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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

 

 

Yappo!!! ^w^0 ¿Cómo están todos por acá? Yo estoy completamente agradecida de tenerlos de nuevo por aquí así como con los comentarios dejados en los capis pasados, a todas esas personitas MUCHÍSIMAS GRACIAS *//w//* otra cosa que me gustaría comentar es algo que escribió la lectora “Koko min” … admito que no me aguanté la risa ante la súplica de no castrar al pobre de Riki xD (inner: sería el colmo de los colmos de todo lo que ha pasado en éste fanfic!!! O_O) y es que al igual con lo del anillo (que lo usamos pero en otro lugar :p) lo de la “castración” tanto de Riki como de Katze fueron o serán más que nada “simbólicas” o sea, ellos perderán algo que los identificaba desde el principio, llámese: el narcisismo, la terquedad y podría decirse que hasta el propio machismo que los definía - de mala manera – como hombres xD (inner: mmmm si es así, todos aquí fueron “castrados simbólicamente”, lee a Raoul y te darás cuenta ¬.¬) je je si… cosas de la locura xB  (inner: Bueno, ya. Vayamos al fic!! 0¬//o//¬0) of course! :D

 

 

 

 

­

 

 

 

 

 

Luego de que Guy le echara, Riki pasó la noche en casa de Norris, siendo el amigo en quién más confiaba o por lo menos el que siempre le hubo alcahueteado cuando más lo necesitaba.

 

 

- Así que de nuevo te peleaste con Guy… - Le pasaba al joven unas mantas - ¿No crees qué ya deberías de madurar?

 

 

- Je… no creo que seas el más indicado para decirme eso Norris.

 

 

- Tienes razón – Sonrió - Entonces ¿Qué harás Riki? ¿Te disculparás con él?

 

 

- No creo que algo así se arregle con una simple disculpa.

 

 

- Eso quiere decir… ¿Qué en verdad terminaron?

 

 

- Así parece… - No pudo evitar sentirse triste. Acababa de darle fin a una relación de años.

 

 

- ¡No me digas eso! ¡Que mal! ¿Qué fue lo que pasó? Dime ¿Por qué fue que terminaron?

 

 

Riki tuvo un ligero tic en una de sus cejas, se acomodó y miró al rubio con una expresión de enojo.

 

 

- Norris ¿En verdad tienes que ser tan chismoso?

 

 

- No te enojes. No es por chisme – Levantaba ambas manos en señal de sumisión – Ustedes son mis amigos, es normal que me preocupe por lo que les pasa. No lo hago por mal... créeme.

 

 

- No tienes porqué preocuparte… esto llevaba rato así. Ya no podíamos seguir dándole larga a algo que ya no funcionaba…

 

 

- Riki – Llamó luego de ver la expresión del moreno al mencionar aquellas palabras - ¿Te enamoraste de alguien más?

 

 

Riki se ruborizó por completo. Esa fue prueba suficiente para Norris.

 

 

- ¡Hay que ver! Y yo que pensé que Guy y tú estarían juntos hasta tener las cabezas blancas y alguno se quedara completamente chimuelo – Mencionó con resignación – Bueno ¿Y qué? ¿Te irás con el otro?

 

 

- Eso es lo que quiero pensar – Se acurrucó.

 

 

- ¡¿Y es qué necesitas pensarlo?! ¿ACASO NO DEJASTE A GUY POR ÉL?

 

 

- ¡No grites carajo, estoy aquí mismo! – Bufó ante el tono usado por su amigo – Por no pensar las cosas bien es que me pasó todo esto – Afirmó, convencido – Porque algo me guste o me haga sentir bien, no significa que sea lo mejor. Lo aprendí… de mala manera…

 

 

- Riki…

 

 

El pelinegro se apresuró en cortar el ambiente que había generado con su comentario.

 

 

- Como sea… mañana veré. Por ahora lo consultaré con la almohada.

 

 

- ¿De verdad puedes dormir con un problema así de grande?

 

 

- Estoy cansado… necesito olvidarme de todo así sea un momento… - Poco a poco sus ojos se fueron cerrando.

 

 

Al amanecer, el pelinegro abandonó el hogar de Norris y salió a caminar. No quería molestar a más nadie y sinceramente deseaba quedarse solo para pensar. Necesitaba sentarse a reflexionar y acomodar todas las cosas que estaban revoloteando sin control en su cabeza.

 

 

Irse para la hacienda Mink de inmediato era una decisión apresurada por no decir insensata, siendo necesaria una introspección completa de todo lo acontecido en su vida, hasta hallar las raíces de su problema para relacionarse debidamente. Después de todo, Riki había querido a Guy y aún así lo había lastimado; si se iba con Iason era probable que ocurriese lo mismo, siendo que el huía de lo amaba por un temor que desconocía, un temor que fue alimentado por la manipulación de Guy y el comportamiento obsesivo de Iason.

 

 

Lo que lo detenía a demostrarse cuál era – el Riki que ama abiertamente – era esa parte suya que le recordaba de que a pesar de que todo fuera color de rosa, ese miedo estaba ahí, en una esquina, esperando para atacar de nuevo y dejarlo completamente aniquilado. Si no resolvía ese asunto primero no tendría caso iniciar una nueva relación, al final él mismo la sabotearía, por muy enamorado que estuviera de su amante.

 

 

El moreno siempre hubo sido testarudo, lo que lo llevó inevitablemente a no ver la otra cara de su vida, a no darse cuenta de que estaba negando sus sentimientos. Creía que dejarse guiar por ellos era semejante a hacerlo débil y se sentía fuerte, cuando creía que no se involucraba. Ahora, esa testarudez lo llevaba de la mano a querer resolver aquel problema de una vez por todas, ya no deseaba continuar viviendo de esa manera, sumido en el miedo.       

 

 

Antes que decidir compartir su vida con alguien, Riki debía arreglar su relación consigo mismo, la cual estaba evidentemente dañada al negarse a amar y ser amado. Claro que conscientemente él no sabía sobre ello, sólo percibía aquella necesidad urgente de reflexionar, de introducirse en lo más profundo de su ser… Fue de éste modo como el monólogo – en voz alta - fue iniciado…

 

 

- ¿Qué debería hacer?... ¿Y si voy y me disculpo con Guy?... como si eso fuera a arreglar las cosas – Se puso a patear piedrecitas en el camino - Ya traté de hacer eso ayer y no quiso escucharme. Si me aparezco por allá ahora sería capaz de recibirme con un golpe en la nariz… o una patada en los testículos – Le dolió de sólo pensarlo. Dejó de lado las piedras que lo estaban distrayendo. Suspiró -  ¿Y si no es así? Puede ser que ya se calmara y estuviera dispuesto a hacer las paces… y todo sería como antes… - Se detuvo.

 

 

Como antes.

 

 

Viviendo amargado al lado de Guy. Añorando a Iason…

 

 

- … Yo no quiero eso… no quiero que todo vuelva a hacer de aquel modo. Ya no se puede volver – Levantó el dedo índice apuntando al cielo - Debo seguir adelante… - Pero ante la idea, la angustia se asentó en su estómago, haciéndolo retroceder unos pasos – Pero no sé como hacerlo… es… difícil. No sé que me espera más allá… – Continuó caminando a pesar de su malestar – Es raro. Es como si tuviera una cuerda vieja atada a mi pie, una que estoy cansado de arrastrar y que me hace tropezar a cada momento… no sé como quitármela… ¡Chia! ¿Pero qué sandeces estoy diciendo? ¿Me convertiré acaso en el loco del pueblo? – Se dio un pequeño golpe en la cabeza - ¿Mmm? ¿Dónde estoy?  

 

 

Riki sin darse cuenta llegó hasta una casa abandonada.

 

 

- Ah… es verdad… supongo que puedo volver; a mi casa.

 

 

Ya nadie vivía en esa casucha, por lo que al entrar, el polvo y las telarañas lo recibieron. Luego de la muerte de su madre él había estado habitándola por un tiempo, su padre al volver de la hacienda regresaba a su casa y Riki con ira lo recibía… no aguantó vivir infelizmente en aquel agujero lleno de recuerdos, se fue a vivir con Guy y su padre dejó de visitar el pueblo. Al tiempo llegó la noticia de que jamás regresaría… los muertos no suelen hacerlo. Ahora podía volver a su hogar sin problemas. Ya nadie estaría allí para hacerle daño… pero tampoco para hacerlo sentir en casa.

 

 

- Hogar, dulce hogar – Mencionó, un tanto burlesco.

 

 

Examinó el lugar y el darse cuenta de que las cosas continuaban como las había dejado – como era lo esperado-, tuvo un sentimiento cercano al espanto. Caminó un poco más hasta que se sentó en la silla que estaba cubierta de polvillo. No se molestó en limpiarla. Su nariz comenzó a picarle, tras rascarla colocó ambos brazos detrás de su nuca y se relajó.

 

 

- Si que se está muy silencioso aquí. Casi había olvidado ese sonido… el de la soledad.

 

 

Acalló cualquier ruido, tanto de su cuerpo como de su mente. No se movía, temía que al hacerlo perdiera la noción de dónde estaba. La ventana en la que fijó sus ojos se veía opaca. Giró la vista un instante y se halló con la que había sido la cama de su madre. Seducido por ella se acostó, esperando que aún conservara su aroma, pero no fue así. Cerró los ojos y quiso fingir que la pelinegra estaba ahí, delante de sus parpados ¿Desde cuándo no se tomaba el tiempo de recordarla? Aún dolía…

 

 

- Mamá… los oigo - Murmulló con los ojos aún cerrados – Se acercan… los grillos… muchos de ellos…

 

 

Relajó su cuerpo y su respiración, entregándose por fin al pasado, recibiendo los recuerdos que sólo dan el silencio y la quietud… fue ahí cuando despertó, esa parte de sí que estaba dormida. La parte contenedora de recuerdos que creía olvidados… los que no quería recordar. Los de su niñez.

 

.

.

.

 

 

 

(N/Sue: Les explico, lo escrito en negritas será el pov del yo psicológico de Riki (esa parte analítica que todos tenemos), mientras que el resto será la narración normal… ahora, vamos a adentrarnos en la mente de éste particular personaje n_n)

 

 

Cuando pienso en mi mamá, me viene a la cabeza un grillo.... Pero no un grillo dando largos saltos por el monte, sino uno con la pata rota…

 

 

Ahora me acuerdo… todo el tiempo éramos mamá y yo, papá siempre se la pasaba perdido: Perdido en la hacienda, perdido en los bares, perdido en sus asuntos… como fuera, siempre andaba perdido… claro que para nosotros eso era lo mejor. Así éramos más felices. Con papá perdido en el monte o en la vida de alguien más… pero no en la de nosotros.  

 

 

Riki y su madre vivían solos la mayoría del tiempo, el padre trabajaba por largos meses en la hacienda y eran contadas las veces que retornaba al hogar. Esto al pequeño de tan sólo ocho años no le molestaba, adoraba estar junto a su madre, a quién amaba profundamente.

 

 

La mujer era en extremo amable y cariñosa, poseía una larga melena negra y una mirada tierna. Todos en el pueblo la adoraban y cuando joven, muchos fueron los que pretendieron quedarse con su corazón…

 

 

Una mujer muy encantadora. Mucha gente me comentó que se decepcionaron cuando nací, esperaban una hembra, una mujer que heredara los hermosos rasgos de mi mamá… Tsk… la gente y sus comentarios.

 

 

Pero…

 

 

Apareció el padre de Riki. Desde que el hombre se fijó en la joven se marcó su sentencia... Él adoró su belleza y ternura… hizo lo que tenía que hacer: Amenazó al padre de la muchacha y se casó con ella. La muchacha tenía quince años y el hombre le doblaba esa edad. Al tiempo nació Riki.

 

 

Claro, era de esperarse. Ese hombre era el diablo en persona. Todos en el pueblo le temían. Era el dueño de todo y de todos mientras que en la hacienda en la que trabajaba no era más que un simple empleado… ¿No es gracioso? Se desquitaba al volver a casa. Si, ese era mi papá… al que veían a través de su hijo.  

 

 

Entonces…

 

 

El hombre empezó a cambiar el trato que tenía con su amada. Ahora era menos respetuoso, más celoso, más violento. La sonrisa de la mujer, que tanto amaban todos, fue ocultada, censurada por un marido que pensaba en la sonrisa como símbolo de coquetería.

 

 

La mujer no tenía amigas. Raras veces salía de casa, se quedaba con su pequeño y en esos instantes en que eran ellos dos, solos, eran felices. Riki reía y la madre se animaba a volver a mostrar su encantadora sonrisa.

 

 

Riki la amaba…

 

 

- ¡Mira Riki! “Dormilonas” – Mientras lo decía, la pelinegra deslizó sus dedos sobre las hojas del helecho, éstas se cerraron poco a poco, dando la apariencia de quedarse dormidas.

 

 

- ¡Wow! - Oh… soy yo. Soy un crío. Creo que tengo unos ocho años, tal vez más, tal vez menos. No sé. No me acuerdo.

 

 

El niño hizo lo mismo que su madre y al tocar otra de esas raras plantas, brincó de alegría cuando las hojas se recogieron.

 

 

- ¡Viste mamá! ¡Se durmieron! – Pero si recuerdo que era muy fácil de sorprender. Como cualquier niño. O persona que aún conserva un poco de infancia.

 

 

- ¿Lo ves? Hay que dejarlas descansar… oh, cuidado Riki – La mujer hizo como si estuviera resguardándolo del peligro, incluso lo apartó con suavidad - ¿Sabes lo qué son esas?

 

 

- No sé – Contestó tras mirar a la planta - ¿Qué es?

 

 

- Es una “plota plota”.

 

 

- ¿Una qué? – El niño hizo una mueca divertida.

 

 

- Una mata que explota – Anunció como quién dice algo sumamente importante - Mira...

 

 

La mujer tomó varias de las pequeñas vainas sobresalientes de la planta y las colocó sobre la tierra. Riki estaba atento a las que parecían unas inofensivas vainas. Seguidamente la pelinegra escupió, procurando que la saliva tocara las aberturas que tenían las vainas en el centro. El niño y la mujer permanecieron expectantes… hasta que…

 

 

Plop… Plop plop plop!!

 

 

- ¡Lo viste!

 

 

- ¡Explotaron!

 

 

Ambos celebraban aplaudiendo el pequeño espectáculo del que habían sido célebres. Las vainas al hacer contacto con la humedad solían abrirse y al hacerlo, las semillas contenidas en su interior solían desperdigarse por doquier. Era probable que aquello fuera uno de los modos reproductivos de la hierba. Como fuera, Riki y su madre festejaban como si hubieran visto hermosos fuegos artificiales. El niño trató de imitar a su madre, pero algunas de las semillas no “explotaron”, eso lo hizo decepcionarse.

 

 

- No me sale… jum…

 

 

- No es eso Riki – La mujer le limpiaba el labio en dónde había escurrido un poco de saliva - Hay algunas que no están listas para hacerlo. No todas van a explotar. Tienes que darle su tiempo.

 

 

Eran cosas simples, eso de andar jugando con la mala hierba y creerse que era lo más increíble y fantástico del mundo. Por lo menos para mí lo era. Mi mamá conservaba su imaginación de niña, por eso sus juegos siempre eran divertidos y en todo momento tenía nombres extraños para las cosas. Nombres que para nosotros tenían mucho sentido.  

 

 

- Vendrán muchos grillos ¿Verdad mamá?

 

 

La temporada de lluvias estaba por comenzar y los grillos abundaban. Esa era la temporada favorita de ambos.

 

 

- Claro mi niño.

 

 

Ah… de todos, ese era mi juego favorito. Estar toda la tarde tirados en la tierra esperando coger algún grillo, para luego dejarlos marcharse. Era divertido. Mi mamá acomodaba varias piedras planas hasta formar una especie de casita. El montecillo alrededor de las piedras daba la impresión de ser un jardín inmenso. Para mí esas casas eran hermosas y estoy seguro de que ella pensaba lo mismo.

 

 

Cri ~ cri ~ cri…

 

 

- ¿Los oyes Riki?

 

 

- ¡Si! ¡Ya vienen!

 

 

La mujer sonreía. Le encantaba jugar con su hijo, imaginando que la tierra en la que se tiraban era un mundo diferente; allí, las piedras eran montañas, los hormigueros eran fosas que te llevaban al mismo centro del planeta, los bachacos rojos enormes y peligrosas bestias, la mala hierba del suelo en ocasiones se convertía en jungla. Ellos eran los amos y señores de esa tierra, eran los creadores que podían mover las montañas (piedrecitas) a su antojo;  Riki escupía y jugaba a que su saliva era un lago, usaban los palitos de puente y las piedras minúsculas para saltar sobre ellas. De repente, y como por obra de un mal presagio, la oscuridad se cernió sobre la vasta tierra prometida a pesar de que aún era de día. Eran cosas que pasaban…

 

 

- ¡Papá! – El niño corrió hasta el hombre y se abrazó a una de sus piernas - ¿Viniste a buscar grillos con nosotros?

 

 

Papá no era muy hablador. Bueno, al menos no conmigo. Por eso solía ignorar todas las cosas que le decía de niño. Después de todo, se supone que los hombres deben ser así, todos rudos y con cara de mala leche.

 

 

- Ven a la casa – Demandó con su voz grave.

 

 

La pelinegra se puso de pie. Su semblante había cambiado y el niño lo hubo notado. Riki vio como su padre se marchaba con rumbo a la casa que se volvía siniestra cuando aquel hombre entraba por la puerta. Le gustaba su casa, pero cuando su padre entraba a ella le aterraba… En esos momentos, la casa de los grillos era más deseable para vivir, más acogedora.

 

 

- Escucha Riki. Quédate aquí jugando con los grillos ¿De acuerdo? Yo vengo a buscarte.  No entres a la casa todavía ¿Oíste? – La acariciaba con ternura los cabellitos negros.

 

 

- Si mami.

 

 

Debí haber hecho caso a su advertencia. Pero era un niño necio. Como todos cuando son niños y aún conservan la libertad primaria. La curiosidad es nuestra gloria pero también la razón de muchos de nuestros pesares. 

 

 

Cuando su madre lo dejó solo. Riki volvió a tumbarse sobre la tierra, aguardando la llegada de los grillos. El constante “Cri cri” le llegaba a los oídos y le hacía cosquillas por todo el cuerpo. Removió el pasto con su manita y los grillos empezaron a saltar de un lado a otro, despavoridos. El pequeño Riki estaba muy emocionado ¡Eran muchos y de todos los tamaños! Grillos oscuros con sus antenitas brincando de aquí y para allá. Riki aguardó hasta que el grillito chocara contra la pared de piedra, su casa… su prisión. Rápidamente el niño recogió al grillo y no pudo evitar reírse, las patitas del insecto le picaban las palmas de las manos.

 

 

- ¡Mami, mami! ¡Atrapé uno! 

 

 

Lo recuerdo… Salí corriendo hasta la casa con el grillo retorciéndose entre mis manos.

 

 

- ¡Tienes que verlo!

 

 

Yo solo quería que lo viera… al grillito negro que pataleaba para que lo dejara libre.

 

 

Riki se metió con cuidado en la casa y caminó sin hacer ruido. Esperaba que su amigo el grillo le imitara y guardara silencio. Las manitas empezaban a sudarle, la emoción de ver la cara de su madre al mostrarle al grillo que había logrado capturar solito, le quitaba el aire. Deseó que la casa estuviera más iluminada, temía que la pelinegra no pudiera admirar al pequeño grillito negro que habitaba entre la penumbra de sus manos. 

 

 

Fue abriendo la puerta…

 

 

Oh oh… no mires ahí dentro pequeño yo.

 

 

- Ma…

 

 

Te lo advertí.

 

 

Poco a poco los ojitos de Riki se fueron abriendo desmesuradamente. Su padre embestía de manera salvaje el cuerpo de su frágil madre, el rostro de la mujer contenía mucho dolor. No escuchaba ningún ruido por parte de ellos, a pesar de que sabía que los sonidos si estaban ahí. La mente poco desarrollada del niño los bloqueó, en su lugar solo oía un ruido constante que salía de su cabeza, como si dentro de ella hubieran muchos, centenares, millares de…

 

 

Cri cri cri cri cri cri cri cri cri cri cri   cri cri cri cri cri   cri cri cri cri cri   cri cri cri cri cri   cri cri cri cri cri   cri cri cri cri cri   cri cri cri cri cri   cri cri cri cri cri   cri cri cri cri cri     

 

 

Riki recordó el grillo entre sus manos y las abrió. Se dio cuenta y con espanto, que le había quebrado las patitas. Aunque lo soltara, ya nunca volvería a saltar. Moriría inevitablemente al no poder escapar, siendo devorado.

 

 

Cri cri cri cri cri  

 

 

Después de eso Riki agarró la maña de irse por varias horas al bosque, al río o a buscar a los niños del pueblo para jugar. Y lo hacía cuando no podía evitar pensar en lo ocurrido. Cualquier lugar era bueno, siempre que lo hiciera olvidarse por un rato lo que pasaba en casa.

 

 

No era que no quisiera estar con mamá. Ya saben. Es sólo que… sentía pena por ella y sentía pena por mí. Me molestaba no ser capaz de defenderla, como si no mereciera convivir con ella por eso.

 

 

- ¿Qué hacen? – Preguntó al ver a unos niños arrojando piedras.

 

 

- Atrapamos pájaros – Le dijo uno.

 

 

- ¿Para qué?

 

 

- Para venderlos en el mercado. Pagan muy bien por ellos – Le contestó otro.

 

 

- ¿En serio?

 

 

- Si. Mientras más bonitos sean sus colores, más caros. A la gente de ciudad le gusta tenerlos en sus casas ¿Raro no? Querer tener algo encerrado en tu casa.

 

 

- Si, muy raro.

 

 

La mujer se acercó hasta el pequeño, que ataba inútilmente un montón de palos.

 

 

- ¿Qué haces Riki?

 

 

- Una jaula.

 

 

- … ¿Para qué quieres una jaula Riki?

 

 

- Para pájaros.

 

 

Su confesión la hizo entristecer, pero trató de no demostrarlo.

 

 

- Ven mi niño. Yo te ayudo.

 

 

Cuando estuvo terminada, Riki se encaminó hasta los sitios favoritos de las aves con su jaula bajo el brazo. Se encaramó sobre el árbol y colocó dentro de la jaula un poco de fruta. Bajó y se sentó. Esperando se entregó al sueño.

 

 

Oyó el ruido de la puertecita al cerrarse y se paró de golpe. Subió al árbol y se halló con un pajarillo de hermoso plumaje verde con amarillo. Era muy lindo.

 

 

Con una sonrisa Riki se fue al mercado y vendió al pajarillo al hombre que los revendía en la ciudad.

 

 

El pequeño Riki se emocionó con lo brillante de la moneda.

 

 

- ¿Cuánto se puede necesitar para ir hasta allá…a para siempre? – Sonreía, emocionado con su nueva meta.

 

 

Cuando era niño mi mamá además de jugar conmigo, me contaba muchas historias que empezaban con “había una vez” y terminaban con “Vivieron felices por siempre”. No sé porque rayos llegué a pensar que “Por siempre” era un lugar, como un estado o un pueblo tan abandonado que el diablo no sabía que existía; por eso ahí nunca pasaban cosas malas y todo el mundo era feliz: porque era un sitio que ni Dios ni el diablo tocaban.

 

 

Vaya… realmente quería llevarla a vivir ahí.

 

 

Sin papá, claro. Sólo nosotros dos.

 

 

- “No te preocupes mamá.  Nos iremos a vivir a para siempre. Solo espera un poco mamá… no llores más”

 

 

Si ponía empeño y no se gastaba las monedas en panes dulces, podría reunir lo suficiente para marcharse.

 

 

Aunque bueno, a esa edad no sabía contar muy bien. No sabía ni cuantas monedas eran mucho ni suficientes. Iba a la escuela pero no prestaba mucha atención. Lo que quería aprender no lo enseñaban ¿Cómo se defiende a una mujer co-dependiente del marido que de paso la golpea y la viola, cuando sólo se tienen ocho años de edad? Estoy seguro que eso no lo enseñan en clase. O al menos no cuando yo estudiaba…

 

 

- ¡Oye! – Llamó, captando por completo la atención del niño - ¿Qué haces ahí?

 

 

- Atrapo pájaros.

 

 

- ¿Los atrapas? – El pelicastaño cambió la expresión de su rostro. Se veía triste ante la noticia - ¿No te parece cruel? 

 

 

- Eh… - El pelinegro balbuceó. Le mostró lo que tenía entre sus manos – Yo uso una jaula, cuando ellos entran ella se cierra… mis amigos usan rocas o resorteras para tumbarlos, pero yo no hago eso – Trató de defenderse.

 

 

- Aún así es muy cruel –Mencionó como si lo alegado por el pelicorto, no fueran más que simples excusas.

 

 

- ¿Eh? ¿Por qué? – Preguntó Riki confundido y molesto ante la queja del otro – No los golpeo ni los lastimo…

 

 

El pelicastaño sonrió levemente.

 

 

- ¿Cómo te sentirías si fueras completamente libre, capaz de hacer lo que quisieras, y de repente… alguien te atrapara y no te dejara ir?

 

 

- … - Riki agachó la cabeza – Eso… no me gustaría… sería muy triste – Deslizó arrepentido.

 

 

Recordó a su madre. La que no podía salir.

 

 

Fue así como Riki perdió su primer empleo, aquel de vendedor de pajarillos. Las monedas se las gastó luego en un jarabe para su mamá una vez que se enfermó.

 

 

Volvió a ver muchas veces a Guy. Era un chico que a su edad ya tenía las manos callosas de tanto trabajo en el campo. Riki le admiraba, como si fuera un hermano mayor.

 

 

Su padre solía llevárselo de vez en cuando para la casa de su madre – la abuela por parte paterna de Riki -, para que compartiera con la señora. Había dejado de llevarlo a la hacienda de los Mink por petición de la señora Evangeline, quién estaba cansada de lidiar con el crío cada vez que lo llevaba.

 

 

Riki adoraba a su abuela.

 

 

- ¿Qué haces abuelita?

 

 

- Hago galletas querido.

 

 

- ¡Oh…! Te ayudo ¿Si?

 

 

- ¡No!

 

 

El pequeño dio un pequeño brinquito en su sitio.

 

 

- Los hombres no deben cocinar. Eso es trabajo de mujeres.

 

 

La abuela era de esas mujeres que se encargan de cimentar el machismo en sus hijos. Con cada uno de los varones – que fueron cuatro contando al padre de Riki -, los crió con la idea de que las mujeres tenían que hacerse cargo de todo en casa y también ser fiel y obediente en la cama. Esposa esclava. Se veía mucho de eso en Ceres. Riki era muy niño y obedecía a la abuela por el miedo terrible que le daba esa mujer cuando se enfadaba. En cuanto volvía a casa trataba de no mezclar lo aprendido con sus costumbres – porque esa era la idea del padre de Riki, que el niño aprendiera a ser cómo él -, pero inconscientemente una que otra cosilla se coló en su mentecita de niño en desarrollo.

 

 

- Vente Riki.

 

 

Lo llevaba mucho de cacería. Durante todo el tiempo que su padre apuntaba el arma, el corazoncito del menor latía frenéticamente, le parecía increíble su rigurosidad y su buena puntería. Cada vez que apretaba el gatillo, Riki no podía evitar dar un brinco en su sitio, su corazón no detenía aquel ritmo maniático.

 

 

- Anda a traerlo.

 

 

Siempre lo mandaba a buscar a los animales, preparando para que le perdiera el miedo a aquellas circunstancias. Para Riki ya se estaba volviendo algo normal, pero no dejaba de ser triste, más que nada cuando su padre le daba a un conejo. Extrañaba mucho la hacienda Mink, allí podía jugar con los conejitos en vez de recogerlos mientras chorreaban sangre y chillaban de dolor.

 

 

A pesar de todo el niño lograba atesorar el tiempo compartido con el hombre. En esas oportunidades era que Riki se daba cuenta que su padre sonreía.

 

 

- ¡Mira papá! ¡Atrapé uno!

 

 

- Está bien Riki, pero cógelo fuerte que se te escapa.

 

 

Cuando Riki sacó el pez del agua se entusiasmó.

 

 

- Bien hecho, Riki.

 

 

Su padre le revoloteó sus cabellos y un sentimiento agradable se asentó en su pancita.

 

 

En aquellos momentos el hombre malo desaparecía para él. En esos instantes Riki lo amaba y quería demostrárselo abrazándolo y besándolo… pero no podía, sabía que su padre se molestaría si actuaba de ese modo.

 

 

- “¿Por qué no puede ser siempre así?”

 

 

Deseaba que fuera igual de atento con su madre ¿Por qué tenía que ser tan diferente?

 

 

- Hola Clo clo – Le hablaba a uno de los pollos mientras los alimentaba. A pesar de que su abuela le dijera que no debía hacer nada en casa, Riki no hacía caso y continuaba ayudando a su madre.

 

 

- Riki. Ya te he dicho que no te encariñes con las gallinas.

 

 

- Pero mamá… - Hacía un puchero.

 

 

Nunca hacía caso. Me la pasaba poniéndoles nombres a los pollos. Ahora recuerdo a Clo Clo, la había cuidado desde que había salido del huevo. 

 

 

- Riki. Anda a buscar agua.

 

 

- Si…

 

 

Riki hizo como que se iba, pero se quedó un poco más en la casa. Se asomó en el gallinero y vio como su madre tomaba a Clo Clo… sabía lo que pasaría, para eso la estaban alimentando. No era la primera vez que el niño veía a su madre desnucar a una gallina, pero había algo que lo instaba a querer verla siempre que lo hacía, existía cierta fascinación en el temple de la pelinegra que lo capturaba de inmediato.

 

 

- ¿Qué pasó Riki? ¿Ya buscaste el agua? – Le habló al darse cuenta de su presencia.

 

 

- No.

 

 

- Anda que la necesito para preparar la cena.

 

 

- Ya voy…

 

 

Riki a sus ocho años se preguntó si su madre alguna vez mientras realizaba aquel acto, se imaginaba que tenía a su padre entre las manos. Esa era su incógnita. Pensar que ese fuera el deseo escondido de su madre, era su fascinación.

 

 

Mi papá también tenía su toque de niño malcriado y cruel. Por lo que continuaba viniendo a arruinarnos la vida. Le encantaba. Ese era su juego favorito. Sobretodo la parte en que la muñeca de trapo era arrojada sobre la cama y gritaba de puro dolor.

 

 

- ¡Mamá!

 

 

- Riki… ¡Por favor vete! – Mi mamá parece algo desesperada. Quiere que me vaya al otro cuarto, pero yo no quiero dejarla sola. No con él…

 

 

- ¡Mamá! ¡¡Mamá!! – Sigo insistiendo y me meto a la fuerza… error, papá me ha empujado y me he pegado contra el suelo. El golpe ha sido fuerte porque mi vista se ha vuelto borrosa.

 

 

- ¡Riki! – Tsk… que mal, mi mamá se preocupa por mí cuando debería estar más preocupada por sí misma. Siempre hace eso. Si papá continúa jalándole así de los cabellos la dejará calva – Por favor… Riki está… él está…

 

 

No sé muy bien que pasa pero sé que la está golpeando. Lo sé porque escucho los ruidos, los golpes son fáciles de diferenciar si te acostumbras a escucharlos. Quisiera levantarme y darle una paliza a mi papá, pero no puedo, soy muy niño ¿Se acuerdan que tengo ocho años? Mi papá es muy grande y fuerte, me aplastaría como una cucaracha. Ya lo he intentado.

 

 

- ¡Basta por favor!

 

 

Cuando recobré el sentido lo que vi era algo que siempre terminaba viendo así no quisiera. No quiero mencionar con exactitud de que se trata porque se trata de mi mamá, desnuda y mi papá… ya saben a lo que me refiero. Un niño no debería ver nada de eso. No es nada bonito.

 

 

- ¡Eres mía… mía y de nadie más!

 

 

Esa parecía ser la frase favorita de papá. La decía todo y todo y todo y todo el tiempo.

 

 

“Mía”… “de mi propiedad”…

 

 

El pueblo entero sabía que prácticamente había comprado a mi mamá, no conforme con eso era la manera en la que se refería a ella.

 

 

Llegué a pensar que las mamás se compraban en el mercado… pensamientos estúpidos de niño.

 

 

- ¡Por favor! ¡Ayúdeme! – Riki había corrido hasta la casa más cercana, desesperado - ¡Mi papá está…! ¡ÉL ESTÁ…!

 

 

- Riki ¿Qué ocurre? – La mujer trataba de tranquilizarlo.

 

 

- ¡Mi papá está pegándole mucho a mi mamá!... Tiene que ayudarla… - Se aferraba a las ropas de la mujer – Por favor…

 

 

- Entra – Abrió la puerta para darle paso al niño.

 

 

- Pero… - No dejaba de llorar.

 

 

- Anda Riki. Todo va a estar bien.

 

 

Llevó su mano hasta el hombro del niño y prácticamente lo arrastró dentro de la casa. Ahí lo llevó hasta la sala y le invitó a sentarse. El niño admiró sus pies descalzos, no había ni pensado en ponerse el calzado, por lo que las plantas de los pies le ardían mucho. En aquella región, las casas estaban muy apartadas las unas de las otras.

 

 

- ¿Quieres algo de jugo Riki?

 

 

- No… - Su rostro continuaba empapado.

 

 

- No te preocupes. Toma el jugo – Le pasaba el vaso.

 

 

- …

 

 

- Mira Riki, seguramente tu madre hizo algo para que tu padre le pegara. No tiene caso que te mortifiques tanto.

 

 

El niño apretaba sus puños con fuerza ¿Realmente esperaba que se creyera que aquel era el modo correcto de las cosas?

 

 

- Quédate aquí mientras todo pasa ¿Si?

 

 

La mujer lo dejó solo en la habitación. En eso, entró la hija de la señora, quién al ver a Riki no tardó en alegrarse.

 

 

- ¿Quieres jugar? – La niña era más pequeña que el pelinegro.

 

 

- Bueno…

 

 

- Juguemos al papá y a la mamá ¿Si?

 

 

 - … - Las ganas de jugar se le esfumaron enseguida.

 

 

En la casa de Riki ya todo había pasado. La pelinegra permanecía quieta en su sitio al tiempo que el hombre se arreglaba las ropas. Se excitaba siendo violento, llegando a pegarle a la morena para alcanzar un grado extremo de placer.

 

 

- ¿Por qué me miras así? – Se enojó por el modo en que su mujer le encajaba la mirada.

 

 

- Por nada – Desvió el rostro.

 

 

- Anda a buscar a Riki. No quiero saber que anda metido en casa de los vecinos.

 

 

- …

 

 

- ¿Qué estás sorda? ¡Anda a buscar al niño!

 

 

La morena se levantó como pudo y se colocó sus ropas. Sabía que lucía terrible. Sólo esperaba que los moretones tardaran un poco más en aparecer. No quería que la viesen así.

 

 

- Riki – Comenzó a llamarlo.

 

 

- ¡Es mi mamá! – La reconoció inmediatamente. Salió corriendo de la casa y se abalanzó sobre ella – Mamá… - No dejaba de llorar – Mamá…

 

 

- Riki, no llores. Ya pasó – Le acariciaba los cabellos – Vamos a casa ¿Si?

 

 

- No quiero… - Negó fuertemente con la cabeza.

 

 

- Anda. Papá está esperando.

 

 

- ¡No…! – Se volvió a meter entre el cuerpo de la mujer, abrazándola como podía - ¡No quiero volver allá nunca más!

 

 

- Riki, no digas eso. Si no vuelves me dejarás solita – Le acariciaba con cariño los cabellos negros – Volvamos juntos ¿Si?

 

 

El niño asintió. En eso, la vecina salió de la casa.

 

 

- Deberías estar más pendiente. El niño anda todo sucio y despeinado.

 

 

- Vine a buscarlo para bañarlo… Gracias por cuidarlo – Azuzó al pequeño: – Vamos a la casa Riki.

 

 

Caminaban tomados de la mano.

 

 

- Si papá se entera que estuviste en casa de la vecina se va a molestar mucho.

 

 

- …

 

 

- No te preocupes. No le voy a decir. Será nuestro pequeño secreto – Sonrió. Al darse cuenta de que el niño continuaba hecho un mar de lágrimas, se detuvo y se agachó para quedar a su altura – Ahora quiero que dejes de llorar – Le limpiaba con cuidado – Eres un hombrecito ¿No?

 

 

- Si mami… - Pero la razón por la cual lloraba era porque el rostro de su madre se hallaba enrojecido.

 

 

 - Vamos pues… de vuelta a nuestra jaula.

 

 

Guy invitó varias veces a Riki a su casa. Riki siempre aceptaba. Le gustaba irse para allá, sobretodo porque en casa del muchacho parecía que nadie se interesaba por lo que hacían los demás. Ellos podían comerse el pastel de plátano completo – luego de robarlo de la ventana –así como hacerle bromas al abuelo de Guy que casi no escuchaba y había que repetirle las cosas y preguntarle hasta al cansancio a la tía solterona el porqué no se había casado.

 

 

- Ji ji ji – Descansaban. Habían estado correteando.

 

 

- Acuéstate aquí Riki – Guy se tiró sobre la paja.

 

 

- ¡Auch! ¡Pica!

 

 

- Ja ja ja ja.

 

 

Las risas con Guy abundaban. Por eso al pequeño le gustaba estar con él. Porque decía cosas divertidas que siempre lo hacían reír.

 

 

- Riki… me gustas mucho.

 

 

Se los dije. Guy siempre ha sido un bromista.

 

 

El pelicastaño se acercó despacio y le besó la mejilla. El niño sonrió, la cara le hormigueaba. Guy fue más atrevido y le plantó un beso casto en los labios. Riki se cubrió la boca con las manitas.

 

 

- Guy… ¿Por qué hiciste eso? – Sus mejillas se ruborizaron aún más.

 

 

- Ya te dije Riki. Me gustas – Se arrojó de nueva cuenta sobre la paja.

 

 

- ¿Y qué se supone que haga? – Preguntó con inocencia.

 

 

- Mmm… - Hizo como que pensaba mucho – Ya sé – Se levantó y enrolló un poco de paja – Vamos a casarnos.

 

- ¿Ah?

 

 

Guy le tomó la manita y colocó en ella el “anillo” hecho de paja.

 

 

- ¿Qué te parece?

 

 

- Me puya…

 

 

- Ahora somos esposos – Sonrió.

 

 

- No me gusta ese juego… - Riki se oía enojado. Se quitó el anillo y lo arrojó a un lado para que se perdiera – Es aburrido. 

 

 

- Está bien. No tenemos que jugarlo si no quieres – Guy se volvió a acostar sobre la paja, de lo más tranquilo.

 

 

- ¿En serio? – Se subió sobre el otro niño - ¿Y no te molestarás?

 

 

- No. Para nada.

 

 

Riki regresó a su lado junto a Guy y permaneció viendo las nubes en el cielo. Su cabecita estaba rebosada de pensamientos que no entendía.

 

 

- Vuelve aquí mañana ¿Si, Riki?

 

 

- Si…

 

 

Continuó juntándose con el niño. Siempre pasaba lo mismo: Jugaban, correteaban por ahí, luego, el beso. Riki fruncía los labios, esperando que le besara y Guy se reía. Se sentía raro cuando lo hacían, como si tuvieran hormigas inofensivas caminándole por todos los pies, hasta subirle hasta la cara. Era un juego regido por la curiosidad de los infantes. Por supuesto que llegó el día en que las cosas fueron más allá. Riki no se lo esperó, Guy hizo lo posible por tranquilizarlo ante algo que no entendía.

 

 

- Riki…

 

 

- ¡Guy! ¡Me duele!... ¡No!... por favor…

 

 

Tuvo miedo, si. Le dolió, si. Pero pasó y ya nada se podía hacer.

 

 

- Riki ¿Estás bien?

 

 

- Si mamá…

 

 

- ¿Quieres algo de mermelada?

 

 

- No…

 

 

Me lo callé. No quería contarle eso a nadie. Incluso le huí a Guy durante un tiempo. Pero un día me cansé de tener que hacerme el que no lo veía y lo saludé. Fui a su casa y jugamos. De nuevo pasó, tuvimos sexo. Se sintió mejor que la otra vez. Tal vez porque ya estaba más ensanchado o tal vez porque terminé por resignarme ¿Para qué seguir gritando “no” ante el mundo cuando el “si” te da directamente en las narices? Además creía que al igual que mi madre, estaba destinado a pasar por lo mismo. A sufrir de alguna u otra manera en manos de aquellos que decían quererme…

 

 

- Oh… ¿Estás sola de nuevo?

 

 

- Mmm no… estoy con Riki.

 

 

- Pero, tu marido…

 

 

- Él se ha ido a la hacienda… no sé cuando pueda volver.

 

 

- ¡Magnifico! Eso significa que puedes visitarme a mí y al resto para hablar ¿Qué te parece?

 

 

- Bueno…

 

 

No me gustaban aquellas mujeres que venían a casa cuando papá no estaba y estoy seguro de que a mamá tampoco. Siempre la invitaban a sus casas para chismear y ella iba porque se sentía sola y necesitaba amigas o tal vez porque yo era muy niño para entender sus problemas y se volvería más loca de lo que ya era si solo hablaba con el río… no, no era por eso… ella iba porque estaba acostumbrada a que le dijeran que hacer, por lo qué cuando papá se iba, ella quedaba a merced de cualquiera, incluso de mí… solo que yo nunca hubiera utilizado a mi mamá para mis fines egoístas… bueno, tal vez si lo hacía, después de todo me encantaba jugar con ella. Tirando piedras en el río, saltando como las ranas, subiéndonos a los árboles. Ahí ser mamá era más fácil y yo la complacía, aligerándole lo más que podía la carga.

 

 

- Shhh Riki. No hagas ruido – Cubría sus labios con un dedo.

 

 

Se ocultaban de la mujer que tocaba de nuevo la puerta.

 

 

- ¿Por qué no quieres que volvamos allá? Pensé que eran tus amigas…

 

 

- No lo son. Esas mujeres preguntan cosas que tu madre no quiere contestar – Mencionó con un tono apagado – Cosas que lastiman… - Y con un tono resentido. Se había llevado las manos a la cabeza y ahí, se aferraba de sus cabellos. 

 

 

- No quiero que te lastimen mamá.

 

 

- Entonces no salgamos de aquí. Quedémonos en casa – Abrazó a su niño con fuerza.

 

 

- Está bien… ¿Podemos jugar?

 

 

- Si, juguemos.

 

 

La mujer dejó de ir a casa de las vecinas cuando empezó a sentirse incómoda. Era lo mejor, además quién sabe en que lío se metería si su marido se enteraba que andaba chismeando con las mujeres de pueblo. Prefirió quedarse en casa, con su hijo, esperando el terrible regreso.

 

 

- Mamá ¿Qué pasa?

 

 

Estaba desnudo - como se la pasaba la mayoría del tiempo – y de pronto la pelinegra lo había jalado con fuerza, obligándole a abandonar sus juegos.  

 

 

- Escucha Riki, vamos a jugar algo ¿Si? – Hablaba mirando de un lado a otro, evidentemente alerta – Un juego divertido.

 

 

- ¡Si! ¡Un juego divertido! – Se emocionaba con los juegos y más si su madre prometía que eran divertidos.

 

 

- Bien… ahora entra al cuarto y por nada del mundo salgas de ahí – Se había arrodillado para quedar a la altura del niño.

 

 

- …

 

 

- ¿Qué pasa Riki? ¿No quieres jugar?

 

 

- …Ese juego, no me gusta – Mantenía la cabeza gacha. Ya lo conocía.

 

 

- Eh… ¿Por qué no?

 

 

- Papá va a venir ¿Verdad?

 

 

- ¡!... – No supo que contestar – Vamos Riki, es un juego muy divertido. El cuarto es el único lugar seguro, nada ni nadie puede dañarte si estás ahí adentro… - Mencionó dramática para alimentar la imaginación del infante - ¡Serás devorado por los monstruos si estás afuera!

 

 

- Pero… tú te vas a quedar afuera ¿Verdad?

 

 

- …Pues claro… Alguien tiene que distraer a los monstruos – Sostenía al niño de los pequeños hombros – No te preocupes, yo te avisaré cuando todo sea seguro.

 

 

- Pero… ¿Yo no podría distraerlos en tu lugar?

 

 

- … No… eres muy pequeño Riki. Cuando seas un hombre tal vez…

 

 

Riki asintió y la puerta se cerró frente a sus ojos. Ahora estaba solo y desnudo, pero estaba seguro… en la habitación… No era que la madre lo quisiera encerrar ahí, pero su marido se lo había ordenado, que cuando viniera a buscar sus favores que llevara al niño hasta la habitación y lo mantuviera bajo llave. No queriendo que el carricito se perdiera o se metiera en el río sin nadie que lo supervisara. No era la primera vez que un niño se ahogaba o que se perdía tras entrar al bosque sin supervisión.

 

 

Era algo tonto que mi mamá siguiera con ese juego cuando yo ya sabía de sobra lo que estaba pasando, pero igual le seguía la corriente. Las mamás siguen siendo niñas a pesar de lo mucho que crezcan y a veces necesitan que los hijos le sigan sus juegos.  

 

 

- Ah… marido, volviste – El miedo podía leerse en su dúctil rostro, había logrado averiguar con los vecinos que el hombre llegaba ese día – Pensé… que ibas a avisar antes de venir.

 

 

- No tengo que avisar cuando vengo a mi casa… ¿Y el niño?

 

 

- En su cuarto…

 

 

- Bien… - La miró de pies a cabeza - Vente.

 

 

- Si…

 

 

Los recuerdos siguen su curso…

 

 

- Mamá… ¿Por qué no nos vamos? ¿Por qué insistes en quedarte con él? ¡Responde mamá!

 

 

Ahora soy un poco más grandecito. No tanto la verdad, pero me ha empezado a salir vello púbico y suelo juguetear con mi cuerpo cuando tengo cualquier oportunidad o cuando ando de ocioso, lo que es la mayor parte del tiempo. La pubertad es una mierda. Por cualquier cosa me cabreaba, incluso trataba mal a mamá así no quisiera hacerlo. Me molestaba que fuera tan sumisa y me molestaba por molestarme por eso… muy confuso.   

 

 

- Riki… entiéndelo.

 

 

- ¡No lo entiendo mamá!  

 

 

- Él me ama Riki.

 

 

- …

 

 

Riki no lo comprendía, su madre había sacrificado todo por aquel que decía amarla. Ya no veía a sus familiares, no tenía amigos, recibía golpes… había perdido su dignidad.

 

 

- Y una mierda… ¿Cómo puede amarte si te trata tan mal?...  No lo acepto… ¡Yo lo odio!

 

 

- Riki, no digas eso, él es tu padre…

 

 

- ¡No me interesa! ¡Mira lo que nos hace! – La he tomado con fuerza de la muñeca y la obligo a estirar el brazo, todo marcado, lleno de moretones - ¡Mira como te tiene con su supuesto amor!

 

 

- Basta Riki…

 

 

Pero la mujer parecía estar sumida en una especie de abismo.

 

 

A veces… deseaba yo mismo darle una bofetada por comportarse así. Estuve tentado muchas veces de hacerlo. Pero nunca le puse una mano encima. Nadie debe pegarle a su madre. Jamás.

 

 

- Hey Riki. Me he enterado que tu padre ha vuelto…

 

 

La expresión de Riki se volvió de angustia cuando le contaron eso. Habían gozado de un par de meses llenos de paz y tranquilidad… la pesadilla iba a comenzar de nuevo…

 

 

Lo admito, me cagaba en los pantalones cuando me enteraba que mi queridito padre, ese bastardo, había vuelto a Ceres. Se encendía la alarma y no importaba lo que estuviera haciendo ni con quién, regresaba a casa como si la vida de mi mamá estuviera pendiendo en un hilo. Cualquiera pensaría que exageraba, pero no era así, considerando que el hombre llegaba pensando únicamente en utilizar a mi mamá a su antojo, luego de meses de estar alejado. Así la paranoia del marido celoso y del hijo preocupado volvía. Me entraba una rabia terrible tener que ver a mi madre toda llena de moretones y sin poder hacer nada…

 

 

- ¡Mamá! ¡Mamá!

 

 

- Riki… ¿Qué pasa?

 

 

Al verla no pudo resistirlo, fue corriendo y la abrazó. Aquello sorprendió a la mujer.

 

 

- ¿Qué pasa Riki? – Le acarició los cabellos – No abrazabas a mamá así desde que eras pequeño – Sonrió.

 

 

- Vámonos… te lo suplico.

 

 

- Pero ¿Qué cosas dices? – Sonreía, apacible.

 

 

- ¿Dónde está papá?

 

 

- Se ha ido con sus amigos. Me ha traído un lindo vestido ¿Quieres que te lo muestre?

 

 

- … “Voy a quemarlo, si… voy a quemar ese vestido”

 

 

 - Ven. También te trajo un obsequio – Lo tomó de la mano.

 

 

- “Sea lo que sea lo arrojaré en el río…”

 

 

Por lo menos mamá ya no me metía en el cuarto, yo me metía solo, aunque claro, no necesariamente en el mío… había muchos cuartos más dónde podía estar seguro.

 

 

En aquella época frecuentabalacasadeGuycasiadiario, era bueno estar con él. No me molestaba con preguntas tontas ni le interesaban esas charlas aburridas sobre sentimientos que sí encantaban a las muchachas del pueblo. Salíamos a jugar, bromeábamos o simplemente haraganeábamos por ahí.

 

 

Una amistad buena. Teniendo en cuenta que podíamos tener sexo cuando quisiéramos y en dónde nos diera la gana.

 

 

- ¿Ya te vas? Que bríos tienes sinceramente. Si ni siquiera se te ha secado el sudor Riki.

 

 

- Tengo que volver a casa. No me gusta dejar a mi ma mucho tiempo sola.

 

 

- Pienso que no deberías preocuparte tanto. No es tu mujer.

 

 

- ¿Qué vas a saber tú si lo es o no?

 

 

Esa vez lo dije bromeando, pero creo que Guy dudó un poco. Son situaciones prohibidas pero no necesariamente imposibles. Mi mamá y yo nos la pasábamos la mayoría del tiempo solos. Podríamos haber muerto un día y sólo el olor a podrido hubiera movido a la gente a revisar la casa.    

 

 

Ahora que lo recuerdo. Una vez Iason me leyó un libro que hablaba sobre eso, no sobre muertos sino sobre un hombre que mata a su padre y vuelve a su madre su amante… en las condiciones que estábamos, yo estaba dispuesto a hacer lo mismo que ese sujeto de la historia con tal de mantener a mi madre a salvo ¿Cómo era que se llamaba aquel tipo? ¿Algo como… Edipo?… Me quedé dormido antes de que terminara de leer. Por eso no puedo recordarlo.

 

 

(Como no quiero acordarme de Iason, recuerdo otras cosas que no quería recordar

 

 

Pero yo sólo quería cuidar a mi mamá. Salvarla de ese hombre que le causaba tanto mal. Aún así, Guy seguía sin entenderlo. Quería que me quedara acostado a su lado luego de coger… no sé, no me gusta eso ¿No es ilógico? Me siento más incómodo cuando me quedo en la cama simplemente abrazado con alguien que cuando tengo un pene entre las piernas. Quizás es que siempre he sido un jodido putón que no puede dejar de follar. No puedo evitarlo, esa vaina es buena. Se siente jodidamente bien…

 

 

Es como si nada más importara. No hay mamá ni papá, ni siquiera interesa el tipo o la tipa con la que lo hagas. Es más, en ese momento ni siquiera te acuerdas de que tú estás ahí, de que existes.... Es como una píldora del olvido ¿Quién no se envicia con algo así? Lastima que dura tan poco…

 

 

- Disculpa si dije algo que te molestó.

 

 

- Está bien... me quedo mientras termino el cigarro. No puedo fumar en la casa. No le gusta.

 

 

 

 

- Si que se preocupa por ti.

 

 

 

 

- Así son ellas.

 

 

 

 

- Puede ser… aunque a la mía no le interesa lo que hago. Le puedo decir que le estoy dando el culo a todo el mundo y sólo dirá  “Ajá”.

 

 

 

 

- Ja ja ja eso no te lo crees ni tú – Se burló – Sólo me das el culo a mí.

 

 

 

 

- Para tu suerte.

 

 

 

 

- Como sea… Nos vemos Guy.

 

 

 

 

- Adiós...

 

 

Que más daba… me gustaba tener sexo. La vida es muy desgraciada como para andar haciéndose los santos. Mi mamá era lo más cercano a una santa y la jodieron toda su vida.

 

 

Fue por eso que apareció Emilio. Ese imbécil y cobarde de Emilio. Que bueno que llegó a la vida de mamá. Por lo menos la hizo reír de nuevo y sentirse realmente amada en un mundo tan jodido. 

 

 

Me hice el loco y ella creyó que no sabía lo de sus encuentros. Pobre mamá. Yo me la pasaba metido de cama en cama ¿Quién más que yo sabía de andar a hurtadillas? Ahora que lo pienso, creo que ella sabía que yo sabía lo suyo con Emilio. Si, ella y también se hacía la loca, con eso y con lo de los cigarros. El olor siempre delata.

 

 

Pero nuestro divertido juego de ocultar cosas dejó de ser divertido cuando papá se enteró de que mamá estaba embarazada.

 

 

Aquí las cosas se ponen violentas. Demasiadas aún para un chico que ni a los quince llega. Por lo que sólo usaré palabras claves para describirlo…

 

 

Sorpresa.

Bofetada.

Puñetazo.

Piso.

Patada.

 

 

Hubo mucho de eso y lo sé no porque estuve ahí porque no estaba. Me da vergüenza admitirlo, pero andaba metido en la cama de alguien, poco importa de quién… llegué y noté lo terrible que lucía mamá. Como pude la llevé hasta el doctor. Fue cuando me enteré que iba a ser el hermano mayor de alguien, “iba” porque tan pronto me enteré de la noticia de que llegaba, también me enteré de que  se había ido al cielo.

 

 

Si un niño se queja por una patada no me quiero imaginar un bebé que ni siquiera se ha formado bien, bajo una lluvia de puños.

 

 

Me cabreé mucho en verdad. Ya me había enfrentado otras veces a mi papá y siempre terminaba hecho polvo, pero esa vez estaba con la sangre tan caliente que realmente logré meterle sus buenos coñazos al viejo. Logré tirarlo al piso y le dije hasta de qué se iba a morir… fue liberador.

 

 

Nada como ser sincero con los padres.    

 

 

- Riki… ven aquí…

 

 

- Mamá…

 

 

No me gusta… no quiero recordar esto… mi mamá me llama desde la cama y yo hago hasta lo imposible por no llorar. Por eso he apretado tanto los puños que he enterrado las uñas en la palma de mis manos hasta el punto de hacerlas sangrar. No quiero recordar ese día…

 

 

Me pregunto si Iason se sintió igual el día en que murió su madre ¿Felicia era que se llamaba? Si, no hay nada más doloroso que ver a tu madre morir ante tus ojos. De nuevo no puedo evitar pensar en Iason…

 

 

(Mejor regreso a aquel instante con mi mamá. Extrañamente… es menos doloroso pensar en ella que en él)

 

 

- Riki… prométeme que serás un niño bueno…

 

 

- Ya no soy un niño ma…

 

 

- Lo sé… eres Riki. Mi pequeño hombrecito… - Su voz era un hilillo.

 

 

- Snif… snif… mamá…

 

 

- … ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? Si papá te ve, se va a enfadar contigo… – Con algo de dificultad limpiaba las lágrimas de su hijo con sus dedos – Los hombres no deben llorar, Riki…

 

 

Lo sabía, pero ¿Cómo hacerle entender a mis malditos lagrimales? Dios… ella estaba muriendo frente a mis ojos y ellos no hacían otra cosa más que ponerse en aguas, haciendo que fuera difícil verla... (Creo que por eso cuando trato de recordar a mamá su cara aparece medio borrosa; claro, por las lágrimas) Traté de ser fuerte, pero me fue difícil. Quería salir corriendo y encerrarme en alguna habitación. Huir de aquello tan angustioso, como si haciéndolo fuera a sanarse y a darle fuerzas para levantarse de esa cama… pero preferí no ser cobarde y quedarme allí llorando como un bebé. Por lo menos las lágrimas se secan. Pero dejar a tu madre morirse sola no se borra tan fácil.

 

 

Luego de eso su madre murió. Murió no sólo por el daño físico sino también de tristeza, al saber de la perdida de su bebé. Riki había pasado todos los días que duraron su agonía a los pies de su cama. En ningún momento le dejó sola. Le atendía esperando que se recuperara pronto, que volviera a ser la misma de antes… 

 

 

Estaba viviendo solo en la casa, pero no le importaba. La vez que su padre había vuelto para hablar con él y darle dinero, lo mandó al demonio. Empezó a vivir la vida escandalosamente, entregándose sin tapujos al sexo retorcido y a la bebida, utilizando el dinero que el hombre insistía en meterle por debajo de la puerta.

 

 

Guy quería llevárselo a vivir con él. Quería sacarlo de esa casa, en dónde, a pesar de estar solo, estaba atado a las cadenas de dolor que le habían puesto sus padres.

 

 

- Ah vaina… Ya te lo he dicho Guy: No somos pareja – Se sobaba las sienes – Deja de decirme que hacer ¿De acuerdo?

 

 

- Pero Riki, todo lo hago por tu bien. Mira lo que estás haciendo contigo.

 

 

- Si me he convertido en una mierda eso es algo que no debería importarte.

 

 

- Riki…

 

 

Lo sé… siempre he sido un cabrón con ese hombre y eso que sólo quería mi bien… Dios… ¿Por qué alejó a empujones a los que quieren cuidarme?

 

 

- No pongas esa cara. Hay fiesta a que los muchachos ¿Vienes?

 

 

- Está bien… al menos borracho se te quita esa altanería.

 

 

- Admite que te gusta que sea así – Sonreía.

 

 

Riki adoraba las fiestas. Más si en éstas abundaba el alcohol y los hombres deseosos de diversión.

 

 

- Maldición… perdí – Arrojó las cartas.

 

 

- ¡Que bien! – Rourke celebraba – Anda. Ven acá muñecón.

 

 

Guy por su lado estaba con los brazos entrecruzados observando todo. Riki había perdido en el juego de cartas  y lo que pedía Rourke era un beso profundo. Todos sabían que Rourke le tenía ganas a Riki, inclusive el Guy y el propio Riki.

 

 

Cuando los muchachos dieron inicio el beso, la algarabía en el local aumentó. Riki era de los que no se negaban a un reto y dejó a Rourke deseoso de más ante su ardiente beso.

 

 

- Vaya… eso ha sido suculento ¿Qué dices Riki? ¿Te vienes conmigo ésta noche para que sepas lo que es bueno? – Le dio una mirada sugestiva.

 

 

- Puag… En tus sueños Rourke. Contigo ni a la esquina – Se divertía con las reacciones del otro.

 

 

- Pero si me has demostrado que tengo oportunidad…

 

 

De repente, Guy se levantó de su asiento y salió del sitio.

 

 

- Guy ¿A dónde vas?...

 

 

- Vaya. Otra vez se ha cabreado el pobre Guy – Hablaba Rourke sarcásticamente – Me preguntó de quién será la culpa.

 

 

- Cállate ¿Si?... Cuando quieres eres un completo pelmazo…

 

 

Riki se levantó de su sitio y fue tras de Guy.

 

 

- Jum… que mal – Rourke se tiró en su asiento – Cuando pensé que por fin tendría mi oportunidad con el Riki…. ¡Dios! ¡Si esta como quiere el muy condenado!

 

 

- Deja de hacerlo Rourke ¿Qué no ves que Guy y él están juntos?

 

 

- ¿De qué mierdas hablas Sid? Ese Riki no anda con nadie. Es un amante errante. Es por eso que es tan deseable… ¿Qué no le has visto las nalgas? ¡Las nalgas! – Enfatizó. Tenía en su rostro una expresión de deleite – Todas apretaditas… ¡Yo quiero meterme ahí! – Ante el comentario el peliblanco le dio un fuerte golpe en la cabeza - ¡Auch!

 

 

- Cielos, hay que ver que eres un caso perdido.

 

 

- Ja ja Si, sigue soñando amigo.

 

 

- Tsk… cállate Norris.

 

 

Por fin, el pelinegro logró alcanzar al pelilargo.

 

 

- Guy espera… ¿Por qué te vas?

 

 

- ¡¿Crees que para mí es fácil verte coquetear con los demás?!

 

 

Riki se mostró serio. Odiaba a los hombres celosos que pensaban que podían llegar a poseerle…

 

 

- No tienes que ponerte así. Ni que fuéramos pareja.

 

 

- Ese es el problema… lo siento Riki. Me voy a casa…

 

 

- ¡Guy, espera! ¡GUY!... mierda… la he vuelto a liar – Se sentó en una roca del camino – “Ese hombre realmente parece interesado en mí. Todo éste tiempo estuvimos haciéndolo sin problemas… pero de un tiempo para acá se ha vuelto más y más posesivo. No sé si quiera a alguien diciéndome qué hacer o qué pensar… es tan molesto… ¿Por qué Guy siempre me hace pensar en cosas que no quiero?” – Se rascaba la cabeza, estresado – “Pero no quiero que se enfade y deje de hablarme, nunca me ha dejado por más mal que le he tratado. Eso debe de significar algo ¿No? Es el único que logra soportarme… soy… un fiasco…” 

 

 

Toc Toc!

 

 

- ¿Riki? ¿Qué haces aquí?

 

 

- No quiero regresar a casa. Me preguntaba si podías dejarme pasar.

 

 

- Es algo tarde.

 

 

- Lo sé. Nunca te ha molestado la hora para recibirme.

 

 

Guy suspiró y procedió a dejarle pasar al interior de la casa.

 

 

- Los muchachos preguntaron por ti.

 

 

- ¿Si…? – No muy interesado en el tema.

 

 

- No debiste irte así. Piensan que te estás volviendo un adulto aburrido.

 

 

- Tal vez tengan algo de razón. He tenido que madurar un poco.

 

 

- Si. Muy aburrido – Afirmó – Espero que de tanto pasármela contigo no se me termine pegando ese aburrimiento tuyo.

 

 

- ¿A qué has venido realmente Riki?

 

 

- Me preguntaba si querías un poco de calor.

 

 

- …

 

 

- Aunque claro, si quieres me puedo ir “señor maduro”… ¡!

 

 

Guy le impidió que se moviera, tomándolo con rudeza de las muñecas. Riki permanecía apoyado en la pared mientras contemplaba a un pelicastaño evidentemente extasiado.

 

 

- Sabes que no voy a dejarte ir Riki.

 

 

- Sé que no - El muchacho sonrió.

 

 

- Ya verás como te hago gritar de placer…

 

 

- A darle pues.

 

 

Y así, las cosas funcionaban entre ellos.

 

 

- Guy…

 

 

- ¿Mmm?

 

 

- Lo de ser pareja… lo pensaré.

 

 

- No sé que tanto tienes que pensar ¿Te gusta estar conmigo no?

 

 

- Guy, entiéndeme…

 

 

- Está bien. Siempre lo hago…

 

 

- Gracias…

 

 

No lo sé… pero estoy cansado de estar en éste cuarto… solo y desnudo…

 

 

Ah… el cuarto, no hay lugar más seguro que él. Si no salía de ahí, estaría a salvo…

 

 

(De la realidad)

 

 

Nada ni nadie podía alcanzarme si no salía del cuarto. Es un lugar sagrado…

 

 

(Un lugar perfecto para fingir que nada estaba pasando)

 

 

Pero, es raro sentirse así en el cuarto… más que nada porque en uno mi mamá podría estar siendo devorada por un monstruo. Tal vez, si abro la puerta pueda salvarla… no, es más seguro esperar a que ella vuelva, me ha prometido que regresará cuando todo haya pasado…

 

 

(Para hacerme sentir mal luego por no ser un hombre, por no ser capaz de defenderla)

 

 

- Jum… que aburrido – No sé porque luego de recordar todo eso, de nuevo me veo cuando era niño.

 

 

El pequeño y desnudo Riki se subía a la mullida cama y se cubría de pies a cabeza con las sabanas. Una escena muy graciosa entrar a la habitación y ver el bultito de tela subiendo y bajando. Riki esperaba a que su mamá viniera a buscarlo. Pero el silencio venía dos veces, daba dos anuncios: Que algo estaba por empezar y luego que terminaba… estaba ya sumido en el primer silencio cuando los escuchó.

 

 

- Oh… son esos feos grillos otra vez – Se cubría las orejas con la sabana que jalaba - ¿Se habrán metido en el cuarto?...  no, no los veo. Deben estar dentro de mi cabeza… que molestos son… - Se daba golpes repetitivamente en la cabeza - ¿Por que no los puedo callar? Quisiera… matarlos…

 

 

Riki se movía de un lado a otro en la cama, distrayéndose de los ruidos el suficiente tiempo…

 

 

- …Se han callado… los grillos - Se mantenía quedito y con los ojos cerrados.

 

 

Una voz apagada lo llamaba desde afuera de las sabanas.

 

 

- Ya puedes salir… Riki…

 

 

- …

 

 

Pero Riki tenía dudas de salir de su fortaleza. Ya no era un niño, hablaba convertido en un bulto de tela.

 

 

- Vamos Riki ¿No que no querías jugar a esto?

 

 

- No. Mejor me quedo aquí, en ésta colcha. Es cálida y me dará todo lo que necesito – Protección y cobijo – Si llega a llover no habrá problemas, se chupará toda el agua estoy seguro – De vez en cuando mis ojos tenían una que otra filtración.   

 

 

- Hijo… no puedes estar toda la vida ahí – Trataba de convencerle la pelinegra.

 

 

- ¿Por qué no? – Se quejaba el bultito acolchado.

 

 

- Porque necesitas salir a comer.

 

 

- Una representación psíquica de la infancia de alguien, no necesita más alimento que sus traumas internos – Wow… profundo. Aunque no lo entiendo.

 

 

- Bien… si quieres puedes quedarte en éste cuarto y en ésta cama pequeño Riki, pero si lo haces, nunca podrás crecer.

 

 

- ¡No quiero crecer! – Sacudía sus pies descalzos dentro de las sabanas - ¡Los adultos son egoístas y solo quieren hacer daño! No quiero, no quiero… no quiero crecer…

 

 

- Tarde o temprano tendrás que hacerlo. Todos lo hacen, hijo mío.

 

 

(Recuerdo recortado por la divagación)

 

 

Mmm… No sé que ha sido eso, creo que mi cabeza cambió un poco lo que está en mi memoria, porque no recuerdo que mi mamá dijera eso o que yo me expresara así… mmm, que raro… eso me hace pensar ¿Qué parte de nuestros recuerdos son reales y qué otros son “acomodados” por nuestra cabeza para hacer la vida más divertida o para olvidar la basura que hay en la realidad o para darnos una aburrida lección de un modo complicado pero más interesante? Después de todo, no recordaba que Guy fuera tan celoso y irritantemente manipulador hasta que regresé a Ceres y volvimos a vivir juntos, antes de eso recordaba que era “un hombre increíble que es buena gente con todo el mundo y le debía toda mi santa devoción por eso”… que curioso, ahora que pienso en Iason no pienso en él como lo hacía antes… es como si… como si mi mente de nuevo se pusiera a juguetear con lo que hay ahí dentro. Iason… (Sé que no debería pensar en él, pero no puedo evitarlo)… Iason… él… no siempre fue malo conmigo ¿Qué acaso lo he olvidado?... ¿Por qué sólo me pongo a recordar las cosas malas que pasaron entre nosotros? ¿Qué pasó con todo lo demás? Todo el mundo tiene sus cosas buenas y malas... mmm… me duele la cabeza…

 

 

- Es más seguro aquí Riki adulto.

 

 

¿?...

 

 

- ¡Hey! ¡Aquí abajo!

 

 

Oh, parece que el Riki niño me habla a mí, la parte que vaga por los recuerdos como si fuera un fantasma (no veo mi cuerpo por ningún lado).

 

 

- Quédate bajo las sabanas y todo lo molesto pasará - El bultito continúa convenciéndome y los grillos empiezan a inundar el cuarto, pero no entran hasta dónde está el pequeño Riki, por eso él sólo los oye pero no los ve – ¿Los oyes? Han venido a la casa a jugar. Son muy ruidosos pero no te preocupes, pronto se irán. Ignóralos. Son la comida favorita del monstruo. Quédate aquí, anda, mamá vendrá y todo acabará. Verás que es más divertido que ponerte a pensar en todas esas cosas malas.

 

 

Eso es…

 

 

Ahora que lo pienso, he estado mintiéndome siempre… Guy siempre fue sincero, en todo momento demostró ese lado posesivo suyo, ese lado posesivo que también tenía Iason, mi padre y por no decir todas las personas. Sólo que es mi culpa que hayan estallado de aquella manera (bueno, al menos en lo que refiere a Guy y a Iason, no sé que llevó a mi padre a ser un bastardo de primera); no quería alejarme de Guy y tampoco quería dejarle vivir su vida sin mí, por eso había aceptado el trabajo de mi padre en la hacienda Mink, porque podría mantener ese amor en la maldita distancia; lo sé, fue algo cobarde de mi parte… en cambio con Iason… nunca me esperé nada de lo que pasó con ese hombre. Creí que sólo era sexo, pero a pesar de que empecé a notar que se estaba pareciendo a Guy (y Guy a mi padre), no hice nada para evitarlo. Temo decir que me hice el loco, pero realmente eso fue lo que hice ¿Por qué puñetas? No estoy seguro… quizás me estaba creyendo el cuento, pensé que funcionaría de esa manera, que sería perfecto así, que el “por siempre” me sacaría del apuro. No conté con que, no soy el único que decide porque no soy el único que habita en el mundo. Fui egoísta también con Iason… y después de todo lo que tuvo que sufrir por culpa de sus padres y de sus abuelos. Me siento una basura. Incluso pienso que aquello que pasó en el establo fue un castigo leve, aunque creo que me estoy pasando con eso… ¿Será que heredé la crueldad de mi padre? ¿Puede ser eso posible? ¿O debido a todo lo que pasé me volví un completo desgraciado?… ¿Sería capaz de lastimar a mi hijo así?

 

 

Riki sin quererlo, utilizaría aquella situación como una manera de “escape” en cada problema que se le presentara. Cuando niño pensaba que escuchaba grillos cantando en su cabeza al estar en la habitación, de adulto se daba cuenta de que su mente había “tachado” los ruidos sexuales y extrañamente había abstraído el cantar de los grillos de otro recuerdo (el del grillo con la pata rota) para llevarlo a hasta los recuerdos dentro de la habitación cercana a la de sus padres. Ya de adulto, los grillos que no veía (pero sabía que estaban ahí) representaban otras cosas: Problemas de pareja, problemas económicos, miedo a la responsabilidad, terror al pasado y al futuro…

 

 

Por lo que siempre terminaba así: Desnudo en una habitación llena de grillos cantores.  Grillos que no lo dejaban oír otra cosa, que no lo dejaban pensar… que lo asfixiaban… hasta que todo “supuestamente” se solucionaba de la manera más fácil: Con el sexo. Lo que lo hacía sentir bien y culpable a la vez. Bien por lo que lo hacía sentir físicamente y culpable porque era decisión propia huir de esa manera.

 

 

(Momento de sensatez por parte del yo consciente de Riki):

 

 

 

En el cuarto todo es más seguro. Cuando no entendía algún sentimiento o alguien me hacía pensar de más, no podía evitarlo, tenía que arrastrarlo hasta el bendito cuarto… allí dentro puede haber todo tipo de cosas que alguien puede utilizar para resolver sus problemas: Una lámpara, una silla, ropa tirada, una mueble, una bacinilla, un espejo algo astillado en una esquina… pero no, yo era más ingenioso, me fijaba en las camas, porque ahí se suele tener relaciones (aunque sabemos que se pueden tener en todos lados, somos creativos) y el sexo te hace olvidar lo que recuerdas aún estando en el cuarto… cielos, realmente estaba huyendo de todo como mamá me lo había enseñado. Gracias mamá por tirarme de cabeza en ese cuarto. Y a ti papá por inspirarla a crear ese juego para mí… para protegerme…

 

 

Aún así… sin darme cuenta las cosas llegaron hasta éste punto… cuando estaba con las mujeres les daba su espacio, nunca comprometiéndome para evitar amarrarlas, creyendo que de aquel modo mantenía su integridad intacta, secretamente resarciendo la libertad robada de mi madre…

 

 

- ¡¡Riki estúpido!!

 

 

Plass!!

 

 

Riki recibía las bofetadas de las mujeres como un acto comprensivo.

 

 

… Pero estaba equivocado, ellas necesitaban ese “compromiso”, no para sentirse necesarias ni atadas, sino como muestra de ese aprecio que yo creía demostrarles al no comprometerme con ellas…    

 

 

Mientras que mantenía a las mujeres protegidas en una burbuja, mi relación con los hombres se volvió un tanto más compleja (más siendo que soy yo uno)… Por un lado los amaba y por el otro los odiaba; creo que por eso los he buscado más a ellos para satisfacerme, debido a los sentimientos encontrados que tengo referente a mi padre, ese cariño/odio que tuve por él de niño y que aún después de adulto, conservo.

 

 

- ¿Qué no lo entiendes? ¡Yo no soy de nadie y jamás lo seré! Si quieres a alguien que te sea fiel consíguete un perro.

 

 

Esa era mi frase favorita para terminar con esos sujetos que pretendían exigirme fidelidad…

 

 

A las mujeres les entregaba autonomía y ellas lo tomaban como falta de tacto; a los hombres les recalcaba que no quería compromiso al tiempo que los hacía enviciarse conmigo, luego y sin darme cuenta, me satisfacía cuando sufrían por no tenerme…

 

 

Buscando de proteger a mamá y de castigar a papá, todo eso en cada una de las personas con las que me involucraba amorosamente.

 

 

No es raro que mi vida sea tan complicada. Siendo que he estado viviendo dividido entre dos caminos todo éste tiempo.

 

 

Dios… sólo ahora me doy cuenta de todo esto… he estado actuando como un niño cuando se supone que ya soy un hombre.

 

 

Sal, Riki.

 

 

Hijo mío… cuando te tenga conmigo, prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para que estés orgulloso de tu padre.

 

 

Hasta aquí ésta cadena de dolor… se acabó…

 

 

Ya nada podrá hacerte daño…

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

 

 

No sé si fue algo fumado, después de todo era como si Riki hubiese tirado una sabana encima de su pasado y en éste capi fuimos quitándola poco a poco… hasta por fin encontrar al pequeño Riki asustado - el niño interno – (inner: sip… definitivamente, debe ser el café el que te hace imaginarte todas estas locuras O_O) j aja no sé, así se me ocurrió x,D

 

Bien, hay algo que quiero aclarar siendo que es un tema muy delicado que se ha estado tocando a lo largo del fanfic y es alarmante los casos en mi país como en el resto del mundo, como lo es “La violencia en las relaciones de pareja” u_u mis queridos lectores, quiero que estén conscientes de que DE NINGUNA MANERA debe aceptarse ninguna clase de violencia (llámese verbal, física, psicológica) por parte de la pareja, si aquí se ha aceptado es porque es un fanfic y por lo tanto todos sus personajes son ficticios, pero en la vida real las personas actúan de manera distinta, digo, si hay casos en que la gente se arrepienta y cambie su modo de actuar, pero es mejor no arriesgarse y por lo tanto, se recomienda alejarse de personas que atenten contra nuestros derechos (seamos mujeres u hombres) así que ya saben: Amor para nada tiene que ver con maltrato. Quiéranse y busquen de compartir su vida con quienes sólo desean lo mejor para ustedes ;) Ya saben: Díganle NO a la violencia de cualquier tipo n_n En fin, sacada ésta espina que me clavé yo misma xD no me queda más que agradecerles por haber leído hasta aquí y si es de su agrado dejar algún comentario ^w^ les mando millares de besos y abrazos!!! <3 Hasta la siguiente oportunidad!! Bye Bye!!    

 

 

 


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