Sus ojos
Su sola mirada era capaz de congelarle en esos momentos
O mejor dicho de hacerte arder en el infierno, entrecerraste los ojos sin poder evitarlo a pesar de que no dejaba de mirarte, temblaste, un gran temblor inundó tu cuerpo entero y te hizo parecer más débil ante él, pero no importaba porque él ya te había visto de todas las formas posibles y no sentías la más mínima vergüenza no al menos en esos momentos en los que la lengua de este recorría partes demasiado personales para ti.
Gemiste.
No pudiste evitarlo y un vergonzoso gemido nació desde tu garganta, la mirada del otro volvió a centrarse en ti y jadeaste su nombre enredando tus dedos en sus cabellos anaranjados, idénticos a los propios pero un poco mejor cuidados, este aceleró su tarea y no hiciste más que tirar de dichos cabellos alejándole de ti, no, aquello era demasiado
- Para ya… -dijiste con voz entrecortada, el otro parecía negarse pero terminaste consiguiendo tu cometido.
Él te miró, te devolvió esa mirada una vez más cargada de lujuria una que os azotaba a ambos de forma demasiado marcada, le atrajiste, de manera necesitada, con los labios entreabiertos y enrojecidos de mordértelos por contener los gemidos, tenías que recordar donde estabais, era un aula, aquello estaba penado, era incesto, el más lujurioso y repugnante incesto pero te enloquecía, más que eso, lo amabas.
No hicieron falta muchas indicaciones, moviste las caderas pegándote a él empujándole un poco más contra ti enredando las piernas en sus caderas tus brazos rodearon su cuello de manera posesiva, era tuyo, de forma retorcida, entregada, tu hermano, tu gemelo, tu amante…
-Fred… -susurraste perdido en la locura, las manos del otro recorrían tu torso, pasando por tu cintura y tus caderas hasta agarrarte allí con fuerza, te estremeciste, temblaste una vez más como un niñata virgen, te odiaste por ello pero no pudiste evitarlo como tampoco pudiste evitar soltar un gemido adolorido cuando se dio la primera penetración, tus dientes se clavaron en la clavícula de él, tus uñas rasgaron su piel, tu cuerpo se tensó y tus ojos se empañaron pero movías las caderas, querías más, querías que se moviera.
Embestidas
Embestidas frenéticas, el pupitre se movía bajo vosotros pero poco o nada te importaba eso, te arqueabas, te mordías los labios para no armar un escándalo, los gemidos de tu hermano estampaban contra tu propio oído, le buscaste, y no paraste hasta que tus labios atraparon los suyos, esos que tantas veces había visto que te eran arrebatados por Angelina…
Angelina, aquella chica de la cual se creía dueña y señora del cuerpo de aquel que era parte de ti, no ibas a permitirlo, al menos no en esos momentos en los que te regodeabas de aquel acto, pensando en la cara que pondría la otra si os pillara en un momento así, tal vez ella pudiera ir por ahí proclamándose novia de tu hermano pero tu tenías con él algo mucho más especial, una conexión con la que ella ni siquiera podría soñar
- M-Más… -susurraste en su oído presa del placer
- Que duela…
Si, porque verle con ella dolía, te dolía mucho pero eras un gran actor y sabías disimularlo…
A pesar de que en esos momentos la máscara desapareciera, aquellas embestidas eran bruscas, dolían casi al mismo nivel que te proporcionaban placer, te abrazaste a él desesperado terminando entre los cuerpos de ambos, pero dichas embestidas no se detuvieron continuaron tan rudas como antes, mientras tu disfrutabas de aquel orgasmo, mordiste su lóbulo moviendo las caderas contribuyendo a aquel momento
- Fred… Te amo…- Lo dijiste, no pensaste en ello, tan solo lo soltaste segundos antes de que el otro terminara en tu interior haciéndote proferir un jadeo de placer, una vez más temblaste en sus brazos
- Yo también te amo… -susurró una voz algo rasposa, sonreíste apoyándote en su hombro
Eso era todo lo que necesitabas…
Y Angelina podía irse al demonio
Fred era tuyo.