Aquella noche, Mimea se había escurrido en la hacienda Mink, burlando la seguridad y llegando hasta el sitio en donde reposaba el agua de los caballos.
- Esto es por rechazarme tan vilmente…
Sacó de entre sus ropas una botella, la cual vertió completa en el agua.
- ¿Qué te parece Iason Mink? Pagarás muy caro lo que me hiciste…
De esa forma Blondy se había enfermado. Riki estuvo cuidándole por varios días, sabía que podía curarle, por eso le había pedido al señor que le dejara quedarse con él.
- Te he confiado al mejor de mis caballos… si muere, comprenderás que toda la culpa será tuya.
- No morirá, no se preocupe – Le mencionó con algo de molestia.
Iason se encontraba una noche acompañando a su equino, viendo como Riki le trataba. El chico sabía lo que hacía, de eso estaba seguro.
- ¿Y cómo estás tan seguro de que no morirá? – Preguntó para ver que alegaría.
- No estoy seguro, sólo lo siento así… - Acarició al débil animal – Él… es fuerte y no se dejará vencer…
Iason perdió cualquier idea culposa hacía el pelinegro, ya no tenía ninguna duda de que Riki era inocente.
Fue grande la sorpresa cuando Blondy empezó a responder positivamente, volvió a comer y pocos días después a levantarse. Pronto se hubo curado por completo.
Riki esperó que la responsabilidad del caballo blanco se le viera revocada, más no fue así, para sorpresa de todo el mundo, el moreno continuó atendiendo a Blondy – y al resto de los caballos – como si nada hubiese ocurrido.
De aquella manera, comenzó a esparcirse el rumor de que el señor tenía un trato preferencial por Riki. Los sirvientes veían al moreno con malos ojos, con rabia y enojo al no ser ellos los afortunados.
De cualquier forma, Riki era demasiado anti parabólico para darse cuenta de que los sirvientes le tenían envidia. Continuaba tratando exclusivamente a Daryl y a los demás… si le era posible les ignoraba.
- Riki. Tienes una visita.
- ¿Quién es Daryl? – Preguntó extrañado, en todo el tiempo que llevaba trabajando en la hacienda, era la primera vez que tenía una visita.
Riki se asomó entre la paja, se hallaba tomando uno de sus descansos. El muchacho de cabellos largos y castaños, entró al establo con una tenue sonrisa en los labios.
- Cuanto tiempo ¿Cómo estas Riki?
- ¡Guy!
El pelinegro mostró facialmente lo feliz que se encontraba. Se levantó rápido y sin pensarlo dos veces, se arrojó a los brazos del recién llegado en un fuerte abrazo.
- Parece como si no nos hubiéramos visto en años ¿No? – Guy le acariciaba los cabellos.
- Je je… si – Riki sonrió – Los meses en ocasiones se vuelven más largos que los mismos años.
Los muchachos se encontraban solos, contemplando lo enorme de la hacienda Mink.
- Así que éste es tu nuevo hogar…
- Eso será hasta que logre reunir un poco de dinero, como habíamos acordado…
- De eso quería hablarte Riki – Mencionó Guy un poco apenado.
- ¿Qué pasa Guy? – Se mostró preocupado.
- Es que… - Hablaba por lo bajo - He perdido mi trabajo y yo…
- No te preocupes – Riki le había interrumpido – Yo me ocuparé de tus gastos hasta que las cosas se mejoren, después de todo, hasta hace poco las cosas estaban al revés.
- No quisiera que fuera así pero… - Le medio sonrió – Lo menos que quiero es incomodarte Riki.
El pelinegro se sonrojó al notar la enternecida mirada del otro, trató de desviar el rostro, más Guy se lo impidió, con ambas manos lo sostenía.
- Todo lo que hago, lo hago por ti… no me incomodaría para nada que las cosas continuaran de éste modo.
- Sé que no… - Susurró el pelilargo, convencido.
Poco a poco fue juntando sus labios con los de Riki. Ansiaba tanto besarlo. Su dulzura le había estado torturando por meses enteros. Guy recorrió la boca del pelinegro por completo, degustó con su lengua cada centímetro de ella, desató en el muchacho el deseo de jugar, de batallar un poco…
Guy se apartó lentamente, dejando que su lengua escurriera algo de saliva. Su cuerpo comenzaba a calentarse y notaba que Riki también se encontraba en las mismas condiciones, aquellos ojos brillosos lo instaban a querer someterlo cuanto antes.
- Al parecer tu cuerpo es sincero… me has extrañado – Aludió al descubrir cierto despertar en la entrepierna del pelinegro.
- Guy… - Mencionó con un tono coqueto ¿Cómo ocultarlo? Su rostro se encontraba completamente salpicado de ese hermoso tono rojizo.
Dejarse llevar era tan fácil en ese momento…
- ¿Ha venido un extraño…? – Iason dejaba su taza de té a un lado - ¿…Buscando a Riki?
- Al parecer es un conocido suyo – Daryl no había querido terminar contándole aquello, pero los chismes habían llegado a oídos del señor demasiado rápido, y al ser él, el único al que trataba, Iason había terminado preguntándole.
- ¿Y… donde están? – Trató de preguntar con indiferencia.
- Creo que en el establo señor.
- …
- ¿Señor?
El Mink reaccionó, se levantó de su asiento abandonando al muchacho y a su taza a medio degustar.
Curiosidad. Sus pies le llevaron hasta el sitio destinado al pelinegro. Esperaba encontrarse a aquel sujeto, indicarle a Riki que no podía recibir visitas sin su permiso, darle a entender a aquel extraño que su trabajador estaba bajo su entero control… ¿Quién sería? ¿Qué sería de Riki? ¿Un amigo quizás?
-¡!
“Amigo” aquella palabra de esfumó de su cabeza en cuanto se asomó en el establo; se ubicó a un lado, lo suficientemente oculto para que no detectaran su presencia ¿Qué hacía el prestigioso Iason Mink comportándose como un vulgar fisgón? Y es que, lo que veían sus ojos claros no le agradaba para nada: Las piernas de Riki se hallaban enrolladas a la cintura de Guy, al tiempo que el pelicastaño se restregaba con furia, apoyándose en las paredes del lugar, acallando sus gemidos, mordiendo sus propios labios… semejantes a bestias hambrientas una de la otra.
Aquel hombre era la pareja de Riki, de eso no había duda… y enterarse de ello a Iason le molestó, tanto, como si le hubieran dirigido el peor de los insultos.
Continuará….