo de reinado del faraón niño, tiempo del que data la deteriorada estatuilla. Una joya codiciada por muchos coleccionistas y museos del mundo, y que luego de ser encontrada intacta, estaba bajo la custodia de un japonés. La misión que le habían encomendado era obtener esa pieza a como diese lugar.

-No te preocupes, todos los detalles los tendrás cuando lleguemos a Japón.

-No estoy preocupado –respondió mientras se abrochaba el cinturón de seguridad-. Creo que me duele el pecho, dormiré –agregó y cerró los ojos.

-Descansa. Tendrás mucho trabajo cuando lleguemos.

 

 

 

 

 

Era bastante temprano, pero como siempre a él el poco dormir no le afectaba demasiado, y tampoco es como si pudiese dormirse con tanta facilidad. Aun así Karura, su madre, le había insistido en que se durmiese temprano porque ese lunes comenzaría su primer día como estudiante del primer año de preparatoria y debía ir descansado. Pero eso para Gaara era algo imposible, y más aún porque quería terminar de resolver todas aquellas ecuaciones de ese libro que su padre le había traído de Egipto. Como era de esperarse, los matemáticos árabes eran los mejores en esa materia y de verdad que a él le fascinaba todo aquello. Como futuro ingeniero que quería ser, debía estudiar mucho ¿Y acaso era un crimen el no comenzar desde ahora? Su madre debería estar más bien agradecida, bastante malos ratos le había hecho pasar en la secundaria por su comportamiento, y ahora que quería andar por el buen camino, Karura seguía molestándolo.

-Entiendo que quieres mejorar, pero no deberías sobre esforzarte tanto, luego cuando estés en la universidad estarás agotado.

-Mamá –suspiró Gaara por cuarta vez esa mañana-, me voy ya.

-De acuerdo –resopló ella-, entonces cuídate por favor –y le abrazó.

-No te preocupes, estaré bien –murmuró dejando caer los hombros. Se soltó del agarre de Karura y se dirigió al auto.

El chofer lo llevaba de camino al instituto y él aprovechó el trayecto para leer algo sobre historia, su hermana le había dicho esa mañana que la profesora de historia les aplicaba un examen de entrada para evaluar los conocimientos en esa área, y casi siempre ponía en alta estima a aquellos estudiantes que sacaban buenas notas en esa prueba, y de hecho, los tomaba más en cuenta para futuros proyectos escolares. Y él necesitaba realmente empezar a enfocarse en su verdadero deber, ahora la secundaria quedaba atrás. Lástima que su nuevo propósito no ayudase con el desagrado que sentía por esa materia.

El auto se detuvo en la cola de vehículos que esperaba llegar a la entrada, ahí dejaban a los estudiantes que cada uno traía y no fue hasta que el chofer le llamó un par de veces que Gaara se dio cuenta, finalmente, de que había llegado.

-Bocchan ¿Me escuchó? –repitió el hombre viendo al chico a través del retrovisor, se encontraba con la vista clavada en un libro.

El chofer soltó un suspiro y tuvo que girarse en el asiento para ver al chico pelirrojo, parecía andar fuera de este mundo enterrado en el libro que sostenía. Dio dos palmadas en frente de los ojos del menor haciendo que este reaccionara. Se ganó con esa acción una mirada del muchacho, de esas que congelaría los nervios a cualquiera que la recibiera. El hombre sonrió nerviosamente y se aclaró la garganta.

-Discúlpeme que lo moleste, pero hemos llegado y hay bastantes autos atrás tocándonos las bocinas para que avancemos.

El chico parpadeó un par de veces y chasqueó la lengua cuando se percató de la situación.

-Discúlpame a mí más bien, ando algo irritado y me interrumpiste… ah, no importa. Gracias –resopló y se bajó del auto con rapidez dejando al chofer sorprendido por la respuesta.

Gaara seguía hojeando el libro de historia completamente distraído, repasando algunas fechas que tenía olvidada del renacimiento mientras sus pies lo dirigían hacia el geta bako para cambiarse los zapatos. Colocó el libro sobre la superficie del casillero y se calzó las zapatillas para el interior, luego guardó los suyos dentro del compartimiento que le tocaba. Tomó de nuevo su libro y se encaminó entonces hacia su respectivo salón.

-¿Sigues con eso? En cualquier momento te dará un ACV y hasta ahí te llegó la fiebre por el estudio –exclamó aquella ruidosa voz que le había perseguido desde el último año de secundaria y que, al parecer, le seguiría persiguiendo por lo que restaba de preparatoria.

-Naruto, me vuelves a gritar en el oído de esa forma y te juro por mi madre que el del ACV serás tú –dijo cerrando el libro con más fuerza de la debida, y poniéndole mala cara a su amigo le pegó el mismo en el pecho- Instrúyete, nos harán una prueba. No vaya a ser que te boten en el primer día de clases.

-Hum, has amanecido de mal humor. Definitivamente hoy es mi día de suerte –dijo sarcástico agarrando el libro-. Primero el estreñido de Sasuke y su “estorbas en mi camino” como buenos días, ¿Es que acaso yo tengo la culpa de que su novia no lo satisfaga? Ese grandísimo –suspiró reservándose la palabra para él-. Y luego tengo que conseguirme con la bestia de Gaara…

-Si tanto te molesto, simplemente me pasas de largo y ya –le interrumpió negando con la cabeza-. Yo no te estoy obligando a andar conmigo.

-Si, definitivamente estas con el humor de perros con rabia. Prefiero tu seriedad agradable que tus malas pulgas. Nos vemos amargado –le dijo riendo dándole unas palmadas en el hombro para después salir corriendo.

Gaara vio a su rubio amigo alejarse corriendo por los pasillos. Pensó que Naruto simplemente no tenía remedio, aun se preguntaba como le había hecho para entrar a la preparatoria en la que se encontraban, los exámenes de admisión eran realmente duros. Bueno, tampoco es que cuestionase la inteligencia de su amigo, él sabía que era bastante listo cuando se lo proponía, solo que estaba demasiado ocupado con sus artes marciales como para dedicarse a los libros y era por eso que dudaba de su seriedad con el colegio.

“Seré el peleador número uno en Aikido de todo Japón, no… de todo el mundo” era lo que siempre el muchacho decía.

Gaara pensaba que probablemente el atolondrado de su amigo era como era por tantos golpes que había llevado en ese deporte, y era algo que se planteaba seriamente cuando lo veía involucrado en peleas tontas dejándose llevar por las provocaciones de Sasuke, su otro “amigo” de la secundaria. Aunque eso de amigo había sido hasta hacía unos seis o siete meses sino mal recordaba; había sido su enemigo a muerte primeramente. Sasuke era sencillamente todo un personaje; si de Gaara decían que era bipolar, el primero era la persona con el humor más inestable que conocía. Y además de eso, el muchacho se escudaba demasiado en su orgullo, por lo que casi siempre lastimaba a mucha gente y la terminaba alejando, y eso era algo de lo que se había percatado gracias a Naruto. Por su puesto, no era como si en verdad le tomase mucha importancia a lo que él hacía.

La gente se preguntaba muchas veces como es que hacían para soportarse entre ellos, pero ambos sabían, que si no fuese por Naruto probablemente esa extraña amistad que tenían los tres no existiese. Y vaya que el rubio había sido un pilar muy importante en el pasado para ambos, gracias a él se había dado fin a una etapa bastante destructiva entre Sasuke y Gaara.

Cuando sus compañeros a mitad del tercer año de secundaria los comenzaron a ver juntos, fue cuando los bautizaron como “el trío peligroso”, pues era bastante escalofriante ver al mejor peleador del club de aikido caminando por la calle tranquilamente junto a dos de los chicos más peligrosos de la ciudad. La cuestión de ellos es que a pesar de tener diferentes maneras de pensar y de ver la vida, habían aprendido a respetarse los unos a los otros, y esa era la razón de la amistad que mantenían. Si en algún momento alguno se encontraba en dificultades, los otros no dudarían en ofrecer toda la ayuda que necesitase.

Gaara llegó al salón y negó con la cabeza al ver a Naruto con la frente pegada contra el libro de historia, ese que le había prestado hacía un momento, sobre el pupitre. Como olvidar que la historia también era enemiga del chico, al igual que las matemáticas. Lo ignoró como siempre lo hacía y se dirigió a un puesto que estaba libre, junto a la ventana. La segunda hora era cuando tocaba historia, pero por el momento se anunciaba la elección del delegado del curso, con lo cual él sonrió de medio lado. Desde ese momento comenzaba la corrección auto impuesta de su comportamiento.

 

 

 

 

 

Se acomodó la corbata negra, ajustándosela bien al cuello y se colocó el saco. El uniforme de la preparatoria, a la que comenzaría a asistir ese día, era como utilizar un smoking, algo bastante elegante para ser ropa de instituto aunque tenía bastante aire juvenil. Por lo menos con su apariencia era mucho más sencillo aparentar ser más joven, ello no le suponía demasiado esfuerzo. Simular dieciséis años requería menos maquillaje y menos tiempo de preparación, a diferencia de otras veces que le había tomado más tiempo arreglarse un disfraz para reflejar mucha más edad.

Ya tenía todo estudiado, sabía de qué trataba todo lo que iba a ver en el segundo año de preparatoria, que era el curso donde su abuelo lo había inscrito con datos falsos. No era algo del otro mundo en realidad, al fin y al cabo Danzou siempre lo mantenía estudiando. Aunque él hubiese preferido que lo inscribiesen en el mismo curso del chico con el que tenía que amistarse, pero su abuelo le dijo que como habían quedado las cosas estaba bien y que lo tomara como otra prueba para evaluar sus habilidades sociales.

Como siempre Danzou sobre explotando sus puntos débiles. A él no le gustaba demasiado relacionarse con la gente, a Sai le parecía más sencillo simplemente sonreír y fingir amabilidad para acercarse y obtener la información que necesitaba, que fingir más emociones de las necesarias para ello en su rostro. Y ahora le tocaba hacer precisamente eso, fingir emociones que aun no sabía cómo demostrar, ya que su abuelo le había pedido que se hiciese amigo del hijo del coleccionista, ese que poseía el Ojo de Horus, para así poder infiltrarse en la casa del mismo y tomar ese objeto. Tuvo que instruirse duramente al respecto, donde al final una cosa le había llevado a la otra, y cada palabra que leía en los conceptos de “amigo” y “amistad” lo llevaba a otra como “confianza” “respeto” y “amor”. Y era esa última la que precisamente lo tenía más confundido, pues por más que le diese vueltas no entendía por completo el significado de aquello.

¿Cómo rayos iba él a fingir amor?

Si los mismos libros decían que era difícil definirlo.

-Abuelo ¿Cómo hago para que Sabaku no Gaara me crea que lo amo? ¿Cómo debo fingir el amor? –preguntó a Danzou como último recurso. O se llevaba un regaño o se llevaba una explicación, pero tenía que intentarlo. ¿A quien más iba a recurrir sino a él?

Danzou miró a su nieto con el rostro completamente descolocado, luego arrugó el entrecejo y finalmente soltó un largo y tendido suspiro. El hombre cargaba el maletín del chico y se lo entregó para luego colocarle la mano en el hombro y empujarlo de camino a donde estaba el auto que lo llevaría al instituto.

-No sé que rayos has estado leyendo pero de nuevo estás perdiendo el tiempo. Olvídate de eso, es inútil. Lo que debes lograr es que el muchacho confíe en ti, es sencillo. Los adolescentes son muy influenciables y manejables, no sé, háblale del aparato ese con el que te he visto andar…

-PSP –le interrumpió.

-Si, como sea. Puedes hablarle de los deportes actuales, de música… que se yo, ingéniatelas. Forma parte de tu trabajo.

-No leí nada de deportes ni de música.

-Sé que completarás esta misión de manera exitosa, como siempre lo has hecho.

-Entendido –dijo y se subió al auto.

-Que tengas un buen día.

 Sai sólo le miró de reojo mientras el auto arrancaba hasta que el anciano salió de su campo visual. Se recostó en el asiento de cuero y de nuevo aquellas palabras que había leído en los libros volvieron a su cabeza. Amor, amistad y confianza ¿De verdad las personas eran capaces de hacer eso? Nunca en su vida había tenido tantas preguntas como ese momento, y algo en el pecho se le revolvía causándole malestar y una especie de ahogo. No era nada grave, por alguna razón él sabía que no iba a morirse de eso, pero era como si se hubiese dado cuenta de que se había perdido de algo muy importante en algún instante de su vida y le producía bastante malestar el no saber que era.

Cuando llegó al instituto bajó del auto e ingresó a la elegante edificación, tenía una enorme reja dorada como entrada la cual formaba, probablemente cuando estaba cerrada, una bonita figura abstracta en el medio, las paredes todas estaban pintadas de un impecable y pulcro color blanco, y todo se abría hacia un amplio y un poco frondoso patio con varias copas de árboles asomándose a lo lejos. Sin duda alguna era una de esas preparatorias para chicos adinerados, y no podía esperarse menos del lugar donde estudiaba el hijo de ese coleccionista.

Se dirigió hacia el geta bako y se cambió los zapatos para interior, luego se adentró hacia los pasillos del instituto. Todo aquello era nuevo para él, había demasiados chicos y chicas jóvenes yendo y viniendo alrededor de él, todos uniformados. Podía identificar caras de sueño, caras de enojo, caras de alegría y una que otra chica que le miraban de arriba y abajo y luego sonreían. Se preguntaba si se había puesto algo de manera incorrecta en la ropa o si no se había peinado bien, porque no entendía que era lo que esas chicas le miraban.

“Las mujeres, son difíciles de comprender. No pierdas tu tiempo leyendo sobre ellas, solo sonríeles, sé amable y educado, y siempre dales la razón, con hacer eso es suficiente para esta misión”, eso había sido lo que su abuelo le había dicho aquella vez cuando tuvo que acercarse a una dama de la nobleza muy importante en Inglaterra. Esa ocasión, un hombre había contratado los servicios de su abuelo a través de la mafia inglesa para hacerse con una tiara real que esa mujer guardaba en una supuesta colección privada que poseía, y esa pieza era una especie de reliquia familiar que aquel cliente quería tener en sus manos.

Dejó de pensar en sus viejas misiones y resopló cuando se encontró en la entrada del salón que le tocaba, deslizó la puerta para ingresar al mismo tratando de lucir lo más normal posible. Pero él no se imaginaba que intentar mezclarse con adolescentes fuese tan difícil, mucho más si se trataba de chicas, y es que por alguna razón que él aun no lograba entender, aquellas extrañas le echaban miradas raras y le sonreían de manera tonta, y eso le estaba causando bastante incomodidad. Se sentó en uno de los últimos asientos, mas que todo por el hecho de que era un tanto alto y no quería causar molestias a los demás, y tampoco tenía intención de relacionarse demasiado con todos esos niños. Sacó un libro que llevaba por título “Adolescentes: Trucos para sobrellevar al niño en esta difícil etapa” y lo abrió a la mitad, había quedado en un capítulo que hablaba sobre tribus urbanas y las “camaraderías”.

-¿Eres familia de Sasuke Uchiha? –le preguntaron de repente.

Levantó la cabeza y una hermosa chica rubia de cabello largo y ojos azules le veía con perspicacia, como intentando ver a través de él.

-¿Perdón? –preguntó él sonriéndole.

La chica parpadeó y Sai pudo detectar un ligero color rosado en las mejillas de la muchacha, quien se aclaró la garganta para volver a hablar:

-Sasuke Uchiha, un chico de primer año ¿Eres familia de él? –preguntó ella.

“Sé amable y educado”

-Temo que no conozco a ese joven. Lo siento –respondió Sai inclinando un poco la cabeza- ¿Por qué lo pregunta?

-Bueno –respondió la rubia encogiéndose de hombros, desvió la mirada hacia un lado por unos segundos para luego mirarlo nuevamente a él-, es que tienes algo de parecido.

-Ves, te lo dije –exclamó la muchacha que se sentaba en el puesto contiguo al de él y de la cual Sai no se había percatado hasta ahora. Ella era de lindos ojos verdes y cabello de un suave color rosa, que a pesar de la clara tonalidad, era bastante llamativo a la vista-. Mi Sasuke me lo hubiese dicho.

-Como sea –dijo la rubia poniendo los ojos en blanco y chistando con fastidio- ¿Cómo te llamas? ¿De qué secundaria vienes?

Sai les sonrió preparado para contarles la historia ficticia que tenía montada para cuando le hicieran esa pregunta, pero un estudiante llamó la atención de todos anunciando que era momento de seleccionar el delegado de curso, interrumpiendo con ello la conversación de los tres. Ambas chicas se disculparon y regresaron a su asiento. Cuando preguntaron que quien estaba dispuesto a tomar el cargo, Sai levantó la mano de inmediato. Sabía de que se trataba el tener esa responsabilidad, y Danzou le había sugerido que tratara de tener ese puesto porque así podría hacérsele más sencillo el acercarse al otro chico, generalmente los delegados de curso tenían más accesos a muchas cosas. Mucho mejor si era presidente del concejo estudiantil, pero eso era mucho más complicado para un alumno nuevo.

Un par más levantó la mano, pero al final cuando hicieron la votación Sai fue el que ganó el puesto, y no precisamente por los votos de los chicos. Hizo una pequeña reverencia cuando se le fue entregada la cinta para el brazo que lo identificaba como delegado, y regresó entonces a su asiento.

De los tres profesores que impartieron clases esa mañana, dos le aplicaron un examen (Química y Biología), preguntas bastantes sencillas pensó Sai cuando entregaba la hoja. Al llegar la hora del almuerzo sacó el obento que había comprado el día anterior y salió hacia la cafetería para pedir que se lo calentasen en el microondas.

Cuando iba por el pasillo fue que lo vio en personas, no podía estar equivocado, ese color de cabello y las facciones eran la misma que había visto en la fotografía que Danzou le había dado, se trataba del hijo del coleccionista. El muchacho era un poco más bajo que él, la intensidad del color de su cabello era tan vivo que parecía el de una cereza, el blanco de su piel competía con la palidez de la suya propia y el color de los ojos de ese muchacho, era como ese tono que tenían las aguas poco profundas de los mares; un vivo turquesa. 

Así que esa era la persona con la que debía tratar ahora, pensó. Sai comenzó a idear un plan para acercarse a él de manera natural, porque por los momentos no podía a hacerlo. Tenía el primer mes del año escolar para acercarse a él, ese era el plazo. Nunca se imaginó que uno de los otros chicos que venían con el pelirrojo le haría el favor de facilitarle las cosas.

-¡Mira Sasuke! ¡Tienes una copia! –exclamó de repente el rubio que estaba a la izquierda del muchacho señalando a Sai.

Eso lo había tomado por sorpresa. Miró al otro chico y parpadeó un par de veces cuando confirmó lo que aquella chica rubia le había dicho en la mañana. No es que fuera una copia, como lo había llamado el acompañante de Gaara, pero si tenía algo de parecido a ese muchacho. Igual no era algo del otro mundo, muchas personas alrededor del mundo tienen ciertos rasgos que los asemejan a otros, y eso no significa que sean parientes.

Además, Danzou le dijo que sus padres habían sido asesinados cuando él tenía tan solo cinco años y le prohibió preguntar por ellos de nuevo, “Soy tu abuelo, y eso es lo que importa” le dijo esa vez. Y no recordaba tener más parientes que el anciano.

-¡Hola! ¿Así que eres el primo perdido de Sasuke? –le preguntó el rubio acercándosele.

-¿Primo perdido? –repitió él levantando una ceja.

-Tú no tienes remedio –dijo el otro que acompañaba a Gaara con el rostro expresamente irritado, ese con el que lo estaban relacionando.

El que respondía al nombre de Sasuke, agarró al chico rubio de la oreja y se lo llevó hacia otra dirección.

-No, no, no. Espera, deja… ¡Ah! Maldito cobarde, no ataques mis puntos débiles –exclamaba el rubio intentando soltarse.

Sai no sabía cómo reaccionar. Se suponía que debía llamarles la atención por hacer aquel escándalo en medio del pasillo, no, en realidad ellos deberían comportarse bien  en frente de él por ser un delegado. No, es que él había olvidado colocarse la cinta en el brazo y tal vez por eso no le tomaron mucha importancia.

-Sempai, discúlpalos. No volveré a permitir que esto se repita, ya mismo les llamo la atención –dijo el pelirrojo haciendo una pequeña reverencia antes de darse la vuelta. Gaara había visto el broche que indicaba que la persona que tenía en frente iba un curso más adelantado que el de él. Se sentía bastante avergonzado por el desplante que le había hecho Naruto y Sasuke en frente de ese estudiante.

-Espera un momento –le llamó cuando se percató de la banda azul en el brazo del menor.

Así que Gaara también es delegado, que detalle, pensó Sai. Gaara se detuvo y le vio con algo de irritación, el mayor le sonrió con ligereza.

-¿Cuál es tu nombre? –preguntó.

El pelirrojo arrugó el ceño ante la pregunta, realmente no le gustaba mucho relacionarse con otros estudiantes. Ya tenía bastante con sus dos pesos pesados como para agregarle otro a la lista de gente con que lidiar.

-Me interesa saber el nombre de los delegados –continuó Sai al percatarse de que el chico no tenía mucha intención de hablarle, sacó entonces la cinta y se la colocó en el brazo-. Por si necesito dirigirme a ellos más adelante, futuras actividades y todo lo que ello conlleva, creo que lo sabes ¿No?

Gaara se puso en frente del mayor comprendiendo de inmediato que ese chico no era solamente un estudiante de un grado superior.

-Sabaku no Gaara –dijo haciendo otra reverencia.

-Bien –dijo Sai poniéndosele a un lado y colocándole una mano en el hombro-. No hay necesidad de tanto protocolo, un apretón de manos hubiese estado bien –y siguió su camino hacia la cafetería.

Gaara quedó un tanto confundido por la respuesta del otro, se giró de medio lado y se le quedó viendo con el entrecejo fruncido. Resopló molesto, le incomodaba un poco las personas que tenían esos aires de saberlo todo, porque eso era lo que le había demostrado el delegado de segundo con esa expresión en la cara. El hecho de que tuviese un año más que él no lo hacía mejor, y mucho menos le daba la potestad para tocarlo con tanta confianza. El pelirrojo recordó a sus dos amigos cuando escuchó al fondo la palabrota que había dicho Naruto a Sasuke, el tic en su ojo apareció mágicamente, casi como si hubiese sido invocado por aquella palabra que su rubio amigo había dicho. Apretó el puño y se encaminó hacia donde los otros dos se encontraban discutiendo.

 

Notas finales:

No esta tan larga esta historia, de hecho son unas ochenta páginas de word. No me voy a tardar mucho en actualizar. Unos cada tres o cuatro días tal vez. En poco les estaré poniendo un nuevo capítulo de "él es mi amo" a las/los interesadas/os.

Esta historia no esta beteada por Eruka Frog , ni por nadie. Si tengo muchos errores, por favor discúlpenme, es un regalo y por ende tenía que hacerlo por mi propia cuenta.

Gracias por leer.

Eruka te quelo =).


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