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Fan número uno por rina_jaganshi

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Notas del capitulo:

Disclaimer: La serie de Naruto no me pertenece, sino a Kishimoto. Yo sólo la uso para mis perversiones y sin fines de lucro.   

Rini: Insisto en que es un capítulo de relleno -frunce el ceño y se cruza de brazos. 

Rina: Más o menos -sonríe nerviosa. 

Miraba atentamente el paquete sobre su cama mientras en un mano sostenía una pequeña cuchara y en la otra su celular. Frunció el ceño al mismo tiempo en que mordisqueó el cubierto ansioso. ¿Por qué tenía que esperar? ¿Sería muy malo si lo probaba? Una vez más miró el reloj, ya habían pasado veinte minutos después de la hora que acordaron. ¿Qué tal que surgiera algo y no pudiera llamar? Cerró los ojos dejándose caer en el mullido colchón. Había prometido que no lo tocaría. Un suspiró escapó de su boca. Aún no entendía cómo llegó a esa situación.


Desde la cena con el prepotente cantante, juró que no volvería a interactuar con él, sin embargo, al día siguiente ocurrió la llamada. Al parecer, el destino se ensañó con el ojiazul (así lo creía él) pues durante los siguientes cuatro días había recibido una gran cantidad de mensajes de aquel a quien quería eludir. Por si fuera poco, no podía evitar contestarlos, ya sea para regresarle el insulto, decirle que lo dejara en paz o simplemente no podía con su curiosidad. No obstante, en el quinto día comenzaron las fotos, de paisajes, edificios, la vista de la ciudad desde el cuarto de hotel donde se hospedaba y, para su desgracia, comida… ¡Apetitosos platillos que hacían que se le derritiera la boca! Ese baka encontró su debilidad y, mil veces peor, ese baka le envió un delicioso postre por correo exprés desde París.   


Suprimió un gritito de frustración. Se negaba a creer que el artista era atento con su persona. Es decir, después de los dos fatídicos accidentes, el beso y su corazón latiendo velozmente por la mención de su nombre, el ojiazul había hecho una larga lista de defectos que se podían encontrar, a simple vista, en el azabache. Lamentablemente cada vez que la releía, terminaba tachando, borrando o cambiando alguno, bueno, tenía que ser justo, el tipo era un idiota pero era bastante atractivo, talentoso, inteligente, incluso se rio con uno que otro de los comentarios que le mandó el día anterior, sin mencionar que a las once treinta y cinco de la noche le deseaba dulces sueños.


El primer y segundo día, no le dio importancia pero en el tercero, cuarto y quinto día, notó que era a la misma hora, ni un minutos más ni un minuto menos. No podía ser una coincidencia. El chico de aspecto zorruno se dedicó a meditar en busca del significado, algo debía ocultar ese intervalo de tiempo y como si del cielo le llegara la respuesta, recordó el incidente del beso, a pesar de que, esa noche, desconocía el momento exacto en que ocurrió, seguramente fue alrededor de esa hora. No pudo evitar sonrojarse. Jamás imaginó que el moreno prestara atención a ese tipo de detalles.


Con todo eso en sus pensamientos, su enojo crecía más y más. Sentía que poco a poco perdía el control sobre lo que sea que estuviera pasando entre ellos. Además, cada vez le era más difícil mirar los ojos verdes de su amiga. Le estaba mintiendo descaradamente en la cara. Aún no le había confesado lo que sucedió en la cena y ni hablar de decirle que tenía el número de celular del cantante o que llevaba seis días platicando con él por medio de mensajes o que en este preciso instante esperaba impaciente porque su móvil sonara. Como si el universo atendiera su súplica, el aparato empezó a vibrar. Se regañó mentalmente por la sonrisa que se dibujó en sus labios, asimismo, reprimió el impulso de contestar de inmediato.


—Ya era hora —aún con todos sus candados, su cerebro le traicionó.


—Hn, el ensayo se prolongó —escuchó el bufido al otro lado de la línea— ¿Qué tal sabe? —interrogó.


El rubio se incorporó de un salto para romper el papel que envolvía la caja, luego, igual de rápido, sacó el recipiente de cristal en el que se encontraba un biscocho de chocolate. Con la cuchara partió un pequeño pedazo y, fascinado, observó el líquido que emanó del centro del postre. Sin esperar más se lo llevó a la boca. ¡Oh, placer absoluto! Nunca en su corta vida había probado un dulce tan exquisito.


—¡Está delicioso! —el instinto de golpearse con algo le abordó al reconocer la ligera risa de satisfacción del cantante. ¡Lo había tomado desprevenido! Aún así, tomó otro bocado, dejando que le invadiera la felicidad—. ¿Cómo se llama?


Coulant —no pudo evitar sonreír, cualquiera que leyera sobre la vida del cantante, sabía que hablaba varios idiomas, entre ellos el francés. Tal vez algún día, si tenía tiempo, le pediría que le enseñase. Nuevamente nació en el ojiazul el impulso por estrellar la cabeza con cualquier pared que tuviera enfrente. Estaba perdiendo la razón pero todo era culpa del azabache. ¿Por qué lo trataba así? ¿Por qué insistía en hablar con él? ¿Por qué le mandaba postres tan sabrosos?— Maldición —regresó a la realidad al escuchar el enojo del otro lado de la línea.     


—¿Qué sucede? —inquirió antes de llevarse la cuchara a la boca.


—El idiota de Kakashi olvidó que tengo una entrevista —bufó con cansancio— hablaremos después —el rubio asintió con la cabeza sin decir palabra alguna, la llamada había terminado.


Depositó su celular en la pequeña mesa ubicada al lado de su cama, asimismo, apartó el recipiente, quería guardarle un pedazo a su madre, aunque no tenía idea de cómo iba a explicar de dónde sacó tan costoso postre. Tal vez podía fingir que lo compró en alguna tienda del centro comercial. Descartó el plan pues su progenitora sabía que, gracias a su pelirosa amiga, el ojiazul no contaba con dinero. Bufó con fastidio al recordar que la chica se autoproclamó tesorera de sus ingresos al enterarse que el nuevo concurso había entrado en vigor. En este, como todo buen fan, tenías que comprar infinidad de productos relacionados con el cantante y, si corrías con suerte, uno sería el premiado. Al ser ganador tú y un acompañante, tendrían el privilegio de estar en el escenario en el próximo concierto, es decir, estarías a centímetros de distancia de tu más preciado sueño. Al menos eso es lo que proclamaba el anuncio.


Rodó por el lecho aferrándose a su almohada.  Él no quería ganar el concurso, ni siquiera quería ir al concierto que se avecinaba. Él había decido no interactuar con el azabache… ¡frente a Sakura! ¡Sería un suicidio! Hasta el momento había hecho lo posible porque su amiga no descubriera su horrible secreto y, algo, muy en el fondo de su ser, le decía que Sasuke ignoraría por completo a la chica, centrando su absoluta atención en su persona, de forma que no podría seguir con la farsa de que el artista ansiaba conocerla. Como el mismo rubio insistía en hacerle creer. ¿Qué más podía hacer? La presión se volvía insoportable cuando la pelirosa levantaba su puño en alto claramente con la intención de golpearlo.


Infantilmente pataleo sobre su cama. ¿Por qué su vida se tuvo que complicar? ¿Por qué su amiga le obligó a ir a la cena? ¿Por qué simplemente no le decía la verdad? ¿Por qué en estos momentos sentía una opresión en su pecho? Un sentimiento se aglomeraba dentro de él. Decepción. Estuvo esperando todo el día para hablar con el egocéntrico ojinegro y su charla fue tan corta. Ni siquiera pudo preguntarle cómo le había ido en la firma de autógrafos de la mañana o si ya había elegido vestuario para el concierto en ese país. Es más, no tuvo tiempo de agradecerle por el postre.


Brincó en su lugar consciente de sus pensamientos. ¡Qué demonios pasaba con su persona! ¿Desde cuándo le interesaba lo que el artista hiciera? No, no, no. Algo debió romperse en su cabeza el día de la cena. Seguramente en el momento en que se golpeó con la silla. De qué otra forma podía justificar su actitud, es decir, claro que el azabache era atractivo, atlético, inteligente y, a pesar de que la mayoría de las veces fueran insultos o discusiones sin sentido, era bastante sencillo hablar con él. Sin embargo, Naruto no podía, ni quería, involucrarse con él…


Sus locos racionamientos fueron interrumpidos por su celular. Cual chica enamorada localizó velozmente el aparato al reconocer el timbre específico que le asignó al cantante. De inmediato leyó el mensaje. Una boba sonrisa surcó su rostro, mientras volvía a repasar las palabras escritas. “Dobe, hay muchos más postres como ese. ¿Existe alguno que siempre hayas querido probar o te envío todos los que encuentre?”. Ahí estaba de nuevo, el artista lo insultaba e inmediatamente después se portaba amable. Y él no hacía más que confundirse, incluso tenía que pelear con su propia mano, igual que en las películas de terror, pues parecía poseída por algún extraño fantasma, el cual, por las cosas que quería escribir, seguramente fue en vida una romántica joven.


El ojiazul se regañó mentalmente, naciendo en él, una vez más, la urgencia de golpear su cabeza con cualquier objeto que tuviera al alcance. No podía continuar así. Era emocional y psicológicamente agotador. Suspiró resignado al tiempo en fijó sus hermosos orbes en el conocido poster en su techo. Tal vez… tal vez nada de malo había en ser amigo del prepotente Uchiha. Es decir, ignorando el hecho de que es un artista famoso y millonario o un apático presumido, ellos podían ser amigos. Juraría que un gran peso de encima se retiró de sus hombros. Hasta Sakura estaría de acuerdo con esa relación de amistad, después de todo, ella siempre le dijo que sucedería.


Luego de seis largos días donde su humor cambiaba drásticamente, por fin conseguía aclarar un poco sus emociones. Así que, renovado, se dispuso a contestar el mensaje a su nuevo amigo. ¡Wa! Incluso se sentía bien pensando de esa forma. Ok, aún había cierta incomodidad en su interior al recordar ciertos accidentes pero nada que no pudiera fingir que no ocurrió. Sonrió alegremente. Si algo había aprendido por leer los miles de reportajes, artículos y entrevistas con respecto al ojinegro, era que no poseía la disposición para relacionarse con las personas a su alrededor, incluso se llevaba mal con su propio hermano, sin embargo, con el rubio se portaba “mejor” que con los demás, al menos esa era la impresión que tenía el chico de aspecto zorruno.


Los ligeros golpes en su puerta le provocaron un sobresalto, rápidamente metió su celular a la bolsa del pantalón. No pudo evitarlo, fue más bien instinto al escuchar la voz de su amiga. Se supone que irían al centro comercial. Se levantó para salir de su cuarto, no sin antes tomar el delicioso postre para guardarlo en el refrigerador. La chica le saludó del otro lado y le siguió por toda la casa hasta que estuvo listo para salir. En la calle, Sakura no perdió el tiempo, como se había vuelto costumbre, comenzó a hablar sobre las cosas que iban a suceder una vez que ella conociera al cantante, es decir, podrían salir los tres, ella como su novia y Naruto como su mejor amigo. En la mente de la ojiverde ese escenario se vislumbraba perfecto. El mundo les tendría envidia y ellos, serían las personas más afortunadas.   


Por otro lado, el ojiazul sintió un malestar con la palabra “novia”. ¿Existía la posibilidad de que la pelirosa alcanzara dicha categoría? Por más que lo intentaba no podía imaginar al apático ser en una relación. Con eso en mente, se desconectó por completo de la realidad para centrar su atención en el asunto, que, ahora le parecía más importante. ¿Qué se supone que hacen las parejas? Él jamás ha tenido una novia. Con su nula experiencia no hubo más remedio que usar los conocimientos adquiridos por las películas románticas que, tanto su madre como Sakura, le obligaban a ver. En los primeros veinte minutos el chico intenta descifrar sus sentimientos, entre diversos accidentes y circunstancias chuscas, por fin lograba, no sólo darse cuenta de su amor sino declarársele.


Frunció el ceño. ¿El artista pasaría por miles de dificultades para conseguir estar con su amiga de cabello rosa? Sus reflexiones lo llevaron, una vez más, a la cena que compartieron. Si pensaba detenidamente, los sucesos de ese día se desenvolvieron cual comedia romántica. Él fue arrastrado (literalmente) al lugar, sin importar la resistencia que puso, terminó por sentarse frente al prepotente cantante, luego, su propia torpeza los llevó al hospital, donde conoció al hermano mayor con el que secretamente sostiene una rivalidad. No pudo evitarlo, una carcajada escapó de su boca. Casi podía ver el poster que anuncia la película. Sus cavilaciones sin sentido fueron interrumpidas por el gritó de su amiga. La buscó con la mirada, ella le hizo una señal con la mano para que se ubicara a su lado. Una vez ahí, dirigió su atención a lo que la chica veía con tanta emoción.


En una de las pantallas de la entrada del centro comercial, estaban transmitiendo la entrevista que el ojinegro debía estar haciendo. El azabache vestía, como siempre, impecable y a la moda, su cabello, de igual manera, arreglado en ese extraño e inconfundible peinado. Su inexpresiva cara volvía imposible descifrar lo qué pensaba antes de responder cada pregunta. Sakura saltó en su lugar cuando el presentador se puso en pie para caminar al público, la cámara le siguió pero todavía se podía apreciar la imagen del cantante, quien, en un movimiento rápido, sacó su celular, lo miró por unos segundos y lo devolvió al bolsillo de sus ajustados jeans.


—¿Viste eso? —inquirió la chica exaltada. El rubio frunció el ceño, a su vez, ladeó la cabeza sin entender— ¡Sonrió! —su amiga le golpeó el hombro— ¡Sonrió cuando vio su celular! —esta vez llevó sus manos a su boca para acallar un grito de frustración—. ¿Qué vio ahí? ¿Crees que era un mensaje? —el rubio tembló en su lugar. No, no, no, no podía ser el momento en que él le contestó ¿o sí? A menos que la programación no fuera en vivo, que estuviera atrasada por treinta o veinte minutos. Tragó en seco al ver que los ojos verdes le escudriñaban—. ¿Habrá conocido a alguien allá? ¡Pero sólo lleva una semana fuera del país! —brincó ansiosa en su lugar.


—Tal vez… —hizo una pausa para meditar sus palabras—: ¡tal vez tiene una imagen graciosa en la pantalla! —la pelirosa arqueó las cejas mientras se cruzaba de brazos— como Kiba, ya sabes, esa donde Akamaru está mordiendo al profesor de gimnasia —queriendo avalar su comentario, rio escandalosamente, ganándose una mirada dubitativa de su interlocutora.


—¿Y cuál es la urgencia por ver la dichosa imagen? —el de aspecto zorruno iba a defender su idea pero la otra continuó—: Nunca antes lo había visto sacar su celular —reflexionó— dudo mucho que simplemente le hayan entrado ganas de ver una tonta foto —negó con la cabeza— alguien debió mandarle algo, la interrogante ahora es ¿quién? —apretó sus delgados labios furiosa.


Naruto retrocedió un paso. ¿Por qué demonios llegaba tan rápido a esa conclusión? Debía existir un sinfín de explicaciones. ¡Sasuke baka porqué no pudo esperar a que la entrevista terminara! ¿Tenía que hacerlo frente a millones de fans que fácilmente podían arrancarle la cabeza? Además, por qué había sonreído, ni siquiera fue tan gracioso el comentario. Se concentró unos momentos tratando de recordar las exactas palabras, sino fuera porque su amiga estaba frente a él, sacaría su celular para leer lo que mandó. Sabía que fue algo relacionado con los postres y había agregado algo más, ¿el hecho de ser pobre o de quedarse en la calle por comprar comida tan cara? ¡O algo así! El punto es que no era tan cómico como para reír. Iba a seguir con sus delirios, sin embargo, Sakura le tomó de la muñeca para obligarlo a caminar a su lado.


—Vamos a buscar esa entrevista, estoy segura que ya debe estar en internet, además, seguramente no somos los únicos que notamos esa sonrisa de enamorado…


—¿Enamorado? —repitió con un sonrojo en las mejillas— ¡Somos amigos! —todo su mundo se detuvo, la chica le miró suspicaz— es decir, son, son amigos, o mejor dicho, por qué crees que esté enamorado, él no es de esa clase de chicos, bueno, no creo que tenga a alguien especial, tú misma dijiste que lleva pocos días en París, no puedes enamorarte tan rápido —tuvo que detenerse para respirar profundamente.


—Naruto —se estremeció con el tono de voz— ¿Sabes algo que yo no? —de inmediato negó con la cabeza— ¿Él no mencionó algo en la cena verdad? —otra negativa— ¿Y ese “somos amigos” a qué se debió?


—Bueno, es que, tú sabes, es decir… —se regañó mentalmente por verse tartamudeando, tenía que inventar algo—: pues que, Sasuke y yo somos amigos, ya sabes por lo de la cena, tal vez en la firma de autógrafos le pueda preguntar si de verdad conoció a alguien —para su suerte la expresión de la Haruno se relajó.


—Sí, eso será de ayuda, mientras llega ese día busquemos información —otra vez se aferró a su muñeca para jalarlo. El nuevo destino era la casa de la chica.  

Notas finales:

Rina: Naru, sólo dile a Sakura que tú y Sasuke están juntos —sonríe pícaramente.


Naruto: ¡Pero no estamos juntos! —sonrojado.


Rini: Mejor no le digas, esperemos a que los halle en una situación comprometedora —se cruza de brazos— y por comprometedora me refiero a con tus pantalones abajo y el Uchiha bastardo detrás de ti… —el rubio le tapa la boca.


Naruto: ¡Eso no va a suceder! ¡Sólo somos amigos! —el azabache hace acto de presencia.


Sasuke: ¿Por qué demonios están escondidos aquí? —inquiere molesto al ver que nos encontramos en un cuarto.


Rina: Tus fans son peligrosas, preferimos estar aquí —sonríe.


Rini: Y dejar que te persigan, además… —hace una pausa para acercarse al ojiazul, su hermana le imita— ¡Si no estás podemos hacer esto! —ambas comienzan a toquetear al zorrito que se retuerce de risa.


Sasuke: ¡Basta! —trata de alejar al chico pero la puerta se abre, un grupo de chicas comienza a llevarse al azabache— ¡Maldición suéltenme! —las mujeres le ignoran y desaparecen a lo lejos.


Rini: Está demás decir que totalmente lo merece —continua haciéndole cosquillas al rubio.


Rina: Je, ahí está otro capítulo, esperemos les haya gustado, lamentamos tardar tanto en  actualizar —hace una pequeña reverencia— les agradezco que continúen leyendo nuestras tonterías y nos vemos en alguna otra actualización.   


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