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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

 

Felices Fiestas mis amores!!!!! ^o^ espero que la estén pasando bien ;) agradeciendo infinitamente los rr dejados en el capi pasado (inner: más, más, queremos leer más *haciendo la ola*) je je a eso vamos!!! Espero que lo que están por leer sea de su agrado, escrito con mucho amor ;3

 

 

 

 

 

***Flash Back***

 

 

El pelirrojo se había desvelado varias noches tallando aquella figura de madera. El cumpleaños de Raoul se acercaba y Iason le había informado que lo llevaría con él a la fiesta.

 

 

No podía estar más contento con la noticia, aunque su regalo mucho distaba de ser la gran cosa.  Era la primera vez que trabajaba con la madera, pero era lo único que podía regalarle al joven. Dado  que por los días se encontraba ocupado con sus tareas y por las noches el señorito iba en busca de sus caricias, Katze se ayudaba con una vela para trabajar en su obsequio en las pocas horas que debían ser destinadas al sueño.

 

 

- No puede ser…

 

 

Cuando Raoul se dio cuenta de que Iason iba acompañado de Katze, sintió unos celos terribles.

 

 

- “¿Cómo pudo hacerme esto…? ¿…Y en mi cumpleaños?” – Se mordía el labio.

 

 

- Raoul. Felicitaciones – Iason se había acercado hasta él.

 

 

- Iason… muchas gracias – Sus mejillas blancas se ruborizaron de inmediato y le dieron un encantador toque femíneo – Eres muy amable.

 

 

- Ejem… - El Mink le dio un pequeño empujón a Katze.

 

 

- Esto… feliz cumpleaños, señorito Raoul.

 

 

No tuvo deseos de contestarle. Pero no quería mostrar una actitud grosera ante Iason.

 

 

- Gracias…

 

 

Así lo hubiese mencionado sin ganas, para Katze fue melodía pura.

 

 

La fiesta pronto se animó y llenó de gente. Katze se sentía un poco intimidado ya que era el único sirviente que se encontraba en calidad de invitado; eso, sumado al color de su cabello, resaltante y majestuoso, hacía que los muchachos y muchachas rubios mantuvieran una actitud recelosa.

 

 

- Con ese color de cabello no me extrañaría que fuese un oportunista – Comentaba uno de sus invitados, de su misma edad.

 

 

- ¿Dices que vino con Iason? Con razón. A él siempre le ha encantado hacer ésta clase de espectáculos.

 

 

El Am escuchaba los comentarios de sus supuestos amigos y se sentía más y más avergonzado. Dirigió su vista al cohibido pelirrojo que permanecía al lado de Iason. Sin contar su tamaño, era tan pasivo y enclenque, que el ojiverde no se explicaba el porqué el Mink disfrutaba de su compañía.

 

 

En el momento en que el ojiazul se dirigió al baño, Katze aprovechó de acercarse hasta Raoul.

 

 

- Señorito Raoul…

 

       

- ¿Qué quieres? – Preguntó con evidente hostilidad. Se cruzó de brazos. A su espalda, un semicírculo de rubios murmuraba.

 

 

- Yo… le he traído un obsequio - Le mostró el regalo envuelto – Por favor… acéptelo.

 

 

Sus ojos verdes brillaron un poco, pero nadie, ni el pelirrojo cabizbajo, ni Raoul mismo, lo pudo notar.

 

 

- ¿Han escuchado? Dice que le trajo un regalo ¿Qué será?

 

 

- De seguro alguna baratija – Opinó otro.

 

 

Ante las palabras hirientes de sus compañeros, el de los rizos se mostró serio y de un manotazo, arrojó el regalo del pelirrojo al suelo.

 

 

PAFF!!

 

 

 - No quiero tu sucio regalo.

 

 

- ¡!

 

 

- Ahora… apártate de mi vista. Te tolero sólo porque acompañas a Iason, así que mientras él no esté a tu lado, ni te molestes en hablarme.

 

 

Las risillas de los rubios buscaron de lastimarlo aún más, como la sal a las heridas; pero las propias palabras del Am ya había hecho el suficiente daño.  El nudo en su garganta y la desazón que nació en su estómago, le dieron fuerzas para tomar su despreciado obsequio y alejarse corriendo.

 

 

- Bien hecho Raoul. Que se de cuenta de dónde está parado.

 

 

- ¿Viste cómo se le aguaron los ojos? – Comentaron en tono burlesco – De seguro debe estar llorando por ahí.

 

 

- … - A pesar de haber recibido el visto bueno de parte de los muchachos, Raoul no podía quitarse la incomodidad que le produjo lo que acababa de ocurrir. Estuvo tentado de aceptar el obsequio de Katze ¿Qué le costaba tomarlo y quedarse con él?… pero los demás lo hubiesen criticado.

 

 

Tampoco había pretendido que aquellos ojos adquirieran casi el mismo tono rojizo de su cabello.

 

 

Katze lloraba más no se oía ni un gimoteo. Su llanto era tan silencioso, que sólo las lágrimas que surcaban sus mejillas eran la prueba de su dolor. Había aprendido a llorar reservadamente para su propio beneficio.

 

 

Iason, quién lo había estado buscando, lo halló sentado de espaldas en el lugar más apartado del recinto.      

 

 

- Katze ¿Qué haces aquí?

 

 

Cuando el pelirrojo le oyó, trató de limpiarse las lágrimas, sin embargo, cuando se giró sus ojos y su nariz presentaban aquel color rosáceo tan delatador.

 

 

- Señorito… no me siento bien. No se preocupe por mí… vaya a divertirse. Estaré mejor luego de tomar un poco de aire… Luego le alcanzo.

 

 

Iason se sentó a su lado. El pelirrojo no le miraba. Se sentía tan desdichado.

 

 

- Mi petirrojo – Le tomó de las manos, seguidamente las detalló: Los pequeños cortes producidos por su navaja y heridas generadas por las astillas, le demostraron todo su trabajo duro – No le hagas caso a aquellos comentarios malintencionados – Intuyendo que su malestar se debía a la maldad de los hijos malcriados de los terratenientes.

 

 

- ¿Por qué…? – Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas - ¿Por qué me tratan de ese modo señorito…? Yo no tengo la culpa de haber nacido con éste color de cabello… éste color que tanto desprecian…

 

 

Verle tan entristecido enojó al Mink. No le gustaba que se metieran con aquel que compartía la mayoría de las noches.

 

 

- No puedo creerlo – Le habló con seriedad. Casi regañándole -  ¿Qué no te das cuenta Katze?

 

 

- ¿A qué se refiere…?

 

 

- En lo evidente ¡Te tienen envidia! Eso es todo – Lo tomó de los hombros – Por esa razón te tratan así.

 

 

- ¿En… vidia? – Estuvo por creérselo – Lo dice sólo para hacerme sentir mejor… después de todo, ustedes tienen el color del sol ¿Por qué habrían de envidiarme entonces?

 

 

- No te miento. No lo digo sólo por decir – Le hablaba con absoluta certeza – Ese cabello tuyo es una virtud. Una rareza que encanta a dónde quiera que vaya – Le tomó del mentón, obligándole a subir la mirada – Por eso te dicen cosas que te duelen y les das el gusto cuando bajas la cabeza, así que levántala; porque si nosotros somos como el sol, tú eres como el fuego… el intenso e imponente fuego que tanto me gusta ver arder – Le hipnotizaba con sus ojos azules – Ya que lo sabes, no me vengas más con lloriqueos. Recuerda que el fuego no sólo calienta, sino que si quiere, también puede quemar – Le regaló una sonrisa tenue -  Jamás permitas que algo te vuelva a apagar.   

 

 

- Señorito… usted… siempre tan bueno conmigo – Se sentía mejor luego de escucharle.

 

 

- Es porque te lo mereces… - Le besó – Te prohíbo que vuelvas a llorar por algo tan tonto. Sólo quiero verte llorando en mi cama.

 

 

- Señorito… - Se sintió apenado por sus palabras.

 

 

- Ya que hemos aclarado las cosas – Se levantó y luego añadió: - …Ahora mismo hablaré con Raoul.

 

 

- ¡No! ¡Por favor! – Le jaló.

 

 

- ¿Por qué no? Te han molestado y eso no se los voy a permitir.

 

 

- Por favor señorito Iason… no haga eso… se lo suplico – No quería que el Mink se quejara con Raoul, si hacía eso, el ojiverde tendría una peor imagen suya – No lo haga. No le diga nada al señorito Raoul. Recuerde que es su cumpleaños. 

 

 

- Cumpleaños o no, no tiene derecho alguno a meterse con lo que es mío. Sabe que soy muy celoso con mis pertenencias… así que lo mínimo que haré es abochornarlo en su dichosa fiesta. Que pague por su descaro.

 

 

Katze se sintió turbado.

 

 

- Yo… lo menos que quiero es causarle problemas.

 

 

El ojiazul le clavó la mirada, aquel joven que le jalaba se veía tan conmovedor e indefenso.

 

 

- Está bien, haré lo que me pides… pero tendrás que darme algo a cambio.

 

 

- Señorito… - El rubio había empezado a tocarlo.

 

 

- Anda. Vamos hasta el jardín de rosas.

 

 

- Pero… - Ladeaba su rostro - ¿No puede esperar hasta que volvamos a la hacienda?

 

 

- No puedo – Insistió – Tus lágrimas me han hecho esto. Hazte cargo.

 

 

 Katze no puso resistencia. Se dejó poseer por el simple hecho de mantener a Iason libre de la idea de quejarse ante Raoul.

 

 

Cuando el Mink y el pelirrojo volvieron hasta donde estaba el ojiverde, éste se fijó en Katze y en cómo trataba de tapar los chupetones que Iason le había dejado en todo el cuello; era evidente que el ojiazul le había marcado aquellos besos adrede.

 

 

- “Lo hiciste a propósito… eres un aprovechado” – Era cierto. Raoul en aquel instante envidió tanto a Katze, que sus ojos refulgieron esa envidia en un verde muy profundo.

 

 

Éstas y otras heridas, cicatrizaron en Katze en forma de un carácter fuerte e inquebrantable. Dándole la potestad absoluta de hacer con su fuego lo que le apeteciese.

 

 

***Fin del Flash Back***

 

 

Al salir de la habitación, Katze procuró cerrar la puerta con extremo cuidado. Pero cuando se giró dispuesto a iniciar el recorrido hacía la salida, se halló de golpe con un rostro sumamente impactado.

 

 

- … ¿Qué… haces tú aquí? – Tenía los ojos totalmente abiertos.

 

 

- Señorita Mimea – Titubeó – Gracias a Dios que es usted… he venido a buscarla para llevarla a la hacienda.

 

 

Mimea se permitió mirarlo unos segundos, en silencio y evidentemente en sock.

 

 

- Está bien… así están las cosas: Necesito que me ayude a salir sin que me vean – Añadió al darse cuenta de que lo que le había mencionado, no reparaba el hecho de que lo había visto saliendo del cuarto del Am – Se lo prometí a Raoul.

 

 

- … - Su mirada ahora seria, continuaba juzgándolo – Sígueme – Le ordenó luego de voltearse e iniciar la caminata – Si te ven conmigo, nadie dirá nada.

 

 

Mientras caminaban, el pelirrojo notaba que por nada del mundo la mujer se giraba a verle “¿Qué estará pensando?” de pronto, la mente de Katze fue cautivada por los recuerdos junto al ojiverde, y con ellos se distrajo en el resto del camino hasta la camioneta.

 

 

Ya afuera, el hombre metió la mano en el bolsillo y sacó la cajetilla de cigarros.

 

 

- ¿Nos podríamos ir? – Preguntó la muchacha, un tanto enfadada.

 

 

- Fiusss – Liberó el humo sobre su cabeza – Deme un momento.

 

 

- Ese humo me hace daño – Mencionó con evidentes ganas de molestarlo.

 

 

- Súbase a la camioneta – Le indicó, deseoso de perderse unos segundos más en el recuerdo del aroma de su querido – Allí no le llegará.

 

 

Mimea bufó. Se montó en el vehículo y desde allí le observó hasta que se fumó todo el cigarrillo.

 

 

Katze se subió y acomodó en su asiento. Los ojos de la joven le seguían en cada movimiento que daba. Encendió el motor y se inició la marcha.

 

 

Luego de un par de minutos de camino, Mimea no pudo soportarlo más.

 

 

- Respóndeme algo.

 

 

- Usted dirá.

 

 

- ¿Qué hacías en la habitación del señor Raoul?

 

 

- Hablábamos de negocios.

 

 

- Mentira – Mencionó de un tajo – Para el señor Raoul, su habitación es sagrada. Yo entro ahí porque soy de su extrema confianza… pero ni el mismo Iason entra.

 

 

- ¿En serio? – Con lo que le mencionó, el pelirrojo se sintió contento. Tenía ganas de agradecerle a la joven por la información que le había brindado.

 

 

- Entonces  ¿Qué hacías allí? – Preguntó una vez más.

 

 

- No tengo porque darte explicaciones – Le habló más informal, dadas las circunstancias.

 

 

- ¡Si que tienes que dármelas!

 

 

- ¿Por qué? – La miró con firmeza - No eres ni su madre ni su esposa – Escupió – Lo mejor es que dejes de malcriar tanto a ese hombre… me doy cuenta que eres una de las culpables de que no sepa respetar… – Seguidamente pensó: - “Yo me encargaré de ponerlo en cintura”.

 

 

Mimea se mordió el labio, rabiosa ¿Cómo se atrevía a hablar de Raoul con tanta familiaridad?   

 

 

- “¿No será qué…?” – Se alarmó y lo expresó un poco gestualmente – “No… no puede ser… eso es imposible. El señor Raoul nunca se fijaría en alguien como él…” – Miró a Katze de soslayo – “De seguro que todo se trata de un malentendido”

 

 

- Escúchame ‘niña’… - Katze le habló al darse cuenta que estaba teniendo una especie de dilema mental – Si realmente quieres saber que hacía yo ahí, pregúntale tú misma.

 

 

- ¿Eh? – Se sonrojó al instante - ¡Por supuesto que lo haré! ¡Se lo preguntaré!

 

 

- “Jum… Mujeres” – El hombre suspiró.

 

 

Aquellas palabras fueron las últimas que se dirigieron en todo el resto del viaje.

 

 

La visita de Mimea fue algo corta, la pelicastaña insistió en volver pronto, había alegado que se sentía en extremo cansada y que necesitaba ir a descansar.

 

 

Pero la verdad era otra.

 

 

- “Tengo que saberlo… tengo que saber que hacía ese hombre saliendo de la alcoba de Raoul”

 

 

Cuando estuvo en la hacienda, fue directo a informarse con los sirvientes.

 

 

- Señorita Mimea, bienve…

 

 

- ¿Y el señor Raoul? – Aniquiló a la sirvienta con la mirada.

 

 

- ¡Eh!... Pues… ahora que lo menciona, el señor no ha salido de su habitación desde que usted se marchó.

 

 

- ¿Qué no ha salido?

 

 

- Para nada… No quiso almorzar e inclusive rechazó el té que se le llevó.

 

 

Aquello le extrañó.

 

 

- “¡¡No puede ser!!” – Se quería jalar de los cabellos – “Raoul nunca rechaza una taza de té.  ¿Qué no ha salido más de su habitación? Esto no está bien. Raoul es un hombre que no puede quedarse sin dar una orden por más de cinco minutos. Algo le pasó” – Tenía miles de especulaciones en su joven cabeza – “Definitivamente… definitivamente… ¡DEFINITIVAMENTE ALGO TUVO QUE PASAR!”

 

 

- Señorita Mimea… - Su reacción preocupó a su compañera - ¿Se encuentra usted bien?

 

 

Mimea ignoró a la mujer y fue rauda hasta el cuarto del Am, allí, se dio cuenta de que la puerta estaba cerrada por dentro.

 

 

- “No quiere que lo molesten…” – Tragó grueso. Titubeó antes de  tocar la madera.

 

 

Toc toc toc

 

 

- Señor Raoul. Soy yo, Mimea… ya he vuelto de la hacienda Mink – Esperó unos segundos –… ¿Se encuentra usted bien?... Me dijeron que no ha vuelto a pedir nada.

 

 

- …Mimea… - Se oyó como a lo lejos – En estos momentos me encuentro un poco indispuesto. No te preocupes.  

 

 

- Ya veo… ¿Bajará… o acaso quiere que le traigan la cena?

 

 

Con aquella pregunta, esperaba despejarse las dudas.

 

 

- …Bajaré. Lo haré después de que descanse un poco. Tú también ve a descansar.

 

 

- Si señor… “Durante la cena despejaré mis dudas”

 

 

Mimea aceptó sus palabras y se marchó. Esperaría hasta la cena para descubrir que era lo que había pasado.

 

 

- “¿Y qué sucederá si algo pasó?” – Se detuvo en seco – “¿Me lo contará?  ¿Lograré que me lo cuente?” – Soltó un largo suspiro – Deja de soñar despierta Mimea. Sé inteligente. Tienes que averiguarlo por ti misma.

 

 

Luego de que Katze se hubo marchado, el Am había permanecido un tiempo en la cama, rememorando lo vivido y restaurando su cuerpo. Cuando trató de levantarse, sintió como si un caballo bravo le hubiese propinado una coz sin ninguna clase de piedad.

 

 

- ¡Tsk! ¡Maldición! – Estaba más que claro que aún no podía salir de su alcoba – Ese salvaje me ha dejado destartalado… - Se llevó la mano a la espalda. Nunca en la vida le había dolido tanto la cadera y es que el pelirrojo al perder los estribos, le había dado con fiereza  – Si alguien me ve así… dará en el blanco sin pensarlo mucho - Sacudió la cabeza - ¡Vamos Raoul! Ante todo compostura – Se dio ánimos a sí mismo. Tan rápido como se irguió, el dolor se disparó de nuevo, haciéndolo curvar – ¡Yauch!

 

 

Sacó fuerzas de dónde no tenía y llegó hasta el baño. Mientras se duchaba, los besos de Katze le visitaron y le bañaron junto a las gotas de agua.

 

 

- Katze… - Sonrió tenue y sintió que  la vida  era dulce - ¿Habrá logrado salir sin que lo vieran?... – Pensó – ¿Y si no lo hizo? – Se angustió y la sonrisa se esfumó - ¿Y si alguien lo vio?.... ¡¿Qué será de mí si eso pasó?!

 

 

Ignoró el dolor y se terminó de duchar a la carrera.

 

 

- De ser así, debo de estar siendo la comidilla de la servidumbre… – La sensación de bienestar que tuvo por el encuentro, fue sustituida por una nausea producto de su imaginación. Se miró en el espejo, su cara estaba pálida por la preocupación – ¿Qué será de mí? – Preguntó  una vez más - No quiero ser la burla de nadie… yo…  ¡DE NINGUNA MANERA DEJARÉ QUE ESO PASE!

 

 

Como pudo, el hombre trató de recomponerse. Estuvo vigilando todas las reacciones de sus lacayos en cuanto salió de su alcoba. No recibió ningún indicio que le indicara que sospecharan algo, eso lo puso más tranquilo y le dio las energías que necesitaba.

 

 

 Mientras cenaban. Mimea no apartaba los ojos del rubio.

 

 

- Luce cansado…– Comentó la pelicastaña – Agregó luego de entrecerrar los ojos: – Más bien, diría que hasta un poco…adolorido.

 

 

- ¡Eh! – El rubio tuvo un espasmo -… ¿Tan mal luzco en verdad? Es que… me molesta un poco la espalda.

 

 

- ¿En serio? ¿Y eso?

 

 

- …Ha de ser la montura.

 

 

- ¿Qué clase de montura?

 

 

Vale comentar que Raoul se sorprendió ante la insistencia y las palabras de la joven.

 

 

- ¿Cuál más va a ser? – Trató de hacerse el desentendido. Seguramente había malinterpretado las palabras de Mimea.

 

 

-  Es extraño. Siendo usted tan buen jinete.

 

 

- Son cosas que pasan a veces – Mencionó con naturalidad – Los años pueden estar pasándome factura.

 

 

- Si… debe ser eso… - Agregó nada convencida - ¿Desea que le haga un masaje? – Le ofreció. Estaba segura de que podía recabar mayor información.

 

 

- No será necesario… ¿Qué tal la visita? – Cambió de tema.

 

 

- Bien… - Le pareció raro que preguntara, Raoul nunca había mostrado interés por sus encuentros con Riki – El señor Iason andaba algo ocupado. No pude verle.

 

 

- Me imagino… - Hizo una pausa - ¿Quién te trajo de vuelta?

 

 

- ¿? - ¿No le preguntaba más sobre el Mink? Eso si era extraño -  Em… pues, como siempre uno de los empleados de la hacienda.

 

 

- ¿El mismo que te vino a buscar hoy? – Lanzaba las preguntas tan seguidas, que parecía que las tuviera preparadas con anterioridad.

 

 

- No. Otro.

 

 

- Ya veo…

 

 

- No me despedí de usted porque no quería importunarle.

 

 

El ojiverde asintió y siguió comiendo.

 

 

- El capataz de los Mink… - Añadió Mimea de la nada. Pensó un poco – Katze.

 

 

Raoul se detuvo.

 

 

- ¿Qué pasó con él...? – Tan sólo oírle nombrar le llenaba de una sensación inexplicable.

 

 

- Parece ser un hombre bastante  curioso –  Había logrado arrancar del ojiverde la reacción que esperó – “Esto es malo… muy malo”

 

 

La conversación giró en torno a otros temas.

 

 

***

 

 

Por otro lado Katze lo menos que tenía era preocupación por lo ocurrido. Tan pronto hubo regresado de la hacienda Am, se enfocó en su trabajo.

 

 

Pero como la dicha es un sentimiento transpirable, era natural que alguien se diese cuenta del cambio en su mundo. 

 

 

- Veo que estás muy feliz ¿Ha ocurrido algo bueno?

 

 

Katze salió de sus recuerdos y se encontró con la mirada oscura.

 

 

- ¿Qué te hace pensar que algo pasó?

 

 

- Tienes una sonrisa de oreja a oreja. No es normal que estés tan feliz.

 

 

- ¿Ah si? Ahora resulta que es pecado que yo sonría un poco.

 

 

- Je je es inusual, a eso me refiero. Sobretodo porque no me has gritado en todo el día.

 

 

- Si quieres puedo empezar ahora – Desafió.

 

 

- Oh, no seas así – Riki se sentó a su lado.

 

 

- No te instales mucho – Le señaló.

 

 

- ¡Ah! ¡Vamos! Nadie quiere hablar conmigo. Todos tienen miedo de que Iason les haga algo – Expresaba con algo de cansancio – Sólo Daryl me trata igual… pero no puedo hablar con él, se la pasa metido en sus labores y es demasiado recatado – Trataba de convencer al hombre de que le permitiera una conversación – Eres el único que me queda.

 

 

Sintió pena por el moreno, así que le dejó acompañarle.

 

 

-  Bien muchacho… ¿De qué quieres hablar?   

 

 

Hasta ese nivel había caído el moreno. Tener que mendigar las atenciones que con anterioridad gozaba.

 

 

- ¡Con que aquí estás Daryl!

 

 

- ¡Señor Riki! – El moreno se había abalanzado sobre él – Suélteme por favor…

 

 

- ¿Y eso por qué? ¿No me digas que te da pena? – Sonreía, le parecía divertido molestar al mucamo con sus juegos. En esos instantes se olvidaba de sus problemas.

 

 

- No deberías hacerlo… ésta clase de cosas son las que molestan al señor Iason.

 

 

 - …

 

 

Y era verdad. A lo lejos el rubio les miraba. A lo lejos Iason se carcomía de las ganas de llegar y armarle un escándalo al joven. Más permaneció viendo, a lo lejos.

 

 

- “Ese Riki… ” – Tuvo deseos de tenerlo en frente.

 

 

Poco a poco, Riki fue soltando a Daryl.

 

 

- Ya casi ni me habla.

 

 

- Eso es porque está aún molesto.

 

 

- ¿Y qué se supone que haga? – Estaba irritado con aquella situación – No encuentro la manera de quitarle esa mala cara.

 

 

- Tienes que demostrarle que quieres que las cosas se arreglen entre ustedes – Colocó su mano en uno de los hombros del moreno.

 

 

- Pero ¿Cómo?

 

 

- ¿Cómo se obtienen las cosas Riki? ¡Pues pidiendo!

 

 

***

 

 

Toc toc

 

 

Riki abrió la puerta y se encontró con Iason sentado frente al escritorio.

 

 

- No te quedes ahí. Pasa y cierra la puerta.

 

 

El muchacho obedeció. En cuanto hubo recibido el mensaje de que el rubio le esperaba e su oficina, una sensación como terrorífica le invadió, ya no sabía que esperar cuando se trataba de Iason.

 

 

- … ¿Qué es lo que quieres? – Se atrevió a preguntar, en un tono cohibido.

 

 

- Ven – Le llamó.

 

 

El pelinegro caminó despacio hasta dónde le indicó el Mink. Se aventuró a subir la mirada y se halló con los ojos azules que últimamente sólo le provocaban pavor, sólo que ahora… no le miraba serio, de hecho parecía bastante sereno.

 

 

- Siéntate aquí.

 

 

Riki se sintió entre intimidado y extrañado cuando le pidió que se sentara en una de sus piernas, y debido a esa extrañeza, permaneció los segundos siguientes sin moverse de su sitio.

 

 

- No me hagas repetirlo – Con ese llamado, Iason logró que el joven le obedeciera.

 

 

Lo que vino después fue un poco torturante, más para la mente de Riki, ya que el joven no podía evitar imaginarse las peores cosas, el aire se le acababa y hasta el sudor se volvía frío.

 

 

- “¿Qué es lo que va a hacerme?” – Pensaba – “Y para colmo no dice ni una palabra… sólo está buscando de intimidarme… ¿Qué debería hacer?”

 

 

Cuando se dio cuenta de que el Mink no apartaba su atención de l papeleo sobre el escritorio, el joven sintió que las cosas se calmaban en su interior. Pronto se olvidó del absurdo temor que lo hubo invadido y trató de ver que era eso que tenía tan enclaustrado al mayor.

 

 

Se acordó de las palabras de Daryl. Si seguía comportándose temerosamente nada mejoraría.

 

 

- ¿Qué es eso?

 

 

- No necesitas saberlo.

 

 

- Mmm… se ve aburrido.

 

 

Iason sonrió un poco.

 

 

- ¿Por qué crees que te he llamado aquí?

 

 

- ¿?

 

 

No le entendió a qué se refería sino luego de pensarlo un poco más, cuando era obvio que lo que Iason buscaba era un poco de compañía. Recordó cuando a veces acompañaba al ojiazul cuando éste se sentaba a leer uno que otro libro, el Mink le leía y Riki le escuchaba, o en ocasiones simplemente el moreno se echaba una siesta a  su lado.

 

 

Se alegró un poco de que al menos algo siguiera como antes.

 

 

- Puedo cantar algo si quieres – De vez en cuando, él y los muchachos se turnaban para amenizar las horas de trabajo - ¿Qué te parece la “Vaca mariposa”?

 

 

- No lo hagas. Si chillas de seguro terminarás distrayéndome – Mencionó a modo de burla.

 

 

- ¡Oye! – Se quejó con un enojo fingido – “Así es como debe ser” - Sonrió internamente.

 

 

Ante el silencio que vino luego, el pelicorto se dedicó a observar a Iason. Su rostro, tan afable y masculino, le produjo aquel sentimiento tan grato que sólo obtenía a su lado. El corazón de Riki empezó a acelerarse y cuando sus ojos detallaron que su camisa se encontraba un poco abierta, su sangre se calentó.

 

 

El rubio, sin apartar los ojos de sus asuntos, rodeó la cintura de Riki con uno de sus brazos. El joven se estremeció.

 

 

- “Cálmate… ha sido un contacto inocente” – Trató de tranquilizar su respiración.

 

 

Pero era evidente que su cuerpo  ya se había excitado. Riki trató de distraerse moviendo un poco las piernas.

 

 

- ¿Qué pasa? ¿Necesitas ir al baño? 

 

 

- No es eso… - Sus mejillas estaban pintadas. Se alarmó al escucharlo en un tono fastidiado – Oh no… Te estoy distrayendo ¿Verdad? – Quería que se lo tragara la tierra – Sólo consigo molestarte… - Acto seguido, metió su cabeza en el declive de hombro del rubio, como tratando de ocultarse.

 

 

- …

 

 

Riki se sentía  frustrado, el hecho de que Iason le tratase tan frío no dejaba de dolerle. 

 

 

Iason cerró los ojos y apretó los puños, recriminándose el deseo de perdonarle todas sus faltas.

 

 

- Oye Iason… - Le susurró.

 

 

- … - Le ciñó un poco de la cintura.

 

 

- … Iason… ya no te molestes conmigo…  – Se recostó de su hombro y le rodeó con sus brazos, como un niño clamando afecto - ¿Si?

 

 

El ojiazul se mordió el labio con tanta fuerza que estuvo a punto de hacerlo sangrar.    

 

 

- …Te extraño tanto – Por más que le costó, logró confesárselo y debido a eso, su corazón quería hacer como las palabras y salírsele por la boca.

 

 

- “Ya basta…”

 

 

- ¡!

 

 

En aquel momento, cada uno de los huesos de Riki fueron testigos de cómo Iason lo estrechaba en un fuerte abrazo. El aire era poco, y la calentura iba en aumento. No sabía que esperar, así que permaneció quieto, acurrucado y deseoso que el contacto nunca se extinguiera.

 

 

- Riki… - Habló por fin, arrancando el nombre de su garganta –…  “¿Cómo es que me haces sentir tan culpable?”

 

 

- Iason… - Sus ojos se tambaleaban. No podía verle a los ojos en la posición en la que se encontraba, pero estaba seguro de que el Mink estaba combatiendo consigo mismo.

 

 

- “…Yo quisiera… que nada de esto hubiera pasado. Que todo fuera como antes…” - Por más que lo intentara, su propio corazón no podía ceder ante sus órdenes. Así que mientras le abrazaba fuerte, las palabras las trasmitía con el cuerpo y con el pensamiento – “Quisiera amarte Riki. Amarte sin que el pasado venga a atormentarme, sin que la noche dulce se torne amarga por los recuerdos” – A su nariz llegó el exquisito aroma de su muchacho – “Sin que la prueba de tu traición venga cada tanto a visitarme”

 

 

El Mink poco a poco le soltó y se halló con aquella expresión en Riki que tanto conocía, esa que demandaba que le amase sin importar las palabras que saliesen de su boca.

 

 

- Iason yo…

 

 

- No sigas diciendo – Le calló.

 

 

Riki se entregó paciente a su debate mental, esperando cuál sería su final.

 

 

- Entrégate a mí Riki.

 

 

De ésta manera Iason se dejó seducir por el anhelo del pasado.

 

 

Cuando buscó los labios del moreno, éste se aproximó raudo a iniciar el beso.

 

 

Fue grato apartarse de los desagradables recuerdos y con aquel beso, Iason sintió que podía perdonarle...

 

 

…Hasta que ese perdón se esfumase junto al sutil orgasmo.

 

 

***

 

 

Desde lo ocurrido con Katze, el Am no volvió a ser el mismo.

 

 

Se la pasaba más pensativo de lo usual, tanto, que evitaba a toda costa tener que mostrarse en la hacienda Mink. Lo menos que quería era que Katze se diera cuenta de lo agitado que lo había dejado su encuentro.

 

 

¡CRASH!

 

 

- ¡Soy un descuidado, un inútil! ¡Discúlpeme señor Raoul! Lo limpiaré todo enseguida – El pobre criado había dejado caer una de las mejores piezas de la vajilla Am, estaba al tanto que recibiría las legendarias y aterradoras reprimendas del rubio. Después de los trajes y las joyas del Am, la vajilla era uno de sus tesoros.

 

 

El ojiverde ni le miró.

 

 

- … ¿Se… señor Raoul? – Le llamó, algo cohibido.

 

 

- ¿Mmm? – Se giró con lentitud haciendo asustar más al jovenzuelo.

 

 

- Esto… la vajilla… - Se hallaba arrodillado ante un montón de vidrios rotos.

 

 

- Que pena… – Exclamó en un leve susurro inaudible para luego retomar la vista a la ventana. Volvió a suspirar –… que pena… 

 

 

El criado se sorprendió, más no perdió tregua y levantó el desastre que había hecho, antes de que su señor decidiera salir de su trance.

 

 

- ¿Has escuchado? – Cuchicheaba una sirvienta a la otra.

 

 

- ¿Qué? No… ¡Cuenta, cuenta! – Avivaba ansiosamente.

 

 

- Al parecer el señor Raoul se ha enamorado – Hablaba con una mano ocultando su boca, como buscando ocultar la información.

 

 

- ¡No! – Haciendo uso exagerado de la expresión - ¡¿Cómo crees?!

 

 

- Esos cambios de humor tan repentinos y esos suspiros sin razón, lo prueban. Seguramente alguna mujer logró pescarle.

 

 

- ¡Se ha enamorado! – Cantaba una.

 

 

- ¡Se ha enamorado! ¡El patrón por fin se ha enamorado! – Se unía otra que sólo había conocido al Raoul sin amor, el nuevo Raoul las contagiaba sin saber de qué.

 

 

El Am enrollaba y desenrollaba un rizo entre sus dedos mientras apoyaba su mentón en la palma de su otra mano.

 

 

- ¿Y si le escribo una carta? – Pensó - ¿Sabrá leer? – Le asaltó aquella duda – No seas mediocre Raoul  ¡Claro que sabe! – Se respondió a sí mismo – Le escribiré… - Decidió. Tomó un papel y una pluma.

 

 

A Katze…

 

 

Escribió con una letra pulcra que luego detuvo.

 

 

- ¿Qué podría escribirle? – Se dio unos leves toques en los labios con la pluma – No tengo ni la más remota idea de cómo encantar a ese hombre…

 

 

Se desplomó en la silla.

 

 

- A todas estas ¿Para qué diablos quiero escribirle? – Se extrañó del comportamiento que había tenido hacía un par de minutos - ¿Qué es lo que te pasa Raoul? – Tomó la hoja y la arrugó. Recordó todas las cartas de amor, inocentes y escabrosas que le habían mandado mujeres que estaban interesadas en el romance  - ¡No seas ridículo! No puedes llegar y escribirle una estúpida carta. Se burlaría de ti por buscar de tratarlo como a una endeble mujer… - Sonrió y aseguró – Y más porque él es todo un hombre.  

 

 

Pero su mente lo angustiaba y su cuerpo recordaba el encuentro. Estaba claro que deseaba probar más de aquel adictivo elixir. No estaba seguro cuando sería la siguiente vez que tendrían sexo… y eso precisamente le hizo angustiarse más ¿Habría acaso una siguiente vez?

 

 

- ¿Y si sólo fue… producto del momento?...  

 

 

Después de todo, aquello se había dado sin siquiera preverlo y hasta había hecho molestar a Katze hablándole de Iason en un momento inapropiado.

 

 

- Iason… - La presencia en su mente le mortificó. Sacudió su cabeza y regresó al tema original.

 

 

Pensaba tanto y tan diferente.

 

 

- Pero yo… ¿Quiero que suceda de nuevo? ¿Quiero que Katze vuelva y me tome? – Su mano se estacionó en su barbilla y pensó.

 

 

Se intrigaba.

 

 

- Se suponía que las ganas se me quitarían… y ha resultado ser todo lo contrario. Estoy que me subo por las paredes – Se alborotó los cabellos, avergonzado; desde lo ocurrido se había masturbado más que lo acostumbrado, todas esas veces pensando en el fornido pelirrojo que lo arremetía con furia – Y a todas estas… ¿Qué acaso el mentecato no piensa venir a verme? ¿Quién se ha creído que es?

 

 

Estaba acostumbrado a que todas las mujeres con las que compartía momentos íntimos por primera vez, le buscaran inmediatamente al día siguiente. O al menos que dieran muestras de su existencia. Pero de Katze no había recibido absolutamente nada.  

 

 

Una idea le explotó en la cabeza como una centella.

 

 

- ¿Y si… me usó para satisfacerse?...

 

 

¿Qué acaso Raoul no había utilizado a Katze en primer lugar? En el mundo del ojiverde los demás tenían que estar rendidos a sus pies, mientras que nadie tenía derecho a pedirle nada.

 

 

- ¿Qué fueron todas esas cosas que me dijo entonces? ¿Palabras endulzadas?... – Se molestó de sólo imaginárselo y más porque se las hubo creído todas – ¡¿Será descarado?! Es que si me dijo todo eso por burla me las va a pagar ¡Oh, si que lo hará!... Atreverse a hacerme suspirar por él como una muchacha y cegarme hasta el punto de permitirle…  

 

 

Más rápido que inmediatamente, el rubio recordó que había dejado que Katze le llenara con su esencia…

 

 

Se puso rojo como una cereza.

 

 

- ¡¡¡¡¡¡¡¿Pero qué me pasó?!!!!!! – Se jaló de los cabellos y todo lo que tuvo enfrente fue a parar al suelo.

 

 

PLAM!! CRASH!!

 

 

Eso. Eso… “ESO” más que nada, lo hizo ponerse sumamente histérico. Estaba rojo, de la pena y de la ira.

 

 

- ¡Ese desgraciado! ¿Cómo se atreve a jugar conmigo! Lo dejaré sin familia… – Estaba que se mordía la lengua y se la tragaba -  ¡¡¡¡Lo caparé!!!!

 

 

Un pensamiento, más maligno que el anterior, le asaltó sin misericordia.  

 

 

- ¡Raoul! ¡Has sido un completo idiota al caer en las garras de aquel hombre! Podría llegar a chantajearte… ¡¡Eso no lo debes permitir!! – Aseguró: - ¡Lo haré comerse mis botas enteras!

 

 

Los sirvientes que escucharon sus gritos reconocieron al habitual patrón y extrañaron al enamorado.

 

 

- ¿Hay algo que le angustie señor Raoul? – Preguntaba la joven. Se encontraba masajeando los hombros de su patrón.

 

 

- Deberías estar en tu cuarto… no es necesario que trabajes.

 

 

- Para mí esto no es un trabajo. Además no estoy enferma.

 

 

Hubo unos segundos de silencio.

 

 

- ¿Acaso a habido algún avance?

 

 

- ¿? ¿De qué?

 

 

-  Con el señor Iason. Lo noto a usted algo conmocionado.

 

 

- ¿Iason? Todo sigue igual… en estos momentos debe estar en los brazos de ese espantoso muchacho haciendo barbaries.

 

 

Le pareció extraño que no se mostrara enfadado  ante su propia especulación, como solía hacerlo.

 

 

- Señor Raoul… ¿Hay algo… qué deba saber? ¿Algo que no me haya contado? – No pudo evitar las ganas de preguntar aquello.

 

 

- Mimea – Le regañó – A tus asuntos muchacha.  

 

 

- Si… - Estaba segura. Había algo que provocaba aquel cambio en su patrón, pero… ¿Qué era?

 

 

- “Quiero ver el atardecer. Sus tonos cálidos son tan reconfortantes.  Aquel color rojo… quiero verlo una vez más”

 

 

Aquella mañana, Raoul se despertó con el apellido atravesado. Arregló todos sus asuntos y entrada la tarde se alistó para dirigirse a la hacienda Mink.

 

 

- Iré hasta allá. Le daré una zurra monumental y le  advertiré que no se vuelta a meter conmigo. Dejaré las cosas muy en claro cuando esté tendido en el suelo escupiendo sus dientes… ¡¡Con Raoul Am no se juega!!

 

 

Con aquellas intenciones, el Am se vistió de cólera y fue en busca de aquel que le había  quitado el sueño.

 

 

El clima estaba nublado, las nubes completamente negras se agolpaban sobre el cielo dando un aspecto lúgubre al paisaje. La camioneta de color rojo se acercaba a la entrada de la hacienda. Katze se aproximó, sabiendo de antemano quien era el conductor.

 

 

El pelirrojo dejó escapar una sonrisa, amplia y llena de un sentimiento sano que en nada se comparaba a las intenciones del rubio. 

 

 

- Raoul… - Trató de acercársele – Mi amor…

 

 

- No me hables con tanta familiaridad – Le atacó. Pero era obvio que el modo en que lo hubo llamado lo alteró, porque le hizo olvidar la parte en la que llegaba golpeándolo sin ninguna tregua.  

 

 

Katze se detuvo y permaneció en su sitio.

 

 

-  “Tan vanidoso como siempre” – Pensó - Está bien… Disculpe señor Raoul. El señor Iason no nos informó que usted se presentaría por aquí – No le costaba nada actuar.

 

 

- Porque no me hice anunciar – Sacudió su melena dorada, evidentemente su ánimo se hubo transmutado al verle - ¿No puedo venir a la hacienda de mi amigo de la infancia simplemente por capricho? – Mencionó desdeñoso.

 

 

- Tiene todo el derecho – De nuevo fue capturado por aquellas botas, ésta vez de color vino, que le hacían ver más alto de lo usual – Si me disculpa voy a ir a informar que usted…

 

 

- No será necesario – Se apresuró a decir.

 

 

El ojiverde carraspeó al darse cuenta de su exaltación.

 

 

- De cualquier forma… ¿Quién ha dicho que he venido a buscar a Iason? – Soltaba al tiempo que se arreglaba el cabello – Tenemos un asunto pendiente Katze – Le miró con los ojos afilados.

 

 

- ¿Señor? – Se hizo el desentendido.

 

 

- Un asunto que empezamos en mi hacienda – Se aproximó hasta quedar muy cerca del pelirrojo, sin quitarle la mirada arrogante – Para ser más precisos en mi alcoba - Se percató de que algunos hombres se encontraban arreglando una cerca a unos kilómetros de ellos. Unas gotas de lluvia comenzaron a caer – Vayamos a un lugar más privado ¿Te parece? – Rogó internamente porque no le diera una negativa.

 

 

- Por supuesto. Sígame por favor.

 

 

El Am dejó el auto en la entrada y se dispuso a seguir a Katze. Había decidido actuar más racionalmente y hacerles los reclamos pertinentes cuando estuvieran a solas. Lo menos que quería era armar un espectáculo de poca monta frente a los subordinados.

 

 

- Parece que lloverá.

 

 

- No te preocupes. Llegaremos antes de que eso pase.

 

 

- “De nuevo me habla así.  Sin ninguna clase de respeto” – Aunque tenía que admitir que le gustaba que el pelirrojo le tuteara… sólo un poco – Lo que quiero discutir contigo es sumamente serio.

 

 

- Lo sé – Opinó - Se te oye en la voz.

 

 

Pronto comenzó a llover, provocando que los hombres se empaparan de pies a cabeza. Desde la entrada, lo único que había era tierra y árboles de pocas ramas. Cuando llegaron al primer techo, les chorreaba agua por todos lados.

 

 

Katze había avistado las nubes y pensado que lograrían llegar hasta su casa antes de que arreciara la lluvia, pero se había equivocado.

 

 

- ¿Lo ves? Te dije que llovería y nos cayó el diluvio encima… ¡Que calamidad! – Se quejó Raoul - … ¡!

 

 

El pelirrojo se acercó sin reparo y se apoderó de sus labios.

 

 

Al principio el rubio se resistió al beso, empecinado en sus molestias… pero luego fue cediendo, capturado por el deseo.

 

 

- Yo… - Trató de hablar entre los besos  - …he venido para decirte… que no quiero… que me busques más…

 

 

- ¿De verdad? – Con sarcasmo. Le besaba, arrancando de su boca uno que otro sonido melodioso – Dime porqué…

 

 

- …Eso que pasó… no debió suceder… jamás… - Continuaba besa que besa y habla que habla.

 

 

- ¿En serio? ¿Eso piensas? Yo me divertí bastante… y estoy seguro de que tú también.

 

 

- ¡Ah!

 

 

Le metía las frías manos por debajo de la mojada camisa, buscando tocar su piel, al hacerlo, el rubio soltó un gemido que fascinó al pelirrojo. Mientras se continuaban besando, Raoul subió una de sus piernas y la llevó hasta la cintura del hombre, de modo que éste lograra sentir su miembro bajo las ropas.

 

 

- Katze… - Se iba. El Raoul que conocía como sí mismo se estaba perdiendo entre los brazos del  pelirrojo – ah…

 

 

- Traté por todos los medios de volver a la hacienda... para verte, para sentirte…  – Le acariciaba con devoción – Pero el señor me tenía tan ocupado… no terminaba de salir de una tarea cuando ya me tenía metido en otra… fue… una tortura…

 

 

- “Eso lo explica”

 

 

Por un momento, Raoul detestó a Iason más de lo que venía haciéndolo últimamente ¿Cómo se atrevía? Si no hubiese retenido a Katze, se hubiese ahorrado varias horas inútiles de enfado ¡Por Dios! Incluso había roto un espejo de metro y medio y varios adornos de porcelana en una de sus rabietas. Tanto trabajo para las sirvientas y tantas astillas encajadas que punzaban aún bajo la carne.

 

 

El ojiverde sentía las manos recorrerle y no mantenía las suyas quietas.

 

 

- Pero lo importante es que ya estás aquí.

 

 

 – Omm… - Se aguantaba como podía los gemidos.

 

 

- Me alegra tanto que hayas venido. Si no lo hacías, yo estaba dispuesto a aparecerme allá, tarde o temprano… así fuese escapándome de mis deberes, así tuviese que meterme en tu cuarto a media noche – Confesó al tiempo que hacía presa de los carnosos labios.

 

 

¿De verdad? ¿Hubieses venido? Quiso preguntar, pero el deseo lo llevaba a expresarse únicamente con gemidos ahogados.

 

 

- Estos días me he estado volviendo loco… por más que he tratado tu exquisito cuerpo no sale de mi cabeza… quiero comerte a besos, ahogarte en pasión…. Estoy que me reviento Raoul. Desde que estuvimos juntos no he estado con nadie más – Confesó.

 

 

- Eso que dices ¿Es cierto?… ¿Puedo creerte? – No lo sabía, pero sus ojos se habían iluminado con sus palabras. 

 

 

- Si, créeme… ¿Qué hay de ti? – Indagó en sus gemas verdes – ¿Has estado con alguien más? Dímelo Raoul. Dime que no has estado con nadie más, sólo conmigo.

 

 

- …

 

 

El Am no le contestó y eso no agrado mucho al pelirrojo. Desde que se hubo dado cuenta de que había sido el primero, se apoderó de él una imperiosa obsesión de custodiar lo que era suyo. Katze  tomó al rubio de la nuca y le obligó a que le encarara.

 

 

- Raoul… - Si le decía que había habido otro… no estaba seguro de cómo reaccionaría, de qué le haría - ¿Has dejado que otro hombre te toque? – Le preguntó con seriedad, sintiéndose dueño de su cuerpo.

 

 

Raoul analizó su mirar ¿Tanto le preocupaba?

 

 

- ¿Y si te digo que si? Que he estado con alguien más aparte de ti... ¿Qué harás?

 

 

- …

 

 

- ¡Uy! Tampoco pongas esa cara mi atardecido. Parece que quisieras matar a alguien – Intervino un poco burlista, la reacción del hombre le había parecido cómica - … ¿Para qué mentir? Confieso que no he estado con otra persona más que contigo  – Mencionó. No le veía el caso a continuar resistiéndose, a continuar engañándole. 

 

 

Una sonrisa amplia se formó en los labios de Katze y le arrebató aquel semblante oscuro.

 

 

El pelirrojo se apoderó una vez más de los labios del rubio y con sus manos, le premió por haberle sido tan sincero.

 

 

- Eso me gusta. Así debe ser… - Le susurró al oído y sintió como afectaba al ojiverde - Quiero hacértelo Raoul… ya mismo…

 

 

Sus palabras hicieron que todo su cuerpo empezara a sentirse hechizado por el deseo.

 

 

- Espera… ¿Aquí?

 

 

- No puedo aguantarme más – Le agarró de las nalgas, con rudeza -  Voltéate e inclínate. 

 

 

- ¡¡Ah no!! ¡Un momento! ¡Tampoco así!… estás loco si piensas que lo haré en semejante lugar – Ciertamente no era un lugar apropiado, es más, ni siquiera llegaba a ser un buen lugar. Por los huecos del techo se metía el agua que caía hasta su ya húmedo cabello y la pared en donde tenía recostada la espalda, estaba soltando algo arenoso – Es tan… incómodo. Mi cabello es un desastre ¿Y qué es esto? Espero que mis ropas no se arruinen ¡Un chelín no cuestan! 

 

 

- Jum… eres bastante quejumbroso - Suspiró el pelirrojo – Y hablas demasiado.

 

 

- ¡¿Te estás burlando de mí?! ¿Qué hablo demasiado? Deberías saber que soy considerado un buen orador y el oyente predilecto de toda reunión.

 

 

El pelirrojo le ignoró el berrinche, le gustaba escuchar al hombre… pero no cuando estaba pensando en llevárselo a la cama. Como la lluvia se había amainado tomó a Raoul de la mano.

 

 

- Vente.

 

 

- ¿Adónde vamos? – El contacto con la palma del pelirrojo, le entregaba un cálido sentimiento – Ni creas que me meteré en los matorrales.

 

 

- No te haría esa maldad. Vamos a mi casa – Agregó con orgullo – Ésta vez estarás en mi cama.

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

 

*Cantando* “La Vaca Mariposa tuvo un terné, un becerrito lindo como un bebé…” ^O^ ~<3 (inner: je je que recuerdos :3) Qué les parece? Por lo visto Raoulito ya se ha enamorado (inner: pero no se ha dado cuenta… o si? o.o?? éste es igualito al Riki, hará sufrir a Katze entonces D:) habrá que leer para averiguarlo!! Muchísimas gracias por haberlo leído y por cualquier comentario que deseen dejar :B Besos y abrazos!! Que la pasen esplendido en éstas festividades!! See ya, Bye Bye!!    

 

 

 


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