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Fan número uno por rina_jaganshi

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Estaba a tres días de volver a ver al cantante de frente y él no podía esconder su entusiasmo. Desde el asunto con la pulsera, su cabeza había decidido dejar por la paz la pelea constante sobre los sentimientos que Sasuke despertaba en él. La vida era mucho más sencilla. Ahora disfrutaba de todos y cada uno de los comentarios sarcásticos, los chistes, las discusiones sin sentido, los regalos, en fin, lo que sea que estuviera pasando entre ellos, estaba bien. Por otro lado, los últimos dos días el tema principal de sus conversaciones era la diferencia que había entre la cantidad de fotos que tenían el uno del otro. La única imagen que Sasuke poseía del rubio era la que tomaron el día de la cena, aquella que el mesero tomó (sin el consentimiento del ojiazul, cabe destacar).


Ante la obvia desigualdad, Naruto se comprometió a mandarle una fotografía, sin embargo, él no gozaba de sacarse fotos de la nada, siempre se encontraba rodeado con sus amigos en alguna celebración. No podía evitar sentirse tonto al tomarse una foto individual, además, al saber quién es la persona que la recibiría, su mente le insistía en que debía ser perfecta. Después de quebrarse la cabeza con miles de ideas, decidió que quería una donde se viera natural, nada forzado, así que lo primero que iba a hacer era preguntar si algunos de sus conocidos guardaba alguna imagen así.


—¿Una foto? —repitió el extraño chico mostrando unos afilados colmillos. Kiba Inuzuka. Él era uno con los que más salía, por lo mismo, fue una de sus primeras opciones— ¿Qué no tienes fotos tuyas o qué? —el rubio negó con la cabeza.


—No soy muy bueno con eso de posar frente a la cámara —se encogió de hombros. Su amigo le miró dubitativo—. ¿Hay alguna que me hayan tomado sin que me diera cuenta? —cuestionó ajeno a la curiosidad que despertó en su compañero. 


—Creo que empiezo a entender lo que sucede —sonrió pícaro, al mismo tiempo, le revolvió el cabello— Es para alguien especial —el rubio se ruborizó, iba a replicar pero la tercera persona, que hasta el momento se mantenía al margen, habló.  


—Últimamente estás pegado a tu celular —caviló para sí mismo, captando la atención de los otros dos. El ojiazul, instintivamente, llevó sus manos a la bolsa de su pantalón, no obstante, su amigo de cabello negro, piel blanca y una sonrisa falsa permanente en el rostro, se adelantó.


—¡Sai devuélvemelo! —exclamó avergonzado.    


—¿Bebida de cereza? —el Uzumaki agradeció a todos los dioses cuando tuvo la brillante idea de no usar el nombre del cantante, sin embargo, aquel seudónimo no hizo más que aumentar las sospechas de los otros dos. En un intento desesperado, se lanzó hacia el de cabello negro pero éste aventó el aparato al de los colmillos.


—Son muchas conversaciones —hizo una pausa para esquivar la tacleada del ojiazul, después, continuó manipulando la pantalla— ¡Uy, hay una a las dos de la mañana!


—Por eso el otro día estabas desvelado —atinó a decir el de piel blanca con un dedo en sus labios con un rictus de reflexión.


—¡Oh, oh! Escucha esto —El Inuzuka se aclaró la garganta y comenzó a leer con voz melosa— “Zorrito torpe, ¿aún necesitas ayuda con matemáticas? ¿Te marco en la noche?” —terminó con un suspiro, luego, siguió desplazándose por las conversaciones— ¡Wo, cuánto amor! —una vez más esquivó el ataque dirigido a su persona antes de retomar la lectura—: “Que descanses lindurita” —no pudo evitarlo, el chico comenzó a partirse de la risa.


—¡Estábamos bromeando! —vociferó rojo de vergüenza. En realidad no mentía, esa noche, él y Sasuke comenzaron a competir sobre la manera más ridícula de despedirse, al final el cantante ganó con esa frase. Los otros dos le ignoraron, era más divertido así. Pasados varios minutos donde el chico de aspecto zorruno intentó recuperar su celular en vano, los chicos se decidieron por fin a realizar la verdadera cuestión. Ambos se lanzaron miradas cómplices hasta que el de cabello castaño habló.


—¿Se puede saber en qué clase de chat caliente conociste a bebida de cereza? —inquirió alzando una ceja, todo sin terminar con su faena de revisar las conversaciones, sólo en caso de que hubiera algo que les proporcionara más risas.  


—Yo no, él no es… —el color rojo cubrió su rostro. ¡En serio sus amigos creían que él podría…! De sólo pensarlo se le revolvía el estómago. Lo peor de todo es que no se le ocurría la manera de refutar tal cuestión. No podía arriesgarse a que descubrieran la identidad del cantante. Frunció los labios con impotencia. Estaba tan concentrado en maldecir que no notó el brillo de perversidad que inundó los ojos de sus amigos, quienes, una vez más se lanzaron señales discretas.


Sai, con cuidado de no hacer ruido, se colocó detrás del rubio despistado. En un rápido movimiento desabrochó el pantalón escolar para bajarlo hasta los tobillos junto a su ropa interior. El ojiazul saltó asustado, su primer instinto fue jalar la camisa en un intento por cubrirse pero no daba resultado. Se movió nervioso al sentir que su amigo se lo llevaba hacia atrás, obligándolo a sentarse sobre su regazo. Una de las pálidas manos se abrió paso entre los botones para posarse sobre su pecho, la otra le sostuvo del mentón ladeando su cabeza en el proceso pero manteniendo su mirada hacia arriba. Sus mejillas se tiñeron de rojo al notar los labios ajenos besando su cuello. Le costó varios segundos repasar lo sucedido para comprenderlo. La imagen quedó inmortalizada con su propio celular.   


—¡Kiba no le mandes eso! —gritó e incluso estiró su mano como si con eso pudiera detener a su amigo. Demasiado tarde, el archivo había sido enviado. El rubio se quedó pasmado en los brazos de su otro amigo. Fue tan rápido que apenas lo podía asimilar. El ojinegro tuvo que forzarlo a pararse, asimismo, le colocó la ropa en su lugar, minutos después, Kiba se adelantó para depositar su preciado aparato en su mano, aquella, que seguía estirada.


—Asunto solucionado —le dio tres palmadas en el hombro, casi, casi, cariñosamente—. Avísanos si necesitas otra cosa —no pudo evitarlo, una carcajada escapó de su garganta.  


—Bebida de cereza estará más que complacido —escuchó a Sai decir, antes de que ambos chicos lo dejaran ahí. En la azotea de la escuela.


Una ráfaga de viento movió sus cabellos, no podía salir de su estupefacción. Sintió el mundo a su alrededor moverse e irremediablemente se fue al piso. ¿En qué estúpido momento creyó que sería buena idea pedirles ayuda a sus desalmados amigos? Ahogó un grito de horror. ¡La foto! Miró su celular con la esperanza de que algo hubiera impedido que se mandara pero no, ahí estaba la señal que indica que no sólo se mandó sino que había sido recibida. ¡Oh por Alá, Jesús, Zeus y todos los dioses o figuras religiosas juntas! ¿Qué iba a hacer ahora?


El estruendoso timbre que indica el final del receso le hizo brincar en su lugar. Sin saber qué hacer se puso en pie. Bajó cada uno de los escalones, caminó por los diferentes pasillos ignorando a los demás alumnos. Al llegar al salón, se limitó a pasar de largo a los culpables de su desgracia. Se ubicó en el asiento correspondiente y dejó caer la cabeza pesadamente sobre la mesa del pupitre. ¿Por qué cuando todo estaba saliendo bien, algo vuelve a perturbar su calma? Suspiró con cansancio.


Las siguientes dos horas de clase le parecieron una eternidad, sobre todo porque continuaba a la expectativa de que su celular sonara en cualquier momento pero no. Aún no obtenía respuesta alguna, cosa que le preocupaba. ¿Qué estaría pasando por la mente del artista? ¿Estaría enojado? ¿No le hablaría jamás? Habían superado exitosamente lo de la pulsera, bueno, en realidad, él lo superó porque el azabache ni enterado estaba de todos los mundos que imaginó. ¿Sería lo mismo con esta foto? ¿Actuaría como si nada pasara? No creía que fuera a ser tan sencillo. ¿Cómo diablos iba a ignorar el hecho de que estaba semidesnudo en los brazos de otro hombre? Seguramente, lo primero que el artista le preguntaría sería el motivo por el cuál le mando tan desagradable imagen.


Revolvió sus cabellos con frustración. Tenía que explicarle a Sasuke que fue una mala broma de sus amigos pero qué le aseguraba que le creyera. No tenía como demostrarle que la foto había sido tomada ese mismo día. ¿Qué tal que pensara que era de meses atrás? O peor, ¿qué iba a hacer si el artista no le diera la oportunidad de aclarar las cosas? Si sólo asume lo que quiere o lo que se muestra en la estúpida imagen. ¿Y si termina pensando que en sus tiempos libres se dedica a acostarse con varios sujetos? ¡No! Sus cavilaciones se estaban saliendo de control. Tenía que hablar ya con el cantante. Estaba por sacar su celular cuando un golpe en su brazo captó su atención. Los ojos verdes de su amiga le escudriñaban.


—¿Estás bien? —Interrogó cruzada de brazos— Has estado distraído desde que terminó el receso. ¿Pasó algo? —desorientado observó a su alrededor para darse cuenta que el salón se encontraba vacío, con excepción de sus tres amigos, los demás alumnos se habían ido. Sus ojos azules volvieron a enfrentarse al rostro de la pelirosa pero por más que lo intentaba ningún sonido salía de su boca— ¿Naruto? —la chica frunció el ceño.   


Un malestar empezó a subir desde su estómago, no podía con toda la presión. Como si los dioses se pusieran de acuerdo para destruirle la vida, su celular comenzó a sonar. Brincó ridículamente al reconocer su canción favorita, la cual, tontamente, asignó de timbre al mismo intérprete. La chica le miró curiosa cuando los otros dos chicos empezaron a burlarse de la expresión de horror en el rostro del rubio.


—¿No vas a contestar? —interrogó, logrando que el Uzumaki negara fervientemente con la cabeza.


—¡Contesta! ¡Contesta! —vitorearon al unísono los culpables. Acrecentando el pánico en el ojiazul y la duda en la pelirrosa. El de los colmillos se acercó al pasmado rubio.


—Mejor pásamelo y yo hablo con él —no pudo evitar carcajearse ante su propia sugerencia, recuperando la compostura agregó—: sirve que nos aseguramos que bebida de cereza no sea un viejo de cuarenta años que busque llevarte a la cama —el de la sonrisa falsa se ubicó a su lado con la clara intención de volver a quitarle el aparato, con esto el ojiazul se puso en pie y retrocedió asustado. La chica parpadeó confundida.


—¿De qué están hablando? ¿Cuál hombre? ¿Bebida de cereza? —sus preguntas sólo ocasionaron más risas por parte del Inuzuka, haciéndola enfurecer—: ¡Si sabes algo es mejor que me lo digas! —la ojiverde levantó su puño amenazante, al zorrito le brillaron los ojos. Esa era una excelente oportunidad. En medio de la pequeña distracción, tomó sus cosas y salió corriendo del salón tan rápido como sus piernas se lo permitieron, eventualmente, alcanzó la entrada del edificio de la escuela.


¿Por qué no había hecho eso desde la vez que su amiga le había pedido que la acompañara a la cena? Nada estaría pasando si hubiera corrido ese día, sin embargo, la idea de no interactuar con el artista ya no le parecía tan reconfortante. ¿Por qué las cosas no podían ser diferentes? Su semblante se entristeció. En realidad, le agradaba platicar con el Uchiha, que le mandara postres deliciosos, que le ayudara con sus tareas, que le deseara dulces sueños. Sus reflexiones se vieron interrumpidos por el sonido de pasos detrás de él haciéndole consciente de que todo estaba perdido. Sus tres amigos le estaban persiguiendo, aceleró el paso e incluso esquivó a los inocentes peatones que se metían por su camino.


Para su mala suerte el aparato no dejaba de sonar. ¡Es cierto! Esa era la única solución, talvez no podía (ni quería) anular la relación que mantenía con el prepotente Uchiha pero al menos podía borrar la evidencia de sus conversaciones. De esa manera si alguien volvía a tomar su celular sin su permiso no se vería en la necesidad de correr por su vida. Sin detenerse y haciendo lo posible por no disminuir la velocidad, sacó su celular de su bolsillo. Presionó el botón para colgar, luego, se dispuso a eliminar toda la información del azabache, no obstante, sus intenciones fueron interrumpidas por otro cuerpo.


La física nunca ha sido su materia favorita, por el contrario, le parecía frustrante y complicada, si no fuera porque el cantante descubrió que para el rubio era más sencillo cuando le explicaban con ejemplos de la vida cotidiana, su nota en la materia habría sido reprobatoria. Qué irónico momento. En su mente casi podía escuchar la conocida voz explicándole lo sucedido. Las tres leyes de Newton.


La primera, todo cuerpo que se encuentre en reposo o en movimiento permanecerá igual a menos que algo externo lo saque de ese estado. Es decir, él corriendo como un loco sin prestar atención hasta que el cuerpo de su amigo Kiba se interpuso en su carrera o, si lo prefieren, su celular estático en su mano hasta que el golpe recibido ocasiona que lo suelte. Por consecuencia, el aparato salió disparado hacia el frente, recibiendo la fuerza proporcional a la masa por la aceleración necesaria para aterrizar a la mitad de la calle, es decir, segunda ley.


La tercera ley siempre le pareció la más sencilla de recordar. A toda acción corresponde una reacción de igual magnitud pero en sentido opuesto. Una vez más, su cuerpo estrellándose con el de su amigo, provocando que ambos se fueran al suelo o su celular al otro lado de su persona. Lo siguiente ya no podía atribuírselo a la física, puesto que, a pesar de que existían diversos fenómenos actuando en el camión; velocidad inicial o final, coeficiente de fricción, incluso en su celular; módulo de elasticidad, esfuerzo deformante y cortante, en fin, nada podía hacer más que suponer que los dioses lo odiaban. Con tristeza observó su único medio de comunicación hecho trizar en el asfalto.


Sakura y Sai llegaron segundos después con la respiración agitada para ver el aparato destruido. La chica se arrodilló para estar a la altura del rubio, quien mantenía la mirada fija sobre la calle.


—¿Qué demonios estabas pensando? —Le zarandeó por los hombros para hacerlo reaccionar—: ese pudiste ser tú —enseguida le abrazó de forma protectora—, no vuelvas a hacer eso —susurró al borde de las lágrimas.


El ojiazul correspondió, al mismo tiempo en que le agradecía por su preocupación. Ella era su amiga desde la infancia, no podía imaginar cómo sería su vida sin ella, por lo que, comprendía el sentimiento. Pasaron varios minutos en donde sólo se abrazó a la chica. Luego, se levantaron para cada uno retomar su camino a casa. Antes de abandonar el lugar, juntó los pedazos de lo que alguna vez fue su celular. Suspiró y no habló durante todo el camino, sus amigos tampoco insistieron, suficiente habían tenido con esa experiencia. Por hoy lo dejaría pasar.


Tan pronto entró en su casa, subió a su habitación para tumbarse sobre la cama y esconder el rostro en la almohada. Se sentía devastado, frustrado, enojado y…y… ¡pobre! ¿De dónde demonios iba a sacar el dinero para comprar otro celular? Tardaría meses en conseguir la cantidad suficiente para reponerlo, ni siquiera contaba con el anterior pues lo había vendido. Lo peor de todo es que no tendría como aclarar las cosas con el cantante. Bueno, aún tenía esperanzas, en tres días podría encontrarse con Sasuke, tan sólo necesitaba un momento a solas para explicarle. ¡Sí, sí, podría engañar al destino! ¡Mofarse en su cara!


Aún con sus intentos por ver el lado positivo de la situación sentía un dolor intenso en su pecho, por lo mismo, llevó sus manos para apretar con todas sus fuerzas como si con eso pudiera disminuir la ansiedad. Por culpa de sus descuidos no hablaría con el cantante en setenta y dos horas, no podría preguntarle cómo le fue en el último concierto en Londres, ni se desearían buenas noches. ¡Eso ya era una tradición! Rodó por la cama con la almohada tapando sus oídos, por ello no escuchó a su madre tocar insistentemente, se percató de su presencia hasta que, con su locas vueltas, terminó en el suelo. Kushina le veía extrañada.  


—¿Naruto? ¿Sucede algo? —negó con la cabeza suavemente, enseguida, se puso en pie sólo para tumbarse, nuevamente, sobre el lecho. La mujer pelirroja le siguió hasta sentarse al borde. Sabía que algo pasaba con su pequeño revoltoso pero seguía resistiendo el impulso de cuestionarle, aún mantenía la esperanza de que él le contara por voluntad propia y no porque lo pondría de cara al suelo para patearlo hasta que… Suspiró un par de veces para tranquilizarse. Odiaba ver a su hijo consumido por el estrés, la tristeza y las preocupaciones. Tenía que hacer algo, al menos para distraerlo—. El día está hermoso ¿no quieres salir un rato? —el chico murmuró una excusa inentendible, la mujer suspiró—, es verdad, quedé en cenar con tu abuela. ¿Por qué no te nos unes? Podríamos convencerla de comer ramen —canturreó picándole las costillas.  


—En realidad tengo mucha tarea —su progenitora le revolvió el cabello cariñosamente, casi como una súplica porque confiara en ella pero el rubio continuó con su mentira—, debo resolver algunos ejercicios para mañana, saluda a la abuela de mi parte —los ojos violetas se llenaron de resignación.   


—Si cambias de opinión, no dudes en decírmelo —depositó un beso en la mejilla de su hijo antes de salir del cuarto. 

Notas finales:

Rina: ¡Naru tienes que contarle a Kushina, seguro que te va a ayudar! —zarandeando al rubio.


Naruto: ¡No! Solamente va a hacer un escándalo, recuerda que ella cree que me gusta el baka —se cruza de brazos, los demás le miran con una ceja alzada.


Rini: Narutin, es obvio que te gusta, en este punto ya no es un secreto —todos asienten con la cabeza.


Naruto: ¡Claro que no! Somos amigos y ya —desvía la mirada en un intento porque no le vean sonrojado.


Sasuke: Usuratonkachi deja de fingir indiferencia —es su turno para voltearse— ese es mi papel —sonrisa de medio lado.


Rini: Prepotente idiota —masculla— en lugar de que hagas algo para cambiar la actitud del zorrito, es más, qué demonios estás esperando —le da un zape— ¡Sirve de algo y ve a comprarle otro celular!


Sasuke: Hn, para qué, para que se tome fotos eróticas con sus estúpidos amigos —ironiza.


Naruto: ¡Eso fue una broma de Kiba y Sai! —exclama avergonzado.


Sasuke: Y eres tan dobe como para no defenderte —el rubio va a contrarrestar pero Rini le interrumpe.


Rini: Si tanto te molesta ¿por qué la tienes de fondo de pantalla? —muestra el celular del azabache.


Sasuke: ¡Devuélveme eso!


Naruto: ¡Rini borra esa imagen! —los dos chicos persiguen a la chica.


Rina: Ah, yo quiero esa imagen —observa como la persecución va para largo— en fin, lamento habernos tardado tanto en actualizar pero ya está por fin otro capítulo —sonríe— gracias a todas las personas que leen y… —hace una cuenta mental— ¡Oigan, dejen eso un momento! —los otros siguen peleando por el aparato. La chica se acerca a ellos— Es en serio —hace un puchero al verse ignorada.


Rini: Voy a mandarle una copia al sexy, hermoso, sensual, papacito, oh sí te amamos, de Itachi —en el suelo con el azabache encima tratando de quitarle el aparato.


Sasuke: Estás loca, esa foto es sólo mía —estrella la cabeza de la chica en el suelo para poder tomar el celular pero el rubio se lo arrebata.


Naruto: ¡Yo soy el que sale ahí y quiero que se borre para que nadie la vea! —es su turno de correr siendo perseguido por los otros dos.


Rina: Al menos lo intenté —suspira, luego se pone un gorro de navidad— Bueno, yo les deseo una muy feliz navidad y espero que reciban todo el yaoi posible, es decir, los regalos yaoiescos posibles —sonríe antes de ser arrollada por los demás, provocando que todos terminen sobre el suelo peleando— ¡Nos vemos en unos días con otra actualización! 


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