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Fan número uno por rina_jaganshi

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Usando toda su fuerza, por fin logró empujar al otro por los hombros para alejarlo de sí. De inmediato comenzó a dar grandes bocanadas en un intento por llenar sus necesitados pulmones. Sus ojos azules se enfrentaron a los orbes negros. Por varios segundos le mantuvo la mirada molesta. Luego de que ninguno parecía querer ceder, el rubio se movió hacia un lado, ocasionando que el artista le imitara. Frunció el ceño. Echó un vistazo rápido por encima del hombro contrario, ante la diferencia de estatura tuvo que ponerse sobre las puntas de sus pies.


 


Su preciado libro permanecía sobre el suelo, abierto, con algunas páginas semi-dobladas. Resopló frustrado, regresando su atención al egocéntrico que tenía enfrente. Retrocedió un paso. Moviéndose lo más rápido que pudo, se inclinó hacia la derecha y luego a la izquierda, se felicitó por la maniobra al ver que burló la marca personal a la que estaba sometido desde hace treinta minutos. Estiró sus manos, asimismo, se inclinó hacia adelante, sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano. Un brazo le rodeó por la cintura, con una facilidad que le golpeó directamente en el ego, fue cargado por el cantante para ser depositado sobre la cama.


 


—¡Quítame las manos de encima! —Exclamó al tiempo en que pataleaba desesperado. Con los puños se dedicó a golpear el pecho contrario cuando el más alto se atrevió a acorralarlo con su propio cuerpo, impidiéndole cualquier escape—. ¡Teme! —su berrinche fue parado en seco por las extremidades ajenas.


 


Estaba por despotricar en su contra cuando su boca fue sellada. Cerró los ojos fuertemente. ¡Ese maldito idiota, prepotente, controlador, posesivo, poco hombre! Una infinidad de insultos revoloteaban por su mente, todos dirigidos al de cabello negro. ¡No le iba a dar la satisfacción! Plegó los labios, tratando de que permanecieran estáticos. Alcanzó a distinguir el gruñido descontento que emanó de la garganta del cantante. Una vez más, intentó moverse para alejarse pero fracasó.


 


Se estremeció al sentir la ligera succión a la que era sometido su labio inferior. ¡No, no! Sin importar lo que hiciera, no iba a corresponderle, por el contrario, en cuanto se lo quitara de encima lo patearía una y otra vez. Abrió los ojos encontrándose con la mirada altanera. Su mano se movió velozmente pero no fue capaz de alcanzar su objetivo. Peor aún, ambas muñecas las atrapó con una sola mano, mientras la otra comenzó a acercarse peligrosamente a su costado derecho. Bastó un ligero movimiento de los talentosos dedos para hacerlo flaquear.


 


Desde la parte baja de su abdomen subió aquella conocida sensación de hormigueo. Maldijo la pelea de cosquillas que tuvieron la noche anterior, no debió permitirle conocer sus puntos débiles. La estrategia del artista consiguió que separara los labios para reír, aprovechando eso, invadió su cavidad bucal con su ansiosa lengua. El rubio apretó los puños. El poco control que poseía se estaba desvaneciendo al experimentar el júbilo que crecía dentro su ser. Lo quisiera o no, le gustaba demasiado besar al tarado, paranoico y apático cantante. Inevitablemente su cuerpo se relajó mientras su cerebro se inundó en euforia.


 


Su enojó aumentó por mero instinto al verse derrotado. No obstante, empezó a corresponder el ataque a su boca con la misma intensidad. Permitiéndole a su propia lengua juguetear con su compañera, disfrutando del íntimo contacto que se hacía más frecuente entre ellos. Estaban tan distraídos que no notaron los ligeros toques en la puerta, por lo mismo, el artista se sorprendió al ser separado abruptamente del objeto de su deseo y, por si fuera poco, aventado a un lado de la cama. Cayó con el rostro sobre el suelo alfombrado, no por eso menos doloroso. Colérico observó al responsable. El guardaespaldas le miraba inexpresivo mientras se acomodaba los guantes negros. Sasuke se puso en pie para hacerle frente.  


 


—¿Cuántas veces debo repetirlo? —alzó una ceja— estás despedido —pretendió tomarle por el elegante traje pero el de ojos blancos le sostuvo de la muñeca para, ágilmente, retorcer la extremidad. El cantante contrarrestó golpeando con su palma la fosa del codo, logrando que el brazo se flexionara y liberándose en el proceso.


 


—¡No peleen! —gritó el dueño de la habitación una vez que salió de su estado de auto-odio, causado por la nula resistencia que había demostrado. Inflando las mejillas se puso en pie—. Neji, gracias por rescatarme del idiota —comentó dirigiéndole una sonrisa.


 


—Naruto, estoy aquí para eso —inclinó ligeramente la cabeza antes de mirar con desdén al azabache, quien resopló con fastidio.


 


El rubio caminó hasta el libro que le regaló Itachi y por el cual había comenzado su “disputa” con el menor de los Uchiha. Lo levantó, luego, lo colocó sobre el escritorio, de donde tomó su nuevo celular. Suspiró al encontrarse con una foto del de ojos negros en su pantalla de bloqueo. ¿Qué tan egocéntrico podía ser? Decidido a cambiarla, la deslizó hacía un costado. La incertidumbre le abordó al ver que le pedía una contraseña. Giró en sus tobillos—. ¿Para qué le pusiste contraseña? —el artista sonrió de medio lado.


 


—Evitar futuros problemas de infiltración —fue la respuesta inmediata.


 


—¿Infiltración? —repitió confuso.


 


—Para que tus amiguitos no puedan acceder a nuestras conversaciones —el de ojos azules le miró molesto.


 


—¿Y cuál es? —preguntó.


 


—Trata de adivinar —empujó al castaño para recostarse sobre la cama, observando su propia imagen en el techo.


 


El rubio, aceptando el reto, comenzó a pensar en un número de cuatro dígitos. Lo primero que le vino a la mente fue un cumpleaños. Trató con diferentes combinaciones del día en que nació el arrogante ser pero ninguna lo desbloqueó. El guardaespaldas, curioso, se ubicó al lado izquierdo del muchacho, observando cada intento fallido. Naruto caviló en silencio. Lo siguientes minutos tecleó una infinidad de posibles contraseñas. Dejando, entre cada una, un lapso considerable de tiempo, puesto que a la quinta vez, el teléfono entraba en modo seguro. Acción que le obligaba a esperar sesenta segundos.


 


Con eso en mente se detuvo. Aprovechó la pausa para remembrar información relevante. La fecha en que lanzó su primer sencillo, no. El primer disco a la venta, no. El año en que la conocida revista lo nombró uno de los hombres más atractivos del planeta, no. El número de autos más las motocicletas en su colección, no. La cantidad de premios que ha ganado, no. Los dígitos que pertenecían a sus canciones favoritas, no. A las más conocidas, no. Bufó con cansancio. Iba a gritar, no, iba a insultarlo, no, ¡iba a arrojarle el celular a la cara! Sus maniacos pensamientos fueron interrumpidos por una mano enguantada que se posó sobre su hombro.


 


—Intenta con datos referentes a ti —el rubio sonrió.


 


—¡Excelente idea Neji! —con renovadas energías comenzó de nuevo.


 


Diez de octubre, nada. El día de su cita, es decir, ¡el día de la cena! No. La hora de su primer beso, ¿del segundo afuera de su casa? Tampoco. Del primer mensaje que recibió de su parte… lamentablemente no recordaba los minutos exactos. La fecha en la que asistió a su primer concierto, no. Firma de autógrafos, no. Aquel día que lo vio en el hotel, no, no, no, no. ¡No! ¡Nada funcionaba! Frustrado se arrojó hacia el lecho, aterrizando a un lado del idiota que le causaba tal molestia. Hundió el rostro en su almohada.


           


—¡Quiero una pista! —demandó desde su escondite. El cantante sonrió altanero.


 


—Sólo tendrás derecho a tres pistas, cada una te dará más información, si no logras resolverlo, haremos lo que yo quiera durante el resto del día —recitó prácticamente de memoria, casi como si hubiera planeado que sucedería, “casi”. Antes de que el Uzumaki pudiera replicar, el castaño se adelantó.


 


—¿Y si lo consigue? —interrogó.


 


—Haremos lo que él quiera —se levantó ligeramente con ayuda de sus codos— Al decir haremos, no te incluyo —Fue su turno para mirarlo despectivamente, tan sólo por unos segundos, luego, regresó a su estado de reposo—. La estoy usando en estos momentos —los dos pares de ojos le escudriñaron.


 


¿Qué podría ser? El rubio observó de arriba abajo el cuerpo tendido del otro. ¿La arrogancia se podía usar? Agitó la cabeza. Tenía que concentrarse, ya lo insultaría después. Calcetines, pantalón de mezclilla, una extremadamente ajustada camisa blanca que se ceñía a cada perfecto músculo. Se sonrojó violentamente al verse descubierto por los orbes negros. ¡Demonios! Avergonzado regresó a su guarida en su mullida almohada. Aun así, alcanzó a escuchar la risa burlesca. “Bastardo”. Pensó para sí.


 


—Eso no me ayuda en nada, quiero la segunda —exigió. Tuvo un ligero sobresalto al percibir la cercanía del otro. 


 


—Me hace extremadamente feliz —le susurró al oído. Sin pensar, cometió el error de girar la cabeza, quedando sobre su perfil izquierdo, encontrándose a escasos centímetros del de piel blanca.


 


Ignoró la incomodidad, enfocando sus sentidos a la resolución de la incógnita. El mundo entero sabía que la música era lo único que hacía feliz al insensible Uchiha. Sin embargo, no podía usarla en estos momentos. A menos que fuera de forma espiritual o emocional. Infló las mejillas infantilmente. Los artistas siempre salían con cosas relacionadas con el alma y metáforas abstractas de la vida. ¿Cómo esperaba que adivinara tal cosa? A penas podía con las materias de la escuela.  


 


—No es tan difícil dobe —interrumpió sus caóticas ideas, una vez más, haciéndole creer que poseía la habilidad de leer su mente. Cómo le gustaría tenerla también—. ¿Quieres la última pista? —Resignado asintió con la cabeza—. Representa lo que somos —podría jurar que su cara se distorsionó en una mueca de absoluta confusión puesto que el cantante rodó los ojos fastidio.


 


Representaba lo que eran. ¿Eran? ¿Quiénes? ¿Los artistas? ¿Los Uchiha? ¿Los idiotas egocéntricos? Había tantas posibilidades que no podía decirse por una. Lo estaba usando, lo hacía feliz, no, extremadamente feliz y representaba lo que eran. Se revolvió desesperado en un intento por aterrizar el concepto pero no tenía caso. Le molestaba demasiado rendirse. No quería y no lo diría. Sentía su cerebro palpitar en señal de que pronto se convertiría en una dolorosa migraña. Para su suerte, no fue necesario pronunciar las palabras, el de cabello negro captó el mensaje.


 


Lentamente dobló su pierna izquierda para llevarla a la altura de su pecho. Levantó el pantalón para mostrar su pantorrilla. Lo importante era la pulsera que adornaba la extremidad. El dueño de la habitación formó un mohín con los labios. Era imposible poner la palabra como tal, tenían que ser números. El artista negó con la cabeza, nuevamente, como si pudiera saber con exactitud lo que pasaba por su confundido raciocinio.  


 


Usuratonkachi, lo que tiene escrito.


 


—¿SasuNaru? —El rubio le miró intrigado—. Tampoco puede ponerse —El cantante sonrió orgulloso.


 


—Veinticuatro, sesenta y tres  —el chico tecleó los números, observando que le daba acceso, asimismo, el fondo de su pantalla con otra imagen del Uchiha, la cual pasó por alto ya que continuaba repasando los dígitos.  


 


—¿Cómo puede ser eso igual a SasuNaru? —inquirió frunciendo el ceño.  


 


—Es un código bastante sencillo —respondió el guardaespaldas. Una vez que tuvo la atención del chico, el cual se sentó sobre la cama, comenzó a explicar—; solamente necesitas una base, en este caso el alfabeto occidental, y una serie de números consecutivos. Si quieres hacerlo más complicado puedes cambiar a números primos, múltiplos de alguno en específico o cualquier otra secuencia con la que estés familiarizado. Lo demás son simples sumas —se encogió de hombros, no obstante, al ver la duda todavía en su protegido, se decidió por tomar uno de los cuadernos del escritorio, junto a un lápiz y demostrárselo.  


 


—¡Oh! Neji, tú también eres muy inteligente —le alagó, por su parte, el de ojos blancos volvió a inclinar ligeramente la cabeza, en un gesto de gratitud.


 


—Sin embargo, creo que fuiste estafado Naruto —Su mirada, ahora molesta, se posó sobre el cantante—. Está claro que no tenía oportunidad de acertar —el de ojos negros bufó.   


  


—No tendría por qué darte explicaciones pero lo haré, únicamente, porque le concierne al dobe —se sentó, recargando la espalda sobre la cabecera del lecho — Él hizo la pulsera para mí, por lo tanto, eligió la palabra sabiendo lo que significaba. Las pistas eran para que adivinara en lo que consistía, no el número —el rubio se quedó mudo. Todo tenía sentido. Estaba usando la pulsera en ese momento. Le hacía feliz, puesto que ese era el propósito cuando la hizo. Finalmente, combinó sus nombres porque…


 


—¿Representa lo que somos? —no supo cuando pasó de pensar a hablar pero eso no lo detuvo— Lo que Sasuke y yo somos… —inconscientemente apretó el aparato electrónico contra su pecho— ¿Qué significa eso? —miró al artista.


 


—Creí que había quedado claro —murmuró molesto. El de ojos azules negó con la cabeza divertido— Usuratonkachi, no lo voy a decir —rápidamente se puso en pie para dirigirse a la puerta— andando, quiero salir de aquí.  


 


—¡Teme, no seas cobarde y dilo! —Exclamó eufórico— ¡Además, yo no he aceptado y no puedo hacerlo si no lo dices! —corrió escaleras abajo persiguiéndolo, seguido del guardaespaldas. Estaba por obligar al otro a declarársele con palabras cuando su celular comenzó a sonar.


 


Del otro lado de la línea, su madre trataba de explicarle una infinidad de cosas a la vez. Algo acerca de su abuela enojada porque él no se dignó a visitarla. Una promesa de que, aun así, le llevaría postre. La cuestión de cómo estaban. Si ya habían comido. Si Sasuke y Neji seguían lanzándose miradas de odio. Irremediablemente dirigió su vista hacia los susodichos para encontrarlos discutiendo. Le restó importancia, concentrándose en escuchar a la pelirroja. El motivo de su llamada era para decirle que tenían que salir en ese instante. Debido a su “brillante” idea de desconectar el teléfono de la casa, Sakura se comunicó con Kushina para avisarle que iba camino a verlo.


 


El rubio agradeció a su madre por la información antes de colgar. Enseguida, tomó la mano del cantante y la del guardaespaldas para arrastrarlos hacia la salida. No podía permitir que su amiga los encontrara ahí. Prefería escapar de la situación. Cerró la puerta tras de sí. De inmediato, fue su turno para ser jalado, el problema es que cada uno quería llevarlo por distintos caminos. No había tiempo para reñir. Sus acompañantes no pensaban igual pues, sin previo aviso, empezaron a intercambiar razones por las cuales él debía viajar con uno u otro. Por mucho que le agradeciera a Neji el detalle de querer llevarlo, jamás podría rechazar la oportunidad de manejar, de nuevo, la motocicleta. Así que, decidido, se interpuso entre ellos.  


 


—¿Neji, podrías seguirnos en el carro? —el castaño se cruzó de brazos, asintiendo con la cabeza. Los ojos azules le vieron subir al hermoso Audi A8 L. No podía negar que tenía curiosidad por conocer el auto, sobre todo porque su madre le dijo que parecía un auto de espía. ¿Tendría botones que activaran compartimientos secretos? Mordió su labio inferior. ¡No, no, la moto, la moto! Posó ahora su mirada en un irritado cantante— deja de leer mi mente, además, te elegí a ti, Kawasaki Ninja H2 —no pudo evitar carcajearse. Estaban por comenzar a caminar, cuando notó un pequeño detalle— ¿Dónde está tu disfraz? —se detuvo en seco.


 


—No lo necesito —declaró metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón. Naruto arrugó el entrecejo. Giró en sus tobillos para regresar a su casa, velozmente subió y bajó las escaleras. Una vez más, le puso seguro a la puerta. Sin consideración, le aventó la sudadera al intérprete, quien, refunfuñando se la colocó, asimismo, el gorro cubrió su cabello.


 


Satisfecho, el rubio caminó a su lado hasta el estacionamiento público. Detrás de ellos venía el guardaespaldas, cumpliendo con su trabajo. Manteniendo la distancia pero al pendiente de todo a su alrededor. El de ojos azules se subió en la parte de enfrente, mientras Sasuke ocupó el lugar de atrás, el casco era perfecto para esconder su famoso rostro. Aun así, el rubio sabía que la motocicleta llamaba demasiado la atención, además, ahora tenían el espectacular Audi plateado con vidrios polarizados que los seguía. Suspiró. ¿Qué más podía hacer?


 


Durante varios minutos el cantante no pronunció palabra alguna, mucho menos hizo ademán de indicarle el camino que deberían tomar. Se suponía que él debía elegir el lugar al que irían pero se limitó a dejarle manejar sin rumbo. El chico se dio gusto, evitando los sitios donde podría toparse con conocidos. Divertido iba de un lado a otro. Todavía le costaba esquivar los demás vehículos por lo que prefería no arriesgarse a ocasionar un accidente. Mucho menos con su novio ahí… No pudo evitar sonrojarse. Uno de sus mayores temores se convirtió en realidad. Oficialmente era pareja del prepotente artista.


 


Recordó el momento en que llegó a su vida. Sakura le mostró, enloquecida, la imagen que recortó de una revista para pegarla en la portada de su cuaderno. A él no podría importarle menos. Sin embargo, por cortesía, escuchó durante horas cada uno de los datos que la chica recolectó. Después, le enseñó los boletos para el concierto. Ingenuamente creyó que sería una única vez la que soportaría los lloriqueos de las fanáticas, los desmayos, los gritos, así como, la indiferencia del recién descubierto solista. Jamás imaginó que ese mismo ególatra se convertiría en una persona tan importante para él.


 


Con una sonrisa, observó las blancas manos colocarse encima de las propias. Asimismo, sintió el fuerte mentón sobre su hombro. Un extraño sentimiento de seguridad le invadió. Incluso al notar el repentino aumento de velocidad o los ágiles movimientos que la motocicleta realizaba para esquivar uno a uno los autos frente a ellos. Estaba tan absorto en el sinfín de emociones que ese sencillo roce le ocasionaba, que le tomó bastante tiempo darse cuenta de lo que sucedía. ¡El cantante pretendía perder al guardaespaldas!


 


Demasiado tarde. Con un par de vueltas más, alcanzaron el límite de la ciudad. Rápidamente dejaron atrás los edificios, adentrándose en un único camino rodeado de vegetación. Curioso observó el paisaje plagado de distintos tonos de verde. Conforme avanzaban, los árboles se volvían más grandes, tanto así que alzó la mirada para encontrar la punta de algunos, topándose con el cielo ligeramente nublado. Una agradable brisa le acarició el rostro, despeinando sus rubios cabellos en el proceso. Otra vez, se dibujó en sus labios una sonrisa.


 


No importa a donde fueran. Estaba bien. Se relajó, dedicándose a mirar todo a su alrededor puesto que el de ojos negros llevaba el control del manubrio. El rubio no retiró sus manos por el simple hecho de que le agradaba la sensación de su piel contra la otra. Al cruzar un puente, las protecciones a los lados desaparecieron. De vez en cuando alcanzaba a distinguir las señales de tránsito, hasta que finalmente, tomaron un estrecho camino que subía. El aroma de la madera inundó su olfato.


 


La velocidad comenzó a disminuir. El Uzumaki, asombrado, distinguió una formidable estructura que poco a poco se iba mostrando ante ellos conforme se iban acercando. La casa contaba con dos pisos. La fachada de estilo antiguo le recordó a los templos a los que su madre lo llevaba en su niñez para rezar. Las tejas en color gris oscuro adornaban los techos inclinados. Los cimientos la mantenían alejada unos cuántos centímetros del suelo. Bajó del vehículo, siguiendo al azabache que subió los cinco escalones que lo separaba de la entrada principal. Una vez que abrió la puerta, esperó a que él entrara primero. Así lo hizo.


 


Sus ojos azules recorrieron el lugar. La madera brillaba gracias a la luz que se colaba por las innumerables ventanas que permanecían sin cortinas. Un cuadro, formado por dos columnas que alcanzaban los techos, marcaba la separación del recibidor y la sala. Ladeó la cabeza pero desde su posición no alcanzaba a ver más. Era inmenso. Se estremeció al sentir una mano en su espalda baja.


 


—No te quedes ahí —se retiró los zapatos, dejándolos a un lado del par que le pertenecía al azabache, con la clara diferencia de que no se molestó en ordenarlos, por el contrario, uno aplastaba al otro.


 


Se dejó guiar por el lugar. Sabía que la casa del artista se localizaba en la zona adinerada de la ciudad, además, había visto las imágenes que salían en las revistas. Así que no entendía muy bien en dónde se encontraban. Se quedó estático a mitad de la habitación, sin atreverse a tomar asiento en los elegantes cojines que se esparcían alrededor de una mesa de caoba. Una corriente de aire le hizo consciente de que el cantante estaba abriendo las puertas corredizas. Revelando el hermoso paisaje verde que rodeaba a la construcción. No pudo evitar acercarse para apreciar el camino hecho de piedra que conducía a un estanque.


 


Al notar movimiento, estuvo tentado a ir a comprobar si había peses pero, una vez más, una mano en su espalda aplicó la suficiente fuerza para moverlo. Paulatinamente lo encaminó a un espacio rectangular que estaba a medio metro del piso. La superficie de madera era cubierta por una confortable colchoneta, a su vez, cuatro almohadillas cuadradas reposaban sobre el muro beige al que estaba pegado el mueble. No podía decidir si era un sillón o una cama. Sus cavilaciones fueron interrumpidas, el Uchiha se dejó caer para recostarse, llevándoselo consigo. De inmediato se vio rodeado por los brazos contrarios.


 


Podía distinguir una extraña atmósfera. Algo sucedía, sin embargo, no lograba comprender qué. Tal vez tenía alguna relación con la casa. Mordió su labio inferior, no se atrevía a preguntar directamente. Se concentró un momento recordando la información que sabía acerca del cantante, en busca de cualquier cosa que pudiera ayudarle a entender el escenario. Giró un poco topándose con el rostro inexpresivo. Suspiró tomando una decisión.


 


—No sabía que tenías esta casa, al menos en todo lo que he leído de ti, jamás se menciona —comentó de la manera más normal. Hubo una pausa que le hizo dudar si era correcto o no ahondar en el asunto.


 


—Recientemente la recuperé —Frunció el ceño confuso, estaba por realizar la cuestión, sin embargo, el Uchiha continuó—: Mi familia la vendió cuando mis padres murieron —Impulsivamente se irguió, por el contrario, Sasuke sólo cambió de posición acostándose sobre su espalda, clavando así sus orbes negros en la lámpara colgante de papel—. Tardé cuatro años en encontrar a las personas que la compraron —sonrió de manera sarcástica—, dos más en convencerlos de vendérmela.


 


Naruto apretó los puños. Era cierto lo que decía el artículo. La familia Uchiha les dio la espalda una vez que quedaron huérfanos. Al parecer, no conformes con eso, les arrebataron lo que en algún momento les perteneció. ¿Qué clase de gente podía hacer algo tan despiadado? Sasuke sólo tenía seis años cuando perdió a sus padres. Sin saber cómo proceder, el rubio se limitó a tomar la mano que tenía a su alcance para entrelazarla con la suya. Sonrió al ver que el otro no lo rechazó. Despacio volvió a recostarse, atreviéndose a descansar su cabeza en el hombro contrario.


 


—Mikoto y Fugaku Uchiha. La mayor parte del tiempo se concentraban en su trabajo. Únicamente en las vacaciones de invierno, si no estaban grabando, veníamos aquí —Se detuvo para regresar los pellizcos que el de ojos azules le hacía en la mano, enseguida, retomó su monologo—. Nos reíamos viendo a mi madre intentando cocinar. Terminábamos comiendo emparedados mientras actuábamos escenas de sus películas. Itachi siempre era el personaje malvado… —Sin previo aviso se levantó—. Deberíamos comer antes de que se haga más tarde —usando el agarre que los unía, alzó al rubio para llevarlo consigo.


 


Caminaron en silencio hasta adentrarse en una espaciosa cocina. Una vez ahí, liberó la extremidad ajena para concentrarse en preparar los alimentos. Naruto tomó asiento en uno de los bancos que rodeaban una gran barra, desde la cual se dedicó a observar a su pareja. Nuevamente se encontraba indeciso. Por una parte, le entristecía la información adquirida, contradictoriamente, le regocijaba que Sasuke le contara. Confiaba en él, al punto de compartir un momento de debilidad. Algo de su pasado que le atormentaba, algo que ninguna fanática sabía.


 


“Egoísta”, pensó para sí al descubrirse anhelando saber más, quería que le contara todo, sus recuerdos de la infancia, sus temores, sus deseos, sus sueños, hasta la idea más absurda que en algún instante cruzara por su cabeza. Asimismo, nació dentro de sí la necesidad de reconfortarlo. Por el contrario del cantante, él no era muy bueno con las palabras, tampoco con las acciones románticas. Aun así, se puso en pie para ubicarse frente al de cabello negro, quien vio frustrada su intención de ir hacia el refrigerador.


 


Tenía que darse prisa a crecer si quería dejar de ponerse en puntas para no mirar hacia arriba al artista. Mientras eso no sucediera, se resignó, colocando sus manos en los hombros ajenos para darse apoyo e inclinarse ligeramente, atrapando así la boca del otro. Nada aparatoso, modestamente sus labios sobrepuestos. Al menos eso es lo que él pretendía pero el azabache profundizó el contacto, dándose el gusto de profanar su cavidad. Asimismo, le tomó por la cintura para, una vez más, con una facilidad que le molestaba bastante, cargarlo y sentarlo sobre la barra. Debería empezar a hacer pesas… o comer más, lo que fuera más simple. Después de unos segundos, se separaron. El Uchiha retomó su tarea.


 


Naruto se quedó en su nuevo asiento. Miró en la dirección donde se encontraba el estanque, quería comer ahí. Reparó en el tono anaranjado que teñía el cielo. Estaba próximo a oscurecer, lo que significaba que su tiempo con el cantante estaba llegando a su fin. Balanceó los pies infantilmente, observando la distancia que lo separaba del suelo. Definitivamente necesitaba crecer, de ahora en adelante sería su prioridad. Crecería lo suficiente para alcanzar a Sasuke… para caminar a su lado hombro con hombro. Sonrió satisfecho con sus nuevos objetivos.


 


—¿A qué hora sale tu avión? —interrogó, sabiendo que no podía evitar más la realidad.


 


—A las nueve de la mañana —Contestó sin descuidar su tarea de rebanar lechuga, todo indicaba que comerían emparedados—. Te dejo en la escuela y de ahí me voy al aeropuerto —el rubio parpadeó incrédulo.


 


—Eso no va a suceder —sus miradas se enfrentaron.


 


—Decidiste ir conmigo a Londres —se quedaron en silencio varios segundos, hasta que el ojiazul negó fervientemente con la cabeza como si con eso pudiera desechar sus pensamientos.  


 


—No, no puedo faltar, por primera vez en mi vida he aprobado todas mis materias con buena calificación. Lo que quiero decir es que no puedes llevarme —aclaró—, el peor sitio al que podrías ir sería a una escuela llena de adolescentes locas por ti —torció el gesto— y maestras —agregó recordando a Karin. Una vez más, los zafiros desafiaron a las perlas negras.


 


—Voy a llevarte a la escuela así tenga que enfrentarme a miles de fanáticas —el rubio bufó con cansancio. Prácticamente era cómo discutir con una pared. 

Notas finales:

Rini: Entonces —chasquea la lengua— ¿Cuántos Sasukes Uchiha se necesitan para cambiar una bombilla? —los presentes la observan dubitativos.


 


Sasuke: Tan temprano y ya quieres una paliza —le dirige una mirada furiosa, la chica lo ignora para caminar hasta el rubio.


 


Rini: ¿Naru-bonito? —el chico lleva una de sus manos a su mentón.


 


Naruto: Ninguno —los demás alzan una ceja— Pondría a otro a cambiarla —la chicas se ríen ligeramente.


 


Rini: Excelente respuesta pero no es la correcta —le revuelve el cabello con cariño. Luego mira a su hermana—. ¿Tonta, alguna idea?


 


Rina: Dos —La atención está sobre ella, que se aclara la garganta apenada—. Porque ahora solamente tiene un brazo y va a estar difícil cambiarla solo —los tres se ríen con ganas.


 


Naruto: ¡Hey, yo estoy igual! —aun así continúa riendo. Cuando logran recobrar la compostura, Rini da un paso al frente.  


 


Rini: La respuesta es cinco —el rubio y la otra chica ladean la cabeza, el de ojos negros frunce el ceño— Así es —comienza a enumerar con sus dedos— Uno que se va a ir con un pedófilo en busca de una mejor bombilla. El segundo que se va a quedar llorando en una esquina y culpando a su hermano por fundirla. El tercero que tiene intención de cambiarla pero es detenido por el cuarto, puesto que él prefiere vivir en la oscuridad… —se le quiebra la voz al ver el rostro contraído en furia— Por último, el quinto que termina por enamorarse de la bombilla —ninguno puede contenerse más y estallan en carcajadas.


 


Sasuke: Suficiente, voy a golpearte —aura maligna rodeándolo.


 


Rini: ¿Qué pasó? ¿Alguien te ofendió nena? —la chica sale corriendo siendo perseguida por el colérico azabache. Mientras, el rubio y Rina se retuercen en el suelo sin dejar de carcajearse.


 


Rina: Que llevadita, todavía que en este capítulo se nos pone sentimental y ella no le da tregua —se sostiene el estómago.


 


Naruto: Todas fueron estupendas respuestas —detiene su efusivo comportamiento— los/as lectores/as deberían opinar para que esto sea más divertido —la chica asiente con la cabeza.


 


Rina: ¡Cierto! Si gustan, pueden dejarnos en los comentarios su manera de terminar el chiste, será un placer leerlo —hace una reverencia— esperamos que les haya gustado el capítulo o al menos se hayan reído un rato. Como siempre, agradecemos a quienes leen y a quienes comentan. Nos vemos —se despide antes de regresar a carcajearse con el rubio.    


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