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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

 

 

Hola a todos mis amores!! ^O^0 Espero que se encuentren con bien!! :D je je totalmente agradecida con los que se animaron a comentar en el capi pasado ;) Aquí le dedicamos éste capi y todo lo que reste de fic, a nuestro querido Tío Simón, cuya desaparición es física porque siempre permanecerá en el corazón de los Venezolanos, muchas gracias por todo caballo viejo!! ^w* …Vaya, las cosas se están poniendo candentes entre Katze y Raoul, en cambio nuestro Iason aún no supera la traición del despistado de Riki u_u (inner: Basta de resúmenes! No se aguantan las ansias!! Debo saber que pasará!! NOW!! *_*) No faltaba más!! A lo que hemos venido mis primores!! nwn

 

 

 

 

 

 

La preocupación del pelirrojo era en sí vana, ya que el mismo Iason aprovechó el alboroto del baile y se hubo llevado al moreno hasta una de las habitaciones – escaparse de las mujeres que lo tenían en el punto de mira fue difícil -, Riki agradecía por dentro aquella proeza, los bailes de salón le aburrían a muerte; extrañaba muchísimo las danzas de su tierra en la que podía menearse a gusto, sin un patrón, en completa libertad… 

 

 

El rubio detalló el labio hinchado, quiso disculparse por ello, pero no quiso dejarse en evidencia ¿Qué pensaría el mestizo si le confesaba que por su culpa estuvo a punto de partirse la dentadura? No quería seguir transpirando celos y le encantaba martirizar a Riki, al menos eso le permitía “castigarlo” indirectamente; le besó entonces con intenciones de que le doliera, Riki se quejó y Iason hizo caso omiso.

 

 

- ¿Te estaban molestando? – Le preguntaba al tiempo que le besaba. Unos hombres se habían acercado hasta el joven cuando lo halló solo (regañaría luego a Katze por eso).

 

 

- No es así. Ellos sólo querían saber unas cosas.

 

 

- ¿Qué cosas?

 

 

- … Qué clase de relación tengo contigo, de dónde vengo, qué hago… cosas sin importancia.

 

 

Algo en el interior del ojizul se encendió.

 

 

- ¿Crees qué nuestra relación es algo sin importancia?

 

 

- No te molestes – Le pidió en tono suplicante, le había costado mucho amansar al Mink como para retroceder esos pasos – No quise decir eso… eres muy importante para mí.

 

 

- ¡! – Iason sintió que el corazón se le sacudía con fuerza y el aire le faltaba.

 

 

Se suponía que ya no le dejaría afectarle con nada de lo que dijera o hiciera y ahí estaba… de nuevo la esperanzaba se aparecía, desesperada; deseaba volver a oír, así fuera una sarta de mentiras… que repitiera aquellas palabras, que se lo explicara luego más detalladamente. Entonces la razón lo abofeteó con fuerza descomunal, Riki seguramente lo había dicho para evitar que se enfadara, nada le aseguraba que lo mencionado fuera cierto ¿Y si en verdad él hubiese estado coqueteando mientras no lo veían? Eso le dolió. Pero trató de pasarlo por alto, aunque fuese esa noche.

 

 

Katze se conformaba con contemplar al Am desde lejos. Sin embargo, su vestimenta formal y su innegable belleza pelirroja tentaban a los ojos de extraños a clavarse sobre él, tratando de buscarlo, tratando de tentarlo… pero para el hombre de cabellos rojos, el verde era el color de su amor.

 

 

Raoul reía medidamente, sus oyentes parecían agradados por sus comentarios y habladurías. El círculo a su alrededor lo tenía como punto focal, eso le alimentó el ego que llevaba un tiempo dormitado y por tanto, hambriento de adulaciones. Pronto Katze llamó la atención de los hombres, que eran partidarios de los romances fugaces con buenos sementales – las esposas y prometidas no tenían porqué enterarse -, ante esto el Am sintió que el piso se movió bajo sus zapatos, el que hablaran de su macho – porque así sentía que era – y de paso se lo comieran con la mirada, hacían que el ojiverde estuviera a punto de írsele los modales. 

 

 

- ¿Quién será? – Se aventuró a preguntar el hombre que estaba a su lado, el cabeza de los Viscaya - ¿Lo conoces Raoul? – Preguntó con su voz cantarina.

 

 

¿Qué decir? Los nervios se apoderaron de él, mostrarse ofendido y vociferar que nunca tendría tratos con un hombre semejante era algo que hubiese hecho en el pasado; ahora las palmas de sus manos sudaban frío y ni él mismo quería soltar unas palabras tan agudas y ciertamente embusteras.

 

 

- Si, lo conozco… - Se rascó un poco el labio.

 

 

- Ya veo.

 

 

- Yo creo que también lo conozco – Admitió otro y el ojiverde se perturbó - ¿No es ese acaso el capataz de Iason? Si… es él ¿Tratas mucho con él Raoul?

 

 

- Eh… no tanto la verdad – Tuvo un pinchazo en pleno corazón ¡Pero que decía, si últimamente se la pasaba encamado con él!

 

 

- Ya veo… ese cabello suyo – Los ojos cayeron de nueva cuenta en Katze – Dicen que los pelirrojos son insaciables, si saben a lo que me refiero.

 

 

Debido al comentario el disgusto del Am salió a flote, pero no rezongó, eso lo hubiese dejado en evidencia. Permaneció mudo mientras los demás hablaban.

 

 

- Además es atractivo. No estaría mal pasar un rato divertido con él…

 

 

- ¡Por Dios Cristóbal!

 

 

- ¿Qué tiene? – Se defendió Cristóbal Acusta - ¿No has dicho tú que los pelirrojos son insaciables? Sólo digo que según esa teoría, ese hombre debe ser todo un semental – Y mientras lo decía se lamentaba de no poder averiguarlo por sí mismo.

 

 

Raoul se mordía lengua, él mejor que nadie sabía lo bien que se desempeñaba Katze en el colchón… ah… cuánto deseaba abofetear a todos con su fortuna ¡El gozaba de las atenciones del que debía ser uno de los hombres más ardientes de toda Tanagura!

 

 

- Ese eres tú Cristóbal, que tienes unos gustos tan sórdidos. Sin embargo Raoul, es conocido por su finura y exquisitez a la hora de las elecciones. Estoy completamente seguro e inclusive lo  puedo apostar para que no quede duda alguna – Señaló - Que sus ojos esmeraldas sólo se fijan en encantadoras y bien proporcionadas mujeres.  

 

 

Todos asintieron dándole la razón al hablante; tal vez Cristóbal no tenía una reputación tan bien labrada como la suya – y el Am lo envidió por eso -; pero Raoul era el que más hablaba, el que más alardeaba, el que más fingía… era de notarse que todos estuviesen expectantes, deseando que cometiera el más mínimo error para devorárselo como los propios buitres.

 

 

- “Iason… tú nunca te has preocupado realmente por las apariencias” – Y empezaba a ver a sus adjuntos como compañía pestilente – “Por nada del mundo permitirías que hablaran de Riki como estos hombres han hablado de Katze, como si se tratase de una masa de carne que pueden utilizar a su antojo…” – Pensó más allá – “¿Por qué me afecta tanto?”  - Torció el mirar – “¡Que fastidio! Ahí está viéndolo otra vez ¿Qué se ha creído Cristóbal? ¿Qué estoy pintado en la pared? Se está buscando una merecida paliza. Menudo tipejo adultero… Que no daría por dejarlo ciego en éste mismo instante” – Se llevó la copa una vez más a los labios.

 

 

- Esto… Raoul, tú copa está vacía – Mencionó Cristóbal al darse cuenta de que llevaba rato ‘bebiendo’ de la copa sin nada.

 

 

-  ¡¿También estás pendiente de mi copa?! ¡Hazme el favor y métete en tus propios asuntos entrometido!  - Estaba que le estrellaba la dichosa copa al hombre y lo hubiera hecho, de no ser por la intervención de otro de sus allegados.

 

 

- Ya, ya… Cristóbal no te lo ha dicho de mala manera – Trataba de mediar. Buscó y llamó a uno de los sirvientes; la copa del rubio una vez más fue remplazada – Sigamos celebrando caballeros, que la noche apremia.  

 

 

Los hombres habían quedado atónitos ante la reacción del Am, pero no lo culparon ni hablaron más del asunto… ¡Tantos años de conocerlo! Sabían que tras unas copas el ojiverde perdía parte de su glamur.

 

 

Para Riki era difícil tratar a Iason como si nada hubiese pasado, le había perdonado por haberle lastimado pero la barrera que el rubio interponía entre los dos era bastante alta. El moreno entonces se sentía como si lo viera a través de una ventana empolvada… tan cerca e inaccesible… aún así, el poder estar a su lado, le llenaba de un sentimiento de paz que quería atesorar para siempre.

 

 

- Iason… - Llamó junto a una leve sonrisa; su vista inmersa en los recuerdos del pasado se la proveyó  - Estar así…sin preocupaciones, es bueno ¿No? Digo… los momentos así no deberían terminarse nunca.

 

 

El ojiazul detalló su rostro y halló la nostalgia de momentos ya idos, momentos que él  también quería tener de vuelta. De un segundo a otro, aquel hombre tan estudiado se sintió sumamente estúpido, llorando por cosas que claramente no tenían solución. Mimea estaba embarazada, tenía que aceptarlo, Riki era el padre y por más que se enfadara eso no iba a cambiar; en cambio algo era cierto… el pelinegro se hallaba a su lado, viniera o no Mimea, así Guy lo estuviera esperando… Riki se encontraba allí, acompañándolo en la fiesta de cumpleaños de Raoul (al cual el joven detestaba por cierto) y aún así ¡Iason seguía tratándolo a las patadas! El Mink temió porque aquel presente se le esfumara sin aprovecharlo, temió porque permaneciera en su memoria como algo que pudo haber cambiado.  

 

 

- ¿Qué piensas tú? – En realidad quería escucharlo. Riki se estaba acostumbrando a sus instantes de silencio y eso lo angustiaba.

 

 

- Pues… - Se halló con su mirada encantadora, esa que le brindaba cuando sabía que hablaría de algo que entendería muy poco, pero que le gustaría por el modo “poético” en que lo mencionaría – Pienso que la vida no debe estancarse en un sólo momento, no puede hacerlo… si lo hiciera sería bastante cruel; aquellos que son felices no sufrirían y los que sufren tendrían poca oportunidad de experimentar la felicidad... La vida es un tanto equitativa a pesar de todo.

 

 

Riki asintió, dándole la entera razón a su hipótesis. Pronto, el moreno se sorprendió cuando el rubio se acercó hasta él con semblante serio.

 

 

- ¿Sucede algo Iason?

 

 

- Verás Riki… con todo esto que ha pasado no he tenido la oportunidad de felicitarte – Le extendió la mano – Un hijo sin importar nada, jamás dejará de ser una bendición. De modo qué… mis más sinceras felicitaciones.

 

 

Los ojos del pelinegro brillaron en aquel instante, fue un brillo especial que se conectó al instante con su corazón; y es que a Riki le había dolido en verdad tragarse su felicidad al enterarse de que iba a ser padre… esperó con ansias aquel instante, en el que el hombre con el que compartía tanto cariño y tiempo, le decía aquellas palabras tan reconfortantes.

 

 

- Anda ¿Me dejarás con la mano extendida?

 

 

- ¿Eh? – Salió de su asombro y le entregó una mirada cristalina – Iason…

 

 

Cuando recibió el fuerte apretón de manos, el joven se sintió reanimado y lo mostró llevándose luego las manos al pecho.

 

 

- ¡Que alivio! Yo no soy de los que rezan, pero no ha habido noche que no me he haya hincado en el piso pidiendo tu comprensión – Confesó, con la certeza de que todo se había solucionado – En verdad te lo agradezco, Iason.  

 

 

Iason sonrió con sinceridad; lo pensó mucho, demasiado realmente. Aquella criaturita no tenía culpa alguna ¿Por qué seguir torturándose con su llegada? Era mucho mejor compartir esa dicha que despedía el muchacho cada vez que se encontraba con Mimea… eso le permitiría pensar que Riki se alegraba porque llegaba la madre con su hijo, no la mujer que amaba.

 

 

El Mink  llevó su mirada azul hasta los dedos del mestizo; desde el que llaman dedo corazón el anillo obsequiado se mostraba sutilmente.

 

 

- Riki… - Iason acarició aquel dedo que vestía el anillo - ¿Por qué lo llevas ahí? – Ya se había acostumbrado a verlo pender del tostado cuello.

 

 

El moreno que no era muy diestro con las palabras y mucho menos con la comprensión exacta de sus propios sentimientos, dio las razones que para él eran las más adecuadas.

 

 

- ¿Qué no es obvio? – Sonrió leve mientras le mostraba su mano – Quería que todos vieran que soy el querido de un acaudalado señor de hacienda – Ahora se sentía con ganas de ser divertido.

 

 

Iason tenía el corazón a toda máquina, por broma o por no saber que decir, lo cierto era que las cosas simples de Riki le hacían sentirse amado. Ya no quería seguir ocultando eso. Ya no quería que se le escapasen aquellos instantes de felicidad por estancarse en un momento infeliz…

 

 

- ¿Y no es cierto? – Desafió el ojiazul – Soy un hombre poderoso que tienes servido en bandeja de plata – Rodeó al joven de la cintura.

 

 

- Mmm eso es verdad – Jugueteó con el traje del hombre, empezando a desabotonarlo – Aunque soy el doble de afortunado, también eres muy apuesto…  

 

 

Las palabras llevaron al Mink a devorarse enteros los labios de su querido.

 

 

- Oye Iason…

 

 

- Dime.

 

 

 - ¿Qué es lo que tengo que tanto te hace buscarme?

 

 

Con sus labios rozaba el abdomen del chico.

 

 

- Te mueves muy bien en la cama – Fue lo que contestó.

 

 

- Eso me imaginé – Sonrió.

 

 

No perdieron tregua y lo hicieron en la primera habitación que encontraron. Iason no se aguantó la pasión y eso lo pagó con creces el cuerpecito del mestizo.

 

 

- Ay, ay… Por tu culpa me duele toda la espalda y ni se diga del trasero – Riki se agarraba la espalda con ambas manos – Por los vientos que soplan, estaré pegado a ti como una sanguijuela… me servirás de bastón ¿Oíste?

 

 

- No faltaba más. Esa era la idea inicial.

 

 

- ¿Qué es lo que has dicho? – Hizo un gesto exclamativo.

 

 

- Estarás agarrado a mi brazo lo que resta de fiesta ¿No te place? – Sonrió un poco.

 

 

- Con que era eso – Suspiró resignado - Admite que te gusta verme pasando trabajo – Discutió aunque ciertamente contento, la sonrisa del ojiazul era una buena señal. Se aferró del brazo que se le fue ofrecido.

 

 

- En parte y parte – Mencionó – Será como si estuviéramos bailando.

 

 

- Eh… ¿Por eso lo hiciste no? Te querías escapar del baile y por eso me trajiste aquí. Pero no comprendo porqué; te entiendo si se trataran de esperpentos… pero esas mujeres eran bastante guapas.

 

 

- Riki, no sabes las veces que me han pisado en bailes de salón. No ha nacido mujer que sepa llevarme el ritmo – Y lo miró con picardía – Pero el hombre que puede hacerlo, nunca ha bailado en un salón bajo una música tan elegante – Sabiendo que al joven le gustaba moverse con música más coloquial.    

 

 

Luego de otros minutos agotadores llenos de sonrisas falsas y comentarios mordaces, Raoul salió de para tomar un poco de aire. Mantener la apariencia nunca le hubo parecido tan tedioso y difícil. Agregando también que el licor le había regalado un lindo mareo. 

 

 

- Perfecto… es que la he hecho en serio…

 

 

Ya afuera, pudo sentir la brisa acariciándole el rostro, eso y la vista de las estrellas le recordaron que tenía emociones. Soltó un largo suspiro, se sentía mucho mejor ahora.

 

 

- ¿Qué se supone que debería hacer? – Se cuestionó – Después de todo lo he estado evitando toda la noche… ¡Ush! – Se molestó consigo mismo al punto de ponerse a rabiar como un chiquillo  - ¡Y tan divino que se ve el muy canalla! Parece un nuevo rico que anda luciendo todas sus joyas... mientras que estoy aquí, probablemente las mujeres se lo deben estar comiendo vivo… o ese pesado de Cristóbal puede habérsele insinuado ¡Y claro! Ese traidor seguro le responde ¿Y cómo no? Con esa cara tan afeminada y ese hedor a perfume barato que se cree el pobre ‘Cristóbalcito’ que lo hace muy elegante… ¡Cuántas desgracias en una sola noche señor! Ni hoy que es mi cumpleaños me perdonas.

 

 

El pelirrojo lo miraba, era divertido espiar a Raoul cuando pensaba en voz alta. Le había visto salir – no le quitaba los ojos de encima y quería aprovechar el momento para estar a solas con su querido.

 

 

- Te encanta hacer tormentas en vasos de agua – Comentaba Katze, mientras se acercaba – No te preocupes que las mujeres están muy bien vigiladas y he sido astuto con las que se me han acercado luego de echarse una escapada; con respecto a ese sujeto que mencionas… por más que se bañe en talco fijaría mis ojos en él… creo que también dijiste algo de que me veía guapo. Gracias por ello – Agregó junto a una sonrisa que le dio un toque bastante sensual.

 

 

Raoul estaba tan avergonzado que supo cómo contestar, más sus mejillas tomaron la palabra.

 

 

- ¿Te has aburrido de tus amiguitos? – Continuó Katze sin apartar la sonrisa.  

 

 

- Pues… – No esperó que le siguiera – Sólo necesitaba un poco de aire, eso es todo – Se acomodó el cabello -… ¿Y tú… qué haces aquí?

 

 

- No te mentiré, te pisaba los talones.

 

 

- Eres tan sincero.

 

 

- Admite que es lo que te gusta de mí.

 

 

Katze se acercó peligrosamente a lo que el rubio se echó hacía atrás.

 

 

- ¿Huyes? – Un paso más cerca.

 

 

- Jamás – Dio otro paso atrás.

 

 

- ¿Temes? – No se detuvo.

 

 

- Prevengo – Ni él tampoco.

 

 

- Comprendo… - Agachó unos instantes la cabeza, dándole a entender al rubio que no debía preocuparse en continuar alejándose.

 

 

Pero todo  consistió en una treta; Katze se aprovechó de que tenía la guardia baja y con rapidez se acercó hasta el rubio, hasta lograr capturarlo.

 

 

- ¡Suéltame! – Le pidió.

 

 

- ¿Ahora te resistes? Las otras veces has sido tú el que se ha arrojado a mis brazos – Insistía en mantenerlo cautivo - ¿Crees que ha sido fácil soportar los maltratos de hace rato?

 

 

- Eso… no fue mi intención. Tienes que comprenderlo. Tiene que ser de ese modo…

 

 

- ¿Por qué?

 

 

- Así debe ser.

 

 

- ¿Quién lo dice? – Le miró severo – No recuerdo haber acordado en que me tratarías como un trapo viejo cuando anduvieran cerca tus pretensiosos amigos… y lo peor de todo es que me has ignorado – Mencionó Katze – No fue nada agradable.

 

 

Las palabras del hombre le hicieron darse cuenta de lo errado de su comportamiento.

 

 

- No hablemos de esto aquí. Vamos a un sitio más alejado.

 

 

Cuando el rubio estuvo seguro de que nadie los encontraría – se habían metido en el lugar más escondido y oscuro que halló – se aproximó hasta el pelirrojo y llevó sus manos hasta el rostro que se mostraba serio.

 

 

- Mi atardecido… ¿Me perdonas por lo de hace rato? – Emitió en un susurro y animado por el deseo – No podía hacer otra cosa…. Todos esperaban que me comportara de aquella manera – Y es que se sentía culpable por todas las cosas que habían dicho sus invitados - …Pero no era más que teatro. Tú sabes perfectamente cómo es éste mundo.

 

 

- Y como sé cómo es, no te perdono… no – Le miró sin apartar la severidad – También tengo orgullo. No me gusta quedar como un idiota. Mucho menos por tu culpa.

 

 

- ¡Ashhh! ¡Esto es el colmo! ¿Qué quieres que haga? ¿Qué me tire de rodillas y te pida perdón? – Se molestó al punto de sentirse atacado, suficiente humillación era pedirle perdón a alguien... eso creía Raoul.  

 

 

- Las palabras no tienen peso ante los actos.

 

 

El rubio sabía que había actuado de manera equivocada y evidentemente Katze esperaba que le compensara, era justo y Raoul estaba consiente de ello.

 

 

- “Está bien. Raoul, es lo menos que puedes hacer, por más cabeza hueca y terco y ordinario y pesado que sea Katze, tienes que aceptar que tiene razón… ésta vez” – Pensó el rubio – “Después de todo no lo has tratado muy bien en la fiesta” – Observó al hombre que trataba de mantenerse molesto – “Míralo, está de mal humor por tu culpa… no, no mi atardecido, no pongas esa cara” – Se lamentó, le encantaba ver la sonrisa de Katze y ahora se le era negada – “Um… y tan galán que se ve de traje, ah…” – Suspiró al volverlo a pensar – “¿Qué hago perdiendo el tiempo allá adentro con charlas de vieja? Es evidente que con Katze tendré más y mejor diversión” – Se mordió el labio – “¡Al carajo! ¡Hoy es mi cumpleaños!”

 

 

- ¿? ¿Por qué me miras tanto? ¿Qué tramas? – Le miró, insinuante.

 

 

Fue entonces cuando el Am se arrodilló y sus manos fueron a caer hasta los pantalones del pelirrojo.

 

 

- ¿Qué haces? – Katze no pudo seguir fingiendo molestia al ver como su amado le abría la bragueta.

 

 

- Has sido muy complaciente conmigo ésta noche – Le quería agradecer que le permitiera comportarse hipócrita con sus amigos - Te mereces que te dé un premio. 

 

 

- No soy uno de tus perros de caza – A pesar de anunciar aquello, se permitió sonreír.

 

 

- ¿En serio? Porque suelo premiar muy bien a mis perros…  

 

 

Acto seguido, Raoul tomó el miembro viril de Katze y deslizó su lengua sobre él.

 

 

- Raoul… - Katze se apoyó de dónde pudo con los ojos extremadamente abiertos. Jamases de los jamases, nunca de los nunca se esperó que el Am se atreviera a hacerle aquello – Anda… si te vas a poner así, entonces si… soy tu perro.

 

 

- Jum… veamos si te puedo hacer ladrar.

 

 

No supo de dónde  el ojiverde sacó tal maestría, pero lo cierto era que lo hacía muy bien, tanto así que las piernas de Katze empezaron a fallarle.

 

 

- ¡Raoul…! – Los dedos se le enredaban entre los cabellos rubios - ¡Ah!...  – En el momento en que el Am puso mayor empeño pensó que todo su cuerpo estallaría en llamas – Voy… a correrme…

 

 

Y la idea de que el hombre se tragara su semilla – o la de bañarle el rostro con ella – le hubiese gustado ponerla en practica, de no ser porque el rubio se apresuró en sacar el miembro de su boca y llevar un dedo hasta la punta palpitante.

 

 

- No, no… no lo harás. Al menos no por ahora.

 

 

- Oh… vamos cariño… - Gimió lastimeramente. Trataba de mantener la respiración y la cordura – No me hagas esto… no te pongas malvado ahora…

 

 

- Pero ¿Cómo no hacerlo? Tienes una cara tan encantadora en estos momentos – Disfrutaba y lo mostraba con su sonrisa – Estás tan rojo que no se diferencia tu rostro de tu cabello… - Sobó el glande colorado haciendo que Katze se estremeciera – Me gusta verte así, tan dócil conmigo.

 

 

- Entonces…  - Llevó su mano hasta la entrepierna y retiró con cuidado la del Am – Tómame Raoul… y me verás como un manso borreguito…

 

 

Los ojos del Am se llenaron del brillo del deseo. Su corazón se agitó más y su propio miembro estuvo contento con sus palabras.    

 

 

- ¿Estás… seguro? – Preguntó Raoul.

 

 

- Por supuesto… – Como pudo el pelirrojo se quitó los pantalones, le costaba moverse ya que su pene había sido abandonado sin lograrse desocupar – No sabes cuantas ganas tengo de tener dentro al gran Raoul Am… - Se giró y meneó su trasero, mostrándose evidentemente ansioso – Anda… métemela… - Gimió.

 

 

Todo por dentro era un sofoco, tener a Katze de aquella manera… el rubio no dudó ni un segundo. Se bajó los pantalones y empezó a masturbarse. El pelirrojo le miraba con la respiración entrecortada.

 

 

- Oh Raoul… - La angustia se acrecentaba a medida que esperaba - No puedo aguantarlo más… ven por mí.       

 

 

- Bien… aquí voy.

 

 

Comenzó a entrar y no le fue difícil, el ano de Katze lo recibió inmediatamente, sorprendiéndose el rubio por lo ancho de su interior, como si el agujero hubiese sido amoldado para que cupiera perfectamente su pene erecto.

 

 

- Se siente… justo como lo imaginé Raoul – Medio sonreía – Ahora muévete… dame con fuerza…  no te contengas…

 

 

El Am inició las embestidas, profundas y enérgicas. No tenía porqué contenerse, el pelirrojo ya había tenido bastante trato en esa zona; pero a pesar de eso, aquella vez era única para Katze, la vez deseada… por eso no se aguantaba a la hora de gemir nombres y suplicas.

 

 

- Katze… - El hermoso tinte en las mejillas engalanaba su rostro – Siento celos… estoy celoso de quién te lo hizo por primera vez… - Escucharlo así, tan apasionado, le alimentaba el deseo de que fuera de su completa pertenencia. 

 

 

- …Moléstate… con Iason entonces… - Mencionó como pudo – Dime… ¿Harás eso?... ¿Te molestarás… con él?

 

 

- … - Apretó un poco la facción. Siempre lo hubo sospechado – No hables de él… ni de nadie, no mientras te lo hago… a partir de ahora eres de Raoul Am, eso es lo único que importa.      

 

Katze adoró sus celos y puso mayor ímpetu en sus movimientos. Recordó las veces en que se imaginaba que era Raoul quién le hacía el amor cuando estaba con Iason, esa era la razón por la que se entregaba a los brazos del Mink sin resistencia, por sus parecidos… pero ahora, siendo penetrado por el propio Raoul, Katze se daba cuenta de que eran muy diferentes.

 

 

El orgasmo llegó y el pelirrojo se dejó llevar, su gemido se dispersó en el aire.

 

 

Un par de embestidas más y el rubio también llegó a su límite.

 

 

- Si Raoul… lléname todo… - Le pedía – Que sólo quede rastro de ti en mí… 

 

 

Mientras se recuperaban, el ojiverde se abrió más la camisa, buscando que la brisa nocturna le refrescara.

 

 

- No me esperé semejante regalo de tu parte… - Sacó un pañuelo de bolsillo y se limpió la frente - ¿Tenías esas intenciones desde el principio?

 

 

- Para nada – Admitió al tiempo que se arreglaba los pantalones – Ha sido un regalo inesperado para mí también.

 

 

Ambos sonrieron, había sido una velada espléndida. Raoul tuvo deseos de acercarse hasta su pelirrojo y así lo hizo, se colocó en su espalda y lo abrazó desde allí, deslizando su perfilada nariz por la nuca y haciendo estremecer a Katze.

 

 

- Podríamos repetirlo alguna vez ¿Te parece? – Le murmuró al oído, jugueteando con el rojizo cabello.

 

 

- Claro. Me encantaría – Y se alegraba. Tener a Raoul adelante o atrás, como sea lo quería – Oh… casi lo olvido – Buscó en su bolsillo.

 

 

- ¿Qué es esto? – Lo miraba sacar un objeto envuelto.

 

 

- Supongo que a éstas alturas, otro obsequio. Por favor recíbelo.

 

 

- ¿Me compraste algo? – Sonrió ante la idea de usar o llevar puesto algo que le recordara su rojo amor – Que detallista eres – Le alabó con sinceridad.

 

 

- Más o menos.

 

 

- ¿Puedo abrirlo?

 

 

- Adelante.

 

 

Cuando el rubio desenvolvió el regalo, se halló con una figura de un caballo tallada en madera.

 

 

- Fue mi primera escultura. La hice especialmente para ti hace tiempo. No me atreví a deshacerme de ella; guardaba la esperanza de que la aceptaras un día – Confesó.

 

 

Los ojos del Am se dilataron de inmediato, aquel regalo, aquella figura tosca con los vestigios del trabajo de un niño en su estructura… era el que había rechazado hacía años.

 

 

 - Además, no tengo tanto dinero como para competir con la pila de obsequios caros a lo que estás acostumbrado.

 

 

- Katze… eso no… - No supo que decir.

 

 

- Lo único que puedo ofrecerte es mi interés en ti.

 

 

- Katze… - El verde en sus ojos se matizaba con el brillo - “Es la primera vez que me obsequian algo tan simple… algo fabricado por su propia mano” – Sintió mariposas en el estómago de sólo pensarlo y la sonrisa le engalanó el rostro - Gracias – Como agradecimiento, el Am se dejó manosear más que de costumbre.

 

 

Obviamente que el rubio recibió más portentosos y caros obsequios. Recibió propiedades como tierras y pequeñas haciendas (de parte de familiares lejanos); dinero en efectivo (brindado por los que querían lucir lo amplio de su fortuna); objetos decorativos, así como ropa de marca, joyas y perfumes (dados por los que se hacían llamar sus amigos, que eran los que más conocían sus gustos); hasta Mimea le había obsequiado un precioso pañuelo de bolsillo que tenía bordadas sus iniciales. Como de costumbre, Iason pidió un brindis por el festejado y anunció su regalo en medio de la multitud; aparte de presentes como los mencionados anteriormente – siempre solía darle al ojiverde una cantidad exagerada de obsequios -, el rubio tuvo la “amabilidad” de regalarle el primer potro de Blondy; cabe mencionar que el anuncio dejó resentimiento entre unos, incredulidad en otros y asombro en el propio Raoul; pero era demasiado pronto para tomar reacciones, el Mink también informó que permitiría que la yegua viniera de las caballerizas del Am, teniendo así un cruce entre las dos familias. Esto si que hizo escupir el vino a varios y dejó boquiabiertos a los que envidiaban los genes de aquel semental.

 

 

Aquello hubiese hecho que el Am estallase de alegría, era lo más cercano a tener un hijo de Iason… pero sin saber porqué, la emoción no fue tan desbordante; sus ojos verdes cayeron en Katze, quién miraba toda la elocución con completa serenidad ¿Qué pensaría el pelirrojo de tal espectáculo? Raoul se angustió ante la idea de que Katze se sintiera un tanto humillado por su simple obsequio; llevó la mano hasta el bolsillo y lo tocó como intentando transmitirle sus pensamientos al pelirrojo.

 

 

- “Katze”

 

 

Los aplausos lo llevaron a dirigir la vista hacía Iason, el ojiazul estaba algo extrañado con su actitud.

 

 

- ¿Todo bien Raoul? No es propio de ti quedarte callado de pronto.

 

 

- Em… no sé que decir Iason más que gracias. Es un regalo valioso sin duda.

 

 

- Para ti, que eres como mi hermano ¿Cómo no podría darte lo mejor? – Se acercó hasta él y le rodeó los hombros con su brazo.

 

 

Riki tuvo un ligero e incontrolable tic, se hallaba junto a Katze observándolo todo con las personas del fondo.   

 

 

- ¿Qué pasa muchacho? ¿Sientes celos de esos dos? – Comentó junto una sonrisa maliciosa.

 

 

El chico se ruborizó de golpe y su boca se apretó en un gesto de enojo.

 

 

- ¡¿Qué hay de ti?! – Se defendió – A mí no me engañas. Se les ve clarito, el ojos de gato y tú se traen algo – El “ojos de gato” era uno de los modos en que Riki llamaba a Raoul, de esa manera y “mentecato”, “charlatán” y hasta lo había llamado una vez “chivo sin gracia”.      

 

 

Katze estuvo a punto de agarrarlo del cuello de la camisa.

 

 

- Hay que ver que eres deductivo para algunas cuestiones y para otras eres más ciego que un topo - La sonrisa se le había esfumado de la cara y en cambio la severidad se mostraba - Ni una palabra de eso al señor Iason ¿Entendiste?   

 

 

A pesar de los regalos que hubo recibido y de que Iason estuviera a su lado, la cabeza de Raoul se hallaba enclaustrada en una sola cosa.

 

 

Lo único que puedo ofrecerte es mi interés en ti

 

 

La torre de obsequios se volvió insignificante para él. No le importó que lo regalado por Katze valiera poco monetariamente. Le pareció inclusive que la estatuilla era el regalo más importante, porque lo hubo hecho el que siempre mostró un genuino interés por su persona. De pronto sintió un cariño inmenso por ese trozo de madera, tallado pensando en él, creado sólo para él.

 

 

- Es el mejor regalo que he recibido en mi vida – Murmuró completamente embelesado.

 

 

***

 

 

Muy a pesar de que Raoul hizo hasta lo imposible por ocultar su relación con Katze, llegó el momento en que Mimea logró descubrirlo.

 

 

Le hubo prohibido entrar a la habitación de su señor – algo demasiado extraño – si él no le daba permiso anticipado. Aquella vez se aventuró a abrir la puerta del cuarto, con el corazón en la mano entró y con los ojos sumamente abiertos pudo ser testigo de cómo su patrón se hallaba en la cama con Katze. Ambos desnudos… pudiendo ver desde su posición, la amplia espalda del pelirrojo y los rizos dorados asomándose por entre las sabanas.

 

 

- Raoul… - De su boca no salió ruido, sus labios lo mencionaron más no se oyó nada.

 

 

Katze sintió la presencia, se giró y encontró a la joven de pie, observando su pasión.

 

 

- Muchacha… - Soltó en un susurro el pelirrojo. Nunca quiso que la pelicastaña los hallase en tales circunstancias.

 

 

Para el Am también fue sorpresivo verla, pero no tanto como para paralizarse, tomó seguidamente las sabanas y cubrió las partes nobles de ambos.   

 

 

- Mimea ¿Qué haces aquí? – Espetó con autoridad – Retírate – Mandó con un tono de voz recio y para nada alterado – Obedece Mimea.

 

 

Mimea miraba la escena con furia en los ojos y sin mover un músculo. Cuando el ojiverde volvió a exigirle que se marchara y el pelirrojo le pidió que no fuera tan duro con ella, fue la gota que derramó el vaso; la joven se abalanzó contra Katze, tratando de golpearlo. Raoul estaba escandalizado, el pelirrojo como pudo esquivó los enclenques golpes y capturó a la pelicastaño por los antebrazos.

 

 

- ¡¡Tranquilícese señorita!! – Le gritó luego de sacudirla con fuerza unas dos veces, Mimea parecía una muñeca de trapo en sus manos - ¡Recuerde que está embarazada!

 

 

El Am  permaneció quieto, a pesar de que le había parecido un poco salvaje el trato de Katze, por lo menos había logrado calmar los ataques de la muchacha. Al ver que ya no ponía resistencia, el pelirrojo la soltó con cuidado. Mimea se sobó dónde le hubo agarrado sin evitar mirarlo de forma hostil.

 

 

- ¿Qué clase de irrespeto es ese Mimea? – Preguntó el rubio a la chica que bajó la cabeza al escucharle – Discúlpate con Katze inmediatamente.

 

 

- ¡!

 

 

Subió la cara en el acto, mostrándose por demás sorprendida y confusa. Al darse cuenta del grado de severidad en el rostro del ojiverde, la chica se mordió el labio, enardecida.

 

 

- No será necesario – Medió el pelirrojo, tratando de que la joven salvase lo que quedaba de su orgullo.

 

 

- Por supuesto que es necesario. Mimea ha interrumpido en la alcoba sin mi permiso previo y para agriar más el asunto, te agredió sin ningún motivo – Tenía el enfado expresado en el rostro.

 

 

- Me disculparé por haber entrado a su habitación señor Raoul… - Se atrevió a hablar - …pero no me disculparé con ese sujeto – Al decirlo, miró a Katze con rabia.

 

 

- ¡¡Mimea!! – Exclamó Raoul a modo de reprimenda - ¡¿Cómo te atreves a desobedecerme?!

 

 

El pelirrojo sentía la tensión en el aire y conociendo los humores de su amante, trató de librar a la joven de lo que vendría cuando él se marchase.

 

 

- Raoul… cálmate – Le pidió – La chica sólo está consternada, todo esto debe ser muy sorpresivo para ella. Tú la conoces mejor que nadie. Trata de entenderla. 

 

 

- Katze…

 

 

Mimea recibió un doloroso flechazo en aquel momento, se dio cuenta de cómo las palabras de aquel hombre lograron apaciguar la ira del que era su príncipe. No pudo seguir allí; se giró y salió corriendo.

 

 

- Oh Katze – Con la mano en la frente - Discúlpala en verdad. No sé que le pasa… nunca se había comportado tan altanera – No tardó en echarle la culpa a Riki, de seguro el tiempo que compartía con él le estaba arruinando el carácter.   

 

 

-  La entiendo – Katze se levantó de la cama y buscó sus ropas.

 

 

- ¿Adónde vas? ¿Te marchas? – Se angustió. No quería que se fuera tan pronto – Es temprano aún.  

 

 

- Yo regreso a tu lado – Se colocó la camisa – Iré a hablar con ella.  

 

 

- No tienes porqué. Yo soy su patrón. Luego lo haré.

 

 

- Es conmigo que parece estar molesta.

 

 

- Katze… ¿Qué le dirás?

 

 

El pelirrojo se acercó hasta el ojiverde y le acarició el rostro con dulzura.

 

 

- Lo que haya que decir – Delineó sus labios – Procuraré que los sirvientes no me vean en los pasillos, lo menos que quiero es causarte más molestias. De modo que recuéstate y espérame. Cuando vuelva quiero verte sonriente de nuevo.

 

 

Raoul asintió y tras un beso, Katze salió de la alcoba. No tuvo que ir muy lejos, al abrir la puerta se halló con la muchacha apoyada en la pared.

 

 

- Vaya. Pensé que tendría que perseguirte por un buen trecho y resulta que estás aquí, esperando sin importar tus heridas… reconozco que tienes coraje muchacha.

 

 

- Y yo me doy cuenta de que no tienes vergüenza alguna – Había esperado que fuera Raoul mismo el que la fuese a buscar.

 

 

Mimea alzó la vista y vio al pelirrojo acomodándose el pantalón – la correa la había dejado algo floja – eso la hizo ponerse sumamente furiosa.

 

 

- ¿Qué es lo que quieres? ¿Te divierte verme sufrir? – Añadió con acidez.

 

 

- No me divierte – Jugó un poco con la hebilla – Pero admito que siento lastima por ti.

 

 

 - ¿Lastima? – Se ofendió grandemente al saberlo - ¿Por qué alguien como tú…?

 

 

- Sé porqué me odias – Cortó de un tajo – Estás celosa. Actúas como hembra peleando por un macho – La desafió – Dímelo en la cara: Estás enamorada de tu patrón.

 

 

El hecho de que él precisamente se hubiese percatado, le dolió en el alma. No supo qué alegar.

 

 

- Por lo visto no me he equivocado – Mencionó el hombre debido a su silencio - Ambos hemos estado tras la sombra de Raoul, esperando el momento preciso para mostrar nuestros sentimientos… nunca te atreviste, en cambio yo sí jugué mi carta  - Se acercó hasta la joven y le acarició los cabellos castaños, Mimea tenía la cabeza gacha – No sufras y levanta la cabeza. Uno de los dos tenía que salir vencedor…

 

 

- ¡Cállate! – Exclamó luego de haber retirado la mano con desprecio – No sabes lo que dices… ¡Lo que siento por él es inmenso!

 

 

- Pero no es lo suficientemente fuerte – Agregó.

 

 

- ¿Con qué derecho te atreves a decir algo así? – Estaba irritada - ¡Yo lo amo! ¡Aún más que tú!

 

 

- No es verdad.

 

 

- ¡¿Qué pruebas tienes?!    

 

 

- Estás embarazada de otro hombre – Mencionó con poderío - Esa es prueba suficiente.

 

 

Mimea se quedó gélida. Estaba tan furiosa que los dientes le castañeaban.

 

 

- Eso… no lo entenderías. Amo tanto a Raoul que acabé así…

 

 

- Tienes razón, no lo entiendo. Y creo que jamás lo entenderé.

 

 

El pelirrojo iba a dar media vuelta, más las palabras de Mimea lo hicieron escucharla un poco más.

 

 

- ¿Te crees que has ganado? – Sonrió maliciosa - ¿En verdad eres un hombre tan ingenuo Katze?...  Tienes razón, yo no soy rival para ti, comparada contigo no soy más que un pequeño conejo enfrentándome a un astuto zorro… pero ¿Qué hay de Iason Mink? ¿Puedes competir contra él?

 

 

Ahora era Katze el que permanecía sin moverse.

 

 

- Siendo él, el hábil cazador y tú, el zorro que ha domesticado – Se burló.

 

 

El pelirrojo apretó los puños.   

 

 

- Es cierto, Iason para nada ama a Raoul, al menos no del modo que él siempre ha deseado. Pero en esa parte, él es como nosotros: Insistiendo en entregar un corazón sin que la otra persona lo quiera recibir… Dímelo Katze… - Le hablaba con malicia - ¿Puedes amar a alguien cuyo corazón no te pertenece? ¿Cuánto tiempo llevas esperando ya?

 

 

No le contestó. Mimea obtuvo la reacción esperada y satisfecha se alejó del hombre. Katze se analizaba internamente, para que las palabras de la joven le hubiese afectado tanto… tenía que creer que eran ciertas.

 

 

- Iason Mink… - Y tras haber mencionado el nombre de su patrón, dio un golpe en la pared.

 

 

Su vida entera le pasó frente a los ojos y la ira le mostró sólo lo que quería que viera: Por el capricho de muchacho de Iason, el humilde Katze tuvo que alejarse de su familia, fue transformado a la imagen que el señorito quiso y cuando intentó regresar a casa, se sintió un completo extraño, no pudiendo hacer otra cosa que volver a la hacienda Mink; por el control de Iason, la psiquis de Katze estaba programada hasta el punto de tener su completa fidelidad;  ya fuese por la costumbre o por tantos años a su lado, el pelirrojo había terminado agarrándole cariño sincero a Iason; porque Raoul amaba a Iason era que su corazón gritaba de dolor…     

 

 

…y tú, el zorro que ha domesticado

 

 

… Era la primera vez que Katze culpaba directamente a Iason de todas sus penurias…

 

 

***

 

 

Luego de que Mimea lograra descubrir la relación de su patrón con Katze, se sintió por un lado, tranquila porque ya sabía el secreto y por el otro lado, angustiada.

 

 

- Señor Raoul – Mencionó - ¿Qué clase de relación tiene usted con el capataz de los Mink?

 

 

- Aquieta tu curiosidad Mimea – Trató de acallarla, sabía que tarde o temprano la pelicastaña le sacaría el tema – Eso es algo que no te concierne.

 

 

- ¡Se equivoca! – Exclamó llamando así la atención del rubio – Si me concierne y mucho… Todos estos años ha estado trabajando arduamente para hacerse con el corazón del señor Iason ¿Qué acaso se olvidó de todos sus planes?

 

 

- No los he olvidado ¿Por qué crees que así ha sido?

 

 

- Porque desde que se ha involucrado con ese… ‘hombre’- Le molestaba siquiera pensar en él – Parece que ya no le importara.

 

 

- ¡Cuida tu boca Mimea! – Le ordenó.

 

 

- ¡¿Si no es así entonces por qué se acuesta con él?!   

 

 

Ante sus palabras, el ojiverde levantó su mano y estuvo dispuesto a golpear a la joven. Mimea lo miraba con ojos temerosos y encogida; pronto el rubio bajó la mano sin haberle tocado un cabello.

 

 

- Lo que hago con Katze… - Pensó – Se trata de placer físico. Nada más.

 

 

- ¿Está usted seguro? – Se atrevió a cuestionar - ¿Está seguro de que sólo se trata de eso y que no hay nada más?

 

 

Frente a lo mencionado, el Am buscó la manera de defenderse.

 

 

- Por supuesto. Soy un hombre y cómo tal, tengo necesidades que satisfacer ¿Pretendes que me aguante como un mojigato hasta que Iason deje su terquedad con aquel muchacho inculto?

 

 

- Si, pretendo – Habló con coraje – Después de todo, lo ha estado haciendo todo éste tiempo. Si su deseo es muy grande, busque mujeres… como ya lo ha hecho.

 

 

No era que la idea de que Raoul buscara calor en la cama de meretrices u otras damas, le agradara; pero aquella opción era preferible a que siguiera frecuentando a Katze. Ella lo conocía y no mentía al decir que odiaba al pelirrojo, quizás igual o un poco más que al propio Iason y eso era, porque a pesar de todos los malos tratos que Katze hubo recibido por parte de su patrón, nunca hubo desistido de su querer. Mimea lo sabía, tal vez debía atribuirlo a una especie de “sentido femenino”; Katze deseaba a Raoul al punto de no agantarse ese deseo y eso la angustiaba. Ambos hombres tenían algo en común: No cedían ante nada; se mantenían como una muralla bien construida a la que ni la lluvia ni el sol lograban derribarla; esa actitud tan fuerte podía llegar a alejarlos… pero también podía llegar a unirlos.

 

 

- No quiero volver a escucharlo. Si vuelves a referirte a él de manera tan ofensiva, no dudaré en castigarte. Estoy harto de las mujeres y de su manía de querer intervenir en mis asuntos – Confesó haciendo que Mimea agachara la cabeza – Tú sólo encárgate de seguir gestando a ese bastardo que llevas en el vientre.  

 

 

- …Señor Raoul, no hable así – Mientras hablaba se agarraba la barriga, sus palabras le hacían daño – Ésta criatura también es parte de mí…  

 

 

El ojiverde la tomó suavemente del mentón y enterneció el mirar.

 

 

- Si, es parte de ti… y de ese mugroso de Riki. Para mí no deja de ser un bastardo.

 

 

- … - No pudo controlar las lágrimas que se deslizaron rápidamente por sus mejillas. El hecho de que no quisiera ni un poco a su bebé, realmente la destrozaba.  

 

 

- Oh… pero no llores mi princesa – Le acarició y limpió las lágrimas – No te preocupes. Cuando lo tengas, esa mancha será limpiada y ésta historia tendrá un final feliz – Le besó la frente - Yo me encargaré de que así sea.

 

 

***

 

 

- ¿No estas cansado de éstas cuatro paredes? – Comentó Katze – Salgamos por ahí.

 

 

La invitación tomó por sorpresa al ojiverde.

 

 

- ¿Tú y yo? ¿Saliendo juntos?

 

 

- Será como una cita.

 

 

Cuando los oídos de Raoul oyeron la palabra “cita”, sus mejillas adquirieron un hermoso tono.

 

 

- Pero… ¿Qué cosas dices? No podemos tener una cita - Si podían ¿Por qué no? Pero el Am era orgulloso y testarudo - No somos un par de muchachos en plan de amores – Se sentía ridículo de sólo pensarlo.

 

 

- Tienes razón – Se acarició la barbilla – Somos más bien un par de hombres maduros en plan de amores.

 

 

- … - No sabía que responder – Aunque digas eso, una cita es… ummm.

 

 

- Piensa que no será una cita en sí, será como una casi cita. Algo como “si” pero “no”.

 

 

- Bien – No quería seguir luchando con la inagotable perspicacia del pelirrojo - ¿Y a dónde vamos mi casi querido? – Preguntó con burla.

 

 

- Eso será una sorpresa.

 

 

- ¿O sea que tú decidirás?

 

 

- Por supuesto. Todos los lugares que conoces y frecuentas, están llenos de esa gente chismosa que tanto te preocupa. Si yo escojo el lugar no tendrás que preocuparte por andar guardando apariencias.

 

 

La idea era demasiado tentativa, salir a pasear con el hombre era algo que quería experimentar.

 

 

- De acuerdo. Salgamos – Aceptó el rubio – Pero que sea de noche.

 

 

Así quedaron. Raoul se comportó normal en la hacienda, puso sus asuntos en orden y le avisó a Mimea que saldría y que seguramente llegaría al día siguiente – quería pasar toda la noche con Katze -; la sirvienta lo despidió deseando poder seguirle y ver a dónde iba y con quién se reunía, pero le había agarrado cariño a su embarazo y se protegía bastante.

 

 

Cuando el pelirrojo llegó al punto de reunión, ya la noche había cubierto con su manto oscuro el cielo. Tuvo que esperar, tiempo suficiente para fumarse un cigarrillo.

 

 

- ¡Ps! ¡Ps!

 

 

Katze agudizó su oído, pero no movió ni un músculo, a esas horas los jovencitos andaban en busca de hombres que estuvieran dispuestos a pagar por sus servicios; evidentemente él ya no les necesitaba.

 

 

- ¡Ps! ¡Ps! – Una vez más - ¡Hey! ¡Katze!

 

 

El pelirrojo miró entre la penumbra al escuchar su nombre.

 

 

- Lo siento encanto. Hoy paso de ti – Emitió Katze, hablando con el supuesto prostituto -Estoy esperando a mi novio.

 

 

- ¡Soy él! – Contestó enojado Raoul y se apresuró luego - ¡Quiero decir! No es que sea tu novio... ¿O si? – Esto último lo mencionó bajito y para sí mismo – ¡Ush! ¡Déjate de zoquetadas!

 

 

- Oh Raoul. Que fácil es hacerte molestar – Sonrió. Lo miró de pies a cabeza – Hombre pero… ¿Qué mamarrachada llevas puesta?     

 

 

Camisa y pantalones anchos, con el cabello amarrado y un horrendo sobrero sobre él, toda la combinación en tonos oscuros y hasta opacos. Vestimenta común. El hecho de que Raoul buscara de pasar inadvertido, le dolía un poco, pero había algo que le calmaba ese dolor: Nunca había visto al Am usando ropas que sabía que consideraba harapos. Raoul odiaba lo corriente y ahí estaba, usando algo que jamás se hubo atrevido a ponerse. Se sometía a tanto sólo para poder verle.

 

 

- Pareces un disfraz ambulante.

 

 

- ¡Pues… mala suerte! – Escupió.

 

 

- Quítate eso.

 

 

- ¿Qué? ¡No!

 

 

El pelirrojo se acercó y le arrebató el sombrero, Raoul se cubrió la cabeza con ambas manos, pero fue inútil, Katze también le liberó los cabellos.

 

 

- Ya te ves mejor. La ropa no me importa en lo absoluto – Le arreglaba el cabello – Pero por nada del mundo permitiré que ocultes lo que más me atrae de ti. Me gustan mucho tus rizos ¿Lo sabías?

 

 

Raoul se sonrojó, recordó la vez lejana en que el pelirrojo le hubo arreglado el cabello.  

 

 

- ¿Tanto así te gustan? – Lo sospechaba, por esa razón ponía bastante empeño en peinarse cada vez que iba a encontrarse con su pelirrojo, se pasaba tanto el cepillo que Mimea temía que algún día se quedara calvo de tantos enredos (Mantener una melena enrulada no es nada fácil). El ojiverde sentía que el frío de la noche no le afectaba, el contacto que le brindaba lo llenaba de calor.

 

 

- Si. Por eso sólo me acostaba con hombres y mujeres de cabello encrespado.  Si no tenían aunque fuera un sólo rizo, no los aceptaba, por muy buenos que éstos fueran haciéndolo.

 

 

 - … - Le miró con la cara hecha un cañón - ¿Qué? ¿Pretendes que me sienta halagado por la vulgaridad que me acabas de confesar?

 

 

- Pienso que en efecto, deberías.

 

 

- ¡Ya… déjame! Así estoy bien – Retiró la mano del hombre de sus cabellos – Vámonos de una vez. 

 

 

El Am agradeció a la noche, porque por más capaz que fuera de mantener su carácter, su cara enrojecida era el meollo del asunto.

 

 

Caminar al lado de Katze le empezó a agradar – cuando dejó de pensar en mantener el berrinche armado por sus bucles dorados – y más porque por lo general, cuando lograban reunirse se la pasaban metidos en rollos sexuales; compartir algo así era grato. De pronto, el rubio se estremeció cuando el pelirrojo le tomó de la mano.

 

 

- Pero… ¿Qué se supone que haces?

 

 

- Te tomo de la mano ¿No es obvio?

 

 

- Si… pero ¿Por qué?

 

 

- Porque tuve deseos de hacerlo – Anunció - Si vas a empezar a quejarte te advierto que hoy me siento muy contento como para prestar atención a quejas.

 

 

Raoul decidió no seguir peleando ni tratando de soltarse – el pelirrojo le agarraba con muchísima fuerza -, la sensación era agradable y la oscuridad de la noche los custodiaba.   

 

 

- “Andar así, sin preocuparse de nada es tan grato… Nunca nadie se había atrevido a tomarme de la mano en público” – Se le puso la carne de gallina.

 

 

Realmente alguien si hubo tratado una vez cuando era aún un infante, pero el Am había terminado estrellando una piedra en la cabeza de aquel infame niñato, “Mi mano y todo lo demás, sólo le pertenecen a Iason”, solía pensar en su inocente cabecita. Ya de adulto, sólo salía con las mujeres para lo que le interesaba, el sexo, y ahí, agarrarse de las manos no es tan necesario… o al menos no dejaba que las mujeres le entrelazaran los dedos.

 

 

Como fuera, era la primera vez que paseaba tomado de la mano con alguien y se sentía extraño.

 

 

- Sudas mucho.

 

 

- ¡Y cómo no! – Se apenó - ¿Y por qué sólo puede ser sudor mío?... – Se tranquilizó - ¿Falta camino?

 

 

- ¿Tan ansioso estás?

 

 

- Eres realmente una molestia – Apretó la boca en una mueca de disgusto.

 

 

- Pero admite que te gusta, como a mí me gusta que seas un cascarrabias – Se atrevió a confesar.

 

 

- “Y dale con lo de gustar… ¿Estará hablando en serio o sólo quiere abonar el terreno para tenerme encantado y dispuesto a la hora de tener sexo?” – Espetó disque enojado, aunque realmente estuviera medio contento el hombre – “Bueno Raoul, eso es lo de menos ¿No? Con tal de que se desempeñe bien en la cama, deberías dejarlo tranquilo con sus babosadas”

 

 

Llegaron a una callejuela llena de locales nocturnos. Los hombres y mujeres entraban y salían, algunos sonrientes y algunos tambaleándose, evidentemente ebrios.

 

 

 - Aquí es.

 

 

- Por fin… “Y me trajo a un lugar de mala muerte” – Pensó. ‘¡Bravo!’, quiso exclamar – Esto… ¿Me podrías devolver mi mano?

 

 

Seguidamente, el pelirrojo levantó las manos entrelazadas.

 

 

- ¿Por qué? Me gusta más así.

 

 

- ¡Ush! Deja de jugar. No podemos pasar toda la noche agarrados de la mano.

 

 

- Mmm, no veo porqué no.

 

 

- ¡Es raro!... ¡Contigo no se puede! Por lo visto aparte de mis rizos, te encanta hacerme rabiar – Mencionó berrinchudo.

 

 

- ¡Pero bueno! Si tanto quieres que dejemos de estar tomados de la mano, deja de agarrarme entonces.

 

 

Tras escuchar las palabras del pelirrojo, Raoul se dio cuenta de que en efecto, la mano de Katze no hacía ninguna clase de presión, en cambio la suya si. El Am se apresuró en soltarle y ocultar su expresión.

 

 

- Vaya hombre, sé que te gusta pero… ya no sentía mis pobrecitos dedos – Mencionó juguetón Katze al tiempo que se sobaba la mano.

 

 

- Cá… ¡Cállate!

 

 

Entraron a un local y comieron. Raoul quería evitar por todos los medios el beber, pero Katze era demasiado persuasivo.

 

 

- Anda. Si te empiezas a ir de los lados no te preocupes, yo te llevo cargado.

 

 

- Deja de decir estupideces – Mencionó – Además, dudo mucho que logres siquiera levantarme del suelo – Para él, su tamaño y más que todo su contextura, era parte de su orgullo.

 

 

- ¿Quieres que te enseñe que si puedo? – Se levantó de su asiento.

 

 

- ¡Siéntate inmediatamente si no quieres que te ponga la botella de sombrero! – Ordenó avergonzado y alarmado ante la idea de que si pudiese hacerlo.

 

 

- Lo haré, me sentaré si bebes – Ya había descubierto la debilidad del rubio por la bebida, se moría por dejarlo fuera de combate.

 

 

- Está bien, beberé… pero siéntate ya - Raoul puso una expresión de derrota – Cielos, eres como un niño.

 

 

 - Je je Mira quién lo dice – Se burló -… ¿Qué te parece el lugar? – Katze encendió un cigarrillo tras sentarse en su puesto.

 

 

- Es… diferente a lo que estoy acostumbrado – Empezó a beber del licor.

 

 

- Quieres decir que te parece horrible.

 

 

- ¿En verdad tienes que ser tan pesado?

 

 

El pelirrojo le contestó con una sonrisa, el ojiverde muy en el interior admitía que le gustaba que le contestara de aquella manera; estaba cansado de mantener conversación con personas que nunca le llevaban la contraria por temor a su mal carácter. Raoul le miró mientras abandonaba por unos segundos el cigarrillo y se tomaba su bebida, el sonrojo por parte del rubio fue visto por Katze.

 

 

Tuvo deseos de preguntarle cosas íntimas, más certero sería decir cosas personales. El Am para nada sabía del pasado del pelirrojo; no sabía de dónde rayos había venido, ni que era de sus familiares, ni su bebida predilecta, ni si prefería la ropa almidonada o llena de pliegues, ni mucho menos algo tan trivial como si le gustaba usar pijama a la hora de dormir o cuál era su bendito color favorito… obviando lo que sabía le gustaba en la cama, el rubio tenía enfrente a un completo desconocido.  

 

 

- Katze. Contéstame algo…

 

 

- ¿Mmm? – Se lamió el licor que se escurrió de sus labios – Lo sé, lo sé… Nada de fallas ni de artimañas – Repitió como si se hubiese aprendido un libreto -  No te preocupes cariño. Ésta noche te haré retozar de lo lindo. No podrás siquiera caminar derecho…

 

 

PLAM!!

 

 

- ¡Deja de comportarte así! – Raoul hubo dado un fuerte golpe en la mesa, no está por demás decir que su cara parecía un tomate y sus cejas fruncidas - ¿Por qué todo lo que te digo lo asocias inmediatamente con el sexo?

 

 

- Porque esa es la clase de relación que tenemos ¿O no? – Mencionó con tranquilidad.

 

 

Raoul enmudeció, su expresión se ablandó y el ruido de afuera se disminuyó en su cabeza. Era cierto, la relación de ellos era meramente sexual; darse cuenta de ello – a pesar de que él mismo se la pasaba afirmándolo y recalcándolo todo el tiempo – hizo sentir mal a Raoul.

 

 

- Si piensas así… ¿Entonces por qué me tomaste de la mano hace rato? ¿Ah?... que yo sepa eso no es algo sexual…

 

 

- Para mí si lo es porque te estoy tocando.

 

 

- “Eres un… imbécil…” – No pudo ser capaz de emitirlo con palabras – “Decir algo así… aunque pienses eso, para mí fue…” – Recordó aquella sensación de bienestar y se sintió fatal. Agarró la botella y se la empinó, dando grandes tragos.

 

 

 ¿Por qué se sentía de aquel modo tan desagradable? ¿Acaso él no estaba por Katze sólo porque era un semental como ningún otro?

 

 

Katze no buscó de hacerle sentir mejor, sabía que el modo en que le trataba no era para nada bonito, pero nada podía hacer; esperaba que el ojiverde se diera cuenta y que quisiera que la relación se volviera algo menos superficial.  

 

 

 - No lo vuelvas a hacer…

 

 

- ¿Qué cosa?

 

 

- No me vuelvas a tomar de la mano… – Aclaró, pero no le miraba. Su corazón le había palpitado fuerte mientras sus manos permanecieron unidas - …No lo hagas más.

 

 

- Te he sido complaciente en todo lo que me has pedido, pero en cuanto a esto, yo lo decidiré – Contestó - Enseguida vuelvo.

 

 

El pelirrojo se levantó y dejó al rubio, solo con sus pensamientos. Raoul estaba enojado y no le importó mostrarlo facialmente, también estaba triste y por eso seguía bebiendo ¿Cómo se atrevía a llevarlo a una “casi cita”, tomarlo románticamente de la mano y luego insinuar que sólo estaba con él para usar su cuerpo? El Am se molestó, por más que trataba no lograba que Katze echara la baba por él, al punto de obedecerle sin replicar… todo lo contrario, era el rubio el que se sentía cada vez más y más ansioso por estar con el pelirrojo, más y más ansioso porque lo besara y lo agarrara con fuerza...   

 

 

- “¡No es justo! ¡En verdad que no lo es! ¡Soy Raoul Am! Debería estar muriéndose por mí” – Se quejaba con aire infantil – “Debería estar agradecido siquiera porque lo mire a los ojos… ” – La molestia no se iba - “Y de paso me deja solo, rodeado de vagabundos y borrachos inmundos ¿Qué es lo que le pasa? ¿Ha perdido la cabeza? ¿Dejarme solo a mí? ¡Tremendo hombre el que te has conseguido Raoul! Con un apetito sexual incomparable pero con un cerebro del tamaño de una lenteja” – Se empinó de nuevo la botella, el fuerte sabor le pegó en la garganta – Rayos… nunca había probado algo tan malo en mi vida – Hizo una mueca por el sabor que le dejó  - Puag... – Los ojos los sintió pesados - …menudo licor barato. 

 

 

- Hola precioso.

 

 

Un hombre fornido y con la barba descuidada se colocó a su lado, buscándole conversación. Raoul puso su cara de pocos amigos.

 

 

- ¿Qué haces aquí tan solito?

 

 

- ¿Perdón? No sé porque me habla. No lo conozco – No se molestaba en mirarlo, su apariencia le asqueaba. Esperaba que de tanto ignorarlo el hombre se fuera.

 

 

- Oh… pero nos podemos llegar a conocer.

 

 

Katze se había apartado para darle tiempo a Raoul para pensar y también por su propio control, no podía arriesgarse a perder todo lo que había logrado con el rubio al flaquear una vez. Ya solo, se permitía abrir su corazón a la botella.

 

 

- Raoul… ¿Qué es lo que voy a hacer contigo? – Hablaba como si el propio Raoul estuviese enfrente suyo, utilizando un tono de voz tan dúctil que no parecía suyo  – Es que me lo pones tan difícil mi amor… me muero por servirte y cumplirte hasta el último de los caprichos; si hasta sería capaz de regresar a mis viejos años de mucamo y lavarte hasta los calzones… ¿Quién diría que te querría tanto así? – Suspiró, lamentándose de sus síntomas de enamorado – ¿Y tú contento no? De seguro te echarías a reír si supieras que me tienes tan embobado… - Tomó de su bebida con empeño y recobró su bravura – ¡Pero no me creas tú tan pendejo! 

 

 

De pronto, el ruido y la gente amontonándose lo hicieron apartarse de sus pensamientos. Se había iniciado una pelea, de eso, duda ninguna. Rápidamente se levantó y se acercó… sus sospechas resultaron ser ciertas.

 

 

- ¡Mierda!

 

 

Se metió entre el tumulto de personas entre empujones, el rubio se estaba cayendo a golpes – o más bien, él estaba destrozando a golpes – a un completo desconocido. La gente avivaba y el ojiverde golpeaba, completamente encolerizado.

 

 

- ¡Quítame las manos de encima! – Empezó a gritar el Am cuando lo agarraron desde atrás - ¡Voy a matar a ese bastardo!

 

 

- Deja de hacer un espectáculo de ti mismo Raoul ¿Qué no ves que todo el mundo te está mirando? – Trataba de detenerlo Katze, pero no sabía si el alcohol le había proporcionado más fuerza de la que generalmente tenía, ya que realmente le costaba mantener quieto al ojiverde.

 

 

- ¡Me importa un cuerno! – Se movía de un lado a otro, tratando de librarse del agarre – Ese hombre espantoso trató de sobrepasarse conmigo ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué me quedara sentado?

 

 

Katze como pudo giró a Raoul, buscando de verlo a los ojos. Los presentes permanecían expectantes, unos molestos por la intromisión del pelirrojo y otros ansiosos por que la pelea se retomara en cualquier instante.

 

 

- …Ese hombre ¿Te toco?

 

 

- Si ¡Te lo estoy diciendo! Y debe pagar por ello – Contestó con las mejillas rojas por la irritación… y en parte por el licor, claro está.

 

 

El pelirrojo asintió y le soltó, se acercó hasta el hombre maltrecho que estaba tirado en el suelo y lo obligó a levantarse, le costó mantenerse en pie – el Am le había dado con furia -, pero por lo visto aún tenía fuerza para ello. Raoul y los demás espectadores, estaban desconcertados por lo que el silencio reinó entre ellos; la algarabía estalló cuando Katze le propinó un derechazo que lo noqueó sin más ni más. La bulla era tanta que no se escuchó el choque del enorme cuerpo contra el duro suelo.

 

 

- ¡Wow! ¡No se metan con el pelirrojo que es pura candela! – Era alguno de los gritos que se oían por el local.  

 

 

Raoul estaba por demás atónito, ciertamente no se esperó que Katze tuviera aquella reacción.

 

 

- “¿Lo golpeó… por mí?” – Se conmovió el rubio - “Oh vaya… realmente eso ha sido muy excitante”.

 

 

- Vente – Katze le tomó de la mano – Las cosas se pondrán feas si nos quedamos.

 

 

El Am le siguió sin rechistar, el modo en que lo agarraba le fascinaba. Ya fuera, Raoul se atrevió a hablar, ya que Katze no había emitido palabra alguna luego de salir del bar.

 

 

- ¿Por qué te has quedado callado? ¿Acaso estás molesto conmigo? – Se cruzó de brazos y frunció el seño – Yo soy el que debería estar molesto y de hecho lo estoy… me dejaste solo y por tu culpa eso paso ¿Oíste bien? Por tu culpa ese mal vivido estuvo a punto de acabar en un ataúd – Pero haber visto a Katze golpeando al hombre por su causa… evidentemente le había encantado.

 

 

Katze le miró con severidad.

 

 

- Raoul ¿Realmente el hombre te tocó o pagaste tu enojo con él?

 

 

- ¡Ja! ¡Ahora resulta que soy mentiroso! – Acompañaba con gestos de las manos al sarcasmo - ¡Si me tocó, no miento! – Hizo una mueca desagradable al recordarse.

 

 

- ¿Dónde? – Se acercó - ¿Te dio un toquecito en el hombro o te rozó accidentalmente el brazo?

 

 

- ¡Y piensas que también exagero! No te burles… - Desvió la mirada – Puso sus horribles manos en mi cabello – Tomó un mechón y lo frotó, como buscando de limpiarlo – Me dijo cosas, tratando de halagarme… ¡Es que me acuerdo y me regresa la rabia!

 

 

El pelirrojo sonrió por dentro, Raoul inconscientemente buscaba de custodiar los cabellos dorados que le había dicho que le gustaban, inclusive se había rebajado a meterse en una pelea por ello. El rubio continuó:

 

 

- ¡Si hubieras estado ahí…!

 

 

- Si hubiera estado ahí ¿Qué? – Interrumpió Katze con su tono de voz severo - ¿Qué disparates dices Raoul? Dejaste al hombre hecho polvo tú solo. Es más, si no llego y te detengo, lo hubieras matado por tocarte un rizo.

 

 

- ¡Me molesta que seas así! - El Am apretó los puños y la expresión - ¡Es como si no te interesara en lo absoluto lo que llegue a ocurrirme…!   

 

 

Kazte se apresuró y se acercó hasta el ojiverde, lo tomó de los hombros y le habló en un tono dulce.

 

 

- Pero Raoul, tú mismo me lo dices todo el tiempo: que te trate como lo que eres, Raoul Am. Eso es lo que hago, te dejo ser tú – Llevó sus manos hasta el rostro de su querido - … y tú eres de ese modo… irascible, orgulloso y explosivo con tus emociones. Eres capaz de lanzarte a una estampida si con ello demuestras tu valor; protegerte a ti mismo en ocasiones como éstas, es algo que puedes hacer de sobra.      

 

 

- Sé lo que te he dicho… lo sé muy bien – Los ojos verdes brillaban y los puños se soltaban, sin embargo en su interior continuaba luchando – Pero igualmente no puedo evitar sentirme de éste modo.

 

 

- ¿De qué hablas? ¿Cuál modo?

 

 

- ¡Débil! – Exclamó y su corazón se aceleró – Muy a pesar de que no lo parezca, que te porfíe que no lo soy y que haga hasta lo imposible porque no se note, no puedo… no puedo evitar sentirme así cuando estoy contigo… me vuelvo indefenso Katze, no sé que hacer y actúo por desesperación…Lo que viste allá que no te engañe, no fue más que el ataque de un animal asustado.

 

 

Katze trató de controlar su asombro - que en verdad era grande-, tanto que sus ojos se habían abierto al máximo y no hallaba palabras para contestar lo confesado. Raoul continuaba teñido de rojo y con expresión de lamento.

 

 

- …Yo sólo quería saber si prefieres dormir en ropa interior, aunque conociéndote debe gustarte dormir desnudo, sin nada encima – Comentó, evidentemente ido del tema - …pero no te pude preguntar… me hiciste molestar y te fuiste… ahora todo me da vueltas y me siento acalorado…

 

 

- Eso es porque has bebido demasiado – Mencionó Katze para no angustiarlo más y completamente feliz.

 

 

- Lo hice porque no quería arrepentirme – Le señaló – Bebí… porque no quería decir que no a lo que realmente quería decir que si… de lo contrario, me pasaría todo el día de mañana tirando cosas al suelo… mi madre se pondrá como loca cuando se entere que volví añicos su joyero…

 

 

Katze se aguantó la risa. Comprendió entonces que cuando bebía, el Am era de los que se les iba la lengua. El pelirrojo agradeció el haberle podido escuchar, lo atrajo y lo abrazó con fuerza. Raoul  sintió que se incendiaba.

 

 

- Te dejaré abrazarme porque… no tengo fuerzas para apartarte… - Mentía, deseó aquello la noche entera.

 

 

- ¿Por qué me haces esto Raoul? – Le estrechaba con fuerza, con una sonrisa amplia - ¿No ves qué haces que me gustes más y más?

 

 

- Katze… - Se dejaba acariciar - ¿Qué… cosas dices? ¿Tú también estás borracho?

 

 

- Borracho de amor, si – Sonrió - Los celos no me abandonan. Pensar en que otro hombre pueda acercarse a ti, me encoleriza.  

 

 

- “Gustar… celos… No sigas diciendo Katze…” – Cerró los ojos – “Todo esto es…”

 

 

- …Así que por más berrinches que hagas, no dejaré de tratarte como lo que eres… mío.

 

 

Katze fue por sus labios y Raoul ya lo estaba esperando. El beso los sumergió en una ola de deseo que subió y bajó y se meneó también, buscando de arrastrarlos.

 

 

- Raoul… - Le era difícil ante las circunstancias, se olvidó entonces de su pacto y trató al ojiverde con ternura – Mi amor… no debí traerte aquí, éste lugar no es sitio para ti… jamás lo sería – Le acariciaba el rostro – La próxima vez te prometo que… - No pudo continuar, el hombre le ahogó las palabras con un beso.

 

 

Y es que era muy poco lo que lograba asimilar el Am a esas alturas – más que nada con la cantidad de licor en su sistema -, el pelirrojo sin embargo, quiso olvidarse que hasta él mismo se había dejado llevar.

 

 

- Shhh… - Siseó – Quiero que ahora seamos sólo tu y yo – Sonrió entre la embriaguez.

 

 

- ¿Eres tú el que habla o el alcohol se ha apoderado de tu juicio? - El pelirrojo sonrió también, aquellas mejillas rosadas realmente hacían lucir a su querido bastante tierno y jugoso.

  

 

– Poco importa… – Se acercó hasta el pecho del pelirrojo y empezó a pegarse a él - …Oye Katze… - Se estrujaba contra el cuerpo, haciendo arrugar las ropas. Katze le tomaba de los brazos y le escuchaba - Vayamos a un sitio privado – Mostrándose coqueto por las ansias.

 

 

Lo mencionado fue para el pelirrojo como un visto bueno, una luz verde.

 

 

 

- Tú mismo lo has pedido – Le tomó de la mano y el Am se dejó guiar.

 

 

Katze escogió la posada más decente que conocía y que tenía por suerte habitaciones disponibles. Realmente no quería meter a su amado en un sitio de esos, pero la urgencia lo demandaba y era preferible a internarse en el monte (sobretodo por las alimañas que suelen salir de noche).

 

 

- Una habitación.

 

 

El hombre que atendía no se sorprendió al verlos entrar sin una mujer al lado, una mirada le bastó para darse cuenta de la situación; con una sonrisa picara se dirigió a Katze, quién estaba evidentemente más sobrio.

 

 

-  ¿Cuánto tiempo desea usarla amigo?

 

 

- Pues… - Observó al ojiverde, éste trataba de mantenerse quieto porque de vez en cuando se tambaleaba. El pelirrojo lo ayudaba un poco a mantenerse en pie.

 

 

Katze pensó. Tal vez Raoul tenía planeado regresar a su hacienda esa misma noche. No había tenido tiempo de hablar sobre eso con él, ya que había estado demasiado entretenido tratando de hacerlo beber.

 

 

- ¿Pero que estoy haciendo? Creo que mejor será que te lleve a casa. No estás en condiciones de razonar…

 

 

Raoul no lo dejó terminar, metió su mano en el bolsillo y colocó varios billetes (no los contó, no se sentía capaz de identificar dinero en su estado, pero sabía que había suficiente para el pago) frente al hombre.

 

 

- Nos quedaremos toda la noche – Anunció con seriedad.

 

 

- Toda la noche entonces – El hombre le entregó la llave de la habitación al pelirrojo.

 

 

- ¿Seguro Raoul? – Lo menos que quería era que se sintiera incómodo a la mañana siguiente - ¿No te arrepentirás cuando se te pase la borrachera?

 

 

- ¿Estás siendo caballero a estas alturas? – Le miró de reojo – Tranquilo… aunque no lo parezca aún estoy en mis cabales – Se acercó hasta el pelirrojo para que le ayudara a guiarse, la luz en el recinto era poca y se le dificultaba diferenciar los niveles de los escalones – Me molestaré si me llevas a casa ahora… me siento más y más caluroso. Las ropas que cargo, no las soporto encima…  

 

 

- “Es por el alcohol” – Dedujo. Sin embargo, no quiso interrumpirlo – Oye, cuidado… - Susurró tras un pequeño tropezón – Apóyate en la pared. Aquí.

 

 

Raoul se detuvo y buscó los ojos que le parecían seductores, incluso más que los suyos. La pasión que sentía se acrecentó más, hasta el punto de volverse insoportable.

 

 

-  Katze… no sé si es por el licor, no lo sé - Llevó su mano hasta el rostro y lo acarició, ansioso por besarlo – Pero te lo pediré… mientras que tu piel roce la mía, olvídate de mi apellido y el peso que tiene, que yo me olvidaré de mi orgullo  – Y le miró fijo -  Hazme sentir así toda la noche… completamente tuyo.

 

 

Las palabras tocaron el corazón de Katze, tanto que inmediatamente alzó al rubio tipo nupcial.

 

 

- Hey… - Quiso quejarse el Am, pero se sintió como pluma entre sus brazos.

 

 

- ¿Ves mi amor que si he podido cargarte? – Mencionó divertido y libre de amarlo como le apeteciera.

 

 

- Que vergüenza… - El ojiverde rodeó el cuello del hombre con sus brazos y se acurrucó en el pecho – Si me dejas caer... me enfadaré en serio contigo… - Hablaba enterrado entre los pliegues de la camisa.

 

 

- “Vaya… no me imaginé que tendría el privilegio de verlo de éste modo” – Katze sentía que el corazón le latía a mil por hora, la respiración caliente del ojiverde le llegaba a tocar la piel – “Ah, pero que tierno… las piernas se me doblan de sólo verlo” – Un sentimiento agradable se esparció por todo su cuerpo, sobretodo por toda su zona baja - Que nunca falte en nuestra alcoba una botella del mejor vino, mi bien amado – Pidió a la providencia aquel favor.   

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

 

Oh… como me encanta escribir cursilerías kami-sama!!!! Tanta azúcar afectará nuestra salud!!! x,D (inner: Tan enamorado que está Raoul! Es que no parece él!! Ternurita!!! O/////O Y eso de que Mimea no es la rival de Iason, sino la de Katze ‘O’) Creo que era evidente je je el RaoulxMimea también me gusta un montón n____n (inner: a ti te gustan todas las parejas hetero y homo que puedan sacarse de ank ¬¬) ya ves je je x,D (inner: al menos las cosas entre Iason y Riki parece que ya se alivianaron owo) Así parece n_n Ahora, es tiempo de las interrogantes: ¿Qué sucederá con Mimea? ¿Raoul por fin desistirá de su amor por Iason? ¿Riki se dará cuenta de lo que medio mundo ya sabe? Tendrán que leer para averiguarlo ;) A todos muchísimas gracias por haber leído y por los comentarios que dejen… besos y abrazotes!! Bye Bye!!    

 

 

 

 


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