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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

 

Aquí estamos una vez más!!!! ^O^0 Espero que se encuentren con bien y que una sonrisa invada sus lindos rostros ^-^ (inner: ahí va… ahora, que ha pasado? O_o?) Las cosas se han puesto un poco turbulentas por acá :O pero, a pesar de todo no hay que apresurarse, la vida es una ruleta que gira y gira… ¿Qué tanto girará el día de hoy? (inner: podemos leer ya? o_o) oh, claro, claro :3 lean mis mininos!! Nos leemos abajo!!! *_*

 

 

 

 

 

Así como estaba Riki continuó trabajando, los demás comentaban, pero él muy poco prestaba atención a los chismorreos. Toda la hacienda se sabía el cuento de lo que había pasado entre él y Mimea.

 

 

Algunos estaban del lado de Iason, otros muy pocos, del de Riki. Los que estaban con el rubio comentaban sobre el descaro del pelinegro sin hacer acopio de su lenguaje, en cambio, los que estaban con el moreno y que evidentemente nunca habían probado el néctar del amor, señalaban que sólo una mujer era necesaria para acabar con el romance absurdo de dos hombres. 

 

 

Nadie sabía quién tenía razón. Pero todos estaban de acuerdo en que las cosas no volverían a ser como antes. No podrían serlo.

 

 

El plan de Raoul de desmoralizar a Riki estaba dando sus frutos.  

 

 

Riki se hallaba demasiado angustiado como para pensar, la idea de que Raoul y Mimea se hubieran confabulado en su contra, no era insinuada por su mente.

 

 

Lo único que pensaba era en cómo le diría aquello a Guy. Después de todo, Iason había sido bastante agresivo al enterarse del embarazo de la mujer.

 

 

- Ese hombre… de seguro me va a matar – Riki se dio un toque en la cabeza. Estaba consiente de que Guy era un hombre algo explosivo en cuanto a sus emociones. En el pasado se había ido a los puños con él e inclusive en una ocasión, Guy le siguió por toda la casa apuntándole con una escopeta (sin ninguna intención de disparar, sólo de asustarlo…) pero en todas esas ocasiones por asuntos que Riki consideraba de ‘poca’ importancia – Hace meses que no le veo… ¿Por qué ya no viene a visitarme?

 

 

El moreno sólo recibía cartas de él. Por meses había pensado en pedir un par de días libres para ir a visitarle, tanto posponer ese pedido… ahora debido a los últimos acontecimientos no podía darse el lujo de pedir aquello.

 

 

Era cierto. Iason lo trataba de manera diferente.

 

 

Y es que en la cabeza del Mink hubo una explosión que arrasó con todo. Todo lo que creía, todo lo que anhelaba… absolutamente todo se vio masacrado. Ya no podía ser el mismo.

 

 

- Me traicionó – Recordaba – Faltó a su promesa y me causó el peor de los daños.

 

 

La amargura arropaba su corazón. En el vientre de una mujer se estaba germinando una parte del ser que amaba.

 

 

- Lo traté como un rey. Le cedí mi trono y me escupió los pies – Se apegaba a la ventana – Me humillé y le permití entrar a mi corazón. Me volví esclavo de sus caprichos, recogiendo el poco cariño que lograba arrojarme… es un traidor - Las líneas de la palma de su mano se veían tan tristes ese día - …pero ya no más – Susurró como un canto para sí mismo: – Ya no más.

 

 

Dejarle al tiempo la tarea de entregarle el amor de Riki había sido un error. No seguiría esperando por una prueba. No permitiría que aquel jovenzuelo volviera a lastimarle tan vilmente.

 

 

- Se acabó la amabilidad. Quieras o no vas a amarme… Riki.

 

 

De aquella manera el rubio decidió dejarse guiar por el dolor y el orgullo. No estaba dispuesto a seguir siendo el mártir. Cada ocasión que Riki le lastimara, él le haría sentir el mismo dolor… la ley del Talión sería ahora su consejera. 

 

 

Sólo un día después de haberse hecho aquella promesa, volvió a ver a su querido.

 

 

- Riki…

 

 

- … - El aludido se apartó un poco cuando el rubio intentó tocarlo – Iason…

 

 

Como si se tratara de algo frágil, el Mink no se atrevía a ponerle las manos encima. Sabía que Riki aún estaba adolorido por sus golpes y palabras hirientes. Estaba consiente de que se había comportado cruelmente con el muchacho. Lo sabía. Pero no se arrepentía. Aquella reacción de animalito asustado le aseguraba que ya no se atrevería a meterse en terreno peligroso.

 

 

- Riki… oye… quiero que me oigas ¿Bien? – Pudo tomarlo por los hombros. Riki parecía de piedra, totalmente rígido – No tengas miedo. No voy a hacerte nada…

 

 

- … - Sentía que el aire se volvía irrespirable.

 

 

- Está bien… - Hablaba suavemente de modo que el chico normalizara su agitada respiración – Necesito que lo comprendas… no quise hacerlo, no quise hacerte eso… pero tú te lo buscaste, es tu culpa ¿Lo entiendes? Tú me obligaste a hacerlo… yo no quería lastimarte… pero me obligaste a ello – Deslizó con delicadeza la mano por una de sus mejillas. Riki tembló un poco – De ahora en adelante no vuelvas a cometer otra estupidez ¿De acuerdo?

 

 

Riki asintió unas siete veces, como si hubiese perdido el control de sus actos reflejos.

 

 

- Seré muy dulce contigo… te lo prometo. Siempre y cuando no me des razones para castigarte – Le besó en la frente – Vamos Riki. Háblame. No te quedes así de callado.

 

 

-  Yo… necesito un par de días… - Se atrevió a anunciar con una voz temblorosa.

 

 

- ¿? – Iason lo miró como quién no entiende - ¿Días?

 

 

- Necesito salir.

 

 

- ¿Salir? – Se dio cuenta a que se refería - ¿Salir de la hacienda?

 

 

- Si…

 

 

- ¿Quieres irte? ¿Precisamente ahora? – Ensombreció el mirar - Piensas escapar – Concluyó enojado.

 

 

- ¡No es así! Sólo serán unos días… ¡Es…! ¡Es para visitar a mis familiares! – Iason llevó un dedo a sus labios para bloquearlos  – Te juro que será… un par de días ¡No más!… luego volveré… te lo prometo… - Hablaba a pesar de tener el dedo obstaculizándole los labios – Te prometo que volveré.

 

 

- Riki… - El ojiazul cerró los ojos por unos segundos - ¿Crees que te voy a dejar ir así como así? No, no es posible… ni un sólo día te doy.

 

 

La desesperación lo acogió ¿No podía salir? ¿Desde cuándo había perdido aquel derecho?

 

 

- ¡Pero…! ¡Te estoy diciendo que volveré! ¡Volveré! ¿Por qué es que no me crees?

 

 

- Me has dado razones suficientes para dudar de tu palabra.

 

 

- ¡No tienes porqué ponerte así! ¡Sólo serán un par de días! – Mencionaba desesperado por lograr salir de allí - ¡Maldición, déjame ir!

 

 

- Riki… Riki… ¿Crees que soy un idiota? Sé que quieres irte para volver con ese hombre sin futuro… no, no, no… no voy a permitirte eso – Mencionó ofendido y claramente aterrado ante la posibilidad de que Riki volviese con Guy. Desde lo acontecido ya no confiaba ni en su sombra.

 

 

- ¡De verdad que no es así! – Se cubrió el rostro con las manos – Eres un bastardo egoísta… No puedes tenerme aquí encerrado.

 

 

- No te tengo encerrado. Eres libre de ir a donde quieras. Siempre y cuando sea dentro de los confines de mi hacienda, claro está.

 

 

- ¿Cómo es eso? ¿Desde cuándo soy prisionero de éste lugar?

 

 

- Desde el momento en que decidiste burlarte de mí. Tómalo como parte de tu castigo.

 

 

El moreno se pasó una mano por la cara.

 

 

- Castigo… - Repetía – No merezco ser castigado. En ningún momento me he burlado de ti, Iason.

 

 

- ¿Ah no? – Le hablaba con su gélida voz.

 

 

- ¡No! Hablo en serio – Mientras hablaba sonaba lastimero – Oye Iason ¿Por qué me tratas de éste modo? Sé que me equivoqué pero no tienes que ser tan cruel conmigo.

 

- Ah… - Alzó una ceja - ¿Crees que soy cruel?

 

 

Iason abrió un poco su saco, lo suficiente para tomar un bolígrafo y una hoja de papel que tenía doblada para anotaciones. Se lo pasó a Riki con evidente hostilidad.

 

 

- Escríbele a Guy. Dile que dan por terminada su relación. Describe muy bien tus razones: Embarazaste a una mujer y vas a hacerte cargo de ella. Pídele que se olvide de ti y agradécele todo lo que vivieron juntos. Despídete muy emotivamente y señálale que ni se le ocurra aparecerse por acá – Pronunciaba con frialdad absoluta.

 

 

- … - El sudor frío le emanaba por los poros.

 

 

¡No podía hacer eso! Al menos no por escrito. Él y Guy llevaban siendo pareja desde hacía ya mucho tiempo, lo menos que se merecía el hombre era que se lo dijera personalmente.

 

 

- ¿Ves qué no es tan fácil? – Iason esbozó una sonrisa algo burlista – Destruir a un hombre de aquella manera si es crueldad. Mucho menos puedes aparecerte así como así después de lo que has hecho. Tenlo por seguro, ese hombre te echaría en cuanto se enterase de todo, volverías aquí con el rabo entre las piernas, rogándome que te perdone, arrodillándote y lamiéndome las botas… digamos entonces que te estoy ahorrando el viaje y la humillación – Le afirmó - ¿Quién es más cruel ahora? Por lo que veo, hagas lo que hagas no podrás reparar el hecho de que tú actuaste cruelmente desde el principio.

 

 

- Eso no... al menos… sólo…

 

 

- No balbucees – Le ordenó con fuerza.

 

 

El muchacho suspiró y se tomó su tiempo para buscar las palabras que quería usar.

 

 

- ¿Qué más quieres? Nunca he salido de aquí desde que llegué. Me has tenido a tu lado todo éste tiempo… te pido unos días y me los niegas – Quería tanto que Guy le abrazara y le dijera que todo iba a estar bien… necesitaba tanto que lo soportara.

 

 

El ojiazul viró los ojos en un acto desdeñoso.

 

 

- De nada te servirá ahora hacerte el desentendido.

 

 

Su desesperación por ir a ver a Guy no le dejaba pensar en otra manera de convencerle.

 

 

- Pero…

 

 

- ¿Crees que puedes pretender que nada ha pasado? Lo que me pides es semejante a un premio y yo no te voy a premiar – Iason trataba de contenerse - No puedo hacerte entender ¿Verdad?

 

 

El rubio ya no le tenía la misma confianza.

 

 

- Escúchame bien Riki. Te lo voy a decir muy claramente dado que parece que no quieres entenderlo: No saldrás de ésta hacienda – Se acercó hasta el moreno y le acarició los cabellos - Y si te atreves siquiera a poner un pie fuera, me obligarás a hacer algo no muy bueno -  Susurró – Guy, Mimea… ese hijo tuyo… por lo visto, tienes muchos seres que debes de querer bastante. Sería una lastima que alguien les hiciera algo… ¿No lo crees?

 

 

Los ojos negros del joven se perdieron ante lo que escuchaba como una amenaza. 

   

 

- No serías capaz de hacer algo así…

 

 

- ¿Quieres apostar? Créeme Riki. He sido muy paciente con tus faltas. Deberías estar agradecido de tu suerte.

 

 

El miedo… era una táctica para amansarlo. Recordarle todo el poder que tenía era la manera en que ahora actuaría.

 

 

- ¿Quieres seguir insistiendo?

 

 

- No. Me ha quedado todo claro.

 

 

- Estupendo – Sonrió – Sabía que a pesar de todo eras un muchacho inteligente.

 

 

Iason se acercó y a pesar de que el muchacho trató de ocultar que el contacto lo asustó, el rubio se percató de ello. Le tomó del mentón y le plantó un beso. Los labios de Riki temblaban, sus manos sudaban frío. El que estuviera como una hoja al viento, en cierto modo satisfacía al Mink

 

 

- Te quiero en mi alcoba ésta noche – Le hablaba en susurro sin dejar de sostenerle la barbilla de manera autoritaria - En cuanto termines de trabajar te alistas y vienes a verme.

 

 

- …Si, señor… - Anunció, con la voz apagada.

 

 

- Ay de ti si no apareces – Expresó – ¡Ay de ti! – Recalcó el rubio para luego soltarle con desprecio.

 

 

Riki desistió así de la idea de ir a ver a Guy.

 

 

Descubrió también – más no a qué magnitud- que el Mink desde hacía meses le controlaba todo, hasta las cartas que le llegaban y las que mandaba, por lo que le era imposible notificarle a los de afuera por lo que estaba pasando. No tenía caso.

 

 

El dinero que tanto había estado buscando, ahora se había vuelto en el arma más peligrosa con la que lo atacaba el Mink. Sabía que cualquier cosa podía ocurrir.

 

 

- Katze. Quiero que vigiles a Riki. Está pendiente de todo lo que haga... con quién habla, de qué habla. Averígualo todo. Si se ríe investiga que es lo que le causa gracia y si se muestra demasiado amigable con otro empleado, me traes a ese hombre para escarmentarlo – El ojiazul veía todas estas escenas en su mente y las repudiaba – No le permitas salir ni siquiera al pueblo. También ha perdido los privilegios que antes gozaba. Trátale con rudeza cuando sea necesario. Cuando cometa un error recuerda que tienes completa libertad de castigarlo, pero cuando tu sangre hierva y el deseo guie tus ojos hacía su figura de hombre, recuerda que de tocarlo no tendré reparo en descargar mi látigo en ti.

 

 

- Como usted ordene señor Iason. 

 

 

El pelirrojo acató sus órdenes sin preguntar, comprendiendo las razones de un corazón maltratado.

 

 

Aún así, Riki no lograba generar ningún sentimiento odioso hacía el rubio. Estaba consiente de que la mayoría – por no decir todo - de lo que estaba pasando era por culpa de sus errores.

 

 

- ¿Cómo estas?

 

 

- Muy bien.

 

 

Mimea y Riki se vieron unos días después, como habían acordado Raoul y Iason. Para el muchacho aquellos momentos eran un bálsamo. Al menos podía distraerse un poco la mente.

 

 

- Te crecerá más la pancita ¿Eh? – Cambió radicalmente el tema.

 

 

- Je je si… dentro de unos meses podrás verlo crecer fuera de ella.

 

 

Hicieron un breve silencio.

 

 

- Espero que sea una hembra.

 

 

- ¿En serio? – Mimea se extrañó – Por lo general los hombres quieren varones… y Dios le manda mujeres por su necedad y sexista modo de pensar…  muy en el fondo, los hombres odian a las mujeres y viceversa. Es por eso que siempre terminan juntos, porque ese sentimiento tan fuerte los ata como una cuña así no quieran – Daba su punto de vista.

 

 

- No es mi caso. Pienso que las mujeres son seres maravillosos.

 

 

- Riki…

 

 

- Nunca había pensado en la posibilidad de ser padre. Pero ahora que lo voy a ser, trataré de poner lo mejor de mí en ello. No te preocupes Mimea, todo va a estar bien – Sonrió, aquella frase aunque siempre se la repetía a Mimea, estaba más dirigida a su propia persona. Deseaba que alguien más se la dijera – Yo las protegeré a ambas.

 

 

- “¿Qué nos vas a proteger?… pero Riki, si supieras que tú eres el que necesita ser protegido…” – Pensaba con tristeza la pelicastaña - … Eres un gran hombre Riki… en serio…   

 

 

Mimea quedó cautivada por las palabras del muchacho. Bajó la mirada. Comprendió entonces porqué el Mink estaba tan encaprichado con él. Su corazón era un esplendoroso tesoro. Sintió entonces deseos más profundos de quedarse con él.

 

 

- Mimea…

 

 

La mujer giró el rostro en el mismo instante en que una ráfaga de viento decidió peinarle los cabellos. Siendo testigo Riki de su propio reflejo en los ojos claros de Mimea.

 

 

- Casémonos, Mimea.

 

 

Aquellos ojos de por sí hermosos se abrieron en su máxima extensión.

 

 

- ¿Qué…? – No podía creerlo. Se llevó la mano a la boca tratando de ocultar su inmensa impresión – Un momen…

 

 

- No volverás a pasar por momentos incómodos si puedo evitarlo – Hablaba con absoluta seguridad - Me volveré tu esposo para protegerte. No permitiré que nadie los denigre, ni a ti ni a la criatura que llevas en tu vientre.

 

 

- Riki… - Sus palabras eran tan dulces.

 

 

- Vuélvete mi mujer.

 

 

 – Espera – Volvió a interrumpirle. Tomó aire y lo soltó sonoramente  - ¿Qué hay de esa persona que te espera en tu pueblo? ¿Qué acaso no la quieres?

 

 

La pregunta lo llenó de un sobrecogimiento inmediato.

 

 

- Tendrá que entenderlo. Sabe cómo soy.

 

 

- ¿Y Iason? ¿Él lo entenderá?

 

 

No sabía que tipo de reacción tendría Iason si se enteraba que tenía pensado casarse con Mimea. De hecho… no quería pensar en eso. Dolía pensar en eso.

 

 

- Tal vez… se enoje un poco. Pero tendrá doble trabajo: ‘molestarse y volverse a contentar’.

 

 

- “No es tan fácil Riki”

 

 

La pelicastaña tomó las manos de Riki antes de continuara.

 

 

- Riki – Lo miró a los ojos – Por más que te quiera y adore la idea de volverme tu esposa. Tendré que negarme.

 

 

- ¿Por qué?

 

 

- Esto que estás haciendo es muy noble de tu parte y en serio te lo agradezco. Debería aceptarlo, se supone que debería… pero no lo haré… no puedo casarme contigo. No te seguiré lastimando – Le comentaba, aún a sabiendas de que el Am estaría totalmente en contra de sus palabras – Ya no lo haré…

 

 

- Mimea…

 

 

- Por eso olvídate de esa idea… te lo suplico.

 

 

Aceptar la petición de Riki habría sido lo que Raoul esperaba… pero Mimea no quería seguir eligiendo caminos errados. No quería seguir manipulando el destino de nadie más… sólo el suyo.

 

 

- Está bien. Lo olvidaré.

 

- Riki.

 

 

- ¿Si?

 

 

- ¿Si yo te diera un consejo, como la madre de tu hijo y como alguien que te aprecia… lo tomarías?

 

 

- Claro – Sonrió levemente, desprendiendo confianza.

 

 

- Huye.

 

 

Riki guardó silencio un par de segundos como tratando se asimilar lo que acababa de aconsejarle.

 

 

- ¿Eh?… ¿A qué te refieres Mimea? ¿Qué huya de qué?

 

 

La mujer se mostraba totalmente seria, lo encaró por completo. Ahora su expresión denotaba suma preocupación.

 

 

- Vete de aquí. Huye de la hacienda Mink mientras aún te quedan fuerzas para luchar. No tienes idea de lo que son capaces de hacer las personas con poder.

 

 

El muchacho hizo un breve silencio, como tratando de interpretar la mirada preocupada o más bien asustada de la joven.

 

 

- Por favor, hazlo por ésta niña que tanto esperas.

 

 

- Tranquila – Posó sus manos en los hombros de la pelicastaña – No es necesario exagerar.

 

 

- ¡Te equivocas! ¡No estoy exagerando! No sabes de lo que Iason y Raoul son capaces de hacer por tener lo que quieren. Escúchame Riki, son diferentes de nosotros. Los hombres con poder no piensan más que en sí mismos. Sin importarles a quienes tengan que destruir en el camino… van a acabar contigo Riki. Por más fuerte que seas, tarde o temprano lo harán.

 

 

- No Mimea. Realmente te equivocas – Le interrumpió Riki – Conozco a Iason. Sólo está enfadado, pero ya verás que todo eso se le pasará. Él no es así como dices.

 

 

- Riki… - Realmente pensaba en que el joven era excesivamente ingenuo.

 

 

Mimea no apartó su mirada entristecida el resto de la visita.  

 

 

Pronto llegó el día que Raoul esperó. Fue raudo en búsqueda de sus nuevas adquisiciones. Sólo llevaba consigo su caballo, tenía pensado que Riki caminara todo el viaje hasta su hacienda.

 

 

- ¿Y bien? ¿Ya Riki y Daryl han hecho sus maletas?

 

 

- ¿No pudiera Mimea venirse acá? No me molestaría tener que atenderla.

 

 

Raoul no se esperó aquello.

 

 

- Por supuesto que no – Tenía los ojos muy abiertos – Ella no sale de mi hacienda.

 

 

- Ya veo, de modo que las cosas son así – Habló en parte para sí mismo – Está bien. Daryl puede ir contigo… pero Riki se queda.

 

 

- ¿A qué le temes Iason? Habíamos acordado en que él vendría conmigo – Se enserió. Cuando algo se le entregaba tan fácil solía despreciarlo – Ya no me interesa ese mayordomo. Quiero a Riki exclusivamente.

 

 

- ¿Qué quieres con él?

 

 

- Que me responda. Lo que tú evidentemente no quieres hacer ¿Qué hay de tu palabra?

 

 

- Estaba molesto. Yo también he cambiado de opinión y no quiero que Riki se vaya de mi hacienda.

 

 

- No estas actuando como un adulto razonable. Estas volviendo añicos tu palabra.

 

 

- Lo sé. Lo he pensado mucho y la verdad es que… quiero el hijo de Mimea también.

 

 

- ¿? ¿El qué? – Una vez más, los ojos de Raoul casi se desorbitan de sus cuencas.

 

 

- Lo he pensado. Es hijo de Riki… no me importa lo demás. Me gustaría criarlo… - Sonrió para sus adentros al pensarlo - … Con él.

 

 

El rubio se levantó de su asiento.

 

 

- ¡No estás hablando de una yegua parida! ¿Te has vuelto loco Iason? ¿Criarás a su hijo bastardo? – Le tomó de los hombros – Piensa en tus padres. En todos los que han tenido que sacrificarse para mantener el apellido Mink en alto… no vengas a llenarte de fango tú mismo Iason. Entiéndelo.

 

 

- No necesito que me cuides. Sé que es lo que debo hacer.

 

 

- Sólo busco lo mejor para ti.    

 

 

- Esto sería mejor que dejarlo ir.

 

 

- ¡Por Dios Iason! – Lo tomó de los hombros y lo apretó con fuerza - ¡¡Ya déjalo!!

 

 

- No puedo Raoul.

 

 

- ¡¿Por qué no?!

 

 

- Porque lo amo – Le mencionó con fuerza en su voz.

 

 

- … - La expresión del Am denotaba el desquebrajo que le produjo escucharle. Hizo una mueca - ¿Y tienes el descaro de decírmelo así… en mi cara?… ¿Qué no respetas Iason? ¿Acaso no me tienes la más mínima consideración? – Tenía deseos de abofetearlo. Y lo hubiera hecho. Estuvo tentado de hacerlo.

 

 

- Lo siento Raoul. Pero es la verdad. No mentiría con algo así. Por más que me haga daño, no puedo evitar quererlo de éste modo.

 

 

El Am se sintió con el suficiente derecho de tomarle del mentón.

 

 

- No importa las veces que lo digas. No me lo creeré. Tú eres mío Iason.

 

 

- Sabes que te mientes Raoul. Yo te aprecio… pero como a un hermano – Trató de hacerlo entender – El que me pidas que te mire como hombre, es algo que yo no puedo hacer.

 

 

- Podría hacerte gemir lo opuesto a lo que me estás diciendo…  - Lo miró con deseo – Pero no pienso rebajarme a pedir las migas de ese andrajoso muchacho.

 

 

- Mi andrajoso muchacho – Recalcó.

 

 

El Am apretó su puño. Quería arrebatarle esa expresión y estrujarla en el fango.

 

 

- ¿Sabes qué? Así me caiga muerto. No te entregaré a esa criatura para que te creas el cuento estúpido de que es tuyo también ¿Me oyes? Bañado en sangre antes que permitir que algo así pase. 

 

 

- Lo mejor es que te marches Raoul. Sería una pena que ésta discusión llegara a algo físico.

 

 

El ojiazul se perdió en sus ojos iracundos, no seguir mediando era la mejor de las decisiones.

 

 

- “Ese Riki… me pagará todas las que me ha hecho ¡Que sufra hasta doblegarse en agonía!”

 

 

Raoul salió hecho una furia por la puerta principal. Había llegado solo y se iría solo.

 

 

Estaba cansado de la soledad.

 

 

Unos minutos después, el pelirrojo observaba la silueta del ojiverde acercarse hasta él.

 

 

- ¿Se va tan pronto señor Raoul? – Dándose cuenta que su visita no había durado más que un par de minutos.

 

 

- Si. No hay nada que tenga que hacer aquí – Tenía la mano en la frente y respiraba un poco agitado – Uf…

 

 

- ¿Se encuentra bien?

 

 

- … Si…. sólo trae mi caballo – Le hizo señas para que se alejara - Ve. Estaré en la sombra.

 

 

- Si señor.

 

 

El Am se mordió el labio, la conversación con Iason lo había dejado evidentemente afectado, su cabeza estallaría de tanta cólera que sentía. Giró violento sobre sus talones, lo que provocó que tropezara y fuera en dirección al suelo, más el pelirrojo lo tomó por los hombros y ejerciendo una fuerza descomunal, le atrajo hacía su cuerpo. La respiración del rubio se hallaba agitada y lo evidenciaban sus hermosos ojos abiertos de más, no había previsto el resbalón y estaba convencido de que un hombre de su alcurnia no tenía esa clase de pormenores.

 

 

- ¿Te encuentras bien? – Entrecerró el mirar.

 

 

- No me tutees… – El hombre estaba demasiado cerca de su rostro – No te he dado esas libertades.

 

 

– Esos zapatos… ¿Son de mujer? – Hacía alusión a las botas de tacón grueso que el Am insistía en llevar siempre – Es normal que no logren soportar el peso de un hombre de su talla.

 

 

Raoul se sonrojó al instante, eran unas botas de montar hechas de cuero, bastante costosas que había adquirido en el exterior. Si, eran de mujer, pero nunca se abstuvo a comprar algo que le gustara simplemente porque no fuera perteneciente a su ‘género’. Si tenía dinero podía comprar y tener lo que quisiera, eso era lo que pensaba y lo que le habían inculcado desde muy niño.

 

 

- Suéltame – Le exigió. Katze le tomaba de una manera bastante atrevida y el rubio lo veía demasiado insignificante como para tener la necesidad de apartarse él.

 

 

- ¿Por qué no me retira usted?

 

 

El rubio no quería rebajarse a forcejar con alguien de la servidumbre. Pensaba que tenía que demostrarle que a sus órdenes debía obedecer sin rechistar.

 

 

- ¿O es qué acaso le gusta que lo agarre de éste modo?

 

 

- Insolente ¿Cómo te atreves a insinuar algo así?

 

 

 - ¿Y si hago esto?

 

 

- ¡! – Raoul se impresionó cuando el hombre le tomó de la cintura y le atrajo con firmeza hacía la suya - ¿Qué te pasa?… ¿Qué haces?

 

 

- Lo tengo atrapado. Sé lo que piensa y la respuesta es si, soy un descarado.

 

 

La sorpresa en el ojiverde era tanta que todos sus actos parecían haberse bloqueado.

 

 

Era la primera vez que alguien le trataba de aquella manera. La primera vez que le agarraban tan rudamente. La primera vez que alguien se atrevía a tratar de domarlo.

 

 

Tenía que admitirlo, estaba maravillado ante tal osadía y esa maravilla lo mantuvo enclaustrado en el momento. 

 

 

- Canalla ¿Qué es lo que pretendes?

 

 

- Sólo quería admirar más de cerca sus ojos – Entrecerró el mirar – Mmm… que curioso. Por más que los observo no logro darme cuenta porqué todo el mundo dice que son hermosos… a mí me parece un verde bastante común de hecho.

 

 

- … - En aquel segundo, el Am acababa de recibir el peor comentario que hubo recibido por sus gemas verdes.

 

 

Todo el mundo las alababa, decían que eran hermosas piedras que Dios le había obsequiado como muestra de lo especial que era,  y aquel hombre vulgar… se atrevía a despreciarlas.

 

 

La osada opinión de Katze le atacó el orgullo y lo hizo sentirse completamente vulnerable.

 

 

Había sido valiente para retarlo de aquella manera, que lo mirara de frente era lo menos que se merecía. De éste modo los ojos verdes dejaron de evadir al pelirrojo, el Am se halló con la cara del hombre. Se dio cuenta lo cerca que estaba de él. Lo que vio no le asqueó ni le pareció repulsivo, extrañamente fue cautivo por la estructura varonil de su rostro. Era bastante apuesto, de hecho era muy apuesto. Su nariz perfilada acompañaba de manera perfecta unos ojos claros y profundos. Unos labios tan finos…  

 

 

Los rayos del sol se colaban por sus cabellos dándole a cada uno una especie de magia rojiza. Ese cabello junto con su piel, un tanto tostada por el sol, le daba un semblante afín a la vista de un atardecer. Aquel niño que una vez hubo repudiado se había vuelto un hombre hermoso.

 

 

- “Un aspecto de atardecido” – Se grabó en su memoria.

 

 

- ¿No se quejará más?

 

 

El ojiverde fue sacado de su trance. Aunque tan sólo duró poco más de unos segundos, para Raoul parecía que hubiese pasado muchísimo más tiempo. 

 

 

- No vales la pena – Fue lo único que pudo pronunciar.

 

 

- Así que eso piensa. Le traeré su caballo… - Acto seguido le soltó con suavidad.

 

 

Al quedar a solas, el rubio se dio cuenta del grado de agitación en que aquel encuentro le hubo producido. Se llevó la mano al pecho para comprobar que su ritmo cardiaco se había acelerado.

 

 

- “Sólo… una vez mi corazón latió así” – Recordó.

 

 

En su mente se halló de pequeño realizando acrobacias en un concurso equino. La competencia más importante que hubo tenido, por la que estuvo entrenando durante meses.

 

 

Cuando estuvo encima del caballo se olvidó del mundo, de Iason e inclusive de él mismo. En aquella oportunidad su pasión fue tanta que obtuvo el premio del primer lugar.

 

 

Después de eso abandonó las competencias y su corazón no volvió a latir como si estuviera a punto de salírsele por la boca.

 

 

Nunca más su corazón logró gritar tan fuerte como para lograr que su mente se quedara completamente en blanco.

 

 

Hasta ese día.

 

 

- Katze… - Su nombre le llegó a la boca y lo degustó como si se tratara de miel. Mantuvo cada letra entre sus dientes y la saliva se tornó dulce.

 

 

Su corazón le gritaba, le aturdía de manera que no le permitía pensar.

 

 

- ¿Me llama señor?

 

 

-¡! – El ojiverde alzó la mirada y no pudo disimular su sorpresa.

 

 

- ¿Señor? – A Katze le extrañaba y preocupaba la forma en que lo había encontrado al volver.

 

 

- No es nada… - Pero su rostro lo delataba. Su corazón había enloquecido de nuevo. Trató de distraerse peinándose los cabellos con los dedos – Es el sol. Me sentiré mejor cuando me vaya de aquí.

 

 

- Debería permanecer un poco más en la hacienda. Por lo menos hasta que se recupere. El señor estaría preocupado si se entera que lo dejé marcharse así – Su vista no tardó en caer en los labios que se abrían y cerraban por la agitación -  Pero si debe marcharse con urgencia, yo podría escoltarlo.

 

 

- ¡No! – Exclamó abriendo por demás su verde mirar - …No será necesario… - Titubeó –…Gracias de todos modos.

 

 

- Como usted diga. Tenga – Le otorgaba las riendas de su caballo.

 

 

En el momento en que trató de tomar torpemente las bridas, las manos de Raoul rozaron con las de Katze. El ojiverde retiró las suyas de inmediato sin evitar mostrar su exaltación.

 

 

- Ah… - El rubio no se entendía ¿Por qué su cara le ardía? ¿Por qué se comportaba tan torpemente con un hombre al que siempre hubo detestado?

 

 

El pelirrojo se tornó serio.

 

 

- Usted no está bien.

 

 

Tomó a Raoul de la muñeca y el rubio volvió a mirarle con las cejas curvadas.

 

 

- Señor Raoul… - Pronunció, reflejándose en las verdes gemas.

 

 

- Tengo que irme – Jaló un poco.

 

 

- Quédese – Musitó, ansioso por aspirarle el cuello.

 

 

- Tengo que irme – Jaló y logró liberarse.

 

 

Katze le observó mientras se montaba en su caballo y se alejaba sin decir una palabra.

 

 

No estaba seguro, pero la expresión que había hallado en el Am lo había dejado desconcertado.

 

 

Nunca le había visto de aquel modo. Aquel semblante perdido y angustiado… Katze se impresionó cuando las gruesas cejas rubias que estaban siempre fruncidas, se mostraron ante sus ojos totalmente curvadas; cuando los ojos entrecerrados que por lo general le enviaban el más fuerte desprecio, se hubieron mostrado blandos y hasta cierto modo estremecidos, desviándose cuando anteriormente le atacaban sin compasión… y en el momento en que le dio las gracias, el pelirrojo supo que el Am que conocía no era aquel con el que había estado hablando.

 

 

Aquel Raoul tenía algo diferente. Tenía algo de cachorro intimidado.

 

 

- Raoul… - Vociferó, como si quisiera transmitirle aquellos pensamientos al viento y del viento a su amado.      

 

 

El ojiverde cabalgaba tan rápidamente que sus rizos bailaban en todas direcciones. Pero por más veloz que fuera su caballo no parecía alcanzar la velocidad del palpitar en su pecho.

 

 

Y es que hasta el choque de los casquillos en el suelo y el bombeo de su corazón parecían decir lo mismo:

 

 

Kat-ze… Kat-ze… Kat-ze… Kat-ze… decían una y otra vez los cascos y el corazón.  

 

 

Raoul cerró con fuerza sus ojos y un rostro se hizo presente.

 

 

Se olvidó del enojo que hubo tenido con Iason. Se olvidó de Mimea, de Riki, del plan… de sí mismo y sus caprichos.

 

 

Sólo una imagen, una idea, un pensamiento, un nombre esparcido en el cielo, en la tierra, en el ramaje, en el viento… un pelirrojo inundaba todo a su alrededor.

 

 

- Katze – Dijo una vez más Raoul para recordarse el momento en que hubo perdido todo control  – Sólo una vez mi corazón latió así… 

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

¡Aja! ¡Toma ya! Cupido ha lanzado su flecha y dado justo en el blanco ^O^0 (inner: Por fin!!! POR FIN ALGO DEL KATZEXRAOUL!! xD) je je me ha encantado escribir eso n_n me imaginaba al Raoulito todo perdido, sin saber que hacer… y es que es la primera vez que lo flechan así (inner: ¡Katze alborótale esos rizos! xB) ja ja bueno mis bien amadas, por mi parte quiero colocar a Raoulito loquito de amor por Katze, pero como no sabe que lo que siente es amor, va a comportarse un poco como chicuela enamorada ja ja ¿Ustedes que opinan? ¿Quieren leer a un ojiverde actuando diferente? A mí me atrae la idea de un Raoul derretido en los brazos de Katze *-* ¿Qué les parece? (inner: digan que si, así por fin el Am dejará a Iason en paz <o<) y a Katze lo veo tipo rudo/amoroso, un hombre que agarra fuerte de las caderas pero besa con ternura… mo!!!! perfecto para el Amcito que no conoce lo que es ser querido!!! *_* Oh! antes de que se me olvide!! OwO les invito a que entren a mi página de Facebook dedicada a Ai no kusabi, si desean verla, sigan el link a continuación n_n

 

https://www.facebook.com/512176662157301

 

 

Ahora si, me despido!! Opinen sin temor!! Mis dedos están ansiosos de teclear éste amor!! Les deseo lo mejor desde lo más profundo de mi corazón!! Muchos besos y abrazotototes!!! (inner: Al parecer el KatzexRaoul la ha enamorado a ella xD)

 

 

^3* ~

 

 


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