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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

FELIZ AÑO NUEVO!!!!!!! ^O^0 (inner: *Con una botella* Kanpai!!! :D) Sobra decir que estoy extremadamente agradecida con todo aquel que ha estado con nosotras desde que se inició éste proyecto, así como a los que se acaban de sumar a la lectura n_____n cada día estoy trabajando arduamente para adelantar lo más que se pueda …admito que me costó un poco, pero logré acomodar las cosas lo mejor posible… hoy hablaremos de lo que le toca vivir a Riki en Ceres, Raoul y Katze en Diedo, así como le va a Iason con su nuevo rol de “mártir-abandonado-por-aquel-que-ama”… bien, espero que sea de su agrado n_n   

 

 

 

***En Ceres***

 

La noticia de que “El siniestro” había vuelto, se corrió por el pueblo entero. Y es que cuando Riki volvió a Ceres fue como si se hubiese descorrido un velo de la cabeza; todo era tan distinto comparado con la hacienda, el trato con las personas era más agradable, fresco y divertido, resaltando más que nada la juerga y el comportamiento exaltado de los pueblerinos. La sonrisa invadió su rostro sin que se diera cuenta, los saludos tanto de extraños como de conocidos lo hacían sentir en el lugar ansiado.

 

- Éste es mi hogar. El sitio al que pertenezco.    

 

Prender el fogón, recoger leña, que lo picaran los mosquitos en todo rincón de la casa, las gallinas cacareando y pasándole por los pies cuando las alimentaba… incluso en el baño, el joven trajo de nuevo la rutina. El agua por tubería de la hacienda le había parecido un lujo que disfrutó cuanto pudo, pero mientras se vaciaba el cuenco de agua por la cabeza… se sintió tan en casa, que por un momento pensó que todo lo vivido había sido parte de un extraño y deformado sueño. Celebró de aquel modo lo cotidiano, exaltó solemnemente aquellas pequeñas cosas que siempre son ignoradas y que ahora lo llenaban de una congoja indescriptible; había despertado, el presente lo atrapaba a cada minuto y lo llevaba a atesorarlo, pero también a sentir nostalgia por un pasado que lucía cerca e inalcanzable, instantes sin conciencia ni dolor.

 

Tanto así, que Riki no pudo evitar sorprenderse ante las artesanías que el pelilargo confeccionaba tejiendo una planta de la zona.

 

- Wow… no sabía que fueras tan bueno en algo así

 

- En el tiempo que no estuviste. Aprendí muchas cosas.

 

- “Guy es un hombre increíble…” – No pudo evitar ruborizarse. Se sentía orgulloso de su pareja.

 

- Al principio no quería aceptar la ayuda de nadie, pero con el tiempo me di cuenta de que para eso estamos, para ayudarnos entre nosotros… Sid fue muy atento, vio que tenía talento para cosas como ésta y me motivo a hacer unas piezas que luego vendió en la ciudad. Realmente se ha encontrado un buen negocio.

 

- Ya veo… Tengo que agradecerle a Sid todo lo que hizo por ti.

 

- Así es.

 

Se sentía en deuda con medio Ceres. De pronto había nacido en él un sentido de la responsabilidad que lo llevaba a darse cuenta de lo mal que había estado tratando a su pareja; tenía que compensarlo como fuera. De lo contrario esa sensación punzante que tenía en el estómago no se la quitaría con nada.

 

Ahora se maravillaba con cualquier tontería que Guy hacía. O más bien se daba cuenta de las razones por la que tenía que valorarlo. Siendo un hombre tan trabajador, solidario y cariñoso… nunca se percató de nada de eso. En todo momento le importó exclusivamente las buenas montadas que tenían… de nuevo aquella sensación ¿Realmente siempre había sido tan bastardo con el pelilargo?

 

No recordaba ningún momento del pasado con Guy que no terminara con ellos enrollándose y él haciendo sentir a mal al otro… en cambio, recordaba en la hacienda momentos de lectura, cabalgatas, charlas que involucraban profundas confesiones…

 

- “Ya basta… no debes pensar en él de ese modo” – Tuvo deseos de darse unas palmadas en el rostro, buscando de despabilarse – “Al que debes pensar con cariño es a Guy.  No a ese hombre que te hizo tanto daño…”

 

¿Y es qué acaso tú no lo lastimaste a él también?

 

Se sintió amargoso, pero era cierto.

 

Fue así como decidió desplazar y hasta ignorar cualquier recuerdo que le viniera a la mente sobre la hacienda de los Mink. Quería enfocarse en su vida en Ceres. Sin embargo, una cosa es querer y otra cosa muy distinta es la realidad.

 

- Riki…

 

Guy trató de ser cariñoso con el muchacho, se acercó hasta él y buscó de abrazarlo cuando éste estaba distraído.

 

- ¡!

 

Riki tuvo un espasmo que no pudo ser disimulado. Como un gato engrinchado, permanecía alerta a una amenaza ilusoria.

 

- Ah… Guy…

 

-¿Qué pasa Riki?

 

- No es nada. Me tomaste desprevenido… eso es todo.

 

Pero al pelilargo eso no lo convenció. Aquella reacción que había tenido el moreno era tan extraña en él. Nunca lo había visto tan desconfiado… tan distinto.

 

Decidió entonces que le daría un poco más de chance antes de intentar volver a tocarlo.

 

Fueron juntos hasta el mercado, lleno de tolditos y puestecitos que vendían de todo. En el fondo la música de los intérpretes populares llenaba de una agradable magia el ambiente. El pelicastaño dejaba ir y venir a Riki como un niño entusiasmado. Aprovechó que se hallaba distraído y fue hasta uno de los puestos en donde una agradable señora vendía tortillas de maíz con queso; compró una para él y otra para el pelicorto.

 

- Toma. Debes estar hambriento por tantos brincos que has pegado. Cualquiera diría que vivías con una brida puesta allá en la hacienda – Se burló.

 

- … - Decidió ignorar el comentario, los recuerdos empezaban a pulular en su cabeza.

 

Riki reconoció la comida y se apresuró a darle un mordisco, pronto su lengua se maravilló ante el sabor extrañado.

 

- Mmm… queso de cabra. Me moría por comer de esto.

 

El queso y el maíz dulce lo llevaron a épocas que atesoraba. Se vio en casa de su abuela preparando queso y permaneció unos instantes al lado de su recuerdo hasta que Guy lo sacó del trance.

 

- No hay nada como estar en casa ¿Verdad?

 

- Si… - Sintió la tibieza de la tortilla en su mano – Extrañaba mucho en verdad tantas cosas – Gracias Guy. En verdad necesitaba esto.

 

Aquellos días junto a los suyos fueron para Riki como un estupefaciente. Guy aprovechó y llevó al moreno a que disfrutara lo que por sus meses de ausencia se hubo perdido. La gente lo recibía con abrazos largos, sonrisas amplias que mostraban la dentadura y anécdotas de situaciones compartidas; entonces el mestizo se aseguraba – porque algo pequeñito lo hacía dudar – que pertenecía a aquellos parajes, habitante de Ceres.

 

- ¡Ea! ¡Epa!... ¡Hey!

 

La alegría danzaba en el aire, la música sonaba rítmica y fuerte por doquier, algunas personas levantaban las manos y se meneaban al son de los instrumentos que eran cargados y tocados por hombres fornidos. Riki sonrió y por más extraño que parezca, sus oídos también sonrieron – porque cuando se siente alegría todo el cuerpo sonríe -; el muchacho siempre hubo estado presente en las actividades y fiestas, tanto tiempo ausente lo dejaba lleno de ese sentimiento de lejanía tan amargo. 

 

- ¡Norris! – Riki alzó los brazos para llamar la atención del hombre.

 

El aludido se acercó con un tambor y dando un paso de baile bastante singular, las jovencitas que lo miraban se reían coquetas.

 

- ¡Riki, que alegría verte por acá! – La sonrisa del de cabellos dorados era sincera – Hacías falta y mucho. Vente con nosotros, dentro de un ratico nos iremos caminando hasta llegar a la iglesia – Se oía bastante animado - Tú te sabes las coplas, anda, que hace falta otro cantante ¿O quieres darle al tambor?

 

- Mejor para luego. Quiero quedarme un rato por aquí.

 

- ¿De verdad? Que mal… – En ese momento oyó que lo llamaban, ya que había dejado de tocar para poder hablar con el pelinegro – Nos vemos después.

 

Norris regresó junto a la comparsa y Riki junto a Guy. Las muchachas alegres empezaron a bailar y algunos hombres se les unieron, aquellos que miraban aplaudían y danzaban en su sitio.

 

- ¿Qué pasó? – Le extrañó darse cuenta de que regresaba a su lado.

 

- Norris irá con los hombres hasta la iglesia. De seguro le llevaran la música a algún santo. Me pidió que fuera…pero le dije que no.

 

- ¿? ¿Por qué no?

 

Riki dudó, se hizo a sí mismo aquella pregunta. Muchas veces se metía en aquellos bailes y hasta se las arreglaba para que le prestaran algún instrumento, tenía un excelente oído musical y sus pies no se quedaban quietos ante la música coloquial.   

 

- No sé, supongo que aún no me acostumbro que volví a casa.

 

- Debe ser eso…

 

 Guy se extrañó no solo por eso. En el pasado Riki era de los primeros que se imponía al baile popular, no comía cuento a la hora de mover los pies y ponerse a cantar como un borracho contento – aunque no hubiese bebido ni una sola gota de licor -; verlo ahí, de pie, mirando el jolgorio como algo anhelado, como si fuera ajeno a él… eso lo hacía preguntarse ¿Era acaso éste, el amado Riki que dejó en aquella hacienda a su suerte?

 

- Vamos bonito. Vente a bailar – Una chica amiga suya tomó a Riki de la mano y empezó a jalarle.      

 

Riki se resistió un poco a pesar de que sus pies ya estuviesen deseosos de iniciar el baile. Buscó a Guy con la mirada y le habló:

 

- Oye… ¿Está bien que vaya?

 

La pregunta sorprendió al pelilargo, no esperó que buscara su aprobación.

 

- Claro.

 

- ¿Seguro?

 

- Anda. Ve a divertirte Riki.

 

Riki sonrió agradecido. Luego se fue tomado de la mano y danzando con la muchacha. La música se apoderó de todo su cuerpo, incluso contagiando a los que estaban de espectadores.

 

La actitud del pelicorto desconcertaba a Guy ¿En verdad le había pedido “permiso” para irse a bailar con la mujer? ¡De cuando acá si a Riki no le gustaba que lo controlaran! El muchacho había adquirido una sumisión que el pelicastaño desconocía, eso lo hizo comenzar a sospechar… algo hubo pasado en la hacienda para que Riki se comportara de aquel modo tan extraño.

 

***En Diedo***

 

El camino fue largo y sumamente agotador. Cuando Raoul llegó hasta Diedo, sintió que se hallaba en un sitio deshabitado. Los caminos eran todos de tierra, había mucha vegetación y de vez en cuando los mosquitos se hacían con su sangre. Nunca pensó que se subiría a un burro y ahí estaba, sobre el lomo del animal, atormentado por el reacio sol. No le importó en lo absoluto que al terminar la búsqueda su piel perdiera ese tono lechoso para adquirir un color más tostado, sólo que en ocasiones la piel le ardía por la exposición al sol.

 

Estuvo días enteros recorriendo varias zonas, en todas preguntando por Katze. No se daba por vencido cuando salía sin una pista. Sólo debía ser paciente y perseverante. Poco a poco fue volviéndose más amable con los aldeanos, no sólo porque le ofrecían comida y hospedaje de inmediato, sino que sabía que si quería que los ayudase con información – así fuese pequeña -, lo mejor era mostrarse amigable.

 

- Gracias – Recibía el agua.

 

- Así que vienes de muy lejos – La anciana le sonreía.

 

- Así es. Estoy buscando a alguien.

 

- ¿Un familiar?

 

- No – Jugaba con el vaso en sus manos – A la persona que amo.

 

- Y dime joven… ¿Esa persona te ama a ti?

 

- Si… - Lo sentía en su corazón – Por eso no descansaré hasta que estemos juntos de nuevo.

 

- Vaya… espero que logres encontrarla entonces.

 

Cada mañana Raoul despertaba ansioso por reanudar la búsqueda. Al transcurrir el día y cuando las fuerzas y las esperanzas querían abandonarle, el crepúsculo le recordaba que no debía darse por vencido. Por primera vez luchaba por algo inmaterial como el amor y se sentía increíble, aunque también un tanto exasperante, siendo que los cimientos de la paciencia se levantaban poco a poco.

 

- ¿En verdad viajas tanto por un amor? – La muchacha no tardó en embelesarse con el rubio y su historia – Es tan romántico… - Suspiró – Ojalá yo tuviera un amor así de bonito.

 

- No te creas. No todo ha sido de color de rosa – Continuaba comiendo.

 

- Aún así… aw… debe ser lindo que te quieran así.

 

Al verla Raoul recordó a Mimea y se sintió nostálgico. Esperaba encontrarla a ella también en el futuro...

 

- ¿Qué pasa guapo? Dejaste de comer.

 

- Ah si. Es que… me acordé de alguien.

 

- Tienes que recuperar fuerzas para hallar a tu amor – Le instó a proseguir – Es una lastima que ya estés tan enamorado ¿Y si te quedaras conmigo? Te prometo que yo no me iré a ningún lado – Le guiñó un ojo.

 

- Lo siento, pero mi corazón ya no me pertenece – Sonrió.

 

- Oh… que lindo – Volvió a suspirar - ¿No tienes un hermano para que me lo presentes?

 

Raoul no pudo evitar reírse ante su comentario.

 

- Si tengo, pero créeme, ese anda en el mismo dilema que yo. O quizás en uno más complicado.

 

Cada día conocía a una persona nueva. Se hacía más sencillo, más sensible, más humano… Agradecía la oportunidad de experimentar aquellas experiencias, sólo deseaba estar al lado del pelirrojo y su vida estaría completa.

 

- Disculpe señor.

 

- Dígame – Le sorprendió hallarse con el rubio ojiverde - ¿Qué hace un hombre como usted en un lugar como este? – Se notaba que Raoul no era de aquellos parajes.

 

- Estoy buscando a alguien. Un hombre pelirrojo bastante alto y fornido. Se llama Katze.

 

- Mmm… tiene que estar hablando del Diablo Rojo.

 

- ¿Disculpe…?

 

- No sé su nombre. Pero así le dicen al pelirrojo que viene cada cierto tiempo aquí.

 

- Debe ser otra persona… no creo que sea Katze – El apodo le parecía en extremo aberrante.

 

- Si busca a un pelirrojo, no hay duda. Usted lo está buscando a él, al Diablo Rojo… los pelirrojos no se ven mucho por aquí. De hecho, él es el único pelirrojo que hay en el pueblo.

 

Raoul sintió que estaba a punto de tener un paro cardiaco. Si era el único entonces podía ser que fuera su atardecido… Hizo lo posible por mantener la compostura.

 

- Dígame ¿Sabe dónde vive?

 

- Si, lo sé. Vive a unos minutos de aquí. Según he escuchado vive con una mujer.

 

- ¿Una mujer? – No sabía eso – Ha de ser su madre…

 

- No lo creo. Como es muy reservado es muy poco lo que se sabe de él, pero he escuchado que la mujer con la que vive es muy joven y hermosa. Ese hombre viene muy poco, pero siempre viene a verla y la cela muchísimo, tanto que nadie se atreve a poner un pie cerca de esa casa, de ahí que le apodaran el Diablo Rojo. Con una mujer tan bella, cualquiera se pone así.

 

Enterarse de ello hizo que el rubio estuviera a punto de desmayarse ¿Qué Katze tenía una mujer en Diedo? No pudo creérselo, pero luego recordó las veces en que intentó sacarle información sobre su vida y Katze prácticamente le hubo esquivado…  eso le daba indicios de que las palabras del hombre eran ciertas. Estaba en una pesadilla ¿Y si tenía hijos? ¡Tenía que parar de imaginar! Empezó de aquella manera a desear que el hombre descrito no fuese su amado atardecido. No le importaba si de nuevo tenía que retomar la búsqueda ¡Por favor! Se le partiría más el corazón si descubría que las palabras del aldeano eran ciertas… 

 

Cuando el Am llegó hasta donde supuestamente vivía Katze, pudo divisar a alguien de espaldas arrancando maleza. Llevaba puesto un sombrero, pero su silueta de mujer era inconfundible.

 

- “Oh por dios… ¿Será ella?” – Temía – “¿Y si de verdad es su concubina, o lo que es peor… su esposa?”

 

De sólo pensarlo la angustia se apoderó por completo de él. Fue lo suficientemente inteligente como para calmarse, lo más importante en aquel momento era encontrar al pelirrojo, ya luego que le cayera el diluvio encima.

 

- Em…Disculpe – Llamó la atención de la joven.

 

- Dígame.

 

Se le cortó la respiración, la sorpresa fue enorme. Aquella chica además de ser preciosa, era en extremo parecida a…

 

- Katze… - Murmulló.

 

- ¿Conoce a mi hermano? – Sonrió la mujer al oírlo.

 

- ¡¿…Tu hermano?!

 

***En Ceres***

 

- Tienes el cabello muy largo, Riki. Se ve el poco cuidado que le diste.

 

- Fue difícil cortármelo solo. Me hiciste falta por esa parte.

 

Guy sonrió, siempre se había hecho cargo de la melena del mestizo; Riki se las había arreglado mientras estuvo en la hacienda. Mientras el pelicastaño le cortaba los mechones maltratados por el sol y el agua, para Riki era alegoría del tiempo que consideraba muerto, deshaciéndose de los malos ratos vividos junto al Mink. Y es que aquellos momentos, como eran los más frescos, opacaban de manera considerable la buena época que tuvo a su lado; estaba enclaustrado en lo negativo, como si lo demás nunca hubiese sucedido…

 

***En la hacienda Mink***

 

Toc Toc!

 

- Señor Iason…

 

 

- Traigo su comida.

 

 

- Voy a pasar ¿Está bien?

 

Ñiuc~ (Sonido de la puerta al abrirse)

 

Daryl entraba a una habitación con poca luz, él mismo en la mañana había abierto las cortinas para que aquellos rayos lograran pasar al sitioy le quitaran el aspecto lúgubre que tenía desde hacía tiempo.  Si hubiese sido por Iason, todo permanecería así; oscuro y detenido en el tiempo, metáfora de sí mismo.

 

- Señor Iason, ni siquiera probó el desayuno – Mencionaba desaprobatorio – Bueno, le dejo el almuerzo ¿Si? – Tomaba un plato y dejaba al otro.

 

 

- Voy a limpiar a fondo el piso del salón principal. Me va a tomar varias horas. Es un trabajo pesado, pero alguien tiene que hacerlo ¿No cree? – Sentía que debía ser más conversador con su señor, lo veía cada día más frágil, como un niño enfermo. Así pues y sin darse cuenta, empezó a tratarlo como a un infante. Se sorprendía de sí mismo, jamás pensó que serviría para eso de la actuación. Se le daba bien, más que nada porque quería creérselo  - Cierto… ¿Quiere que le traiga alguna otra cosa antes de que comience? ¿Algo dulce quizá? Ah… si supiera lo bien que me ha quedado el pastel de arándanos. Lo hice para la merienda, pero si quiere le traigo un pedazo, aunque claro, sólo si se come toda la comida… ¿Quiere que se lo traiga?

 

- Trae vino… - Habló desde el sillón.

 

- Em… bueno. Le traeré si promete que beberá también algo de agua ¿Está bien?

 

 

Daryl cerró la puerta con cuidado.

 

Si… era difícil, pero tenía que mantener la compostura. Ahora él era el único pilar que le quedaba. Si Daryl flaqueaba, el Mink colapsaría…

 

- Oh… se me olvidó preguntarle si quería blanco o tinto – El mayordomo sonrió con melancolía – Supongo que a éstas alturas eso poco interesa… Daryl tonto…

 

… y probablemente él también.

 

Plap! Plap! – El chico aplaudió para darse ánimos – Bien Daryl, a trabajar.

 

***En Diedo***

 

- Si. Katze es mi hermano – Se aproximó hasta el hombre – Vaya… que ojos tan bonitos tiene – No pudo evitar maravillarse, lo miraba sin pena.

 

Raoul se sintió avergonzado, por un instante se hubo olvidado de todo.  La mujer se había quitado el sombrero y el Am pudo detallar como sus cabellos rojos resplandecían bajo el sol.

 

- ¿Cómo se llama? Mi nombre es Ema.

 

- Eh… Disculpa. Soy Raoul Am.

 

- Ah, Raoul – Sonrió ampliamente  - Venga conmigo. Mi hermano anda metido en el bosque. Venga y espérelo en la casa. Debe de tener hambre y sed.

 

Le sorprendía lo confiada que era la mujer. Más darse cuenta de que iba a volver a ver a Katze, lo hizo sentirse sumamente entusiasmado.

 

- Tenga un poco de torta de calabaza. La favorita de mi hermano.

 

- Gracias.

 

Se decepcionó de sí mismo al desconocer aquella información. Ema se sentó con él a la mesa.

 

- Esto, señorita Ema… podría decirme ¿Cuáles son los dulces favoritos de Katze?

 

Ema mostró una sonrisa aún más grande.

 

- Pues… a él le gusta mucho esa torta que está comiendo, también el dulce de guayaba, pan dulce con leche bien azucarada… pero de entre toditos, el que más le gusta es la jalea de mango. Desde pequeño siempre le ha gustado comérsela sola o con pan – Sonreía tras recordar – Cada vez que cocinaba no esperaba ni que se enfriara, se metía los cucharones calientes en la boca ¡Pobrecito! A veces se quemaba la lengua o terminaba doliéndole la barriga. Pero eso si, por más dolor que tuviera no dejaba de comerla hasta que no dejar el pote limpiecito jiji.

 

Escuchar a la mujer en cierto modo lo hizo sumergirse en la tristeza, pensaba que conocía a Katze, era obvio de que no, ya que para nada conocía aquellos relatos de su niñez, es más, ni siquiera tenía conocimiento de su dulce favorito. Aquella vez en su mansión lo cubrió con postres cubiertos y rellenos de varias cremas y chocolate, acompañados de tantas frutas en almíbar… pero el mango, una fruta tan dulce y generosa, fue obviado.     

 

- Igualito al trigo je je – Se cubrió la sonrisa.

 

- Perdón ¿Qué dice?

 

- Ji ji es que por aquí no se ve mucho algo así, alguien con cabello como el trigo. Es bonito. Me gusta mucho.

 

El Am se ruborizó un poco. La chica hablaba con aquel el acento cantado que tenía Katze cuando era más joven, aquel que el Am decía odiar y detestaba a más no poder… se lamentaba de que el pelirrojo hubiese tenido que deshacerse de ello para pode encajar en la hacienda.

 

- Gracias… - Escucharlo de su boca, era casi como si Katze se lo dijese – Esto… Katze y tú ¿Ustedes son mellizos?

 

- Si. Katze nació primero. Por eso me cuida mucho. No deja que nadie se me acerque.

 

Para Raoul era algo difícil de asimilar, nunca había pensado que Katze tuviese hermanos, mucho menos una melliza a la que sobreprotegiera tanto ¡Ahora se daba cuenta de cuanto desconocía al que pensaba era suyo! Los hermanos eran tan diferentes; Ema era habladora, amable, curiosa y bastante risueña, casi como si fuera una niña… en cambio, Katze era arisco, orgulloso y en ocasiones reservado; como si los años hubieran transcurrido más en un hermano que en el otro.

 

- Ema. Ya llegué – Se escuchó en un tono bastante alegre.

 

- ¡Es mi hermano! – Ema se levantó y fue corriendo a recibir al hombre.

 

El corazón del rubio empezó a latir con frenesí, estaba a punto de verlo… escuchaba con atención lo animado de Katze ¡Nunca se lo esperó! Era notorio que con su hermana tenía un vínculo muy especial. Sintió envidia, deseaba tenerlo así para él. Pero apartó aquel sentimiento ante la dicha de haberlo oído. 

 

- ¿Qué estuviste haciendo en mi ausencia traviesa? – Preguntaba el pelirrojo al tiempo que abrazaba a su hermana.

 

- Me encargaba de las hortalizas. Hasta hice pastel de calabaza.

 

- ¿Ajá? ¡Que bien! – Mencionó alegre – Me lo voy a comer todito.

 

- Está bien sabroso – La pelirroja continuó tras una breve pausa – También te tengo una sorpresa. Te va a gustar.

 

- ¿En serio? Conociéndote debe ser algo fuera de lo común.

 

- Si. Ven a ver…

 

Katze apareció abrazando a Ema de la cintura, Raoul pudo ser testigo de cómo su hermosa sonrisa y su ánimo se opacaron al darse cuenta de su presencia.

 

- Ra…oul…

 

 Estaba sorprendido, más puso de su parte para mostrarse serio. Ensombreciendo inmediatamente su semblante.

 

- Hermano – Sonrió la mujer – Éste hombre tan buen mozo ha venido a buscarte.

 

- ¿Cómo has estado?  Tu hermana ha sido muy amable al traerme hasta aquí – Habló el Am – No fue nada sencillo encontrarte. Diedo es un lugar poco habitado. Tuve que hablar con mucha gente y meterme en muchos lugares difíciles de transitar…

 

El pelirrojo notó cuando el ojiverde reaccionó al verle, sobretodo al percatarse su cicatriz. Katze se tragó el dolor que le causó dicha reacción.

 

- Esto… Katze ¿Qué te pasó en el rostro…? 

 

- ¿Esto? – Usaba un tono de voz severo - Es el precio que tuve que pagar por mi osadía – Mencionó secamente - ¿Y bien? ¿A qué has venido? – Katze tomó una botella de licor y se sentó lo más apartado que pudo – Es raro que alguien como tú se meta en dónde sólo hay monte y culebras.

 

Raoul se sintió terrible, había esperado tanto reencontrarse con el pelirrojo y ahora lo trataba de aquella manera tan despreciativa. No lo comprendía, aquella noche todo había sido casi mágico, llegando a pensar que todo se había solucionado entre ellos… ¿Por qué lo trataba tan despreciativo?

 

- ¡Hermano! ¿Por qué estás siendo grosero? – Se quejó la pelirroja.

 

- Ema… – Suavizó su voz pero sin dejar de sonar severo – No te metas en las conversaciones de los hombres.

 

- Me meto – Insistió, era la primera vez que Katze se comportaba de esa manera - Raoul es una buena persona, no tienes porqué tratarlo tan feo.

 

- Tsk… ¡Ni lo conoces!

 

- Bueno… - Quiso interrumpir el Am, sentía que por su culpa los hermanos podrían terminar reñidos, aparte que era la primera vez que se dejaba defender por una mujer.

 

- ¿Y bien? ¿A qué ha venido el señor? – Preguntó una vez más Katze.

 

- Yo… quería verte – Contestó.

 

El corazón sufría tanto a esas alturas. El pelirrojo tuvo que hacer acopio del deseo de ir hasta dónde estaba para abrazarlo; él también había querido verlo, pero Raoul no debía saber.

 

- De ser así, ya me viste – Se enfocó en la botella y el reflejo que le devolvía – Ya no hay nada que tengas que hacer en mi casa. Puedes irte por dónde viniste.

 

- ¡!

 

- ¡Hermano! – Llamó Ema atónita.

 

¿En verdad aquello estaba pasando…? ¿Katze lo estaba echando? El ojiverde bajó la mirada ¿Por qué entonces había ido hasta su casa aquella noche?... no lo comprendía…

 

- Hermano… ¿Qué es lo que está pasando aquí? – Trató de mediar.

 

Al notar la preocupación de Ema… todos los sentimientos de Katze empezaron a mezclarse y a angustiarlo.

 

- Déjalo – Le pidió el Am – Muchas gracias, señorita Ema… Adiós.

 

- Eh… lo acompaño – Fue tras de él.

 

Cuando la joven cerró la puerta, se volvió hasta dónde estaba su hermano, mirando fijamente la botella entre sus manos.

 

- ¡Katze, ahora mismo me lo vas a explicar todito y sin callarte nada!

 

- Ema… - Ablandó su tono de voz, sonando casi tierno, sabía que cuando la pelirroja le llamaba por el nombre era porque estaba realmente enfadada.

 

- Se ve que es un hombre bueno y educado. No sabes lo bonito que me habló mientras no estabas ¿Por qué lo trataste tan mal? ¿Ah?

 

- Tengo mis razones…

 

- ¿Cuáles? No hay razones en el mundo entero para tratar mal a la gente ¿Quién es él? – Le empujó - ¿Ah? Dime ¿Quién es?

 

- Él… - Suspiró sonoramente para luego agregar: -  …Es el hombre que amo.

 

Ante las palabras de su hermano, la mujer guardó silencio unos segundos. Katze esperó que le recriminara por haberse enamorado de otro hombre, pero la mujer no pareció tomar la actitud que él pensaba.

 

- Pero… no entiendo. Si lo amas ¿Por qué lo trataste como si lo odiaras? ¿Por qué lo mandaste fuera? No entiendo  – Katze permaneció quieto. Entonces Ema empezó a jalarlo – Anda a buscarlo antes de que se vaya.

 

- No lo haré – Se opuso, sin moverse ni un centímetro de su sitio – No lo entenderías. Deja que arregle las cosas a mi manera…

 

- Iré yo entonces – La mujer salió corriendo.

 

- ¡Ema! ¡¡No, espera…!!... maldita sea.

 

Ya fuera, Ema encontró a Raoul subiendo por la colina.

 

- ¡Epa! – Gritó - ¡Ojos bellos!

 

Al escuchar su voz, el Am giró la vista, hallándose a la pelirroja que se acercaba hasta él.

 

- Ah… señorita Ema – Trató de esbozar una sonrisa, pero fue una bastante desconsolada.

 

- Disculpe a mi hermano. No sé que tiene metido en la cabeza para hablarle tan feo – Tomó al hombre de las manos – No se ponga triste. Él lo quiere mucho, de verdad; me lo ha dicho ahoritita, cuando usted se fue.

 

Si el Am tenía ganas de llorar, después de las palabras de Ema, esas ganas se intensificaron ¿Cómo hacer con las ganas que tenía de ir hasta los brazos de Katze?

 

- Téngale paciencia. Mi hermano será testarudo pero por dentro es muy tierno.

 

- Gracias señorita Ema.

 

- Ah, dígame ‘Ema’ nada más.

 

Raoul asintió.

 

- ¡¡Ema!! – Llamó el pelirrojo al encontrarla - ¡¡Vente para la casa!!

 

- Tengo que irme – Se despidió – ¡Nos vemos!

 

Cuando Ema se acercó hasta dónde estaba su hermano, éste la tomó del brazo y empezó a llevarla con rudeza.

 

- ¡Ay! Me duele….

 

- No tenías que hacer semejante cosa Ema…. no tenías porque irlo a buscar – Se quejaba mientras la interrogaba - … ¿De qué hablaban? ¿Qué le dijiste? ¡Desembucha!

 

- Le dije que lo quieres.

 

- ¡Ema! – La miró con preocupación luego de detenerse - ¿Te has vuelto loca? ¿Por qué hiciste eso?

 

- ¿Por qué no? Tú lo quieres y él vino sólo para verte… ¿No pueden estar juntos entonces?

 

Katze suspiró.

 

- No lo entenderías.

 

- ¿Por qué no?

 

- ¡Porque no es tan fácil mujer!

 

- Amar lo es. Lo difícil es la gente que lo enreda todo… como ustedes lo están haciendo.  

 

- …

 

Katze se detuvo y se perdió en la mirada de su hermana ¿Cuándo él había dejado se ser tan ingenuo como lo era ella?

 

- ¿Entonces? ¿Lo dejarás ir?

 

- Que haga lo que quiera… – Espetó, aunque por dentro deseara otra cosa.

 

- ¡Por todos los cielos! Ustedes los hombres y su manía de ocultar lo que sienten.

 

- No te enojes. Si de verdad me quiere ese no se va a ir… tenlo por seguro. Prometo no volver a compórtame tan grosero, pero tienes que dejarme arreglar todo a mi modo ¿Bien?

 

- Mmmm…

 

- Ema, tiene que ser así. Necesito saber que es lo que siente ese hombre. Y no me servirá preguntárselo, Raoul me puede decir misa y no me convencerá, de dónde él viene, las palabras se lanzan a diestra y siniestra; si no hubiera aprendido a lidiar con eso, nunca hubiéramos tenido nada. Lo que más me interesa es que me lo demuestre… ya ha dado un paso enorme al llegar hasta aquí – Su corazón se sobrecogió ante ello – Pero eso no basta. Tiene que darme más pruebas, de lo contrario, prefiero morir amargado y solo, que vivir angustiado con un amor incompleto.

 

***En Ceres***

 

Al principio no le pareció extraño que Riki no buscara contacto sexual con él, sabía que en su ausencia, el muchacho debía de haber tenido sus aventurillas, ya fuese con compañeros o con prostitutas, le perdonaba las infidelidades porque conocía a su moreno, sabía el poco control que tenía; de ese modo, Guy atribuía su lejanía a un auto castigo, un sentimiento de “culpa” que de seguro debía de tener. Sin embargo, el pelicastaño volvió a intentar buscar la ansiada intimidad con Riki, ya sin poder aguantarse el deseo de hacerlo suyo.

 

- Guy…

 

El beso le hizo darse cuenta de lo que el pelilargo quería, las manos se metían por su ropa y sobaban a diestra y siniestra. Riki se dejaba besar y acariciar, pero le costaba.

 

- Te quiero todo Riki…

 

 - Yo…

 

Un temor desconocido lo cubría de pies a cabeza ¿Por qué su cuerpo no dejaba de temblar? ¿A qué le temía? El que buscaba intimidad con él era Guy, no Iason…

 

- Vamos Riki… te necesito…

 

- …

 

- Ya ha pasado un tiempo desde que volviste ¿Cuánto más tendré que esperar?

 

- … - Suspiró con suavidad - Está bien Guy…

 

El hombre le arrebató los pantalones y el pelicorto por un instante se sintió amenazado. Con el último que hubo estado era con Iason… lo tenía tan grabado dentro que su recuerdo lo frenaba cuando pensaba en tener relaciones con Guy, más ¿Cómo decirle al pelicastaño que por eso no lo había incitado? ¿Cómo confesarle que aquello que tanto lo había enviciado hasta el punto de nublarle la cordura, ahora le infundía temor?

 

Cuando el pene fue introduciéndose en su ano, Riki se aferró al cuerpo del pelicastaño y lanzó un gemido un tanto agudo, demostrando que aunque su mente estuviera abarrotada de ese miedo, su cuerpo reconocía el placer.

 

- …Estás bastante sensible mi Riki… ¿Eso por qué? Tú no eres así…

 

- Yo no… no lo sé… - Se abrazaba a él con desespero, con las mejillas ruborizadas – Apúrate Guy… por favor…. – El placer comenzó a calmarle la angustia – Hazme tuyo… rápido…

 

Las suplicas del muchacho le parecieron inusuales, llenándolo de un deseo inmenso. Comenzó a embestirlo, haciendo vibrar al otro. Durante el tiempo que duró el coito, Riki pensó en Iason y no se recriminó al darse cuenta de que con su recuerdo se excitaba. Ya había pecado demasiado, estaba seguro que no podía caer más bajo.

 

***En la hacienda Mink***

 

… Tu

 

… Tu

 

… Tu

 

Check!

 

- Aló, hacienda de los Mink…. Disculpe, pero el señor Iason se encuentra indispuesto. Mmm… no sabría decirle para cuando pueda contactarle, lo que está en trance es un poco complicado y lleva su tiempo. Como comprenderá, no se puede pedir a la semilla que sea un árbol de un sólo zarpazo, eso es poco instructivo y para nada sistemático... Que bueno que lo entiende. Si, si, yo le diré que le desea lo mejor en su transición, realmente lo que necesita ahora es entendimiento… muchas gracias por su comprensión y buenos deseos. Adiós.

 

 

- Daryl…

 

- ¿Mmm?

 

- …Se acabó el vino… 

 

- Señor Iason…No se preocupe. En seguida le traigo más… - Y le habló a través de sus pensamientos a aquella parte del ser del rubio que escucha más allá de las palabras: - “Sé que es doloroso y que cree que el mundo se acabó. Lo sé, pero por favor… No se rinda. Me quedaré con usted el tiempo que me necesite. Se lo prometo”

 

Clank!

 

***En Diedo***

 

- Maory. Necesito que te encargues de todo – Llamaba por teléfono a su administrador, le había costado conseguir un aparato que tuviera un poco de señal en esa zona tan apartada.

 

- Espera Raoul ¿En dónde estás?

 

- En Diedo.

 

- ¡¿Diedo?! ¿Qué haces tú en Diedo?

 

- Mira, en dónde yo meta la nariz no es asunto tuyo – Mencionó con molestia – Lo cierto es que estaré aquí una temporada, te encargo mis finanzas mientras tanto.

 

Antes de que el hombre continuara instigándolo, el ojiverde colgó el teléfono.

 

- Tengo que conquistar a mi amor – Mencionó para sí mismo junto a una tenue sonrisa. Un poco de pavor empezó a recorrerle los pies, temiendo por unos instantes no poder lograr su cometido. Sacudió la cabeza con fuerza; teniendo pensamientos de aquel tipo sólo lograría atraer lo peor - ¡Si que lo logro! ¡Por mi apellido y cada uno de mis bucles dorados!

 

Ema se encontraba trabajando en el pequeño huerto que tenía frente a la casita. El brillo que emanó el cabello rubio la hizo subir la mirada, no se guardó la mejor de sus sonrisas.

 

- Buenos días Raoul – Saludó la pelirroja.

 

- Buenos días señorita Ema.

 

- Ya le dije que puede decirme solo “Ema”.

 

El Am le contestó con una sonrisa.

 

- ¿Ha venido a ver a mi hermano?

 

- Em… no creo que sea bueno verlo, o mejor dicho, que él me vea – Recordando que apenas el día anterior lo había tratado con suma hostilidad. Pensaba que lo mejor era darle tiempo para que se le enfriara la rabia.

 

- Pero… – Puso una expresión de absoluta confusión - ¿No ha venido desde lejos sólo para poder estar junto a él? No comprendo entonces porque no sería bueno que lo viese si es lo que desea.

 

Por lo visto era difícil de hacérselo entender; Ema tenía un modo de ver las cosas bastante simple e ingenuo, característicos de personas criadas lejos de la maldad de la sociedad materialista y egoísta.

 

- ¿Lo quiere ver, verdad? – No dejaba de sonreírle.

  

Se sentía descubierto.

 

 – Si… - Contestó un poco apenado ¿Para que mentirle? – Pero lo mejor será que le de su espacio. Tengo pensado quedarme por un tiempo, así que no tengo prisa.

 

- ¿Ya encontró lugar donde quedarse?

 

- Si; me estoy quedando en una casa que está muy cerca del río. El dueño me la ha alquilado, no tiene problemas en quedarse en casa de un pariente.

 

- Ah, usted dice la casa de Agustín. Ese hombre es así – Se alegraba de que hubiese encontrado lugar - ¿Ya comió Raoul?

 

- Em… comí algo de pan.

 

- Eso no es suficiente para alguien como usted – Abandonó lo que estaba haciendo – Venga y pase. Yo le doy que comer – Empezó a jalarlo del brazo.

 

- No es necesario… – No quería abusar. Además, la idea de que Katze llegara y lo encontrara de nuevo en la casa, lo hacía llenarse de algo de temor.

 

- Ande. Mi hermano no llegará sino hasta entrada la tarde – Comentó, como si hubiese leído la mortificación en la frente.

 

Terminó aceptando así la invitación de la mujer. Ema le sirvió los restos que habían quedado del desayuno, los cuales eran suficiente para llenarle el estómago. Cada minuto que pasaba Raoul no dejaba de impresionarse del parecido físico de Katze con su hermana; el cabello de ambos era tan rojizo y deslumbrante que al Am le parecía increíble que la pelirroja se hallara viviendo sola en aquel paraje abandonado.

 

- Me parece raro que no esté casada Ema. Siendo tan buena ama de casa.

 

- A mi hermano le gusta así.

 

- ¿?

 

- A él no le gusta que me fije en los hombres – Confesó – Se las ha arreglado para espantar a todo el que se me acerque.

 

Se dio cuenta de que Katze era un hermano en extremo sobre protector.

 

- Pero está bien. No me molesta – Sonrió – Soy feliz cuidando de las gallinas y de Dorothy.

 

- ¿Dorothy?

 

- La novilla – Rió un poco – A veces ayudo a la señora Magnolia con las cabras. Es divertido… aunque… hay un hombre que siempre me trae flores. Me gusta. Pero mi hermano no lo sabe – Sonrió – Si se entera es capaz de capar al pobre.

 

- “Y lo dice tan tranquila… no sé si está bromeando o lo dice en serio”  

 

***En Ceres***

 

Riki no tardó en enterarse de la vida de todo el mundo, siendo claro que en los pueblos el conocimiento de la vida ajena es un pasatiempo antiguo y bastante popular, que no pasa de moda pero ¡Ah, como entretiene tanto a hombres como mujeres!

 

- ¡Ah Zena, eres tú! ¡Cuánto tiempo!

 

- Riki. Me alegro de verte.

 

Se sorprendió al ver al bebé en los brazos de la chica. En el pasado había sido una de sus queridas, pero esa era agua pasada. Lo que más le impresionaba era que la última vez que la había visto no ni tenía barriga.

 

- ¿Es tuyo?

 

- Je je así es… ¿Qué pasa? Te noto sorprendido.

 

 - Es sorpresivo. Llego y me entero de que ya eres mamá.

 

- Vamos Riki. Te fuiste por un tiempo bastante largo. Muchos de nosotros tuvimos oportunidad de hacer bastante con nuestra vida mientras estabas ausente.

 

Las palabras de Zena contenían mucha verdad. Un pequeño dolor se instaló en Riki al pensar que Guy también había pasado por muchas cosas – más que nada pensaba en el accidente – mientras que él lo único que podía recordar era que en la hacienda se la pasaba metido en rollos sexuales con… - fue como si al intentar pensar en Iason, su mente tuvo que hacer un salto en sus recuerdos -  ah… realmente Guy tuvo oportunidad de mandarlo al cuerno y rehacer su vida con cualquier hombre o mujer que estuviera dispuesto a compartir un romance ¿Y que había hecho? Había permanecido como un mojigato esperando su vuelta a casa… ¿No era punzante y hermoso el modo en que lo amaba, haciéndolo sentir mal en secreto?

 

El bebé hizo unos ruiditos y el moreno no pudo detener lo que vino luego desde lo más profundo de su interior...

 

Sin preverlo, el instinto paterno de Riki despertó y lo atrapó hasta casi asfixiarlo. No podía aguantarlo… Dios… ¡Tenía que hacerlo! ¡Le iba a dar algo si no lo hacía!

 

- Zena… ¿Me permites cargarlo?

 

- Claro ¿Sabes cómo cargar un bebé?

 

- Aunque no lo creas, si.

 

La madre primeriza entregó a su vástago en los brazos de su amigo. Riki ya había cargado los hijos de vecinas y de otros amigos, pero todo en una época en que él no tenía ninguno propio – ni siquiera con la idea de concebirlos -; ahora, encontrándose cargando un bebé y con la mente enclaustrada en el hijo que compartía con Mimea, su corazón se encogía y le dolía en el pecho.

 

- ¿Cómo se llama el pequeño? – Preguntó con su voz endulzada.

 

Se sintió contento de poder cargar a la criaturita por unos segundos. El deseo que siempre tuvo de cargar a su hijo entre sus brazos… se estaba esfumando, como un deseo lejano, con pocas probabilidades de hacerse realidad ¿Y si jamás lo conocía? Una sensación semejante a la nausea lo cubrió.

 

Riki llegó a pensar que con un poco de esfuerzo, lograría olvidar el pasado y meterse en la cabeza que todo lo ocurrido en la hacienda Mink nunca ocurrió. Fue un deseo y una idea tonta, no sólo porque las heridas físicas y emocionales aún continuaban latentes, sino porque en alguna parte de Eos, estaba su hijo, aquel que ya debía tener por lo menos un par de meses de nacido.

 

Estaba seguro, tener la oportunidad de estar al lado de su hijo le daría las fuerzas que tanto necesitaba para reponerse – porque sabía que por dentro se estaba cayendo a pedazos-, un amor tan puro lo sanaría de sus heridas, por más profundas que éstas fueran.

 

Aquel instinto que emergió desde que hubo cargado al pequeño, no se fue y el hombre no le rechazó. Cuando Riki vio a unos niños jugando con una pelota perdió el deseo de hacer cualquier otra cosa y permaneció clavado en el sitio, no importándole que tuviera que volver al trabajo. No pudo resistirlo, su esencia paterna de nuevo salió a flote y se adueñó de su razón.

 

De pronto se dio cuenta de que uno de los niños se había acercado y lo miraba con algo de timidez; dirigió la vista hacía donde está la pelota, muy cerca de sus pies. La tomó entre sus manos y se la pasó al infante.

 

- Gracias señor.

 

El moreno le respondió con una sonrisa. De nuevo la grata sensación se alojó en todo su estómago y quizás por miedo a perderla o que llegara el vértigo, se quedó sentado observando el resto del juego de los niños ¿Él podría llegar a ser un buen padre? No podía evitar hacerse aquella pregunta, teniendo en cuenta que su propio padre había sido una mancha que hasta la fecha, no conseguía borrar de su vida.

 

- Guy… ya llegué.

 

- ¿Qué ha pasado Riki? Vinieron preguntando porqué no fuiste a trabajar ¿Dónde estabas?

 

- No me sentía con ánimos. Estuve todo el rato sentado bajo un maldito árbol.

 

- Riki… ¿Todo está bien?

 

- …

 

- De unos días para acá te noto algo triste…

 

- Guy… ¿Tú recuerdas a mi padre?

 

La pregunta lo tomó por sorpresa.

 

- La verdad no mucho. Lo vi unas tantas veces de lejos y lo que supe de él fue por los cuentos que me contaban tú y los demás. No era un hombre con buena fama.

 

- Yo tampoco es que tenga mucho de que enorgullecerme…

 

- ¿Eso es lo qué te pasa? – Mostró una sonrisa cariñosa. Se acercó hasta el pelinegro y posó su mano en uno de los hombros - ¿Temes volverte como tu padre? No te preocupes Riki, ustedes dos son demasiado diferentes.

 

- No. No es así – Murmulló agrio – Los dos fuimos unos miserables con quienes que nos dieron cariño… no supimos hacer otra cosa que lastimar…

 

- Riki…

 

- …Pero aún así, yo no sería capaz de lastimar a un hijo… ¿O si lo sería? – Se asustaba de lo que podía llegar a ser sin darse cuenta – No… me niego a creer en eso.

 

- Oye ¿Qué cosas dices Riki? – Trataba de hacerlo entrar en razón - ¿Por qué te has puesto así?

 

- Guy… necesito que hablemos de algo.

 

- Si porque no te estoy entendiendo ¿Qué es lo que pasa?

 

Riki decidió que era el momento de contarle a Guy sobre lo de Mimea y su hijo.

 

- Sé que no quieres que te hable de lo que hice allá en la hacienda, pero es necesario que te cuente algo que pasó…

 

- ¡Carajo Riki! ¡Me estas asustando! Dime qué pasó.

 

- Bueno… en aquel tiempo, conocí a una muchacha… me dijo que se llamaba Fleea… pues verás… al principio ella era…

 

Era como si el tono de su voz fuera bajado poco a poco, hasta llegar al punto que sólo los oídos de Guy podía escucharlo; un sonido lento y tortuoso que le desgarraba el alma... Los labios se movían, pero de ahí no salía más que…

 

***En la hacienda Mink***

 

- Puag… ah… - Acomodó los mechones de cabello rubio - …Odio vomitar… - Sentía que ya nada podía salir de su estómago - …Es como decir cosas que los demás no quieren escuchar…

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

Bien mis queridos y queridas, hasta aquí el capi, su respectivo fanart ya subido en la pagina de facebook  :B ¿Qué les pareció? Tenemos nuevo personaje: Ema, la hermana melliza de Katze (inner: eso no me lo esperé O_o) ella vendría siendo como la contraparte del pelirrojo o más bien como sería Katze si nunca se hubiese ido a vivir a la hacienda de los Mink; no pude resistirme al personaje, son de esas personas humildes que te derriten el corazón! Créanme, es crucial en la historia, no es que me la pase haciendo crecer el árbol genealógico de estos hombres por mero ocio xB Ya Riki está empezando a mostrar señales de que las cosas han cambiado (inner: parece que ¡por fin! Entrará en razón o//w//o) esperemos a ver que pasa :B a todos muchas gracias por haber leído y si se animan a comentar  también n___n hasta la siguiente oportunidad!! Besos!! Bye Bye!! 

 

 


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