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Lost paradise. por black_phenix

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Notas del capitulo:

Oh, por Merlín vendito. Lamento tanto la tardanza en mis continuaciones. Ultimamente me he visto envuelto en todo tipo de situaciones basante raras; de las que no dire nada, cotillas. XD. En fin, realmente espero que no se hayan olvidado de moi. Seria de masiado triste eso para mi. Espero que disfruten de este capitulo. He tratado de hacerlo lo menos emocional posible; no se porque, pero siempre parecen empalagarme las escenas de amor y tristeza que escribo.

 

En fin, muchas gracias a los que leeran. Los aprecio bastante.

Emociones 2.

 

 

 

 

Sólo el corazón,

Aquel encadenado sin razón,

 Dirá la verdad a lo que con tanto ahincó buscas en la lógica de tus pensamientos”.

Black…

 

 

 

 

La directora McGonagall frunció con ligereza el ceño una vez que la puerta de su despacho fuera cerrada y quedara a solas, una vez más, con los cuadros de los subsecuentes ex-directores de Hogwarts. Albus y Severus incluidos, por supuesto. No estaba muy segura de si había hecho o no lo correcto al permitirle el paso hacia los terrenos del colegio a su inesperada visita. Ciertamente, no le agradaba. Tal tipo de personas tendía a revelar sus intenciones en cada acción que realizaba, y aquella tenía unas muy perturbadoras por lo que había logrado observar. Frunció los labios un tanto enojada. Realmente esperaba no haber hecho algo de lo cual arrepentirse. La vestimenta que llevaba difería bastante de ser una simple visita social a un viejo amigo, pensó con amargura y reprobación. Tan sólo esperaba que Harry no se enojara con ella, puesto que la visita era de él. Soltó un suave suspiro, parecido a un lastimero gemido de preocupación.

 

 

 

En verdad Harry Potter sabía como hacer un excelente trabajo. Aparte de que le apreciaba bastante. El otrora Chico Problemático de Oro de Gryffindor se había convertido en todo un respetado caballero de sociedad, educado y con una familia y estatus envidiable. Alguien que toda mujer desearía tener a su lado, según los rumores de las jovencitas y El Profeta. Como profesional que era, reconocía la valía de Harry Potter como profesor. El hombre sabía como imponer respeto y orden, tanto así que ninguna de las Casas se atrevía a contradecirle en nada. ¡Los estudiantes al fin se comportaban como ella tanto había buscado que lo hicieran! Cierto que había algunas peleas que se realizaban a espalda de los profesores, pero eran riñas comunes que podían resolverse con más facilidad que en antaño. Ciertamente, si Harry llegase a irse por una negligencia de su parte, no se lo perdonaría.

 

 

 

Sí, Harry Potter era alguien muy necesitado por Hogwarts y sus estudiantes. Estaba realmente segura de que, sin llegar a exagerar,  el castillo se desplomaría si el profesor llegase a marcharse. Suspiro abatida, sintiéndose más vieja de lo que ya era. ¿Cómo había podido Albus cargar con tantas responsabilidades y aun seguir sonriendo? Ella llevaba apenas unos doce años en el puesto y ya quería el retiro. Tener que lidiar como profesora era una cosa, pero tener que ligarse al puesto de rector y tener que llevar todas aquellas actividades rutinarias era otra. Una bastante cancina cuando se tiene que lidiar con adolescentes de hormonas revolucionadas y profesores llenos de quejas… Y padres mortificados acusando por negligencias del personal cuando se enteran de que sus bebés han sido heridos de alguna manera.

 

 

Un ligero escalofrió le recorrió el cuerpo cuando el apellido Bristoll se coló en su mente.

 

 

Aquella mujer y todas sus malditas quejas cada dos por cuatro cuando su adorada pequeña fue admitida en el ala de enfermería cuando se torció un tobillo por tratar de evadir un hechizo en un pasillo la habían, literalmente, asfixiado a más no poder… Con decir que estuvo a segundos de lanzarse el Avada

 

 

Agito la cabeza deshaciéndose de aquellos  pensamientos no deseados. Debía preocuparse más por cuál sería la reacción del Profesor Potter debido a su decisión.

 

 

 

—No creo que haiga algo de lo cual preocuparse, mi querida Minerva. Harry es un chico fuerte y bastante maduro para poder afrontar lo que venga. —Le animo el retrato del director Dumbledore, con aquella imperturbable sonrisa. La expresión de la directora lo decía todo—. Estoy seguro de que has hecho lo correcto al dejarle pasar. Es algo del pasado que Harry tiene que afrontar. Sea hoy o algún otro día. Pero era algo que eventualmente sucedería. —McGonagall suspiro. Se había esperado eso de Albus.  Y como lo había esperado, Severus bufo y rodo los ojos con exasperación.

 

 

 

—Ciertamente, si esa cosa presuntuosa carente de cualquier tipo de gracia y elegancia llega a conseguir su objetivo con Potter, Minerva, se creara la primera  Convención Nacional de Mortifagos por la Paz, encabezada por un resucitado Lord Oscuro amante de Muggle’s. —Sarcasmo en el más puro de los grados. Aunque quiso, McGonagall no pudo contener la leve sonrisa en sus labios por el arisco comentario.  Conocía muy bien el significado tras aquellas sarcásticas palabras dichas por Severus… Después de todo, Elliot y Morgan no se habían hecho solos. Tan sólo un estúpido o un ciego no se darían cuenta de quién era el padre de las criaturas. Incluso su magia los delata, aparte de ese reverencial parecido a uno de sus antiguos estudiantes.

 

 

 

El retrato de Albus extendió aun mas su excéntrica sonrisa: —No te preocupes tanto, mujer. Harry parece que gusta de enseñar. Y por supuesto, se desempeña muy bien como profesor. Dudo mucho que quiera dejarlo por algo tan simple como una inesperada visita. Además —añadió, con ese perturbador brillo en sus celestinos ojos—, dudo mucho que ahora tenga razones para marcharse.

 

 

 

Tanto Severus como Minerva le observaron con el ceño fruncido. Incluso muerto se las arreglaba para saberlo todo. Y, como siempre, los dejaba en la maldita incertidumbre.  Aquella sonrisa que poco decía pero que indicaba que todo lo sabía lo delataba. Con un respiro resignado, y sintiéndose de vuelta a la realidad, presto atención a sus deberes como Cabeza de Maestros. No obtendría respuestas claras de Albus, y no quería tener dolores descomunales de cabeza, de nuevo.

 

 

 

—Espero que tengas razón, Albus, realmente lo deseo.

 

 

 

 

—41—

 

 

 

 

 

Se recargo del sillón mientras los chicos correteaban por el salón, jugando uno de esos extraños juegos Muggle’s de “Las Traer” que habían aprendido en la escuela a la que asistían. Después de haberles recogido había vuelto a Hogwarts, a encargarse junto con Dobby de cualquier imprevisto que surgiese en el día. Ya habían atendido las inquietudes del algunos Ravenclaw de cuarto que buscaban respuestas a sus interminables preguntas con referencia al último trabajo que el profesor Potter les había dejado. Más de allí no había ocurrido nada. Las horas transcurrían con notoria tranquilidad, incluso comenzando a hacérsele eternas. Suspiro y volvió su mirada a uno de los libros de defensa que Harry había dejado sobre el escritorio, antes de que todo el plan comenzara a ejecutarse. Dobby había salido a realizar algunas diligencias y él, no encontrando nada mejor que hacer, decidió ponerse a leer.

 

 

 

 

Mentiría si dijese que no estaba comenzando a preocuparse.  Tenía entendido que lo gemelos eran capaces de llevar con bien aquella labor, pero eso no quitaba que tan sólo eran unos niños. Harry comprendería la posición en la que se encontraba y razonaría, ¿pero qué haría Malfoy? Torció el gesto un tanto incomodo. El otrora molesto chico, sarcástico y subsecuentemente una patada en el hígado era alguien fácil de leer por sus simplezas de crio malcriado en su juventud. Pero ahora era alguien que daba una cara y te apuñalaba por la espalda en el segundo siguiente. Alguien experimentado en el mundo de las difíciles decisiones que un adulto debía de tomar.  Eso era lo que le preocupaba; no saber cual reacción tendría aquella bomba andante llamada Draco Malfoy.

 

 

 

Suspiro y dejo el libro de nuevo en el escritorio. Ninguno de los cursos tendría clase ese día, gracias a Merlín que Harry estaba libre de labores los viernes. Hubiese sido toda una odisea la que se crearía si fuese él quien apareciese como profesor suplente. Aunque le hubiese encantado verle las caras de sorpresa y confusión a todos esos críos. Sonrió, levantándose y encaminándose hacia donde se encontraban sus pequeños, sonrientes y jadeantes por el esfuerzo físico. Estaba seguro de que algún día serian excelentes jugadores de Quidditch. 

 

 

 

Cuando se dispuso a jugar un momento con ellos, puesto que no tenía nada mejor que hacer, la puerta del salón se abrió, dejando ver una figura con la cual tenía años que no se cruzaba. Su rostro inmediatamente se endureció. Sus ojos fulguraron mil y una maldiciones y sus labios se apretaban con evidente enojo. Su visita, por su parte, simplemente alzo sin sutileza una de sus pelirrojas cejas cargadas en placentera ironía.

 

 

 

—Cuanto tiempo sin vernos, querido hermano. —Susurro con sarcasmo, retirando una inexistente pelusa de su traje de encaje francés. Estaba vestida de blanco, con una que otra cosa en negro. Ron torció el gesto en desagrado. Ciertamente, ante sus ojos, Ginny parecía una puta esperando clientela. Las altas botas de piel de dragón  en negro; la minifalda, que mostraba un poco mas por encima de las rodillas; la blusa blanca de encaje con diseños florales, con terminaciones minuciosas en los bordes cortados en forma de triangulo inverso a cada lado, terminando el corte en el inicio de la cintura. Su pelo llameante atado con una horquilla de plata en una coleta baja y elegante  desparramado por su hombro izquierdo, daba la impresión de ser un único bucle. Debía admitirlo, Ginevra se había vuelto muy hermosa, pero eso no quitaba la impresión que dejaba su figura: “estoy disponible a toda hora”, le decía la primera impresión.

 

 

 

Hugo y Alex se acercaron a él, dándole una mirada desconfiada a la mujer. Ginny, por su parte, sonrió con algo de tosquedad al vislumbrar a sus sobrinos.

 

 

 

— ¿Qué quieres aquí? —sus azules ojos parecieron adquirir matices rojizos de rabia.  Ginevra simplemente sonrió, reclinándose de lado para sostenerse en el marco de la puerta. Sus labios fulguraron un “uhum” algo sarcástico, como si le divirtiese su actitud.  Una sonrisa tan Slytherin. Arrugo la nariz con asco, mirándole como si jamás la hubiese conocido.

 

 

 

— ¿No crees que está claro a lo que vengo, hermanito? —su tono dulce y condescendiente le revolvió el estomago.  Alex arrugo el ceño y la miro con velado odio. Puede que no lo pareciese, pero entendía completamente la conversación y hasta qué punto estaba la tensión entre su padre y esa mujer. La conocía, la había visto muchas veces en El Profeta; cual profería blasfemias sobre ella y su manera de ser. Era su tía, una que no era muy bien recibida por la familia. Nadie hablaba de ella cuando se hacían las reuniones de los Weasley.

 

 

 

 

—Por eso mismo pregunto. Que sepa bien, no creo que seas muy bien recibida por mi amigo. —Sus ojos se entrecerraron con diabólico placer. Ginny borro todo rastro de diversión y le fulmino con la mirada—. ¡Ah!, y otra cosa: jamás vuelvas a llamarme hermano. Tú y yo no tenemos absolutamente nada en común.

 

 

 

— ¿Dónde está Harry? —pregunto con brusquedad. No le gustaba por donde se desviaba la conversación —. Es él quien tiene que decirme que no desea verme, no tú, Ronald.

 

 

 

Ron sonrió de lado, dándole una mirada bastante fría: — ¿Y crees tú que yo, si lo supiera, te lo diría? Creía que eras algo más perceptiva, Ginevra.

 

 

 

Ginny arrugo el ceño por el sutil insulto. Cuando llego a Hogwarts buscando el primer sorpresivo y amistoso encuentro con su siguiente objetivo jamás se espero encontrarse con su hermano allí. Sus ojos volaban con sutileza por el salón, buscando cualquier indicio que le indicase donde podría encontrarse Harry.  McGonagall tan sólo le había indicado el camino hacia el nuevo salón de Defensa, donde su amado daba clases.  Maldijo por lo bajo al no encontrar nada. Cuando se disponía a despedirse (ya tendría otras oportunidades) el suave “plof” de un elfo apareciéndose la hizo sonreír. Allí estaba Dobby, mirándole sorprendido, con una bandeja llena de alimentos.

 

 

 

—Si no estás tú, existen otras maneras de adquirir dicha información. —Bajo con un sensual balancear de caderas, en un movimiento fluido con los tacones altos.  Ron no se lo impidió. Cuando llego al último peldaño, se acerco hacia el elfo y le dio una altiva mirada, llena de asco hacia la criatura.

 

 

 

—Tú eres el elfo de Harry. ¿Dónde se encuentra tú amo? —ya tenía imaginada la escena del pequeño animal temblando de miedo bajo sus pies, retorciéndose las manos y las orejas cruelmente por el tono de su voz. Sus labios se curvaron de inmediato en una mueca de desprecio y asco. Dobby miro a Ron, quien parecía pedir paciencia a los cielos. Un incomodo zapatear le hizo poner de nuevo atención en disque “dama” —. ¿Estoy esperando?

 

 

 

—Aunque lo supiera, no es algo que le diría, señorita —Respondió, para sorpresa de la pelirroja y diversión de Ronald y sus hijos, con un tono lleno de prepotencia y una mirada evaluativa llena de reproche. Ginevra ahogo un grito lleno de indignación. ¡¿Quién diablos se creía esa vil criatura?! Dobby resoplo y rodo los ojos en un tono más que sarcástico por la tan conocida actitud pura sangre—. Y, antes de que diga nada de lo que la haga arrepentirse, soy el mayordomo y amo de llaves de los Potter. Asistente de Harry tanto en asuntos legales como asuntos escolares. No soy ni seré algo que deba postrarse con pleitesía ante sus pies. —Le envió una mirada envenenada que hizo retroceder a la pelirroja de la impresión. Nunca se había esperado el encontrarse con un elfo domestico con un dominio tan perfecto del léxico. Y, ahora que se fijaba, la ropa de Dobby era hecha tanto a la medida como con un corte perfecto y profesional; con una tela de diseño no muy fácil de conseguir en cualquier sitio.

 

 

 

 

—Se supone que tú debes atender a todas mis demandas, como visita que soy. ¿No eres tu un elfo domestico? —silbo rencorosa. Dobby sonrió de lado en una mueca bastante perturbadora a opinión de Ron.

 

 

 

—Sí, por supuesto que lo soy. El elfo personal de Harry, quien tiene toda la libertad de actuar como se le plazca debido a la orden de su amo. Para Harry y sus hijos soy familia…—levanto la nariz en un gesto altivo y repitió con solemnidad: — Soy el mayordomo de los Potter.  ¿Qué se diría si no pudiera comportarme a la altura de mi título? Usted no es ninguna invitada por Harry, así que ahórrese sus tontas y patéticas excusas y lárguese de mi presencia.  No es bienvenida aquí.

 

 

 

Tanto Ginny como Ronald boquearon de la impresión. ¿Ese era Dobby, el mismo elfo que se golpeaba con todo por haberse creído indigno de estar en presencia de alguien? Los ojos de Ron brillaron emocionados y orgullosos. El había comprobado ya que Dobby era un elfo especial, y su manera de comportarse lo revelaba. Pero ahora… joder. Hasta parecía el amo y señor mientras hablaba.

 

 

 

La pelirroja salió de la terrible impresión en la que se había sumergido. Miro a su hermano y luego al elfo antes de dar media vuelta y salir con toda la dignidad que le quedaba. Ya se encontraría con Harry en su momento. No había que desesperarse.

 

 

 

Ron tenía una sonrisa de oreja a oreja mientras Dobby se desinflaba, un tanto nervioso.

 

 

 

—Elliot y Morgan me dieron esas líneas a aprender. Creo que la vieron en uno de esas caricaturas Muggle’s japonesas que tanto les gustan. Supuestamente era para que nadie se diera el lujo de insultarme y pisotearme. Y, ciertamente, han funcionado. Uff. Mi pequeño corazón parecía querer explotar. —Ron rió por lo bajo y Hugo y Alex los miraban con curiosidad—. Ya es la hora de la comida. Y como imagino que no les gustaría estar participes en un ruidoso salón llenos de adolescentes hormonales, les he traído algunos de los platillos servidos.  Lamento que haya tenido que ver esa escena, señor Weasley.

 

 

 

Ron desestimo importancia el hecho con un suave batir de mano y una enorme y satisfecha sonrisa: —Descuida. Más bien te felicito por tu perfecta actuación. Realmente desearía que mis elfos se comportaran como tú. —Dobby pareció sonrojarse con el cumplido. De pronto, un par de aplausos llamaron la atención de todos. Allí, parado en la puerta, con expresión llena de diversión, se encontraba la pesadilla viviente de sus dulces noches. Aquella que con sólo el auspicio de su nombre paseando por sus pensamientos lo hacía mirar su mesita de noche, donde descansaba la pequeña caja de terciopelo.

 

 

 

 

De pronto, sintió como si el aire comenzara a faltar y terribles pensamientos asaltaban su mente. Aquellos ojos, aquella piel. Esos hermosos labios. Su alta figura, sus fuertes brazos. Su mente daba vueltas sin cesar en todo lo que contemplaba. Incluso en lo bien que le quedaba la ropa Muggle. Y lo apretado que estaban esos pantalones. Un lastimero gemido casi escapa de sus labios cuando su mente aboco lo “comestible” que estaba. ¡Lo hace apropósito!, pensó, mordiendo con cuidado y deseo sus labios. Su visita levanto una ceja y curvo en una depredadora sonrisa sus labios.

 

 

 

Y de Ron tan sólo salió un lastimero y ansioso: —Zabini…

 

 

 

 

 

 

 

—42—

 

 

 

 

 

 

 

Draco negó con suavidad y sutileza ante la triste afirmación de Harry, haciendo que sus rubios cabellos danzaran en el viento con elegancia. ¿Medios hermanos? ¡Ha! Como si fuera posible que Potter no se hubiese dado cuenta del gran parecido que estaba adquiriendo Scorpius con él. Debía estar bastante miope para no verlo. Inclusive con la poca visibilidad en aquel cuartucho de mala monta podía observas los matices de verde esmeralda en los orbes plateados del chico. ¡Inclusive aquellas angulosas y hermosas facciones que el chico estaba adquiriendo eran imposibles de no notar! Suspiro al momento de ver la sonrisa triste de Harry dirigirse hacia Scorp. No valía la pena ya ocultar todo aquello en su actual situación. Y mucho menos cuando él recibía la reveladora e impactante noticia de que era padre de aquellos dos.

 

 

 

 

—Te equivocas, Potter—murmuro con voz suave, llamando la atención de todos. Harry, quien estaba buscando la forma de escaparse del lugar (era doloroso no tener motivos para quedarse), se giro algo sorprendido. ¿Acaso los estaba negando? No, era imposible. La escena de hacia un momento lo confirmaba. ¿Acaso algo iba mal? —. Por lo que más quieras, Potter, deja de estar maquinando cosas sin sentido. Puedo intuir todo lo que está pasando por esa mente tan ilustrativa que tienes.

 

 

 

—Oh, discúlpeme, gran señor. Es que sus palabras han inspirado a mis insípidos y caóticos pensamientos. —Sus palabras estaban tintadas en puro sarcasmo. Elliot, Morgan y Scorpius (al igual que Draco) rodaron los ojos con una leve sonrisa en los labios. Harry podía ser a veces tan predecible.

 

 

 

 

—No seas idiota. No era a eso a lo que me refería en que ellos no son medios hermanos. —Ensancho la sonrisa con arrogancia. Harry frunció el ceño aun más confundido si era posible. Scorpius trago con algo de dificultad. Sus hermanos lo habían preparado para cualquier cosa que pudiese escuchar concerniente a él en aquella reunión. Su padre le miro, y, por primera vez en su corta vida, le vio sonreírle con cariño. Sintió su pecho calentarse mientras sus mejillas se teñían. De alguna manera, estaba feliz. Era ese mismo sentimiento que lo llenaba cuando el señor Potter le sonreía de esa hermosa manera—. Ellos tres son hermanos, ¿comprendes? Si no lo haces te lo pondré más fácil: Scorpius es tu hijo.

 

 

 

 

Harry no supo que decir. Abría la boca y la cerraba instantáneamente, carente de sentido para unir siquiera dos frases. ¿Scorpius, su hijo? ¿Cómo? ¡Eso era teóricamente imposible! Jamás se había acostado con Draco. Bueno, no siendo el galante Malfoy el receptivo en la relación, al menos. Acaricio con rigor el puente de su nariz y se dejo caer en el sofá de nueva cuenta. ¿No podía tener más tacto al soltar aquello el muy bastardo? ¡Casi le da un infarto por esa abrupta declaración! Miro a Scorpius, que los miraba verdaderamente sorprendido el uno al otro. No sabía si el chico se echaría a llorar indignado o comenzaría a gritar de felicidad. Esperaba y deseaba que fuera la segunda. De pronto frunció el entrecejo y miro a Malfoy.

 

 

 

—No es por ofender ni nada por el estilo, Malfoy, pero no recuerdo que hayamos… bueno, tú sabes… cambiado de lugares. —Draco frunció el entrecejo. ¿Qué no recordaba? ¡Esa había sido su mejor noche, según Harry! ¿Cómo era posible que olvidara aque?... Sus ojos se cruzaron con los de Elliot y el entendimiento de la situación le llego de inmediato. Si había un tercero implicado en su separación, este debía de haber sabido de sus planes y por ello quito a Harry de por medio, borrando sus recuerdos de aquella apasionada noche y utilizando su apariencia para dar la ultima estocada. Aun existía una gran duda: ¿con cuál propósito? No lo sabía, ni sabía quien era, pero pronto lo averiguaría y muchas explicaciones tendrían que darse. Pero en aquel momento lo primordial era aclararlo todo de una vez por todas. Sin omitir punto a coma alguna.

 

 

 

—Una semana antes de que la fiesta de graduación se celebrara, recibí una carta de mi padre, anunciando en ella mi compromiso con Astoria Greengrass. —Comenzó a recitar, con una mueca de fastidio en los labios. Se había sentado de nuevo, y los chicos habían ocupado sus asientos, atentos a lo que  decía. Mas Scorpius, que necesitaba, realmente necesitaba, escuchar la verdad. Porque, ciertamente, quería mucho al señor Potter. Y la que se decía ser su actual madre siempre le había mirado fríamente y con un oculto odio que siempre salía a flote cuando estaban a solas—. Para mí fue como un balde de agua fría. Le había dicho a mi padre miles de veces que me interesaba un cuerno sucederle si su interés era unirme a alguien que ni siquiera me interesaba. Por supuesto, hacia oídos sordos a cualquier cosa que le decía. Intentaba extorsionarme e  incluso llego a coaccionar a madre para que le ayudara  convencerme de que aquello era lo mejor para la familia. Las invitaciones se habían enviado sin mi consentimiento y la boda estaba preparada para realizarse una vez saliera de Hogwarts. Aun siendo mayor de edad, existe un contrato familiar que me obliga a seguir los deseos del actual cabeza de familia contra mi propia voluntad. —Les explico, viendo las dudas reflejadas en sus rostros. Ya para el séptimo año de ese tiempo ellos tenían dieciocho años; superaban la mayoría de edad mágica ya que habían tenido que cursar el séptimo grado de nueva cuenta por cuestiones de la guerra. Habría sido simple para cualquier persona revelarse contra los deseos de su familia, pero no para un jodido Malfoy. Todavía maldecía a sus antepasados por tomar medidas tan estúpidas para preservar el maldito linaje—. Padre me dijo que si no lo hacía por propia voluntad abogaría al Estandarte de Leyes Malfoy para obligarme a enlazarme.

 

 

 

 

Scorpius frunció el ceño y apretó los labios, molesto por lo que escuchaba. Jamás pensó que su abuelo pudiese llegar a tales extremos. Incluso Elliot y Morgan estaban algo cabreados con el hombre sin siquiera conocerle. Harry lo miraba algo horrorizado. Lucius siempre fue de armas tomar, ¿pero hacerlo contra su propio hijo?

 

 

 

—En fin, no tenía escapatoria alguna de ese matrimonio convenido. O eso creía padre… —sonrió un tanto nostálgico. Los recuerdos le empaparon como brisa primaveral. Esa fue su primera forma de rebelión contra los deseos de los Malfoy… la primera y última—. Según las leyes esas, el honor de un Malfoy debía prevalecer ante todo. Por ello, el que tuviera un hijo que no había nacido de la unión designada se consideraba una grave ofensa que debía remediarse de inmediato, con un matrimonio. Por supuesto, este debía llevarse a cabo entre los padres gestantes de dicha criatura. —Todos miraba a Draco con caras de verdadero asombro. Scorpius se sintió de alguna manera una simple herramienta creada por su padre para un fin. Bajo la mirada, sintiendo su corazón comprimirse—. No. te equivocas, Scorp. —Gesticulo Draco apresuradamente, interpretando los vagos gestos de tristeza de su hijo. Scorpius le miro, al punto del llanto—. Nunca te vi como una herramienta, sino como una manera de decirle a Harry cuanto le quería. Él siempre quiso una familia propia, y yo quise siempre estar con él. Al contrario de lo que pareciera mostrar mi actitud para contigo, tú siempre has sido mi tesoro más grande. —De nuevo esa sonrisa. Scorpius estaba experimentando muchas cosas al mismo tiempo. Su padre, quien siempre se había mostrado frio y distante, le sonreía de una manera tan… cálida, que hasta podría decir que era doloroso el sentimiento que despertaba.

 

 

 

 

— ¿Por qué siempre fuiste indiferente conmigo? —su pregunta le dio un duro golpe a Draco, quien se mordió los labios en un gesto de debilidad. Harry también le miro interesado en saber la respuesta a aquello. Le parecía muy extraño que alguien que profería que alguien como Scorpius era su tesoro le tratara indiferente.

 

 

 

 

—Porque necesitaba ser fuerte. —Sonrió, muy para asombro de los presentes, con bastante tristeza—. Cuando Harry se marcho me sentí traicionado, dolido y muy deprimido. Incluso tuve problemas en el parto por la falta de nutrición y por la depresión progresiva. Casi llegamos a morir ambos…—Harry bajo la mirada. Se sentía verdaderamente culpable. Si al menos hubiese hablado con Draco se podría haber dado cuenta de que era un impostor, pero simplemente había escapado como un cobarde. ¿De qué había servido ser el puto salvador del Mundo Mágico? Era decepcionante. Le envió una disculpa silenciosa con la mirada, compartida por igual por Draco—. Cuando te tuve en mis brazos fue el momento más feliz de mi vida, te lo puedo asegurar, pero ese vacío dejado por Harry crecía cada vez mas… cada momento que pasaba contigo. Me tuve que alejar gradualmente y hacerme indiferente porque ese… ese sentimiento había comenzado a mutar a odio. No quería hacerte daño, por lo que vertía todo mi tiempo y mi rencor en hacerme cargo de los negocios familiares. No te digo que te deje de querer, sino que cada vez que compartíamos tiempo juntos no dejaba de pensar en el “Y si tal vez…”, y volvía a deprimirme, a sentirme furioso. No quería que conocieras esa parte tan débil de mí y mi pasado.

 

 

 

 

Scorpius se levanto y se apresuro a abrazarle. Su rostro hundido en el cuello de Draco, mordiéndose los labios y apretando sus ojos tanto como podía para no llorar. Harry  vio con ternura como Draco lo tomaba de la cintura y apretaba el abrazo, como si siempre lo hubiese necesitado. Sonrió con algo de tristeza. ¿Qué pensaría el pequeño Scorpius de él? ¿Lo vería como un intruso? ¿Lo trataría con indiferencia? Mucho antes de terminar ese último pensamiento, observo como tímidamente el pequeño rubio se le acercaba, estrujando las manos en un gesto bastante conocido por él. De pronto, el miedo fue reemplazado por valor y determinación. Scorpius se paro frente a él y lo miro largamente, haciendo que sus manos comenzaran a sudar copiosamente.

 

 

 

Y su corazón se detuvo al ver aquella hermosa sonrisa.

 

 

 

—Mucho gusto en conocerte, papá.

 

 

 

 

Harry sintió el temblor de su cuerpo mientras estiraba con lentitud y miedo sus brazos hacia Scorpius, atrayéndolo hacia él en un muy cálido abrazo. Su corazón a mil y lágrimas saliendo como nunca las había imaginado: llenas de felicidad. No supo cuando, pero de pronto se vio rodeado de otros tres pares de brazos. Allí estaba; su familia. Suya y de nadie más.

 

 

 

 

Sus ojos se desviaron a la alta figura que lo observaba cerca de la puerta de salida. Un quedo “gracias” salió de sus labios. Draco asintió, con sus ojos llenos de diferentes sentimientos. Ambos sabían que las cosas entre ellos no podían recuperarse de la noche a la mañana. No cuando habían pasado los últimos once años deseándose la muerte mutuamente en silencio. Antes de irse, Draco había musitado algo que lo dejo con el corazón caliente y su sangre corriendo en su cuerpo a toda velocidad.

 

 

 

 

Dame tiempo, te recuperare. Siempre serás mío, recuérdalo”, le dijo, y esa lujuriosa sonrisa que en antaño lo hacía correrse de la impresión, no había perdido su efecto.  Nunca lo he olvidado, pensó, apretándose contra los chicos; su rostro completamente rojo, tus cadenas jamás se han disuelto.

 

 

 

¿Qué harás para recuperarme, Draco Malfoy?, pensó con curiosidad y una curiosa vocecita muy parecida a la de Malfoy le dio su respuesta:

 

 

 

Todo lo que esté en mis manos, Harry Potter

Notas finales:

Gracias una vez mas. Esperare ancioso sus comentario.

Posiblemente he bajado un poco mi nivel de narracion por el tiempo que tuve sin tocar el teclado. ufff....

Hasta el proximo capitulo.


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