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Fan número uno por rina_jaganshi

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Habían pasado tres semanas más, las cosas por fin parecían estar tomando orden. Sus amigos dejaron de molestarlo gracias a la idea de su inteligente madre. En verdad le parecía increíble que pudiera pensar en algo así, cuando él se quebraba la cabeza por una solución. Kushina, sin borrar la sonrisa de su rostro, le explicó a Sakura que la abuela Uzumaki quería que Naruto saliera con uno de los nietos de sus amigos adinerados. Al principio, el rubio se negó por lo que sólo intercambiaron números de teléfono. Con el tiempo empezaron a conocerse mejor y decidieron tener una cita, que fue el día que lo vieron con el sujeto de la Kawasaki. Sin embargo, al final decidieron ser sólo amigos, así que el chofer de dicho “amigo”, fue a llevarle a la escuela un último regalo al ojiazul.


La historia cubría todo, el chico en la motocicleta, el dinero, la interrupción de Neji, el Audi, incluso, el celular nuevo. La chica aceptó cada parte, sin importar las preguntas que hiciera, su brillante madre inventaba algo creíble. Por lo que, al final, su mejor amiga aceptó la explicación, que después les contó a los otros dos. Por su parte, el rubio fue capaz de convencer al guardaespaldas para que lo siguiera de cerca en lugar de ir por él, de manera que no se viniera abajo el esfuerzo de la pelirroja.   


Esa parte se solucionó hace quince días. En cuanto a su relación, bueno, por las noches seguía hablando con el azabache y, a lo largo del día, se mandaban mensajes. Entonces, si el universo estaba en calma, ¿por qué el adolescente apretaba la mandíbula molesto? La respuesta era muy simple. De todas las cosas que creyó que sentiría, jamás imaginó que los celos pudieran afectarle. Nunca se había enamorado, por lo mismo, nunca tuvo la necesidad de establecer su lugar al lado de una persona. Sin embargo, en estos momentos quería gritarle a la chica que dejara de coquetearle a su novio. Sin poder evitarlo, sus manos retorcieron la tela de su pantalón. Sus ojos seguían clavados en la silueta de la mujer.


Ino Yamanaka, reconocida actriz de novelas. Tenía veintitrés años e iba en ascenso. Salía en todos los comerciales de cosméticos, su imagen estaba por toda la ciudad en posters o portadas de revistas. Sus melodramas eran los más aclamadas por los adolescentes. La chica tenía un largo cabello rubio amarrado en una coleta, el color de sus ojos le era difícil de descifrar, a veces parecían azules y otras verdes. Su delgada figura se movía con gracia por el escenario, moviendo sus caderas y aplaudiendo al ritmo de la canción. Sonreía alegremente, causando que los conductores del programa exclamaran maravillados. No había duda de que la chica era querida por todos.


Al término de la canción, las personas volvieron a sus lugares. Sasuke junto a Ino. Uno de los presentadores lanzó la ansiada pregunta. ¿Qué opinas de Sasuke? La chica se ruborizó, al mismo tiempo en que comenzó a jugar con su cabello. Su actitud se ganó varios aplausos y exclamaciones sobre lo linda que era. Naruto frunció el ceño cuando la actriz miró con confianza a su novio para decirle lo atractivo, talentoso y estupendo que era. Ahora el público estalló en aclamaciones. Todo su cuerpo se tensó cuando comenzaron a exigir un beso.


—¡Más le vale que no se atreva! —gritó furiosa su amiga— ¡Por supuesto que no hacen una linda pareja, dejen de decir eso! —respondió cuando el conductor preguntó a la audiencia. Naruto no podía dejar de mirar al azabache, que permanecía inexpresivo, ignorando el bullicio a su alrededor, por lo mismo, no notó, hasta que fue demasiado tarde, los labios de la chica sobre su mejilla. De inmediato el lugar se llenó de luces de cámaras fotográficas. Sakura chilló arrojando un cojín hacia la pantalla, por suerte, pasó a su lado sin golpearla.


Naruto se quedó ahí, observando el rostro sonrojado de la artista y el indiferente del Uchiha. El programa terminó con todos sonriendo, dando las gracias por sintonizarlos. Su amiga apagó la televisión, dejándose caer para recostar su cabeza sobre las piernas del rubio. Por varios minutos se quedaron en silencio, compartiendo el mismo dolor en su interior, sin embargo, sólo uno de ellos podía hablar abiertamente. La chica suspiró.


—¿Crees que Sasuke empiece a salir con la tonta de Ino? —inquirió despechada.


—No lo sé… —fue lo único que pudo articular.


—No creo que él quiera salir con ella pero ya sabes cómo es el mundo del espectáculo —volvió a rezongar, pataleando en el proceso— hay un rumor en internet, dice que Ino será la estrella en su nuevo video musical. Algunos creen que las compañías para las que trabajan les harán fingir estar en una relación para promocionarlos —Giró hasta quedar sobre el suelo, desde donde miró a su amigo—. Espero que Sasuke no se enamore de ella —el enunciado le ocasionó un peor dolor del que esperaba.


Sin previo aviso se puso en pie. Necesitaba estar solo. Se despidió de la chica, alegando no sentirse bien, ella, deprimida, no se opuso a su partida. El rubio salió a la calle para dirigir sus pasos al parque. El cielo estaba nublado, por lo que el lugar se encontraba vacío. Sin importarle que las primeras gotas comenzaran a caer, se sentó sobre una banca. “Ridículo”, pensó para sí. Sasuke no se iba a enamorar de la actriz. No tenía por qué preocuparse. Maldijo mentalmente sus inseguridades. Sobre todo al recordar que, las últimas conversaciones con el cantante, giraban en torno al mismo tema. Anunciar que Naruto Uzumaki era su novio.


Se mordió el labio inferior. Sasuke ni siquiera titubeaba. Estaba dispuesto a enfrentarse a su representante, a la disquera, al mundo entero si hacía falta, mientras que el rubio seguía insistiendo en que no era una buena idea. No creía estar preparado para lidiar con el rechazo de su mejor amiga o los reporteros atiborrándolo de preguntas sobre su vida privada. Mucho menos quería verse en revistas o periódicos. Le gustaba su vida sencilla, donde podía hacer lo que quisiera sin miedo a ser juzgado. Resopló con fastidio. Seguramente Ino estaría feliz de gritarle al mundo que era novia del afamado Uchiha.


Se recostó sobre la banca, ni siquiera notó la intensidad de la lluvia. Su camisa se ceñía a su torso, al igual que sus pantalones a sus piernas, robándole el calor corporal y, por consecuencia, logrando que tiritara de frío. Permaneció unos minutos así, sin siquiera moverse, dejando que sus emociones se estabilizaran, que sus miedos se disiparan…  “¡Al diablo!” pensó y, de un salto, se puso en pie. No tenía razón alguna para deprimirse. ¡Por Dios, era Sasuke! Sasuke Uchiha, su Sasuke Uchiha, aquel ser que confinaba sus sentimientos de las demás personas, solamente a él, Naruto Uzumaki, le permitía ver debilidad, coraje, amor.


Con su nueva actitud optimista, el rubio alzó el rostro, permitiéndole a las gotas resbalar por su bronceada piel. Sí, tal vez la actriz pasaría mucho tiempo con él, debido al supuesto video que iban hacer, asimismo, puede que las compañías influyan en su “ficticia relación”, es más, incluso existía la posibilidad de que tuviera que besarla… y así como llegaron, sus pensamientos positivos se desvanecieron. Con frustración comenzó a correr sin rumbo, en un intento por huir de las nuevas preguntas que le atormentaban. ¿Le gustaría a Sasuke besar a la chica? ¿Cuántas veces lo haría? ¿Cómo podía competir él contra la estrella en ascenso que era Ino Yamanaka? Su principal responsabilidad con el cantante era no causarle problemas, por lo mismo, no podía darse el lujo de prohibirle contratar a la chica…


Mordió su labio inferior con frustración. Se estaba comportando de manera infantil e irracional, lo cual era muy apegado a su personalidad pero aun así… Se había prometido que crecería para ser un mejor hombre, para estar al nivel del artista, para disfrutar de una vida a su lado. Con sus caóticos pensamientos y su comportamiento impulsivo, no reparó en el semáforo que daba luz verde para que los autos pasaran. Se lanzó hacia la calle sin siquiera mirar. Para su suerte, el único auto que transitaba, se detuvo justo antes de tocarlo. El rechinar de las llantas, así como, el chillido que produjeron los frenos, le hicieron darse cuenta del peligro.


Se paralizó por el miedo al ver lo cerca que estuvo de ser golpeado. Luego, volvió a la realidad, sólo para caer al suelo. Escuchó la puerta del vehículo, al igual que, pasos acercarse a su persona. Una voz le preguntaba por su estado y el por qué estaba ahí. Una voz bastante familiar. Alzó la mirada, encontrándose con unos ojos negros inundados en preocupación. En el patético estado en el que se hallaba, no pudo más que abrazarse al cuello de Itachi, quien, gentilmente le rodeó por la cintura. Enseguida, le ayudó a ponerse en pie para guiarlo hacia el lujoso BMW. Sin decir palabra alguna, permitió que lo acomodara en el asiento de copiloto y le abrochara el cinturón de seguridad.


Segundos después, el mayor de los Uchiha manejaba hacia un rumbo desconocido. El rubio se limitó a mirar por la ventana, la lluvia seguía cayendo, al parecer, se convertiría en una tormenta, con rayos y vientos de altas velocidades. La mente del menor continuaba siendo un caos de emociones, por lo que, el susto de saber que casi fue atropellado le confundía más. ¿Qué tanto le afectaba Sasuke como para poner su vida en peligro? Estaba claro que los fuertes sentimientos que tenía hacia el cantante le volvían mucho más descuidado y torpe de lo que ya era.


Refunfuñó al recordar el día en que regañó al artista por abandonar su trabajo. Al menos, él había pensado que se encontraba en peligro. ¿Con qué cara lo vería ahora? ¡Estuvo a punto de morir por tenerle celos a una chica que no conocía! Se revolvió furioso en el asiento, llamando la atención del mayor hacia su descontrolada persona. Apenado cubrió su rostro para evitar enfrentarse a la insistente mirada. Agradeció a los dioses que los orbes negros regresaran hacia el frente para continuar manejando. Ladeó la cabeza y cerró los parpados. No quería ver, no quería oír, no quería hablar, ni siquiera pensar.


Una vez más, se reprochó su infantil comportamiento. Respiró hondo varias veces, buscando la mejor manera de relajarse. Irremediablemente se quedó dormido. El neurocirujano aprovechó el siguiente semáforo para tomar una de las batas blancas que tenía en los asientos traseros y sobreponérsela al rubio. Su primera opción había sido la chamarra negra que traía puesta pero, lamentablemente, también se encontraba mojada. Regresó su vista al camino luego de encender el aire acondicionado y seleccionar la temperatura correcta.


Sonrió de medio lado al notar que el cuerpo del adolescente había dejado de temblar. Debido a su profesión, era muy común escuchar de los horribles accidentes que la mayoría de sus colegas han atendido, por lo que, agradecía a los dioses no ser el causante de uno, mucho más si involucraba al risueño ojiazul. Fácilmente imaginó el rostro inexpresivo de su hermano menor contrayéndose en ira, nublado por el odio terminaría por matarlo si dañaba a su preciado admirador. Echó un vistazo rápido hacia el chico, a su parecer, Sasuke encajaba mejor en el término de fanático.


Giró ligeramente el volante para dar la vuelta en la próxima esquina, sin embargo, se detuvo abruptamente al notar la fila de autos. Un hombre de mediana edad, cubierto por un impermeable y con un banderín naranja se acercó hasta su ventana. Bajó el vidrio.


—No hay paso, un camión se volteó y derramó su contenido —hizo una pausa para apuntar hacia el cielo— con la lluvia no sabemos a qué hora terminaremos de limpiar —el Uchiha frunció el ceño. Estaba a dos cuadras de la casa del adolescente.


—¿No hay otra ruta que pueda tomar? —el hombre negó con la cabeza.


—Cerramos las calles adyacentes, lo siento —sin decir más, se retiró para explicar la situación a otro conductor. Itachi retrocedió para volver a manejar por la avenida principal y emprender su nuevo recorrido.  


Poco a poco el vehículo comenzó a adentrarse en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Un único camino llevaba hacia las distintas residencias que adornaban una colina. Por fin se detuvo frente a su respectivo garaje, donde la puerta eléctrica se abrió para permitirle estacionarse correctamente. Apagó el motor, luego salió del auto para dirigirse al lado contrario. Su pasajero continuaba dormido. Lo cargó en brazos, no pudo evitar sonreír cuando el chico, instintivamente, acomodó la cabeza sobre su hombro.


Con algo de dificultad logró pasar la puerta que lo separaba de su hogar. Enseguida, dirigió sus pasos a la planta alta. Por más que quisiera permitirle descansar al rubio, no podía dejarlo con la ropa húmeda, así que lo llevó hasta el cuarto que, si los tuviera, sería el de huéspedes. La habitación estaba perfectamente amueblada e incluso contaba con baño propio. Con cuidado comenzó a despertar al chico, el cual se revolvió un par de veces hasta que, finalmente, abrió los ojos.


—¿Itachi? —parpadeó y, sorprendido, se sacudió. El neurocirujano tuvo que maniobrar para no dejar caer al chico, por el contrario, lo depositó suavemente sobre el suelo—. ¿Dónde estoy? —giró en su propio eje, mirando el elegante cuarto.


—Hubo un accidente a unas cuadras de tu casa, tuve que traerte a la mía —no dio más explicación, con pasos firmes, caminó hasta la puerta que daba al baño. Se adentró en aquel espacio perfectamente ordenado para abrir el grifo de la regadera, luego regresó donde su invitado—. Métete a bañar, buscaré algo que puedas ponerte —sin decir más salió de la habitación.


Ni siquiera reparó en la manera en que le habló, en realidad, estaba demasiado acostumbrado a que las personas acataran las órdenes que les daba. Se dirigió a su propio cuarto para hurgar entre sus ropas. Uno a uno pasó los costosos trajes, al igual que los pocos jeans que tenía. Encontrar algo iba a ser más difícil de lo que creyó. El cuerpo del ojiazul distaba mucho del suyo tanto en estatura como en talla. Revolvió las prendas hasta que se topó con unos pantalones deportivos que ni siquiera recordaba haber usado, asimismo, tomó una camisa sencilla en color negro. Satisfecho, volvió al cuarto de invitados para dejar la ropa sobre la cama.


Una vez más regresó a su habitación para, de igual manera, tomar una ducha, lo cual hizo de manera veloz. Lo que menos quería era dejar al ojiazul solo… quién sabe que tanto podía romper, destruir o, peor aún, lastimarse con ello. No pudo evitar sonreír ante sus designios. Rápidamente se cambió, al no tener intención de volver al hospital, debido a su invitado, se colocó unos jeans y una camisa blanca. Tampoco se molestó en ponerse zapatos. Finalmente salió al pasillo, encontrándose con el rubio. Suspiró al verle dar un paso, pisar la tela que sobraba del pantalón e irremediablemente caer de cara al suelo.


“Propenso al peligro”, pensó para sí. Con cuidado la ayudó a levantarse, luego se arrodilló para hacerle un dobladillo a la prenda, de forma que le permitiera caminar sin tropezarse. El ojiazul le agradeció con una sonrisa.


—Debes avisarle a tu madre que estás aquí —le guio escaleras abajo hasta la sala. Tres sillones de cuero negro rodeaban una mesita. Asombrado, el Uzumaki corrió para apartar un poco las cortinas que cubrían las grandes ventanas que daban a un acantilado, al final del mismo, se apreciaban otras casas. La tormenta evitó que pudiera ver más allá—. Naruto —brincó en su lugar ante la mención de su nombre.  


—¡Itachi, tu casa es hermosa! —exclamó maravillado, el susodicho, una vez más, suspiró.


—Naruto —evitando que se distrajera más, le pasó el teléfono inalámbrico. El chico entendió y marcó a su domicilio para informarle a su progenitora la situación.


Mientras tanto, el Uchiha dirigió sus pasos a la cocina con el objetivo de preparar la cena. Al no conocer los gustos de su comensal, decidió cocinar arroz y pescado. Por otra parte, el rubio le explicó a su madre las circunstancias en las que se cruzó con el neurocirujano, o su auto para ser más exactos. Durante varios minutos se limitó a escuchar el regaño, al igual que, las promesas de los castigos que le esperaban una vez que se vieran. Como si no fuera bastante, en el fondo podía oír al guardaespaldas culparse por no acompañarlo. Luego, avergonzado, tuvo que pasarle el teléfono al dueño para que la pelirroja le agradeciera sus atenciones.


Cuando por fin terminó la llamada, ocupó uno de los bancos que rodeaban la barra de la cocina. Desde donde pudo observar el lugar. En comparación con la casa a donde lo llevó Sasuke, ésta era mucho más moderna pero, al mismo tiempo, elegante y conservadora. El recuerdo de aquel día también le hizo rememorar los sentimientos que lo agobiaban hace unas horas, por lo mismo, volvió a reprocharse su torpe proceder. No debería estar preocupándose por la cercanía que la actriz tendría con su novio, porque, era su novio y eso le daba la ventaja… ¿cierto? Revolvió su cabello con frustración, maldecía sus tontas inseguridades.


Con cansancio dejó caer la cabeza para recostarla sobre el fino material de la superficie. Una vez más, nació dentro de sí la idea de dormir, rendirse al sueño en un intento porque su cerebro dejara de atormentarlo. De un salto se puso en pie. Buscó por toda la pared hasta toparse con el reloj. Aún faltaban tres horas para recibir la llamada del cantante. Sin previo aviso, salió corriendo hacia la habitación donde, todo indicaba que se quedaría. Específicamente se dirigió al cuarto de baño. Hurgó en el pequeño cesto en el que dejó olvidada su húmeda ropa, cuando tuvo su celular en las manos, suspiró aliviado. No podía darse el lujo de perderlo.


Su júbilo se esfumó al notar que se le agotó la batería. “Estúpidos aparatos electrónicos” pensó con molestia. Por supuesto que se le había olvidado cargarlo pero, si eran tan inteligentes como decían, ¿Por qué no se cargaban solos? Ahora cómo iba a hablar con el artista. Refunfuñando bajó uno a uno los escalones. Al final, se topó con el rostro dubitativo del mayor. Sonrió nerviosamente, su amiga siempre le decía lo mal educado que se comportaba y correr como loco en una casa ajena era, sin duda alguna, la prueba irrefutable. Por suerte la chica no estaba para echárselo en cara.  


—Lo siento, necesitaba mi celular —ambos regresaron a la cocina. El Uchiha retomó su actividad, mientras el rubio le observaba.


En un momento de lucidez, reparó en el detalle del lugar dónde y con quién se encontraba. El impulso de golpearse la frente le abordó, sin embargo, suficientes actitudes raras había tenido por hoy. Sin duda alguna, Itachi contaba con el número de su hermano. Independientemente de los conflictos internos que tuvieran con el otro, debían mantenerse en contacto. El verdadero problema era si sería mucho atrevimiento de su parte pedirle prestado su celular. Es decir, casi lo atropella, mojó el asiento de su costoso carro, se bañó en su casa, se quedaría a dormir, iba a comerse su comida y… ¡Por Dios estaba usando su ropa!


Además, desconocía si Itachi estaba al tanto de la relación que existía entre ellos. Si no era así, seguramente pensaría que como todo un excéntrico admirador haría cualquier cosa por conseguir el teléfono de su ídolo. Incluso, podía llegar a la conclusión de que se arrojó apropósito hacia su auto. ¡Claro que él jamás haría algo así, todo fue un accidente! Frustrado con sus propias cavilaciones, se puso en pie y comenzó a dar vueltas de un lado a otro. La única manera de evitar parecer un fanático enamorado era no pedir el número pero, entonces, cómo hablaría con el cantante. Después de su ataque de celos, lo único que quería era escuchar la prepotente voz, bromear, conversar, asegurarse de que no lo olvidaría por una actriz que sólo quería su fama.


Sus caóticos pensamientos fueron interrumpidos por la mano del mayor, que le tomó por el antebrazo para llevarlo a la sala. De manera delicada, le hizo sentarse en uno de los ostentosos sillones, en un instante se fue y volvió para tomarle de la barbilla. Como la primera vez que se vieron, le alumbró los ojos con una lámpara. No pudo evitar enrojecer de vergüenza. Su estúpido comportamiento le hizo creer que tenía alguna clase de contusión, cuando el auténtico y único problema mental que le abrumaba compartía los genes Uchiha.  


—Uh, Itachi, estoy bien —comentó apenado—. Sólo discutía conmigo mismo —esta vez sí se golpeó la frente al reparar en lo trastornado que sonó—. Es decir, no discutía, analizaba las posibilidades en mi contra… —con sus manos se cubrió el rostro completamente rojo—. ¡Olvídalo ya no voy a hablar! —exclamó, luego se recostó sobre el mueble. Una ligera risa hizo que se relajara y saliera de su escondite.     


—¿Hay algo que te esté molestando? —Inquirió sentándose en el espacio vacío del sillón— ¿Algo en lo que te pueda ayudar? —el rubio se irguió para mirar a los intensos ojos negros.


—¿Podrías prestarme tu celular? —hizo una pausa esperando alguna reacción negativa, al no verla continuó—: Necesito hablar con Sasuke —la elección de palabras provocó una sutil mueca de desconcierto en el Uchiha pero de inmediato la borró de sus facciones. Lentamente se levantó para ir en busca de lo que el de ojos azules pedía.  


—No creo que quiera contestarte —le entregó el aparato electrónico, esta vez, ocupó uno de los sillones individuales desde el cual podía ver de frente al chico. Cruzó las piernas y recargó un codo sobre el antebrazo del mueble, a su vez, con su mano sostuvo su mentón—. En cuanto vea mi número rechazará la llamada —adivinando lo siguiente, agregó—: ni siquiera se molesta en abrir los mensajes, los elimina.  


El rubio frunció el ceño. ¿Qué clase de hermano hacia eso? Tenía que hablar seriamente con el prepotente de su novio. Sin importar el pasado que compartía con Itachi, no era correcto tener tal actitud. Suspiró, pasando uno a uno los contactos hasta localizar el de su interés. Con emoción, inició la llamada. Escuchó el usual tono, no obstante, tan sólo fueron tres timbres antes de que la comunicación se cortara. Parpadeó confundido. Una vez más, marcó, a los dos obtuvo el mismo resultado.


¡Por su indiferencia iban a romper con su tradicional llamada! Miró la parte superior de la pantalla, aún faltaban más de dos horas pero con su celular descargado, no tendrían otra oportunidad. Insistió una, dos, tres, cuatro, cinco veces más. En la siguiente vez ya no oyó el tono. Era obvio que el cantante había apagado el aparato.      


—¡Estúpido Sasuke, contesta! —exclamó. Sentía la ira subir exponencialmente. Esta sería la única manera que tenía para hablar con él, sino debería esperar hasta mañana y no sabía con exactitud a la hora que regresaría a su casa. Apretó con impotencia el aparato en sus manos.


—¿De verdad es muy necesario comunicarte con él? —asintió con la cabeza de forma automática sin atreverse a alzar la mirada, sin embargo, se vio obligado cuando el mayor se aproximó para tomar su celular. Se alejó unos pasos, enseguida, manipuló la pantalla antes de colocarlo en su oído. Tras pasar unos segundos comenzó a hablar—: Kakashi, podrías pasarme a Sasuke, es urgente que conteste —justo a tiempo puso la opción de altavoz.


—¿Qué demonios quieres? —los ojos azules rebosaron con alegría. Sin poder evitarlo, se puso en pie de un brinco.


—Tengo a alguien aquí que necesita hablarte —con un movimiento de su mano le indicó al rubio que se acercara, éste no lo dudo más. Tomó el aparato.


—¡Sasuke! —gritó entusiasmado, por un momento creyó que no podrían comunicarse.


—¿Dobe? ¿Qué estás haciendo con Itachi? ¿Estás bien? ¿Estás en el hospital? ¡Maldita sea usuratonkachi te dije que no te pusieras en peligro sino estaba ahí para salvarte! —irremediablemente se carcajeó con la desesperación en la voz de su novio.         


—¡Y yo te dije que no necesitaba que me salvaras! —contrarrestó divertido. Rio un poco más—. Estoy bien, no me pasó nada pero mi celular se descargó y no iba a tener cómo contestarte así que… —no pudo continuar puesto que le interrumpió.


—¿Decidiste ir con Itachi? —preguntó irritado.


—¿Qué? No, claro que no, me encontré con él por accidente… —esta vez se detuvo por cuenta propia, si le decía lo del “casi” ser atropellado, tendría que explicarle el por qué corría irresponsablemente por la calle, una cosa llevaría a otra hasta que le confesara de su pequeño ataque de celos. Se mordió los labios.


—¿Qué clase de accidente? —el rubio frunció el ceño maldiciendo la inteligencia del azabache—. ¿En dónde estás? —se estremeció al percibir el tono molesto.


—¡Lo importante es que podemos hablar! —exclamó en un intento por desviar la conversación a temas más seguros. No obstante, la ligera risa del Uchiha mayor sólo ocasionó que su novio gruñera aún más furioso. Sin poder evitarlo, Naruto volvió a carcajearse, desechando, por un momento, aquellos sentimientos de inseguridad. Ino Yamanaka tendría que esforzarse mucho si planeaba quitarle a Sasuke.        

Notas finales:

Rini: ¡Ya lo dije, el futuro es ItaNaru! —corazones en los ojos, sale de su estupor para tomar a su hermana por los hombros— Imagínalo, saboréalo, ¡dilo, dilo! —la zarandea un poco.


Rina: Eh… ¿ItaNaru? —repite confundida.


Rini: ¿Lo sientes? ¡Lo sientes! —antes de que pueda seguir, es noqueada por el azabache.


Sasuke: Suficiente de sus estupideces —se cruza de brazos— ¿algo que quieras decir? —le pregunta a la otra chica que niega fervientemente con la cabeza.


Naruto: Idiota, cuántas veces te he dicho que no las golpees y/o aterrorices —se acerca a Rina que tiembla en su lugar— no le hagas caso, está de malas como siempre —la chica, al ver la mirada de advertencia que le dirige el Uchiha, evita el contacto con el rubio.


Rina: Gracias Naru, ahora estoy bien —se aleja unos cuantos pasos— bueno, como pueden ver hicimos lo posible por no tardarnos tanto en la actualización, como les he respondido en los comentarios, es muy difícil para nosotras poner un día específico, ya lo hemos intentado y terminamos por no cumplirlo. Por el momento, trataremos de que no pasen más de dos semanas. Espero nos tengan paciencia —hace una pequeña reverencia— en fin, muchas gracias por leer y a quienes se toman un momento para comentar. Nos estamos leyendo.    


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