Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

En busca del amor por Necoco_love2

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Saludos gente que está leyendo esto, ¿Cómo han estado? Espero que estupendamente :D

Éste es, según creo, mi primer SaiGaa >w< Creo que, sin lugar a dudas, lo he hecho mal xD La idea principal era un poco diferente, e incluso pensé que me quedaría mejor, pero tal parece que… pues esto es lo que ha salido xD

Es para ti, Eruka, lo hice con mucho cariño cariñoso ♥ esperando que te gustara. Sé que es un regalo de cumpleaños muy atrasado, pero dicen que más vale tarde que nunca xD

Y si no te gusta, te escribiría cuantos fueran necesarios para que quedaras satisfecha >.<

En fin… les dejo leer :3

Notas del capitulo:

 

Disclaimer: los personajes de Naruto no me pertenecen, son obra del señor Masashi Kishimoto.

 

 

 

Suelen decir con frecuencia que él que busca, encuentra.

 

No obstante, de igual manera suelen decir que las cosas llegan justo cuando dejas de buscarlas.

 

¿A cual de las dos frases debía hacer caso?

 

Se contradecían de tal manera que parecía no tener sentido cuando lo apreciabas desde mi punto de vista.

 

La vida siempre es como una caja de Pandora, nunca sabes que lo provendrá de ella. Nunca…

 

 

 

Era curioso. De cierta forma, un tanto patético. Sí, tenía que admitirlo, resultaba patética la manera en la que por mucho tiempo había actuado. Pero no se me podía culpar, ¿cierto? Porque cuando alguien no sabe a que dirección dirigirse, es inevitable que se pierda en las ramas de lo desconocido.

 

¿No estaría sólo buscando justificarme con eso…?

 

 

 

El amor era muy complicado. Quizá, como solían decir, esa sólo para los tontos y, dado que yo estaba muy por encima de lo que se solía denominar como “tonto”, el amor no estaba hecho para mí. Sin embargo, lecciones de vida como esas son muy difíciles de aprender cuando te empecinas en buscar amor en donde sabes que definitivamente no hay amor para ti.

 

 

Siempre viví falto de ese sentimiento. De ese cariño que se supone deben brindarte las madres cuando eres sólo un chiquillo indefenso y llorón. Mi madre murió cuando yo nací. Y mi padre era un hombre tan ausente de ese papel, que siempre lo consideré sólo como el hombre gracias al cual se me dio la vida—una que, por cierto, no quería—, ni más ni menos. Ni siquiera mis hermanos mayores, aquellos que de alguna manera siempre terminan por proteger muy recelosamente a los más pequeños, me querían.

 

Era sólo yo, Gaara, el motivo encarnado por el cual mamá había muerto.

 

Cuando un niño se ve orillado a vivir en la soledad, excluido de los demás, lo más probable es que aprenda a vivir de manera autosuficiente, acentuando en su soberbia ese amor que nadie ha sido capaz de darle. Ese, por decirlo así, era mi fortuito destino.

 

Conocí a Sasuke en la escuela elemental, cuando ya había asociado al amor con algo inalcanzable y cuando mi carácter tan frío y antisocial comenzaba a forjarse. No nos llevábamos bien por aquél entonces, aunque siendo tan parecidos y tan rezagados del resto de los críos que nos hacían menos, la rivalidad que coexistía en nuestra amistad y aquél mal humor que nos cargábamos nos hicieron de cierta manera personas inseparables. 

 

Nadie soportaba tanto su mal humor como yo, y tampoco nadie era capaz de hacer frente a mi soberbio desdén como él. Sasuke era como el frío glacial del Polo Norte y yo era como el Oso Polar que podía subsistir sin problemas en aquél extremo clima.

 

Cuando nadie podía interrumpir el hilo de mis pensamientos, solía pensar que Sasuke y yo éramos el uno para el otro. No lo amaba, por supuesto. Era sólo un niño. Pero siendo él la única persona que no se alejaba de mí, resultaba normal que cual niño ilusionado pensara que podría pasar el resto de mis días a su lado sin importar si era un completo amargado. Sasuke era lo más cercano al amor que tenía, lo más cerca que posiblemente estaría de amar a alguien.

 

Yo sólo quería no volver a estar solo nunca más.

 

Y, desafortunadamente, Sasuke no pensaba de la misma manera.

 

Conforme los años pasaron, fuimos creciendo juntos, de manera tal que ya no podía imaginar mi vida sin el Uchiha. No obstante, aunque mis ilusiones infantiles se habían visto mermadas por la aparición del rubio Uzumaki en nuestras vidas—sí, nuestras—, yo seguía desesperadamente buscando el amor que Sasuke no había sabido darme, y el cual yo directamente nunca le había pedido.

 

Y Naruto apareció como un rayo de luz en mi vida cuando comenzaba a hundirme más y más en mi mismo, en mi vacío y en esa soledad infinita que sentimentalmente hablando sentía. Llegó como ese esperanzador rayo de luz que aparece después de la tormenta provocando un arcoiris de sentimientos encontrados en mi persona.

 

Odio y amor juntos, esperanza y una pizca de alegría. Naruto siempre había sido uno de esos chicos animados que sonreían ante cualquier adversidad y siempre luchaban con optimismo por lo que deseaban. Éramos tan iguales y a las vez tan diferentes que supe en primera instancia, tras conocerlo, que lo amaría con el tiempo. Y lo hice, lo hice.

 

Me contagiaba su alegría y sus tristezas eran las mías. Deseaba, con todas mis fuerzas, protegerlo de todo mal y tratarlo como si fuera tan frágil como el cristal. Lo admiraba de tal manera que me sentía celoso de Sasuke. Y hasta cierto punto, lo odiaba. Mis fantasías con Sasuke se habían visto destruidas cuando me di cuenta que sus ojos ónice miraban en una dirección que no era la mía, pero repentinamente la dirección en la que yo miraba ahora, curiosamente, era la misma en la que Sasuke había mirado todo el tiempo en el que sentimentalmente hablando me había ignorado.

 

Naruto era Naruto y punto, no había palabras para describir lo bien que me sentía a su lado. Cuando estaba con él, sentía que quería seguir caminando a su lado, sin importar a dónde se dirigiera.

 

Pero nunca fui muy afortunado buscando el amor. Porque buscaba insaciablemente el amor justo en las personas que no podían ofrecerme más que una incondicional amistad. Me sentía tan jodidamente estúpido cada vez que recordaba que los ojos azules de Naruto no tenían a nadie más en su reflejo que a Sasuke, que más de una vez quise alejarme de todo y de todos para volver a ser el Gaara maniático y antisocial con ideas homicidas que se paseaba por las calles en silencio bajo el encanto casi mágico que ejercían en mí un par de audífonos con música a todo volumen.

 

Yo era tan fiel a Sasuke y a nuestra amistad que mis propios deseos y aspiraciones no las tomaría en cuenta si afectaban severamente los sueños de Uchiha. Mis sentimientos hacía Naruto eran algo que nunca verían la luz. Me estaba haciendo a un lado por el temor de quedarme solo de nuevo. Yo era tan patético. Quizá era ese el motivo por el cual nunca había conseguido ser amado, porque no me esmeraba por luchar y alcanzar ese sueño que subsistía secretamente en mi interior.

 

Pero en alguien tan pesimista en ese sentido como yo, el luchar resultaba un esfuerzo que no daría sus frutos.

 

El día en que te conocí estaba de un roñoso humor de perros. Sentado en una banca del parque konoha a poca distancia de mi casa, mis lágrimas inocentes resbalaban por mi mejilla tras el conocimiento de que a esas horas de la noche no habría nadie que pudiera verme en mi momento de patética debilidad. En mi momento de patética humanidad.

 

Siempre había confiado en la gente que decía “el que busca encuentra”, tan obsesionada y desesperadamente que no podía soportar el no encontrar ese amor que nadie parecía dispuesto a darme. Y caminando por las calles, no podía soportar esa envidia hirviendo en mis venas cuando me daba cuenta que a mi alrededor, todos parecían vivir acaramelados, con ese mundo tan rosado y cursi que, aunque me provocaba nauseas, quería conocer.

 

Sólo era un niño caprichoso que deseaba amar y ser amado a cambio, ¿tan difícil era comprender eso…?

 

Aquella noche en la que me ocultaba en la banca del parque más rezagada, me abrazaba a mis piernas para ocultar esas lágrimas que me avergonzaban, pero que tampoco podía contener por mucho más tiempo del que ya lo había hecho. Me sentía capaz incluso de matar a alguien con tal de que los demás sintieran lo mismo que yo sentía de manera tan aberrante  en mi pecho.

 

De repente apareciste tú.

 

Siempre tan inoportuno, siempre tú.

 

No voy a negarlo, te odié cuando apareciste frente a mí con aquella pregunta tan estúpida y te sentaste frente a mí, con tu cuaderno de dibujo y tu lápiz de grafito dispuesto a dibujar sin importarte que tan incómodo me hacías aquél momento de desahogo silencioso.

 

« ¿Estás llorando?»

 

La pregunta resonó en mi mente hasta el momento en que decidiste irte sin más. Sí, imbécil, estaba llorando. ¿Eras tan retardado como para no notarlo? No te contesté, por supuesto, me quedé ahí, irradiando vibraciones asesinas a ver si captabas la idea de que preferiría estar solo que con un extraño como tú.

 

Te tomó un buen rato irte, pero mientras tanto, yo ya había encontrado mil y un maneras diferentes de asesinarte con ese lápiz que durante un rato no dejaste de mover de aquí allá como si la vida se te fuera en ello. Cuando decidí yo también marcharme a casa, me percaté que habías dejado a mis pies una hoja con un dibujo, el que aparentemente habías estado haciendo durante todo ese lapso de tiempo en el que no habías querido marcharte.

 

Al pié, junto con tu firma, había una pequeña nota que rezaba «Alguien tan hermoso como tú debería desperdiciar su tiempo llorando»

 

¿Sería eso cierto…?

 

Independientemente de lo mucho que te odié en tan sólo unos instantes, a veces me sorprendía divagando en esa pequeña frase que me habías dedicado y me sorprendía al percatarme que, por muy solitario que me sintiera siendo un mal tercio entre Sasuke y Naruto, en el fondo me habías dado esa vaga esperanza de que tal vez, y sólo tal vez, las cosas podrían mejorar.

 

Había desistido del amor, porque quizá no era algo digno de mí. Quizá yo era mucho más superior y con mi enorme amor propio yo podría vivir de manera autosuficiente, amándome única y exclusivamente a mí. Por muy egoísta que sonara.

 

Y sin pensarlo, volví a encontrarte. En el mismo parque días después, mientras me dedicaba a observar el cielo y a escribir en un cuaderno pasajes de mi vida que intentaba utilizar para poder desahogar con ello las cosas que no era capaz de confesarle a Sasuke ni a Naruto. Apareciste con esa sonrisa falsa, con ese maldito cuaderno entre tus manos y ese lápiz que no te abandonaba nunca. Preguntaste si había dejado de llorar ya, pero avergonzado yo te ignoré olímpicamente y me dediqué a lo mío sin que reparara en tu presencia más que en breves intervalos.

 

A veces hablabas, pero me concentraba tanto en no escucharte que terminaba escuchando únicamente tu voz tan misteriosa y a la vez tan falta de emociones. Era un tono tan neutro que me desesperaba. Preguntaste por el dibujo que me habías hecho con anterioridad, pero no me sentí capaz de decirte que lo llevaba siempre en mi cartera y que cada noche, desde el balcón de mi habitación, me sentaba a la luz de la luna y las estrellas y miraba como idiotizado los bellos trazos en los que me habías retratado tan fácil y al mismo tiempo con tanta delicada hermosura.

 

En el fondo, no quería admitir que me estaba enamorando de ti.

 

Día a día, con cada dibujo, cada trazo en el que retratabas esas facetas de mí, esas expresiones que nadie más que tú era capaz de ver, hacías latir mi corazón en una vorágine indescriptible de emoción combinada con esperanza. Te odiaba, irrisoriamente como si fueras tú el antagonista dispuesto a destruirme con los engaños amorosos más bajos. Y no obstante, en realidad te odiaba porque me costaba aceptar que, tras esa gran decepción que el amor me había dejado como sabor de boca, volvía a caer en esa trampa como si yo fuera un simple conejo inocente que se adentra en la boca del lobo sin saberlo.

 

Con el paso de los días, aquellos encuentros ocasionales se volvieron más frecuentes y planeados. Pero así mismo, yo trataba de huir desesperadamente de ti, procurando que no me alcanzaras. Sin embargo, siempre me alcanzabas. Eras como una tentación, Sai, lo eras, y huía lentamente de ti para que consiguieras alcanzarme sin mucho esfuerzo.

 

Con el tiempo descubrí que sólo me hacía el difícil porque, ser buscado, ser por primera vez a quién pretendían y no el pretendiente, se sentía estupendamente bien. Me daba una sensación de poder al momento de decidir sobre ceder o no, que no había experimentado en mis anteriores búsquedas del amor. Me hacías sentir grande, Sai, hinchabas mi ego más de lo que yo mismo lo elevaba y, aunque después te tratara desdeñosamente como un fiel siervo dispuesto a seguirme hasta el fin del mundo quizá, en el fondo te tenía demasiado cariño.

 

Antes de ti, no me sentía solo. Me sentía tan autosuficiente que en el fondo creía no necesitar siquiera la amistad de Naruto o de Sasuke para poder continuar mi vida. Pero apareciste en mi vida como una canción e iluminaste mis días, y después de ti, supe lo que era en verdad la soledad cuando te pensaba en casa y no estabas a mi lado para acompañarme.

 

Te amaba, Sai. Te amaba, te amo, y te amaría hasta que el tiempo así lo decidiera. Decirte que te amaría por siempre carecía de sentido, aunque no de romanticismo. Pero sabes que siempre fui así. Mi confesión rayaba en lo parco dado que hasta el momento, no era capaz de decírtelo cara a cara. Pero aún me quedaba algo de orgullo para no querer abrirme a ti de tal forma y que me vieras en ese estado tan vulnerable, en el que mis palabras podrían temblar y me volvía más propenso a intentar golpearte si llegabas a burlarte.

 

Pero era cuestión de tiempo. Quizá en un poco más, me atrevería a susurrártelo en una de esas noches en las que me quedaba a dormir en tu casa y me acurrucabas entre tus brazos para que no me diera frío. O quizás en medio de una tarde en el parque mientras intentabas dibujarme y yo posaba para ti sin muchos problemas.

 

Aunque no hacían falta las palabras para que lo supieras, decirlo lo volvía algo real sin lugar a dudas. Decirlo sería, por ésta vez, reafirmar algo que quedaba claro cuando nuestras miradas se encontraban. Decirlo sería encarar esa realidad en la que había dejado de buscar el amor para que este me encontrara a mí en ti…  

 

                                                                                 Gaara. 

 

Notas finales:

 

TnT Creo que no me quedó como esperaba, pero mi mente no dio para más en esos momentos D: Sin embargo, tengo otra idea en mente, quizá esta otra sea mucho mejor que mis fallidos intentos de impresionarte, Eruka linda ;c

Igual sabes que te quiero mucho ♥ 

Bueno, bueno, pues… si leyeron hasta aquí, muchas gracias. Apreciaría que se tomaran unos minutos de su tiempo para dejarme un review y en el me dijeran que les pareció el fic.

Sin más que decir, me despido. Besos & abrazos cariñosos, Necoco.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).