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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

 

Hola a todos mis queridos y adorados lectores, espero que estén muy bien a la hora de leer esto n_n etto… Gomen!! Honto Gomen por hacerlos esperar una vez más!!! Sobretodo si ya casi tenía el capi listo X_x digo “casi” porque antes de publicarlo (hace como un mes xD) tomé una decisión y por ende me atreví de atrasar la publicación un tiempito más… en fin, les había comentado que faltaban unos 3 o 4 capis para terminar el fanfic, pero debido a varios factores muy importantes y vuelcos inesperados en la vida de ésta autora, que no describiremos aquí (no creo que mi vida les parezca ni un poco interesante xB) decidí reunir todo lo que tenía ya escrito y darle punto final a ésta historia (inner: ¡¡¡¡MOMENT!!!!! Wait, wait, wait… Quieres decir… o.o) sip, éste es el capitulo final de Corazón Indómito ^.^ (inner: tan inesperado! OoO) je je lo mejor es terminarlo de una buena vez, me parece que nos merecemos, tanto ustedes como yo, no seguir extendiendo esto (inner: nos agarrará otro año si no lo haces ¬///¬) ja ja conozco a mi musa, luego de los bloqueos, es capaz de llegar con nuevas ideas que extenderían ésta locura hasta el capi 100… no creo que algún lector ni yo soportemos algo así, suficiente tortura ya les he provocado los últimos años n_nUuu En fin, espero que el capi sea de su agrado y que puedan perdonar tan abrupta decisión, sé que comprenderán que en otros términos todo hubiese sido de distinta manera nwnU pero tranquilos que seguiré escribiendo, sé que tengo fanfics desactualizados que necesitan ser desempolvados y nuevas ideas que me están taladrando cada día el cerebro para que les preste atención, sólo que necesito dedicarme a historias más ligeras y ésta definitivamente no lo es, créame, demanda muchísima atención xB Nos leemos en las notas finales mis queridos y adorados lectores n.n (inner: omg! No puedo creer que esto esté pasando o//w//o)

 

 

 

 

 

 

 

- Por favor Riki, es lo mejor.

 

- Mmm… no estoy loco.

 

- ¿Pero qué dices querido? No es sólo para los locos. Aunque si te pones a pensar, cada persona está un poco insana.

 

- Eso es verdad… - A pesar de su afirmación, el pelinegro se atrevió a hacer un gesto de inconformidad.

 

El hombre no estaba del todo convencido con la idea de su pareja de verse con un psiquiatra. Siempre había oído que cuando la gente se volvía loca y no tenía esperanza de mejorarse, era mandada a verse con un psiquiatra, luego de eso era mandado al manicomio donde por lo general muy pocos salían y si lo hacían no era muy “cuerdos” que se dijera… obviamente, Riki estaba bastante mal informado. Ignorancia en todo su esplendor. 

 

- Además no irás solo. Yo también concertaré una cita.

 

Finalmente, el joven accedió a la petición del rubio, ya que era la única condición para que pudieran irse de la ciudad. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de regresar a su amado campo.

 

El consultorio le brindó a Riki una sensación bastante confortable, más los nervios los demostraba jugueteando con sus dedos de manera casi errática. No estaba acostumbrado a contarle sus asuntos a un extraño, mucho menos si se trataba de asuntos que ciertamente deseaba mantener en el cajón del olvido….

 

- Por favor señor Riki. No tiene porqué sentirse nervioso. Expresar sus sentimientos es totalmente natural.

 

Observó a la mujer de cabellos totalmente platinados, seguidamente al escritorio donde una franja con el nombre “Miss Julya”  resaltaba orgullosamente por toda la habitación… de nueva cuenta vio a la mujer anotando en su libreta.

 

- ¿Piensa que estoy loco?

 

- Todos tenemos algo de locura ¿No lo cree?

 

- Puede que tenga razón. Iason me dijo lo mismo.

 

- Pero su problema no es ese. Usted está claramente atravesando una depresión.

 

- ¿Depresión? – Se acomodó en su sitio tras haberse levantado un poco – No lo creo…

 

- ¿Por qué no lo cree?

 

- Pues… tuve una amiga a la que le dijeron que estaba deprimida. La pobre no hacía más que llorar… no me la paso llorando – Se rascó el tabique de la nariz.

 

La mujer le mostró una leve sonrisa.

 

- El llanto no es la única careta de la depresión, una persona puede mostrarse feliz, radiante, alegre en todo momento y con todo el que lo rodea… y sin embargo, estar lleno de un enorme pesar.

 

- Mmm puede ser… - Seguidamente, Riki vociferó para sí mismo: – Así que estoy deprimido…

 

- Si. Y tiene razones para estarlo. Pero más que nada una razón… - Hizo una pausa – ¿No dijo que se sintió triste luego de conocer al hijo de su cuñado? Ese acontecimiento le recordó que tiene un hijo que desconoce…

 

- Eso pasó, si… - Le dio la razón a la mujer, sintiendo que de pronto su cuerpo se desparramaba sobre el asiento.

 

- No se preocupe – Mencionó con tranquilidad  - Trataremos con su depresión y con la otra situación que me preocupa…

 

- ¿? ¿Qué otra situación?

 

- La violencia. Ya que su vida estuvo llena de ella señor Riki, es más proclive que otras personas a soportarla… o en otros casos a generarla… por supuesto, estos son actos inconscientes.    

 

No se había dado cuenta de ello… de pronto se percató del para qué estaba en ese lugar. Tenía que tratar con su problema, de lo contrario, quisiera o no, en un futuro podría volver a caer en el círculo vicioso de la brutalidad…  Pensó en Iason, en la posibilidad de lastimarlo de nuevo y también en su hijo, en lo que pudiera hacerle al cargar a cuestas tan pesado programa heredado; eso lo asustó mucho.

 

- Yo… no quiero hacerle daño a mi hijo… mucho menos a Iason – Agregó – Ya no más…

 

De pronto, sintió como la mano de la mujer tomaba una de las suyas.

 

- Así es Riki – Sonrió, transmitiéndole seguridad – No te preocupes, no le harás daño a ninguno de ellos… ni tampoco más a ti mismo.

 

- ¿Cómo así…?

 

- Negarse la felicidad también es una forma de auto violentarse.

 

- Esto es… tan complicado – Se llevó las manos a la cabeza.

 

- Tranquilo. No hay que apresurarse. Paso a paso es que se obtienen mayor y mejores resultados. 

 

Mientras que Riki estaba atado a la violencia por lo ocurrido con su padre, Julya concluyó que la manera obsesiva en que Iason amaba, no era otra cosa que un miedo compulsivo al abandono; miedo que tenía raíz desde la perdida de su madre a temprana edad; dicha perdida lo había marcado de manera tal, que el hombre estaba dispuesto a todo con tal de no verse alejado de lo que consideraba preciado – para muestra lo vivido en su relación con el joven mestizo-; aquel miedo lo había llevado a comportarse tan irracionalmente en múltiples ocasiones… Entender todo esto, evitaría que en un futuro, Iason llegara a pensar que Riki fuera a abandonarlo, ya que, aunque le dijera que lo amara, por dentro “creería” que el joven tendría la necesidad de abandonarlo… ¿Y cómo no pensar de aquel modo si su madre lo había dejado cuando apenas era un niño? Porque la muerte es considerada una forma de abandono…         

 

- Sé que pasó hace mucho tiempo… pero no puedo olvidarlo.

 

- ¿Qué no olvidas?

 

- El rostro de mi hermana… - Se corrigió: - No, el rostro de mi madre cuando estaba en el ataúd. Lucía tan serena, tan inalcanzable…

 

- ¿Es un rostro que quisieras olvidar? – Ponía total énfasis en el lenguaje corporal de rubio.

 

- Si; la serenidad no me ha dado más que pesar. Antes de cada evento terrible que me pasaba, siempre experimentaba esa calma silenciosa, angustiosa, lacerante… como las luces de un faro preludiando un choque. Pero muchas veces prefería que aquel momento desastroso llegase lo más deprisa, lo prefería a tener que seguir sumido en esa falsa serenidad… - Agregó luego de una pausa: – Cuando Riki cayó en coma lo sentí, y ahora no sé porqué de nuevo vuelvo a experimentarlo, ese terrible vacío que no me deja respirar…

 

- ¿Temes qué la serenidad que ha tomado tu vida no sea otra cosa que el anuncio de algo terrible?

 

- O al menos de algo que desconozco ¿Cómo dudarlo si siempre ha sido de ese modo? – Su mirada azulada se hallaba perdida – Una parte de mí teme que Riki no sea feliz estando a mi lado… una parte teme que jamás logremos encontrar a su hijo… otra sufre sin saber el motivo… me siento culpable, por lo que alguna vez hice... aunque Riki me haya perdonado… no puedo evitar sentirme así…

 

- La vida señor Iason, se vuelve verdaderamente desesperante para aquellos que se preocupan por lo que ya pasó o lo que aún no ha sucedido – La mujer le miró fijo – Tiene que comprender que no puede tener el control sobre todo lo que pasa, pero es su decisión actuar de la manera más favorable… después de todo, la persona que estaba en ese ataúd era su madre, no usted. Si no se libera de aquel encierro que ha creado con sus temores, por más que se esfuerce, no será feliz.  

 

Luego de que empezaran a asistir a aquellas terapias, Iason y Riki sintieron como si se hubieran quitado un enorme peso de encima. Riki recordó mucho de lo experimentado durante su perdida de conciencia, el “encuentro” con su padre y con su madre, así como la comprensión de su actitud en el pasado. Iason se dio cuenta de la existencia de un odio antiguo hacía los que eran sus abuelos, Evangeline y Amado, por haberles arrebatado  la posibilidad de tener a Felicia como su madre y sumirlo en una sarta de mentiras.

 

Percatarse de todo aquello les dio la oportunidad de poner de su parte para sanarse.  

 

- …Y así fue como mi madre le metió la idea a Katze de que nos casemos porque a según, estamos dándole mal ejemplo a Leonardo Fernando con lo de vivir en concubinato ¡Los bebés no saben de mundo! – Raoul suspiró - ¿Tú que opinas?

 

- ¿Qué no te quieres casar Raoul? – Fue su respuesta.

 

- Pues… claro que si Iason… es sólo que… - Guardó silencio.

 

- ¿Qué ocurre? ¿Temes que Katze te quiera quitar todo tu dinero? – Bromeó.

 

- Ojalá fuera algo tan trivial.

 

- ¿Entonces?

 

- ¡Ains! Que la idea en cuanto la expuso mi madre me volvió desquiciado ¿Cómo no querer casarme con mi adorado atardecido?

 

- ¿Y entonces? – Volvió a mencionar.

 

- Bueno, no es habitual que esté de acuerdo con mi madre… eso me erizó hasta el último vello. Además, temo volverme maniático… - Entrecerró el mirar - Tú sabes como me ponía ante cualquier tipo de eventos… aunque halla cambiado en cierta forma, hay mañas que nunca se quitan. Sobretodo porque sé que al ver a Katze de punta en blanco, mi autocontrol podría llegar a fallarme… Ah, ¡La carne es tan débil! – Hizo un gesto con su mano ante su preocupación.

 

Al Mink realmente le causaba gracia las ocurrencias de su hermano. Desde la llegada de Leonardo, Raoul se la pasaba metido de un drama en otro.

 

- Iason… - El ojiverde se apresuró en tomar ambas manos del ojiazul entre las suyas - ¿Qué te parece la idea de que ustedes se casen junto con nosotros? Si se trata de una boda doble por ningún motivo se me pasaría por la cabeza que soy el centro de atención… ¿Verdad qué es una buena idea? Después de todo ustedes estaban planeando casarse desde hace mucho ¿No? Así terminarían de hacerlo de una vez por todas.

 

Cuando se lo hubo comentado al moreno, la respuesta fue bastante positiva.

 

- Por mí no hay problema. Siempre y cuando pueda invitar a los muchachos.

 

- Tú puedes invitar a todo el que quieras mi amor.

 

- Por cierto… ¿Podríamos tener un grupo que toque música popular? Fui a un par de bodas en mi pueblo… ah... – Suspiró para seguidamente sonreír – Bailaba hasta que me dolían los pies… ¿Crees qué se pueda? – Preguntó, ya emocionado con la idea.

 

- Lo hablaré con Raoul. Tendrás todo lo que quieras. Aunque no creo que debas esforzarte.

 

- Vamos, tampoco tienes que cuidarme tanto, tan mal no quedé. Ya me viste correr el otro día – Suavizó su mirar – Seguramente Katze bailará con Raoul… me sentiría mal si simplemente nos quedamos sentados… Oh… eso significa también que habrá licor en cantidad… hace tiempo que no pruebo ni una gota de Stout… - Se le hizo la boca agua.

 

- Ni creo que puedas, aún estás tomando medicamentos y sabes que no se pueden mezclar con ningún tipo de alcohol… por eso sigo pensando que lo mejor es que nos quedemos aquí un tiempo, no quiero tener ninguna clase de problemas para obtener todo lo que necesitas.

 

- … - Lo sintió como una especie de queja. De pronto, una idea desconcertante emergió de lo más profundo de su cerebro. Esa idea lo mortificó a tal extremo, que para él fue imposible callársela – Iason, dime una cosa… así como estoy… ¿No soy una carga para ti?

 

- Pero… ¿Qué es lo que estás diciendo Riki? – Lo comentado lo dejó totalmente perplejo.

 

- No sé…- Se mostraba sumamente serio – Lo he estado pensando desde hace un tiempo…

 

 

- ¿Pensando qué? – Iason se acercó y le encaró, buscando de sacarle una a una todas sus preocupaciones.

 

- En que quizás… podría llegar a tener alguna secuela en el futuro… no quisiera causarte más dolor…

 

Le fue imposible continuar hablando, Iason lo abrazaba efusivamente.

 

- No vuelvas a decir semejante tontería. Yo te quiero así como estás, nada me hará cambiar de idea.  

 

- Iason… - Se aferró con mayor fuerza al cuerpo de su amado. Era cierto, ya no se sentía tan fuerte como antes y era esa sensación la que lo hacía pensar de aquel modo – Yo… iré a dónde tú lo desees. Si piensas que lo mejor es que nos quedemos aquí luego de la boda…

 

- Riki…

 

Tomó al chico del rostro y juntó sus labios.

 

- No puedo esperar a empezar a vivir como verdaderos esposos – Comentó el rubio sin dejar de acariciarlo.

 

- No veo cual es la diferencia – Las mejillas de Riki adquirieron algo de color – Para mí, tú y yo ya estamos casados desde hace mucho.

 

Las palabras del moreno hicieron sentir a Iason extremadamente dichoso.

 

- Te compraré un brillante y costoso anillo.

 

- ¿Para qué? Éste que tengo me gusta mucho – Mencionó mientras mostraba su mano, dónde descansaba en el dedo corazón, el anillo que Iason le había devuelto.

 

- Digamos que ese es sólo el anillo de compromiso. Necesitamos unos anillos de casados ¿Me acompañarías a comprarlos?

 

- Está bien mi amor - Riki asintió junto a una enorme sonrisa.

 

Katze y Riki decidieron dejar todo lo referente a la planeación del gran evento en manos de los hermanos, quienes evidentemente estaban más familiarizados con las fiestas. Hicieron todo lo que estuvo en sus manos para llevar a la realidad la boda soñada.

 

- Nos casamos mañana – Comentó el pelirrojo.

 

- Así es… ¿Qué tal una despedida de soltero? – Planteó Riki – Podríamos ir a hacer travesuras por ahí.

 

- ¡Ja! Ni tú ni yo tenemos cara de hacer travesuras a éstas alturas – Le pareció divertido el comentario.

 

- Tienes razón – Sonrió – Además si esos dos se llegan a enterar de que hicimos algo indebido, son capaces de mandarnos a dormir al sofá en la noche de bodas.

 

- No bromees con eso, que para mí ya es mucho aguantarme un día sin tocar a Raoul.

 

Habían quedado en que Katze y Riki se quedarían en un sitio aparte aquella noche, mientras que los hermanos estarían en otro. Todo idea de Raoul para aportarle más drama al asunto.

 

- No sé para qué toda ésta tontería de quedarnos a dormir ésta noche separados – Confesó el pelirrojo extrañando al Am en su lecho – Ni que ustedes fueran vírgenes y se fueran a entregar por primera vez luego del casorio.

 

- Oye, no cuestiones todo éste asunto del romance – Se acomodó en la cama – Te aseguro que esos dos deben de estarse pintando pajaritos. No me sorprendería que en la fiesta los más simples seamos nosotros… y mis amigos, claro.

 

- Con tal de que Raoul sea feliz…

 

- Lo mismo digo. Si Iason es feliz…

 

Ambos sonrieron. Se acomodaron en la cama, buscando de dormir.

 

- Uf… estoy que no me aguanto – Más a Katze le costaba conciliar el sueño, no dejaba de moverse de un lado para otro – No hay remedio, tendré que ir al baño… Mañana por la noche Raoul sabrá lo que es bueno – Mencionó para luego meterse al cuarto de baño.

 

- Ja ja demasiada información – Expresó – Es la tercera vez que se encierra en el baño a desocuparse… y yo que pensé que era el único que estaba “nervioso”.    

 

De aquella manera el gran día llegó. En la citada fiesta se reunieron después de años de no hacerlo, las familias Mink y Am. Mientras que por un lado Bernice y Evangeline competían indirectamente por ser más atractiva que la otra, Amado extrañamente sentía la falta de su querido Fernando.

 

- Es hermoso tu nieto Bernice – Dijo Evangeline.

 

- Y todo un encanto. No llora más que lo necesario y si por él fuera se la pasara todo el día durmiendo – Mencionó la ojiverde. Es como tener una mascota.

 

- ¡Y tú muchacha! Tan buena como para hacer lo que hiciste por tu hermano…

 

- Yo lo quiero mucho, era lo menos que podía hacer - Ema, quien se encontraba con ellas, mecía el nene, muy bien vestido para la ocasión – Es divertido, Leo tiene una mamá y dos papás – Sonrió inocentemente.

 

- Realmente eres un pan de Dios querida – Anunció Bernice, contenta con que tan increíble chica formara parte de su familia.  

 

- Me muero de ganas de ser abuela… - Comentó Evangeline - “Bueno, en éste caso bisabuela…”

 

Para Amado fue una agradable sorpresa volver a encontrarse con Daryl.

 

- Joven Daryl, bienvenido. Dime ¿Quién te acompaña?

 

- Es Salvador… mi pareja – El pelicastaño se sonrojó al confesarlo.

 

- Un placer – El hombre hizo una reverencia tras ser presentado.

 

- Vaya… no me lo esperaba ¿Cómo sucedió?

 

- Esa es una historia muy interesante… - Salvador sonrió tras darle una mirada a su querido.   

 

Los antiguos miembros de Bison también hicieron acto de presencia. Guy junto con Sid, Norris presentó su nuevo novio extranjero – un comerciante bastante apuesto que había quedado prendado del chico desde el primer momento -, y Rourke sorprendió a todos cuando apareció con una mujer con la que tenía pensado contraer nupcias. Parecía que finalmente, los atolondrados miembros del grupo habían decidido sentar cabeza.

 

La impresión fue masiva cuando “los novios” hicieron acto de presencia. En el altar se encontraban Iason y Katze esperando, mientras que Raoul y Riki eran escoltados por Amado. Los hombres no pudieron evitar pensar en sus respectivos padres y por un instante, desearon poder haberlos tenido a su lado en un momento tan especial.

 

Aunque Riki no había estado muy convencido con ser el que participara en la caminata nupcial que normalmente suele hacer la novia, pero Raoul que aún conservaba un poco de ese deseo de llamar la atención, adoró por completo la idea de ser participe dicho recorrido, evidentemente innecesario...  El moreno agradecía por lo menos, llevar puesto un traje de gala y no un pomposo vestido.

 

- Que guapos se ven – Era alguno de los comentarios de los presentes.

 

Allí se encontraban, caminando hacia los hombres que más amaban en el mundo; se ruborizaron de inmediato. Iason y Katze estaban embobados, maravillados y haciendo lo posible por aguantarse la conmoción del momento. 

 

- Aquí se los entrego. Háganlos felices – Mencionó Amado tras entregar a los novios.

 

- Raoul no llores – Pidió el pelirrojo al darse cuenta de que el ojiverde ya había empezado a derramar las lágrimas – Aún es pronto para eso mi amor.

 

- Estás pidiéndome demasiado… - Trató de calmarse, pero era evidente que la emoción ya se había apoderado de su ser. Se abanicó un poco con la mano. 

 

- Vaya sujeto… - Espetó Riki ante la reacción inesperada y según él exagerada, del rubio de los bucles. Cogió las manos que Iason le había tendido, fue entonces cuando el mismo Riki se dio cuenta de su propio nerviosismo, estaba temblando un poco, por no decir demasiado.

 

- No te preocupes Riki. Si también quieres llorar puedes hacerlo – Comentó el ojiazul.  

 

- Prefiero sonreír – Al hacerlo, junto a sus mejillas ruborizadas, su rostro tomó un aire sumamente tierno.

 

El padre dio su respectiva charla, hasta la mención de la pregunta que deja en vilo a más de uno: ¿Lo aceptas para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza hasta que la muerte los separe?

 

Dos parejas de amantes que habían pasado por tantas desdichas y luchado encarnizadamente por alcanzar el amor; ellos, los mártires vencidos por Eros… ¿Qué podían responder ante tal incógnita?

 

- Si… - Los ojos brillaban como gemas sin importar el color – Acepto.

 

Era la respuesta esperada, era la respuesta indicada; y cada uno se sintió el ser más feliz del mundo.

 

Los labios se juntaron bajo una lluvia de aplausos. Todos los presentes se ponían de pie, alabando al amor, lo más preciado y excelso.

 

- Te amo – Era lo único que les provocaba decir.

 

(N/Sue: Luego de meses buscando la canción indicada, me pareció que ésta era la perfecta para que fuera el tema principal del fanfic n_n se llama “El centro de mi corazón”  y es de Chayanne)

 

 

Se me nubla el pensamiento de verte conmigo

Cuerpo a cuerpo en mis brazos ocupando éste sitio

Tanto amor me hace cruzar de punta a punta el cielo

Mi cabeza volando a través de tus besos

Tú, me has derribado los esquemas, cambiaste todos mis sistemas

Atándome a tu sentimiento

Tu amor me dio en el centro de mi corazón

El blanco más perfecto de mi perdición

Y como un rayo tu piel cayó en mí y me enamoró

A tu lado yo no tengo los pies en la tierra

Doy vueltas al universo persiguiendo tu estrella

Los caminos del amor que nuevos son contigo

Que de tu mano me llevan al edén prometido

 

Tú, me has derribado los esquemas, cambiaste todos mis sistemas

Atándome a tu sentimiento

 

Tu amor me dio en el centro de mi corazón

El blanco más perfecto de mi perdición

Y como un rayo tu piel cayó en mí y me enamoró…

 

Tu amor me dio en el centro de mi corazón

El blanco más perfecto de mi perdición

Y como un rayo tu piel cayó en mí y me enamoró…

 

Tu amor me dio en el centro de mi corazón

El blanco más perfecto de mi perdición

Y como un rayo tu piel cayó en mí y me enamoró

 

 

El tiempo pasaba y para ellos la vida no podía ser más perfecta.

 

El pequeño Leonardo crecía al igual que el amor de sus padres.

 

Por su parte, Iason y Riki daban lo mejor de sí para seguir adelante…

 

- ¡¿Ya es la hora?! – Aparecía el Mink totalmente preocupado.

 

- Si. Ya está por nacer… - Sonreía - ¿Me echas una mano?

 

Riki se hallaba ayudando a una de las vacas a dar a luz, la bovina había cumplido con todos los meses de gestación.

 

- Bien… ¿Qué tengo que hacer? – A pesar de que tenía a su cargo la hacienda desde hacía años, nunca tuvo la necesidad de formar parte en el nacimiento del ganado; dejándole siempre aquel trabajo a los peones.

 

- Mira… el becerro viene de nalgas, por lo que no podrá salir solo… así que voy a tener que meter las manos y sacarlo.

 

- ¡! – Iason se puso pálido.

 

- ¡Anda, no te asustes! Es algo que sucede con frecuencia – Exclamaba junto a una sonrisa burlona– Necesito que cuando logre sacar las patas me ayudes a jalarlo ¿Está bien?

 

El rubio se conmovió, Riki era todo un experto en cuestiones del campo. Realmente era admirable.

 

- Muy bien campeona. Vamos a sacar a ese becerrito – Le habló a la vaca luego de acariciarle el pelaje.

 

Acto seguido, Riki introdujo sus manos en el interior del animal. Iason desvió el rostro, realmente el moreno tenía agallas.

 

- ¡Lo tengo! – Emitió en señal de victoria - ¡No te quedes ahí parado Iason! ¡Está intranquilo y está pateando!

 

El Mink se acercó a socorrerle. Riki logró sacar las patas.

 

- Tómale de las patas o de la cola. Yo voy a tratar de ensancharle un poco el camino para que termine de salir el resto del cuerpo.

 

- Eres muy bueno en esto.

 

- Je… es mi mundo, eso es todo… bien – Continuó jalándole – Aquí viene la cabeza… ¡Listo!

 

Al terminar de salir el becerrito, empezó a moverse de un lado a otro, aturdido.

 

Los hombres se maravillaron, orgullosos de su hazaña.

 

Cada día que pasaban juntos era una dicha. Luego de mucho deliberar cuál era el mejor lugar para vivir, habían decidido mudarse a una casa más pequeña que Iason había mandado a construir especialmente para su amado en los terrenos de la hacienda; era la granjita de los sueños de Riki, donde él podía hacer realidad todo lo que siempre hubo imaginado. El rubio por tanto podía hacerse cargo de la hacienda sin descuidar por tanto tiempo a su esposo. Eso era algo que Riki agradecía enormemente. La vida que tenía ciertamente parecía perfecta.

 

- Uf… He logrado llegar antes de que me cayera la lluvia encima.

 

- ¿Cómo te fue? ¿Todo bien en la hacienda? – Riki le pasaba a su marido una toalla para que retirara las pocas gotas que habían logrado asentarse en su rubia cabellera.

 

- No hay de qué preocuparse. Los hombres que he dejado a cargo son sumamente eficientes.

 

- Que bueno.

 

- Me encanta ésta granja. Es como estar siempre de vacaciones.

 

Se sirvieron algo caliente y charlaron un poco. Iason no tardó en buscar el contacto con su marido, por lo que se acercó lo suficiente para tomar al pelinegro de la cintura. Mientras se besaban, los truenos empezaron a hacer de las suyas.

 

- Parece que se trata de una tormenta después de todo ¿Has asegurado las ventanas?

 

- Si.

 

- Bien… seguramente habrá mucho frío ésta noche. Tendremos que dormir más apretados para mantener el calor.

 

Antes de que Riki pudiera comentar con coquetería su comentario, un sonido atrajo su atención.

 

- ¿?... ¿La puerta? Que raro.

 

- ¿Crees qué sea alguno de los peones de la hacienda para informar de algo?

 

Le pareció extraño que con aquel clima alguien se aventurase a estar fuera. Riki abrió la puerta y la respiración se le cortó tras darse cuenta de quién se trataba.

 

- Si es aquí… – Exclamó la mujer que a pesar de traer consigo una gabardina y un paraguas, estaba empapada de pies a cabeza.

 

- No puede ser… - Inmediatamente hizo que pasara para luego, abrazarla con fuerza –… No puede ser… ¡Mimea…!

 

Se separaron. Su atención fue parar en otra parte, la mujer no estaba sola.

 

Al notar que Riki tardaba en volver a la habitación, el rubio se aproximó hasta la entrada.

 

- Riki quién… ¿Mimea? – También quedó asombrado.

 

- ¿Ella es…? – Preguntó el pelinegro, sin saber que hacer ni que decir...

 

La pequeña se mantenía aferrada a su madre, buscando de alejarse de los extraños.

 

- Si – Sonrió - Es tu hija Riki.

 

- Mi hija… - Riki se arrodilló y se llevó las manos a la boca ¡No podía creerlo! Todo su interior se volvió un solo tumulto.

 

- Es tu papi – Mimea le hablaba a la niña al tiempo que la empujaba suavemente – Ve con él.

 

Cuando la niña escuchó que aquel hombre se trataba de su padre no lo pensó más, se acercó y lo abrazó. Riki comenzó a llorar de la emoción al salir del evidente choque emocional ¡Aquella era la niña que había visto mientras estuvo por meses cavilando en sueños! Iason se conmovió ante el encuentro.

 

- Papi ¿Por qué lloras? – Preguntó la niña ante las lágrimas.

 

- Porque estoy feliz… muy feliz de conocerte – Como pudo se limpió el rostro.

 

- Yo también estoy feliz. Siempre quise tener un papá.

 

- Oh pequeña… ¿Cómo te llamas? – Preguntó con el hilo que ahora era su voz.

 

- Rita – Contestó la pelinegra.  

 

No lo pudo evitar. Al escucharla los ojos de Riki volvieron a aguarse.

 

- Te llamas Rita… - Miró a Mimea. No podía estar más agradecido.

 

- Te lo prometí: Si tenía una hija la llamaría “Rita”… – Sonrió –…Como tu madre.

 

Aquel era el regalo más hermoso que pudo darle.

 

- ¿Cuántos años tienes Rita?

 

La pequeña se miró la mano y pensó, fue sacando los deditos y ya segura se los mostró a su padre.

 

- Tres añitos – Sonrió el pelinegro, un poco entristecido por los años perdidos – Mi pequeña Rita – Volvió a abrazarla con fuerza, sintiendo de nuevo manitas frías de la pequeña – Por fin… gracias Dios…

 

Luego del emotivo encuentro, los hombres acomodaron todo para que Mimea y la pequeña Rita estuvieran cómodas.

 

La pequeña Rita jugaba con las burbujas mientras que su madre hacía lo posible por enjabonarle el cuerpo.

 

- ¿Te gusta el agua Rita?

 

- Si, está calentita – Sus mejillas estaban ruborizadas.

 

La mujer se alegraba, había sentido a la niña tiritar de frío todo el camino. Ciertamente se alegraba de hallarse tomando un baño con agua caliente.

 

- Mami ¿Te vas a quedar conmigo y con papá?

 

- ¿Qué te parece papá? – Fue lo que mencionó, mientras le arreglaba los cabellos - ¿Te gusta?

 

- Si – Sonrió – Mami…

 

- ¿Mmm?

 

- Ese señor que está con papá… ¿Quién es?

 

- Pues… ese señor va a ser tu otro papá.

 

- ¿Voy a tener dos papás?

 

- Así es. Eres muy afortunada mi vida – Le dio un beso en la mejilla.

 

Mimea se hallaba sentada a la mesa junto a los hombres y su hija, la niña comía uno de los panes dulces que su padre le había entregado. Riki estaba embelesado con su pequeña. No quería hacer otra cosa que mirarla, mirarla y mirarla como si no hubiera nada más que hacer en el mundo entero.

 

- Es realmente preciosa – La contemplaba como desquitándose por todo el tiempo en que se le privó de ello – Se parece mucho a ti Mimea – Todo le maravillaba de ella.

 

Y era cierto, sobretodo en la mirada, pero en todo lo demás era sumamente idéntica a Riki, y si Iason y Mimea hubiesen conocido a la madre de Riki, se hubiesen dado cuenta de que también tenía un aire a ella.

 

- Aw…

 

- Parece que alguien tiene sueño – Comentaron ante el bostezo de la niña.

 

Riki cargó a su hija y disfrutó cada momento, desde que la recostó, cuando la cubrió con las sabanas y hasta cuando le dio el beso de buenas noches en la frente.

 

- Buenas noches mi amor.

 

- Buenas noches papi… - Vociferó débilmente para finalmente quedarse dormida.

 

Riki sentía por dentro el revoloteo de miles de emociones. Tuvo que recargarse unos segundos mientras asimilaba lo que acababa de pasar… tener a su hija por fin a su lado… si aquel era un sueño, pidió no despertarse jamás.

 

- Estuvimos buscándote por todos lados – Mencionó Iason tras entregarle una taza de té - ¿En dónde estabas?

 

- En varias partes. Sabía que Raoul intentaría contactarme muy a pesar de que le pedí que no lo hiciera… varias veces sus investigadores estuvieron a punto de dar conmigo, pero pude despistarlos. Aprendí muy bien a moverme sin despertar sospechas. Luego estuvimos un tiempo viviendo en Sasan. Cambié mi peinado y mi estilo de vestir varias veces, todo para pasar desapercibida – En aquel momento, Mimea tenía el cabello corto y pintado de un color claro.

 

- Pero ¿Por qué? ¿Por qué te fuiste así Mimea? – Preguntó Riki al entrar en la habitación.

 

- Riki… Yo… estaba arrepentida – Se sintió avergonzada - Yo no quería causarte más mal del que ya te había hecho. Pensé que lo mejor era que me desapareciera de tu vida definitivamente…

 

- ¿Por qué pensaste que era la mejor idea? Si lo hiciste por mí te informo que a la final si me hiciste daño ¡Y mucho Mimea! – Se llevó la mano al pecho - Sabías cuánto quería ver a mi hija nacer… y me negaste eso. No sabes por lo que tuve que pasar… no ha habido un solo día en que no pensara en mi hija.

 

Mimea agachó la cabeza tras ver el dolor contenido en los ojos del hombre. 

 

- Lo siento Riki… es que… no pude soportar la vergüenza… Pensé que lo hacía por tu bien… pero ahora me doy cuenta de que fui una egoísta.

 

- Bueno. Lo importante es que ya están aquí – Intervino el rubio colocando su mano en uno de los hombros de la mujer – Raoul se pondrá muy feliz cuando se entere de que has vuelto.

 

- ¡No puede enterarse! – Anunció con total desespero – Al menos no hasta que me vaya…

 

- ¡! ¿De qué estás hablando? No te vas a ir a ningún lado Mimea – Habló Riki, angustiado por la idea de que la mujer se fuera y lo alejara de nuevo de su pequeña. 

 

- Riki… yo… tenía pensado vivir con mi hija en paz, nunca tener que volver, salir de sus vidas definitivamente… pero luego me enteré de que estoy muy enferma. No me queda mucho tiempo así que… estoy más tranquila ahora que dejaré a Rita en buenas manos… Me iré y está vez no volverán a saber de mí. Nunca más…

 

- Mimea… - El pelinegro la tomó de las manos – No te dejaremos sola. Te quedarás aquí con nosotros, no hay ningún problema.

 

- Riki… es terminal – Informó.

 

- No te abandonaremos – Aseguró.

 

- No hay nada que se pueda hacer… – Siguió ella.

 

- No hay que perder la esperanza – Quiso creer él – No tienes porqué pasar por todo esto sola.

 

- Riki… - Suavizó la mirada – Siempre has sido tan bueno… demasiado bueno…

 

Iason los miró abrazarse, tan compasivamente. Le pareció lejana y vergonzosa aquella época en que observaba la relación de aquellos dos con odio… Cuánto se apenaba de haberse sentido alguna vez así.

 

Tras la insistencia de Riki, Mimea aceptó quedarse.

 

La noche continuaba fría. Por más que trató, la mujer no pudo pegar un ojo. 

 

- Rita… mi pequeña, despierta – La movía con cuidado.

 

- … ¿Qué pasa mami? – Se estrujaba los ojos.

 

- Tengo que irme.

 

- ¿No puedo ir contigo al cielo? – Preguntó la pequeña con inocencia, conociendo el infortunio de su progenitora.

 

- No… tu papi te necesita. Tienes que estar con él… - Le acarició los cabellos – Prométeme que serás una buena niña.

 

La pequeña asintió. No lloró. Había prometido ser una niña fuerte y su madre le aseguró que la cuidaría desde el cielo. Mimea besó a su hija e hizo el menor ruido posible para poder marcharse sin ser descubierta.

 

- ¿De nuevo te irás sin despedirte?

 

- Iason… - Se giró al oír la voz en su espalda.

 

- ¿De verdad tiene que ser así? Podrías quedarte con nosotros.

 

- Por favor Iason, entiende. Ya Riki vio a su madre morir, no quiero que vuelva a pasar por algo similar… mucho menos quiero que mi hija lo viva… prefiero que sea de éste modo…

 

El Mink se dio cuenta de que Mimea tenía razón… pero aún así, no le dejaba de parecer injusto ¿Por qué ella tenía que apartarse de lo que más amaba en los instantes que más lo necesitaba?

 

- Estaré tranquila sabiendo que lo último que le di a mi hija, fue la oportunidad de estar con su padre – Mimea tomó las manos del rubio y las apretó con fuerza - Te lo pido Iason, cuida de Rita como si fuera tu hija. Quiérela… de verdad es una buena niña. 

 

- No tienes que pedírmelo. Lo haré… Te lo prometo, cuidaré de esa pequeña como si fuera mi hija – Le dolió tener que prometer algo así a una madre.

 

Mimea le hizo entrega de una cajita larga y plana.

 

- Entrégale esto a Raoul de mi parte, por favor.

 

- Pienso que deberías dárselo tú misma – Esperaba que de esa manera cambiara de opinión con respecto a marcharse…

 

- Sería más difícil para mí volverlo a ver… Dime una cosa… ¿Él es feliz?

 

Tenía que decírselo, no sería tan canalla como para mentirle.

 

- Si, lo es. Se ha casado con Katze y hasta tienen un hijo. Se llama Leonardo y es la luz de sus ojos.

 

- Oh vaya… es increíble. Raoul realmente se merecía a alguien que lo quisiera. Me alegra mucho que lo haya encontrado – Sonrió, más luego se opacó su sonrisa – Iason… me arrepiento mucho de todo lo que te hice, espero que puedas perdonarme.

 

- No hay nada que perdonar Mimea.  

 

- Es bueno escucharlo… - No queriendo posponer más su ida, agregó: - Adiós Iason.

 

- Ve con Dios.

 

El Mink tuvo que aguantarse las ganas de detenerla, pero aunque la obligase a permanecer junto a ellos la verdad era que aquel era su destino y por más que quisiera, él no podía intervenir. Aunque se lamentaba de sobre manera que de nuevo la vida volviera a dejar a un hijo sin su madre.

 

- Se ha ido… - Mencionó Riki al darse cuenta de la cama vacía - ¿Por qué lo hizo…? – Su voz se quebró.

 

- Fue su decisión Riki – Mencionó el rubio.

 

- La viste… - Se dio cuenta. Tomó con rudeza a Iason de los antebrazos - ¡¿Por qué no la detuviste?!

 

- Aunque hubiese querido no…

 

- ¡Debiste hacerlo! – Insistió.

 

- Riki, entiende. Tarde o temprano hubiera buscado la manera de irse… era lo que ella quería. Librarlos de ese dolor…

 

- Pero… - El agarre que impuso perdió toda su fuerza – No tenía porqué ser así… no tenía porqué elegir quedarse sola… Yo… tengo que ir por ella.

 

- Aunque lo hagas no cambiarás nada – Por más duro que sonara, era la verdad. Así la trajese a rastras, la decisión de Mimea se interpondría.

 

Pero igual era difícil de asimilar. Riki sintió cuando su mano temblorosa fue cogida por una más pequeña. Fue cuando se dio cuenta de la presencia a su lado.

 

- No te preocupes papá, mamá se fue al cielo y allá la gente es muy feliz.

 

Ante las palabras de su hija, el mayor hizo lo posible por mantener una sonrisa.

 

- Tienes razón hija mía – La cargó y besó.

 

Iason y Riki acomodaron un cuarto solo para la pequeña. Era la primera vez que Rita tenía un cuarto tan grande todo para ella sola. Eso la emocionó.

 

- ¿Nunca te has subido a un caballo mi niña?

 

La pequeña Rita negó con la cabeza, asombrada por el majestuoso animal.

 

- ¿Te gustaría aprender a montar?

 

- Si – Sus ojitos empezaron a brillar de la emoción.

 

- Bien… como aún eres muy pequeña te subirás con papá. Agárrate fuerte. Eso es… ¿Ves lo divertido que es? – Se alegraba de ver a su hija tan contenta – Cuando crezcas tendrás tu propio caballo, ya lo verás.

 

- ¿No puedo tenerlo ahora?

 

- Je je déjame que lo hable con Iason… a lo mejor te conseguimos un poni.

 

Ver a Riki comportarse como todo un padre se volvió uno de las aficiones de Iason, aunque claro, la pequeña trataba al rubio como si fuera realmente uno de sus progenitores.

 

- Es todo un encanto – Confesaba el rubio en uno de sus instantes a solas con su esposo – Se nota que ha salido al padre.

 

- Tú también eres su padre ahora – Sonrió – Sólo espero que no la malcríes.

 

- ¿Por qué piensas que yo sería el padre consentidor? 

 

- Porque no te veo como el padre que pone la mano dura… no, eres más de los que consienten – Y le echó una mirada provocativa.

 

- Tienes razón… - Tomó al mestizo de la cintura – Pero sólo si los niños se portan bien… Riki… - Habló con seriedad – Ya he empezado a movilizar todo el papeleo para darle a Rita mi apellido, así seremos una familia como Dios manda.

 

Sólo oír eso desató en Riki una sensación… indescriptible.

 

- Oh Iason… si que sabes como seducirme - El hecho de que Iason quisiera tanto cuidar de su hija lo encantó por completo. Tomó al rubio del cuello de la camisa y le atrajo con bravura – Bésame mucho.

 

Juntaron sus labios, buscando de desatar el deseo. Riki se dejaba seducir por las caricias de su marido, como guiado por una especie de baile lascivo…

 

- Papi… - Rita aparecía en el cuarto, estrujándose uno de sus ojos - ¿Me lees un cuento?

 

- Eh… - Riki se notaba avergonzado mientras torpemente se llevaba la mano a la boca, aunque era evidente que la niña estaba desubicada con respecto a lo que hacían los dos hombres – Pues…

 

- Yo lo leo – Se ofreció el ojiazul - ¿Quieres? – Le preguntó directamente a la niña.

 

- ¡Si! – No se guardó la alegría.   

 

Iason tomó a la nena de la mano y la llevó hasta donde se hallaba el librero, ahí buscó hasta que halló el cuento indicado.

 

- Vengan, junto a papá – Y se sintió orgulloso de mencionarlo.  

 

Riki se sentó al lado del rubio, recostándose en su hombro. Rita con ayuda de Iason, se sentó en una de las piernas del rubio, apoyándose por su lado en el amplio pecho; se llevó el dedo pulgar a la boca.

 

- Oye… - Iba a espetar el moreno.

 

- Déjala – Pidió amablemente el rubio.  

 

Comenzó así, el primero de muchos relatos para su esposo y su hija, los que conformaban ahora su pequeña y adorada familia.

 

Cuando Raoul se enteró de la aparición inesperada de Mimea y de su hija, el hombre decidió al instante que iría hasta la residencia de Iason, llevándose con él a su esposo e hijo. Su sorpresa fue enorme cuando conoció a Rita.

 

- Tiene sus ojos… se parece tanto a Mimea… - No pudo aguantarse las lágrimas.

 

Rita se dejaba acariciar los cabellos sin estar consciente del dolor que anidaba en el corazón del ojiverde.

 

- ¿Puedo abrazarte pequeña? – Pidió.

 

La niña al instante se arrojó a los brazos del hombre, aunque por supuesto, era inconsciente del porqué de las lágrimas de Raoul.

 

- Mimea me pidió que te entregara esto.

 

Cuando Raoul abrió la caja se encontró con una hermosa peineta. De nuevo sintió que se le estrujaba el corazón… era su favorita, aquella que años atrás le había obsequiado como prueba de su cariño.

 

- Me hubiera gustado verla por última vez…

 

- Lo siento Raoul.

 

- No tenía que ser tan obstinada… no tenía porque irse… yo la hubiera acogido… 

 

- Ella lo prefirió así.

 

La pequeña Rita miraba con curiosidad al bebé que caminaba junto a su padre.

 

- ¿Es tu bebé?

 

- Si, es mi bebé – Contestó el pelirrojo.

 

- Ah… - La pelinegra se llevó el dedo a la boca - ¿Cómo se llama?

 

- Leonardo.

 

- ¿No sabe caminar muy bien? ¿Si lo sueltas, se cae?

 

- Pues… a veces.

 

- Mmm… yo también me caía, pero ya no. Soy una niña grande – Comentó para luego proseguir con sus incógnitas - ¿Y el tío Raoul también es su papá?

 

- Mmm – Hizo una pausa – Si, también lo es…

 

- Ah… - Movió su cabeza de un lado a otro – Yo también tengo dos papás… porque mi mamá se fue al cielo y no me podía llevar con ella.

 

- ¿Y qué te parece eso… de tener dos papás?

 

 - Bien… - Jugó con sus piecitos.

 

Katze se enterneció con la pequeña Rita.

 

- ¿Quieres jugar con él? – Preguntó el padre de cabellos rojos.

 

- Si.

 

- Se ven muy tiernos juntos – Comentó el rubio de los ojos verdes al ver a los nenes.

 

- Tienes razón – Admitió el ojiazul.

 

- ¿No sería maravilloso comprometerlos? – Maravillado con lo recién pensado.

 

Cabe mencionar que Katze y Riki no pudieron ocultar sus respectivas reacciones ante lo mencionado por Raoul; el pelinegro tragó grueso y el pelirrojo abrió desmesuradamente los ojos.

 

- ¿No crees qué es un poco apresurado para pensar en esas cosas querido? – Habló Katze – Después de todo son unos niños.

 

- Y Leonardo aún ni deja los pañales y ya estás pensando en su casamiento – Cortó Riki.

 

- Hay que ser precavidos… ¿Tú que opinas Iason? Es verdad que son primos, pero no tienen ningún lazo de sangre… así que no habría ningún inconveniente.

 

- Estoy de acuerdo con Katze y Riki, es muy pronto para pensar en algo así. Además, lo mejor es que ellos escojan con quién comprometerse.

 

- Jumm… está bien – Bufó no muy convencido el ojiverde, aunque estaba que cruzaba los dedos para que esa unión fuera obra del destino.

 

***

 

La familia Mink convivió sus días plácidamente. El nuevo reto de Iason y Riki de ser padres los tenía entre maravillados y estresados; no era nada fácil hacerse cargo de un niño, mucho menos de alguien tan llena de energía como lo era la pequeña Rita. Cuando no estaba metida en el río, se la pasaba encaramándose en los árboles o en las rocas que la sedujeran con su apariencia de montaña. Había pasado tanto tiempo encerrada junto a su madre que parecía estar desquitándose con el mundo. Lo que tenía más escandalizado a Riki era su encuentro con los animales, ya que Rita no era de esas niñas que le temían a los insectos ni otros animales rastreros; hacerle entender que no podía estar agarrando a cualquier animal por lo peligroso que podía resultar su encuentro con alguno venenoso, era tema de todos los días.

 

- A ver Rita ¿Qué tienes ahí? – Preguntó al ver a la pequeña muy silenciosa jugando con algo. Cuando la niña abrió las manitas Riki divisó un gusano oscuro entre ellas – Vaya, atrapaste un gusano.

 

- Ji ji – Se reía, el gusano al moverse le daba cosquillas.

 

- Mira, ahí viene papá Iason… Dámelo  - Le quitó el animalito de las manos – Anda, ve con papá.

 

 - ¡Papi, papi! – La niña corría toda emocionada.

 

Iason cargó a la pequeña hasta tenerla muy cerca de su rostro. La llenó de besitos hasta que la pequeña estalló en risas.

 

- ¿Extrañaste mucho a papito? – La niña asintió - ¿Qué estabas haciendo?

 

- Atrapé un gusano.

 

- ¡Oh! ¿Atrapaste un gusano? – Lo ponía como algo grandioso - ¿Y dónde está?

 

- Papi Riki me lo quitó.

 

- Que malo… ¿Quieres que lo castigue por habértelo quitado?

 

La pequeña asintió. Iason juntó su nariz con la de la niña para darle un “beso esquimal”. Riki no tardó en aproximarse a ellos. El rubio bajó a la pelinegra.

 

- Hay que estar pendientes… no vaya a ser que se los coma luego. Cuando era niño a veces lo hacía.

 

- No me lo voy a comer… - Hablaba la pequeña Rita, dejándose en evidencia – Saben muy feo.

 

- Ah, pero es que ya lo has hecho.

 

Rápidamente la niña se ocultó tras el Mink sin dejar de reírse.

 

- Déjala. No le va a pasar nada.

 

- No quiero que se enferme.  

 

- No se va a enfermar porque Rita no va a comer más gusanos – Iason se agachó lo suficiente para estar a la altura de la pequeña - ¿Verdad qué no lo vas a hacer más?

 

- No papi – Movió la cabeza – No lo vuelvo a hacer.

 

- Buena niña – Le acarició los cabellos.

 

- ¿Ves como a ti si te hace caso?

 

- Alguien tiene que darle autoridad – El ojiazul se había acercado hasta Riki - Tú eres más del tipo… relajado.

 

- No lo veo así… - Iason le delineaba los labios – A éste paso esa niña hará que mi cabeza se cunda de canas antes de que llegue a los treinta.

 

- Ja ja… ¿Pero que dices? - Besó al hombre castamente – Si esa niña es igualita a ti. Mírala.

 

El pelinegro dirigió la mirada hasta donde estaba su hija agachada, cuando se dio cuenta de que estaba a punto de meter el dedo en un hormiguero a Riki casi le da un infarto.

 

- ¡Rita deja eso! – Ante sus gritos, la niña salió corriendo entre risas – Cielos… se puede caer…

 

- Mi amor cálmate – Tenía al muchacho tomado por los hombros – Te me estás volviendo paranoico. Hay que dejarla ser libre. Si se cae la ayudaremos a levantarse y si se hace un raspón, la curaremos.    

 

- Iason… ¿Qué sería de mí sin ti?

 

Lo que más adoraba Iason era cuando iban a cabalgar juntos en el mismo caballo. Riki se sentaba detrás, abrazándole la espalda, mientras que Rita iba custodiada delante, sintiendo que era la responsable al llevar junto con el rubio las riendas del equino. En aquellos instantes, el hombre se sentía tan inmenso y a la vez tan diminuto, era el hombre más feliz sobre la tierra y a la vez pensaba que no era merecedor de tan grande regalo; pero de algo estaba seguro, todo lo vivido a lo largo de su vida había valido la pena por el sólo hecho de encontrarse junto a los seres que más amaba.

 

- Buenas noches mi niña hermosa.

 

La pequeña recibía el acostumbrado beso de buenas noches en su frente por parte de sus padres; la cubrieron bien con las sabanas para evitar que el frío la molestase.

 

- Buenas noches papi Riki. Buenas noches papi Iason.

 

A pesar de todo, al caer la noche la pequeña Rita quedaba sin fuerzas, dejando a los padres con un poco de respiro, aprovechaban aquella oportunidad... Cerraron la puerta del cuarto de la pequeña con cuidado. Se fueron hasta la sala a conversar.

 

- ¿Qué te parece? Rita ya tiene la edad para empezar la escuela – Iason le llenaba la copa con licor.

 

- Pues, no lo sé Iason… estoy acostumbrado a que esté todo el tiempo aquí.

 

- Vamos querido, sólo serán un par de horas – Sonrió – Además, podríamos aprovechar mientras ella está en clases para ir a cabalgar, a nadar… o simplemente para quedarnos junticos sin que a los cinco segundos tengamos que ir a bajarla de un árbol o evitar que se coma las piedras – Lo cual era muy frecuente siendo que la niña era muy enérgica y curiosa – Además, dudo mucho que estés interesado en la idea de buscar a alguien que la cuide…

 

- Eh… ¿Para qué? No es necesario… quiero encargarme de ella.

 

- Yo te entiendo mi amor, pero no es bueno que te vuelvas tan posesivo con ella – Se sentó a su lado – Por ahora no le molesta porque es una niña y le encanta tener toda la atención de su padre, pero cuando tenga cierta edad… no le gustará para nada que las celes todo el tiempo.

 

Riki le remedó un poco, todo lo que decía su esposo era cierto, pero lo hacía de manera inconsciente. Estar alejado de ella por tanto tiempo,  lo motivaba a actuar de ese modo.

 

- Está bien. Tienes razón, no quiero asfixiarla… por lo pronto me parece bien que vaya a la escuela. Quiero que sea una mujer estudiada como su madre… Quiero que Mimea esté orgullosa de ella.

 

- Y lo estará… aunque Rita no es la única que deseo que inicie estudios.

 

- ¿Qué? ¿Vas a estudiar más? – No le sorprendía enterarse - ¿Qué no te cansas de estar metido en los libros?

 

- Ay Riki… - Su sonrisa era encantadora – Estoy hablando de ti. Te dije que te iba a dar todo. Ya es momento de que vuelvas al salón de clases.

 

- Oh no – Se alarmó – Yo no sé nada.

 

- Para eso se estudia, para aprender. No te preocupes, yo te ayudaré en todo momento. Para mí será todo un placer – Sonrió con coquetería – Muy bien, mientras que me encargo de todo lo de la inscripción de Rita, me gustaría que pensaras en eso de conseguir en alguien que la cuide, así sea un par de horas una vez a la semana…

 

- ¿Y eso para qué? - Riki iba a protestar, más Iason se apresuró a seguir con su elocución antes de que lograra su cometido.

 

- ¿Para qué será? – Lo ofreció una mirada lasciva al tiempo que se acercaba.

 

Riki le comprendió de inmediato, aunque se avergonzó un poco, era cierto que sin darse cuenta, le estaba dándole mayor prioridad a su hija y no quería que su marido se sintiera desplazado.

 

- Iason…

 

Al juntarse los labios, el calor que ya se había asentado en sus cuerpos, empezó a movilizarse hasta las zonas más nobles.

 

- Iason… - Jadeaba al tiempo que se restregaba del ojiazul – Vamos al cuarto… – Pidió cuando la mano del hombre empezó a sobarlo en el sitio en dónde estaba ubicada su hombría – Quiero sentirte dentro de mí, ahora.

 

Y es que los encuentros sexuales que lograban llegar a tener eran aprovechados al máximo, siendo que una niña demanda mucha atención. En esos momentos sentían que no tenían tiempo que perder, siempre procurando ser lo más silenciosos posibles para evitar que los ruidos despertasen a la pequeña niña que – para colmo - tenía el sueño sumamente ligero.

 

- Espera. Voy a ver si Rita está dormida – Riki abrió despacio la puerta del cuarto de la pequeña y se asomó para verificar – Está bien, está rendida – Susurró: - Ahora calladitos para que no se despierte.

 

- Perfecto – Acto seguido, el rubio se abalanzó sobre Riki y lo capturó con un salvaje beso.

 

Como podían se iban encaminando hasta la habitación que compartían. En cuanto entraron cerraron la puerta con seguro – siempre lo hacían en esos momentos tan cruciales – y se fueron sumiendo más y más en aquella pasión. Riki trataba de no hacer mucho ruido, lo cual era difícil ante el grado de excitación que cargaba. Iason sacó su miembro ya despierto y lo masturbó un poco.

 

- …Mi cielo, apúrate… no aguanto… - Riki tenía las mejillas completamente ruborizadas y los pantalones abajo.

 

- Voy… casi estoy… dentro.

 

En el instante en que Iason logró introducirse por completo en el interior de Riki, ambos tuvieron que aguantarse un quejido que estaban seguros, iba a ser algo escandaloso.  

 

- Ya te extrañaba… - Iason buscó de entrelazar sus dedos con los de su amante. Comenzó a moverse con fuerza – Tanto que me gusta tenerte así…

 

 - Iason… ah… - Se lamía los labios, aquel ritmo le encantaba – Si carajo… dame… ah…

 

- Riki, mi amor…

 

Toc Toc!

 

- ¡¡!!

 

Al instante los hombres se detuvieron. Se mantuvieron quietos, expectantes con los ojos sumamente abiertos y con la respiración cortada.

 

- Rita... – Murmuró Iason.

 

- Shhh… - Acalló Riki.

 

Mantuvieron el silencio un par de segundos ante los débiles toques. Era probable que la mente de padres siempre en alerta, les hubiera hecho una jugarreta y ambos se lo hubieran imaginado… si, eso era posible.

 

- ¡Papis, papis! – Llamaba Rita desde afuera.

 

- Mierda… - Masculló - ¡Ya vamos mi amor! – Exclamó el moreno. Se dirigió al rubio: - ¿Qué esperas? ¡Sal de mí! ¡Apúrate! – Pedía a media voz mientras empujaba a Iason a un lado.

 

- ¡Eso trato! Con cuidado Riki – Y es que estaban muy sensibles algunas partes…

 

TOC TOC TOC!!

 

- ¡PAPIIIIIII! – Llamó agudizando su voz.

 

Como pudo Riki se acomodó el alborotado cabello, se colocó los pantalones, limpió el sudor de la cara y procedió a abrir la puerta mientras que Iason se cubría con las sabanas la evidente erección.

 

- ¿Qué pasó mi nenita linda? – Trató de sonreír; su rostro estaba algo rojizo, más ante la oscuridad era poco visible aquel detalle.

 

 - ¿Por qué tardaste? – Se estrujaba los ojos.

 

- Es que… tus papis estaban durmiendo cariño… ¿Y bien? ¿Qué ocurre?

 

- Tuve una pesadilla…

 

- Ah… Conque tuviste una pesadilla – Se rascó la nuca - ¿Quieres dormir con papi Iason y conmigo?

 

- Si…

 

- Entra pues… - Le abrió la puerta lo suficiente para que pasara. La tomó de la mano y la guió hasta la cama.

 

- ¿Qué pasó? – Preguntó el rubio al ver a Rita dentro del cuarto.

 

- Tuvo una pesadilla.

 

- Ya veo… – La observaba subirse a la cama. Suspiró levemente – Bien… creo que iré un momento al baño.

 

- Je je disculpa esa – Sonrió – No te preocupes cariño. Luego veremos cuando se puede.

 

- No hay problema. Es parte de ser padre – Sonrió. Tomó algo con que cubrirse “el problema”  y se metió al baño.

 

- Ay Rita… – El pelinegro se acomodó a un lado de su hija – Vamos a ver cuando me dejas atender a tu papi como se debe - Le tocó la punta de la naricita - No queremos verlo con cara de mala leche otra vez ¿Verdad que no? – Se rió un poco, por más en que Iason insistiera en decirle que la falta de sexo no tenía nada que ver con su eventual malhumor, Riki sabía la verdad – Y dime ¿Qué soñaste?

 

- Soñé… que mamá estaba conmigo y se iba acostar, yo no quería que ser durmiera pero ella se durmió, la llamé varias veces pero no se despertó…

 

- …

 

Riki no supo que contestarle, por un instante pensó en su propia madre, acostada en aquella cama donde...

 

La nena se hallaba medio adormilada, con los ojos cerrados y el dedo pulgar en la boca.

 

- Oye, si Iason te ve chupándote el dedo se va a molestar –  Aunque el incómodo con eso era otro. Trató de quitarle la manita de la boca, pero la niña hizo un sonidito de queja. Decidió entonces dejarla quieta – De acuerdo – La contempló – Eres lo más bonito que me ha pasado en la vida ¿Sabes? Pase lo que pase, tú papi no te va a dejar… nunca…

 

Cuando Iason salió del baño, se encontró con la tierna escena de Riki abrazando a su pequeña, ambos plácidamente dormidos. El rubio se conmovió al instante, sintiéndose agradecido por tener por fin a su lado la familia que siempre deseó construir. Se acostó en el trozo de cama que dejaron libre y permaneció el tiempo que pudo admirándolos.

 

- No saben cuanto los amo.  

 

Amado y Evangeline quedaron prendados por su nueva nieta, aunque era más acertado el catalogarla como su bisnieta; nadie se molestó por aquel detalle. Cada visita llenaban a la niña de obsequios que iban de ropa hasta juguetes, a Riki le gustaba que fueran tan atentos, pero temía que con tantos mimos la niña terminara volviéndose en toda una caprichosa – ignorando que él mismo era el primero en atender a todas sus exigencias.

 

El rubio adoraba pasar tiempo con su familia, atesoraba cada momento, los agradecía con todo el corazón…

 

- Pero mira que linda quedaste – Mencionaba Riki al tiempo que sostenía el espejo para que su hija se viera. Le había hecho unas trenzas muy bonitas en el cabello - ¿Te gusta?

 

- Si – Sus ojitos brillaban ante su peinado.

 

- A ver ¿No le darás un beso a papito? – Se señalaba la mejilla.

 

- Muack – Le besó - Gracias papá…

 

- De nada… ¿Quieres que le haga trenzas a Lucy también? – Refiriéndose a la muñeca que le hubieron regalado sus abuelos.

 

- No. Yo se las quiero hacer… pero no sé como… ¿Me enseñas?

 

- Oh… pero que linda estás Rita – Exclamó Iason al ver a su pequeña.

 

- Llegas en buen momento – Riki juntó sus manos – Siéntate.

 

- ¿? ¿Para qué? – No sabiendo que se tramaban su esposo e hija.

 

- Te voy a trenzar el cabello – Dijo con naturalidad.

 

- Pues…

 

- Anda papi – La pequeña jalaba al ojiazul – Deja que lo haga.

 

- De acuerdo ¿Cómo decirle que no a una niña tan linda? – Seguidamente le revoloteó los cabellos – Bueno Riki, dejo mi cabello en tus manos. No me vayas a dar muchos jalones por favor.

 

- Anda, ni que fuera la primera vez que te cepillo el cabello ¿Cuántas veces te he dado de jalones? Claro, sin contar las veces que los merecías – Espetó ante la petición de su esposo - Ven Rita. Mientras que yo le trenzo el cabello a tu padre, tú ve trenzándoselo a Lucy.

 

El rubio se relajó cuando el moreno comenzó a cepillarle el cabello. Rita hacía lo mismo con su muñeca, haciendo uso de un pequeño cepillo. Riki separó los mechones de cabello rubio y comenzó a entrelazarlos.

 

- Que rápido lo haces – Se daba cuenta de la agilidad del muchacho.

 

- Es esa clase de cosas que nunca se olvidan. Solo que ahora tengo a mi pequeña para hacerlo.

 

- Hasta que empiece a peinarse sola.

 

- No lo haré – Habló Rita – Me gusta que papá me peine. Me da sueño – Sonrió.

 

- Es verdad… da sueño – Comentó Iason, totalmente relajado ante el dulce trato que recibía su cabellera. Poco a poco fue cerrando los ojos…

 

- Papá ¿Te dormiste?

 

- Shh – Riki colocó su dedo entre los labios – Está cansado, lo mejor será dejarlo descansar.

 

- Mira – Le mostraba la muñeca para que examinara sus trenzas.

 

- Muy bien Rita, que bonita te quedó…  ¿Qué te parece si buscas unas flores para colocárselas?

 

La niña se fue corriendo emocionada a buscar las flores. Riki se acercó hasta su marido y examinó su rostro durmiente, con aquel peinado, el rubio lucía como toda una entidad angélica, claro que el pelinegro no pensó en eso. No pudo resistirse ante los labios que plácidamente formaban parte de su expresión apacible. El beso fue casto, delicado… más Riki permaneció un rato manteniendo el contacto, maravillado con la calidez de los labios. Cuando el moreno sintió que unas manos se hacían con su cintura, reaccionó.

 

- ¿Qué es eso de aprovecharse de quienes duermen?

 

- No pude resistirme…

 

De nuevo sus labios se juntaron. Riki se sentó en las piernas de su marido y se perdió en la dulzura de sus besos.

 

Rita volvió con las flores con las que hicieron una hermosa corona para la muñeca. Iason no se negó cuando la pequeña se empeñó con decorar también su cabello con las diminutas y olorosas flores.

 

- Pon otra aquí Rita… eso es…

 

Iason se miró en el espejo una vez terminado el trabajo.

 

- ¿Qué dices Rita? ¿Cómo se ve papá? – Preguntó el rubio.

 

- Bonito – Contestó, al tiempo que sonreía.

 

- Papá siempre se ve bonito.

 

Aquella niña era bien querida. Por eso el día en que la pequeña tuvo una fiebre terrible, los hombres se asustaron. Ambos pensaron en sus respectivas madres, más no lo mencionaron, permanecieron al lado de Rita, atendiéndola hasta que mejoró completamente.

 

- ¡Mira papi, se cayó! – Rita sostenía en su manita el diente de leche que había estado flojo desde hacía días.

 

Riki se maravilló cuando tuvo el dientecito en la mano. Su nenita estaba creciendo…

 

...Y él iba a ser parte de todo el proceso.

 

***

 

Se volvió una tradición reunirse “todo el grupo” cada año. Asistían desde la familia Am, Mink y hasta los antiguos integrantes de Bison, amigos de Riki. Aprovechaban entonces de contarse las buenas nuevas así como intercambiar uno que otro secretillo para mantener la familia unida o al marido contento. Aunque Leonardo y Rita fueran el foco de atención en cada reunión, no tardaron en agregarse nuevos integrantes al grupo de chicuelos.

 

- ¡¡Tío Guy!!

 

- Epa, pero mira cuanto has crecido – Comentaba mientras cargaba a Rita – Te estás volviendo toda una señorita. Mira lo que te he traído.

 

- ¡Gracias! Es muy lindo – Se alegró ante el sombrero que el hombre había tejido para ella - ¿Me enseñarás como se hace?

 

- Por supuesto.

 

Riki se alegraba de ver a Guy compartiendo con su hija.

 

- Siempre que viene le trae regalos. Realmente se cree que es su tío – Comentaba Katze, quién también contemplaba la escena.

 

- Estoy agradecido de que la quiera tanto – Agregó tras dirigir su oscura mirada a otro lugar: - Tú hermana si que es una guerrera. Mira que tener mellizos…

 

- Betsi y Rafael son unos angelitos – Comentó el pelirrojo, seguro de lo que decía. Estaba acostumbrado a cuidarlos.

 

- ¿Y el pequeño Leo? ¿También trajo su aureola incluida?

 

- Ejem… - Carraspeó un poco – Aunque no lo parezca, mi hijo es un niño algo… travieso.

 

- Ya… pero tienes razón, no se nota - Soltó un sonoro suspiro - Nunca pensé… que tendría una familia tan grande – Mencionó Riki, contento de ver a los niños corriendo de un lugar a otro y a los adultos charlando amenamente.

 

- Yo mucho menos – Confesó Katze – Tampoco que terminaría metido en ese paquete contigo… ¡Quien lo diría! – Seguidamente bebió de su copa.

 

- La vida realmente nos da sorpresas.

 

- ¿Y qué dices? ¿Tienen pensado aumentar el rebaño?

 

- …No creo. Iason y yo estamos felices y contentos con Rita – Agregó el pelinegro - ¿Qué hay de ustedes?

 

- Lo mismo digo. Para mí es suficiente con Leo. Créeme – Porque no sólo tenía que compartir el tiempo con su marido y su hijo, su hermana y sobrinos prácticamente los visitaban todos los días siendo que vivían en casas contiguas.  

 

- ¿Cómo se porta tu esposo?

 

- Lo creas o no, es un pan de Dios – Exclamó con cierto deje de satisfacción en su voz. 

 

- Jo… Por lo visto esos hermanos son como caídos del cielo.

 

El pelirrojo sonrió, totalmente de acuerdo con el alegato del moreno.

 

Leonardo y Rita como primos que eran, solían jugar mucho cuando se reunían. Sin embargo, la pelinegra en varias ocasiones se sentía como la niñera del más pequeño, por lo que a veces le incomodaba tener que cargar con la culpa de todos sus descuidos o como en aquel momento, tener que dejar que lo acompañara cuando iba a hacer sus “expediciones”.

 

- ¡Riri! – Llamaba el pequeño pelirrojo - ¡Espérame!

 

- Apúrate Leo – Respondía al tiempo que continuaba subiendo la empinada colina.

 

- Me voy a caer… - Hacía pucheritos.

 

- Entonces no hubieras venido.

 

Leonardo como respuesta le sacó la lengua, aunque por supuesto, la pelinegra no se hizo la desentendida e hizo lo mismo.     

 

- ¡Riri! – Volvió a llamar – No seas mala.

 

- Ush… - Viró los ojos. Se agachó y poco a poco fue bajando – Vente. Toma mi mano.

 

  Así, con la ayuda de Rita, Leonardo logró subir la colina.

 

- ¡Wow! Que bonito… - Exclamó el niño al ver el campo de flores cubierto de mariposas multicolores.

 

- ¡Leo!… ¡Ven! Esto es lo más divertido – Seguidamente Rita se acostó en el pasto y empezó a rodar colina abajo.

 

- ¡Riri! – El pelirrojo corrió, espantado al ver a su prima rodar de un momento a otro. La miraba desde el borde - ¿Estás bien? – A punto de llorar.

 

- ¡Si! – Sonreía - ¡Es divertido! ¡Vente! – Hacía señas con las manos.

 

 - Me da miedo…

 

- ¡Anda! No te va a pasar nada.

 

Convencido de las palabras de la pelinegra, Leonardo de acostó e imitó a su prima. Mientras iba rodando en la grama el miedo se convirtió en alegría ante las vueltas y vueltas que empezaban a marearlo, más antes de que llegara hasta dónde estaba Rita, se desvió un poco y se raspó un poco una de las piernas con una roca.

 

- Auch…

 

- ¿Te duele?

 

- No… - Sorbía de la nariz.

 

- ¿Cómo no si estás llorando?

 

- No estoy llorando – Se limpió las lágrimas con las manitas, sin embargo, su cara permaneció enrojecida.

 

- Anda, no llores – Rita se acercó hasta él, le limpió la cara con un pañuelo que sacó de su bolsillo y le dio un beso en la mejilla – Si quieres no jugamos más aquí…

 

- No Riri… tenías razón, fue divertido – Sonrió.

 

- Niño bobo – Acto seguido la pelinegra le hizo cosquillas y el pelirrojo se rió a carcajadas, la risa del niño era muy sonora – Si te ríes feo Leo.

 

- Es tu culpa por hacerme cosquillas.

 

- No me eches la culpa porque te rías como un caballo.

 

- No es verdad – El niño infló los cachetes.

 

- ¿Te gusta la avena?

 

- Si – Mencionó con alegría.

 

- ¿Y correr?

 

- ¡Si! ¡Mucho!

 

- ¿Lo ves? Eres un caballo.

 

- ¡No es cierto! – Sus mejillas se colorearon – Pues tú eres… eres… - Miró a su alrededor, pensando - ¡Eres eso!

 

Rita miró hacía donde señalaba y vio una serpiente recién nacida.

 

- Si vuelves a decir eso, le diré a tío Raoul y tío Katze que tomaste la serpiente y me la arrojaste.

 

Rápidamente el niño se cubrió la boca con ambas manos.

 

- Pero tú empezaste…

 

- Si, pero…  ¿A ti te gustan las serpientes?

 

- No…

 

- Claro que no te gustan - La pelinegra sonrió para luego esbozar  – Pero… a mi me gustan los caballos… son muy lindos.

 

***

 

A Rita le gustaba que sus padres le dejasen ir sola en su propio caballo, de vez en cuando los hombres cedían, pero a pesar de que la niña ya fuese muy buena jinete siempre mantenían un ojo puesto en ella por si acaso.

 

En aquella oportunidad, Riki vigilaba a la niña mientras que Iason se enteraba de todos los asuntos en la hacienda.

 

- Mira papá: Sin manos.

 

- Rita, agarra las riendas – Al ver que la pelinegra se hacía la desentendida, anunció - ¿Quieres qué te delate con papá Iason cuando regrese?

 

- Mo… - Bufó ante el regaño de Riki. Por alguna extraña razón le aterraba más ver molesto al rubio.

 

- ¿Dónde estará? – Examinaba su reloj – Se suponía que a esta hora ya debería de estar aquí…

 

- ¿Lo extrañas? – Preguntó Rita sobre la montura.

 

- Claro – Sonrió – Siempre lo extraño mucho.

 

- ¿Por qué no vivimos allá?

 

- A tú padre y a mí nos gusta nuestra pequeña granja… va más con nosotros – Ya se había acostumbrado a lo que él denominaba su paraíso - ¿Qué hay de ti Rita? ¿Te gustaría que nos mudáramos a esa casota tan grande?

 

- Mmm… - Jaló un poco las riendas – Me gusta aquí… somos como los pollitos con frío, todos apretaditos buscando calor.

 

- Je je “Tiene razón… si nos vamos, tarde o temprano Iason se enfrascará de más en los asuntos de la hacienda… lo mejor es que sigamos así…”

 

- Papá… apúrate – Llamó Rita desde lejos – Vas muy lento.

 

- Eh… si, voy…

 

Riki salió de sus pensamientos y trató de alcanzar a su hija. Pero una sensación extraña le hizo aferrarse a la brida del caballo, se detuvo un momento, más el mareo continuó y su visión se tornó borrosa.

 

- Papá… - Rita notó que su padre no se sentía bien.

 

En ese instante Riki se desmayó, cayéndose del caballo. Rita se apresuró y galopó hasta donde se encontraba el hombre. Se bajó del caballo.

 

- ¡Papá! ¿Qué te pasa? ¿Qué tienes? – Lo movía de un lado a otro.

 

- Rita… - Llevo con dificultad su mano hasta tocar a la pequeña - …Busca a Iason…  

 

La niña galopaba a toda prisa, estaba completamente asustada. Al encontrar a los peones preguntó entre balbuceos por su padre.

 

- ¡Papá! – Corrió hasta él.

 

- Rita – Le sorprendió verla llegar sola y tan ajetreada - ¿Qué pasó hija?

 

- Papá Riki se sentía mal y se cayó del caballo – Empezó a llorar – No sé que tiene… 

 

- ¿Qué? – Se le heló la sangre, más se mantuvo centrado - ¿En dónde está?

 

- Dónde papá me enseñó a montar…

 

- Escucha – Iason se arrodilló hasta quedar a la altura de la pequeña – Toda va a estar bien cariño – Le acarició los cabellos.

 

Más rápido que inmediatamente se apresuró en buscar su camioneta.

 

- Papá… - La niña le siguió.

 

- ¡Tú quédate aquí Rita! – Mencionó mientras encendía el vehículo.

 

- Pero…

 

Una de las criadas se acercó hasta la pequeña y la llevó hasta el interior de la casona.

 

- Snif… papá… papá… snif… -  Sollozaba.

 

- No te preocupes pequeña – Mencionaba la mujer mientras le pasaba un vaso de agua a la niña que no dejaba de llorar - Fuiste muy valiente al venir hasta acá tú sola – Le limpió las lágrimas del rostro con un suave pañuelo que hubo sacado de su delantal. 

 

Iason encontró a Riki en el lugar mencionado, parecía que no se había movido desde que se hubo caído del caballo.

 

- Mi amor… aquí estoy… ¿Qué tienes? ¿Te golpeaste? – Trataba de mantener la calma.

 

- No… sólo me caí porque… me mareé… - No dejaba de moverse de un lado a otro – Oh… Me duele… mucho… la cabeza…

 

- Voy a moverte un poco ¿Bien? – Procedió a cargarlo con sumo cuidado. Se dio cuenta de que el pelinegro estaba sudando mucho.

 

- Rita… ¿Por qué no está contigo…? – Se aferró al pecho del rubio.

 

- Ella está bien.

 

Iason subió a Riki a la camioneta y se apresuró en iniciar la marcha hacía el hospital.

 

- Iason… tengo mucho frío…

 

- Tienes fiebre… aguanta. Ya estamos por llegar – Sentía que en cualquier instante el corazón se le saldría por la boca.

 

- Ah… mi cabeza… va a estallar… - Era lo que más lo aquejaba.

 

Iason se aferraba con fuerza del volante, aterrado al no saber que era lo que tenía su marido… en aquel momento el camino lo percibía tan extenso como aquella vez…

 

Cuando llegaron al hospital inmediatamente internaron a Riki de emergencia.   

 

El rubio tuvo que llamar a la hacienda para hablar con Rita, no sólo para tranquilizarla a ella, sino a sí mismo.

 

- Quiero estar con ustedes papi…

 

- Lo sé cariño… pero es mejor que estés allá. Aún están haciendo exámenes a papá – Se estrujó un poco el rostro.

 

- Pero…

 

Iason escuchó cuando la pequeña empezó a sollozar, eso le partió el corazón.

 

- Rita, no llores. Papá se va a poner bien…. Pero tienes que ser fuerte – Trató de darle ánimos.

 

- Snif…

 

Al ver que su intento de tranquilizar a la pequeña fue inútil, el ojiazul pidió a uno de sus empleados que trasladara la pequeña hasta el hospital.

 

En todo momento la niña estuvo peinando el cabello del rubio. Iason la dejó pues se dio cuenta de que así se tranquilizaban ambos.

 

- Papá Iason… - Murmullaba.

 

- ¿Si mi chiquita?

 

- … ¿Papá Riki se va a ir al cielo con mamá? – Agregó bañada en lágrimas  - ¿Él también… me va a abandonar?

 

Sintió que se quedaba sin habla. Una horrible sensación se anidó en su pecho.

 

- Pe… ¡Pero que cosas estás diciendo Rita! – Exclamó, aterrado con semejante posibilidad.

 

Al darse cuenta de que el modo en que le hubo hablado a la pequeña, no sirvió sino que para entristecerla aún más, Iason la atrajo para abrazarla con fuerza.

 

- Eso no va a pasar… - La besó, depositó su barbilla en la cabeza de la niña – Él te entregará conmigo el día de tu boda… y también cargará… a todos los nietos que vayas a darle… - Las lágrimas surcaron pos su blanco rostro.

 

Los médicos le informaron a Iason que Riki había tenido una migraña aguda acentuada por su condición. Desde el accidente, el pelinegro tenía migrañas recurrentes pero leves, era natural que se asustasen por lo ocurrido.

 

- Hola amor – Iason entraba a la habitación junto a Rita.

 

- Hola querido… - Mostró una sonrisa algo cansada. Llamó a su hija para que se acercara.

 

La niña obedeció y le hizo entrega de unas flores.

 

- Que lindas…

 

- Rita insistió en que quería traerte flores – Comentó Iason.

 

- Papá ¿Ya estás bien?

 

- Si mi niña – Le acarició los cabellos – Ya estoy bien.

 

- Me asusté mucho… - Rita se recostó mientras el hombre le peinaba los cabellos – Papá Iason también se asustó.

 

- ¿Lo hizo? – Era evidente, para Riki se había vuelto fácil leer las facciones del rubio. Podía saberlo con sólo verlo… Iason continuaba asustado.

 

Uno de los doctores entró a la habitación y tras hacer un breve chequeo, le preguntó a la pequeña Rita si deseaba comer algún dulce. De aquella manera, el hombre de la bata blanca se llevó a la niña y los esposos pudieron estar a solas.

 

- Me alegro que ya estés bien  - Mencionó el rubio tras un beso.

 

- Pobre de mi pequeña… debió estar espantada.

 

- Si… no dejaba de llorar.

 

Hubo un breve silencio.

 

- Ven – Llamó Riki mientras mostraba su mano – No tienes que hacerte el fuerte.

 

Iason se subió en la cama en dónde Riki le hizo espacio, se acomodó y el pelinegro le rodeó con uno de sus brazos.

 

- Rita pensó… que ibas a morir… - Se acurrucó – Yo también lo temí.

 

- No podría pasar algo así – Confesó con seguridad – Ustedes me necesitan ¿Crees qué sería capaz de dejarlos?

 

- Riki… - Hizo una pausa, se permitió mostrarse vulnerable – Hubiera sido demasiado para mí si tú…

 

- Iason… - Lo abrazó más fuerte – No pienses en eso… Mientras me ames, yo tendré fuerzas para seguir existiendo… - Sonrió, aunque luego su sonrisa se apagó - Pero si algo llegase a ocurrirme, me gustaría que me prometas que cuidarás de Rita.

 

- No… - Iason ocultó su rostro – Te mejorarás… no hay necesidad de hacer una promesa como esa.

 

- Está bien – De nuevo sintió deseos de sonreír - Pareces un niño – Le acarició, buscando de tranquilizarlo - Lamento siempre preocuparte… 

 

Luego de que Riki se sintiera mejor, lo dejaron marcharse para su hogar. Pensó en lo hablado con su marido y cuando pudo estar un momento a solas con su hija, le dijo éstas palabras:

 

- Escucha Rita, hay cosas que no podemos controlar y que no sabemos cuando van a pasar. Pero mientras pueda no voy a dejarte, así crezcas, te enamores y te vayas de mi lado, yo....

 

- Eso no pasará – Negó fuerte con la cabeza - Me quedaré con papá Riki y papá Iason, para siempre.

 

El mayor sonrió, deseando que pudiera ser cierto.

 

Pero ciertamente hay cosas sobre las que no se tienen potestad, como lo es los asuntos del corazón y el paso el tiempo.

 

***

 

Las canas de los padres se hicieron evidentes más que nada porque los niños entraron en aquella etapa tan conflictiva como lo es la adolescencia. 

 

Plap plap plap!

 

- ¡¡Felicidades!! – Estaba realmente emocionada - ¡¡Yahooo!!

 

- Muchas gracias hija.

 

- Si que te has lucido Rita.

 

- Je je ¿Y cómo no? No todos los días los mejores padres del mundo tienen la oportunidad de celebrar su aniversario. Bien ¡A comer!

 

- Está sumamente delicioso – Comentó Iason – Tu futuro esposo será un hombre afortunado.

 

- No, no, no esposo querido. Aún es muy pronto para hablar de esas cosas - Riki tuvo un ligero tic. Detestaba a muerte esos temas.

 

- ¿Por qué papá?  Vamos a tener que hablar de eso quieras o no. Después de todo, tengo pensado casarme a los dieciocho – Expresó la pelinegra de lo más normal.

 

- ¡¿Qué?! – Riki por casi escupe lo que estaba comiendo – Rita, ya hablamos de eso. A esa edad no te puedes casar.

 

- ¿Eh? ¿Por qué?

 

- Porque es muy temprano.

 

-  Dime ¿A qué edad te casaste con papá Iason?

 

- Pues… eso es lo de menos.

 

- Mmm – La muchacha lo miró fijo, obviamente no le quería decir – Papá Iason ¿Qué edad tenía papá Riki cuando se casaron?

 

- Ya había entrado a los veinte – Contestó el rubio.

 

- Los veinte aún es muy pronto para ti Rita – Dijo Riki luego de lanzarle una mirada asesina a su marido.

 

- ¡Pero…! Si tú te casaste a esa edad.

 

- Si y Iason ya pisaba los treinta. Sigue el ejemplo de él y espera quince años o veinte más por lo menos antes de pensar en esas cosas – Mencionó victorioso.

 

- Ush… no es justo - Se cruzó de brazos y giró la cabeza a un lado – Que más da…

 

El rubio aprovechó que Rita estaba sola y se aproximó hasta ella. Compartieron un momento silencioso.

 

- Papá ¿También piensas como él?

 

- Pienso que primero deberías enamorarte Rita ¿Por qué te interesa tanto el matrimonio? Apenas tienes quince años. Estás muy joven para pensar en eso.

 

- Es que… - Se sonrojó - Me gustaría tener algo tan bonito como lo que ustedes tienen. Se ve que ustedes se quieren mucho… Sólo quiero que alguien me ame así – De pronto sintió cuando el ojiazul le colocó la mano cuidadosamente sobre la cabeza.

 

- Claro que eso que quieres pasará. Pero todo a su debido tiempo mi niña. Yo jamás pensé que me enamoraría así, ni por un instante pensaba en el amor y casarme era algo que no me importaba en lo absoluto… luego conocí a tu padre y mi vida cambió por completo. Se trata de conocer a la persona indicada en el momento indicado, lo demás, vendrá solo.

 

- Tienes razón… - Sonrió - Gracias papá.

 

- Ven acá.

 

Iason abrazó a la que había tomado como hija.

 

Rita se había vuelto una joven muy hermosa. A sus dieciséis años sus padres decidieron hacer una fiesta para celebrar tan gran acontecimiento, aunque la chica no estaba muy de acuerdo. No era partidaria de ese tipo de eventos. Asistía a las reuniones familiares pero ya no era lo mismo desde que habían mandado a su primo Leonardo a estudiar en el extranjero; no es que era su primo favorito, pero si el que tenía más o menos su edad.

 

- Ya vas a cumplir dieciséis… Quien lo hubiera imaginado – Riki contemplaba a su hija – El tiempo se pasa volando.

 

- Aún así no deja de ser nuestra pequeña – Intervino Iason.

 

- Tienes razón.

 

Los hombres intercambiaron sonrisas.

 

- Oigan, que ya no soy una niña – Con un ligero tic – Sólo accedí a lo de la fiesta porque papá Iason insistió.

 

- Pues claro. Mi hija tiene que celebrar sus dieciséis años y tiene que ser una celebración por todo lo alto. Después de todo, esa edad sólo se cumple una vez.

 

- Todas las edades se cumplen una sola vez papá – Corrigió – Lo bueno es que podré invitar a mis amigos…

 

De pronto, la pelinegra se percató del respingo que tuvieron los hombres.

 

- Rita… hija querida.

 

- ¿Si papá Riki?

 

- ¿Invitarás chicos a tu fiesta? – Tratando de aparentar normalidad.

 

- Pues claro que invitaré chicos – Se sacudió la melena – Si no lo hiciera sería una fiesta muy aburrida.

 

- Me parece bien. Después de todo van a venir tus primos – Comentó Iason – Creo que con ellos es suficiente.

 

- ¿Eh…? No estarás hablando en serio. Soy la mayor de todos ellos, además ¿Cómo quieren que piense en mis primos de esa manera? ¡Está mal!

 

- ¿De cual manera? Tú has afirmado que la fiesta sería más divertida con chicos y ellos lo son. Vendrán y compartirán con su prima favorita la celebración de su cumpleaños.

 

- ¡Todo solucionado! No más chicos en la fiesta que tus primos  – Exclamó Riki – Iason, querido. Te dejo lo de las invitaciones a ti – Le dio unas palmadas en el hombro. Todo eso le parecía aburrido.

 

- “Aw… otra vez una fiesta llena de infantes” – Apoyó su cabeza sobre la palma de la mano – “Bueno, con tal de que ellos sean felices, todo está bien” – Sonrió al tiempo que veía a sus padres emocionados planeando el festín.

 

- ¿Y esa sonrisa? ¿Te alegra saber que tu primo Leonardo vendrá a la fiesta? – Comentó Iason.

 

- ¿Qué? – Se sintió fuera de foco.

 

- Si es verdad… ustedes eran muy unidos – Riki se rascaba un poco la barbilla, rememorando algunas cosas.

 

- Eso fue hace mucho tiempo – Recostó su cabeza en su mano, desinteresada en el tema – Es más, puede que regrese y ni se acuerde de mí.

 

- En tres años uno no se olvida de la gente, Rita.

 

- Como sea, sé que será incómodo volverle a hablar…  de seguro se ha vuelto todo un aburrido.

 

Cuando llegó el día de la fiesta, la chica estaba algo estresada, sabía que todas las atenciones serían para ella y de sólo pensar en ellos no tardó en sentirse un tanto sofocada.

 

- ¡Rita! ¿Adónde vas? – Trató de interceptarla.

 

- ¡Ya vengo papá!

 

- ¿De qué hablas? Hoy es tu fiesta y tienes que arreglarte.

 

- Sólo voy a dar un paseo – Inició la cabalgata - ¡Te prometo que regreso temprano!

 

- Uf… esa niña… - Riki suspiró.

 

El aire fresco la tranquilizó. Tuvo deseos de bañarse en uno de los ríos, eso era algo que solía hacer, sobretodo porque le encantaba arrojarse de los riscos y efectuar uno que otro clavado. No tuvo reparo en quitarse toda la ropa, ya que nadie conocía de ese lugar; era su sitio secreto.

 

Nadó con total libertad en aquellas frescas aguas, hasta que algo o más bien alguien, llamó su atención. 

 

- ¡Kya! – Se cubrió tras una roca al darse cuenta de la presencia del chico, que aunque se encontraba apartado, podía verla en toda su totalidad - ¡Fisgón!

 

- ¡Disculpa! No sabía que había alguien aquí… sólo traía a mi caballo a beber un poco de agua… no estaba espiando, en serio… - Hacía aspavientos con ambas manos.

 

- ¡Voltéate!

 

- Ah… si… - Se giró mientras que la chica se vestía - ¿Sueles bañarte mucho en éste lugar?

 

- Si, pero es la primera vez que me sale un fisgón… “Su voz me parece familiar”

 

- Oye… - Sonrió – Ya te dije que mi intención era saciar la sed de mi amigo.

 

- Bien. Ya puedes mirar – Se acercó hasta donde estaba el joven.

 

El chico se giró y luego de entrecerrar ambos la mirada, cayeron en cuenta.

 

- ¡Leo!

 

- ¡Riri!

 

- ¡Ah, pero no te reconocí!... – Le quitó el sombrero que le cubría toda su melena rojiza - ¡Creciste un montón en tan poco tiempo!

 

- Y yo no recordaba que fueras tan… bonita – Se rascó la barbilla – Si que cambiaste en tan poco tiempo.

 

- ¡Detente ahí…! – Se ruborizó – Uno de mis primos me vio desnuda… Dios, si alguno de mis padres se entera te matará… o por lo menos te sacarán los ojos.

 

- Por favor, no tienen porqué enterarse – Conocía cuan celoso podían ser.

 

- A todas estas ¿Dónde están los tíos? Pensé que vendrías junto con ellos.

 

- Decidí adelantarme. Quería mucho ver lo hermoso del paisaje.

 

- Sigues siendo el mismo Leo. A pesar de todo.    

 

- Je je algunas cosas nunca cambian.

 

Las mejillas de la joven se colorearon un poco. Su primo se había vuelto un muchacho bastante apuesto y su sonrisa pícara contrastaba de manera perfecta con sus hermosos ojos verdes.

 

- ¿Nos vamos entonces? – Se volvió a colocar el sombrero.

 

- ¿Quieres decir… juntos? – Sin dejar de sonrojarse.

 

- Si ¿Por qué no? – Sin dejar de sonreír.

 

De aquel modo, iniciaron juntos la cabalgata.

 

- Tenía muchos deseos de verte – Confesó Leonardo.

 

- ¿En serio…?

 

- Si. Tengo muchos recuerdos bonitos de cuando estábamos juntos – Sonrió sólo de recordarlos - ¿Recuerdas cuando me caí de aquel árbol?

 

- Claro, porque yo subí primero y que querías seguirme… me regañaron fue a mí ¿Cómo olvidarlo?

 

- ¿Y cuando te comiste mi dulce?

 

- Oye, tú te comiste el mío primero – Recordó – Sólo actué justamente.

 

- ¿Y la vez que tuve el dolor de panza?

 

- Recuerdo que fue luego de que te comiste casi todo el pastel recién horneado. Se suponía que lo comeríamos cuando se enfriara, pero no te pudiste esperar… siempre fuiste un comelón.

 

- ¿Qué hay de la vez que le cortaste un mechón de cabello a mi abuela y me echaste la culpa?

 

- Te lo merecías ¿Qué no te acuerdas que dejaste calva a mi muñeca porque no quise prestártela para jugar?

 

­- Ja ja por lo visto solo te metía en problemas…

 

- Si… eras todo un fastidio - Incluso la risa del joven le parecía distinta, bastante atractiva.

 

Hubo un breve silencio entre ellos.

 

- Leo… ¿Por qué decidiste irte a estudiar tan lejos?

 

- Pues… mi padre se la pasaba contando sobre sus viajes de estudio – Se rascó la cabeza – No tardó en enamorarme la idea. Aunque claro, me costó un mundo convencerlos de que me dejaran quedarme con la abuela... bueno, no hubo problema con mamá, claro, ella está de acuerdo con todo lo que haga – Mencionó refiriéndose a Ema - La única manera de que mis padres me dejaron ir fue prometiéndoles que vendría cada temporada festiva a visitarlos… A la abuela le encanta que esté a su lado, dice que se siente como si fuera más bien su hijo. 

 

- Mmm… oí que te dieron una beca ¿Te quedarás a vivir definitivamente en Eos?

 

- No lo sé – Sonrió – La verdad extraño mucho a mis padres y a mis hermanos. Puede que cuando termine el bachillerato me regrese a Diedo con ellos ¿Qué hay de ti? ¿Ya terminaste de estudiar?

 

- Ya casi… tal vez aspire a entrar en alguna universidad. No sé… me gusta trabajar en el campo.  

 

- A mi también me gusta mucho… Tal vez podríamos abrir una granja tú y yo.

 

- ¿Qué? – La proposición la tomó desprevenida.

 

- Piénsalo, sería divertido – Se lo imaginó – Una granja familiar…

 

- Tendría que pensarlo.

 

Mientras tanto, en la hacienda Mink – que era dónde se realizaría la fiesta -, Raoul, Katze, Ema y su familia, llegaban.

 

- Bienvenidos – Hablaba Iason.

 

- Siéntanse cómodos – Agregó Riki mientras terminaba de saludar.

 

- Tío ¿En dónde está mi hermano? – Una niña pelirroja jalaba a Raoul del brazo.

 

- No lo sé Eva… - Miró a su alrededor – Pensé que ya estaría aquí – Se dirigió a su esposo - ¿Dónde estará ese muchacho? Te dije que no era buena idea dejarlo irse por su cuenta.

 

- No te alteres querido. Ya sabes como es ese Leonardo – Comentaba Katze.

 

- Ah… no seas malo – Ema trataba de mantener quietos a sus hijos mellizos pelirrojos Gustavo y Marcos, que con dos años ya eran bastante inquietos. En esos momentos uno le jalaba los cabellos al otro.

 

Silvio, el marido de Ema, era un hombre bastante tranquilo, podría decirse que el mundo podía estarse cayendo a su alrededor y él mantendría su acostumbrada expresión serena. De todos los hijos, los que se parecían más al padre en cuanto a temperamento eran Fabián y Silvio (le dieron el mismo nombre del padre), por lo que permanecían junto a su progenitor reposando en uno de los sillones de la estancia.    

 

Cuando Eva se aproximó a sus hermanos mayores Betsi y Rafael – que eran otros mellizos de cabello castaño -, estos se dieron cuenta de que la pelirroja se hallaba enfadada.

 

- ¿Qué te pasa?

 

- Leonardo se perdió… – Espetó Eva ante la pregunta de Rafael.

 

- Se habrá ido para librarse de ti. No lo has dejado en paz desde que volvió de dónde la abuela – Mencionó Betsi.

 

- Ah, cállate – Se ruborizó para luego cruzarse de brazos – Tenía tiempo sin venir a vernos. Es normal que quiera pasar tiempo con él.

 

Los mellizos se dirigieron una mirada llena de complicidad.

 

- Siempre te has creído su favorita – Picó Betsi, a la que le encantaba hacer rabiar a su hermana menor. Soltó y rió coreado por su mellizo – ‘Eva la garrapata’

 

- ¡No me digas así!  

 

De aquella manera en total, Silvio y Ema tenían siete hijos: Los mellizos Betsi y Rafael que en esos momentos contaban con trece años, luego seguía Eva con once, Fabián de nueve, Silvio de seis y los más pequeños eran los mellizos Gustavo y Marcos, que tenían dos años. 

 

Aunque si contamos a Leonardo, ocho eran los hijos de Ema. Leonardo como era el mayor con sus catorce años, era bastante querido por sus hermanos, más que nada porque el pelirrojo había adquirido esa parte encantadora y jovial de su madre, logrando que todos se encariñaran con él.

 

Cuando Rita se apareció con Leonardo en la hacienda, los chicos fueron a su encuentro.

 

- Genial. Llegó la caballería – Murmuró Rita.

 

- Je je… y eso que no los has visto a la hora de la cena – Confió Leonardo.

 

La pelinegra siempre se sentía como entrando a un gallinero cada vez que sus primos llegaban, simplemente no podían mantenerse quietos. Pudo percatarse de la mirada recelosa de Eva, era consciente de que no le caía muy bien a su prima.

 

- ¿Dónde te metiste muchacho? – Regañó Raoul – Te hemos estado esperando desde hace rato.

 

- Me encontré a la prima de camino – Contestó mientras que sus hermanos Gustavo y Marcos corrían a su alrededor. Eva se le acercó y le tomó de la mano posesivamente.

 

- ¿Los abuelitos no han llegado? – Preguntaba Rita a sus padres.

 

- No, pero ya están por hacerlo… me alegro mucho de que te hallarás a tu primo – Mencionó el rubio – Se ha vuelto un muchacho bastante agraciado ¿Verdad? – Pidió la opinión de su esposo.

 

- Muy cierto, querido. Y por lo visto se lleva muy bien con los niños – Agregó al observar a la panda de muchachos a su alrededor – Será un padre muy bueno.

 

Rita fue hechizada de inmediato por el pelirrojo, sus reacciones, su sonrisa…

 

- ¿Estás bien mi amor? – Llamó Iason, sacando del trance a la chica – Te has quedado muda de pronto.

 

- Eh… no es nada…

 

Se inició el festejo, donde todos compartieron y divirtieron amenamente.

 

De todos los regalos que recibió Rita por su cumpleaños, hubieron dos que les pareció en extremo especiales. Uno era la peineta que había sido de su madre, la cual se la obsequió su tío Raoul, y el otro era el anillo.

 

- Tu anillo especial… - Rita estaba conmovida por el regalo de su padre, había oído la historia que llevaba aquel anillo a cuestas, una historia llena de infortunios donde el romance había triunfado.

 

- Quiero que lo conserves y cuando conozcas a la persona que ames se lo entregues – Riki sonreía – Para mí, ese anillo simboliza un amor sincero e indestructible.

 

- Papá… - Abrazó con fuerza al hombre – Gracias…

 

- Tú madre estaría muy orgullosa – Le acariciaba los cabellos – Ojalá estuviera aquí para que viera lo hermosa que te has puesto. 

 

- Oh papá… - Lo besó –  Estoy segura de que ella está contenta, porque ustedes me han cuidado muy bien.

 

Aunque la fiesta llegara a su fin, los invitados estuvieron en la hacienda unos días más, en dónde Leonardo y Rita se dieron cuenta de que lo que sentían el uno por el otro era mucho más profundo de lo que se imaginaban.

 

- No deberías ver a mi hermano así.

 

- Cállate Eva – Desvió la mirada, la pelirroja había notado que se había embobado con Leonardo, quién jugaba con sus hermanos – Métete en tus propios asuntos.

 

- Es MI asunto porque es MI hermano – Hizo énfasis en ello.

 

- No voy a ponerme a pelear con una mocosa… – Trató de ignorarla.

 

- Ustedes ni se pueden casar, son primos.

 

- ¿Tú qué sabes? – Le molestó que se metiera – Si se nos diera la gana lo haríamos – Mencionó jactanciosa – Podría decirse que sólo somos primos políticos. En cambio tú… tú si que no puedes hacer nada.

 

- Ush… - La niña se puso roja de la cólera - ¡Rita tonta! – Seguidamente se fue del sitio.

 

- Pero que molesta que es… - Bufó.

 

En eso Leonardo se acercó y sentó a su lado.

 

- Riri… ¿Y eso que se fue Eva? – Se limpiaba el sudor de la frente.

 

- No me llames así que es raro… tu linda hermanita se ha molestado porque piensa que quiero casarme contigo – Le observaba mientras descansaba su cabeza en la palma de la mano - ¿Seguro que no la dejaste caer en uno de esos juegos tuyos?

 

- No sería mala idea – Recuperaba el aliento.

 

- ¿Qué? – No comprendió - ¿Lo de dejarla caer?

 

- Je je… no - Sonrió esplendorosamente – Lo de que te casaras conmigo.

 

- ¿Eh…? – Se ruborizó.

 

- De todas las chicas que conozco… siempre he pensado que eres la más indicada para mí – Dirigió su verde mirada al cielo y se enfrascó en las nubes.

 

- Mira que decir esas cosas así como así… - Frunció el ceño – No deberías ser tan cruel con las chicas.

 

- ¿Mmm? ¿Soy cruel? ¿Por qué?

 

- Porque bromeas con esas cosas.

 

- ¿Por qué piensas que bromeo?

 

El silencio se apoderó del momento, Rita entonces pudo darse cuenta de que su corazón se agitaba hasta el punto de sentir las palpitaciones por todo su cuerpo.

 

- Una vez… me dijiste que me parecía a una serpiente – Mencionó, fuera del tema.

 

- Y lo sigo pensando. Eres bastante “venenosa” a veces – Sonrió – Pero las serpientes se han vuelto mis animales favoritos.

 

Hubo un breve silencio entre ellos.

 

- ¿Hablas en serio cuando dices que soy la indicada, Leo? – Las mejillas no tardaron en delatarla.

 

- ¿Por qué crees que te molestaba cuando pequeño? Siempre fuiste mi amor platónico… – Se levantó de su sitio al darse cuenta de que sus hermanos lo llamaban – Como sea, por lo visto tendré que esforzarme si quiero que me tomes en serio y ganar tu corazón…

 

- No tienes que hacer nada para lograr eso Leo.   

 

Se giró de nueva cuenta hacía Rita tras escucharla.

 

- ¿Por qué? ¿No tengo oportunidad?

 

Como respuesta, la pelinegra le arrojó algo que capturó de inmediato, al abrir la mano, se halló con un anillo liso que destilaba cierta hermosura.

 

- ¿Y esto?

 

- Es una anillo que una vez custodió una serpiente – Mencionó, haciendo referencia a la historia contada por su padre y que pensaba, venía al tema - Consérvalo… Si lo tienes la próxima vez que nos veamos, puede que empiece a tomarte en serio.

 

- ¿Es una promesa? – Sonrió.

 

 - Lo es – Imitó su sonrisa.

 

Leonardo cerró el puño con fuerza, demostrando que atesoraría lo obsequiado.

  

***

 

Rita y Leonardo volvieron a verse dos años después de eso. Como ambos habían terminado sus estudios, aprovechaban cualquier oportunidad para verse, siempre con la excusa de que la familia no debía conformarse con visitarse sólo en los días festivos.

 

Como era de esperarse, Leonardo conservó el anillo. Como era de esperarse, Rita empezó a tomarlo en serio. Como era de esperarse, los padres de ambos se dieron cuenta de que sentían algo por el otro, pero como aún eran muy jóvenes vieron aquello como un romance inocente entre muchachos que todavía pueden considerarse adolescentes.    

 

Pero como también era de esperarse, el amor dio sus frutos, tanto emocional como físicamente.

 

- ¡¿RITA ESTÁ EMBARAZADA?!

 

Cabe mencionar que la noticia dejó a todos completamente perplejos.

 

- Pero Rita, apenas tienes dieciocho años – Habló Iason.

 

- Vamos papá, no soy una niña…

 

- ¡Claro que eres una niña!

 

La mirada asesina que le arrojó Riki a Leonardo, fue lo que motivó al chico a hablar.

 

- No se preocupen, yo me haré cargo…

 

- Y es que te vas a hacer cargo – Mencionó con fuerte tono Raoul – Sinceramente, no me esperé esto de ti, Leonardo.

 

Los chicos se sentían como parte de un juicio, en donde hasta los criados estaban en su contra.

 

- Bueno ya, no tiene caso el regañarlos tanto – Intervino Katze – Un hijo es una bendición, sea cuál sea el momento en que llegue.

 

- Hay una cosa que yo quiero saber – Habló Riki, manteniendo su tono de voz autoritario - ¿Cuándo es la boda?

 

- ¿Eh?

 

De aquella manera, los muchachos Rita y Leonardo, quienes en esos momentos estaban por cumplir los 19 y 17 años respectivamente, se casaron en un tris ante la sorpresa de todo mundo. Aunque sus padres mantuvieran la postura de que era demasiado pronto para ellos dar semejante paso como lo era irse a vivir juntos por su propia cuenta, no pudieron contra “el amor joven”. Los dejaron marcharse para iniciar el camino que habían escogido experimentar. Era bien sabido por los padres de los chicos que lo peor que podían hacer era cortarles las alas, les dejarían por tanto aventurarse y llevarse su estrellón – si resultaba el caso – o ser verdaderamente felices viviendo juntos – lo cual era lo más esperado -; fuera cual fuera el resultado de la decisión de sus hijos, Katze, Riki, Iason y Raoul no podrían sentir otra cosa distinta al orgullo.

 

Sólo que antes de irse a vivir definitivamente juntos como marido y mujer, a Rita y a Leonardo les habían impuesto una especie de “fase de prueba”, en donde vivirían juntos pero en la hacienda de los Mink  - Iason y Riki seguirían en la granja -, ya luego de que la Mink diera a luz y se recuperara, podrían irse a su propio nido de amor. 

 

- ¿De verdad tienes que irte? – Le ayudaba a llevar las maletas.

 

- Vamos papá, ni que me fuera a ir tan lejos. Además ya quedamos en que pueden venir a visitarnos los fines de semana.

 

- Aún así, me costará alejarme de mi chiquita – Riki le acarició los cabellos.

 

 - Ya no soy una niña – Sonrió – Prométanme que me dejarán hacer esto sola.

 

- Lo prometemos – Dijo Iason.

 

- Papás – Mencionó con desconfianza – Hablo en serio. Sé que serían capaces de vigilarnos con la excusa de que están dando una cabalgata por mero paseo.

 

- Mmm… - Riki se sintió atrapado - De acuerdo, será como tú digas.

 

- Gracias papá.  

 

En eso la vista de todos se dirigió a la camioneta que recién llegaba, de ella bajó Leonardo con una sonrisa de oreja a oreja, evidentemente estaba emocionado con la idea de iniciar cuanto antes la vida de esposos.

 

- ¿Cómo están tíos?

 

- Bien ¿Y tú muchacho? – Hablaba Riki.

 

- Digamos que algo… ansioso – Le era difícil ocultarlo, más en su tez que solía ponerse bastante rojiza - ¿Estás lista? – Tomó las maletas de la chica.

 

- Si.

 

- ¿Cómo se han tomado todo esto tus padres, Leonardo? – Preguntó el rubio.

 

- Bueno, el que menos lo aprueba es Raoul… ya sabes como es, quiere que todos vivamos metidos en la misma casa – Se rió un poco – No creo que sea muy divertido vivir en casa de mis padres con mis hermanos haciéndonos visitas a diario.

 

- Eso no suena para nada como una vida de esposos – Mencionó Rita, pensando más que nada en su prima Eva, quién celaba tanto a su hermano Leonardo que seguramente haría hasta lo imposible por hacerla rabiar.

 

- Pienso que Diedo está muy lejos como para que se residencien allá – Habló Riki.

 

- Aún no nos hemos decidido papá.

 

Rita se despidió de sus padres con un efusivo abrazo.

 

- ¡Nos vemos la próxima semana! – Exclamó la joven mientras movía las manos animadamente.

 

El automóvil desapareció de sus vistas y entonces los hombres salieron del trance.

 

- Pudimos haberla llevado nosotros hasta la hacienda. No tenía porqué venirla a buscar – Fue lo primero que mencionó Riki.

 

- ¿No viste lo contento que se veía nuestro sobrino? Es su esposo después de todo.

 

- Se casó mi niña…y se fue de casa… tan pronto… - Sintió la nostalgia.

 

- Sabíamos que esto iba a pasar tarde o temprano – Trataba de consolar al moreno - No te preocupes mi amor – Se acercó a su marido y le abrazó desde atrás – Ella va a volver… y dentro de poco lo hará con un hermoso niño en sus brazos ¿Quién sabe? Puede que más si así está destinado.

 

- Si… – Riki se aferró con fuerza de los brazos que estaban a su alcance.

 

Enseguida comprendió el poder de sus palabras, siendo consciente del hermoso acontecimiento que estaban por experimentar…

 

Ellos… iban a ser abuelos. 

 

- Lo harán…volverán.

 

En su corazón no podía caber tanta felicidad. La pequeña familia que había iniciado con su adorado Iason crecía más y más…

 

Al igual que su amor, prolongación del nexo más fuerte que haya existido y existirá jamás.

 

 

 

* Fin *

 

 

 

Notas finales:

 

Y así termina otra historia de amor y otro fanfic luego de tantas actualizaciones tardías  ^_^ *Aplausos* (inner: voy a llorar T//^//T) espero que les haya gustado éste final cursi y amoroso (adoro la cursilería xB) que le he dado, puesto que el original… si conservaba el dramatismo de las ovas que ya conocemos :B quiero aclarar una vez más, que seguiré publicando mis historias, tanto de ank como de cualquier otra serie que se me ocurra o_o sólo decidí darle el final a ésta porque como ya mencioné, se trataba de una historia que me pedía “mucha mente”, “echarle mucho coco”, “meterme en el personaje”  por así decirlo y en estos momentos prefiero algo más light, y con más comedia, si se puede, vamos que escribir tanta tragedia a veces deprime! xD  ya estaba desinflada después de tantos años de enfocarme por acá, créanme, tuve muchos instantes de eso que llaman “bloqueo de escritor”… sólo que cuando me daba, no sabía que eso existía n.nUU procuraré ahora terminar los fanfics que tengo en publicación …. Pero no se me vayan tan rápido! Les tengo un epílogo, un capi extra como regalo por la bomba del repentino desenlace y por la tardanza taaaaaaaan extensa…. para que vean que, a pesar de todo, no soy tan villana como parezco xD (inner: wow! Genial! Vamos allá *w*) lets go!!     

 

 


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