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Lost paradise. por black_phenix

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Notas del capitulo:

Estoy alagado porque  les guste, muchas gracias por seguir la historia.

Elecciones.







“La paciencia es una virtud que debe ser fomentada; la prisa no es muy buena amiga que se diga.”
Phenix.






Mansión Malfoy, miércoles; 28 de agosto.







—Mierda —arrugo el ceño y ciño con fuerza la carta en sus manos. No le había gustado para nada la respuesta que había recibido del director general de la empresa a la que quería afiliarse. Hacía más de un mes que estaba intentado unirse a la comitiva directiva deThe Black Rose’s, pero no importaba cuanto insistía, siempre recibía una negativa. Esa era la quinta vez que era rechazado sin explicación alguna. Había incluso contratado a algunos investigadores mágicos para que revisaran todo con lo referente a la compañía. No habían dado con nada fuera de lo común, más que el dueño real de todo dirigía la empresa desde la clandestinidad usando al director general como una pantalla en el mundo del comercio. Arrojo la carta en su escritorio y froto con frustración el puente de su nariz—. Jodido director de mierda.






Tomo el vaso con whisky que estaba a su lado y lo meneo con suavidad, mirando la carta con odio, como si quisiera quemarla a ella y al maldito que la envió. No soportaba que un maldito Muggle se atreviera a tratarlo de esa forma tan despectiva, aunque no supiera con quien realmente se estaba metiendo. Se quedo sumergido en sus pensamientos, mandando al diablo a algunas personas que no soportaba y planeando su próxima jugada para tratar de unirse a la compañía aquella; aunque su objetivo real era encontrar al dueño de la misma. Un suave azote de la puerta lo saco de sus cavilaciones.





Antes de que dijera nada a la persona que se había atrevido a interrumpir en su oficina, esta lo miro con altivez logrando que sus ganas asesinas menguaran un par de grados. Su padre lo estaba mirando con esa habitual manera tan suya. Iba vestido de blanco y su rostro no reflejaba más sentimiento que el de una roca. Hizo un asentimiento con la cabeza como saludo. 






— ¿Hay alguna razón para la que tu humor este tan palpable, Draco? —Malfoy padre tomo asiento delante de su hijo, haciendo que con un movimiento de su varita un coñac se preparase solo y flotara a su mano. Draco bufo y lanzo un gruñido despectivo, extendiéndole la carta que aun reposaba algo arrugada en su escritorio. Lucius frunció el ceño con ligereza mientras leía con atención, sin perder esa belleza que lo caracterizaba tanto. No le sorprendió del todo el maltrato que mostraba el pergamino, él, por igual, estaba haciendo lo mismo mientras sus ojos se perfilaban como dagas que querían matar a quien redacto tal sarta de insensateces—. Esta es la quinta vez que lo hacen—gruño y dio un sorbo a su coñac. Miro a Draco con el ceño aún fruncido—. Me estoy comenzando a impacientar con este asunto, Draco, nadie había dado tantas vueltas para aceptar nuestras ofertas. No estoy del todo consiente de quien es la persona con la que tratamos, pero es como si supiera quienes somos y tratara de evadirnos, aunque lo dudo del todo. —Se relajó un poco y agrego: — Me parece increíble que unos simples Muggle’s hayan logrado tanto en un par de años, aunque he de reconocer que, aun siendo de baja calaña, tienen un maravilloso control sobre sus empleados. Más aun nuestra pequeña mina, que ha estado manejando todo, convenientemente, sin darse a descubrir. 





—Eficiencia hasta en el detalle, padre. —Murmuro un tanto agotado, él tampoco había logrado muchos avances que se dijesen—. He pedido a las compañías que están aliadas con ellos, y que tienen acciones con nosotros, que nos dijeran su método de trabajo. Es limpio, sin jugadas sucias ni movimientos turbios; completamente legales en todo. Se han expandido a una velocidad demasiado rápida y ya están sumergidos en todo el mundo económico. Incluso compañías mágicas están afiliadas a su central de trabajo. Ellos, ahora mismo, son el epicentro de la economía mundial, aunque lo desconozcan totalmente. No sólo son una empresa contratista; poseen empresas publicitarias, de mercadotecnia, de desarrollo e investigación y etcéteras. Aparentemente, su dueño, quien trabaja desde un punto no conocido en la clandestinidad, es dueño de la mitad de las empresas de todos los países, menos aquellos donde los ingresos económicos son casi nulos. Desde el sector primario hasta el terciario y domina desde grandes compañías hasta pequeñas microempresas; es una verdadera sorpresa que pueda manejar esto él solo. Incluso los gobiernos se inclinan para tener sus favores.





—Una manera más simple de conquistar todo el mundo. —Dio un sorbo a su coñac y dejo escapar un suspiro—. Lo que realmente me incomoda es que no podamos dar con esa persona no importa cuánto busquemos. Ni siquiera los investigadores han dado con el método que poseen para comunicarse, y no pueden monitorear llamadas ni con conjuros espías. Su sistema de seguridad es único, Draco, tanto que ni los magos más poderosos podrían investigarles sin tener que Obliviatar a cientos de empleados a la vez. —Gruño apretando la mandíbula. Draco se paró y comenzó a andar su despacho con bastante frustración—. Si sabemos quién es, podremos quizás tener algún trato con él/ella. Incluso, no, estoy completamente seguro de ello, es un mago/bruja quien maneja todo tras las caras de las compañías. A simple vista, son empresas independientes con nada en común más que simples contratos entre ellas. No puedo estar equivocado en esto, sólo un mago sería capaz de lograr un sistema de seguridad tan avanzado y que impida a los de nuestra clase colarnos en su territorio. Debemos saber quién es, y pronto, antes de que se nos adelanten.




— ¿A qué te refieres con “que se nos adelanten”, padre? —Frunció el ceño y los labios. Lucius quedo en silencio unos minutos, meditando como continuaría. Draco vio un destello del antiguo lugarteniente de Voldemort en los ojos de Lucius, tensándose ante la inexplícita sensación que le daba el imaginarse que tipo de planes se maquinaban en aquella aristocrática cabeza. 






—Hace poco recibí uno de los informes que suelen llegarme sobre el progreso de algunas compañías que están afiliadas con nosotros—murmuro con indiferencia, meneando el líquido dentro del vaso con hielo antes de mirar a Draco a los ojos—. Sabes bien que no confió del todo en nadie, y tengo plenas razones para ello. Dicen que Parkinson padre, los Bulstrode, y algunos más de la casta pura sangre se han enterado, de alguna manera, que nuestro pequeño rey posiblemente sea un mago; si las suposiciones son ciertas, y no dudo de ellas, y alguno de estos se nos adelanta, estaremos en graves problemas. No sabemos el modo de pensar de esta persona, no obstante tenemos la certeza de que es alguien que no quiere ser descubierto, y para acallar cualquier palabra accederá a lo que sea. Es sólo una suposición, pero en dado caso de que este acertando no podemos permitir que estos lleguen a encontrarse.





— ¿Qué propones? 





—Ya me he encargado de eso. Tengo a algunos de los elfos vigilando cada uno de sus movimientos, y en dado caso de que lleguen a dar con algo estos vendrán rápidamente a informarnos. También tengo a algunos Inefables dentro del departamento de misterios haciendo una pequeña incursión informativa para mí.




—No me sorprende que te hayas preparado tanto, ¿Qué buscan exactamente los Inefables? —No le gustaba admitirlo, pero cuando de negocios y jugadas sucias se trataba, su padre superaba a cualquiera. 





—Sólo un rumor—Draco alzo una ceja en duda de que lo fuera, su padre no seguía rumores por nada. Lucius sonrió sabiéndose atrapado en esta ocasión —. Después de lo del incidente del Lord, el ministro de magia, Shacklebolt, creo un departamento de documentación mágica que, por medio de la disposición geológica del ministerio de magia en un punto clave donde la magia fluye con libertad, guardaría la información de todos los magos, sean de gran Bretaña, Francia o cualquier comunidad mágica. Todos los ministerios mágicos del mundo accedieron luego de que sufrieron bajas a gran escala en sus territorios por las incursiones que el Lord organizaba para reunir aliados. Es igual que el cuarto sellado de Hogwarts que crea las cartas de invitaciones para asistir, sólo que este es abierto y son informes de las ubicaciones y actividades de los magos. Se dice que es un rumor porque fue creado en el área de los Inefables, quienes no sueltan nada de ninguna forma. Aunque con el precio justo… todo se puede. 






—Esperemos que den pronto con esa persona. —Guardaron silencio durante unos minutos. Draco se quedó pensativo ante la idea de poder conocer a la persona que había logrado todo aquello desde un punto cero, y que tan sólo en un par de años lograra hacerse del mayor control económico del mundo. Los Malfoy no se quedaban atrás, pero no se comparaban a aquella persona—. Sería bueno que fuese un mago/bruja sangre pura y que poseyera un heredero. Así podríamos arrendar un arreglo matrimonial de un buen partido para Scorpius. 






Lucius asintió, centrando su atención en los pedazos de hielo que flotaban en su bebida: —Pienso lo mismo. Espero que los Inefables me traigan pronto la información y que los podamos ubicar. Tampoco podemos descartar la idea de que tal vez sea sólo un Muggle con grandes capacidades administrativas….






—No—le interrumpió Draco con una sonrisa altanera y alzando su vaso hacia él—. No creo que te equivoques, padre. Después de todo, tus presentimientos nunca fallan. Será un mago, te lo aseguro. Esa es la única forma en la que se puede proteger de tantas personas que le andan buscando.






Lucius le devolvió la sonrisa y el gesto de brindis. Después de unos minutos en relajante silencio, uno de los elfos de la mansión se apareció e hizo una senda y exagerada reverencia, anunciando que la hora de la comida ya había llegado y que los demás miembros de la familia esperaban en el comedor a su llegada. Lucius le hizo un gesto de asco y desprecio, despidiéndolo en el acto; nunca le gustaron aquellas asquerosas criaturas, aunque sirvieran como buenos esclavos. 








—6—









Estaban todos a la mesa comiendo, mostrando en todo esplendor el esfuerzo con el que sus modales fueron forjados. Draco, a la cabeza como amo actual de la familia, estaba mirando El profeta, más precisamente la sección económica. A su lado, su flamante esposa, Astoria Greengrass, ahora Malfoy. En el otro extremo, Lucius hacia lo mismo que su hijo, con una copia del mismo periódico. Y como su hijo, su esposa estaba sentada a su lado, mostrando todo lo hermoso que en el pasado fue un miembro de la familia Black. Sentado en el centro de la mesa, como heredero que era de la noble, casta y antigua familia Malfoy, estaba Scorpius Malfoy; con el mismo rostro impasible que en antaño su padre mostraba.






Un silencio acogedor se asentaba entre ellos; ya acostumbrados a la misma rutina de siempre. Draco desvió la mirada del periódico para mirar a su hijo, revisando que se comportara como lo que era. Faltaban sólo un par de días para que este asistiera a Hogwarts. Su hijo cumplía años dos semanas después; como se había casado inmediatamente salir de Hogwarts y un par de meses después su esposa terminara embarazada, este había nacido en aquella fecha. Aunque aún no cumplía los once años, había recibido la carta ya que los cumpliría en un tiempo donde era requerida su asistencia a la escuela de magia y hechicería. 






Luego miro a su esposa, tan bella y elegante como siempre, pero tan seca como cualquier aristócrata sediento de poder. No demostraba afecto alguno más que el de la simple apariencia ante los medios. Ni siquiera con su hijo mostraba la más mínima muestra de afecto, aunque él no podía decir que demostraba gran cariño hacia su primogénito. Nunca le dio algo más que una palabra de orgullo cuando este cumplía con sus expectativas. Sabía que Scorpius sufría ante la clara indiferencia de su familia, cuando tenía algunos conocidos que tenían el abierto amor de sus congéneres. Lamentablemente él no podía tratarlo de un modo similar, jamás estuvo educado para tal tipo de cosas; su padre lo hubiera colgado de los huevos si viera tal tipo de actos sentimentalistas. 





—Espero que seas el mejor de tu año, Scorpius. Enorgullece a la noble casa de los Malfoy. —Scorpius levanto el rostro de su plato y miro inexpresivo a su padre, asintiendo con sequedad, aunque realmente se moría por dentro cuando tenía todas las miradas llenas de expectativas de su familia. Su abuelo también lo miraba con la misma expectativa que su padre, como si se hubieran confabulado para hacer de su vida una miseria. Ahora tenía tanto peso sobre sus hombros, cuando pensaba que simplemente asistiendo a Hogwarts podría deshacerse de todo aquel estrés bajo el que siempre estaba.





Y así continuaron durante toda la comida; inexpresivos, fríos, y aristocráticos en todo momento. Como su abuelo solía decirle; “Un Malfoy jamás baja la guardia”.








—7—






Harry caminaba de un lado para otro dentro de su cuarto, leyendo los nuevos libros sobre defensas contras las artes oscuras. Tenía que reconocer que los nuevos avances eran espectaculares, incluso la renovación y mejora de algunos hechizos de defensa primaria como el Expeliarmus o el restrinjo que era aún más poderoso. Sus efectos eran casi instantáneos y no tenían punto ciego como los poseían los que solía usar. 





Había estado toda la semana, en su tiempo libre, estudiando los encantamientos y aprendiéndolos, usando su varita. También hacia que los pequeños les siguieran en los ejercicios de la magia sin varita; era bueno saber dominarla. No permitía que usaran sus varitas de momento, no quería que tener que comparecer ante el Winzengamot sólo por un error como en el pasado lo hizo por tratar de salvarse de una horda de Dementores. 






Al día siguiente, para su desgracia, partirían hacia Hogwarts. No le gustaba aún la idea, y mucho menos tener que ser profesor de un montón de chiquillos que adorarían hasta donde pusiera el culo (exagerar un poco no le hacía daño). Aunque realmente no quería averiguar si era verdad lo de que contemplarían la silla donde se sentaría ese año. Seria todo un shock ver esa silla en un museo mágico. 






El día anterior los chicos había tenido su fiesta de cumpleaños; habían invitado a todos sus amigos del colegio Muggle al que asistían (habían desecho las defensas sólo por ese día) y les habían informado sobre su pronta partida hacia un internado de Inglaterra durante todo el año; y que su padre los acompañaría. Era poco el decir que todos los invitados, padres e hijos, se quedaron con desilusionadas caras al escuchar eso último. Sus hijos, por ser tan hermosos, eran prácticamente idolatrados; aunque Morgan no se daba cuenta de esto ni aunque se lo gritaran al oído, y por desgracia esa inocencia era lo que atraía muchísimo la atención de chicos y chicas por igual. Por el contrario, Elliot amaba ser idolatrado; no sabía que el chico le fuera a salir tan ególatra pero tenía claro que era alguien fiel a sus sentimientos y no se iría acostando con cualquiera que le moviera el culo.






Suspiro dejando el libro en la mesa que estaba al lado de su cama. El no estuvo exento de réplicas por la súbita decisión de marcharse de york. Todos los padres le dijeron que era una locura (más porque estaban perdiendo todos sus años de cortejo con el hermoso hombre). Harry reía nerviosamente y les explicaba que regresaría siempre para las vacaciones. Única cosa que los dejo aliviados, en parte.





Aunque se ganó miradas malintencionadas de parte de los hijos de estos por llevarse tan lejos a sus ídolos. 





Dobby había estado casi todo el tiempo con él, con aquella forma humana que solía tomar y que por extraño que pareciera, atraía a una que otra loca con ansias de tirárselo. 






—Esa sonrisa maliciosa me da un presentimiento nada bueno; y no deseo saber que has estado pensando para adquirirla—Dobby había entrado y se le había quedado mirando estupefacto al ver aquella sonrisilla un tanto sardónica de Harry. Harry dio un pequeño brinco por el susto y luego rio con nerviosismo al darse cuenta que sus pensamientos eran reflejados en aquella sonrisa malvadita que solía hacer. 







—No era nada malo… —Dobby levanto la ceja y Harry suspiro haciendo dos hermosos pucheros—. Vale, admito que no era algo bueno, pero tampoco era tan malo; sólo pensaba en la señorita Ortens—Dobby se tensó al escuchar el nombre y Harry amplio una inocente sonrisa —. Me pidió que te prestara a ella por un par de horas para que la ayudaras en algo






Dobby negó con efusividad y totalmente pálido. Esa mujer prácticamente violaba a su apariencia Muggle cada vez que lo veía; razón por la cual siempre le estaba rehuyendo a cualquier acercamiento que esta intentaba para con su persona. Harry se carcajeo como nunca y Dobby suspiro al ver que sólo era una broma (una de mal gusto por cierto).






—Te pido que no juegues con mis traumas, Harry —dijo con inocencia, haciendo a Harry reír con más ímpetu. Dobby le acompaño con una suave risilla. El pequeño elfo había comenzado a empaquetar las cosas que se necesitarían más; dejando de lado todo lo que distrajera al futuro profesor Potter. Harry miro el pequeño traje que Dobby estaba usando; era uno negro, mandado a hacer a su medida al igual que toda su ropa. Su contrato era completamente diferente a aquel que tenía el joven elfo con los Malfoy; la única manera de liberarlo era que Harry le dijera que ya no necesitaba de sus servicios, pero tenía de decirlo en plena conciencia y consiente de lo que estaba pidiendo. Harry también le había dicho que el día que él dijera tal cosa, seria por que pusieron en peligro a alguien querido y que si eso sucedía, jamás le hiciera caso a dicha orden. Esa fue la manera de hacer el contrato mágico permanente, ya que Dobby nunca querría dejar de ser parte de esa familia. 







—Tienen que estar temprano en la estación King Cross. ¿Los piensas acompañar en el tren, Harry? —Harry asintió mientras seguía revisando uno que otro libro de los que estaban aún dispersos en su cama—. Yo ya te había dicho que me adelantare para poner en orden los equipajes dentro del castillo y preparar el salón de clases, partiré desde aquí y los recibiré en Hogwarts. Los niños sólo deben llevar las lechuzas en el tren, así se les hará menos problemático el viaje.





—Quiero que lleguemos temprano, no deseo encontrarme con nadie indeseado o conocido, no por ahora. —Murmuro haciendo algunas florituras y memorizando algunos textos; tendría toda la noche para preparar su primera clase. Dobby lo miro y se sintió un poco más tranquilo al verlo, al menos, un poco distraído y menos triste con lo de volver al mundo mágico. Después de todo, el más grande problema ya había pasado, o eso creía. 






Luego de algunos minutos en silencio, los niños entraron a la habitación con dos pequeñas cajas cuadradas. Harry alzo la ceja y parpadeo confuso antes de que sus hijos sacasen las dos computadoras portátiles que tenían: — ¡papá! —Exclamo Elliot mirando recriminatoriamente a Morgan que se mostraba avergonzado, pero con decisión en su mirada. Harry miro al pequeño rubio y asintió para que continuara—. ¿Es cierto que en Hogwarts no hay DHL o algún Hostpot Wireless al que podamos acceder para usar las computadoras? —Harry volvió a asentir —. ¡En que jodido mundo viven! 





Harry lo amonesto con la mirada y el ceño fruncido. Elliot se disculpó avergonzado: —Como ya les dije, los magos siguen sus tradiciones al pie de la letra; y viven varios siglos en el pasado. Ustedes mismos ya lo vieron, y veo que Morgan ya dedujo que la magia no entra en contacto con la tecnología —le regalo una pequeña sonrisa orgulloso. Elliot reviro los ojos, aunque también estaba de acuerdo en que su hermanito era inteligente—. Cuando lleguemos a Hogwarts quizás pueda hacer algo. Recuerden que en esta casa nada que sea electrónico debería funcionar bajo un campo de protección mágico, y aún así lo hacen. Sólo tenemos que acoplar sus computadoras con algunos hechizos de interfaz moderativa permanente; de esta forma las computadoras podrán funcionar, así podrán conectarse a la red cuando deseen. 






— ¿No crees que será un problema llevar esos aparatos al colegio? Digo, los chicos podrían obsesionarse con ellos y dejar de atender a clases. —Pregunto un tanto preocupado el elfo mientras seguía con su labor. Los chicos habían dejados los PC arriba de la cama y se habían marchado alegres.






—Lo dudo, pero los tendré vigilados; además, ellos estarán más ocupados explorando el colegio y con sus nuevos amigos que pendientes a las computadoras. Quizás y lleve la mía, me ayudaría a catalogar mejor las asignaturas y los trabajos. También me ahorraría todo el horror que produce el escribir con tinta. —Dobby se encogió de hombros—. Anda, vete a dormir, yo terminare aquí y me iré a descansar. Debemos salir demasiado temprano y no quiero que tu o los niños no estén descansados. Y como tú tienes más trabajo por ejercer desde temprano—Dobby asintió y se despidió, deseándole buenas noches a su amo. Harry permaneció despierto una o dos horas más antes de irse a dormir, terminando de arreglar algunos asuntos con las lecciones y algunas florituras de varita. También arreglo lo del problema con las computadoras. 








—8—









Y ahí estaban, admirando la inmensa y preciosa locomotora roja que los llevaría al punto de desembarque antes de adentrarse a admirar Hogwarts como la primera vez. Los chicos se había quedado pasmados al ver a una familia atravesando el muro transdimensional que los llevaba hasta el andén 93/4. Harry los veía con ternura, era igual que cuando los llevo a aquella juguetería Muggle, realmente se habían quedado sin aire mientras la recorrían de principio a fin. Después de que subieron y se adentraron en uno de los compartimientos del fondo, los chicos soltaron (como les había dicho Harry) a Alistar y Silver para que sobrevolaran el tren y los acompañaran desde el aire, así aprenderían a estar un poco más cómodas volando sin sus padres cerca; los cuales ya estaban en la lechuceria de Hogwarts. 





Habían entrado una media hora antes de que el tren se pusiera en marcha. Había algunas familias ya reunidas, pero ninguna conocida. Los chicos y él no pasaron de ser desapercibidos; a opinión de muchos, eran demasiado hermosos para ello. Harry se sentó frente a Morgan, quien leía un libro de transformaciones, fascinado ante lo que podría aprender, a su lado, Elliot, miraba el de pociones, exclamando uno que otro “oh”“whoa” y “¿este lograría estreñir a…?”, antes de que Harry lo callara con una mirada severa. Aun no entendía como su hijo podía comportarse a veces de esa manera; aunque ciertamente no podía negar que le divertía de sobremanera su actitud. Pero tenía la certeza de que Elliot casi siempre era un príncipe en corcel blanco. 





No pasaron más de cuarenta minutos antes de que el tren echara a andar. Todos los estudiantes de ese año ya estaban a bordo del expreso. El silencio era cómodo entre Harry y sus hijos, quienes estaban entretenidos entre los libros que cargaban y con claros deseos de echarse a practicarlos una vez llegaran al castillo (aún no probaban sus varitas). 





Les sonrió con premura, dejándose envolver por la tranquila atmosfera. Unos veinte minutos más tarde, la puerta del compartimiento se abrió tímidamente, mostrando a un chico rubio y de ojos plateados que le recordó a alguien que no le gustaría ver jamás. Luego de parpadear varias veces confuso, el chico hablo con una suave voz, hermosa a opinión de los tres: — ¿Está ocupado ese asiento? —señalo el asiento vacío y añadió: —Todos están llenos y no me dejan entrar en los que tienen alguno desocupado. Por favor…





Harry se quedó mudo al ver y escuchar aquellos; nunca fue bueno con ese tipo de comportamiento. Además, que el chico hablara tan tímido y hermoso lo hizo derretirse como lo haría con las lindas sonrisas de vendedores profesionales de sus hijos. Le asintió y le hizo una pantomima con la mano para señalar que podía ocupar el puesto vacío. 






—Muchas gracias…—murmuro con timidez. En verdad lo estaba. Sus padres lo habían dejado allí y todo el mundo sólo volteaba a mirarlo, sino a él, a sus padres y abuelos con desprecio. Conocía la historia de sus abuelos y por lo que tuvo que pasar su padre al no saber elegir bien; pero al final terminaron siendo los buenos, ¿no? Ahora más que nunca se sentía verdaderamente solo. Miro al hombre a su lado y a los chicos al frente, bajando de inmediato la cabeza; totalmente sonrojado “¡Son hermosos!”, se dijo incrédulo de ello. 





Pero también había notado la mirada del adulto que lo miro por un segundo y luego aquel brillo de odio. Realmente su vida sería uno de los peores infiernos. Ni siquiera conseguiría amigos en Slytherin, ya que de por si muchos de los sangre pura, como le había dicho su abuelo, los tacharon de traidores cuando fueron absueltos alegando haber sido espías en las filas de ese hombre. Incluso había momentos donde llegaba a preguntarse por qué demonios había nacido; y la conversación en el despacho de su padre se lo había dejado claro. Sólo era útil como mercancía de intercambio para un bueno negocio, nada más. 





Harry conocía a la perfección el detalle que un Malfoy posee, y si ese pequeño era uno, debió haber notado el leve brillo de odio que sintió. Pensó que los ignoraría luego de recuperar su aplomo, pero le rompió el corazón verlo allí, tan solo y hundido. Le dio una mirada a Elliot para que lo ayudara en eso; logrando que su pequeño suspirara resignado. Luego arreglaría cuentes: —Soy Elliot Severus, y este es mi hermano, Morgan Sirius. Un placer —extendió su mano con una suave sonrisa. Scorpius dudo un momento pero al no ver mala intención sonrió con timidez. 




—Un placer yo soy…—dudo un momento si decirlo o mentirle. Siempre que decía su nombre a un chico nuevo lo miraba como si lo fuera a matar y luego lo echaba a patadas, por así decirlo. Suspiro, nada perdía con intentarlo una vez más —Scorpius Malfoy. Descuida, no tienes que decírmelo, saldré de inmediato —lo había sentido tensarse cuando dijo su nombre. No sabía que esperarse, así que era mejor salir con su propio pie a que lo echaran una vez más, sería menos doloroso. Harry lo detuvo antes de que se levantara y le dio una sonrisa comprensiva. 




—Soy Harry, el nuevo profesor de defensa contra las artes oscuras, y el padre de estos dos. —Señalo a los pequeños que fruncieron el ceño e hicieron pequeños pucheros, mas sin embargo se veían verdaderamente tiernos. Scorpius se le seco la garganta al verlos de esa manera —. Sabes, es la primera vez que vienen al mundo mágico y desconocen casi todo de este. Ni familias sangre pura o impura; vienen a aprender. —Scorp hizo un gesto de asombro y Harry aclaro: —Sin embargo, yo si conozco la razón por la que deseaste salir cuando lo sentiste tensarse. Y no tienes por qué preocuparte por esas cosas; un hijo no es su padre. Tú eres tú, no tu familia o sus errores. Así que, relájate y disfruta del viaje, te aseguro que te llevaras bien con estos dos. 





Scorpius se sintió revolucionado con escuchar eso; sus primeros amigos. En todo lo que tenía de vida, jamás había tenido con quien jugar. Con quien planear algo divertido o meterse en problemas. Una gran y genuina sonrisa se coló entre sus labios, haciendo que Harry lo mirara con ternura y revolviera su pelo. Morgan y Elliot le devolvieron el gesto, después de todo, era con su hermano pequeño con quien tuvieron la fortuna de cruzarse.





Y Harry se sintió especialmente dolido al saberse realmente engañado. Siempre pensó que fue una cruel broma o algo por el estilo, aunque nunca perdonaría al Slytherin sin importar que, pero ver que rehízo su vida termino de aclararle la realidad de todo. Siempre fue un iluso, y por iluso había ganado a aquellos tres que hacían su vida la más completa de todas. Y ciertamente necesitaba de alguien con quien vivirla; eso sería cuando eso dos demonios alzasen vuelo.





Se la pasaron todo el rato platicando sobre lo que podrían encontrar en Hogwarts, no sacándole nada a Harry quien quería dejarlos en un tedioso suspenso. Luego compraron en el carrito algunos dulces y faltando poco para llegar, Harry los mando a cambiarse la ropa por el uniforme. El profesor se había encariñado con el pequeño de los Malfoy, nunca creyó que alguien expresaría tan abiertamente sus sentimientos como lo hacía Scorpius. Seguro y Malfoy padre se sentiría decepcionado del pequeño, si por alguna razón llegase a enterarse.





—Yo siempre he actuado como mi familia me lo pide —respondió Scorp a una pregunta que había planteado Elliot—. Siempre me dicen que debo comportarme como el Malfoy que soy y cada día ponen más responsabilidades sobre mis hombros. Yo… quiero tener amigos, pero siempre me juzgan por lo que hicieron en el pasado mi padre y abuelos. Soy purgado de la sociedad y no puedo salir sin que me miren con odio o asco…. 





—Pero tú eres tú, como dijo papá. Has que te reconozcan por quien eres, no por lo que otros quieren —Elliot, Scorpius y Harry miraban al silencioso Morgan con caras de sorpresa. Puede que el pequeño fuese de lo más tranquilo, pero siempre había escuchado de los Muggle’s que los calladitos eran los peores. En este caso, los más inteligentes. El jovencito se sonrojo y se sumergió de nuevo en el libro de transformaciones. Scorpius suspiro algo encantado, no dejando que se vieran sus emociones más que las ya vistas. 




Antes de que dijeran nada, el tren había arribado a la estación. 






—9—









— ¡Sean todos bienvenidos a este nuevo año en Hogwarts! —Exclamo Mcgonagall, con voz calma; amplificada con un Sonorus —. La selección de este año dará comienzo en breve. También tenemos la presentación del nuevo maestro de defensas contra las artes oscuras —todos comenzaron a murmurar con emoción, queriendo saber quién sería el nuevo profesor y que tan bien se vería o si sería un estúpido como los anteriores. Mcgonagall carraspeo, creando un efecto sonar como el de los amplificadores haciendo que todos se quedaran, aparte de sordos, en silencio—. ¡Que inicie la selección! 





Las puertas se abrieron dejando ver al profesor Flickwick, quien fungía ahora como subdirector, y a los pequeños que ingresarían a primero. Todos estaban nerviosos, bueno, la mayoría, unos tantos veían todo con total interés la decoración del techo; un cielo nocturno adornado con velas flotantes.





Uno por uno, fueron siendo llamados para ocupar la butaca y usar el sombrero seleccionador, que extrañamente simplemente canto unos viejos versos. Unos fueron a Huffluppuff y otros, los que se veían más calmos e inteligentes, fueron elegidos para Ravenclaw. Seis fueron a parar a Griffindor, y parecía ser que ninguno iba a ir a Slytherin; cosa que alegraba a las otras casas. Blaise, como profesor de pociones y jefe de casa de Slytherin, realmente sentía pena de los chicos de la que en antaño fue su casa. Ahora más que nunca esos chicos eran discriminados sin contemplación alguna. 







— ¡Malfoy, Scorpius! —El silencio se hizo mientras el pequeño rubio subía hasta la butaca y se sentaba. Todas las miradas eran de reproche, mas por parte de los mayores que le hacían gestos asqueados. Cuando se fijó en sus dos nuevos amigos, aún en espera de ser seleccionados, estos le sonrieron enfundándole algo de fuerza.





El sombrero tardo lo suyo, pero al final eligió lo que todos esperaban—. ¡Slytherin! —Los pocos Sly que habían en la mesa de Slytherin aplaudieron quedamente, mirando de mala manera al joven Malfoy mientras este se acercaba a tomar asiento. Varios gruñeron inconformes pero no dijeron nada. 






Otros varios comenzaron a susurrar cosas desagradables, pero hicieron silencio ante el mal humor creciente de Mcgonagall por tal indigno acto: — ¡Potter, Elliot!






Todos se quedaron sin aliento al ver al hermoso chico subir al estrado con toda tranquilidad. No sólo era hermoso, ¡era el hijo del mismísimo salvador del mundo mágico! Todos comenzaron a murmurar con el pulso y el corazón acelerados. La noticia del año, no, del siglo. Todos sus padres se sorprenderían cuando les enviaran la noticia vía lechuza. Zabini se quedó admirando al pequeño con la vista desmesurada. ¿Con quién diablos Potter había tenido a un hijo tan bello?






De alguna manera le recordaba a alguien, pero no se parecía en nada a quien apareció flotando en su mente. Aquellos ojos verde plata eran únicos al igual que aquel cabello rubio; no había visto nunca un color tan vivo. Los Gryffindor sonreían victoriosos al saberse futuros dueños de un ejemplar del héroe. Para nadie era secreto que todos los Potter iban a Gryffindor. Scorpius también se había quedado de piedra, y si cavilaba bien, el hombre del tren, su nuevo profesor de defesas contra las artes oscuras, ¡era Harry Potter! por Merlín; había conocido al renombrado héroe y era amigo de sus hijos, o algo por el estilo. Realmente deseaba caer con ellos en su casa, pero sabía bien que irían a Gryffindor y de ahí no lo dejarían acercarse más. 





—“Mmmm, un Potter. Que sorpresa.” —murmuro el sombrero luego de que se asentara el silencio. Elliot lo escuchaba en su cabeza, estaba más que sorprendido —. “Eres igual que tu padre, interesante, interesante. Buena mente, inteligente y vivaz, leal, oh, dispuesto a conseguir lo que deseas. Creo que tengo la elección perfecta para ti.” —Elliot alzo las cejas algo extrañado; el sombrero parecía disfrutar demasiado hurgar en las mentes, aunque siendo sinceros, si eso era lo único que hacía, era lógico que siempre esperara emocionado, nuevas mentes para hurgar cada año—. ¡Slytherin! 






Nadie dijo nada; todos estaban en pleno procesamiento del shock temporal. ¡¿Un Potter en Slytherin!? Aquello era surrealista o algo sacado de una revista de mal gusto. Los Slytherin aplaudieron con alevosía mientras Elliot caminaba hacia ellos y tomaba asiento cerca de Scorpius. Los Gryffindor gruñeron indignados pero antes de que alguno se alzara a reclamar, Mcgonagall continúo con la selección: — ¡Potter, Morgan!






Volvió a hacerse silencio mientras el tímido niño subía y se sentaba en la butaca. Era tan hermoso como el otro, y parecían tener la misma edad, lo que auguraba que eran gemelos. Aunque el color de pelos y ojos no coincidían del todo. El chico seguía siendo igual de hermoso. ¡Demonios, entraban ganas de violarlos!, ¿pero qué hijo de puta intentaría algo con uno de los hijos del mago más poderoso de todos los tiempos? Sólo un imbécil lo haría; enfrentarse a la ira de Potter padre seria enfrentarse al demonio. 





Los Gryffindor, al igual que otras casas al darse cuenta de tener oportunidad de tener a ese bombón con ellos, comenzaron a cruzar los dedos esperando a que callera con ellos. El sombrero delibero durante lo que parecieron ser horas y ellos estaban que se morían no sólo del hambre, sino que también de los nervios. Para cuando lo vieron asentir, su mundo se derrumbó con la elección: — ¡Slytherin! 




Nadie dijo nada después de eso, sólo observaron como aquella pequeña belleza se sentaba en la mesa de las ponzoñosas serpientes. Nadie podía entenderlo, ¿Cómo iba un Potter a ir a Slytherin, hogar de los magos oscuros? Era ilógico, y no tenían explicaciones. La directora tenía una sonrisilla puesta en los labios. Aunque fueran los de su casa, pero así aprenderían la lección, y más con quien estaba a punto de entrar.





—Ahora que ha terminado la selección —todos prestaron atención a las palabras de la directora—, les presentare a su nuevo maestro de defensa contra las artes oscuras —no todos estaban interesados; era más interesante ver a aquellos pequeños que se alejaban de su alcance. Las puertas del gran comedor se abrieron, y por ella un hombre hermoso entro a paso elegante y pausado, con una sonrisa que podía derrumbar al sol de su pedestal. Iba acompañado de un pequeño elfo que tenía un raudo traje hecho a la medida. La túnica de profesor que cargaba Harry era una en un color oscuro, que hacia resaltar más sus atributos y el verde hipnotizante de sus ojos. Mcgonagall lo miro con orgullo mientras a su paso todas las miradas posadas en sus hijos se dirigían a él—. Como ya mencione, les presento a su nuevo profesor de defensa contra las artes oscuras: Harry Potter. 




Aquel, ciertamente, era el día de los infartos múltiples. Y Zabini, que no podía recuperarse de la impresión, tenía otra prueba de ello cuando una fuerte erección tironeo, al igual que a muchos de los de tercer año para arriba, entre sus piernas. 





¡Qué bueno estaba! 

Notas finales:

¿Dulce de limón? 


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