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Fan número uno por rina_jaganshi

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Aún envueltos en el ambiente, el moreno continuaba acercándose al rubio, quien permanecía absorto en los ojos ajenos. No le prestaba atención al hecho de que su rostro se encontraba a escasos centímetros de aquel ser que, durante años, su amiga idolatraba, lo único importante en esos momentos era continuar escuchando la canción que le gustaba, aquella que ponía a todo volumen en su cuarto, cosa que jamás admitiría. Estaba tan perdido que ni siquiera fue capaz de reaccionar cuando los labios ajenos se posaron sobre los suyos. No podía distinguir si el azabache continuaba cantando puesto que él seguía escuchando la melodía en su cabeza.


No tenía idea de cómo manejar la situación, sin embargo, consintió que la mano del artista se colocara en su mejilla, incluso, le dejó que mordisqueara sus rosados labios, hasta abrió su boca para que la húmeda lengua se encontrara con la suya. Se estremeció ante la sensación que le provocaron los juguetones roces que el moreno daba dentro de su cavidad. Ansioso por más, el pequeño zorro no se resistió cuando el beso se volvió más apasionado. Sin resistencia alguna, permitió que el moreno le acomodara de lado en el asiento para tenerle a su completa disposición.


Tan pronto como empezó a faltarle el aire, al punto en que comenzaba a marearse, los chicos fueron separados por la brusca caída del rubio, quien, al estar recargado contra la puerta y, a su vez, ésta ser abierta, se fue para atrás. Para su suerte, el azabache le tomó de la mano impidiendo que se desplomara en el suelo. Desde su posición observó al culpable. Una vez más el sujeto trajeado le miraba sonriente.


—¿Interrumpí algo? —eso bastó para que el Uzumaki fuera consciente de todo lo que estaba ocurriendo. ¡Había besado al cantante! Completamente rojo, se incorporó, mala decisión pues se topó de frente con el susodicho. De manera veloz, salió del vehículo con el ojinegro detrás de él. Ambos caminaron en silencio hasta la puerta que reconoció como la de su casa. Ni siquiera notó el momento en que la limosina se había detenido, mucho menos que llegaron a su domicilio. Se revolvió nervioso, asimismo, evitó mirar el rostro ajeno.


—Mmm, gracias —no supo que más decir, torpemente peleaba con las llaves, las cuales parecían estar en su contra al rehusarse a cumplir con su función de quitar el seguro.  


Dobe —dio un brinco y se regañó mentalmente por reaccionar al insulto. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, el cantante le propinó un corto beso. Después, sonriendo de medio lado, se despidió y regresó a la limosina.


El lujoso auto desapareció en la oscuridad de la calle. El ojiazul seguía completamente ido. ¡Lo había besado otra vez! Desconcertado se adentró en su casa, enseguida, subió por las escaleras e ignorando que la luz del cuarto de su madre siguiera prendida, en señal de que esperaba su llegada, caminó directo a su cuarto para tirarse boca arriba sobre su cama. Se arrepintió de inmediato pues el póster del presumido fue lo primero que saltó a su vista, casi echándole en cara sus acciones. ¿Qué demonios había pasado? Al principio de la noche estaba convencido de que terminaría por golpear al cantante prepotente. ¿Cómo diablos se convirtieron esos puñetazos en besos? Se sonrojó al recordar la sensación de los labios ajenos. ¿Por qué tenía que pasar eso?


Respiró hondo en un intento por tranquilizarse, asimismo, abrazó la almohada sobre su pecho y fijó sus hermosos zafiros en el rostro inexpresivo. Todo transcurría “normal” hasta que el moreno cantó… Ahogó un grito de frustración. ¡Se había comportado como una de esas tantas fanáticas que caían desmayadas cuando escuchaban a Sasuke en sus conciertos! ¡Que vergüenza! Después de todos esos años despreciando al tipo y ahora resultaba que caía rendido a sus encantos. Asemejando a un niño pequeño, el chico rodó por la cama con desesperación. ¡Oh cruel ironía! ¡No, tragedia inevitable! ¡No, comedia absurda! O la combinación de las tres.


Aunque podía pasar la noche atormentándose por su estupidez, prefería intentar olvidar el asunto, es decir, no es como si tuviera que volver a verlo. Luego de hoy, su amiga estaría tan enojada que nunca más lo llevaría a los conciertos o a las firmas de autógrafos, mucho menos si se enteraba que había tocado los labios prohibidos… ¡No podía permitir que la ojiverde supiera de su desafortunado accidente! ¿O momento de debilidad? El punto es que sería un suicidio, suficientes problemas ya tendría para explicarle el por qué la abandonó en el parque. Bien, no tenía que preocuparse. La única solución era decirle a su amiga la verdad, evitando por completo el incidente de su boca sobre la del ojinegro. De ahí en más, no hubo nada extraño.


Convencido de sus designios, se quitó por fin los zapatos, estaba por retirarse los pantalones cuando se cruzó con los inanimados ojos de la imagen en su techo. Avergonzado y sintiéndose estúpido por ello, se puso en pie para cambiarse dentro del baño. Una vez con su pijama, saltó otra vez sobre el mullido mueble. No se preocuparía más por algo que no se volvería a repetir, seguramente todo el azúcar que comió le hizo actuar de esa manera. Sonrió tontamente y se acomodó debajo de las cobijas.


 El rubio estaba tan cansado que a su parecer, la noche pasó horriblemente rápida. Casi como un parpadeo. Los golpes en su puerta, combinado con los gritos le obligaron a despertar asustado y aturdido. La chica de cabello rosa estaba frente a él, asimismo, su madre se le fue encima, aplastándolo en el proceso. Se revolvió quejumbroso en los brazos de su progenitora que no dejaba de reír. No obstante, se detuvo con el gruñido que escapó de la boca de la ojiverde.


—¡Me puedes decir qué pasó ayer! —Molesta se sentó en la orilla de la cama, observando severamente a su mejor amigo—. Cuando regresé ya no estabas, me quedé esperando una hora, después vine a tu casa creyendo que te habías escapado pero tampoco te encontré —su enojo desapareció al ver el vendaje en la mano y la gasa en su cabeza— ¿Cómo te lastimaste? ¿Sasuke te golpeó? —la chica le miró preocupada, logrando que su madre comenzara a revisarlo.


—¡No, él no me pegaría! —Recapacitó sus palabras para agregar—: Es decir, me tropecé con una silla y me golpeé, no es nada grave —sonrió nervioso pero se tranquilizó al ver que las dos mujeres suspiraban aliviadas.


—¿Entonces cómo te fue? ¿Qué tal es él? ¡Apuesto a que es todo un caballero! —ambas gritaron cual fanáticas, al mismo tiempo en que miraban el poster en el techo.


—¡Espero por tu bien que no lo hayas arruinado más de lo que ya lo hiciste! —su amiga levantó su puño en alto.


—Sakura —detuvo su acción al tomarla por los hombros— ¡Perdóname por favor! Te juro que yo hice lo posible porque el idiota del manager se detuviera y regresara por ti pero me ignoró durante todo el camino. Luego quise llamarte pero no tenía mi celular y cuando conseguí uno, tú no contestaste el mío —la chica suavizó su expresión— de verdad lo siento mucho —cerró los ojos esperando el golpe, la cachetada o cualquier ataque físico, sin embargo, nada pasó. Con desconfianza abrió sus hermosos zafiros.


—No creo que pueda perdonarte tan fácil, sabes lo mucho que deseaba conocerlo —se cruzó de brazos— ¿Cuándo crees que voy a conseguir otra oportunidad? ¡Al menos le hablaste de mí! —el chico asintió exageradamente.


—¡Todo el tiempo, no hubo momento en que no le hiciera saber que tú eres su fan número uno! —los ojos verdes brillaron con esperanza.


—¿Y qué dijo él? —ante la cuestión, el rubio ladeó la cabeza recordando las negativas y el poco interés que el cantante mostró—. ¿Naruto? —no podía decirle la verdad. Tragó en seco.


—Él estaba muy agradecido… —hizo una pausa para pensar, luego continuó—: y se sintió muy mal por lo que pasó pero no pudo hacer nada porque le surgió un compromiso, así que se tuvo que ir, no sin antes prometer que te recompensaría —sin proponérselo terminó por agrandar la mentira, no obstante, ver la sonrisa en el rostro de su amiga bien valía la pena.


—¡Él es tal como lo imaginé! —exclamó—. Sabía que al final tú y él serían amigos —sintió un poco de culpa pero qué más podía hacer. No era lo suficientemente fuerte para encarar la realidad de las cosas que pasaron. Lo mejor sería tratar de olvidar todo. A fin de cuentas, Sakura no lo estaba ahorcando ni mucho menos—. Oh, aquí tengo tu celular, se le acabó la batería, por eso es que no contesté —recibió el aparato sólo para conectarlo a la luz y colocarlo en la mesita que estaba a un lado de su cama.


—Me alegro que todo se haya arreglado —su madre sonrió divertida— ¿Qué les parece si salimos a desayunar? —los jóvenes asintieron efusivamente—. Naruto arréglate, te esperamos abajo —las dos mujeres salieron platicando por la puerta.


La mañana pasó de forma veloz, luego de desayunar, los tres fueron a pasear al centro comercial, donde ambas mujeres compraron cosas relacionadas al cantante, minutos después, el chico de aspecto zorruno descubrió que su madre las compró para él, por lo que le recriminó avergonzado. ¿Quién en su sano juicio querría un calendario del baka? A pesar de sus negativas, no pudo hacer que su progenitora lo regresara. Resignado siguió paseando con ellas. Una vez que se cansaron del lugar, regresaron a su casa. Durante el transcurso de la tarde, el rubio se vio en la necesidad de seguir mintiendo, pues la pelirosa no dejaba de indagar sobre lo que sucedió la noche anterior.


Con cada pregunta reconsideraba el decirle a su amiga la verdad y no, no hablaba de su desdichado accidente con los labios del azabache, más bien de lo arrogante e idiota que era el objeto de su deseo. Sin embargo, la chica se veía tan feliz que simplemente no pudo. Se limitó a agrandar las ilusiones de la ojiverde. Por otro lado, su madre era difícil de engañar, ella le lanzaba miradas dubitativas puesto que el ojiazul estaba seguro que en momentos su historia tenía contradicciones, obviamente Sakura estaba tan embobada que no parecía notarlo.


Después de que su amiga le hizo revisar arduamente el itinerario del cantante y que el cielo se oscureció, por fin se retiró a su propia casa. El rubio resopló con fastidio. Otra vez las cosas no salieron como él quería. Esperaba que la chica estuviera tan enojada que lo sacaría a patadas del club de fans y nunca más le hablaría del ojinegro pero, gracias a que no pudo ser sincero, la de cabello rosa parecía más confiada pues ahora que el rubio era “amigo” del artista, ella podría tener su oportunidad. Ya hasta estaba planeando que ponerse para la próxima firma de autógrafos. Gracias a todos los dioses, faltaba alrededor de un mes para dicha reunión, así que tendría tiempo de sobra para hallar la manera de escaparse.


Por el momento, su prioridad era salir corriendo escaleras arriba para encerrarse en su cuarto y evitar todas las preguntas que su astuta madre tenía. Así lo hizo. Una vez a salvo se tumbó sobre su suave cama. El conocido poster en su techo saltó a su vista. Naruto había tomado su decisión, no quería involucrarse más con el cantante egocéntrico, ni con su música, ni con su estúpido manager, ni con su prodigioso hermano, ni con sus fuertes brazos alrededor de su cuerpo o con su delicioso aroma inundando sus sentidos o con sus intrigantes ojos negros mirándolo atentamente o su demandante boca sobre la suya…


Un sonido lo sacó de sus peligrosas cavilaciones. El timbre, que reconoció como el de su celular, le hizo brincar asustado, ubicó el objeto para tomarlo. Frunció el ceño al no reconocer el número.


—¿Diga? —contestó con desconfianza.


Usuratonkachi —al escuchar la popular voz volvió a saltar, sólo que esta vez se cayó de la cama, el sonido sordo de su cuerpo en el suelo así como los quejidos que salieron de su boca no pasaron desapercibidos por el artista— ¿Qué sucedió? —el rubio se apresuró a recuperar el aparato— Deja de hacer tonterías si no estoy ahí para salvarte —escuchó el bufido por el auricular.


—¡No estoy haciendo tonterías! —Reflexionó sus palabras— ¡Y no necesito que me salves! —Rezongó, luego agregó—: ¿Cómo conseguiste mi número?  


—Hn, tú lo escribiste para mí dobe, supongo que en un intento desesperado para poder hablar conmigo todos los días, no creí que tuvieras esa inteligencia —el ojiazul casi se da de topes en la pared recordando el momento en que usó el celular del prepotente para llamar al suyo.  


—Tengo una vida sabes y no quiero que me marques cada vez que se te antoje —pese a que era imposible que lo viera, le sacó la lengua infantilmente.


—Lamento decepcionarte pero dispongo de poco tiempo, tendrás que conformarte con algunos mensajes a lo largo del día —contrarrestó egocéntrico, el zorrito podía jurar que estaba sonriendo de medio lado.


—¿Si estás tan ocupado qué haces llamándome? —interrogó.


—Hoy estás de suerte, voy directo al aeropuerto así que puedo prescindir de unos minutos.


—¿Aeropuerto? Creí que te quedarías en la ciudad por unos días más —especuló en voz alta al recordar que el siguiente concierto era en otro país, la ligera risa le hizo consciente de sus palabras e instantáneamente se sonrojó—. ¡Baka, baka, baka! —quería agregar más insultos pero el otro le interrumpió.   


—¿Cómo están tus heridas? —ante la cuestión, no pudo evitar mirar la mano que aún llevaba el vendaje y tocar el parche en su frente.


—Ni siquiera me acordaba que las tenía —respondió abiertamente, asimismo, se levantó del suelo para volver a acostarse sobre su cama, una vez más con la inanimada imagen del azabache frente a él.


Usuratonkachi —oyó el bufido que salió de la boca del artista, iba a recriminarle por el insulto pero tuvo que alejar el aparato ante el estruendoso grito de mujeres— ¡Maldición!


—¿Qué fue eso? —A los gritos le siguieron sollozos, peticiones extrañas, chillidos, al igual que la respiración agitada del ojinegro— ¿Qué está pasando? —volvió a cuestionar sin recibir respuesta, agudizó el oído, era como escuchar una de esas películas de suspenso, aquella en donde el protagonista corre por un enorme pasillo, ocasionalmente mira sobre su hombro pues está seguro que alguien lo sigue, cuando menos te lo esperas, tropieza y entonces… —¡Sasuke! —Exclamó asustado al reconocer el sonido de una puerta cerrándose— ¡Sasuke estás bien? —Sin poder evitarlo se sentó sobre su cama— ¡Sasuke contesta!


—¿Qué dijiste? —Suspiró aliviado ante la prepotente voz— Repítelo —rodó los ojos al recordar la manía que el moreno tenía por ordenar. Sin embargo, obedeció.  


—¿Qué está pasando, qué fue todo eso… —el otro volvió a hablar.


—No —el rubio parpadeó confundido— la parte donde dices mi nombre —durante la noche anterior evitó por completo pronunciar “eso”, jamás esperó que el cantante lo notara— Repítelo —el ojiazul tuvo que morder sus labios para no ceder a la exigencia.


—No sé de qué estás hablando, yo no dije tu nombre —reprimió una carcajada al escuchar al otro casquear la lengua con desesperación. Hacerlo enojar era muy divertido.  


—Tengo que ponerme en peligro para que lo digas —como era costumbre, el artista no formulaba preguntas, sino enunciados afirmativos.


—¿En peligro? —repitió con temor. ¿No hablaba en serio o sí? Como si quisiera contestar a su interrogante, escuchó el rechinar de una puerta. La escena del cuerpo ensangrentado cruzó su mente. ¡Estaba loco si quería volver a lo que sea que estaba del otro lado!— ¡Baka te van a asesinar!  —tembló al no obtener respuesta, no, él no lo haría…— Sasuke, Sasuke, Sasuke… ¡Sasuke! —se sonrojó violentamente cuando escuchó la ligera risa— ¡Teme!


—Hn, sólo son fanáticas, dudo que quieran asesinarme —comentó burlesco.


—Pues que te diviertas con tus fans, seguramente ellas estarán encantadas de decir tu arrogante nombre —un puchero se formó en sus labios, ese tipo era tan molesto. Es más, ni siquiera sabía por qué continuaba hablando con él, se suponía que no volvería a verlo, aunque técnicamente no lo tenía frente a él, bueno el estúpido poster aún permanecía ahí, en su techo, sosteniendo la guitarra, mirándole prepotentemente— ¿Qué? —interrogó regresando a la realidad.


—Tengo que subir al avión —hizo una pausa— Hablaremos otro día —silencio— que descanses… —casi sonaba indeciso— Naruto —el celular resbaló de su mano. 


Jamás en su vida imaginó que la simple mención de su nombre pudiera causarle tal impacto, no sabía si atribuírselo a la sorpresa, al sueño que comenzaba a ganar terreno o al hecho de que salió de la boca del cantante egocéntrico. Aguantó la respiración unos segundos, asimismo, se llevó una mano al pecho, su corazón estaba latiendo muy rápido. ¿Cómo algo tan sencillo podía volver todo tan complicado? ¡No, no, no, no, no! Lo único que el rubio podía sentir por el ojinegro era coraje por tener que gastar su dinero en cada tontería que su representante sacaba a la venta, frustración al no poder convencer a su amiga de lo desagradable que era con las demás personas, incertidumbre ante el por qué le había llamado, emoción con la idea de que le agradaba a Sasuke Uchiha… ¡Subconsciente malagradecido! 

Notas finales:

Rina: ¡Wi! —Picándole las costillas al rubio— Naru siente algo —ríe al ver al chico sonrojarse.


Naruto: ¡Claro que no! —se cruza de brazos, asimismo, hace un puchero—  Lo único que siento son deseos de golpearlo.


Rina: Fingiré que tu enunciado terminó en deseos XD


Naruto: ¡Rina!


Sasuke: Maldición, aléjense de mí —el azabache pasa corriendo velozmente pues es perseguido por un sinfín de  fanáticas.


Chica 1: ¡Dame un hijo!


Chica 2: ¡Aquí tienes mi ropa interior!


Chica 3: ¡No, toma la mía y las llaves de mi casa! —más y más comentarios de ese tipo.


Rini: ¿Cómo pueden perseguir a esa nena teniendo a la hermosura del zorrito aquí? —pasa su brazo por la cintura del ojiazul, su hermana la mira extrañada— Tonta, el Uchiha bastardo no va a regresar en un buen rato, tenemos que aprovechar —empieza a toquetear al rubio.


Rina: ¡Es cierto! —se une a su hermana— Oh, gracias por sus comentarios, ya saben que los leemos gustosas y los estaremos contestando felizmente, cualquier cosa nos la pueden hacer saber por ahí —sonríe— Nos vemos en otra actualización y como siempre es un placer —vuelve a su tarea de toquetear al chico.       


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