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Fan número uno por rina_jaganshi

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Dos semanas más habían pasado. Sus conversaciones con el cantante eran cada vez más usuales, no exageraba al decir que mínimo intercambiaban diez mensajes por día. Agradecía que usaran la popular aplicación por internet, de lo contrario, no tendría cómo pagar la cuenta del celular. ¡Bendita era dominada por la tecnología! Además de la frecuencia, la confianza había aumentado. Los insultos pasaron a ser maneras familiares de referirse al contrario. Asimismo, los paquetes seguían llegando por montones, con deliciosos postres que el ojiazul comía gustoso. También, la llamada a las once treinta y cinco de la noche donde el azabache le deseaba dulces sueños pasó a ser una costumbre. Al punto en que el de aspecto zorruno dejaba cualquier cosa que estuviera haciendo para contestar.


Las cosas, a su parecer, estaban tranquilas, su amiga había dejado por la paz el asunto de la entrevista, entiéndase que tras días y días de navegar por la red en busca de información, encontró nada, para la suerte del rubio, las fans desconocían por completo su existencia, así que, por el momento, su vida no corría peligro. Sin embargo, pese a la felicidad que sentía, el rubio pataleaba cual infante. Se suponía que debía encontrar un talento en su persona, ¡un talento! Conforme platicaba con el Uchiha, descubrió que era brillante para cualquier asignatura, en días pasados, le había explicado varios problemas de física, cada uno de los métodos para resolver ecuaciones, la diferencia entre los distintos enlaces químicos y la manera correcta en que se estructuran las oraciones. Por una parte el cantante había cursado ya la preparatoria, pues es cuatro años más grande que el Uzumaki, razón por la cual era obvio que tuviera conocimiento de las materias pero aun así era sorprendente.


En fin, además de su inteligencia, su voz, su facilidad para crear canciones y la música que acompaña a dichas letras, oh, también sabe tocar varios instrumentos, bueno, podía continuar pensando en cada una de las bendiciones que Dios le brindó al prepotente tipo pero lo importante es que ese mismo Dios se había olvidado de darle algunas habilidades al rubio. Es decir, tras reflexionar un poco, llegó a la conclusión de que él ganaba mucho con la amistad del baka, quien, por el contrario, sólo recibía insultos, charlas más o menos interesantes y uno que otro momento de diversión. De ahí en más, el ojiazul hacía nada por su egocéntrico ser.


Bufó molesto con sus designios. Lo peor de todo es que decidió que quería cambiar eso. No obstante, su domingo, al que denominó “Día de buscar si poseo algún talento”, era un completo fracaso. ¿Cómo era posible eso? Con frustración tiró el pastel chamuscado en el bote de la basura. Se lavó las manos y regresó a su cuarto. Tomó una pluma para tachar “cocinar” en su lista de posibles habilidades. ¿Acaso había llegado tarde al momento en que el todo poderoso repartió las destrezas a su generación? No, eso no podía ser lógico. Debía existir algo en lo que pudiera sobresalir o, mínimo, hacer bien. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la presencia de su madre, que le miraba desde la puerta.


—¿Eso que está en la basura es tu pastel? —inquirió con una pequeña risa.


—¿Era mucho pedir que tus genes me pasaran alguna aptitud? —frunció el ceño cuando la mujer pelirroja comenzó a carcajearse— ¡Estoy hablando en serio! —se cruzó de brazos con un mohín en la boca, su progenitora recobró la compostura, luego, se ubicó a su lado.


—¿Qué hay del baile, ya lo intentaste? —suspiró con cansancio, aunque fuera bueno en ello, era demasiado vergonzoso como para mostrárselo al cantante, sin mencionar que el artista obviamente sabía cómo moverse debido a su profesión.


—¡Debe haber algo que sólo yo pueda hacer! —tristemente se dejó caer sobre la cama. Su madre le acarició tiernamente el cabello, ella sabía que algo extraño sucedía con su hijo, sin embargo, trataba fervientemente de reprimir el deseo de preguntar, creía que su pequeño le contaría cuando estuviera listo. Así que, por el momento, intentaría ayudarle con su loca investigación.


—¡Ya sé! —exclamó la mujer ganándose la atención de los orbes azules— ¿Por qué no buscamos uno de esos tutoriales en internet? —sugirió, sin esperar respuesta, tomó la computadora portátil del adolescente. El chico esperó pacientemente sin moverse, en realidad, no creía que eso fuera de ayuda, es decir, para cocinar se supone que sólo debes seguir las instrucciones, aun así, su postres sabían mal o se quemaban—. La mayoría son de manualidades —murmuró su madre, más para sí misma—: cartas dobladas, relojes de papel corrugado, retratos con papel aluminio… —continuaba absorta pasando de uno a otro, estaba por darse por vencida cuando sonrío— ¿Qué tal una pulsera? —inquirió volteando la laptop para que su hijo pudiera ver la pantalla— no será la gran cosa pero la harías tú, además, le puedes poner un nombre, mira —felizmente apuntó a la foto en el aparato.


—Y podría mandársela por correo —sus mejillas se tiñeron de rojo al verse observado por su progenitora, no obstante, ella se limitó a sonreír.


—Ok, estúdialo detenidamente mientras voy a buscar los materiales que necesitas —el rubio asintió con la cabeza. La mujer le echó un último vistazo a la lista antes de salir del cuarto.


Era consciente de que no engañaba a su madre, sin embargo, agradecía que no le estuviera presionando para que le explicara por qué últimamente se la pasaba pegado a su celular o de dónde salían los costosos postres, incluso, podía cuestionarle cuál era la urgencia de encontrar una habilidad. Todo recaía en la misma persona. Sasuke Uchiha, él era el culpable de lo que sucedía pero decirle eso a Kushina desataría, no sólo una infinidad de preguntas vergonzosas, sino sugerencias para ganarse el corazón del azabache, cosa que, hasta el momento, el ojiazul estaba decidido a no hacer. En su mente, él y el cantante eran amigos, no más no menos. Buenos amigos, con el tiempo podrían ser mejores amigos pero nada que involucre besos, caricias, ser rodeado por los fuertes brazos mientras le canta al oído… ¡Estúpido subconsciente! Con las palmas de sus manos, golpeó sus sonrojadas mejillas.  


Tenía que concentrarse en lo importante, ya había perdido toda la mañana y parte de la tarde en su búsqueda. Bufó con fastidio observando el dichoso tutorial, hacer una pulsera no requería talento alguno, tal vez por eso es que era perfecto para él. Bajó de la cama para sentarse sobre el suelo, acomodando la computadora portátil frente a su persona. Su madre cruzó la puerta cargada con un recipiente de plástico. Imitándole se ubicó a su lado para mostrarle los diferentes materiales, los cuales comenzó a revolver hasta que eligió el hilo específico.


—¿Qué colores quieres? —el ojiazul no tuvo que pensar mucho e inconscientemente habló.


—Rojo y negro, son sus favoritos —ante la afirmación, no pudo más que sonrojarse. Su madre sonrió divertida.


—Aquí están —le extendió los carretes. Luego miró la pantalla para examinar las instrucciones, fue en ese momento en que se dio cuenta que su intención de ayudar a su hijo tenía un límite. Mordió su labio inferior antes de preguntar—: ¿Qué nombre vas a ponerle? —de inmediato el ojiazul se tensó, acción que no pasó desapercibida por la pelirroja. Esa era su señal— ¡Oh! Qué tarde es, supongo que tengo que comenzar a preparar la cena —revolvió con ternura los rubios cabellos antes de levantarse y salir de la habitación.


Naruto suspiró aliviado. Luego de pensar un momento se dispuso a empezar. Releyó una y otra vez cada paso. Las horas comenzaban a transcurrir mientras él se rompía la cabeza con el estúpido tutorial, que si el hilo móvil, que si dejo el uno, dos y cuatro, que si un nudo por aquí y otro por acá. ¡No se suponía que era sencillo! Maldijo aventando las cosas para segundos después ir por ellas y volver a empezar. Naruto Uzumaki no perdería ante una tonta pulsera. Con decisión retomó su tarea. Tuvieron que pasar dos horas más para que él pudiera comprender cómo debía hacerlo, sin embargo, sin importar el esfuerzo, deshizo su primer intento pues se arrepintió de la palabra que escogió.


“BAKA” no era muy cariñoso que digamos… un momento, ¿Por qué tenía que ser una palabra cariñosa? Se limitaría a poner el nombre del cantante. Gracias a la habilidad que adquirió con la primera, le bastaron cuarenta y cinco minutos para finalizar la nueva, que también desbarató. En cualquier lugar podías comprar una pulsera con el nombre del artista, si hasta Sakura tenía una. Suspiró cansado. ¿Qué podía poner? De inmediato descartó su propio nombre, eso sería muy obvio, además, no sabía si el prepotente usaría algo así, en realidad, nunca le vio usar accesorios en sus muñecas, cabía la posibilidad de que ni siquiera la usara. Resopló con fastidio, ahora no entendía por qué demonios había pensado que era una buena idea. ¡Ah sí! Porque carecía de talento alguno.


No viendo otra opción, se concentró lo más que podía. Al final un pensamiento cruzó por su mente, de inmediato se sonrojó. El otro tipo de fans, aquellas que gustaban de emparejar a los artistas que más les gustaba, mezclaban los nombres para referirse a las parejas. ¡Obviamente Sasuke y él no eran una pareja! Pero dadas las circunstancias de que ellas no lo conocían, puede que pasaran por alto el nombre, bueno, en el caso de que el azabache se dignara a usar la pulsera, algo que veía bastante difícil. Una vez más comenzó a hacer la pulsera, esta vez, terminó en treinta minutos.


Ruborizado la observó, el hilo negro contrastaba muy bien con las letras en rojo, el espacio alcanzó perfectamente bien. “SasuNaru”. Sus nombres combinaban majestuosamente. Ante el pensamiento se golpeó la cabeza con ambas manos. ¡Otra vez se estaba comportando como una fanática! Agradeció que la voz de su madre acallará sus reflexiones. Con rapidez bajó a cenar. Kushina se limitó a preguntar qué tal había quedado la pulsera, evitando el tema sobre el nombre que eligió. El rubio, al ver lo tarde que era, comió velozmente, todavía tenía que terminar una tarea, por lo que, no pasó mucho tiempo para que volviera a su cuarto.


Una vez ahí,  tomó su creación. Inconscientemente una sonrisa de satisfacción surcaba su rostro. Tal vez no era la gran cosa pero se había esforzado mucho y, en realidad, le gustaba, incluso estaba considerando hacer una para él… ya había perdido la cuenta de las veces que sus mejillas se tiñeron de rojo. ¿Qué absurdo pensamiento? No podían tener pulseras iguales, eso sería raro y sospechoso. Revolvió sus cabellos con frustración. Enseguida, depositó lo que lo atormentaba sobre la mesita de noche y se concentró en acabar su tarea.


Luego de otras dos horas en las que el de ojos azules se peleó con los distintos métodos de investigación, maldiciendo a los intelectuales por complicarle la vida, por fin se dejó caer sobre la cama. A pesar de que no salió de su casa el día le pareció agotador, lo único que quería era dormir, sin embargo, miró el celular. Faltaban cuarenta minutos para recibir la llamada del cantante. Bostezó sonoramente e instintivamente cerró los ojos acurrucándose debajo de las cobijas, sólo iba a descansar un momento.


Saltó en su lugar, desconcertado tanteó el colchón en busca del aparato que sonaba y le había despertado bruscamente. Cuando lo localizó, no pudo evitar caer al suelo al estar tan cerca de la orilla. Aun así, se encontraba semidormido, llevó el celular a su oreja para contestar.


—¿Usuratonkachi, por qué tardaste tanto? —el inconfundible tono de voz sonaba molesto.  


—Estaba…durmiendo… —frotándose los ojos, se puso en pie para volver a tirarse sobre el mullido colchón— lo siento… —su adormecido cerebro era incapaz de activar sus escudos.   


—Hn, ¿qué hiciste que terminaste así? —inquirió con fastidio.


—No poseo talento alguno —murmuró cerrando los ojos— pasé el día buscando sin resultado —bostezó abrazando su almohada— creo que a Dios se le olvidó darme alguna virtud… —una ligera risa se escuchó del otro lado de la línea, no obstante, el rubio estaba demasiado somnoliento para notarla.  


Dobe, estás usando mal la palabra virtud —por arco reflejo, un mohín se formó en sus labios.


—Como sea… —rodó en el lecho hasta posicionarse de lado— te hice algo, una pulsera, no sé si te va a gustar, bueno, ni siquiera tienes que usarla, es decir… —otro bostezo interrumpió sus caóticas frases, el azabache volvió a reír— mejor no te la doy…


—No acabas de decir que la hiciste para mí —suspiró.


—Es cierto, me pasé horas pensando en qué podía darte para hacerte feliz… —con la mano libre se cubrió con las cobijas— tú me das muchas cosas y me ayudas y me haces reír y me dices buenas noches y… —otro bostezo interrumpió su involuntaria confesión—: Tengo sueño —afirmó, ocasionando, una vez más, que el otro riera por lo bajo.


—Entonces duérmete y envíame la pulsera, yo decidiré si la uso o no —hizo una pequeña pausa— mañana te mandó la dirección, buenas noches Naruto —el de aspecto zorruno sonrió.


—Buenas noches, Sasuke… —El cantante tuvo que colgar pues el ojiazul cayó presa del sueño.  


La noche pasó en completa tranquilidad, permitiéndole al lindo rubio dormir plácidamente. Cuando la luna le cedió su puesto al sol, el chico estaba descansado, tanto así que despertó una hora antes de que su alarma hiciera su trabajo. Sin embargo, pese a lo bien que se sentía, algo le perturbaba. Vagamente recordaba una conversación que sostuvo con el azabache pero no podía asegurar si fue un sueño o en realidad sucedió. Trató de concentrarse. Era como intentar leer un libro al que le faltan páginas. Entre las sábanas localizó su celular. Tenía un mensaje.


“Al salir de la escuela ve a la oficina postal, pregunta por Kabuto, él me hará llegar cualquier cosa que quieras mandarme para hacerme feliz, dobe”.


El rubor cubrió su cara. Eso era más que suficiente para dejar en claro que el azabache ya sabía de la existencia de la pulsera y, al parecer, de los motivos por el cual había hecho la susodicha. ¿Qué tanto había dicho en su estado semidormido? Ya todo estaba perdido, cualquier deseo de arrepentirse quedaba descartado. Con resignación se puso en pie. ¿Qué más podía regalarle a aquel que lo tenía todo? 

Notas finales:

Rina: Naruto debes tener más cuidado, estuviste a punto de confesarle a Sasuke tu loco amor —sonríe ante el sonrojo del chico.


Naruto: ¿Qué? ¡Es mentira! —la otra chica le revuelve el cabello.


Rini: Si más no recuerdo, creo que tus exactas palabras fueron —se aclara la garganta—: “Oh, Sasuke baka no puedo esperar para verte y que pongas tu firma por todo mi cuerpo” —el rubio se tapa los oídos.


Sasuke: Sí fue algo parecido a eso —sonrisa de medio lado.


Naruto: ¡No es cierto! —niega con la cabeza ante la mirada divertida de los otros tres.


Rina: Está bien, en realidad lo único que dijiste fue— carraspea para modular el tono de su voz— “¡Teme, estoy ansioso por verte, cuándo vas a venir a darme un concierto privado!” —no puede terminar pues comienza a reír.


Rini: No, no, más bien “Sasu-chan muero de ganas por hacer un dueto en mi cama contigo” —las dos se parten de risa, mientras el moreno sonríe egocéntrico.


Rina: “Quiero que compongas una sinfonía de amor entre mis muslos” —más y más carcajadas que hacen enfurecer y avergonzar al ojiazul.


Naruto: ¡Se supone que ustedes me quieren más a mí que al baka! —un puchero se forma en sus labios— ¿Por qué me están molestando? —las dos chicas le miran con ternura.  


Rini: Está bien —se acerca al azabache para propinarle un zape— ¿feliz? —el rubio sonríe mientras el Uchiha le regresa el golpe a la chica.


Rina: Ok, gracias a todas las personas que leen y a quienes interactúan con nosotras por los review —sonríe— nos vemos en otra actualización.     


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