Daryl se encontraba arreglando las habitaciones, contaba con la ayuda de los demás criados, pero sólo él era el encargado de la habitación del señor Mink.
Se halló a Riki mientras se dirigía al lavadero.
- ¡Hey! ¿Adonde va el muchacho más lindo de éste lugar?
- Señor Riki, deje de decir cosas como esas… los demás podrían malinterpretarlo – Movía la cabeza de un lado a otro, ya era costumbre esa especie de bromas por parte del moreno.
- Poco me interesa... tú deja de tratarme como si fuera un viejo. Dime… ¿A dónde vas? ¿Puedo ayudarte en algo?
- Veo que ya estas muy ocupado – Miraba los sacos que estaba bajando de la camioneta – Son sabanas, puedo con ellas solo.
- Así que sabanas… ¿No te da grima limpiar las obscenidades del señor?
- ¿? – Daryl no cayó en cuenta.
- Después de todo no se sabe lo que pasa en esas cuatro paredes por las noches ja ja.
- ¡Riki! – Se puso rojo.
- Si las sabanas de arriba ya están limpias, podríamos ir a “ensuciarlas” ¿Qué te parece? – Susurró a modo de broma, acompañándolo con una sensual sonrisa.
Daryl se fue casi corriendo, su cara estaba de colores.
- ¡Oye chico! Son juegos, no te asustes… ¡Ven acá! Ja ja ja ja – Se encontró con Katze bastante molesto por su falta de prudencia – Si, si… estoy trabajando.
- Pónmela fácil Riki. Hazlo y te pongo de patitas en la calle.
- Tsk. No me jodas.
Riki volvió a su faena. En estos momentos no podía darse el lujo de perder su empleo. Estaba manteniendo a Guy, esperaba que las cosas mejoraran lo antes posible. En cuanto el hombre consiguiera un nuevo empleo el dejaría el suyo, obviamente para buscarse uno nuevo o parasitar a su hombre por un tiempo.
Estaban acostumbrados a ese tipo de vida desde que se habían juntado. Por lo general ambos trabajaban hasta que los echaban – por razones varias -, luego gastaban todo lo obtenido en fiestas con los amigos, bebidas y cosas absurdas, como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente. Era divertido. La sensación de ser libre, de no tener ninguna clase de responsabilidad más que la de mantenerse a ellos mismos.
Su pareja en todo momento le hubo ayudado, siempre estuvo a su lado. Ahora Guy lo necesitaba y no lo iba a defraudar.
Al empezar a caer el sol, los hombres se preparaban para terminar la jornada.
- Es en serio je je - Riki hablaba con sus compañeros.
- Riki – Llamó Katze.
- Diga señor.
- Ve a bañarte.
- Eh… si, eso mismo haré… cuando termine de trabajar – Enfatizó con rudeza, siempre le daba órdenes en cuanto al trabajo… ¿Quería también meterse con sus decisiones en cuanto a higiene? Si apestaba ese era su problema. Se dio la vuelta dispuesto a regresar a lo suyo.
- Riki – Volvió a llamar el pelirrojo.
Se giró de mala gana, torciendo los ojos en el camino.
- ¿Qué quieres?
- Ahora mismo – Mencionó Katze - Puedes irte. Otro hará tu trabajo.
- A ver… no sé que es lo que te traes conmigo – Puso las manos en la cintura – Yo sinceramente, no me la calo…
- Al señor Iason no le gusta que le hagan esperar… - Dijo casi como un murmullo - Anda ¡Muévete!
Riki quedó atónito ante lo que acababa de escuchar. Aquel tono insinuante con que el mayor lo hubo mencionado, todo parecía formar parte de un plan mecánico, como si todo lo ocurrido entre Iason y él, estuviera marcado al igual que las líneas de un mapa. El muchacho comprendió entonces de que se trataba todo, más que nada al venirle a la mente la noche en que había descubierto a Katze con el señor. No era el primero ni sería el último en caer en el juego.
Se convenció de que al Mink no le importaba en lo más mínimo. Lo único que quería el rubio con él, era pasársela bien por un rato.
- Como lo ordene “su majestad”… - Se fue del sitio sin decir más nada.
El moreno se quedó un rato en su alcoba, pensando. Lo que había pasado entre él y el señor Iason ¿Era parte de ese capricho? ¿Una trampa impuesta por su cazador? ¿Acaso creía que podría burlarse de él? ¿Qué caería así, sin más? ¡Ja! ¡Ah, no! ¡Eso si que no! Riki se enfadó, no pretendía ser la burla de nadie.
Cuando se dio la hora. Riki acompañó a Katze hasta el interior de la casa grande, muy extrañamente se le permitía subir a las habitaciones, por lo que en todo momento se la pasó detallando, atrayendo a su memoria los viejos recuerdos de cuando era niño y libre de pasear en donde quisiera. Se detuvieron. El pelirrojo entonces se dirigió al menor.
- Espero que te comportes como debe ser – No quería tener que interrumpir si al joven le daba por ponerse agresivo con el patrón – Recuerda que éstas oportunidades no se le dan a cualquiera… aunque por más que te veo… - No encontró palabras para describirlo, sin embargo, Riki sabía que lo decía en modo de agresión.
Al pelinegro no le dieron ganas de contestar, simplemente permaneció callado hasta que el mayor se hubo perdido de nuevo entre las escaleras.
Toc! Toc!
- Adelante.
Riki se introdujo en la habitación. Todo estaba en penumbras, la mayor cantidad de luz emanaba desde la ventana, producto de la luna y de una noche estrellada.
Buscó al rubio con la mirada. Finalmente lo halló, llevaba puesta una bata de baño. Desde su posición pudo oler el delicioso aroma que destilaban tanto su cabello como el resto de su cuerpo. “Recién bañado y perfumado”, parecía decir la expresión irónica del mestizo.
- Has venido Riki. Eso me pone muy contento.
- Espero que eso sea lo único que te ponga – Mencionó sin ninguna clase de recato - He venido porque necesitaba aclarar algunos puntos – Se escuchaba serio. Suspiró – No voy a hacerlo contigo.
- ¿Hacer qué?
- Tú sabes…
- Jum… si no me especificas es muy difícil entender a qué te refieres – Deslizó un poco la bata a través de su hombro, descubriendo así, una zona blancuzca bastante atractiva.
- “Uf… ay no” – Desvió la vista por unos segundos, la piel lo tentaba. Era muy difícil para él ignorar tales muestras de coquetería - Tengo pareja. No sé si lo sabías.
- Lo sé, si… sabes que los rumores se esparcen rápidamente - El tono de su voz se escuchaba obstinada. Totalmente desinteresado en el tema.
- Y de seguro el señor Am querrá matarme cuando los rumores de éste encuentro se rieguen por ahí – Suspiró, tratando de sacarse toda la tensión acumulada del cuerpo – Bueno, aclarado todo… entonces comprenderás. Con su permiso – Se dio la vuelta, dispuesto a irse.
Iason lo tomó rápidamente del brazo.
- Entre Raoul y yo no hay nada – Aclaró con tono serio.
- Eso no me importa – Sonrió burlón.
- Tienes que creerme. No es más que un malentendido.
- Ya te dije que no me tiene sin cuidado, no tiene nada que ver conmigo… ahora, me voy - Trató de soltarse.
El ojiazul lo volvió a jalar.
- Tú no te vas.
Riki lo miró fijo, aquello sonaba más a una afirmación que a una petición. Trató de soltarse, pero el mayor lo apretó con mayor fuerza.
- Oye… déjame.
Intentó de nuevo, sin éxito alguno.
- ¡No estoy jugando! – Vociferó el moreno completamente obstinado.
En ese momento, Iason alzó al muchacho de modo que pudiera colocarlo en uno de sus hombros. Riki pataleaba.
- ¡Oye! ¡Bájame! – Y ciertamente lo bajó, sobre una superficie acolchada - ¿Qué demonios te pasa? ¡!
Iason se quitó la bata, dejando su cuerpo desnudo totalmente expuesto ante él. Riki tragó grueso, la hombría del rubio se hallaba ya en alza. Se encontraba en una situación en las que tenía todo en contra… sabía que su propio cuerpo se encontraba excitado.
- Vas a ser mío ésta noche… no te resistas… - Poco a poco fue acercándose hasta él. Comenzó a buscar de besarle en el cuello que tanto le gustaba.
- No… me he lavado hoy… - Mencionó. Lo había hecho adrede, estaba seguro de que no pasaría absolutamente nada entre ellos.
- No importa… me gustas más así… sucio… - Sonrió lascivo – Te limpiaré todo, usaré mi lengua…no dejaré ni una zona sin lamer - Arrastró su lengua por el cuello del muchacho.
- Ah… ¿Así que eres un pervertido? - La cálida sensación lo hizo esbozar un gemido de sumo placer. Se dejó acostar sobre la cama – Bastardo… maldito…
- Si… dime todo lo que quieras… todo lo obsceno que desees - Cantó melodiosamente – Hasta que llene esa indecorosa boca de gemidos…
¿Por qué? ¿Por qué todo lo que mencionaban los labios del Mink le parecía tan excitante? El moreno sentía como su entrada le empezaba a palpitar, ansiando que se consumara cuanto antes el acto sexual.
- Ah… no voy… no voy a coger contigo… ¿Por qué lo haría?...
- Jum… porque soy tu amo. Esa es la única razón. Soy tu dueño y me perteneces – Mencionó junto a una sensual sonrisa - Entrégate a mi Riki… no te resistas más… - Notó en el rostro prensado del muchacho, los rastros del orgullo que tanto le gustaba pisotear – Ahora… follemos toda la noche Riki, como fieras desbocadas…
Aquellas fueron las últimas palabras que se dirigieron, antes de que Riki terminara entregándose a las caricias y besos de Iason.
Continuará…