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Fan número uno por rina_jaganshi

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Notas del capitulo:

Disclaimer: La serie de Naruto no me pertenece, sino a Kishimoto. Yo sólo la uso para mis perversiones y sin fines de lucro.   

El rubio permanecía de pie sin dejar de observar el plato que tenía enfrente. ¡Olía extremadamente bien! No pudo evitar relamerse los labios. Inmediatamente frunció el ceño al ver la sonrisa altanera bailar en el rostro del azabache.


—Come —otra vez volvió a ordenar. ¿Qué demonios con ese tipo? ¿Qué le importaba si moría de hambre ahí mismo? No sé suponía que no le interesaban sus fans, bueno, esa es la impresión que el ojiazul tenía, de lo contrario por qué no mandaba traer a su amiga.


Además, él tampoco había probado bocado. La deliciosa pasta seguía ahí, humeante por el calor, con la apetitosa salsa roja por encima, con las pequeñas albóndigas de carne, incluso podía distinguir el característico aroma del albahaca. ¡Maldita la hora en que su madre lo obligó acompañarla a esas clases de cocina italiana! Se revolvió nervioso en su lugar cuando un nuevo rugido escapó de su estómago. ¡No podía soportarlo más! Completamente avergonzado por su derrota, regresó a tomar asiento, enseguida, agarró el tenedor. Tuvo que maniobrar un poco para evitar que los fideos acabaran en el lujoso mantel. Bastó con que se inclinara hacia adelante para que la comida entrara en su boca. ¡Exquisita! Importándole poco que el artista le mirara divertido, comenzó a devorar su platillo. Incluso se aventuró a coger un trozo de pan.


¡Oh placer efímero! Todo fue tan rápido que por poco suelta una lágrima al comer la última porción. Sin embargo, desechó todos sus sentimientos encontrados por la comida, tenía que volver a concentrarse en un plan para traer a Sakura. No obstante, nuevamente fue regresado a la realidad. El ojinegro le extendió su plato a través de la corta distancia que los separaba en la mesa. Naruto, en un gesto infantil, mordía el tenedor mientras ladeaba la cabeza sin dejar de observar la pasta. Cabía la posibilidad de que el cantante tramara algo. Quizá envenenó los fideos. Seguramente pretendía matarlo para que nadie más en el mundo se enterara de que en realidad no era tan “cool” como las personas creían. Por el contrario, era un prepotente, engreído, antipático, poco talentoso…


Dobe  —se vio interrumpido por el insulto. Un mohín se formó en sus labios, aún con el tenedor en ellos, por lo que lo sacó al sentir el piquete en su lengua. Para su suerte fue un dolor momentáneo, nada grave. De inmediato, e ignorando la agresión a su persona, regresó al asunto importante. ¿Se comía o no la pasta? Le dirigió otra mueca caprichosa al baka que permanecía inexpresivo.


¡Al diablo! La comida estaba demasiado buena como para rechazarla. Entusiasmado y desechando todas sus dudas comenzó a degustar el plato ajeno. Casi se ponía a tararear alegremente, casi, si no fuera porque los ojos negros le escudriñaban. Asimismo, sorprendiendo, una vez más al ojiazul, el azabache destapó una botella extraña que se encontraba en una cubeta. Luego sirvió en dos copas, de las cuales, le acercó una. El chico no tenía idea de qué era ese líquido amarillento, por ello, curioso le dio un pequeño trago. Se arrepintió de su acción y alejó aquella extraña cosa.


—¿Cómo puedes beber eso? —sacó la lengua con desagrado, al mismo tiempo en que negó con la cabeza. Lo único que recibió como respuesta fue una ligera risa, no pudo evitar sonrojarse, durante todo el tiempo que había visto al cantante, ya sea en conciertos, firmas de autógrafos o entrevistas, nunca le había escuchado reír. Brincó ridículamente en su lugar al sentir un ligero toque en su hombro. El mesero se encontraba a un lado—. ¿Qué? —cuestionó al saber que no le escuchó.


—¿Qué es lo que quieres tomar? —al ver la expresión confusa del chico, decidió repetir lo ya dicho—: Tenemos una variedad inmensa de vinos, tinto y blanco. También hay whisky, vodka, ron… —antes de que continuara el rubio habló.


—Tengo diecisiete años, se supone que no debo tomar alcohol —frunció el ceño.


—Lo siento, entonces puedo traerte alguna soda, agua fresca, jugo, jarabe —una vez más se revolvió nervioso. Los lugares en los que regularmente comía consistían en establecimientos de comida rápida, donde te daban tu refresco en un vaso de plástico, jamás había estado en un restaurante de tal categoría. La varonil voz que escuchaba a diario le hizo estremecer.


—Tráeme una botella de agua mineral, una de jugo de cereza, una de jarabe natural y algo de hielo —el mesero obedeció de inmediato. Permaneció en silencio sin dejar de observar los ojos negros. No pasaron más de dos minutos para que el empleado regresara con todo lo que le pidió. Dejó un carrito al lado de la mesa con todas las cosas y se fue de vuelta a la cocina. El azabache se puso en pie. En un vaso largo comenzó a vaciar un poco de cada botella, al final lo mezcló ligeramente— Bebe —extrañamente acostumbrado a los mandatos del prepotente joven. El rubio se limitó a refunfuñar para tomar el vaso.


Al sentir el sabor del líquido, en su rostro se dibujó una enorme sonrisa. Jamás probó algo así. Nunca en su vida había considerado el jugo de cereza como algo para tomar, mucho menos con todo lo demás. En un instante se lo terminó, sin dejar de relamerse los labios. No consciente de sus actos, se levantó para situarse al lado del cantante. Tenía que aprender a hacer esa bebida. El ojinegro pareció comprender y paso a paso repitió la combinación ante los orbes azules.


—Te gustan las cosas dulces —a pesar de que no fue una pregunta, sino una aclaración. El rubio afirmó con su cabeza mientras volvía a tomar un sorbo de aquella que, había decidido, se convertiría en su bebida favorita. Estaba ansioso por prepararla para su madre y sus amigos. ¿Amigos? Ahí estaba nuevamente el sentimiento de culpa. ¿Cómo podía permitirse disfrutar cuando le arrebató a la de cabello rosa la oportunidad de su vida?— Entonces te va a encantar el postre —parpadeó repetidas veces al ver la sonrisa que le dirigía, por fin se dio cuenta de algo. ¡Estaba demasiado cerca de ese egocéntrico! Rápidamente se alejó un paso.


¿Qué pasaba con su persona? ¿Desde cuándo se asustaba de esa manera? Todo era culpa de ese cantante de cuarta. ¿Por qué de repente se comportaba amable con él? De pronto se encontró recordando cada una de las veces que su madre y Sakura le dijeron que terminaría llevándose bien con el Uchiha. Bueno, su madre decía enamora… Sintió su mundo moverse ante la palabra. ¡Eso era imposible! A él no le agradaba en absoluto el supuesto artista. Retrocedió asustado de sus pensamientos, tropezó con una de las tantas sillas y lo último que vio fue el blanquecino rostro preocupado.


Aún en su inconsciencia podía distinguir un extraño aroma. Era un cítrico. ¿Naranja? No. ¿Limón? No. ¿Lima? No. Quizá una mezcla de todos. Volvió a aspirar para llenar sus pulmones de ese olor. ¿Rosas? No, Lavanda. Por fin cayó en cuenta. Sakura estaba tan obsesionada con el cantante que ahorró el suficiente dinero para comprar el perfume que usaba. Asimismo, le había obligado a memorizar la singular fragancia. Eso fue suficiente para despertar. Abrió lentamente los ojos para encontrarse en los brazos del azabache. Más específicamente estaba sentado entre sus piernas mientras le permitía recargar la rubia cabeza en su pecho. Aterrado se soltó del agarre pero un dolor intenso casi le provoca irse al suelo. Esta vez el ojinegro reaccionó rápido y volvió a abrazarlo.


El ojiazul notó que se hallaban dentro de la limosina que lo llevó hasta el restaurante. ¿Qué hacían ahí? ¿Cuándo habían salido? Aturdido intentó volver a escapar revolviéndose en los brazos ajenos. Entre sus alterados movimientos reparó en la camisa de aquel que lo aprisionaba. ¿Eso era sangre? Buscó confuso los ojos del artista.


—¿No es mía usuratonkachi? —frunció el ceño y siguió la mano que, con una pequeña toalla, le limpió la frente. La sangre venía de ahí, de él.


—¿Qué pasó? —inquirió recomponiéndose un poco.


—Te tropezaste torpemente con una silla, como si no fuera suficiente, te golpeaste con la mesa y el vaso se quebró en tu mano —bufó con fastidio al tener que soltar al chico de aspecto zorruno dejándole por fin acomodarse correctamente en el asiento. Por su parte, él permaneció igual, de lado, de forma que no perdiera de vista al revoltoso rubio, no vaya ser que decidiera lastimarse con algo más. Naruto observó entonces su mano derecha, que ahora estaba cubierta por un pedazo de tela, un trapo o algo similar.  


—¿A dónde vamos? —sin poder evitarlo cerró los ojos, descansando un poco la cabeza, que seguía molestándole, en el respaldo.


—Al hospital dobe —hizo un puchero con sus labios ante el insulto por el cual el cantante se refería a su persona. Al menos durante toda esa noche y esa vez fuera del hotel.


—No necesito ir al hospital —suspiró cansado—: necesito ir con Sakura —escuchó el gruñido del otro— Ella es tu verdadera fan, ella es la que compra todos tus discos, todos tus posters, incluso las revistas en las que sale algún reportaje de ti —abrió sus hermosos orbes, el cantante le miraba irritado—. Si no vas a ir por ella, puedes dejarme aquí. Quiero irme a mi casa —el azabache se cruzó de brazos, asimismo, se sentó normalmente y se dedicó a ver el vidrio polarizado de la ventana.  


El ojiazul esperaba pacientemente que diera la orden para que el vehículo se detuviera pero no parecía tener intención de hacerlo. ¿Estaba molesto? O peor aún. ¿Estaba molesto con él? Pero si todo había sido error de su manager, ese hombre trajeado de pelo color plata fue quien ignoró cada uno de sus intentos por explicar la situación. Además, cuando se encontraron, él le dijo que Sakura Haruno era la que estaba loca por conocerlo. El dolor en su cabeza desapareció, sólo quedaba el ligero ardor de la herida, por otro lado, sentía su estómago revuelto ante el sinfín de emociones que se aglomeraban en su interior. Sasuke cambiaba de un momento a otro de personalidad, tal vez tenía algún desorden. De qué otra forma podía explicar que le sonriera amablemente, o le abrazara para después ignorarlo.


De pronto la limosina paró en seco. El artista bajó y, en pocos segundos, la puerta más cercana al rubio fue abierta. Sin consideración lo apresó por la muñeca para sacarlo bruscamente. Intentó zafarse sin resultado, al mismo tiempo, hacia todo lo posible por no tropezar ante la velocidad a la que andaba el otro. Pasaban una a una las puertas del edificio que, obviamente, era un hospital, uno muy caro cabe destacar. Después de otros minutos de ser arrastrado, el ojinegro lo metió en una habitación. Un hombre con la típica bata blanca los recibió, es más, parecía que los estaba esperando, pues de inmediato comenzó a revisarlo. Una pequeña lámpara le alumbró uno a uno los ojos, sin embargo, nada pudo hacer para desviar la vista, el médico le sostenía de la barbilla.    


—No creo que tenga alguna contusión —hizo una pausa mientras guardaba la linterna en su bolsillo—. Veo que se golpeó en la sien, eso pudo provocarle el desmayo. No tienes nada de qué preocuparte —con gentileza le limpió la herida, ahora cubierta por una gasa. Luego dirigió su atención a la mano, la cual, también lavó, aplicó un extraño líquido que le hizo estremecerse de dolor, y la vendó apropiadamente. El rubio por fin pudo ver el rostro del doctor. Era muy parecido al cantante, extremadamente parecido, si no fuera por esas líneas debajo de sus ojos y el cabello negro grisáceo que llevaba atado en una coleta.


—Gracias —se apresuró a decir al verse observado por el que lo curó, iba agregar algo más pero, otra vez, fue jalado por el azabache.


—Kakashi depositará el pago en tu cuenta bancaria —el médico les dio la espalda, enseguida, se volvió con un vaso de agua, así como, dos pastillas, el cantante se las pasó— tómatelo —que afán de ordenarle a las personas. Pensó el chico con un puchero en los labios, aún así, lo hizo.


—No es necesario que me pagues ototou —el rubio casi se atraganta al escuchar la palabra. ¿Era su hermano? Se concentró para recordar los datos de la vida privada, aquellos que Sakura llevaba anotados en sus cuadernos. ¿Itachi Uchiha? El hermano mayor del cantante prodigio. No pudo evitar tragar en seco. No sólo había cenado con Sasuke Uchiha, por asares del destino, terminó conociendo a su hermano. ¡Su amiga lo iba a estrangular!   

Notas finales:

Sasuke: ¡Rini! —aprieta los puños fuertemente— ¿Cuál es tu maldito problema?

Rini: Mi maldito problema eres tú, no sólo no mereces al hermoso rubio, sino que te rehúsas a protagonizar un fic debajo de tu atractivo-sexy-elegante y exitoso hermano —con corazones en los ojos, no obstante, su delirio no dura mucho pues un coscorrón la obliga a regresar a la realidad.  

Rina: Creo que está más que claro quién escribió este capítulo —suspira.

Naruto: Creí que este fic no iba a tener más personajes —parpadea confundido.

Rini: Ternurita —abraza al ojiazul— todo fic se vuelve más interesante cuando el papacito de Itachi aparece —de un jalón es tirada al suelo para alejarla del chico.

Sasuke: Arpía incompetente esta vez vas a pagar —la chica y el azabache comienzan a pelear, como ha sido siempre.

Rina: Ah —vuelve a suspirar— Pues este fic, que se suponía era un one-shot, acaba de complicarse por culpa de Rini —mira como su hermana se divierte de lo lindo pateando al ojinegro, quien en un rápido movimiento la esquiva para golpearla en el abdomen— En fin, espero que les haya gustado y que aún haya personas leyéndolo —hace una reverencia— me disculpo, una vez más, por no actualizar en tanto tiempo. Gracias y como siempre es un placer escribir para ustedes.           

 


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