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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

 

Yappo!! ~<3 :D Saludos a todo aquel que se anima a leer esto a pesar de lo que tardamos!! (inner: ¿A qué el nombre del capi no le hubiese quedado mejor al fic en cuestión? ¬_¬) anda! Que no me la paso en casa viendo el techo je je xB lo importante es que ya estamos aquí ;) espero que lo que están por leer sea de su agrado, escrito con mucho cariño y algo de desvarío, justo como a mí me gusta :B

 

 

 

 

 

Luego de que tuvieran la discusión, el ojiverde intentó hablar con Katze, pero era evidente que el pelirrojo no quería verlo ni en pintura.

 

 

Con la excusa de ir a visitar a Iason, el Am se las arreglaba para encontrar al hombre en la hacienda – había intentado varias veces visitarlo en su casa, pero Katze nunca le atendió; llegando incluso a cerrarle la puerta en la cara -, cuando lo veía solo lo abordaba, tratando de hablarle, pero Katze siempre lo evitaba y si le era posible, le dejaba con la palabra en la boca.

 

 

- Toma.

 

 

- ¿Más? – Riki se sorprendía - ¿Qué tienes hombre? Estás arrasando – Tomaba la caja.

 

 

- Sólo trágatelos ¿Si?

 

 

Era la quinta caja llena de dulces que recibía. A pesar de que no dijeran de quién era, el pelirrojo estaba seguro de que Raoul se las enviaba. Sólo le faltaba mandarle flores, peluches y cartas empalagosas en dónde le pidiera perdón. Incluso una serenata era esperada ¿Por qué no? Como no tenía el corazón para botar los dulces y tampoco la valentía de quedarse con ellos y mucho menos de comérselos, prefería dárselos a Riki, quién era muy famoso por su  glotonería.

 

 

- ¿No probarás ni uno? – Le mostraba – Mira, hoy los chocolates vienen rellenos.

 

 

- No… - Negó con la cabeza – Además esos dulces no me gustan. Prefiero más los artesanales.  

 

 

- Mmm… te comprendo. No hay nada como las conservas de coco.

 

 

- De toronja.

 

 

Y de sólo pensarlo se les hizo agua la boca.

 

 

- Dulce de plátano.

 

 

- De guayaba.

 

 

Sonrieron al instante, en completa sintonía.

 

 

- Y ni qué decir del dulce de lechoza, el arroz con leche, arroz con coco ¡Los manjares!

 

 

- Basta Riki, harás que me enamore de ti.

 

 

Estallaron en risas. Todos esos sabores de la infancia les traían recuerdos, cuando las madres los agarraban en el momento en que hurtaban algo de la cocina, cuando las abuelas les golpeaban las manos por comerse el postre antes de tiempo, cuando se quemaban las lenguas por andar probando “sólo un poquito” de lo recién sacado del horno. Todos entrañables recuerdos del hogar.

 

 

Raoul también le mandaba hasta botellas de alcohol. El pelirrojo pues se las bajaba en su cabaña hasta quedar borracho e incluso las compartía con sus compañeros de trabajo. Celebraban los hombres por el repentino cambio de su superior, brindándole la oportunidad de beber de los más finos licores.  

 

 

- Katze – Llamó con algo desconocido en él hasta ese momento: Timidez.

 

 

- Oh maldición… ¡Si que sabes cómo arruinarme el día! – Exclamó con desprecio tras encontrárselo de frente.  Continuó la marcha, como si el rubio no estuviese allí.

 

 

- No tienes que ser tan ofensivo – Se quejó aunque en un tono sin reproche mientras iba detrás de él – Katze, espera por favor.

 

 

Katze no se detenía por nada del mundo, caminando a grandes zancadas con el Am pisándole los talones.

 

 

- Tenemos que hablar – Insistía el ojiverde.

 

 

- Está bien, hablemos – Se detuvo en el medio de los trabajadores de la hacienda, atrayendo la atención de todos a la conversación de ambos.

 

 

- Katze… - Miraba a quienes estaban a su alrededor, viéndole, expectantes a lo que ocurría – No me hagas esto… - Murmuró.

 

 

- Dijiste que querías hablar – Alzó los  brazos - ¡Dime Raoul! ¿Qué es eso tan importante que quieres decirme?

 

 

El corazón le saldría por la boca, nunca en la vida se hubo sentido tan presionado. Katze quería que ante todos se deshiciera de su estúpido orgullo y le demostrara con ello que en realidad le amaba.

 

 

 Raoul apretó los puños y se giró, batiendo con fuerza la melena antes de retirarse del sitio. Seguidamente la algarabía de los hombres se desató, el pelirrojo no hizo nada para acallarlos, permaneció en silencio viendo como un ego era picoteado sin piedad. Los silbidos y las frases irreverentes acompañaron al rubio hasta que se perdió de vista.

 

 

Katze suspiró, tratando de calmar su corazón lastimado. Porque a él también le dolía tratarlo de aquel modo tan pendenciero. Esperaba que el rubio comprendiera que el amor era mucho más importante que las querellas ajenas, que no debía ocultarse y que debía ser expuesto para que brillase en su mayor amplitud. 

 

 

- Vaya… jamás me imaginé que vería algo así – Riki no podía creérselo – Entonces si están peleados – Comentó, aquello se lo afirmaba - ¿Qué te hizo? Debió de ser algo bien feo para que lo trataras así – La curiosidad lo instaba a interrogarlo.

 

 

- Es un cuento largo – Aceptó la compañía del joven, más solo eso – No quiero contártelo.

 

 

En aquella oportunidad Raoul llegó echando humo hasta la oficina de Iason, allí volcó las palabras sin medirlas siquiera.

 

 

- ¡Ordénaselo! Tienes que exigirle que regrese a la hacienda cuanto antes. Ha abandonado el trabajo a medio hacer y eso no puedo permitírselo.

 

 

- Me extraña eso de Katze – Conociendo de sobra al pelirrojo y mucho más al ojiverde - ¿Qué pasó allá?

 

 

- ¡Eso es lo de menos! – Interrumpió tratando de regresarlo al punto – Ordénale inmediatamente que vuelva para la hacienda…

 

 

De pronto, algo golpeó a Raoul como un rayo ¿Qué se suponía que estaba haciendo? ¿Realmente era tan torpe como para pensar que las cosas se arreglarían de aquella manera? No podía hacer que Katze volviera a su hacienda obligado por Iason ¡Eso empeoraría las cosas! Y más porque su adoración por el Mink era el causante de todo. De hacerlo el pelirrojo lo odiaría más de lo que ya lo hacía, jamás lo perdonaría por usar aquella artimaña tan baja. 

 

 

- ¿Sabes qué Iason? – Mencionó tras unos segundos meditativos – No le digas nada.

 

 

- ¿Nada? – Extrañado.

 

 

- ¡Nada de nada! – Exclamó – Es más, por nada del mundo le digas que vine aquí a decirte esto – Lo miró fijo a los ojos, en un acto rogativo.

 

 

- ¿Qué ha pasado?

 

 

- Iason… Por nada del mundo Katze debe saber de ésta conversación ¿Entiendes?

 

 

- Está bien. Así será Raoul – Comprendió el deseo del Am de mantener su secreto.

 

 

- Gracias – Vociferó un poco más tranquilo – Ahora te dejo, tengo cosas que hacer.

 

 

Y luego de mencionar aquellas secas palabras, el Am se marchó sin más.

 

 

Decidió que si quería arreglar las cosas tenía que sacar a Iason del asunto. Aún así, no pudo evitar que el pelirrojo lo viera saliendo de la casa grande.

 

 

- Ah… ¿Me dirás entonces que no viniste hasta aquí para ver al señor Iason?

 

 

- Si… pero no es para lo que tú crees.

 

 

- Mentiroso. Para eso mismo has venido.

 

 

- Y de ser así ¿Qué? ¿No dijiste que no te buscara? Pues… te estoy haciendo caso.

 

 

El pelirrojo no le contestó, se giró y buscó de marcharse. Raoul inmediatamente fue tras él.

 

 

- No es cierto. No vine por eso, vine por ti. Óyeme Kat…

 

 

Katze lo tomó con rudeza del brazo y lo arrastró hasta el lugar más desolado que halló.

 

 

- Eres un bruto. No tenías porque apretarme de ese modo – Se sobaba el brazo.

 

 

- Hay que ver que eres obstinado – Comentó ignorando su queja - ¿Qué es lo que no entiendes Raoul? – Y lo miraba con frialdad.

 

 

- Te lo he dicho miles de veces: Tenemos que hablar. No me parece tu actitud para conmigo. No es justo que tomes una decisión tan radical.

 

 

- No hay nada que hablar. Ya me dijiste lo suficiente la otra vez. Nunca te he importado en lo absoluto, eso me quedó muy claro.

 

 

- Katze… - Lo tomó del brazo – Eso no es verdad…

 

 

- Te he dicho que no me toques.

 

 

A Raoul aquella mirada cargada de rabia lo lastimó profundamente. La espalda del pelirrojo lo llenaba de soledad.

 

 

- ¿Y qué pretendes que haga? ¿Qué va a pasar entre nosotros Katze…? – Se oía un tanto lastimero – Dime ¿Qué de verdad quieres que todo esto se termine?

 

 

Katze se volteó, su expresión era completamente seria.

 

 

- Si, así lo quiero.

 

 

Escucharlo fue como si le hubiese atravesado con un cuchillo y no conforme, removido el objeto corto punzante en la herida abierta. 

 

 

- Mejor terminar con esta locura ahora.

 

 

No era que Katze hubiese dejado de quererlo, mucho menos quería alejarse de él. Pero era consiente de que aquel amor lo estaba matando poco a poco, y como cualquier persona que se estima, trataba por todos los medios de alejarse de un amor tóxico que no tardaría en exterminarlo.

 

 

Y estaba el orgullo de ambos de por medio. Sobretodo el de Raoul que lo llevaba a creer que Katze estaba completamente chiflado por decidir abandonarlo.

 

 

- Bien… ¡Bien! Esto se acabó. Pero no porque tu lo quieras ¡Si no porque lo digo yo! – Aclaró el ojiverde con un tono de voz  lleno de autoridad – Y otra cosa: ¡Besas terrible! – Añadió buscando de atacar su ego.

 

 

Ante sus palabras, el pelirrojo se acercó hasta casi sentir la respiración del otro en su piel. Raoul que había permanecido en su sitio estaba agitado, Katze lo miraba de manera desafiante. En el instante en que el hombre fue en busca de sus labios, el rubio no pudo resistirse… fue capturado por aquel apasionante beso que lo encendió por completo, llevándolo a gemir y a suspirar cuando se le presentó la oportunidad y es que la lengua de Katze tan experta, lo llevaba a fundirse en el más esplendido de los letargos. El ojiverde llevó sus manos hasta el cuello de su querido y buscó que aquello se profundizara. Así el Am se olvidó de sus palabras y de lo que había intentado lograr con ellas. 

 

 

- ¿Lo ves?... Ya te lo dije: No sabes mentir – Habló Katze mientras detallaba su sonrojes y sus labios aún medio abiertos, como esperando volver a ser apresados – De ser verdad lo que dices, no hubieses respondido a ninguno de mis besos. Oh Raoul…  no me mires de ese modo. Si continuas así sólo lograrás que me entren ganas de humillarte más – Le trataba con rudeza, apretándolo con fuerza - ¿O es acaso eso lo que quieres? Dime ¿Es eso? ¿Deseas que aquí mismo te lo haga? – Trataba de meter sus manos en el pantalón del rubio.

 

 

- Basta… no sigas – El corazón le latía a mil por hora. Ansiaba estar con Katze, pero no de aquella manera tan hostil y vengativa. Como pudo retiró las manos del pelirrojo.

 

 

- Me buscas y luego me rechazas ¡Quién te entiende! – Mostró una sonrisa aunque sarcástica, mofándose de la reacción del otro.

 

 

- Katze… - Se sentía morir en sus brazos eso era verdad, pero no quería que lo tratara de una manera tan fría – “¿Por qué me haces esto…?”

 

 

El rubio iba a decírselo, que tenía razón, que había mentido, esas y todas las veces que mostró indiferencia. Pero el pelirrojo lo leyó en sus ojos verdes y por eso intervino ante de que los labios temblorosos del Am lograran confesarle aquello que sabía.    

 

 

- Adiós Raoul. Espero que no continúes molestándome, de lo contrario me veré obligado a crear un escándalo tan grande, que ni todo el peso de tu apellido podrá librarte de él.

 

 

En el momento en que Raoul desapareció de su vista, el pelirrojo trató de calmar el torrencial de pensamientos y emociones que había en su cabeza y en su corazón, pero sin éxito.

 

 

- Maldición – Exclamó Katze al tiempo que pateaba la tierra – Maldición, maldición, ¡Maldición! – Una cubeta que allí se encontraba recibió la última patada, reventándose en pedazos. 

 

 

Para Katze fue sumamente difícil despegarse de los brazos de Raoul, más aunque estuvieran separados en cuerpo, sentía que su alma se había fundido con la suya y aún apartados lo sentía por dentro.

 

 

- ¡Oh! ¡Cuánto tiempo! Pensé que no regresarías nunca por aquí.

 

 

El pelirrojo dejó que el muchacho de cabellos rizados le arrebatara el cigarrillo.

 

 

- Te he extrañado ¿Sabes? – Sonrió coqueto – Siempre fuiste mi favorito. Fue una decepción que dejaras de venir. Dime, alguien te tenía ocupado ¿Verdad?

 

 

- Tienes razón… - Suspiró – Pero no hablemos de eso. Esa historia ya se acabó – Mencionó.

 

 

- Ya veo… - Pudo notar en el hombre los vestigios del despecho  - No te preocupes. Yo te haré olvidar – Lo tomó de la mano para irse juntos hasta el cuarto.

 

 

Katze no se contuvo a la hora de poseer al muchacho, con evidente esmero se entregó a la pasión como lo hubo hecho en el pasado. Cuando el verde era la mirada del desprecio. Cuando una parte de su corazón lo esperanzaba con aquel amor.

 

 

- …Siempre adoré tus rizos… - Dirigió sus manos hasta ellos y los jaló - …Pero ahora verlos me dan tanta rabia…

 

 

Desde aquella vez el Am no volvió a insistir con Katze, llegó a la conclusión de que lo mejor era dejar las cosas así y dejar que el tiempo arreglase todo. Se acordaba de las veces en las que había ido tras el pelirrojo como un perro esperando recoger migas y se sentía terrible consigo mismo. La recriminación por sus actos llegaba envuelta por vergüenza, se sentía sumamente avergonzado por rebajarse a llorar por Katze y mucho más por prácticamente rogarle que volvieran. Obviamente no habían vuelto porque no le había dado verdaderas razones al pelirrojo para hacerlo, pero el ojiverde juraba y perjuraba que todo era debido a la terquedad de Katze.    

 

 

- Si ni me quería escuchar… - Estuvo tentado de hacer un puchero - Tal vez fue lo mejor, que todo esto terminara – Hablaba Raoul consigo mismo – Si… pensándolo bien, Katze y yo, esa relación era un disparate… eso no iba para ningún lado…

 

 

Trataba de convencerse de ello una y otra vez en su solitaria mansión, porque a pesar de estar rodeado de decenas de sirvientes con ninguno tenía un trato fuera del formal; se aburría entonces profusamente y la melancolía insistía en torturarlo con los recuerdos del pasado. Extrañaba mucho a Mimea, eso lo admitía sin mucho reparo, extrañaba sus cariños, sus charlas y más que nada lo que pensaba era su eterna compañía… pero su corazoncito extrañaba muchísimo más a Katze, por más que intentara obstinadamente en negarlo. Su cama la sentía extensa, fría y vacía. Incluso el placer que él mismo se enorgullecía de poderse brindar en el pasado, era ahora insatisfactorio y frustrante.

 

 

- No debería ser así… no debería sentirme tan mal - Quería arrancarse los cabellos - Cielos… ¿Por qué tengo que quedar siempre como el villano? – Se desparramaba en el mullido sillón del salón olvidando mantener el porte -  Ahora me odias… - Habló para un Katze que no podía escucharlo - Yo no quería que me odiaras…a pesar de que creía que tarde o temprano te dejaría, no quería que eso pasara realmente…  – Tomó uno de los cojines y lo estrujó contra su rostro – Pero ¡¿Por qué?!  ¡Que rabia! – Miró el cojín y le habló como si tuviera enfrente al pelirrojo - ¿Sabes qué imbécil? Quédate solo en esa casucha tuya, acuéstate con quién quieras ¡Has lo que te de la gana! – Arrojó el cojín al piso.

 

 

Esos espectáculos extrañaron y divirtieron a la servidumbre. Obviamente quienes observaban en secreto.

 

 

- Pero cómo te extraño desgraciado… - Quiso herir a quien no escuchaba – Mi atardecido…

 

 

Los días siguientes Raoul se creó una laguna mental o al menos eso trató para tapar lo que hubo sido su relación con Katze. Aquella estratagema le sirvió poco, porque cuando el corazón ama, es capaz de poner a la mente y al cuerpo a su completa merced.

 

 

No fue hasta que sus ojos verdes dieron con la estatuilla del caballo que sintió una tremenda sacudida, naciente de los recuerdos. Tomó la pieza y la acarició.

 

 

- Katze…

 

 

Entre el murmullo de su nombre dejó escapar los sentimientos, como un ropaje que no tardó en cubrirlo de pies a cabeza. Mientras mantenía la estatuilla entre sus manos recordaba los momentos vividos con su rojo amor, una alegría inmensa lo poseyó por un instante ante cada recuerdo feliz; la añoranza de su cuerpo se hizo presente cuando la pasión también se hizo recordar, extrañaba increíblemente a aquel amante en su lecho… fue entonces cuando la tristeza soez le arrebató el encanto de la nostalgia romántica, la tristeza proveniente de una pérdida, del fin de aquello tan bonito. La sensación desesperante y aterradora de querer de vuelta los instantes que jamás regresarían por más berrinches que hiciera.

 

 

- ¡Ya no más!

 

 

Lleno de dolor y cegado por el mismo, Raoul arrojó con furia la estatuilla tallada a la chimenea ardiente, por un instante su mirada verdosa reflejó las llamas rojas y doradas que buscaban de consumir lo que había lanzado a sus fauces. Pensó que con ello se quitaría un peso de encima, que se iría aquella culpa que lo martirizaba, pero no fue así. Reaccionó de golpe al darse cuenta de que si no hacía algo rápido, perdería para siempre lo que le quedaba de su amor.

 

 

Fue en otro instante de locura en el que el Am se arrojó al suelo y olvidándose del sentido común metió las manos en las brasas ardientes. Ofuscado y sin enfocarse en el dolor apartó como pudo la leña negra que se interpuso, recuperando lo poco que quedaba del objeto chamuscado que fue llevado a su pecho, donde lo acogió con pesar.  

 

 

- Lo lamento… soy un miserable - Lo abrazaba. Sintió deseos de llorar y sus ojos no tardaron en ponerse acuosos – Katze…

 

 

Esperaba que en el futuro sus actos no volvieran a lastimar a nadie…

 

 

***

 

 

Por otro lado, todo lo que estaba pasando tenía sumamente abrumado a Riki. Ya no tenía noticias de Mimea, temiendo por el destino de la joven y de su hijo. Más sin embargo otra preocupación anidaba en su pecho. El tiempo compartido con Iason le hizo caer en cuenta lo mucho que se había apegado a él.

 

 

Una sonrisa se esbozó en su rostro automáticamente aquella tarde. La idea de quedarse en la hacienda indefinidamente, lo llenaba de una sensación de gozo extrema.

 

 

- Espera un momento Riki ¿Qué hay de Guy?

 

 

Y es que no podía simplemente decidir que se quedaría ahí para siempre o hasta que Iason se cansara de él y lo echara a patadas.

 

 

- ¿O si puedo? – Pensó - ¡Si que puedo! ¿Qué importa si Iason luego conoce a una mujer adinerada, se casa y tiene hijos? Si decide hacerlo, yo volvería a Ceres sin pensarlo. Pero mientras eso pasa ¿Por qué no puedo quedarme a su lado y hacerle compañía si eso es lo que deseo? Guy lo entendería – Trataba de convencerse de que así sería - Él siempre me entendió… y ahora, lo que más quiero es quedarme aquí…   

 

 

- ¡Riki!

 

 

Una voz conocida lo hizo desenfocarse de sus pensamientos. El moreno se giró lentamente hasta lograr dar con la persona que lo llamaba.

 

 

- ¡Hasta que al fin te encuentro, Riki! 

 

 

En la oficina, el ojiazul se encontraba  tomando una taza de café.

 

 

- ¿Quién dices que ha venido Katze?

 

 

- Era un muchacho, dijo que conocido de Riki.

 

 

- ¿A qué vino? – Mencionó seco.

 

 

- Al parecer a hablar con él.

 

 

- ¿Y le has dejado pasar? ¿Riki le ha visto? – Aspiraba el exquisito aroma que destilaba la taza.

 

 

El pelirrojo negó con la cabeza.

 

 

- Le dije que no conocía a ese tal Riki y que no había nadie con ese nombre en la hacienda. Lo convencí que estaba equivocado y luego se marchó.

 

 

- Muy bien. Hiciste lo correcto; de seguro viene de Ceres. Lo menos que quiero es que Riki se encuentre con algún conocido. Tiene que comprender  de una vez por todas que su lugar es aquí, conmigo.

 

 

El pelinegro no podía creer lo que veía, uno de sus mejores amigos se encontraba allí, haciéndole una visita; luego de tiempo sin reportarse.

 

 

- ¡Norris! ¡Norris! ¡Amigo mío, cuánto tiempo! – Lo abrazaba y daba fuertes toques en su espalda.

 

 

- ¡Igualmente amigo Riki! Pensé que te había tragado la tierra ja ja – El rubio sonreía – No sabes lo que me costó hallarte. Con decirte que pregunté pero me dijeron que no había nadie llamado Riki aquí, algo me dijo que tenía que echar un vistazo… ¡Y mira que mi intuición fue acertada! Ja ja ja ja.

 

 

Se sentía sumamente contento de tener a Norris allí, recordándole que era un Riki que ahora desconocía.

 

 

- Hay que ver que rápido te olvidas de los amigos. En cuánto te liaste a un buen trabajo, te desapareciste del mapa.

 

 

- No digas eso – No era su intención tenerlos tan abandonados - ¿Cómo están los muchachos? – Estaba emocionado. Había tanto que decir, tanto que quería saber.

 

 

- Sid está enfadado contigo. Dice que no tienes pantalones por haber abandonado tan despiadadamente a Guy – Bufó – Pero yo no creo que serías capaz de algo así…

 

 

 - No lo he abandonado – Le dolía que lo pensaran, más que Guy lo pensara igual -  Sólo que no he encontrado la oportunidad de ir hasta allá… ¿Por cierto cómo está Guy?

 

 

- Pues…

 

 

De repente, la expresión en la cara de Norris, hizo preocupar al moreno.

 

 

- Es por eso que estoy aquí… ya que tú no venías a pesar de la noticia, pues… supuse que algo estaba mal…

 

 

- ¿A qué te refieres? ¿Qué sucede Norris? ¿Le pasó algo a Guy?

 

 

- ¿Qué no lo sabes? – Le extrañó enterarse.

 

 

- ¿Saber qué? – Su corazón empezó a latirle más rápidamente.

 

 

- Riki…Guy está muy enfermo ¿Qué no te lo ha dicho? Tuvo que habértelo dicho…

 

 

- ¡¿Có…mo?! – Se alarmó - ¡No!... ¡Él no me ha dicho nada en sus cartas! Siempre decía que estaba bien… que necesitaba dinero… para…

 

 

- Para las medicinas – Intervino Norris – Me pareció muy extraño que no te vinieras al instante. Sid y Rourke piensan que ya no te importa Guy… todos piensan que eres un vil gusano por dejarle… pero yo aún confío en ti. Por eso he venido aquí sin que nadie lo sepa.

 

 

- Dime Norris… ¿Qué pasó?

 

 

- Riki… - Se notaba triste.

 

 

- ¡¿Qué?! – Lo zarandeó.

 

 

- Hace meses tuvo un accidente en el trabajo. Una maquina por casi le tritura el brazo, por suerte se lo salvaron…  se la ha pasado muy mal Riki. Todos piensan que fue muy despiadado de tu parte abandonarlo a su suerte luego de algo tan terrible.

 

 

- ¡!

 

 

Una molestia empezó a extenderse desde la punta de su nariz, hasta el contorno de sus mejillas. Fue entonces cuando su vista se nubló totalmente debido a las lágrimas.

 

 

- No… eso no pudo haber pasado… - Su rostro empezaba a mojarse. Se suponía que él era el compañero de Guy, tenía que ser su apoyo en los momentos difíciles.

 

 

- Él… ha sufrido mucho – Norris bajó la cabeza – Trata de que no nos demos cuenta, pero se ha deprimido bastante porque no estás a su lado.

 

 

Su amado y querido Guy lo necesitaba, tenía que estar allí para apoyarlo ¿Y dónde estaba él? ¡Viviendo la buena vida en los brazos del Mink! De pronto, se sintió como la peor basura del mundo, disfrutando de placeres y gozos al tiempo que Guy sufría terriblemente en completa soledad.

 

 

- ¡Riki! ¿Dónde vas?

 

 

- ¡Espérame ahí Norris!

 

 

Gritó desde lejos. Rápidamente, emprendió la carrera hacía la casa grande.

 

 

- “¡¡Iason!!  ¡¡Iason!!” – Riki corría. Con gran desespero buscaba al rubio.

 

 

- ¿Riki? – Daryl trató de detenerlo – El señor Iason está ocupado ahora.

 

 

- ¡Necesito verlo! – Hizo caso omiso a lo dicho por el pelicastaño.

 

 

- ¡Riki espera!

 

 

En la oficina, Iason se ocupaba de algunos documentos mientras charlaba con Katze. De vez en cuando hacía el trabajo administrativo de su hacienda. De repente, la puerta se abrió de golpe. El Mink se levantó al instante de su asiento y el pelirrojo lo miró con asombro.

 

 

- Riki ¿Qué manera es esa de entrar a mi oficina?

 

 

- Necesito ir a Ceres… ¡Urgentemente! – Habló completamente azorado, ignorando lo comentado por el ojiazul.

 

 

- ¿Qué? Imposible. Estamos en plena producción. Ahora más que nunca te necesito aquí…

 

 

Riki se tiró al suelo, de rodillas, sin importarle que el capataz estuviera en la misma habitación.

 

 

- ¡Tengo que ir! Un amigo mío me ha dicho que Guy tuvo un accidente mientras trabajaba… yo no sabía ¡Por eso tengo que ir! – Suplicaba.

 

 

Katze permanecía quieto, viendo la escena. No quería intervenir, no si el Mink no se lo pedía. No se esperó con que Norris dudara de sus palabras y se hubiese metido en la hacienda sin permiso.

 

 

Iason por su lado tenía los ojos sumamente abiertos debido a la impresión, nunca de los nuncas se imaginó que podría ver a Riki de aquella manera.

 

 

- No es necesario que vayas. De seguro no es algo tan grave… mandaré a alguien que traiga información para ti…

 

 

- ¡Aún así! …por favor Iason – Luego de levantarse se arrojó al pecho del rubio - Guy… ¡Él me necesita Iason!... ¡Tengo que ir a verlo! ¡Quiero verlo! Permíteme ir a verlo…

 

 

El rubio lo observaba llorar como un niño. Ahora era Katze quién abría por demás sus ojos, ante una escena increíble.

 

 

- ¿Tanto… le amas…? – No pudo evitar preguntar. Le dolía en extremo verlo. El Mink se sintió sumamente infeliz, nunca había visto a Riki llorar de ese modo, tan desgarradoramente… era algo que no podía tolerar.

 

 

- … Está sufriendo y no sé desde cuando. Me siento tan mal Iason… si no vuelvo a verlo aunque sea un instante, moriré por la angustia… - Sollozaba con enorme dolor – Por… favor… déjame…

 

 

- No – Mencionó con completa frialdad.

 

 

- ¡¿Por qué?! – Se alarmó ante la seca y directa respuesta - ¡¿Por qué no me dejas marchar?! – Lo jalaba.

 

 

Inclusive Katze se impresionó ante la negativa. Su corazón se hallaba estrujado ante el comportamiento del moreno y aún así, el rubio permanecía recio, como tratando de imponer su ley ante todo.

 

 

- Porque así lo mando.

 

 

- ¡¿Por qué me haces esto?!

 

 

Afiló la mirada y como si el muchacho tuviera algo contagioso, lo echó a un lado.

 

 

- Porque no quiero que vayas y me dejes. Sé que eso pasará si te marchas. Es más… ¡No me da la gana que vuelvas a ese mugroso pueblo! – Espetó mostrando su enojo gestualmente.

 

 

Riki apretó los dientes de la impotencia.

 

 

- Pero… - Las palabras se atoraban en su garganta.

 

 

- Si te dejo ir te quedarás con Guy y no volverás. Te irás… y me abandonarás – Esto último lo mencionó con rabia – Eso es lo que pasará… ¡Y no quiero que sea así! ¡No lo permitiré!

 

 

Riki negó fuertemente con la cabeza.

 

 

 – Claro que no. Si es por eso te prometo que volveré… de verdad ¡Te lo puedo hasta jurar! Sólo necesito saber en qué condiciones está, necesito verlo así sea unos minutos. Así que por favor… déjame aunque sea un momento ¡¡Déjame ir!! – Lo pidió con mayor desespero, al tiempo que le jalaba de las ropas y continuaba llorando.

 

 

Iason lo tomó de los hombros y lo apartó una vez más.

 

 

- Deja de llorar – Le ordenó con molestia.

 

 

- Iason… snif… – Se limpiaba las lágrimas bruscamente con las manos.

 

 

- Está bien. Cumpliré tu deseo. Así que cálmate y no llores más.

 

 

- ¿En serio? – Sintió un rayo de esperanza – Gracias…

 

 

No pudo evitarlo, ante lo mencionado las lágrimas empezaron a brotar de nuevo. Buscó de abrazarlo en señal de agradecimiento. Pero el ojiazul se lo impidió.

 

 

- Pero deberás hacer una cosa.

 

 

- ¡Lo que sea! ¡Pídemelo y lo haré…!

 

 

- Debes terminar con Guy.

 

 

La condición fue como recibir un puñetazo en plena boca para él.

 

 

- Pero… ¿Por qué me pides eso? – Se sentía tan confundido, todo en su cabeza le daba vueltas - … No entiendo… ¿Por qué ahora?

 

 

El Mink estalló, aquella expresión en Riki… tan llena de desespero por ver a ese hombre y terror ante la idea de perderlo, su completa ignorancia… fue el fuego que encendió la pólvora.

 

 

- ¿Quieres saber realmente el porqué? – Le preguntó, se acercó hasta el muchacho lo suficiente para cubrirlo con su sombra – Porque te amo. Te amo y no soporto la idea de que seas de otro hombre.

 

 

La confesión sacudió su mundo. Katze que aún seguía ahí de pie, fue presa también del asombro. La manera en que Iason se lo confesaba…

 

 

- No puedo. Me da rabia. De sólo pensarlo me vuelvo loco y cuando hablas de él… me entran ganas de golpearte.

 

 

- … – No lograba digerirlo, su cabeza estaba demasiado abarrotada.

 

 

- Sé que en el pasado quedamos en que lo nuestro sólo se limitaría al sexo, eso me quedó muy claro y al principio estaba de acuerdo… pero ahora las cosas han cambiado. Ya no quiero eso para nada – Hablaba con una tranquilidad aterradora - Quiero que dejes a Guy y sea yo tu único hombre. Te casarás conmigo y no me importan las opiniones de terceros, ni siquiera la tuya. Vamos a hacer oficial nuestra relación… quieras o no.

 

 

- Iason…espera… ¿Casarnos? - Ya no sabía si estaba rojo de tanto llorar o producto de aquellas palabras ¿Casarse con él? ¿Estaba realmente hablando en serio?

 

 

- Si, casarnos – Para nada dudaba en lo que decía – Luego de eso dejaré a Katze encargado de todo esto y nos iremos inmediatamente a Eos. Estoy cansado de vivir en un ambiente tan rural ¿Tú no?

 

 

- …– Estaba temeroso de que quisiera apartarlo de todo lo que conocía como parte suyo -  No podría sentirme a gusto en la ciudad… jamás encajaría…

 

 

- Por favor Riki, no digas tonterías – Sonrió burlesco – Ya verás como con el tiempo te acostumbrarás. Allá tendrás a tu disposición las mejores oportunidades. Te daré lo que por años se te negó: Estudio. Te convertirás en un hombre de mundo y quién sabe si hasta importante. Nunca más tendrás que rebajarte a realizar tareas del campo. 

 

 

- Pero…yo amo el campo.

 

 

- Querido, eso es porque no has conocido más nada que el monte. Cuando conozcas Eos se te olvidará hasta que estas zonas siquiera existen… Pero para disponer de tan maravilloso futuro tienes que terminar con Guy y quedarte conmigo. Y es que tienes que hacerlo. Es la única condición que te doy para ir a verle. De lo contrario no pienses en verle ni en fotografía.

 

 

El moreno apretó los puños. Realmente estaba acorralado. No tenía tiempo para analizar la confesión de amor de Iason ni mucho menos su imposición del matrimonio, tenía que ver a Guy cuanto antes. Esa era su prioridad en aquel momento.

 

 

- Está bien… - Emitió finalmente con extrema dificultad –…Se hará como tú dices…

 

 

- Promételo – Se apresuró a decir el ojiazul – Prométeme que vas a terminar con Guy.

 

 

Fue astuto, el Mink sabía que para Riki lo más valioso era su palabra, él no sería capaz de incumplirle algo prometido a palabra, eso sería un acto de cobardía. La sensación de malestar se regó por todo el estómago del muchacho, se sentía como ratón luego de haber probado el veneno… ya no podía escapar.

 

 

- …Te doy mi palabra de que volveré lo más pronto posible… - Mencionó un poco tranquilo.

 

 

- Promételo por tu hijo.

 

 

El muchacho tragó grueso.

 

 

- Lo prometo…

 

 

- Te doy un día.

 

 

- ¡Pero…! – Volvió a alarmarse - ¡Ceres está muy lejos! Me tomará horas llegar y las mismas horas para regresar...

 

 

- Por eso no tienes tiempo que perder – Espetó - Katze irá contigo.

 

 

El pelirrojo se sorprendía cada vez más con las decisiones de su patrón.

 

 

- Así llegarás y volverás más a prisa – Se acercó hasta el joven y le dio un beso - Ahora ve querido mío. Ve. Y recuerda: Terminarás con Guy. Tú mismo lo has prometido.

 

 

Riki se mordió el labio, se sentía completamente humillado. Salió de la habitación, dejando a Katze y al ojiazul de nuevo a solas.

 

 

- ¿Está seguro de esto señor? ¿De verdad dejará que se reúnan después de meses de alejarlos?

 

 

Iason se permitió mostrarse afligido.

 

 

- Si vas con él no tengo de qué preocuparme – Observaba lo hermoso de su tierra desde la ventana – Katze, no te apartes de él ni un sólo segundo y lo que es más importante, tráelo de vuelta así tengas que usar la fuerza bruta ¿Te ha quedado claro?

 

 

Su frialdad lo aterró.

 

 

- Como usted ordene señor – El pelirrojo guardó unos segundos de silencio – Lo que no comprendo es porqué Guy no notificó nada del accidente en las cartas que le mandó a Riki.

 

 

La expresión afligida en el rostro de Iason se volvió más profunda ante el descubrimiento.

 

 

- Lo hizo para evitar preocuparlo. Pensar en el otro antes que en él mismo. Eso demuestra cuanto lo ama – Sintió que le rasgaban el corazón - …y por lo que acaba de demostrarme en ésta sala, Riki también a él…

 

 

- Señor… - Se conmovió cuando el mayor ocultó su rostro con una de sus manos. Intentó tocarle el hombro, para darle apoyo emocional, pero se detuvo.

 

 

- No vuelvas sin él… no permitas que me abandone – Hablaba sin descubrirse el rostro, sin humillarse más dejando a la vista las lágrimas.

 

 

Katze tomó aquello más como una súplica que cómo una orden. Todo aquello le hubo sorprendido. Era increíble lo mucho que Riki hubo cambiado. Anteriormente se hubiese marchado sin tener que pedirle opiniones a nadie, sin pensarlo siquiera… ahora no sólo buscaba la aprobación de Iason, sino que inclusive se hubo humillado a pedirlo de rodillas. Estaba más que claro que ahora la opinión de Iason le parecía importante.

 

 

A Riki no le daba la cabeza para pensar más que en ver a Guy. Y aquella ceguera mental brotaba por la culpa de meses siéndole infiel. Tan pronto salió de la habitación, fue en busca de Norris.

 

 

- Me alegro de que decidieras volverte a Ceres. En verdad haces falta allá.

 

 

- Pues si… pero será por poco. Tengo que regresarme mañana mismo.

 

 

- ¿Qué que? Riki, sabes que el pueblo no está a la vuelta de la esquina.

 

 

- ¡Lo sé! – Se escuchaba un tanto irritado. Al darse cuenta de que había utilizado un tono de voz hostil, Riki se apenó – Perdona Norris. Ni un pan te di.  

 

 

- Tranquilo Riki. Mientras no estabas un muchachito muy amable me trajo algo para pellizcar y beber – Llevó sus manos hasta los hombros del moreno y los apretó – Ánimo. Todo estará bien.

 

 

- Gracias Norris.

 

 

El pelirrojo llevaba a los jóvenes en la camioneta. Katze miró a Riki. El joven tenía la misma expresión de preocupación desde que habían salido. A pesar de que tuviera la vista en la ventana, estaba más que seguro de que no estaba viendo el paisaje.

 

 

- Preocuparte no te llevará a ningún lado – Katze interrumpió.

 

 

- Cá… llate – Musitó.

 

 

- Escucha Riki: No soy tu enemigo.

 

 

Norris mantenía el silencio, atento.

 

 

Todo había pasado tan rápido que todavía la mente del mestizo no lo digería. El pelirrojo comprendía pero también era cierto que Iason se había llevado varios golpes emocionales.

 

 

- Piensa muy bien en lo que harás cuando estés allá.

 

 

- Métete en tus propios asuntos.

 

 

- Riki. No creo que lo diga por mal – Intervenía Norris, tratando de calmar al ofuscado pelinegro.

 

 

- Tu amigo tiene razón – Agradeció lo dicho por el rubio – Ya has metido los pies en el lodo. Sólo procura no terminar hundiéndote más.

 

 

***

 

 

Luego de las interminables y agotadoras horas de viaje. A los primeros que se encontró Riki fue a Rourke y Sid, recostados bajo la sombra de un árbol; aparentemente descansando. El moreno se acercó hasta ellos a toda prisa.

 

 

- ¡Muchachos, he vuelto!

 

 

PLAM!!

 

 

El peliblanco tras reconocerlo, se acercó a grandes zancadas y lo recibió con un puñetazo en pleno rostro.

 

 

- ¡Sid! – Rourke se impresionó por partida doble. Corrió hasta quedar junto a ellos - ¿Qué has hecho caramba? ¿Qué acaso quieres matar al desgraciado?

 

 

- ¡¿Por qué coño hiciste eso?! – Norris se espantó ante tal bienvenida.

 

 

- Era lo que se merecía. Me lo he estado aguantando por mucho tiempo - Se sobó los nudillos.

 

 

- También me alegro de verte amigo… - Mencionó Riki, sobándose la zona golpeada.  

 

 

- Chia… se te va a hacer un lindo moretón amigo – Rourke no pudo contenerse la sonrisa.

 

 

- ¿Qué tal Rourke? ¿Te divierte verme en el piso?

 

 

-Oh… sabes que puedo contestarte a eso – Ahora la sonrisa burlona contenía picardía.  

 

 

Riki sintió como si la barrera que había creado por casi un año hubiese sido derrumbada por aquel golpe. Se puso de pie al darse cuenta de que Katze ya se encontraba formando parte del cuadro.

 

 

- Por lo visto es normal en ti crear alboroto a dónde vayas – El pelirrojo se aproximó con lentitud. En cierto modo le había gustado aquel recibimiento de los pueblerinos.

 

 

- ¡Mi madre! Pero si es una hermosura de hombre – No pudo evitar exclamar Rourke tras la llegada del pelirrojo – Riki sin vergüenza ¡Con razón de ti ni señales de humo!

 

 

- ¡Tsk! Déjate de vainas – El que pensara que había dejado a Guy por Katze le parecía absurdo.

 

 

- ¿Qué pasa? ¿No has venido aquí para ver a Guy? – Mencionó Sid tras haberse mantenido silencioso.

 

 

El recordarlo lo llenó de alegría y angustia. Los hombres le dejaron marcharse sin hostigarlo más.

 

 

Minutos después, Riki se dirigía hasta la casa que compartía con Guy, no perdiendo ni un sólo detalle del paisaje a su alrededor. Aspiró con fuerza el aire, atrayendo el agradable aroma de la tierra, del monte y de las florecillas dulzonas que acababan de retoñar. Le parecía que en el tiempo en que había estado ausente, la naturaleza hubo confabulado para cambiar una que otra cosa de sitio. La quebrada por la que transitaba el riachuelo lo recibió con múltiples libélulas danzarinas; la hierba resplandecía de un verde brillante en el campo, meciéndose por el ritmo hipnótico del viento; las nubes, se difuminaban hasta casi desaparecer en el vasto cielo. Su paranoia lo llevaba a creer que todo había cambiado, cuando no era así. Los árboles cubiertos de frutos eran los mismos, las mariposas siempre hubieron llenado su visión, las flores nunca le negaron el dulce perfume y el viento en todo momento fue gentil con sus cabellos. Aunque muy poco hubiera reparado en todas éstas cosas. La razón por la que ahora le dolía no haberse dado cuenta de tales maravillas, era porque desesperadamente buscaba la manera de librarse del terror de encontrarse con Guy después de tanto tiempo de abandono. El mugido de una vaca que se hallaba muy cerca lo hizo brincar en su sitio. Al mirarla comer tranquilamente, no pudo evitar esbozar una sonrisa. Aquella era su tierra, su amada Ceres.

 

 

(N/Sue: Aquí tenemos tema de fondo. La canción se llama “Algo más” del cantautor Andrés Lasso, éste el tema de Riki y Guy… al menos en ésta parte del capi que me inspiró  ja ja xD)

 

Yo creo en el bien, creo en el mal
Yo creo en tratar, creo en errar
Todo es tan simple antes de ser complicado
Nada es ni será para siempre
No puedo evitar que haya un final
No puedo esconder lo que es real
Y sin sonreír, debo entender que no cambiará
No volverás
Y en conclusión, la vida no es más que esperar
Que haya algo más
Tu cara ya no es familiar
Tu voz ya no puedo recordar
¿Cuándo fue que yo te olvidé?
¿Dónde te perdí? Nunca te halle
Todo es tan simple antes de ser complicado
Nada es ni será para siempre
Y sin sonreír, debo entender que no cambiará
No volverás
Y en conclusión, la vida no es más que esperar
Que haya algo más
Hay tantas cosas que quisiera escribirte aquí
Si tan sólo supiera que decir
Y en conclusión, la vida no es más que esperar
Que haya algo más

 

 

Una ráfaga de energía lo instó a aumentar la velocidad del caminar. A lo lejos Katze le vigilaba, le permitía alejarse siempre y cuando estuviera en su rango de visión. Riki era de estatura pequeña comparada con él, por cada dos pasos que daba el moreno, el pelirrojo con sus piernas largas daba uno solo. Si tenía que correr tras él evidentemente lo alcanzaría. Junto a él estaba Norris, a quién se le había destinado la tarea de perseguir a aquel extraño sujeto y sacarle la mayor información posible. 

 

 

Cuando Riki llegó hasta la casa, tuvo que sacar valor para tocar la puerta, aguantándose el respirar y con el corazón casi en la mano. Cuando Guy lo vio, pudo dilucidar la sorpresa mezclada con alegría en su rostro.

 

 

- ¡Riki! – No esperó y lo abrazó – Oh mi Riki…

 

 

El pelinegro se quebró, sintiéndose entre atemorizado y disperso. No se creía que estaba en aquel instante así, junto a Guy, siendo estrechado contra su cuerpo. La alegría que brotó de su corazón fue tanta que la culpa pudo ser acallada.

 

 

- ¿Qué haces aquí? – Le acariciaba el rostro.

 

 

- ¿Tanto tiempo me fui que has olvidado que vivo contigo? – Trató de ser el mismo de antes.

 

 

- Jum… no podría olvidarte nunca – De nuevo lo acercó en un abrazo – Sólo que no me esperaba verte tan pronto.

 

 

- Vine… en cuánto Norris me contó lo que pasó…

 

 

- Por lo visto has comido muy bien allá. Te siento más relleno que la última vez que te vi.

 

 

Riki arrugó el entrecejo.

 

 

- ¿Por qué no me dijiste nada Guy? – Se escuchaba afectado. El aroma del pelicastaño lo hacía recordar y sentirse en extremo vulnerable.

 

 

- No quería preocuparte.

 

 

- Déjame ver – Pidió.

 

 

- Riki… - Lo miró con ternura.

 

 

- ¡Déjame ver! – Demandó, ésta vez con mayor autoridad.

 

 

Guy se dejó examinar el brazo, en dónde las marcas evidenciaban los meses de tratamiento y dolor.

 

 

- ¿Ves? No está tan mal. De contarte te hubieses preocupado por nada…

 

 

- ¿Por qué Guy?... Se supone que somos pareja… claro que iba a preocuparme… ¿Qué acaso no se trata de eso? Ser capaces de cuidar el uno del otro, de preocuparnos por lo que pase, por más mínimo que sea… ¿Por qué me niegas ese derecho? – Lo miraba fijo a los ojos, recriminándole.  

 

 

El pelicastaño no sabía que responderle. La actitud tomada por Riki lo hubo dejado completamente mudo.

 

 

- No debiste Guy… no debiste… - De nuevo se sentía culpable  - Si no es por Norris no me entero de nada…

 

 

- Pero te enteraste ¡Y mira como te has puesto!– Notaba que el menor hacía lo posible por mantener las lágrimas fuera de la escena – ¡Ese Norris! Oye, seguro que exageró las cosas para hacerte volver. Ya sabes cómo es ese muchacho de manipulador y fantasioso. Tuve un pequeño percance en el trabajo unos meses atrás, me internaron en el hospital un tiempo, recuperé la movilidad completa de mi brazo poco a poco… pero ya todo pasó. Ya estoy bien. No tienes porqué ponerte…

 

 

- Aún así Guy… prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para ayudarte – Le tomó la mano – Preocúpate sólo en descansar y recuperarte. Yo me encargaré del resto.

 

 

- Riki… - Enterneció el mirar –… No quiero ser una carga para ti.

 

 

- ¡No vuelvas a decir eso! – Negó fuertemente con la cabeza – Tú nunca serías una carga… Sabes que te quiero, por eso nunca me cansaré de hacerme cargo de ti.

 

 

- Riki…

 

 

Los ojos del pelilargo demostraron el absoluto asombro ante sus palabras ¿Acaso… había oído bien? Era la primera vez que Riki le decía en palabras que lo quería.

 

 

- Veo que has cambiado Riki – Se giró para evitar que el muchacho notara su tristeza.

 

 

- ¿? ¿A qué te refieres Guy? Sigo siendo el mismo de siempre.

 

 

- No.... no es verdad. Cambiaste y mucho.

 

 

No le comprendía. Riki se dejó llevar cuando Guy le tomó del mentón.

 

 

- Cambiaste Riki. Se te ve en los ojos. Se te oye en las palabras.

 

 

- No sé si sea verdad, pero para mí tú sigues siendo el mismo… y eso me alegra.

 

 

Riki se sentía como un niño. Guy siempre le había tratado con cariño, dejándole hacer lo que le viniera en gana, llegando hasta a ocupar un lugar casi paternal en su vida. En el instante en que sus labios se unieron, el pelinegro se llenó de un alivio que le duró muy poco ¿Por qué en el instante en que le había dicho a Guy que lo quería, la imagen de Iason se dibujó frente a sus ojos negros? Las ansiadas caricias del pelilargo buscaban recordarle el pasado, pero el Mink… no se marchaba del presente.

 

 

- Guy… Guy… házmelo, por favor… - Pidió en un intento desesperado por sacarse de la mente a Iason, exigiéndole fidelidad, hablándole de amor… de matrimonio.  

 

 

- Riki… ¿Ahora? Pero acabas de llegar. Debes de estar cansado y tener hambre.

 

 

- Nada de eso… - Lo atraía con fuerza, demandando con absoluto deseo – Te necesito ya dentro de mí.   

 

 

Riki lo capturó en un beso que sabía, lo prendería de inmediato. No aguantándose ni un poco, sin importar verse grosero. Los gemidos y las súplicas vinieron casi de inmediato. Guy se impresionó, pero lo relacionó con las ansias, con los meses sin haberse rozado. Mientras el chico cabalgaba arriba suyo, el pelilargo no despegaba ni un ojo su amante. Riki quería que lo tocara, que le besara hasta la punta de los dedos… como si buscara marcar o borrar algo de su cuerpo.

 

 

Fuera de la casa Katze había encontrado un sitio dónde recostarse, bajo la sombra de un árbol frondoso. Norris no había tenido pena en sentarse al lado de él y al pelirrojo no le hubo molestado su compañía.

 

 

- “¿Será tan importante el trabajo de Riki?” – Se preguntaba Norris, sumido en la sospecha – “No lo creo…  ese hombre se ve intimidante, si le ordenaron seguir así a Riki es porque algo raro está pasando” - Miró hacía la dirección en la que se encontraba Katze. Estaba fumando y no dejaba de ver el reloj de su muñeca – “Definitivamente no es el hombre con que lo vi la otra vez… pero igual está bien guapo”

 

 

- ¿Vas a seguir mirándome todo el tiempo sin decir nada? – Preguntó Katze sin despegar ni un ojo de la puerta de la casa.

 

 

- ¡Eh…! – Norris se sonrojó un poco - ¿Te molesta si lo hago?

 

 

- No. Estoy acostumbrado.  

 

 

El aire misterioso que destilaba Katze junto a su atractivo pelirrojo, fueron motivos suficientes para que el rubio quedara prendado.

 

 

- ¿Por qué me dijiste que Riki no trabajaba en la hacienda? – Le analizaba con la mirada, tratando de memorizar con sus claros ojos a aquel hombre – Me mentiste.

 

 

- …

 

 

- ¿No tienes permitido hablar de eso?

 

 

- Hablo cuando quiero y digo sólo lo que quiero decir. 

 

 

- Ya veo – Sonrió - ¿Y siempre has sido así de serio y obediente?

 

 

- Sólo cuando la ocasión lo amerita – Katze se permitió girar el rostro por unos segundos, no pudiendo evitar detallar a Norris. Ciertamente era un muchacho bien parecido.    

 

 

- ¿Cuál es tu oficio? ¿Qué haces para ganarte la vida?

 

 

- ¿Qué puede eso interesarte? – Sonrió mientras llevaba el cigarrillo de vuelta a sus labios y los ojos a la puerta.

 

 

- Bueno, ayudaría a pasar el tiempo y a evitar quedar en completo silencio.

 

 

- Soy capataz de la hacienda – Comentó luego de que sus vistas chocaran de nuevo.

 

 

- Vaya. Eso es muy interesante – Esbozaba una sonrisa, sintiéndose más a gusto con la conversación – Una vez salí con un capataz. Era bastante gruñón. No aguantaba una sola broma, con decirte que ni se reía de mis chistes.

 

 

- Tal vez tus chistes son muy malos – Mencionó con absoluta normalidad. 

 

 

- ¡Pero que cruel eres! – Se quejó de manera infantil, incluso le dio un leve golpe a Katze en el hombro.

 

 

El pelirrojo sonrió un poco. Los ademanes de aquel joven eran como los de Riki, debían de ser conocidos de años.

 

 

- ¿No me dirás tu nombre? – Norris llamó su atención.

 

 

- ¿Para qué lo quieres saber? – Se permitió el hacerse rogar. Aunque también era cierto que lo mejor era que nadie supiera aquello.

 

 

- Eh… pues… – El rubio movió sus ojos de un lugar a otro – Sólo quiero saberlo.

 

 

- Katze. Así me llamo – No pudo evitarlo, algo en el joven le arrebató su nombre de la boca.

 

 

- Yo me llamó Norris… ¿Estás casado Katze?

 

 

- Jo… si que eres rápido en llegar a dónde te interesa.

 

 

- Ji ji ji – Rió - ¿Entonces? ¿Lo eres o no? De seguro debes tener a alguien. Digo, siendo así tan apuesto…

 

 

Por un momento, Katze no quiso hablar de su malagradecido amor, es más ¿Por qué estando bajo un árbol junto a un chico tan apuesto que evidentemente le estaba coqueteando, tenía que terminar hablando de un hombre que no hacía más que lastimarlo? El pelirrojo quiso tener la suficiente osadía como para tomar a Norris y saciar sus instintos bajos con él. Pudo haberlo hecho, estaba seguro de que el rubio no se le hubiese negado. De inmediato la posibilidad de que todo aquello fuera parte de una treta lo hizo estar a la defensiva. Ante todo estaba la orden de vigilar a Riki sin importar qué… y la presencia de Raoul aturdiéndolo como un fantasma. Sin pensarlo y en un arrebato lujurioso, Katze se abalanzó sobre el muchacho y lo capturó en un ardiente beso. Norris por un momento se olvidó del plan original y se dejó besar por aquel hombre que acababa de conocer, llenándose por completo del sabor picante del cigarrillo. Cuando se separaron, el pelirrojo pudo dilucidar un poco su mente, no era justo para nadie que fuera más allá de aquel beso.

 

 

- Vaya… si que besas muy bien… - Norris sentía que se le habían calentado hasta las orejas – Si quieres podemos… - No pudo lograr hacerle su propuesta, inmediatamente el pelirrojo se puso de pie e inició la marcha -  ¿Katze?

 

 

- Ya han tenido suficiente tiempo esos dos. Es tiempo de que Riki y yo nos vayamos. 

 

 

Haberse entregado a Guy lo llenó de una sensación reconfortante, liberándose en cierta parte de la culpa por serle infiel. El pelilargo lo abrazaba con tanto cariño que Riki se olvidó por un instante de que tenía que marcharse, de que tenía que abandonar a su pareja de nuevo.

 

 

- Riki… - Le hablaba entre murmullos – No te vayas. Quédate por favor.

 

 

- Guy… - Su corazón se le encogió de ternura ante la petición – Yo… no puedo… tengo que volver al trabajo.

 

 

- Riki… - Le tomó de la mano  – El dinero es lo de menos. Mira, no importa si tenemos que vivir comiendo papa y tomate mientras nos arreglamos, eso no importa. Con que estemos juntos será más que suficiente para mí – Lo miraba directamente a los ojos – Por eso no quería que vinieras a verme, porque sabía que esto pasaría… sabía que luego no querría dejarte ir.

 

 

¿Qué decirle? Su corazón saltaba como un loco ante la posibilidad de que todo volviera a ser como antes.

 

 

- Quédate por favor – Pidió una vez más mientras lo abrazaba – No me dejes esperando de nuevo...

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

(Ahora, un obsequio para los que adoran el KatzexRaoul, seguir el link please ;3)

 

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Notas finales:

 

 

¡Ajá! ¿Qué responderá Riki? ¿Se quedará en Ceres con Guy? ¿O regresará a la hacienda para casarse con Iason?! ¿Raoul y Katze podrán volver a estar juntos?!!!! :O (inner: y en conclusión, como la canción de lasso, éste fic no se trata más que de esperar xD) j aja j aja procuraré de que no sea tanto xB a todos muchas gracias por haber leído, por cualquier comentario que deseen dejar y sobretodo en verdad les agradezco de corazón su interés en ésta locura que he escrito ;3 Besos y Abrazos!! Bye Bye!!

 

 

 

 


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