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Lost paradise. por black_phenix

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Notas del capitulo:

espero les guste.

Lost Paradise.
Capitulo 1: 

Réquiem de un corazón destrozado.



Cuando se sufre de verdad, el alma llora lagrimas de sangre;
Y sus lamentos corroboran la tristeza de un corazón en mil pedazos.

Phenix. 






Harry estaba levantado desde temprano, necesitaba terminar algunos de los informes de la compañía que dirigía. Era una empresa contratista internacional. La había creado usando el dinero de los Potter, un pequeño monto de su fortuna que simplemente serviría para acrecentarla. Realmente no era necesario que revisara nada, los empleados que tenía su empresa eran seleccionados específicamente por él, luego de realizar una pequeña investigación sobre su vida. Sólo era para pasar el rato en casa cuando no tenía que hacer, cuando sus hijos estaban en el colegio. Firmo un par de documentos que le había entregado el encargado de una de las secciones que poseía las firmas de algunas empresas benefactoras en gran Bretaña, estados unidos y Asia, los cuales irían dirigidos a su asistente, quien guiaba la empresa haciéndose pasar por él. 





Habían sido ya diez años, casi once, desde que había abandonado el mundo mágico y se había ocultado en el Muggle. No se arrepentía de ello, no le hacía falta un mundo que sólo lo veía como un arma en tiempo de crisis. Como si él tuviera que resolver sus problemas. Tomo un poco del café que le acompañaba y dejo el papeleo organizado. Según intuía bien, Dobby debía de regresar dentro de unos minutos con los niños. Era una escuela con horario corto y que sólo efectuaba en las mañanas, hasta el mediodía. El elfo, Dobby, usaba una de esas habilidades suyas para parecer un Muggle y así poder conducir el coche.






— ¿Perdido de nuevo en cosas que no deberías, Harry?—Le dijo un joven de cabello corto y castaño, de estatura media y cuerpo definido. Tenía un traje negro a la medida, de un corte exquisito. Sus ojos eran verdes y su sonrisa, aunque regañona, era dulce. Detrás de él, dos pequeños reían entre dientes por ver como reñían a su padre.






—Déjalo ya, Dobby —murmuro Elliot, poniendo una sonrisa soñadora y ojos burlones—. Ha de estar pensando en la próxima novia que se cargara. ¿Cómo era…? Ah, sí, Miss. Angeline. En la última reunión de padres no paraba de suspirar sobre el cuello de papá como si su vida dependiera de ello.





— ¡Elliot! —Se escandalizo. Sus mejillas ya eran un refulgente fucsia mezclado con rojo carmín. Nunca le gustaron las reuniones de padres, siempre era igual cada vez que asistía a una de ellas. Lo malo de todo era tener a sus dos demonios siempre burlándose de las mujeres que trataban de conquistarlo con sus “indiscreciones”. Bufo luego de ver a aquellos tres riéndose de él. Dobby se transformo de nueva cuenta en el pequeño elfo y se acerco para recoger la taza ya vacía y uno que otro plato de aperitivos.




—Te aprovechaste de que fui a buscarlos para tomarte algo de más, ¿no, Harry? —Harry desvió la mirada, tratando de no ver dentro de aquella mirada acusadora. Dobby tenía ese efecto, nunca supo cuando lo desarrollo, pero lo hacía sentir culpable cuando le reprochaba algo—. Ah… bien, no podemos hacer nada para remediarlo. Pero sabes bien, Harry, que no puedes comer ese tipo de cosas sin nada nutritivo en el estomago. Te hará perezoso. 





—De acuerdo, ya entendí. Dejare de comer cosas dulces desde temprano—sus hijos rieron y él los acompaño. Dobby negó con la cabeza y de un chasquido de dedos, desapareció los trastos sucios y los documentos, los cuales etiqueto mágicamente y los envió a la empresa de su amo, como siempre hacia cada mañana, a esas horas del mediodía. Harry le agradeció y los cuatro salieron al inmenso jardín de la mansión.





Harry se había comprado una esplendida mansión, porque eso era lo que era, situada en el de york, al norte de Inglaterra. Era más parecida a un pequeño Château (castillo), que una rustica casa de finales de siglo. La había comprado un par de meses después de haber escapado de Hogwarts, para eso de su graduación. Sólo tenía dos meses de embarazo en aquel entonces. La misma poseía unos extensos terrenos bañados en naturaleza vegetativa. Un pequeño lago a unos cuantos metros, donde disfrutaba siempre tomar una refrescante tarde soleada para finales de verano. Sus hijos corrieron a una pequeña mesa situada en el centro del jardín, tapada con una gran sombrilla blanca que los cubría de los potentes rayos del sol.






— ¿Qué has preparado, Dobby? —pregunto Morgan, con gran interés mientras le sonreía abiertamente al elfo. Dobby le devolvió la sonrisa.





—Algo simple. No crean que no sé que han estado, al igual que su padre, comiendo comida chatarra una vez entran al colegio—frunció ligero su ceño e hizo aparecer la comida en la mesa una vez los chicos tranquilizaran las sonrisas culpables y nerviosas que les salían. Dobby era una niñera bastante estricta con el asunto de la alimentación equitativa y balanceada—. No quiero que sobrecarguen sus estómagos y terminen como la última vez. ¿Acaso quieren eso?






Los tres rápidamente negaron, no les gusto para nada el dolor de estomago que había sufrido por indigestión al haber comido más de lo que soportaban. También por culpa de las mezclas de comida chatarra que habían ingerido. Dobby sabia, que aunque esos prometieran que no lo harían, lo volverían a hacer. De tal palo, tal astilla. Ambos pequeños habían adoptado las mañas de Harry. Se sentó en una silla más alta que las otras, acompañando a sus amos en la mesa. Harry le había prohibido, terminantemente, que se pusiera a comer a solas en las cocinas como siempre acostumbraba. Después de un par de años con las mismas discusiones, había terminado accediendo a comer con ellos.





Con otro chasquido hizo aparecer los cubiertos y vasos, alguno que otro zumo y algo de vino para Harry y él. Se dispusieron a comer mientras el sol bañaba el cielo de amarillo. Los chicos habían estado más animados que nunca las últimas semanas, haciendo que el tiempo se hiciera más lento y desesperándolos a más no poder. Pronto, más exactos en una semana, ambos cumplirían los once años. Harry estaba tan feliz. Eran once años, once años donde habían disfrutado de tantas cosas juntos. Los vio crecer y convertirse lentamente en lo que eran, niños, niños hermosos que siempre estarían en el centro de su corazón. Nadie que los lastimara, nadie que les dijera cosas que no eran, nadie que los controlara para hacer lo que quisieran. Sólo eran niños disfrutando de su juventud. Y él estaba orgulloso de ser quien les había otorgado aquello.




Sólo al acabar de comer, una enorme lechuza descendió hasta su mesa, cargando dos cartas que exaltaron a Harry de inmediato. A tientas, saco su varita y le apunto a la lechuza, pero Dobby le detuvo a tiempo.



— ¡¿Qué haces, Dobby?! —Exclamo asustado, tratando de hacer que la lechuza se fuera con la mala mirada que le enviaba.




— ¡Cálmate, Harry! Tus hijos están presentes y estás haciendo algo vergonzoso. —Harry miro los ojos llenos de terror de sus pequeños y se mordió el labio. No se había dado cuenta de ello. Suspiro y se dejo caer en la silla detrás de él. La lechuza no tenía la culpa, pero, ¿Cómo supieron donde estaban? —. Harry, ¿no lo sabías, verdad? —Potter alzo el rostro, su frente estaba perlada en sudor. Miro a Dobby, desconociendo lo que este quería decir—. Las cartas del castillo son hechas en un cuarto mágico, completamente sellado. Poseen una cuenta regresiva y, como son creadas con magia, poseen un detector genérico. Cuando un bebé mágico nace, la carta es creada automáticamente y un tiempo es implantado, el cual va en regresiva. Cuando la cuenta llega a cero, las cartas son puestas en las lechuzas por el mismo castillo y enviadas a los destinos que apuntan dichas cartas. Mayormente es cuando cumplen los once, pero como el cumpleaños de ambos es el 30 de agosto, es normal que lleguen un tiempo antes. Para lo de los útiles. 





— ¿papá…? —dijo Morgan, algo asustado. Elliot lo tenía entre sus brazos, con el ceño fruncido. Era la primera vez que veían a su padre de esa forma, y más que fuera por una simple lechuza mensajera. Aunque si era extraño ver una lechuza que no fueran las suyas, además de que era la primera que observaban una mensajera. Dobby les había contado sobre ellas y algo sobre el mundo mágico, pero nunca se vieron en la necesidad de saber de algo que su padre quería olvidar. 





—Lo siento, amor. No te preocupes, fue cosa del susto que me dio —Harry suspiro y trato de sonreír—, ¿Elliot, podrías llevarlo adentro? Pueden tomar uno de los helados de la nevera, yo me quedare un rato charlando con Dobby.




—De acuerdo—se levanto y llevo de manos a su hermano, pero antes de desaparecer por la entrada, se giro y miro fijo a su padre a los ojos—. Papá… creo que ya es momento, lo prometiste.



—Y cumpliré. Pero… será después de que me tranquilice un poco. —Elliot asintió y se fue. Harry bajo la mirada. La lechuza se había marchado ofendida luego de que Dobby le retirara las cartas—. Esto es complicado, Dobby. No sé qué hacer.




—Primero que nada, tranquilízate y baja esos nervios. Segundo, tendrás que contarles todo, y con todo me refiero a todo. No le ocultes algo por más tiempo, luego será realmente doloroso. Ellos han esperado por que tú se los prometiste, y verte tan exaltado hoy ha disparado esas alarmas en ellos de querer saber que ocurre. Es su derecho, no se los niegues —Harry miro las cartas sobre la mesa y suspiro. Tenía que decírselos, sabía de sobra que ese día llegaría en algún momento—. Harry, te lo dije la ultima vez y te lo digo ahora, ellos te adoran, eres su todo. No pienses que te maldecirán por ello. Y sé que lo haces sólo para no mostrarles tu debilidad más grande.




—El miedo nunca me dejara, Dobby, esa escrupulosa y dolorosa sensación está marcada en mí profundamente. —Su mente quedo centrada en el pasado, aquel que deseaba enterrar más que nada. Mordió su labio, se había vuelto una manía que reflejaba nerviosismo, y últimamente la estaba usando demasiado. Dobby palmeo la espalda de Harry suavemente, alentándole con una conciliadora sonrisa—. Vamos, Dobby, ya es hora de que se enteren de todo… no ocultare nada más. 





1





Morgan estaba al lado de Elliot, disfrutando de un helado de chocolate. Le había sobresaltado la manera en que su padre actuó en el jardín, cuando apunto a la pobre lechuza. Ciertamente, era la primera vez que lo veía tan exaltado. Quizás y el trabajo le daba demasiada tensión. Realmente odiaba ponerse a temblar cuando veía algo que no comprendía, pero nada podía hacer. Él era el más tímido de los dos, tenia valentía, pero eso lo sacaba a relucir sólo a veces, cuando nadie lo veía. No le gustaba que la atención de las personas se centrara en él, de alguna manera lo hacía cohibirse. En cambio, Elliot era el intrépido y quien amaba más que nada, tener la mirada de las personas sobre él. 





Elliot se quedo mirando a su hermano, quien aún después de tanto tiempo no había cambiado para mejor. Aunque prefería que siguiera siendo quien era, así podría mimarlo cuanto quisiera. Paso una de sus manos por su largo y negro cabello; en esos casi cuatro años, su pelo había crecido hasta posarse debajo de la nuca, al igual que el propio. Morgan le sonrió de manera cariñosa y llevo a su boca algo de helado para cuando Dobby y su padre entraron en la sala.




— ¿Ya te sientes mejor, papá? —Harry les asintió y se sentó en el sofá que estaba del lado contrario a ellos, con el rostro mostrando miedo y cansancio—. Pues no parece que estés mejor…




—Y no lo está…—respondió Dobby, desapareciendo al instante y reapareciendo con unas tazas de té para los tres, Morgan aun disfrutaba de su helado—. Bien, chicos, presten atención y no interrumpan hasta el final. Su padre les contara lo que querían saber, y les ruego que escuchen atentamente…





—Estamos preparados para saberlo, papá—respondió a la muda pregunta en el rostro de Harry, quien parecía que tendría un pronto infarto por los nervios. Suspiro y trato de calmarse. Era necesario, se repetía mentalmente.




—Como saben, nosotros somos un tanto especiales, somos magos, ya se los había dicho. —Ellos asintieron, atentos a cada palabra como se los había pedido Dobby. Harry tomo de su tasa, logrando aplacar un poco sus nervios—. Lo que no saben es mi historia y porque no quiero volver al mundo mágico. Pues bien, primero que nada, yo no sabía que era un mago sino hasta los once años, cuando llego mi carta para asistir al colegio de magia y hechicería de gran Bretaña, Hogwarts. Vivía con mis tíos, quienes no poseían magia, mejor conocido como Muggle’s. Ellos odiaban todo lo que tenía que ver con la magia, por ende, me odiaban a mí.





—Pero…—Dobby hizo algo parecido a alzar una ceja y Elliot guardo silencio. Harry le dio el aliciente para que continuara, así no tendrían miles de preguntas que hacer que lo marearan—. Una vez Dobby nos dijo, cuando le preguntamos, el cómo los magos nacen. ¿Cómo podían tus tíos ser Muggle’s?




—Bueno, hay algunos Muggle’s que nacen con capacidades mágicas, capaces de realizar hechizos y emplear una varita. Mi madre era una de esas, la mejor de toda su generación. Ella recibió la carta para asistir a Hogwarts, y su hermana, por envidia, comenzó a odiarla por no ser parte de algo tan grande como eso. Luego de que mi madre y padre se cazaran y alejaran del mundo Muggle, ambas rompieron sus lazos. ¿Entendieron completamente? —Ambos le asintieron y Harry continúo, un poco más calmado—. Pues bien… antes de que yo naciera, el mundo mágico estaba sumergido en una guerra contra un mago oscuro, aquellos que usan magia negra y hechizos dañinos y destructivos. Mis padres eran Aurores, es como la policía, pero mágica. Su nombre era Voldemort, pero antes era conocido como Thomas Sorvolo Riddle, el último heredero de uno de los cuatro magos más prestigiosos y condecorados de todo el mundo.





— ¿Uno de los cuatro de las casas de ese colegio, Hogwarts, que decía Dobby? —Harry asintió y miro al elfo quien se encogió de hombros.




—Había que prepararlos para este momento.




Harry suspiro hondo y continúo: —Sí, conocido como Salazar Slytherin. Una de sus habilidades más reconocidas es el hablar Parsel. Así se le dice al lenguaje de las serpientes.




— ¡así como nosotros! —Exclamo Morgan, sorprendiendo a los presentes por la rara exaltación en el tímido chico. Harry le asintió.




—Sí, así como nosotros, pero esa es una habilidad hereditaria de su línea de sangre. —Antes de que alguno volviera a interrumpir, Harry alzo la mano con una sonrisa en los labios, la curiosidad de sus pequeños era única—. Lo comprenderán cuando continúe la historia. ¿Por dónde iba…? Ah, sí. Pues bien, como dije, mis padres eran Aurores y ellos luchaban contra este mago oscuro. Era el ser más despreciable y terrorífico de todos, mataba y torturaba sin compasión a quienes se le oponían. No había nadie que se le opusiera o al menos lograra detenerlo, más que uno de los magos más fuertes del lado de la luz. Su nombre era Albus Dumbledore, quien es el anterior director de Hogwarts, mi mentor. 





Sus hijos tenían los ojos brillando en emoción, como si les estuviera contando un cuento de fantasía de los que tanto les gustaba escuchar. A Dobby se le escapo una risilla y Harry sonrió de lado, toda la preocupación siempre se esfumaba cuando esos dos se ponían así.




—Pero Dumbledore no era lo bastante poderoso como para acabarlo. Ahí fue cuando algo fue desvelado, una profecía que auguraba el fin del lado oscuro y Voldemort. La profecía que anunciaba mi nacimiento…




Elliot fue quien se mordió los labios y tapo la boca de su hermano para no interrumpir, habían llegado a la parte más emocionante, según ellos. 




—De alguna forma, Voldemort, el señor oscuro, se entero de esta profecía, pero no sabía exactamente quién era. Sólo conocía parte de ella; “El único con poder para derrotar al señor tenebroso se acerca… nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes…”. Mis padres y otra familia daban la talla para esta profecía, ambos bebés nacimos el 31 de octubre. El señor tenebroso comenzó a buscarlos, temeroso de que la profecía se cumpliera. Mis padres se ocultaron bajo un hechizo de protección en una pequeña casa en un valle lejano, el valle de Godric. El Fidelio, hechizo que te permite ocultar algo que deseas proteger, fue empleado en la casa y esta desapareció para la vista de todo y todos. Un guardián, quien es el único que sabe sobre la ubicación de la casa aparte de los protegidos, es usado para salvaguardar la información. 




— ¿Y los abuelos fueron descubiertos? —Harry les dio una sonrisa triste.




—Uno de sus mejores amigos, quien era el guardián que los protegía, les traiciono y los entrego al señor tenebroso. Todo eso fue un año después, en la noche de mi primer año de vida. El llego a la casa y los ataco, mi madre corrió a mi habitación y rogo protegiéndome. El la mato, al igual que a mi padre, y luego fue a por mí. Pero lo que no sabía, era que madre había usado un hechizo de protección, un hechizo de magia ancestral que se ejecutaría si ella llegaba a morir, un hechizo de amor familiar. Cuando él empleo el avada Kedavra, el hechizo que brinda la muerte, una de las tres imperdonables, este reboto en mi y lo mato. —Elliot y Morgan volvieron a respirar, soltando un lánguido suspiro y aflojando el agarre de sus manos—. Pero me dejo un desagradable recuerdo, imborrable.





Harry movió su pelo hacia atrás y les mostro la cicatriz en forma de rayo, la cual siempre mantenía oculta. Los chicos la admiraron, nunca la habían notado. Su padre siempre usaba el flequillo de su pelo para tapar esa parte de su rostro, y ahora sabían el porqué. 





—Prácticamente me había convertido en un héroe. —Los ojos de los chicos comenzaron a brillar otra vez, y Harry se sintió intimidado. Hacia tanto tiempo que no veía esas expresiones en alguien—. Como me quede completamente solo, y no había nadie que se ocupara de mí, fui llevado con los únicos parientes vivos que tenia; los Dursley, mis tíos. Y como les dije, ellos odiaban la magia por completo, y decían que era de fenómenos. A mí me acogieron, pero me mantuvieron siempre dentro de una alacena debajo de la escalera. Esa fue mi habitación hasta los once años—las caras de Elliot y Morgan denotaban puro enojo e indignación. Nunca se imaginaron que su padre vivió semejante atrocidad—. Durante el tiempo que estuve con ellos, sin conocer nada de la magia, fui tratado como un sirviente. Pero dejemos eso, es algo desagradable que no quiero contar.




Los muchachos le asintieron y Harry termino de tomarse el té. Morgan había dejado el helado y también había tomado una taza, estaba demasiado emocionado y casi temblaba por las anécdotas de su padre. Elliot no podía creer todo aquello, ¡era alucinante! Su padre era alguien más especial de lo que pensaba.




—Pues bien, continuando; cuando entre a Howarts conocí a los que serian mis primeros amigos, Hermione Jean Granger y Ronald Bilius Weasley. Con ellos pase miles de excitantes y peligrosas aventuras en Hogwarts y muchas cosas más. También conocí, en mi primer año, a quien sería considerado mi némesis, Draco Malfoy—el labio de Harry tembló un poco, pero apretó los puños y pudo contener el escalofrió que amenazaba por derrumbar todo el valor que había tomado—, su padre.




— ¿Eeeeh…? —Sus caras mostraban gran sorpresa. Bueno, era normal poner aquellos rostros cuando descubrías que su padre, aparte de “su” padre, es un hombre. Dobby estaba sentado al lado de Harry, escuchando atento a cada palabra y esperando para ayudar si algo llegaba a ocurrir.





—Los magos, chicos, pueden concebir. —Les informo el elfo con calma, dejando aun más anonadados a los pequeños—. No existen muchos magos que puedan hacerlo, sólo los de más antiguo linaje y más pura sangre podían hacerlo. Harry, aunque es un mestizo, como se les conoce a los hijos de magos y Muggle’s, todavía posee la suficiente pureza para hacerlo. Ustedes nacieron de Harry. 




Morgan y Elliot miraban de Harry a Dobby, sin saber que decir. Elliot fue quien salió primero del trance y miro a su padre con una de aquellas bobas expresiones: — ¿Por qué no te decimos mamá?






— ¡Hey, Mas respeto! —aunque el comentario era un tanto ofensivo, tenía una sonrisa divertida en los labios. La tensión nuevamente se había disipado, esta vez, por el comentario de su pequeño. Harry agradeció eso, pensaba que lo mirarían como un bicho raro. 




—Ahora comprendo porque nunca le haces caso a las mujeres que se te insinúan. —Potter tuvo la delicadeza de sonrojarse hasta el pelo. Dobby negaba, ni aun en una situación tan estresante, como lo era aquella, esos tres cambiarían. 




—Pues bien…. Cuando ingrese al colegio de magia, luego de haber sido recogido por Hagrid, el guardián de las llaves de Hogwarts, fue que comenzaron todos mis problemas. Primero fue Malfoy, su padre. Siempre vivíamos discutiendo o echándonos hechizos e insultándonos. Luego fue Snape, el profesor de la materia de pociones, que por mi parecido con mi padre, me odiaba. El primer año, tiempo después de mi ingreso, una criatura oscura estaba matando a los unicornios para beber su sangre. Cuando bebes sangre de unicornio, o matas alguno, quedas maldito. Su sangre te permite burlar a la muerte durante un tiempo, pero no siempre.




— ¿para qué esa criatura bebió la sangre del unicornio si se buscaba más problemas? —Pregunto Morgan, sonrojado hasta la raíz del pelo después de que la mirada de todos se dirigiera hasta él. Harry le regalo una hermosa sonrisa y Elliot le paso una mano por el cuello, orgulloso de que se inmiscuyera en la conversación.




—Porque él iba por algo más poderoso que la sangre del unicornio, por algo que si le daría la inmortalidad; la piedra filosofal. 




— ¡Ooh! —De alguna manera, Harry pensaba que ese relato les estaba animando demasiado, y tenía la ligera impresión de que cuando acabara, no le gustaría para nada lo que resultaría.




—Cuando él entro a robarla, mis amigos y yo tuvimos que ir a detenerlo. Dormimos a un perro enorme de tres cabezas, traspasamos una de las plantas asesinas de la profesora de Herbologia, tuve que pasar una prueba con pociones que podían llevarte a la muerte y por ultimo me encontré con el culpable de todo, parado frente a un espejo que contenía la piedra filosofal oculta en su interior, con un hechizo. Voldemort había regresado, no por completo, y no con forma corpórea. Había usado a uno de sus seguidores como un recipiente para su alma. El caso es que, logre derrotarlo y salvar la piedra.




Los dos volvieron a mirar a Harry como si fuera un héroe de aquellos que siempre leían en las revistas que tenían. Harry trago en seco y miro a Dobby, quien le sonreía y alentaba a continuar. 




—Reduciendo todo esto, él estuvo a punto de regresar durante dos años consecutivos. En segundo utilizo una de las cámaras selladas de los cuatro fundadores, aquella de Salazar Slytherin donde un basilisco, una serpiente gigante, habitaba. La cámara sólo se abría hablando en Parsel, y ese año yo había descubierto que podía hacerlo. Todos me acusaban y estuve solo la mayor parte de ese año. Incluso mis amigos me evadían. Resulto ser otro Voldemort, quien estaba matando lentamente a la hermanita de Ronald y creándose un cuerpo propio a través de su magia, utilizando un diario como médium. Logre detenerlo, salvar a Ginny y matar al basilisco. —En verdad, le estaba dando miedo por donde iban todas esas miradas exaltadas que recibía—. En tercero nunca apareció, pero quienes aparecieron fueron los mejores amigos de mi padre; Remus Lupin, un hombre lobo y mi padrino, Sirius Orión Black, quien fue acusado injustamente de haber matado a doce Muggle’s y de haber traicionado a mis padres y enviado a Azkaban, la prisión para los magos, cuando fue el cuarto amigo el traidor, Peter Pettigrew, conocido como Colagusano. 




— ¿Colagusano? ¿Qué tipo de apodo es ese? —Se burlo Elliot, y Morgan le acompaño riendo bajito.




—Mi padre, Sirius (mi padrino), Remus y Pettigrew tenían apodos. Eran conocidos como los merodeadores, los bromistas más grandes de todo Hogwarts. Sus apodos eran sinónimo de sus transformaciones Animagas. Podían volverse animales, sólo una forma por persona y no puede convertirse en otro una vez elegida. Mi padre era un ciervo, apodado cornamenta; mi padrino un perro negro, apodado canuto; Pettigrew una rata, Colagusano… ellos decidieron transformarse en animales para acompañar a Remus (lunático) en sus transformaciones. Son dolorosas y él siempre estuvo solo, hasta que se conocieron en su primer año. —Se detuvo y tomo un sorbo de té para remojar sus labios. Había estado hablando sin parar desde hacía rato, teniendo toda la atención sobre él. Quizás debiera hacer un libro…—. Ese año fue que descubrí la verdad tras su encierro. La rata mascota de mi amigo Ronald era en verdad el traidor Peter Pettigrew, quien vendría siendo el guardián del Fidelio de mis padres. El era un fiel sirviente de Voldemort. Lamentablemente, aun cuando lo teníamos, este logro escapar. A Remus se le había olvidado tomar la poción conocida como matalobos, la que le permitía estar en control aun cuando se trasformara. Sirius siguió siendo un prófugo de la justicia ya que no pudimos hacer que Pettigrew confesara. Y yo tuve que volver con mis tíos. 





Volvió a tomar de su taza de té, sirviéndose nuevamente luego de que esta se acabara. Dobby tuvo una muy buena idea al prepararlo, las tenciones lo estaban acabando.




—En cuarto se realizo el torneo de los tres magos, uno de los eventos más antiguos del mundo mágico y que comprende una lucha entre las tres escuelas de magia más antiguas de todas, siendo Hogwarts la primera en existir. Se empleo algo llamado el cáliz de fuego para seleccionar a los participantes, y lamentablemente, por culpa de un Mortifago; seguidores del señor oscuro, que había metido mi nombre, tuve que participar. Yo fui el cuarto participante en las pruebas y estuve a punto de morir un par de veces. —Elliot y Morgan se habían tirado en la tupida alfombra, mirando a Harry con desorbitante atención—. Tuve que luchar con un dragón, el más peligroso conocido. Tuve que nadar contra sirenas para salvar a alguien importante atada bajo el lago y tuve que tener una fuerte pelea en un laberinto viviente. Lo peor de todo fue cuando tocamos, Cedric y yo, la copa que resulto ser un traslador.




— ¿Qué es un traslador? —interrumpió Morgan.




—Es un objeto hechizado que puede llevarte al sitio para el que lo has programado. —Explico y apunto a los pequeños collares que colgaban de sus cuellos. Ambos miraron las pequeñas serpientes en estos, algo en lo que nunca repararon—. ¿Recuerdan lo que les dije que dijeran en caso de estar en peligro o perdidos? —estos le asintieron—. Pues esos collares son Trasladores que los llevarían ante mí o a una casa de emergencia. —Cuando observaron con más detenimiento, notaron como estas se movieron un poco y las soltaron del susto—. Toda cosa que esta hechizada tiene vida. Particularmente las serpientes, quienes están atadas a obedecer lo que un hablante de Parsel diga.




Guardaron silencio un momento mientras absorbían todo lo dicho.





—Continuando por donde me quede; una vez fuimos yo y Cedric, un chico de la casa del tejón de Hogwarts, transportados por el traslador, nos encontramos en un cementerio. Yo fui atrapado por una estatua y no pude hacer nada y Cedric fue asesinado. Yo fui utilizado en un rito de magia negra, de donde Voldemort resurgió. Nos enfrentamos, nuestras varitas eran hermanas y no podíamos hacernos más que daño mutuamente. Cuando nuestros hechizos chocaron, el priori Incantatem, que se produce cuando varitas gemelas chocan, entro en acción. Esto hace que una varita le pase poderes a otra. Los últimos hechizos que la varita realizo pueden ser vistos y lo que vi fueron los espíritus de mis padres y Cedric que me ayudaron a salir bien librado de aquel encuentro.





Harry dejo de hablar y respiro con parsimonia, tratando de pensar con que continuaría.




—En quinto se produjo un problema con una de las asesoras del ministerio de magia, la entidad pública y legal que hace valer las leyes en el mundo mágico. Pero no pasó a mayores, y ese fue el año en que mi padrino murió, tratando de salvarme de una trampa en la que caí —sus ojos reflejaron pura tristeza. Cuanto le hubiera gustado que Sirius viera a sus pequeños retoños. Estaba seguro que eso le hubiera encantado como nada en la vida. Meneo un poco la cabeza y les regalo una sonrisa—. El sexto año fue el más complicado de todos. El padre de Malfoy era un fiel seguidor de Voldemort, su lugarteniente. Como había fallado en la trampa que se me tendió en quinto, fue descubierto por los Aurores y encerrado en Azkaban. Draco fue obligado a tomar la marca y recibir la misión que el señor tenebroso le impuso. Se vio obligado a acatarla, sino, toda su familia moriría. Tenía que permitirle el paso al señor tenebroso y sus Mortifagos al castillo y matar a Dumbledore, el director. Lamentablemente, logro el primer cometido, pero lo segundo, matar al director, lo hizo el profesor de pociones.




— ¿él también era malo? —La dulce voz de Morgan lo hizo guiar el rostro hacia él. Tenía su peluche de perro, algo agrandado, con él. Harry miro a Dobby, al parecer había sido él quien se lo había traído.




—No, amor. Severus se vio obligado a ello. Él había hecho un pacto inquebrantable junto con la madre de Malfoy. Si Draco no cumplía esa misión, él debía terminarla, o moriría. Eso establece el hechizo. Él mismo se lo había dicho al director, y este lo obligo a que lo hiciera. El profesor Dumbledore sólo tenía un año más de vida por culpa de una maldición. —Le sonrió tristemente. Aunque el viejo fue un manipulador, fue quien más confió en él. Y era como un abuelo que te permitía todo lo que querías—. Ese año, Hogwarts fue tomado bajo el control del señor oscuro y yo tuve que huir y ocultarme. Muy a mi pesar, era demasiado débil para derrotarlo y además, el señor oscuro era casi inmortal. Había dividido su alma y las había dejado esparcidas por muchos lugares para no ser encontradas. Mientras esas almas no fueran destruidas, él seguiría regresando sin importar cuánto se le destruyera.




— ¿Cuáles eran? —inquirió Elliot, fascinado por cada una de las palabras y aventuras de su padre.




—Eran siete en total, la última no era conocida. Tres fueron las reliquias conservadas de los fundadores de Hogwarts. El guardapelo de Salazar Slytherin, la copa de Helga Huffluppuff y la diadema de Rowena Ravenclaw. Otro fue la serpiente que siempre acompañaba a Voldemort, Nagini. El primero fue destruido por mí en segundo año, fue el diario que Ginny había utilizado y que casi trae de regreso a Voldemort. El sexto fue el que causo la maldición a Dumbledore, el anillo de la familia Gaunt, los descendientes de Salazar Slytherin, y que después resulto ser algo muy importante. Y por último, yo…



— ¿Cómo? Pero, dijiste que fueron destruidos… ¿no deberías haber muerto? —Harry negó y se dispuso a explicar.




—Los Horrocruxes, los pedazos de alma, pueden ser destruidos, pero sólo con hechizos poderosos, como el Fiendfire o por algo lo bastante poderoso como para matar en un instante, el veneno del basilisco. Cuando les dije sobre la habilidad de hablar en Parsel, también dije que era hereditario. Pues bien, cuando Voldemort intento matarme con tan sólo un año de edad, creo un Horrocruxe involuntariamente, pasándome parte de su alma y con ello esa habilidad y gran parte de sus poderes. También el Horrocruxe en mi fue parte esencial para lograr vencerle. 




— ¿Cómo lograste derrotar al malo, papá? —Harry parpadeo mientras miraba a ambos chicos, estos se habían emocionado al punto de no parpadear.




—Él logro matarme la primera vez con el avada Kedavra, pero lo que destruyo realmente no fue a mí, sino a su parte de alma en mi cuerpo. Le pidió a alguien que revisara si realmente morí, siendo la señora Malfoy, la madre de Draco, quien confirmo mi muerte, sabiendo que estaba vivo. El desapareció para terminar la guerra regocijado, planeaba matar a todos en Hogwarts, usando la varita legendaria para probar su poder.




— ¿Qué es la varita legendaria? 





—Es uno de los tres artículos más poderosos de todo mundo mágico. Fueron nombrados los artículos de la muerte por una leyenda. Los Peverell. Se decía que esos tres hermanos lograron burlar a la muerte, y esta, en su derrota, les ofreció tres deseos; el primero, el hermano mayor, pidió una varita imbatible, conocida como la varita del sauco. El segundo, el hermano medio, pidió algo que trajera de la muerte a los que quisiera, y recibió la piedra de la resurrección; el tercero, pidió algo para burlar la muerte, y recibió la capa de invisibilidad.




— ¿Cómo la que tú tienes, papá?




Harry sonrió.





—En realidad, esa capa, es la de la leyenda. Uno de los tres artículos de la muerte. —Formaron una gran “o” con la boca. Harry rió acompañado de Dobby—. El último de los Peverell, el tercero, se caso con una Potter y heredo el apellido. Así que podríamos decir que los artículos son legalmente nuestros. Continuando con lo de Voldemort, cuando él intento matarme luego de darse cuenta de que seguía con vida, utilizo la varita del sauco y él termino matándose él mismo. 





— ¿Cómo puede pasar eso? ¿Se suicido? 




—Cuando Draco fue a matar a Dumbledore, él lo desarmo. Y, para sorpresa de todos, la varita de Dumbledore era la de la leyenda. La varita cambia de dueño cada vez que este es desarmado, y el nuevo dueño es quien lo desarmo. Yo fui quien desarmo a Malfoy y termine siendo su dueño. Voldemort pensó que el anterior dueño era el profesor de pociones, y, lamentablemente, lo mato. La varita jamás atacara a su dueño, por eso cuando me ataco con el avada Kedavra, después de una intensa batalla, el hechizo se devolvió. Y me convertí en héroe oficialmente. 





— ¡Increíble! —Exclamaron ambos emocionados.





—Sí, lo sé, pero nunca me ha gustado la fama. No tenía vida privada luego de eso. —Comento con un elegante puchero—. Así fue como llegamos al último año de Hogwarts, el cual se hizo de nuevo ya que muchos no lograron ni siquiera cursar la mitad de las materias para cuando la guerra estallo. Y fue cuando todo comenzó a ir en picada. La fama se les subió a la cabeza a mis amigos y muchos sólo me buscaban por la fortuna de los Potter o por ser el gran héroe. Me quede prácticamente solo. Había tenido un noviazgo con la hermana de Ronald, pero lo había terminado por miedo a que la utilizaran para atraerme a otra trampa. Ella se me acercaba con las mismas intenciones que todas las chicas que sabían mi nombre. 




Tenía una expresión melancólica al sólo recordar eso.




—En una noche, de aquellas en las que me escapaba de mi dormitorio, me encontré con Draco Malfoy. Yo había abogado por ellos ante el tribunal mágico y los había ayudado a salir de los problemas que le acarrearían, después de todo, se los debía. Simplemente nos miramos y luego comenzamos a hablar de todas las cosas sucedidas, haciéndonos amigos. Nuestra relación prospero y yo fui cayendo enamorado de él. Unos cuantos días antes de la graduación, me le confesé y terminamos haciendo el amor en una vieja aula en desuso. De ese encuentro nacieron ustedes.




— ¿Qué ocurrió? ¿Por qué no está con nosotros? — La boca del estomago le hizo sentir un inmenso hueco que le impedía siquiera mirar a sus hijos. Sus manos sudaron, no le gustaba recordar.





—En la fiesta de despedida, había utilizado la capa de invisibilidad para poder raptarlo para mí esa noche y decirle sobre ustedes. Ya lo había comentado con mis amigos, pero estos no sabían como lo haría. Cuando lo encontré, me acerque y escuche lo que termino de quebrarme por completo. Él estaba hablando con sus amigos de lo ocurrido en el salón, lo decía con tanto asco que yo mismo me sentí repulsivo. —Una lagrima escapo y no pudo contener un sollozo—. Decía que sólo se acerco a mí por venganza y para hacerme sufrir. Planeaba humillarme delante de todos en el salón. Cuando decidí buscar un soporte emocional en mis amigos, aun sin quitarme la capa, termine escuchando de sus labios cosas que rompieron mi corazón. Ginny, Ron y Hermione estaban planeando hacer que los perdiera a ustedes dándome a beber una poción peligrosa. Al parecer, Ginny quería volver conmigo (y como Ron y Mione eran novios y futuros esposos) para así usar una poción de amor. Terminaríamos casándonos y me obligarían a firmar unos documentos haciéndola a ella la dueña de toda la fortuna Potter.




Harry termino rompiendo en llanto, en los brazos de sus hijos, quienes le acompañaban de igual forma.

Notas finales:

revewssssss!!!!!!!!!


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