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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

 

Konnichi wa!!! ^O^0 Cómo están mis queridos y adorados? :D Quiero agradecer el que estén de nuevo aquí y a cada personita que se animó a dejar su comentario en el capi pasado, en verdad fueron unos rr muy gratificantes que me llenaron de energía para seguir adelante con éste delirante y un poco demente proyecto n_n muy bien… La cosa se nos ha vuelto un drama total, nunca me lo imaginé ja ja como siempre digo, espero que lo que están por leer sea de su agrado… see ya!! :3

 

 

 

 

 

***Flash Back***

 

 

 

 

¡Cuán seductora!

Cuán hechicera

La vez primera

Que yo la vi!

¡De recordarlo mi lloro estanco!

Llevaba entonces un traje blanco

La vez primera que yo la vi.

Ojos muy bellos,

Boca pequeña,

Dulce, risueña

Cual la ilusión;

Alba paloma

Que se levanta,

Y, alegre, canta

¡Aquí en el árbol del corazón!

 

 

 

 

 

 

Evangeline y Amado en efecto tuvieron un matrimonio arreglado. Dieciocho y veinte años tenían los jóvenes cuando contrajeron nupcias. No pensaron ni por un momento en el amor, estaban seguros de que eso vendría luego de casarse, después de lo hijos y si tenían suerte, se obtendría con el pasar de los años. Eran la pareja deleite de la región y eso era lo importante.

 

 

Cuando Evangeline quedó embarazada, Amado se llenó de gozo, siempre adoró la idea de tener un heredero. Fernando Am, su mejor amigo y quien también se había casado en la misma época, celebraba la dicha y anhelaba que su esposa también le brindara tan extrema felicidad.

 

 

- Cuando mi hijo nazca tendrá sólo lo mejor de lo mejor – Solía mencionar el rubio.

 

 

- ¿Y si es mujer? – Comentó Evangeline.

 

 

- Será el primogénito y será varón. No lo pongas en duda.

 

 

…Ah… pero al destino le gusta jugar con los seres que habitan en ésta tierra. El día en que la señora Mink dio a luz, Amado dejó a un lado todas sus labores como dueño de hacienda y fue a recibir a la criatura. La partera salía con un bebé en brazos.

 

 

- Es una niña.

 

 

Amado se acercó y cuando sus ojos dieron con la recién nacida, el hombre se enamoró por completo de ella. No perdió tregua y la tomó en brazos, era sumamente hermosa, blanquita, con rubios cabellos y unos enormes ojos azules.

 

 

Entró a la habitación en donde se encontraba su mujer – a pesar de que le insistieron en que debía dejarla descansar – y le depositó un dulce beso en la frente húmeda. Evangeline despertó debido al sutil contacto y se halló con la sonrisa más resplandeciente que jamás hubo visto en su marido.

 

 

- Gracias por darme ésta hija tan hermosa Evangeline – La acunaba entre sus brazos.

 

 

La frágil rubia le devolvió una fatigada sonrisa.

 

 

A la niña la llamaron Felicia y de Amado era la luz de sus ojos. Pero la pequeña era muy enfermiza, se la pasaba de fiebre en fiebre y de gripe en gripe. Era lo poco que salía de casa y los médicos insistían en que debía permanecer alejada de la ciudad. Los padres decidieron que vivir permanentemente en la hacienda era la mejor opción para su hija. Tanto la amaban y cuidaban que no pensaron ni por un momento en tener otro hijo. Felicia, su querida princesa.

 

 

- Fernando ¿Qué acaso Bernice y tú no piensan tener hijos? Ya mi Felicia tiene cinco años. Había pensado tal vez que de tener un hijo nuestras familias podrían quedar emparentadas ¿Qué no es acaso una idea extraordinaria?

 

 

- Nada me sería más grato. Y aunque te lo parezca, no es que no deseemos tener descendencia. Sólo que pensamos que las cosas son a su debido tiempo.

 

 

- Vamos Fernando. Ya es el debido tiempo. Sólo bastaría una noche para que eso se diera – Pronunció junto a una sonrisa picarona.

 

 

Fernando respondió al gesto.

 

 

- Sabes que a lo designios de Bernice muy poco se le pueden dar reparo.

 

 

- Tienes razón. Te ha tocado una mujer de carácter férreo – Mencionó junto a una sonrisa.

 

 

La familia Am también había arreglado un matrimonio para su primogénito. Lastimosamente los Minks no habían tenido una joven con la que casar a Fernando. Bernice y Evangeline pertenecían a familias muy acaudaladas de la región oeste de Tanagura, y respondiendo a los estándares impuestos por ambas familias, se efectuaron los cortejos y nupcias posteriores.

 

 

Amado y Fernando eran los mejores amigos. Amistad promovida por sus padres y estos a la vez por sus abuelos.

 

 

Era normal que compitieran en todo. Por eso cuando Felicia nació, Amado subió en la escala de esa competencia, era el primero en tener a un hijo. El hecho de que fuera mujer no le importaba en absoluto a Amado, quería tanto a su hija que ya no le interesaba el estereotipo de que el primogénito varón tenía más prestigio entre las hembras. Felicia sería la heredera de todo lo que hubo y construiría.

 

 

El tiempo pasó y cuando Felicia cumplió diez años, los médicos propusieron que el tratamiento de la niña se hiciera en la ciudad, a pesar de opiniones pasadas.

 

 

- Sólo será por un tiempo – Explicaba Evangeline.

 

 

Amado no estaba de acuerdo, el hecho de que su esposa y su hija le dejaran así fuera “por un tiempo” no le gustaba en lo absoluto. Se había apegado demasiado a la niña como para dejarla marchar así como así.

 

 

Pero la medicina había avanzado y el mejor tratamiento se encontraba allá. Amado no podía irse con ellas, las cosas en la hacienda Mink estaban muy complicadas en aquella época. Había sido un mal año que los había dejado al borde de la quiebra. Trabajo duro y esfuerzo doble era lo que la devolvería a su apogeo.

 

 

Un año entero fue lo que pasó Amado sin su mujer y su hija. Viniendo las mismas de visita en unas cuantas veces en ese tiempo, en días feriados e importantes y sólo cuando la niña no se hallara indispuesta.

 

 

Evangeline como esposa precavida. Se aseguró en despedir a toda mujer de la hacienda mientras ella se encontraba fuera de la misma. Claro que eso no detuvo al semental Mink. En ese tiempo, Amado buscó el calor y el cariño en la cama de sus sirvientes hombres…. e inclusive en la cama de su amigo Fernando.

 

 

- Ten. Un detalle.

 

 

Cuando descubrió el anillo se lo colocó de inmediato.

 

 

- Es hermoso – En su mano izquierda ahora se hallaban dos anillos. Dos compromisos con sus amantes, en el dedo corazón el de su esposa, y ahora, en el índice, el de su ojiverde amor – Lo atesoraré.

 

 

- ¿Qué es lo que vamos a hacer con Bernice y Evangeline? – Preguntó el Am luego de haber hecho el amor con el Mink.

 

 

- ¿Cómo que qué vamos a hacer Fernando? – Se separó de sus brazos que por unos instantes le sirvieron de cobijo – Tú seguirás casado con tu Bernice y yo con mi Evangeline – Aclaró – No es necesario arruinar nuestros matrimonios ¿No lo crees así?

 

 

El de los rizos asintió. Además Amado era padre, no era justo para esa pequeña que él le arruinara su hogar… por muy enamorado que estuviera de Amado. Su corazón era fuerte, podría continuar amándolo de aquel modo por un tiempo más.

 

 

- Oh Fernando… ven aquí.

 

 

Fernando se conformó en ese entonces. Tener a Amado en su cama de vez en cuando le parecía suficiente para aliviar la pasión sofocante que acompaña al romance.

 

 

Pero lo que no sabía el Am, era que aquello que sentía era fuerte si, pero no se trataba de amor verdadero. Era cariño sincero. Apego a los placeres del cuerpo.

 

 

 

Tal vez sentía

Pasión profunda

La vez segunda que yo la vi…

Danzaba alegre con dulce anhelo

Luciendo un traje color de cielo

La vez segunda que yo la vi.

Ella era un ángel:

Faltándole alas

Flotaba en galas

De rosa y tul;

Y a los acordes

De la armonía

Resplandecía

¡Como una estrella del cielo azul!

 

 

 

Cuando Felicia regresó a la hacienda Mink, ya tenía once primaveras. Se había vuelto una hermosa jovencita y tanto su padre como su madre, estaban maravillados con su belleza, claramente heredada.

 

 

Felicia era muy soñadora y como toda niña, le encantaban los cuentos de princesa y las historias que hablaban de amores verdaderos.

 

 

- Madre… ¿Tú amas a mi padre?

 

 

La mujer se hallaba peinando los cabellos de su hija.

 

 

- Yo lo quiero.

 

 

- Eso es diferente – Felicia rió – En los cuentos las hermosas princesas se enamoran de sus muy apuestos príncipes y se casan con ellos… ¿Qué eso no pasó contigo?

 

 

La mujer llevó la mano hasta la mejilla de la chica, donde la acarició en un dulce gesto maternal.

 

 

- Mi hija querida. Cuando te casas aprendes a querer al marido. Ese amor que cuentas sólo existe en las mentes de los poetas y de los cuentistas…

 

 

- ¡Eso no es verdad! Tantas personas no pueden estar equivocadas. Dicen que se llega a tener un sentimiento jamás experimentado, como si miles de mariposas revoloteasen con fulgor en el estómago, que el mundo deslumbra y que la vida es digna de ser llamada vida cuando el amor toca a su puerta – Interrumpió la niña – Algo tan bello debe de existir en realidad. Estoy segura… y yo lo quiero sentir ¡Oh madre! ¡En verdad lo quiero! Es lo único que realmente deseo en éste mundo.

 

 

Evangeline miró a la rubia y halló un ávido destello en sus ojos cerúleos. Suspiró para luego esbozar una sonrisa.

 

 

- Vamos a hacer algo Felicia…. cuando seas mayor, podrás casarte con la persona que logre capturar de ese modo tan precioso tu corazón.

 

 

- ¡¿Lo dices en serio madre?! – Felicia saltó alegre de su sitio. Conocía muy bien la historia de su familia, los matrimonios arreglados siempre habían existido y hasta la fecha nunca habían cedido.

 

 

- Si… y tienes mi palabra de que si tu padre se opone, yo haré hasta lo imposible para que mi niña se case por amor.

 

 

Felicia explayó una enorme sonrisa. Abrazó con fuerza a su madre.

 

 

- ¡Gracias madre!

 

 

- Tú eres a quien más amo, mi niña ¿Cómo podría no querer lo mejor para ti? – Apretó a la rubia contra su cuerpo y la llenó de besos.

 

 

Pero, la historia de Felicia se hallaba más distante de la que siempre se imaginó.

 

 

El tiempo pasó y el amor iluminó por fin, el umbral de su ser.

 

 

Fue en aquella ocasión, cuando ambos se encontraban danzando y jugueteando en el campo, inocentemente y sin ninguna preocupación, el instante que el amor vio perfecto para interceptarse en sus corazones.

 

 

Giraron y giraron sobre el pasto, rieron hasta que les dolió el estómago. En el momento en que se les acabó el aire, se dieron cuenta de la situación: Fernando se había caído sobre Felicia. Se mantuvieron en silencio. Los verdes ojos admiraron la belleza de la criatura que tenía bajo suyo, los ojos azules se enternecían ante el hombre que los miraba. Poco a poco el rubio se acercó y depositó en los rosados labios el beso más dulce de todos, el que da el inicio al amor.

 

 

- Felicia… lo siento – Se disculpó al darse cuenta de su falta – Esto no debió…

 

 

- No lo hagas. No digas algo que seguramente destruirá mi corazón – Hablaba con los sentimientos a flor de piel.

 

 

- Felicia…

 

 

No pudieron detenerse. Sus corazones se conectaron y comenzaron a latir al mismo tiempo desde entonces.

 

 

¡Felicia era tan Feliz! Su corazón rebosaba por su querido.

 

 

- Fernando… - El hombre la cubría con sus brazos, cuales alas cobijando a su amor.

 

 

- He venido de inmediato al recibir tu carta.

 

 

- Sólo quería compartir contigo algo hermoso.

 

 

- Oh Felicia. Sólo verte… me conformo con sólo verte.

 

 

La ojiazul se cubría la sonrisa con ambas manos como niña chiquita, amaba por vez primera y tan rápido como el amor le supo a miel, luego le supo a hiel. Esto era amor, que su corazón aprendió con profunda herida.

 

 

- Felicia. Esto que hacemos… está mal – Le hablaba Fernando afablemente en una ocasión.

 

 

- Fernando, yo te amo ¿Tú me amas?

 

 

- Oh Felicia. Yo te amo y en demasía, un amor tan profundo jamás sería hallado en los confines de la tierra.

 

 

- Entonces mi querido Fernando, no tenemos porqué lamentarnos. El amor nunca podría ser considerado malvado – Mientras hablaba, la rubia sostenía una de las manos del ojiverde entre las suyas.

 

 

Felicia se sentía la mujer más feliz del mundo, pero también la más desdichada.

 

 

Los Mink y los Am solían hacerse visitas regulares, siendo aquellos encuentros una agonía para los amantes. Felicia sentía que su corazón se estrujaba cada vez que veía a Fernando al lado de su esposa, recriminándose en todo momento el concebir algún pensamiento corrosivo. Bernice también la lastimaba, sentirla cerca le hacía sentir la culpabilidad y los celos que nunca deseó experimentar.

 

 

Fernando tenía que hacer acopio de sus sentimientos en aquellas ocasiones, no debía dejarse en evidencia y mucho menos frente a Amado. Aquel hombre era idéntico a un perro de caza, sería capaz de descubrir sus pensamientos si se descuidaba; por ende, en las mencionadas reuniones el Am se dejaba llevar por el Mink, para desviar cualquier indicio de su amor secreto.

 

 

- Fernando. Mi buen amigo. No sabes lo dichoso que es para mí que vengas a visitarme.

 

 

- Cómo no hacerlo. Siempre has sido para mí lo más cercano a un hermano.

 

 

Amado halló sus palabras un tanto amargas. Era cierto, desde hacía años eran muy cercanos. Su amistad llevaba labrada mucho tiempo… como también su relación.

 

 

- Amado… - Sintió cuando la mano que el hombre había depositado en su hombro, ahora se deslizaba con parsimonia a un lado de su cuello.

 

 

- Has palidecido de pronto ¿Temes?

 

 

- Si. Nuestras esposas conversan a nuestras espaldas.

 

 

- ¿Insinúas que sospechan? – Jugueteaba con los rulos que se enrollaban y desenrollaban entre sus dedos.

 

 

- De no hacerlo lo harán. Alejarnos por tanto tiempo. Sólo tú y yo… no es la primera vez. Es cuestión de que cometamos un error para que…

 

 

- Fernando – Le interrumpió – Cálmate. Estás volviéndote paranoico – Se burló.

 

 

Lo que el Mink no sabía era que la angustia de ser descubierto era más grande para el ojiverde. Desconocía que compartía aquella angustia con su hija.

 

 

- Ahora lo que más ansío es besarte – Delineaba el mentón cubierto por una fina barba rubia – Escuchar de tus labios aquellas frases y sonidos que tanto adoro…

 

 

- Basta Amado. Te lo pido…

 

 

- Me contengo Fernando ¿No sientes pena por mí? Mientras tú hablabas con tu Bernice yo me abstenía del deseo de arrancarte de sus brazos – Sonrió con levedad – Mi lujuria está consumiendo mis entrañas. Mi deseo de doblegarte me hace cada vez más ciego… ten pena de mí ¡Oh Fernando!

 

 

Fernando sentía cada palabra como un puñal. Instantes atrás había hallado en una mirada de Felicia el deseo de sonreírle, pero no una sonrisa de cordialidad, quería regalarle una sonrisa de enamorada, una amplia y tan brillante, que iluminaría el amor que sentía por todo el salón. Y ahora ante sus ojos el padre… Amado, a quién también adoraba, le corrompía los pensamientos de la manera más vil.

 

 

- Amado… volvamos. Tus sentidos se han embriagado por culpa de la luna – Comentaba sabiendo que aquella era fiel testigo de encuentros furtivos entre amantes – Regresar a los temas de conversación habituales aplacará sus efectos… ven. Entremos.

 

 

Más el ojigris no se movió de su sitio.

 

 

- Si. Mis sentidos se han agudizado… - Fue acercándose hasta el ojiverde. Cuando éste trató de alejarse, el Mink le tomó con rudeza de los antebrazos, obligándole a que le encarara – Pero no culpes a la luna por lo que tú has hecho.

 

 

- ¿Qué es lo que pides de mí? – La fuerza con la que el otro hombre le sostenía, le imposibilitaba la huída.

 

 

Ante sus palabras, Amado explayó una sonrisa. Seguidamente juntó sus labios con los del otro rubio.

 

 

Fernando trató de separarse, dentro se hallaban sus esposas y Felicia… temía el ser descubierto.

 

 

Amado en vez de separarse el forcejeo del que era participe lo llenaba de extrema excitación. Le tomaba entonces de la nuca y le obligaba a mantenerse enclaustrado en el beso.

 

 

- Ah… - Los propios sentidos de Fernando se hallaban agudizados.

 

 

- Cuánto ansiaba tus besos – Confesaba al tiempo que deslizaba su nariz por la piel del rostro, aspirando su aroma.

 

 

- Calla – Ahora era Fernando quién atraía y profundizaba el contacto.

 

 

En la sala, las mujeres hacían lo posible por mantener las sonrisas, pero era evidente que los temas de conversación se estaban agotando. Felicia no había hablado más que lo necesario, su mente se hallaba en otro lado, angustiada por las elucubraciones, imaginando que su padre sospechaba algo entre ella y Fernando ¿Y si ya lo sabía? ¿Y si se estaba llevando a cabo un enfrentamiento?

 

 

- Los señores se han tardado – Se atrevió por fin a puntualizar Evangeline.

 

 

- Tienes razón. Los han enclaustrado las estrellas y sus constelaciones. Ya sabes cómo son esos dos.

 

 

La Mink hizo un gesto de conformidad ante su elocución.

 

 

- Aún así, creo que lo mejor es mandarlos a buscar… no es correcto que se pierdan en las estrellas y dejen a sus esposas a su suerte – Evangeline iba a llamar a uno de los sirvientes cuando fue interrumpida.

 

 

- No te preocupes. Yo iré por ellos.

 

 

- Oh. Sería molestarte dos veces, siendo que fue mi marido quien invitó al tuyo a dar aquel paseo.

 

 

- Tranquila – Emitió Bernice – El señor Am tampoco es un santo.

 

 

Felicia estuvo tentada de levantar la mirada para saber si aquel comentario tenía el significado que ella especulaba, pero el miedo mantuvo sus iris azules en un punto lejano en el suelo.

 

 

La pasión de los hombres se hallaba encendida. Las manos no perdían tiempo y arrancaban caricias toscas a su paso.

 

 

- Debemos detenernos… - Pidió Fernando sin apartarse del fogoso abrazo.

 

 

- No me pidas eso – Le besaba mientras mantenía presa la cadera del ojiverde.

 

 

- Vayamos a mi casa de campo éste fin de semana… allí podremos dar rienda suelta a nuestros deseos sin preocupaciones – Trataba de convencerle.

 

 

- Es mucho tiempo. Yo quiero someterte y que me sometas ahora mismo.

 

 

El Am tragó grueso, para ellos no existía un activo o un pasivo. Sus prácticas sexuales dictaban una doctrina libre de etiquetas. Pero Amado era rudo, mucho más de lo que Fernando podía llegar a ser. Amado era más cruel, adorador de la bestialidad. Fernando era mucho más tierno, pero no por ellos era menos pasional en la cama. Podía montar al Mink sin apartar de su mente la idea de satisfacerle y no sólo de satisfacerse a sí mismo; e inclusive cuando el romance exigía un toque de sadismo, Fernando multiplicaba sus besos y sus caricias. Amado estaba completamente hechizado por el amor tan considerado del Am. Sólo a él le permitía sodomizarlo ¡Sólo con él se sentía violentado!

 

 

- Ya no más – Exclamó el ojiverde - Debemos esperar. No es el lugar ni el momento adecuado.

 

 

- Pedirme que me aguante más sería una crueldad – Emitió desdeñoso y con anhelo de bajarle la bragueta del pantalón – Si lo que perturba tu concentración es que nos encuentren, podemos ir hasta una de las habitaciones de la casa.

 

 

- Amado… - Enterneció el mirar, tratando de apaciguar el fuego interno – La espera no hace más que aumentar el deseo ¿No te parece?

 

 

- Mmm… tienes razón – Sonrió.

 

 

- Así es. Mantén cautiva tu pasión como si se tratase de un animal feroz, que yo mismo me encargaré luego de amansarlo.

 

 

Amado sonrió aún más, totalmente complacido de sus palabras ¡Oh! ¡Cómo adoraba que Fernando lo sedujera de aquella forma!

 

 

Cuando iban a cerrar el pacto con un beso, un ruido a sus espaldas les heló la sangre.

 

 

- Que osadía… ¿Cómo se atreven a abandonar de una manera tan despiadada a sus esposas?

 

 

- Señora Bernice… tiene usted razón. Disculpe nuestro descaro – Hablaba Amado mientras que tras suyo, le daba tiempo a Fernando de reponerse – Estábamos por entrar al salón.

 

 

La rubia medio sonrió y no se apartó de su sitio hasta que los hombres empezaron a movilizarse.

 

 

- ¿Qué sucede esposo? Luces exaltado.

 

 

- Son cosas tuyas mujer – Exclamó el ojiverde luego de pasarle por un lado.

 

 

Amado observó a la mujer de los rizos que claramente le desafiaba tras esa mirada.

 

 

- Señor Mink… ¿Sería muy atrevido de mi parte si le pidiera un favor?

 

 

- En lo absoluto – Le dedicó una sonrisa.

 

 

La mujer levantó su mano izquierda, con los dedos totalmente extendidos.

 

 

- Que no se le olvide con quién el señor Am prometió que estaría hasta el último de sus días.

 

 

- Oh… eso lo sé muy bien.

 

 

Trató de oculta tras sus labios, la molestia que le produjo el que le mostrara la argolla en su dedo.

 

 

Bernice era hermosa, Amado lo aceptaba y más, porque antes de ser comprometido con Evangeline había admirado su belleza en las fiestas; le mandó con sirvientes incontables flores que nunca trajeron respuestas… amor de muchacho que hasta la fecha no había olvidado.

 

 

- No tiene de qué alarmarse. Es usted una mujer hermosa, sólo un hombre tonto se atrevería a abandonarla.

 

 

- Tal vez tenga usted razón. Pero hasta el más inteligente de los hombres no está exento de los murmullos del diablo.

 

 

La compasión que el Mink sintió bañó a la ojiverde de los pies a la cabeza. Bernice pensaba que aquel hombre le estaba metiendo ideas a su marido en la cabeza ¡Pobre criatura! Amado por un instante se sintió tentado de imaginarse la reacción que seguramente hubiera tenido la mujer de haberlos encontrado manteniendo relaciones… la sonrisa desapareció y aquel deseo morboso desapareció, ver aquel rostro angélico bañado en lágrimas le punzó el corazón.

 

 

Tal vez, el amor de Amado hacia Fernando había iniciado como una manera de acercarse un poco a aquel amor de chicuelo que le tuvo a Bernice… ahora ese amor hacia la mujer formaba parte de sus recuerdos.

 

 

Fernando era su amor verdadero.

 

 

Lamentablemente era su amor verdadero.

 

 

- Quisiera darte algo más llamativo, como un collar o alguna prenda que pudieras exhibir y llevar siempre contigo… pero no quisiera provocarte problemas.

 

 

La muchacha sostenía entre sus manos el libro que el hombre le hubo obsequiado.

 

 

- Es perfecto – Lo abrazaba – Es el regalo más hermoso que jamás me han hecho.

 

 

- ¿Así te parece Felicia? – Se llenaba de emoción.

 

 

La aludida asintió.

 

 

- Si. Lo atesoraré por siempre.

 

 

Le confesó que aquel libro lo había acompañado toda su adolescencia y adultez, contenía los poemas que más adoraba.

 

 

- Felicia – La mantenía entre sus brazos - …Mi verdadero amor.

 

 

Con un dulce beso, la ojiazul percibió la honestidad contenida en sus palabras.

 

 

El amor cuando germina no tarda en dar sus frutos.

 

 

- Estás embarazada. Más te vale que me expliques como pasó esto.

 

 

- Padre yo…

 

 

- Estoy muy decepcionado.

 

 

Felicia se sintió terrible. Nunca había decepcionado a su padre… y eso la lastimó.

 

 

- ¿Quién es el padre?

 

 

- …

 

 

- Felicia. Contéstale – Intervino Evangeline.

 

 

- No… no te lo diré.

 

 

- ¿Qué? ¿Por qué no Felicia?

 

 

- Puedes decirme lo que quieras y hasta puedes pegarme… pero por más que insistas, no te diré quién es – Exclamó con valentía.

 

 

- ¡Felicia! – Evangeline se mostraba alarmada.

 

 

Le dolía ver a sus padres decepcionados, pero la joven sabía que de saber la verdad, sus padres se alarmarían aún más… y lo que le parecía peor… la persona que tanto amaba, sería acusada e innegablemente condenada. Lo protegería, fuera como fuera, ella lo haría.

 

 

– No puedes tenerlo ¿Qué dirán si tienes un hijo sin estar casada?

 

 

- ¡Eso no madre! No me hagan perder a mi hijo – Imploró Felicia mientras se sostenía el vientre, protegiéndolo.

 

 

- ¿Y qué pretendes que hagamos? Serás señalada si eres una madre soltera – Continuó la rubia mayor.

 

 

- No me importa – Miró a Amado – Padre, en verdad no me importa ser señalada, pero por favor… no me quites el fruto de mi amor.

 

 

El rubio rompió el silencio:

 

 

- Muy bien. Puedes conservar a la criatura.

 

 

Felicia se llenó de un enorme sentimiento de bienestar.

 

 

- Gracias pa…

 

 

- Pero deberás casarte cuanto antes. Escogeré para ti un marido y él se encargará de ti – Se sobó las sienes - Permanecerás encerrada en tu habitación hasta que eso ocurra.

 

 

De nuevo Felicia fue presa del pánico.

 

 

- ¡Pero…! – Trató de buscar contacto con su padre, pero éste la apartó de inmediato.

 

 

- Ya basta Felicia. Suficiente has hecho con tu descaro. No pienses que no tendré severidad contigo – El tono de voz de Amado era en extremo disciplinario – Obedecerás mis ordenes y se acabó.

 

 

Cuando la chica bajó la cabeza, totalmente entristecida. Evangeline sintió que se le desboronaba el corazón… por mucho que estuviera de acuerdo en que Felicia había cometido una falta, no podía dejar las cosas así, ella había prometido que la dejaría casarse con la persona que amara ¡Tenía que hacer algo!

 

 

- Esposo mío. No hay que llegar a tales extremos – La mujer llamó la atención del hombre, se aproximó hasta él destilando sus encantos – Felicia puede tener a su hijo a su lado sin necesidad de casarse.

 

 

Al escucharle, Felicia levantó la mirada, esperanzada.

 

 

Evangeline llevó su blanca mano y la depositó en el rostro del rubio.

 

 

- ¿Querías un heredero? – Le susurró – Pues resulta que tu esposa tiene tres meses de embarazo.

 

 

Amado se perdió en la mirada de Evangeline y nadando en ella desentrañó los planes de la mujer.

 

 

- Nadie sospechará nada. Seremos muy precavidos – Continuaba amansando a su esposo con sus palabras y sus caricias – Y cuando Felicia tenga la edad suficiente y el marido que escoja, podrá decirle a su hijo la verdad…

 

 

- Evangeline… - Tomó la mano entre las suyas y la retiró de su rostro – De acuerdo. Se hará como dices.

 

 

Felicia agradeció a su madre entre susurros.

 

 

- Madre...

 

 

- Tendrás al niño, pero nadie debe saber que es tu hijo. Lo haremos pasar por tu hermano.

 

 

- Eso no...

 

 

- Es la única manera Felicia. Ya cuando encuentres un marido podrás llevártelo contigo y decidir si le cuentas la verdad o no. Pero ahora nadie debe de saber que te embarazaste con tan sólo trece años ¿Qué dirían de nosotros si la gente se entera?

 

 

- Si… tienes razón – Completamente apesadumbrada – La reputación…

 

 

Lo que debilitó a Felicia no fue la enfermedad, fue la tristeza que germinó en su corazón. No podía expresar todo el amor que sentía, ni hacía su enamorado ni hacía su hijo… un corazón tan frágil cómo el suyo no podía abarcar tanto amor y tanto dolor sin perjudicarse.

 

 

- Por favor hijo mío, no te parezcas a tu padre. Hagas lo que hagas no te parezcas a él – Aquella era la canción de cuna con la que arrullaba a la criatura mientras se frotaba con cariño el vientre – Nadie puede saber que eres su hijo. Ayúdame a protegerlo… por eso… no te parezcas a él… por favor…

 

 

Tener que pedir algo así…

 

 

- ¡Fernando! - Sintió cuando el hombre la abrazaba por detrás - Detente. Alguien podría vernos.

 

 

En aquella ocasión, el Am había venido de visita.

 

 

- Felicia... - Susurró a su oído.

 

 

- Mira – Se tocaba el vientre – Ya se nota un poco más – Le había contado la noticia. El Am había reaccionado diferente, la felicidad que halló en él al enterarse era lo que le daba fuerzas.

 

 

- Felicia, yo... hay algo que debo decirte.

 

 

La rubia cerró los ojos. Esperanzada.

 

 

- "Huyamos, Fernando. Pídeme que huyamos, que nos vayamos muy lejos con nuestro hijo... pídemelo y no dudare en seguirte" - Rezó.

 

 

- Bernice esta embarazada.

 

 

La noticia la cubrió como un manto oscuro. La esposa de Fernando, Bernice de Am, estaba esperando un hijo del hombre que era su amor.

 

 

Felicia se apartó del rubio. Se giró.

 

 

- Muchas felicitaciones, señor Am - Emitió con una sonrisa sombría - Espero que su esposa tenga un embarazo feliz y sin complicaciones.

 

 

- Felicia... - El ojiverde la miró con tristeza, sabía que la noticia había hecho estragos en su ser – Ojalá pudiera ser de otra manera.

 

 

- Pero ésta es la que ha sido.

 

 

- Sabes que te amo y al hijo que llevas en tu vientre.

 

 

- Lo sé – Sonrió levemente, tuvo que tragarse las lágrimas. Su corazón le dolía al saber que aquel que amaba no podía ser suyo – Lo sé…

 

 

- Lo mejor es que... no venga tan seguido como antes.

 

 

- Comprendo.

 

 

- Felicia…

 

 

¿Cómo contarle que en el momento en que iba a confesarle a su esposa que la dejaría, le había callado para darle la noticia de su embarazo? Sus planes cambiaron de un momento a otro. Ya no podía marcharse.

 

 

Los meses pasaron y extrañamente Felicia dio a luz sin ninguna complicación. Los Mink tuvieron extremo cuidado para evitar que el secreto fuera revelado.

 

 

- Iason Mink. Tendrá el nombre de mi bisabuelo – Exclamaba Amado al tiempo que cargaba al bebé entre sus brazos.

 

 

Felicia se alegró al ver el entusiasmo de su padre con su hijo.

 

 

- Se parece mucho a su abuelo – Mencionó.

 

 

- Felicia. Recuerda que ahora él es su padre – Corrigió Evangeline.

 

 

- Si… tienes razón… - Emitió con suma melancolía al tiempo que le arrancaban la maternidad de sus brazos.

 

 

Tener que tratar a su hijo como su hermano le era muy difícil. Cuando el bebe lloraba la chica se alarmaba y salía corriendo a atenderle, pero su madre siempre la detenía e inclusive no lo dejaba amamantarlo por miedo a que la pillasen los sirvientes ¡Que suplicio! La joven se conformaba con cantarle y llenarle de cariño.

 

 

- Iason… escúchame bien – Felicia jugaba con las pequeñas manitas del bebé – Eres muy afortunado, en alguna parte de éste mundo hay alguien esperando a que le entregues todo el amor que estoy depositando en tu corazón – Le besó con cariño.

 

 

Nació también el hijo de Fernando y lo llamaron Raoul. Era el niño más angelical y hermoso, sus ojos verdes centelleaban en sus cuencas.

 

 

- Raoul… voy a contarte un secreto - Fernando lo observaba desde el borde de su ostentosa cuna – El amor nace en donde menos te lo esperas. Así que abre bien los ojos mi pequeño y no te pierdas, porque podrías darte cuenta de lo amargo que es perderlo.

 

 

Amado estaba feliz por su amigo, estaba convencido de que aquel era su primer hijo... ¡Cuán engañado!

 

 

- Amado... - Ladeaba la cabeza, el ojigris busco de besarle el cuello - ... Detente - Lo apartó con rudeza.

 

 

- ¿Qué es lo que sucede?

 

 

- No estoy de humor hoy.

 

 

- Nunca estás de humor.

 

 

El Am se sentó y sacó una botella, la abrió y bebió de ella.

 

 

- Parece que… de un tiempo para acá sólo estas de humor para beber – Comentó con molestia.

 

 

Cuando separo la botella de sus labios, el hombre soltó un largo suspiro.

 

 

- Es lo único que me hace olvidar ¿Sabes?

 

 

- Olvidar ¿Olvidar qué? Tienes una hermosa esposa y un hijo con un porvenir maravilloso ¿Qué querrías olvidar?

 

 

- A veces uno busca olvidar lo que se tiene, porque así olvidas lo que se siente tenerlo - Menciono con tristeza.

 

 

Iba a volver a tragar unos buenos tragos del licor, más el pelilargo lo detuvo.

 

 

- Sabes que no me gustas borracho. Te pones muy paranoico e histérico. Eso no es nada agradable.

 

 

- Deja de decirme que hacer.

 

 

Fernando se molestó, su amigo le insistía que tenía problemas con la bebida.

 

 

- Tenemos a nuestros herederos, fortuna, propiedades y las esposas más hermosas que pueda jactarse un hombre.

 

 

- Lo tenemos – Admitió - ¿Pero por cuánto tiempo Amado?

 

 

Amado se aproximo hasta el ojiverde y le acaricio la cabellera ondulada. Poco a poco se dejo hacer.

 

 

- Una vez que conoces la dicha de amar, es comprensible que sientas miedo de perder aquello que amas.

 

 

El ojigris suspiró mientras le abrazaba.

 

 

- Mi Fernando. No vas a perder nada – Le besó – Y en el caso de que lo pierdas yo te ayudaré a recuperarlo.

 

 

 

Más, ¡Ay! ¡Cuán triste!

Me desespera

La vez postrera

Que yo la vi.

¡De recordarla ya no me alegro!

Llevaba entonces un traje negro

La vez postrera que yo la vi

Pasó ya el alba

Deslumbradora…

Pasó la aurora

De la ilusión,

Y ella está pálida,

Lívida, yerta…

¡Ella está muerta!

¡Aquí en la tumba del corazón!

 

 

 

- Son noticias de la hacienda Mink. Al parecer la señorita Felicia…

 

 

- Eso no puede ser.

 

 

La noticia le desgarró el alma por completo. Fernando se llevó la mano al pecho, su corazón parecía que dejaría de funcionar.

 

 

- ¡Fernando! – Bernice fue a socorrer al hombre que se tambaleaba.

 

 

Su temor más grande se hizo realidad. Su verdadero amor se había ido para jamás volver.

 

 

El tiempo pasó y la amargura no tardó en llevarse también al ojiverde.

 

 

Felicia y Fernando… ambos habían muerto de tanta tristeza en sus corazones.

 

 

***Fin del Flash Back***

 

 

Entrar en territorio de la señora y de paso interrumpirla, era algo que provocaba cierto pavor en los sirvientes. Aún así, el muchacho se armó de valor, tocó la puerta y se atrevió a entrar.

 

 

- Esto… disculpe la intromisión señora mía.

 

 

La mujer se encontraba sentada en una cómoda y enorme silla, al tiempo que uno de sus sirvientes le masajeaba las piernas.

 

 

- Más vale que sea para algo importante. Como ves, estoy ocupada – La mano delgada de la mujer se deslizaba por el rostro del chico que estaba arrodillado, sonriéndole con coquetería.

 

 

- Señora Mink, su esposo está de regreso.

 

 

- ¡Mi marido!

 

 

La mujer abrió los ojos como platos y abandonó por completo la atención del apuesto joven que instantes atrás le había estado dando sus favores.

 

 

- “¿Qué hace aquí tan pronto?” – Especulaba – “¿Será posible que haya logrado que Iason…?... imposible”

 

 

- Señora… - Trató de interrumpir el sirviente evidentemente nervioso.

 

 

- ¿Qué haces ahí parado? Anda y sonríele, guíñale un ojo ¡No sé! Mantenlo entretenido mientras que salgo a recibirlo – Ordenó tratando de ponerse los zapatos.

 

 

- No será necesario – Esbozó Amado entrando por la puerta de la habitación.

 

 

- ¡Esposo mío! – Exclamó.

 

 

- Veo que te sorprende verme – Mientras lo decía, detallaba al hermoso hombre a su lado – Esposa mía – Agregó.

 

 

- Es que… no recibí ningún anuncio de tu parte.

 

 

- No necesito anunciarme en mi propia casa.

 

 

Hubo un breve silencio entre los tres que se hallaban en la habitación.

 

 

- Nardo, déjame a solas con mi mujer. No creo tener que repetirlo – Le aniquilaba con la mirada.

 

 

- …Si señor – El muchacho salió lo más rápido que pudo del cuarto.

 

 

Cuando la puerta se cerró, los esposos quedaron por fin a solas.

 

 

- No tenías porque mirarle así – Recriminó Evangeline, con su tono de voz cantado – Con sólo tu orden habría bastado para verle temblar – Se jactaba de las reacciones que el Mink lograba ante los demás.

 

 

- ¿Qué hacías? – Entrecerró el mirar.

 

 

La mujer esbozó una sonrisa ante los celos de su marido.

 

 

- ¿Te divertiste bastante en la hacienda? No lo pongo en duda – Se arreglaba el cabello al tiempo que le daba la espalda - ¿Y bien? Cuéntame como lograste que Iason desistiera de su absurdo romance con aquel andrajoso campestre…

 

 

- No lo hice.

 

 

- ¿Qué?

 

 

- No logré que Iason cambiara de opinión.

 

 

Evangeline mostraba su impresión facialmente.

 

 

- ¿Qué es lo que has dicho? ¿Qué no pudiste? – No se lo creía.

 

 

- No. No pude hacer nada. Por más que traté, no logré hacerlo entender.

 

 

- ¿Y te rendiste así cómo así? – Mencionaba a modo recriminatorio.

 

 

- Créeme, me dieron razones suficientes para ello. Por lo demás… tendrás que acostumbrarte a la idea de tener un nuero y de paso mestizo.

 

 

- No puede ser…

 

 

Ante sus palabras, la mujer hizo un gesto dramático que hubiese acompañado perfectamente a un desmayo.

 

 

- No… no puede ser… ¡No puedes permitirlo! ¡Tienes que volver allá cuanto antes! Oblígalo a que te obedezca, chantajéalo, compra a su amante, invéntale un oscuro pasado… debe haber algo que puedas hacer.

 

 

- No hay nada que se pueda hacer mujer. Le prometí a Iason que no interferiríamos.

 

 

- ¡¿Por qué?! ¿Por qué le prometiste semejante cosa?

 

 

- Porque me lo aseguró. Ha escogido a la persona que realmente ama.

 

 

- ¡!

 

 

 

Las palabras de su esposo atravesaron todo su ser de un soplo.

 

 

- Ya veo… - La confesión la dejó completamente abatida - … Así que ama a ese hombre – Cerró los ojos y se llevó la mano al pecho – Amado, dime una cosa ¿Ese hombre quiere a nuestro Iason?

 

 

El Mink le regaló una leve sonrisa.

 

 

- Ha de quererlo. Si se empeña tanto en quedarse a su lado. Debiste verlo, defendía a Iason como no tienes idea.

 

 

La mujer desvió la mirada.

 

 

- ¿Qué haremos entonces…?

 

 

- Si Iason es feliz, lo mejor que podemos hacer es dejarlo. Es lo que ha escogido.

 

 

Evangeline le dio la espalda, mostrando su larga cabellera caerle hasta casi los muslos.

 

 

- Esposo mío…

 

 

- Dime.

 

 

- ¿Qué hay de ti? – Se auto abrazó - ¿Eres feliz en ésta casa? – Había tenido mucho tiempo para meditar estando sola.

 

 

La pregunta sorprendió un poco al Mink, era la primera vez en mucho tiempo en que la rubia le preguntaba algo así.

 

 

- ¿Pero qué dices mujer? - Se aproximó hasta quedar muy cerca de su esposa – Si no fuera así, no me molestaría en volver ¿No lo crees?

 

 

- Amado… - A pesar de las capas de maquillaje, el rubor en sus mejillas luchaba por evidenciarse – No lo sé. Un día podrías cansarte de regresar.

 

 

- Eso no pasará – La abrazó y le sonrió – Ya estoy demasiado viejo. Estoy pensando en volverme un marido devoto ¿Tú que dices?

 

 

- ¿Lo dices en serio? Opino que podría cansarme de tu vejez… entonces me iría con Nardo – Comentó con cierta burla.

 

 

- Impensable. Sabes que los buscaría y mataría – Mencionó tranquilamente al tiempo que continuaba abrazando posesivamente a la rubia.

 

 

Los argumentos de su marido en cierto modo la tranquilizaban, a pesar de que sus ojos pudieran caer en cuando hombre atractivo se le pusiera en frente, Evangeline estaba completamente segura de que ella era la única mujer.

 

 

Amado la tomó por los hombros y le hizo girarse, tuvo ante sus ojos aquel rostro que a pesar de los años poco había cambiado. Deslizando suavemente sus dedos por aquella delicada piel.

 

 

- Eres sumamente hermosa mi Evangeline – Depositó un cándido beso en su frente.

 

 

- Dime más… – Sonrió. Luego, le tomó de la mano y le encaminó hasta la cama.

 

 

- ¿Qué más quieres que te diga? Sabes que tu belleza no cabe en palabras - Se aproximó hasta ella y se hizo de sus labios, se separó lo suficiente para expresar algo más – y si Nardo se vuelve a meter en ésta alcoba, haré que se arrepienta de por vida.

 

 

- Se lo haré saber – Le sonrió. Adoraba tenerlo así.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 (Fanarts del capitulo, doble por la espera xD):

 

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Notas finales:

 

¡Mo! ¡Me encantó! :D Admito que me tranqué al inicio con éste capi n_nU pero gracias a kamisama mi musa logró proveerme las ideas que necesitaba para terminarlo ;3 espero que les haya gustado y entiendan la demora, mi mente es un caldo extraño que rara vez entiendo .__. ¿Qué sucederá ahora? ¿Iason y Riki serán felices o algo se interpondrá en su camino? (inner: como cosa extraña ¬¬#) Gracias a todos por haberlo leído y a todo aquel que se anime a dejar su opinión al respecto ^_^ les mando millares de besos y abrazos!! Bye Bye!!

 

 

 


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