Si, el tiempo tenía la culpa de que aquello se diera, el tiempo y la necesidad.
-Solo hago esto por Tsuna – dijo el capo sentado sobre la cama
- Kufufu que caritativo de tu parte.- dijo el ilusionista apretando la mandíbula cuando el algodón con con el alcohol pasaba por encima de sus heridas sangrantes.
No supo cómo, ni mucho menos cuando se dio aquella escena entre ambos, un pique, miradas altivas y sobre todo orgullo.
El capo se dejaba arrastrar por el carácter ajeno, se dejaba chinchar y llevar a los terrenos oscuros del ilusionista que le tomó del pelo atrayéndole en un beso salvaje como él mismo era pero el capo no se quedó atrás en ninguno de los movimientos del otro demostrando que él mismo podía llegar a ser tan o más salvaje que el otro.
-Oya oya… ¿Desperté la parte salvaje de tu interior?- el capo se sonrojó levemente por haberse dejado llevar por el otro el cual se inclinó insinuante.
- Me pregunto cuanto aguantará tu orgullo en pie…- dijo en susurros mientras el capo le miraba funestamente intentando ignorar la curiosa mano del ilusionista que se adentraba en terrenos prohibidos con una curiosidad innata.
- ¿Qué diría Kyoya de todo esto? – atacó a la parte más sentimental del otro por el simple placer de verle caer lentamente desde el principio, de forma suave y placenteramente dolorosa.
- ¿Qué pretendes? – preguntó intentando apartarle.
¿Qué pretendía?
Era sin duda una buena pregunta que él mismo se hacía.
-Te pretendo a ti.- Era la verdad, aquel cuerpo tatuado del capo que tanto le llamaba la atención no solo por lo bien formado que estaba sino por lo sinuoso de este, si, era jodidamente atractivo y lo admitía.
Estaba encaprichado
Deseaba ese cuerpo y lo obtendría si o si, al fin y al cabo nada podría resistírsele.
El capo era débil frente a ciertas cosas de las cuales Mukuro no dudó en aprovecharse para sus propios beneficios y en poco tiempo el cuerpo tatuado de este estaba sobre el suyo propio, moviéndose a un compás rítmico, frenético, salvaje…
Los gemidos ajenos eran roncos y melódicos, alzó una mano enredándola en sus hebras rubias tirando de estas sin compasión para dejar libre su cuello, ese cuello que atacó hasta que la sangre rozó sus labios apoderándose de ella como lo hacía de todo su ser al completo, lo había conseguido tras tiempo urdiendo su plan todo el cuerpo de aquel capo era suyo plenamente, sus caricias sus roces.
Todo era suave con él a pesar de que Mukuro buscaba asalvajar las cosas y quizás eso era lo que le asustaba del otro.
“Demasiado sentimental”
Terminó en un pronunciado gemido sintiendo al otro casi al compás en su interior, su sonrisa se borró al ver la del otro sorprendido y totalmente shockeado. No había sido él quien había usado al otro para su propio placer sino al contrario, el capo le había buscado, le había tentado y ahora sonreía de esa manera entre torpe y adorable…
Aquel maldito caballo salvaje le había engañado desde el primer momento.
Y él le había subestimado.