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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

Hola a todos!!! ¿Cómo están mis lectores queridos y adorados? n_n Aquí les traigo sus regalo de fin de año ;) quiero agradecer los rr dejados en el capi anterior, se ve que Amado ha ganado sus seguidoras ^_* viste que el nombre era perfecto inner? ¬_¬ (inner: mmm tienes razón, una decisión muy bien tomada :B) Bien bien, ya saben que soy una escritora medio loca y que a medida que mi mente vaya trabajando, se presentarán nuevas situaciones en corazón indómito (sólo imaginen, originalmente el fic iba a durar unos 10 capis… al paso que vamos llegaremos a los 50 xp) …Ya no les quito más tiempo mis corazones! Ahora, a lo que han venido ;)

 

 

 

 

 

Iason comprendió la necesidad de intimidad, al notar que unos trabajadores hacían sus oficios muy cerca. Lo que quería comentarle su padre debía de ser muy importante, ya que le pidió que fueran hasta su oficina, la zona más privada después de su alcoba.

 

 

El ojiazul sirvió algo de licor y se lo ofreció al mayor. El hombre le agradeció y se sentó en una de las sillas que estaban ahí dispuestas. Iason procedió a servirse una copa.

 

 

- Hijo – Se atrevió a hablar –…Puedo entender que estés hechizado por los encantos de Riki. Admito que al crecer se ha vuelto un joven muy apuesto y bien proporcionado.

 

 

Detuvo su mano. Ante su comentario, en Iason empezaron a anidarse los celos.

 

 

- Me atrevo a mencionar que me impresiona que digas eso.

 

 

- ¿Te impresiona? Cuando eras más joven solíamos tener opiniones afines en cuanto a nuestros sirvientes…

 

 

- Eso fue hace mucho tiempo - Puntualizó – No sé que te haya dicho madre o qué podrías haber escuchado por otros... Esto no es un juego, padre. Voy en serio con Riki - En cierto modo habérselo confesado a su progenitora, suavizaba las cosas en aquel momento - Cuando él esté preparado lo volveré mi esposo – Mencionó con certeza absoluta.   

 

 

Escuchó cuando el mayor se levantó. Sintió la presencia a su lado, la estatura de ambos era casi la misma por  lo que cuando le tomó de los hombros, no se sintió amenazado.

 

 

- Estoy preocupado por tu futuro. Estoy de acuerdo con tu madre en una cosa: Es tiempo de que tengas tus propios hijos – Habló, obviando por un lado, lo que le había comentado el ojiazul -  Ansío que me hagas abuelo…

 

 

- Padre… - Se había girado para verle a los ojos.

 

 

- Casarte con él – Mencionó – Es una idea absurda. Me sorprende que lo estés considerando ¿Para qué casarte? Lo único que lograrás con eso es un escándalo. Riki no puede darte los hijos que quieres ¿Qué harás entonces?

 

 

- Habrá… otra manera… - Espetó sin siquiera saber a que se estaba refiriendo.

 

 

- ¿La hay Iason? – Le volvió a tomar de los hombros, formando una especie de barrera entre los dos - ¿Crees que Riki permitirá que busques a una mujer? Si te quiere no lo hará. No te lo permitirá.

 

 

Iason se apaciguó.

 

 

- Desiste de la idea de permanecer con ese muchacho, al menos de la manera en que lo estás haciendo. No te involucres sentimentalmente. Nada bueno va a traerte si lo haces...

 

 

- Padre, no interfieras – Cerró los ojos tratando de bloquearlo. Sus palabras lo estaban hiriendo.

 

 

Pero no iba a dejarle quieto. Necesitaba hacerlo razonar.

 

 

- Dime una cosa Iason ¿Riki te ha dicho alguna vez que te quiere?

 

 

El ojiazul no sabía que decirle. Sentía como su corazón aceleraba su bombeo, llenándose de incertidumbre, sabiendo que no encontraría la respuesta correcta… o el menos no la que hiciera sentir cien por ciento satisfecho a su progenitor.

 

 

-  No es necesario que me lo diga.

 

 

Amado lo escudriñó con la mirada por unos breves segundos.

 

 

- Sabes que te estás mintiendo. Por más que trates de hacerte a la idea de que eso no es necesario, muy en el fondo pides a gritos una confirmación de sus sentimientos – Le afiló la mirada. Su tono y modo de hablar era… tan convincente. Lo hacía dudar -  ¿Estás seguro de que te quiere, Iason? – Lo zarandeó un poco para hacer que dirigiese la mirada a la suya – Dices que en tú caso él no es un juego ¿Y que hay de ti? ¿Qué eres tú para él? Sé de esto más que tú ¿Estás seguro de que ese muchacho no tiene a otro?

 

 

Su corazón dio un vuelco, era como si hubiese sido arrastrado hacia lo más profundo. ¿Qué si el chico tenía a otro? ¡Pero si él era el otro! Iason sabía que Riki tenía pareja, así que eso lo convertía en su amante. Se compadeció de sí mismo, hasta ese momento no se había visto como el amante que se enamora perdidamente de un mundo imaginario y no tiene otra opción que conformarse con los retos del amor.

 

 

- ¿O al menos has puesto atención a algún otro empleado? Porque estoy seguro de que todos en la hacienda, harían cualquier cosa por llamar tu atención.

 

 

- Con Riki me basta.

 

 

Esto era más grave de lo que el terrateniente suponía. Su hijo se hallaba sumido en un idilio con un solo hombre.

 

 

- Si se tratara de un amor pasajero te entendería, pero si me hablas de matrimonio, como padre es natural que me preocupe. Iason, escúchame, no hay nada más destructivo que imponer un amor. Piensa con la cabeza fría, estás dejándote llevar. Vas a salir lastimado.

 

 

- ¡Basta! – Salió del contacto del mayor – No quiero seguir discutiendo éste asunto.

 

 

- Está bien – El hombre suspiró. Se llevó la mano a la barba – Te has vuelto muy obstinado. Supongo que eso es bueno.

 

 

- Padre. Aclárame algo ¿Estabas siendo amable con Riki sólo para burlarte de él? – La simple idea lo llenó de una sensación de enfado. 

 

 

- Te equivocas. He sido sincero todo el tiempo. Riki siempre ha sido como un hijo para mí… es una lastima que nunca te percataras de ello cuando eras más joven.

 

 

- No es así. Si me daba cuenta – Mencionó con un deje de resentimiento.

 

 

***

 

 

Los rubios decidieron obviar aquella conversación. Iason no quería enfadarse con su padre y ahora que su hijo le había confesado el grado de su interés por Riki, Amado tenía nuevas ideas en mente.

 

 

A pesar de ello, el ojiazul estaba seguro de que su padre se daría cuenta de que aquel amor fructificaría. Sólo tenía que darle tiempo al tiempo, así que aprovecharía su visita para compartir con el hombre.

 

 

Salían juntos a cabalgar, los empleados de la hacienda entonces los admiraban y en algunos casos los observaban con deseo. Ambos eran realmente apuestos y juntos brindaban la más hermosa de las escenas.

 

 

Hasta Riki quedó sin aliento cuando los rubios pasaron a su lado. La expresión recia y altiva de Iason contrastaba con la madura y omnipotente de Amado.

 

 

Al principio al pelinegro no le importó que el ojiazul dedicara su tiempo libre a su padre. Pero llegó un momento en que tanta atención hacía él, lo aterró. En cierto modo era como si el menor de los Minks buscara la aceptación del mayor.

 

 

Se lo estaban quitando. Riki ansiaba tener todas esas atenciones de vuelta.

 

 

- ¿Qué piensas del padre de Iason?

 

 

Daryl miró a Riki, la pregunta lo tomó desprevenido.

 

 

- Sabes que siempre opino lo mejor de mis patrones - Le regaló una sonrisa - ¿Y tú Riki? Supongo que debe ser positivo también o de lo contrario ya te hubieras quejado – Soltó una risilla.

 

 

- Eh... pues… - Meditó un poco - Parece un hombre agradable.

 

 

El mayordomo asintió y continuó con su trabajo, más la voz del joven lo hizo detenerse de nuevo.

 

 

- ¿Cómo es que un hombre como él se casó con una mujer tan...? - Se acalló cuando se percató de que estaba a punto de hacer uso de una palabra ofensiva, Daryl era muy respetuoso y sabía que se escandalizaría si la oía.

 

 

- Mmm no sé. La señora Evangeline y el señor Amado provienen de buenas y adineradas familias. Supongo que fue un matrimonio arreglado.

 

 

- ¿En serio? – No pensaba que aún se llevaran a cabo semejantes tradiciones.

 

 

- Si, es normal entre familias que guardan una amistad con otras... Si la familia Am tuviera una heredera, estoy seguro de que hubiese sido prometida a Iason.

 

 

Riki arrugó el entrecejo. Agradeció de antemano que aquello no formara parte de la realidad.

 

 

- Raoul en mujer... - Dedicó unos segundos a pensar – Que aterrador… Dios sabe lo que hace - Refiriéndose a que aquello hubiese sido un error de la creación.

 

 

- Aunque el padre de Iason no se lleva con el señor Am.

 

 

- ¿Ah no? - El comentario le sorprendió de sobremanera y le estimuló la curiosidad.

 

 

 

El hecho de que Amado y Raoul se cayeran mal le parecía estupendo, eso significaba que mientras el Mink mayor estuviera ahí el Am no se atrevería a pisar la hacienda. Sonrió con absoluto descaro. ¡Oh si!, Riki estaba empezando a degustar las ventajas de aquella visita.

 

 

***

 

 

Katze y Iason se encontraban en la habitación del primero. Habían estado ocupados la mayor parte del día. El rubio se sentó en la cama.

 

 

- Déjeme que le quite las botas.

 

 

El pelirrojo se arrodilló a sus pies. Iason le contemplaba en silencio. Aquellos actos de amo y señor ya eran costumbre entre ellos.

 

 

- ¿Por qué me mira de ese modo? ¿Ocurre algo señor? - Preguntó con finura, la autoridad del Mink se destilaba por aquellas gemas azules.

 

 

Iason soltó una risita.                                         

 

 

- Me preguntaba... ¿Por qué un hombre como tú no tiene mujer? - Le retiraba unos mechones rojos que tapaban su rostro - Eres muy bien parecido y te desempeñas maravillosamente en la cama.

 

 

El capataz colocó las botas a un lado.

 

 

- Supongo que no he encontrado a la indicada.

 

 

- Me parece que te falta tacto, Katze. Las mujeres son muy delicadas. Son como las flores, si las tratas con rudeza las deshojarás.

 

 

- Debe ser eso. La última mujer que tuve no hacía más que llorar y de asegurarme que ella no me importaba en lo absoluto... - El hombre hizo un gesto divertido bastante sutil - Y tenía razón – Confesó con extrema naturalidad.

 

 

El Mink le devolvió una sonrisa.

 

 

- ¿Sólo estabas con ella por sus favores?

 

 

- No exactamente - Recordó y mencionó casi en susurro - Tenía un hermoso cabello con rizos. Si, eso me gustaba de ella. La hacía lucir muy bien... Pero era muy blanda. Detesto a las mártires. Admito que me gusta que me den algo de pelea y que no se echen a morir por cualquier tosco comentario – Propio de  Katze. Él era un hombre que para nada le interesaba la satisfacción de su propio ego.

 

 

 

- Una buena yegua ¿Eh? - La sonrisa socarrona en los labios del patrón hizo cohibirse un poco al pelirrojo - Si... se a lo que te refieres. No hay nada como domar a una fiera salvaje. Te deja una sensación de poder que es difícil de explicar - Su tono de voz se volvió manso - Riki es demasiado testarudo. Necesito encontrar un nuevo método para dejarlo en evidencia - Iason se rascaba la barbilla. Hablaba más para sí mismo - Mmm ¿Y si empezara a responder a los cortejos de Raoul?

 

 

- ¡No!

 

 

La voz gruesa del hombre resonó en toda la habitación. En el momento en que el rubio alzó una ceja, Katze se dio cuenta de que realmente había exclamado la negativa.

 

 

- Quiero decir... No es necesario que haga eso. El muchacho tarde o temprano cederá... Estoy seguro. Además no debería arriesgarse a destruir una amistad con engaños.

 

 

- Tienes razón. No debería. Las mentiras son muy tentadoras, te atrapan y cuando menos te das cuenta ellas te han engañado a ti… - Lo miró, como saliendo de un trance – Deberías empezar a arrojar tu lazo, me parece que tu presa es bastante ágil, no caerá en ardides.

- Tomaré su consejo. Aunque prefiero esperar el momento indicado.

 

 

- Ten cuidado.  Podrías perderla de vista.

 

 

Katze se sintió aliviado cuando el Mink dejó el tema aparte. Sabía que no soportaría que Iason y Raoul se juntaran ¿Su antiguo amante con su amor secreto? Eso era lo pero que podía pasarle a alguien ¡Se consumiría hasta los huesos! Por lo que decidió ese día: Si eso llegaba a suceder se marcharía de la hacienda, sin importar nada.

 

 

- Katze. Necesito que te dirijas urgente a la hacienda Am.

 

 

Ah... ¡Como adoraba escuchar esa oración! En el momento en que Iason se la decía, el pelirrojo tenía que hacer acopio de su emoción, para evitar tener que dar explicaciones.  

 

 

- Como ordene señor.

 

 

- Entrégale a Raoul ésta carta - Le hizo entrega del documento.

 

 

La curiosidad le corrió desde la punta de los dedos hasta cubrirle el cuerpo entero ¿Qué le decía en ella? Un poco de rabia le invadió, era libre de revisar y alterar la correspondencia de Riki, pero no podía abrir las cartas de su patrón. Y el Mink confiaba en que jamás lo defraudaría.

 

 

- Es una invitación.

 

 

Comentó Iason, llamando la atención de Katze y acabando con parte de sus especulaciones.

 

 

 - ¿Una invitación?

 

 

- Voy a hacer una pequeña reunión para celebrar la visita de mi padre. Vendrán sus amigos y conocidos. Estoy seguro de que será una noche bastante amena.

 

 

El pelirrojo guardó la carta en su saco.

 

 

- Pero señor Iason, disculpe que se lo diga ¿No recuerda que Raoul detesta a su padre…? – Se rascó la barbilla - ¿Y viceversa?

 

 

- ¿Pero que dices? – Esbozó refiriéndose a que Katze estaba exagerando las cosas.

 

 

- Disculpe la expresión – Se excusó deprisa.

 

 

 - Sé que su relación no es muy buena ¿Qué mejor manera para limar asperezas que sentarse a conversar? Además Raoul adora las reuniones sociales. Dudo que se niegue a asistir.

 

 

- “Cómo me lo imaginé. De nuevo imponiendo las cosas”.

 

 

Pero en algo tenía razón. Al ojiverde le encantaba estar rodeado de personas de su mismo estatus. Katze sonrió internamente, de seguro el rubio se pondría sus mejores galas. Lo mejor que ver a Raoul, era ver a Raoul presumiendo sus excéntricos trajes. Ahí, hacía alarde de su conocimiento en moda, siendo admisible comparar al rubio con una portentosa y  mujer de la mejor alcurnia.

 

 

- Katze, también estás invitado. No te doy tarjeta porque somos amigos y nada mejor que una invitación hablada... En cambio con Raoul, bueno... Ya sabes como es el con la formalidad.

 

 

- Gracias señor.

 

 

El pelirrojo estaba sumamente contento. Podría compartir la comida y bebida con el hombre que tantos desvelos le daba… y degustarse con su presencia.

 

 

***

 

 

No tuvo tregua, se marchó de inmediato a hacer la entrega. Llegar a la hacienda siempre le dejaba una agradable y reconfortante sensación.

 

 

- ¿Tú de nuevo? - Mimea le interceptó. Su paciencia estaba llegando a un límite - ¿Y ahora qué se te ofrece?

 

 

- Muy buenos días señorita Mimea - Sonrió - He venido a entregarle una carta al señor Raoul.

 

 

- Oh. Muy bien. De ser así, entrégamela - Le mostró la mano.

 

 

- Me gustaría entregársela personalmente.

 

 

- Yo se la entregaré personalmente.

 

 

- Son órdenes de mi patrón.

 

 

Hubo unos incómodos segundos de silencio. Katze buscó la manera de deshacerse de la sirvienta.

 

 

- ¿Mimea? ¿Qué pasa aquí?

 

 

- Señor Raoul - Mimea actuaba de modo amable.

 

 

El pelirrojo sintió que la sangre le hervía con tan sólo verlo. Cuando el Am posó sus preciosos ojos en él, Katze adoptó una posición más segura.

 

 

- ¿Sucedió algo en la hacienda Mink?

 

 

- Muy buenos días señor Raoul.

 

 

- Buenos días – Espetó entre dientes - ¿Y bien?

 

 

- Podría decirse que sucedió algo. Me han enviado a entregarle esto.

 

 

El rubio se acercó y tomó el sobre. Para su sorpresa, al leer la carta su expresión denotaba resignación.

 

 

- Así que es cierto, Amado Mink regresó - Estaba al tanto de los chismorreos. Los Sirvientes Blancos eran buenos hasta para conseguir información - Y para colmo, Iason pretende que vaya a una fiesta donde el principal comensal es el pesado de su padre. ¡Inaudito! - Soltó con agudeza - Bien. Puedes retirarte - Le dijo a Katze.

 

 

- El señor Iason me pidió que le llevara su respuesta.

 

 

- ¿Qué tiene Iason con los teléfonos? A pesar de las altas tecnologías que tenemos a nuestra disposición, él sigue prefiriendo utilizar los métodos más arcaicos - Comentó con molestia. Ya no recibía las llamadas con tanta regularidad y eso lo frustraba.

 

 

- El señor Iason estaría muy complacido con su presencia. Además que el heredero de los Am siempre es el tema de conversación en cualquier festejo. Su presencia se ha vuelto indispensable para certificar la buena crítica del agasajo… o al menos eso he escuchado de otros señores.

 

 

Katze sabía que le gustaba oír a Raoul.

 

 

- Tienes razón. La fiesta no será la misma si yo no estoy en ella – Esbozó - Asistiré. Dile eso a tu patrón.

 

 

El pelirrojo asintió, satisfecho, había sido un trabajo impecable.  

 

 

***

 

 

El día de la supuesta reunión, la hacienda Mink estaba habitada por los más poderosos e influyentes hombres y mujeres de toda la región. Amado era el más importante de todos, por lo que ser invitados a su hogar, significaba un honor supremo. El padre de Iason sin embargo, no se sentía presionado, para él, aquellos hombres de hacienda eran sus amigos, con algunos había crecido, con otros había tenido tratos financieros y una que otra participación en “festividades secretas” por así decirlo, en donde se inmiscuían el poder y la depravación. Siendo entonces aquella, una oportunidad para charlar con viejos conocidos. 

 

 

- Vaya… si que ha llegado gente, a pesar de no ser una reunión formal – El pelirrojo admiraba a los comensales, hombres y mujeres respetados de la zona - ¿Me prestas esto? – Le quitó a Daryl la bandeja con las copas.

 

 

- ¿Eh? ¿Para qué las quiere señor Katze?

 

 

El hombre le respondió colocando un dedo en sus labios. El pelicastaño comprendió el gesto y volvió a la cocina a por más bebidas. En aquella hacienda, ya se estaba volviendo costumbre el comportamiento extraño e impulsivo.

 

 

- Señor Amado – El rubio le saludó.

 

 

- Oh. Que grata sorpresa ¿Cómo estás Raoul Am?

 

 

- Complacido de haber sido invitado y de venir a saludarlo ¿A qué se debe el honor de su visita?

 

 

El ojigris no cambiaba su inexpresividad. Sabía exactamente que de aquella manera quería sacarle información.

 

 

- Me reservo el derecho a opinar. Los asuntos personales sólo les conciernen a quien los tiene.

 

 

Su respuesta le dio como una bofetada.  A pesar de  que el Mink siempre emitiera sus comentarios en modo burlista siempre le caían pesado. Raoul no era partidario de las bromas.

 

 

- Pero cuéntame ¿Cómo está tu madre? La encantadora Bernice.  

 

 

- Muy bien. Demasiada acostumbrada a la ciudad. Ni siquiera ha insinuado el deseo de venir a visitarme – Y lo agradecía, lo menos que deseaba era tener a la metiche de su madre arruinándole los planes.

 

 

- La comprendo – Hizo una breve pausa en la que se dedicó a detallarle - Raoul… ¿Te he comentado que te pareces mucho a Fernando?

 

 

El Am aceptó el desafío de su mirada ¡Ah no! Si creía que no se la podría mantener, estaba muy equivocado.

 

 

- Si lo ha hecho…. Cada vez que nos vemos.

 

 

- ¿De verdad? No entiendo porque siempre se me olvida… Bien, tengo que ir a atender a mis invitados. Nos vemos Raoul Am - Amado sonrió con leve desdén y se alejó.

 

 

El ojiverde suspiró más relajado. Cada vez que hablaba con el Mink, sentía una enorme tensión. Era evidente que no se llevaban para nada bien, a pesar de que según sabía, su padre hubiese sido su mejor y más íntimo amigo.

 

 

- Que molesto. Es obvio que tengo que parecerme a mi padre – Hablaba con su  copa medio vacía. Se la llevó a los labios para beberse los últimos vestigios del licor - ¿Cuál es su maldito problema?

 

 

- Debería ser un poco más cuidadoso con sus palabras. No sabe quien terminará escuchándolas y comentándolas por toda la fiesta y finalmente por toda la región... Aunque eso es propio de usted. Ser tan impulsivo.

 

 

Raoul giró la vista en dirección al hablante.

 

 

- ¿Otra copa señor?

 

 

- ¿Desde cuándo eres el mayordomo?

 

 

- Desde que tengo uso de razón – Katze sonrió.

 

 

- Jum…- Viró los ojos - Iason y sus empleados multifacéticos.

 

 

El rubio depositó la copa vacía en la bandeja y tomó una llena.

 

 

- ¿Dónde está Iason? No lo he visto.

 

 

El pelirrojo no demostró la molestia de su comentario.

 

 

- Creo que está un poco ocupado con la señora Biord.

 

 

Raoul por casi escupe el vino. No le gustaba para nada que el ojiazul se juntara con las mujeres de la zona, a pesar de provenir de familias acaudaladas, no comían cuento a la hora de cazar maridos. Él mismo Am se había librado de aquellas arpías en incontables oportunidades.

  

 

Riki por su parte, se hallaba delante de la enorme mesa de casi tres metros que estaba dispuesta con los mejores platillos y manjares. Sus ojos se maravillaban ante el modo tan elegante con que Daryl y los demás sirvientes habían preparado y colocado todo.

 

 

 

- Con esto no me lleno ni una muela – Mantenía en su mano un pequeño bocadillo. Se lo llevó a la boca y sin masticarlo mucho se lo tragó. La exquisitez inundó su paladar. Tomó varios de estos y se los metió de lleno. La contextura y el sabor eran para el joven, algo nuevo y fascinante.

 

 

- ¿Te estás divirtiendo Riki?

 

 

- ¡Glup!... Cof cof cof… - De la impresión tragó de golpe y al hacerlo, le había ido parte de lo masticado por el camino equivocado.

 

 

- Cuidado. Si sigues comiendo así podrías atragantarte – Llevó su mano a la espalda del chico y le dio palmadas.      

 

 

- Señor… Amado… - Trató de hablar, pero aún sentía parte de la asfixia.

 

 

- Toma – Le hizo entrega de su copa de vino, la cual el pelinegro, se bebió de golpe.

 

 

- Ah… - El muchacho suspiró – Me ha pegado un susto de muerte. Supongo que no he olvidado los días en los que me escurría en las fiestas que hacía su esposa, me metía debajo de las mesas a comer lo que robaba… - Sonrió al recordarlo - Siempre estaba alerta por si me descubrían. No podía darme el lujo de masticar cada bocado.  

 

 

- Je je pero ésta vez eres un invitado. No tienes porque apresurarte y puedes comer cuanto te plazca.

 

 

- Si… tiene razón.

 

 

Intercambiaron sonrisas. En eso, el gesto de Amado cambió.

 

 

- Vaya… ¿Qué te parece? – Le quitó la copa vacía de la mano y la admiró – Me acabas de dar un beso… - Le miró junto a una sonrisa – Aunque indirecto, claro está.

 

 

El moreno estaba de colores. No se hubo percatado en el momento de que aquella copa había pasado por los labios del hombre antes de estacionarlos en los suyos. Sintió como si su cuerpo estuviera lleno de vapor, tal vez el licor le estaba afectando. No, no debía de ser eso, Riki sabía muy bien que era fuerte a la hora de beber. Pensar en qué se sentiría besar aquellos labios, no le ayudaba en su situación.

 

 

- Espero no haberte importunado con mi broma – Le interrumpió el delirio mental.

 

 

- Eh… no, que va. Es que me parece raro que un señor como usted sea tan bromista. Pero no se preocupe, dudo mucho que logre escandalizarme, de hecho creo que podríamos competir en eso – Admitió con absoluta seguridad. Una fuerte carcajada lo hizo volver a verle.

 

 

- Eres un hombre sorprendente ja ja ja

 

¿Cómo era posible que su risa sonara tan bien? Riki nunca se había detenido a detallar una carcajada y menos que sintiera deseos de provocarla.

 

 

- ¿Qué opinas de los chistes, Amado?

 

 

- Me encantan – Se aproximó hasta el joven –…Y mientras más subidos de tono, mejor – Le guiñó un ojo pícaro.

 

 

El rostro del moreno se iluminó, se tronó los dedos en señal de preparación ¿Quién mejor que él? Los siguientes minutos bombardeó al hombre con los mejores chistes de su repertorio, eran bastante vulgares y en algunos casos sexistas, extrañamente parecían agradar al rubio, que no dejaba de reírse con cada desenlace.

 

 

- Ja ja ja ja ja ja ja… ¡Ha estado buenísimo! – Le daba palmadas en el hombro.

 

 

- Es su turno – Lo trataba con más confianza.

 

 

- Oh no – Movió su dedo en señal de negación – Los chistes que conozco dudo que te causen gracia. Te aburrirían… por cierto ¿De donde los aprendes?

 

 

 

-  De todos lados. Cuando eres del campo conoces a mucha gente  ¿Qué te puedo decir? Hay que encontrarle el humor a la vida – Se empinó la quinta copa de vino que le habían facilitado.  

 

 

- Ja ja propio de ti – Le cubrió los hombros con un brazo, lo cual era bastante sencillo debido a la diferencias de tamaño - ¿Qué más haces para divertirte?

 

 

Riki sonrió, no sabía si era porque el Mink estaba en aquella edad en la que quería experimentar nuevas cosas para sentirse más joven. La atención que le estaba dando era el aliciente que lo hacía actuar.  

 

 

En cuanto pasó uno de los muchachos con las bandejas, el moreno se la arrebató y se hizo con quince copas, las cuales las colocó en  fila en la mesa. Amado lo observaba con curiosidad. Todos los invitados estaban demasiado inmersos en sus propias conversaciones.

 

 

- ¿Cuánto crees que tarde en beberme todo esto?

 

 

El rubio enarcó las cejas.

 

 

- No lo sé… ¿Diez minutos?

 

 

Riki se rió, burlándose de lo emitido.

 

 

- ¿Qué? – Puso la mano derecha en puño y se dio unos toques en el pecho – Un minuto.

 

 

Iason se aproximó hasta donde sabía se encontraría el moreno “Debe de estar comiendo”, después del sexo, Riki se destacaba devorando alimento. La escena que vio, lo sorprendió.

 

 

- Glup, glup, glup ¡Ah! – Colocó la copa vacía con fuerza sobre la mesa y alzó los brazos en señal de victoria.

 

 

- ¡Vaya! ¡Quince en un minuto! Ciertamente eres increíble.

 

 

- Te lo dije… - Sonreía de oreja a oreja, se sentía victorioso.

 

 

- Padre – Interrumpió el ojiazul.

 

 

- Oh, Iason. Que bueno que nos acompañes. Riki me estaba dando muestras de sus singulares destrezas ¿No es así mi buen amigo?

 

- ¿Qué pasó Iason?... ¿Por qué la cara larga? – Le señalaba con el dedo, moviéndolo de un lado otro y sin dejar de sonreír.

 

 

El aludido ignoró a Riki y se acercó hasta el mayor.

 

 

- He tratado de distraerlos, pero es evidente que se han dado cuenta de tu ausencia. Han estado preguntando por ti padre. Creo que lo mejor es que vayas a atender a los invitados.

 

 

- Oh. Tienes razón. No hay que olvidar las cortesías – Se dirigió a Riki – Nos vemos joven Riki. Un placer compartir contigo.

 

 

Iason no le quitó los ojos de encima hasta que el rubio se unió a la bandada de hombres. Entonces se volvió hacía el pelinegro. En el momento en que Riki se tambaleó, Iason se apresuró en tomarlo para evitar que se cayera.

 

 

- Rayos ¿Por qué todos dan tantas vueltas?  

 

 

- Estás ebrio.

 

 

- Claro que no… necesito un poco de aire fresco, eso es todo.

 

 

- Me parece bien, porque me gustaría hablar contigo…  solas – El rubio le rozó los dedos.

 

 

El menor aguantó el deseo de tomarle de la mano y le siguió. La noche ya había caído y las estrellas salpicaban el cielo.

 

 

- Es una hermosa vista ¿No crees?

 

 

- Si que lo es – Ciertamente el aire limpio lo hacía sentirse mucho mejor – Por lo visto tu padre es muy popular – Comentó.

 

 

- Sabe como agradar a las personas. Pero que no te engañe, ese es otro modo de manipulación. 

 

 

En el momento en que Riki volvió la vista hacía Iason, encontró con que éste lo miraba con fijeza. Toda la cara del pelinegro se coloreó al instante.

 

 

- ¿Qué? ¿Por qué me miras así?

 

 

- A pesar de tu aroma a licor, luces encantador – Le regaló una amplia sonrisa. 

 

El Mink le había dado un traje de etiqueta negro que le quedaba perfecto. Le pidió ayuda a Daryl con lo de la corbata, eso era algo que Iason no debía saber.  

 

 

-  Tsk – Desvió la mirada – Lo dices para hacerme molestar.

 

 

- Vamos Riki. Eso no es cierto. Cuando te vi con el traje de Kirie me di cuenta de que te quedaban bien... Demasiado bien.

 

 

- ¿Tienes que recordar a esa plaga? - Se cruzó de brazos - No me gusta que me compares con él.

 

 

- En ningún momento los…

 

 

- ¡Ya olvídalo! – Cortó.

 

 

Iason sonrió internamente. Era evidente que Riki no soportaba que le recordara la existencia de aquel desafortunado joven. El ojiazul se aproximó peligrosamente hasta su querido.

 

 

- Oye… podrían vernos.

 

 

- Por favor Riki ¿A ésta hora? Tus compañeros deben estar durmiendo o embriagándose por ahí… no te preocupes – Le tomó de la corbata y de la cintura. Lo atrajo – Si lo hacemos rápido no se darán cuenta.

 

 

- Pero…

 

 

Riki sabía que no podría evitar gemir, cuando tenían sexo el placer que sentía era demasiado.

 

 

- Anda… - Amasaba sus nalgas –…No sabes el esfuerzo que he tenido que hacer para no violarte en plena reunión… - Le susurraba a su oído -  ¿Puedes sentirlo?

 

 

- Jumm… - Gimió con dulzura. El abrazo en el que estaba sumido con el ojiazul lo estaba excitando cada vez más –…Está bien… pero aquí no… vamos a mi cabaña.

 

 

***

 

 

Al tumbarse en la cama, Riki se relajó, habían tenido una sesión bastante ruda. Se sorprendió cuando de golpe el mayor le atrajo hacía su pecho. Iba a protestar, pero nada salió de su boca.

 

 

Guardaron silencio por un par de segundos. Sus respiraciones eran el único ruido de la habitación. Riki sentía un extraño cosquilleo desde la planta de sus pies, Iason le peinaba  el cabello con los dedos, sus ojos se hallaban cerrados ¿Qué pensaba? El muchacho bajó la mirada y se recostó en el blanco pecho, estaba plagado de rubios vellos. Sonrió, era una vista que le gustaba, los vellos eran tan claros que casi no se veían en la penumbra de la habitación. Se atrevió a acariciarle, fue entonces cuando sintió un ligero movimiento, el toque había producido una pequeña risita en el Mink.

 

 

- Debe ser fácil encontrar si se te pega alguna pulga. A diferencia de mí.

 

 

La risa del Mink se alargó, producto del comentario. Era natural que alguna bicho  apareciera de vez en cuando a molestar y más cuando llegaban las temporadas lluviosas y los mismos se alborotaban.

 

 

Iason estaba sumamente contento. Le encantaba que el joven lo mimara de aquella manera. Llevó uno de sus grandes y pálidos pies hasta uno de los del moreno, rozándolo. Ahora era Riki el que sonreía “¿Qué pretende?”, de aquella manera podía ser testigo de las diferencias de color, resaltando el tono del rubio en aquella habitación medio oscura; la piel de Riki gozaba de ese color tostado que sólo se obtenía en horas extensas bajo un sol abrasador. Volvió la vista a los pies, había que ser sinceros, el muchacho no era de los que prestaban atención a ésta parte del cuerpo, en tanto que los del Mink, parecían los pies de algún príncipe, con las uñas debidamente cortadas a diferencia de las del moreno. Riki se dio cuenta entonces de que comparados, sus pies eran algo pequeños.

 

 

El rubio acabó con el silencio y lo sacó de su debate.

 

 

- Me gustaría que mañana me acompañaras. Tengo algo que mostrarte – Informó el ojiazul.

 

 

- ¿En serio?

 

 

- Si.

 

 

- ¿De que se trata?

 

 

- Es una sorpresa.

 

 

- Jo… así que es eso. Bueno, si no quieres decirme no insistiré más. Esperaré a mañana para saber.

 

 

Riki se sintió dichoso, a decir verdad los últimos días se había sentido abandonado. Ahora Iason le tenía preparado alguna cosa… estaba cien por ciento seguro de que se trataba de algo sexual. El moreno para nada pensaba en el romanticismo.

 

 

Lo vio con buenos ojos. El sexo con el rubio había dejado de ser algo superficial para él… sólo que no se daba cuenta de ello.

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

Bien, hasta aquí les llego por hoy. He optado por que Amado sea aparte de un seductor, un poco socarrón, hasta los momentos ha encantado a nuestro Riki… si supiera el muchacho lo que le espera je je  n_nUu Ahora las interrogantes: ¿De que tratará la supuesta sorpresa de Iason? ¿Cuáles son los planes de Amado? ¿Por qué Amado y Raoul no se pueden ver ni en pintura? ¿Qué sucederá en el próximo episodio? Habrá que esperar para averiguarlo ;) creo que no tardaré tanto (inner: léase el “creo” xD) je je lo digo porque ya tengo la idea del capi siguiente, así que estense pendientes mis corazones n.n Sin nada más que decirles, le agradezco  por llegar hasta aquí y les deseo un feliz año a todos!!! :D hasta la próxima!! Bye Bye!!

 

 


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