Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lost paradise. por black_phenix

[Reviews - 100]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Buenos dias, noches, mañanas, tardes. Ufs, que cansado es saludar. Bien, sin muchas molestias mas que agradecerles por sus comentarios :los cuales juro comentare mañana, los dejo con el capitulo. Disfruten.


Un buen desayuno.






Un pensamiento es la extensión irreal de algo incomprensible; algo ideológico de lo que no se toma conciencia ni concepto.
Phenix.








Hogwarts, Día de selección y cena de bienvenida; gran comedor.







Mientras todos lo observaban con sendas expresiones de asombro plasmadas en sus rostros, Harry ponía una sonrisa angelical haciendo que el ambiente fuera de mal (en sentido sexualmente figurado) a peor. Todos tenían urgentes ganas de tirarse al nuevo profesor de defensa; sin olvidar a sus preciosos hijos, que ahora sí, se les escapaban de las manos con su padre allí presente. ¡Pero qué demonios importaba! Harry Potter estaba de vuelta en el mundo mágico, y como su nuevo profesor. Y más bueno que nunca. Zabini no dejaba de observar aquella hermosa retaguardia desde su posición, sintiendo que se le hacía agua la boca. Y que ciertas partes aullaran como lobo hambriento. 






¿Potter había estado tan bueno? No, ahora que lo miraba mejor, la edad le había caído como un guante a la mano. Ahora más que nunca tenía curiosidad de si aquel hombre estaba casado, o en su defecto, quien era el otro padre o madre de aquellos chiquillos. Antes de que alguien dijera nada, Harry se adelantó con aquella hermosa sonrisa hasta el frente, seguido de Dobby, efectuando con un suave murmullo un Sonorus en su garganta: —Muy buenas noches, queridos estudiantes—la voz de Potter era un pecado que debía catalogarse como la cuarta Imperdonable. La mayoría ya estaba casi para asistir a la enfermería a incordiar a la muy anciana Madame Pomfrey, y él no era la excepción en la maldita cuestión de lo sexy que era el nuevo profesor de defensa—. Como anuncio la directora, yo seré su nuevo profesor en la materia de defensas contra las artes oscuras. Aquí, a mi lado, esta Dobby. El será mi asistente durante todo el año, espero y nos llevemos bien. 







Nadie había reparado en el pequeño elfo, y no les importaba en lo más mínimo cuando por su sangre corría un torrente de endorfina “marca Potter”. Sólo su voz era un pecado, uno que los hacia suspirar hasta desear la muerta por vivir aquel esplendido momento. Sin que Harry o cualquier profesor se diera cuenta, uno de los estudiantes de Gryffindor había tomado una foto del salvador: la cual utilizaría para ganar algo de efectivo con el profeta. ¡El mundo mágico se volvería loco! El comedor entero estallo en vítores, más no algunos Slytherin que se veían reticentes a aplaudir y degradar a su estirpe, pero tenían en claro que Harry estaba exquisito. 






— ¡Silencio! —Sentencio Mcgonagall con voz impertérrita mientras los fulminaba a todos con una mirada mortal. El silencio fue instantáneo y Harry tuvo que admirar aquella faceta que nunca había visto en la adusta mujer. Su mirada se suavizo y le hizo un gesto a Harry para que tomara asiento en la mesa de profesores. Luego conocería a los nuevos profesores que reemplazaron a los caídos y retirados, como el profesor que ocupaba el puesto de Hagrid, quien estaba viviendo en Francia con su flamante esposa medio-giganta desde finales de guerra —. ¡Que la cena de inicio!






Inmediatamente, las mesas se llenaron de exquisita comida. Harry tomo asiento al lado de Zabini, y transfiguro un puesto entre él y la profesora de Cuidado de Criaturas Mágicas para Dobby, ya que deseaba que lo acompañara a la mesa. Reviso el comedor, en busca de los puestos que habían tomado sus hijos, encontrándolos en la mesa de Slytherin, no sorprendiéndose mucho al verlos allí. Es más, hasta podría haber jurado que abriría la boca conmocionado si los veía en otro sitio que no fuera ese: esos mocosos resultaban ser muy Slytherin en muchas ocasiones en las que lograban escapar de sus castigos. 






Cuando estos giraron a verle, no tan sorprendidos por reacciones que todo el mundo daba cuando conocía a su padre, les sonrió; incluyendo al pequeño Scorpius, quien parecía ser escrutado de una manera no muy agradable por toda su casa. Harry les frunció el ceño ligeramente por eso, haciendo que Elliot asintiera notando lo que este quería con aquella mirada. No habían pasado ni diez minutos, y las miradas seguían sobre él cómo buitres en espera a que se descompusiera. Trago en seco cuando vio a algunos chicos de séptimo, de todas las casas, haciéndole gestos indecentes para llamar su atención: —Sigues siendo tan popular como en antaño, Potter. —Miro a su derecha, encontrándose con una sonrisa entre burlona y seductora que no le agrado para nada—. Espero que aún te acuerdes de mí.






—En ningún momento le he permitido que me tutee, profesor Zabini—Blaise ladeo una sonrisa al ver aquel imperturbable gesto en Potter, y también porque lo había recordado. Resultaría bastante difícil siquiera acercarse con “buenas” intenciones. Harry imaginaba que deseaba aquel sujeto, le había notado la mirada de sorpresa cuando subió al estrado de maestros; misma mirada que le dirigían cientos de hombres y mujeres cada que se lo encontraban de paseo con sus hijos—. Más allá del trato de maestro a maestro no aceptare nada más. Fuimos y siempre seremos enemigos, señor Zabini, nada más que eso. Me comportare como un adulto mientras usted siga las mismas reglas de etiqueta. No me gustaría que una Imperdonable se me escapara por “error”.






Blaise palideció al escuchar eso, Potter resultaba bastante frio a la hora de amenazar a una persona, y más cuando lo hacía con una inocente sonrisa en los labios. Y no es que dudara que aquella imperdonable saliera de su varita para chocar erróneamente con él. Mejor era ir paso a paso y no arriesgarse a quedar sin moral y hombría por medio de una calentura; hasta su amigo se había apagado con la amenaza, pero siendo aquella voz tan sexy, la flaqueza de su compañero duro sólo segundos antes de endurecerse. ¿Cómo sería escucharlo gimiendo? Maldito Malfoy, al menos él tuvo la oportunidad de tenerlo en su cama. 







La cena transcurrió en toda la normalidad que un millar de hormonas sobrecargadas permitía. Las miradas lascivas no pararon de llegar a ninguno de los cuatro, porque siendo sinceros, aun siendo Scorpius hijo de Mortifagos reivindicados, seguía siendo hermoso. Mcgonagall anuncio el final del toque de queda y ordenó a los prefectos el escoltar a los recién ingresados a sus salas comunes correspondientes. Harry se levantó junto a Dobby y se acercó a sus hijos y a Scorp, quienes estaban siendo abordados por dos chicos mayores que ellos, los prefectos de Slytherin: —Lo lamento, jóvenes, pero yo llevare a estos tres a su sala común. Necesito hablar con ellos.







Lo chicos lo miraron anonadados, pero no se veía que le tuvieran confianza aun siendo el padre de esos dos: —Pero, profesor Potter, usted no tiene la contraseña y nosotros no podemos dársela, aun siendo un profesor, a alguien no perteneciente a nuestra casa. Sólo nuestro jefe de casa puede poseer la contraseña a parte de un estudiante de Slytherin. 






Harry le sonrió con elegancia haciendo que las piernas les temblaran por lo hermoso que se veía. 






—No será necesario que me la diga. Vamos, los otros chicos los esperan, yo me las apañare, tengo mis medios y conozco este castillo como la palma de mi mano. —Con simpleza los hizo retirarse, su tono de voz no admitía replicas a sus palabras. Esperaron un momento hasta que todos se retiraron para comenzar a salir del gran comedor. 







—Es… Es un honor conocerle, señor Potter —comento Scorpius carcomido por los nervios. Siempre había escuchado la historia de cómo Harry Potter había ayudado a que su familia fuera absuelta de los crímenes que cometieron al haber ayudado a Voldemort, y por haber cambiado de bando durante la última batalla. 






—No te preocupes, y no es un honor conocerme, sólo soy una persona normal que lucho como otros en la batalla, Scorpius. Por lo que más quieras, no me trates como si debiera estar en un pedestal, realmente detesto eso. Y ustedes, chicos—Elliot y Morgan conocían ese tono displicente y no les gustaba para nada. Dobby había caminado con ellos en total silencio, observando al heredero de los Malfoy, sintiendo nostalgia por su anterior joven amo, quien lo trataba como un amigo en sus años de servidumbre. Cuanto había cambiado: — Desde ahora en más, soy el profesor Potter, recuerden que no debo tratarlos como mis hijos dentro de las horas de clase.






—En realidad, papá, todo seguirá igual. No es como si no estuviéramos acostumbrados al trato de profesor/alumno. —Le dijo Elliot en un tono burlón, Harry asintió, segundos después dándole un coscorrón —. ¡Ouch!, ¿por qué fue eso?






—Para que respetes a tus mayores. —Le devolvió una sonrisita altiva que, como sabia, le crispaba los nervios al pequeño Potter. Unas risillas escaparon de Scorpius y Morgan. —Por cierto, felicidades por su selección: son exactamente lo que esperaba. También a ti, Scorpius — los chicos le devolvieron una sonrisa, y Harry tuvo que admitir que esos tres eran muy parecidos, aunque no hayan hecho migas hasta ese momento. Dieron la vuelta en unos pasillos más adelante y bajaron unas escaleras, llegando minutos más tarde a una pared con el cuadro de un dragón dando vueltas en el aire. Encima del cuadro había dos serpientes y Harry les sonrió—. “Buenas noches, pequeñas, ¿serían tan amables de darme la contraseña?”







Scorpius respingo por el siseo, abrumado por el vibrante temblor que ese sonido enviaba a su columna vertebral. Giro su rostro hacia el señor Potter y luego hacia las serpientes de piedra que empezaban a moverse hasta estar cerca de él. Quedo impresionado, extasiado por el poder que estas emanaban ante cada sensual balanceo: —“Los hablantes de Parsel, nuestros amos, no necesitan de contraseñas para entrar al domino de Salazar”.







“Lamentablemente, bellas damas, no deseo que mis hijos utilicen seguido este lenguaje, y existe uno más que no lo habla. Por lo que pido de favor me den la contraseña, sino es mucha molestia”. —Las serpientes se miraron entre si y luego asintieron, susurrando un “Corvus” y luego abriéndose para permitir el paso—. “Muchas gracias”. Bien, chicos, ya conocen la contraseña, y para ti, Scorpius, es “Corvus”. Ya pueden pasar… y, Elliot—le detuvo antes de que se perdiera en la sala común—; cuídate y cuida de esos dos allí dentro, no confió del todo por sus miradas hacia el pequeño Scorpius, te los encargo al ser el mayor. ¿Puedo contar contigo? —Elliot inflo su pecho y asintió, perdiéndose por la entrada antes de que se cerrara. Harry suspiro y miro al silencioso Dobby—. ¿Nos vamos?







—Tenemos que, ya que debemos preparar la primera clase de la semana, la cual te servirá como la primera prueba dentro de tu nuevo trabajo—Harry lo miro horrorizado, poniendo una mueca de no estar muy preparado para enfrentar a más de treinta estudiantes en una clase—. Descuida —le palmeo una pierna—, recuerda que yo estaré para asistirte, y no creo que lo haga mal, profesor Potter. 







Harry le devolvió una sonrisa tímida, como pidiendo fuerzas a Merlín y rogando a los dioses para que Dobby no se equivocara.











—10—










Al entrar, Elliot se encontró con una desagradable escena. Morgan y Scorpius estaban siendo rodeados por los mayores de los Slytherin, quienes no tenían una mirada muy linda hacia ellos que se dijera. Luego se voltearon a verlo a él, con la misma mueca sardónica. Su padre le había pedido que cuidara de esos dos, y aunque sabía que Morgan tenía capacidad suficiente como para hacerlos explotar como globos, también sabía que esto le remordería la conciencia si hacia algo igual. Él, por el contrario, tenía ganas de asesinarlos por estar hostigando a su hermanito, y a su nuevo y no tan conocido hermano más menor. 






—Me puede explicar alguno de ustedes, ¿qué les pasa con mi hermano y mi amigo? —Su voz era autoritaria. Los alumnos que miraban la escena simplemente parecieron encogerse en sus asientos por el frio tono del pequeño. Morgan jalo a Scorpius hasta situarse al lado de Elliot, quien clavaba dagas en los cuellos de todos con sus ojos.






—Esto es un rito de iniciación que todos los Slytherin tienen el deber de pasar al ingresar por esas puertas. También deben de conocer nuestras reglas, y jurar obedecerlas—murmuro uno de los mayores con voz neutra. Elliot no se inmuto, simplemente clavo con más fijeza su mirada. 






—No me hagan reír. —Rodo los ojos con cinismo—. ¿Rito de iniciación, juramento? A ver, ¿Quién estableció que debemos pasar esa iniciación y jurar por esas reglas? 






— ¡Esas reglas están desde que Salazar Slytherin comenzó a dar clases en este castillo! —Dijo una voz exaltada desde una de las esquinas. Era una chica con un rostro impasible, cabello negro, largo y lacio; ojos color café, que los miraba con odio y superioridad. Elliot sólo se echó a reír crispando los nervios de todos—. ¿Qué te hace tanta gracia, mocoso? Ah, pero que se podía esperar de los hijos de un héroe cobarde que se escondió del mundo….






Sus palabras jamás llegaron a terminar por el impacto de un hechizo que la azoto con más fuerza de la debida contra la pared. Todos miraron a Elliot con sendas caras de terror, y sorprendidos al ver que no había hecho el más mínimo esfuerzo más que mover un dedo.






—Te recomendaría, a ti y a todos, que no volvieras a insultar a mi padre. Imagino que tú has de ser hija de uno de esos Mortifagos de los que hemos oído hablar. Si es así, lo lamento por ti si alguno de ellos fue condenado por sus estúpidas decisiones: mi padre no los orillo a decidir por un bando o el otro en aquella guerra. Sus decisiones son actos en libre albedrio. —Su mirada era un tempano de hielo que a Scorpius le recordó a su padre, o a su abuelo, cuando estaban en reuniones de negocios—. Espero que ninguno de ustedes se atreva a molestarme a mí, a mi hermano, o a nuestro amigo Scorpius. No tolerare insurrección contra nosotros. Si desean venganza, ¿porque no van directo con mi padre? Quizás y él les dé una “ejemplarizada” lección de moral.





Todos tragaron en seco y bajaron las miradas. Elliot sonrió de lado. Podía tener once años, pero era lo bastante maduro como para entender las situaciones y resolver ciertos problemas. (Lo que lograba el ser acosado hasta la saciedad).






—Bien…—continúo—, con respecto a esa “iniciación” y esas “reglas por las que debemos jurar”, ninguna de ellas tiene que ver con nosotros. Somos estudiantes que vinieron a aprender, no viejos idiotas atados a tradiciones estúpidas, que Slytherin se retuerza en su tumba sino le gusta. Las únicas reglas que nos ataran serán las del colegio y nada más. Si tienen alguna queja me importa un bledo. Simplemente ignórennos y sean felices. Ahora, si pudieran ser tan amables de indicarnos los dormitorios masculinos, les estaría agradecido. —Un chico que parecía ser de tercero índico unas escaleras que daban hacia un lugar más abajo. Con una leve inclinación se despidió y arrastro a los otros dos con él hacia abajo. Cuando se retiraron, todos parecieron volver a respirar de nuevo. La chica que fue atacada por Elliot apretó los dientes y se retiró con el orgullo despedazado hacia su dormitorio. 






Caminaron por el pasillo hasta dar con una habitación con tres nombres, que precisamente eran los de ellos. Los tres se sonrieron y se adentraron, quedando admirados por lo amplia y acogedora que se veía. Tenía una pequeña chimenea, y no era tan fría como la sala común o el vestíbulo. Las tres camas estaban endorsadas con cortinas verdes de un tono claro. Había un baño, el cual tendrían que turnarse para utilizarlo.







—Gracias...—dijo Scorpius después de un momento de silencio en el que todos admiraban la estancia. Morgan y Elliot se miraron un tanto extrañados por el gesto, que recordaran no habían hecho nada para merecer el gracias. Scorpius les regalo una sonrisa radiante—. Por ser mis amigos. Por eso y por defenderme de los Slytherin de allá afuera, sino los hubiera conocido, no sé con qué tipo de cosas me hubiera topado. Mi familia no tiene el más grato recibimiento de las personas, y, lastimosamente, yo no soy la excepción. Sólo por ser hijo de Draco Malfoy estoy catalogado como un engendro de Mortifago.






—Nah, no te preocupes. Nuestro padre nos crio para no ser prejuiciosos y Dobby es una nana de temer…





— ¿Dobby? 





—El elfo que acompañaba a papá toda la ceremonia, y el que nos acompañó hasta la entrada de la sala común—respondió Morgan, lanzándose hacia su cama, mostrando más confianza que cuando estaba fuera. Lo que hacían cuatro paredes—. Él es nuestra nana y quien nos mantiene siempre en régimen alimenticio, es como un segundo padre, o un tío para nosotros. También fue quien nos instruyó a todos en etiqueta y comportamiento, claro, ante otros fuera de nuestra familia o amigos. Y no, nunca lo hemos tratado, o trataremos, como una servidumbre. Es nuestro amigo y parte de nuestra familia. —Aclaro luego de ver la cara de extrañeza del joven rubio Malfoy. 







—Mi familia trata muy mal a los elfos de la mansión. Nunca me ha gustado, pero no soy quien para impedírselos. Tengo un amigo entre uno de ellos, él ha sido quien prácticamente me ha criado. Su nombre es Gabriel, nombrado para mí, y le gusta que le digan Gaby. —Dijo con emoción, nunca había conocido a otro que tratara a los elfos con amabilidad. Luego suspiro y cruzo los brazos—. Si fuera por mí, los hubiera liberado a todos, pero ellos se mueren si no tienen un amo. Me dijo Gaby que, al pasar los años, los elfos se acostumbraron a la servidumbre y los contratos son como su vida, si se terminan, lentamente irán muriendo.





—Bueno, para que Dobby lograra esta actitud de ahora, papá se esforzó mucho ya que este seguía esas viejas tradiciones y pantomimas de abrirse el cráneo cuando creía que hacia algo mal. —Los chicos se regalaron una sonrisa y se dispusieron a dormir estando algo cansados. 






—Por cierto—quiso aclarar Scorpius—, si alguna vez me ven comportándome como un estirado insoportable, es porque mis padres o mis abuelos andan cerca. No me agrada ser así, pero tengo que hacerlo o me veré siendo echado a la calle por haberles “deshonrado” —término con sarcasmo y una mueca no muy agraciada de su parte. Los chicos sintieron algo de pena por él, pero no lo dejaron traslucir para no hacerle sentir mal.




—No te preocupes y buenas noches, que descansen ambos.





—igualmente.








—11—









La mañana había llegado sin problema alguno, todos los estudiantes se encontraban en el comedor disfrutando de su desayuno y de la esplendorosa vista de los hijos del gran Harry Potter, lejos de sus alcances, compartiendo sonrisas con el hijo de Mortifagos, Scorpius Malfoy, algo que los dejaba descolocados. Para nadie era secreto que la familia Malfoy estaba arraigada con la rama de la magia oscura, y había servido a las causas del innombrable. Los hijos del señor Potter debían de conocer dicho dato siendo sus hijos, algo que todos tenían a conciencia, y por ende, se preguntaban por qué hacían tan buenas migas simplemente conociéndose de un día para otro.






Harry, sin muchos ánimos encima, se adentró al gran comedor siendo seguido por Dobby, quien cargaba un traje diferente mientras caminaba con pose altiva; uno grisáceo con gemelos de plata, regalo de los pequeños. A nadie le paso desapercibido esto, y quedaron aún más confundidos de lo que ya estaban. Harry les dio una sonrisa, que arranco suspiros por doquier, a sus hijos (y a Scorpius) antes de tomar asiento en la mesa para profesores, donde Mcgonagall le saludo con una sonrisa dibujada en su rostro. Era extraño siendo que la vieja bruja (en sentido Muggle) no le sonreía a nadie.






—Buenos días, Harry, Dobby, espero y hayan descansado bien. Después de todo, hoy es su gran día —le dijo una vez estos tomaban asiento. Harry había saludado a los profesores. A nadie le paso desapercibido el plural que incluía al elfo, pero Harry ya había anunciado que este sería su asistente en la materia. Claro que no se había dado cuenta que todos prestaban más atención a su cuerpo y su voz que al significado de estas. 






—Aún estoy un poco nervioso, es mi primer día instruyendo en una escuela después de todo. Pero no deja de parecerme emocionante. —Zabini lo miro alucinado en el momento que vio aquella radiante sonrisa. Potter era un hombre temible, temiblemente hermoso. Nunca lo había notado tan bello en los tiempos que estudiaron juntos, pero ahora distinguía cada faceta masculina traslucida por aquellas refinadas túnicas negras. Potter no había usado más que ese color, pero aun así resaltaba méritos que se lo merecían, como sus ojos.






—Me parece bien, Harry, me alegra escucharlo. Por cierto—añadió con una sonrisa más profesional en el campo de la enseñanza: —Como recordaras de tus años celebres como estudiante, el profesor a tu lado es Blaise Zabini, maestro de pociones desde hace unos cuatro años, y jefe de casa de Slytherin. Después de que el profesor Slughorn decidiera darse de baja, el señor Zabini tomo su puesto. 







—Anoche tuve el gusto de cruzar unas palabras con él—aunque la sonrisa era hermosa mientras se daban las manos, el tono era cortante y amenazador, que para sorpresa de Blaise Mcgonagall no pareció notar. Algo demasiado extraño en ella. Minerva asintió con profesionalidad y apunto a un maestro bastante conocido, y en quien no había reparado del todo. Era Neville, quien le saludaba con un corto gesto y una sonrisa, prometiéndole hablar más tarde con él.





—Neville tomo el puesto de la profesora Sprout después de que esta se jubilara, hará de eso ya unos cinco años. La profesora de astronomía, Sinistra, también se jubiló, demasiada tensión acumulada después de la guerra. La señorita Constance, proveniente de Francia, tomo su lugar —una chica de pelo corto, caoba cobrizo, con ojos de un avellana hermoso, le hizo un gesto coqueto mientras le saludaba. Harry saludo con un corto asentimiento, pasando por alto el atrevimiento—. Como sabes, Hagrid se retiró y en su lugar, Marieta Hellister, una anterior alumna de este colegio, está tomando su puesto.





Esta vez fue una chica de pelo largo, negro, y ondulado quien le sonrió, pero sin nada más que un gesto amistoso, lo que le hizo suspirar tranquilo: —El maestro Binns, por desgracia, se dio cuenta de su “problemita” y cruzo al otro lado. —Harry amplio una sonrisa divertido, pero no paso de allí, no fuera a tener problemas por carcajearse. El profesor Binns siempre le pareció gracioso, nunca supo que estaba muerto. Bueno, hasta el momento—. El profesor Anderson, historiador reconocido de gran Bretaña, tomo su lugar—apunto a un hombre tres puestos al costado de ella. Era un hombre algo anciano, unos 50 le daba, pelo rubio y canoso con algunas arrugas y una sonrisa bonachona. Harry le asintió, y este le devolvió el gesto—. Adivinación continúa bajo el cargo de Firenze, el centauro. Madame Hooch, pronto a jubilación, continua impartiendo Vuelo y Charity Burbage se ha integro luego de tu partida, como profesora de Estudios Muggle’s obligatorios. El profesor Monroe es quien se encarga de Runas Antiguas. El maestro Flickwick imparte todavía Encantamientos, y Agripina Vercelli —punto a una dama cuatro puestos más a su izquierda, al lado del profesor Anderson. Allí estaba una mujer de austera mirada, como la de Mcgonagall. Cabello castaño y ojos casi violetas— imparte Transformaciones. 







Harry saludo con gestos vagos al resto mientras se hacía de su desayuno. Él ni Dobby debían de presentarse, eso ya lo habían hecho, aunque no le hayan prestado atención, la noche anterior. De un momento a otro, las lechuzas matutinas y la de algunos estudiantes, entraron en el salón dejando el periódico y algunas cartas sobre la mesa. Lest, la lechuza negra de Harry, se plantó frente a él después que una de las lechuzas del colegio le dejara el periódico. Le extendió una carta firmada por el ministro en persona. La desato, le dio unas golosinas y la despidió. Leería la carta luego…







—Dudo mucho que esto te guste, Harry —murmuro Dobby, por sobre el murmullo que se había apoderado del gran comedor. Potter le dio una mirada curiosa que el elfo respondió extendiéndole el periódico, donde figuraba en letra negra y grande, en la portada principal:







“Nuestro héroe regresa”.





Harry tenía un tic nervioso en su ojo derecho al ver la imagen donde sonreía presentándose como maestro de defensa contra las artes oscuras. No sabía cuándo habían tomado la foto, ni que mocoso lo había hecho, pero algo tenía asumido: el crio moriría. Por un momento todo murmullo se apagó y fijaron su vista en el aura entre asesina y depresiva del profesor, tragando forzosamente. Dobby le dio una palmada haciendo que se calmara: —Ya tenías asumido que esto pasaría tarde o temprano; y desde temprano la directora ha estado recibiendo constantes llamados para permitir hacerte una entrevista. Hay reporteros en la entrada y algunos ya han intentado colarse por el bosque, pero como las protecciones fueron mejoradas, les ha resultado imposible. 






Harry se sintió aliviado y le regalo una sonrisa a la directora. Por nada del jodido mundo daría una entrevista a esos hijos de puta sensacionalistas que siempre tergiversaban todo; como un escurridizo escarabajo que le hubiese encantado aplastar. Suerte que se había retirado antes de todo el lio de la batalla final. Claro, suerte para ella, ya la hubiese matado en cualquier oportunidad que le hubiese dado.






Centro su atención en el artículo que decía con lujos y sin detalles, su llegada al mundo mágico; y varias personas que corroboraban su presencia en el callejón Diagon. Al parecer el artículo fue hecho bastante tarde, dado la hora en que las lechuzas entraban.






“Así es, queridos lectores, nuestro héroe, como la portada lo anuncia, ha regresado al mundo mágico. El señor Potter, luego de su desaparición de Hogwarts en la fiesta de finales de curso hace once años, donde sus amigos y conocidos anunciaron la desaparición desconociendo las causas para este suceso, ha regresado a su alma mater; nada más y nada menos que como profesor de Defensas Contra las Artes Oscuras.”






Se detuvo un momento, suspirando y negando antes de continuar:





“Con la foto interpuesta; obtenida por una fuente anónima y recompensada por su esfuerzo, tenemos la agradable vista de lobien que le han sentado los años a nuestro salvador. Y esto no es lo más impresionante, claro que no, la noticia que sucumbirá al mundo mágico es la llegada de dos chicos apellidados Potter al colegio de magia y hechicería, Hogwarts. Como lo leen, los hijos del señor Potter asisten a nuestra renombrable academia de magia. Dos jóvenes que, al igual que su padre, son hermosos a descripción de nuestras fuentes. No tenemos dudas de ello teniendo en frente al profesor Potter con su gallardearía.Lamentablemente, no podemos ofrecerles alguna foto de ellos dado que no tenemos alguna en nuestro poder, pero esta reportera les augura que sin importar que, lograra tener alguna exclusiva con nuestro honorable héroe y sus pequeños. Todos tenemos curiosidad quien es el gestante de estos pequeños y pareja de nuestro amado héroe.”






Dejo el diario sobre la mesa, sin cambio alguno en su temperamento; pero Dobby sabía bien las ganas que Harry tenía por incendiar los periódicos de todo el salón. Aunque su deseo parecía más centrarse en acabar con la vida de los reporteros y el estudiante que soltó la lengua. Termino apresurado su desayuno y se levantó para ir a preparar la primera clase del día: —Que pase buenos días, directora. Profesores. 






Antes de salir, les regalo una sonrisa a los chicos en la mesa de Slytherin; quería evitar a toda costa soltar su malhumor con una de sus exclusivas rabietas. 









—12—










Draco leía incrédulo el diario matutino mientras daba unos cuantos sorbos apresurados a su bebida. Estaba en su oficina, en la cual acostumbraba encerrarse luego de terminar de desayunar en familia, como la etiqueta de modales lo establecía dentro del ámbito familiar. Su padre se había sorprendido de que el oh-gran-héroe hubiese regresado. Y también se había mofado de lo bajo que había caído por trabajar como un profesor de quinta cuando podía haber aprovechado sus influencias para hacerse de un puesto de prestigio dentro del ministerio de magia. Draco tenía el mismo pensamiento, pero lo que les aclaro el porqué de la decisión de Potter para convertirse en maestro fue la primicia de que este tenía dos hijos, y que eran tan hermosos como él.






Draco tampoco lo había dudado; la fotografía lo exalto cuando supo que aquel bombón era nada más y nada menos que Harry Potter, quien por alguna extraña razón decidió marcharse del mundo mágico mientras sostenían una relación amorosa, oculta de todos. Siempre pensó que Potter había descubierto todo lo que planeo para humillarle, lo cual debía llevarse a cabo en la última fiesta donde lo desecharía como la basura que era, pero sorpresivamente el humillado fue él, al verse en la posición de mentiroso dentro de toda su casa. Bufo mientras lanzaba el diario a la chimenea, no encontrando nada de interés luego de ojearlo a fondo. Algunas empresas en quiebra y la bolsa de valores del mundo mágico con algunos decibeles degradados gracias a algunos problemas en la productividad.







Vio como el rostro sonriente de Potter se quemaba y pensó en muchas cosas pasadas, cuando la lechuza gris de su hijo, Zeus, irrumpió en la estancia, extendiendo una pata hacia su persona. Le acaricio la cabeza y le dio algún dulce antes de despedirla sin ninguna contestación. Leyó con detenimiento la carta, esperando a saber lo que ya tenía antepuesto incluso antes de que este partiera a Hogwarts. Scorpius termino en Slytherin, algo sin mucha relevancia, pero lo que le sorprendió fue leer sobre los hijos de Potter compartiendo la misma casa. Estuvo tentado a comunicarse con su amigo Blaise, que era el profesor a cargo de la materia que impartía su difunto padrino, para que le contase con lujo de detalles lo ocurrido durante la selección, pero desecho la idea casi inmediatamente. 






Se levantó, aún con la copa en la mano, y camino por el despacho, todavía inmerso en miles de sensaciones extrañas que le despertaba una sola imagen del que en el pasado fue su mayor enemigo. Quizás le remordía un poco la conciencia. No, que va, un Malfoy jamás se arrepiente de sus actos, a menos que ese acto lo lleve a la quiebra. Lo último que pensó es que se sintió derrotado al ser tirado a la basura como si nada cuando Potter desapareció de la vida de todos. El sentimiento que bullía bajo su piel era el de deseo de venganza, a su opinión ciega personal.






Mejor dejaba de pensar en ello y se preparaba para su próximo intento de ingresar como accionista en la compañía The Black Rose’s. Su orgullo como un Malfoy le impedía rendirse en ese tema. Aunque, de todas formas, le era imposible pasarse por alto que una compañía de tan alto prestigio, y que pertenecía a un mago genio en las inversiones, le estuviera negando el acceso. Primero pensó que era por el estigma de ser un ex-Mortifago, pero la idea fue desechada luego de comprobar que varias compañías de algunos ex-camaradas estaban afiliados a esta persona. Había algo incomprensible en su método de elección para con las personas que estarían bajo su mando, por así decirle. No lograba dar con el punto etéreo de la cuestión en sí, pero debía dar pronto con ella, ya se estaba cansando de ese jueguito. Incluso las compañías clandestinas bajo el servicio de los Malfoy estaban vetadas, sólo las que le pertenecían a ellos, nada que ver con las que estaban enlazadas. De alguna manera parecía que esta persona les rehuía por alguna razón, razón que terminaba por ponerle los pelos de punta al no conocerla.






Se dejó caer nuevamente detrás de su escritorio, girando su asiento para mirar a través del ventanal hacia el jardín. Cuando estaba dispuesto a reiniciar su trabajo, la puerta se abrió luego de dos toques secos que anunciaban la visita de su flamante esposa: — ¿Ha llegado la carta de Scorpius, Draco? 





—Por supuesto, querida. No hay nada que no hayamos predicho con lo de la selección, pero lo único sorpresivo seria que los hijos de Potter terminaron en Slytherin, compartiendo habitación con Scorpius. —Astoria hizo un vago gesto de sorpresa, pero se recompuso inmediatamente, adoptando aquella actitud tan indiferente en ella. Draco la observo por lo que parecieron ser minutos mientras esta paseaba la vista por el despacho—. ¿Deseas enviarle alguna respuesta, Astoria?






—Nada importante que decir, más que siempre este vigilante. Recuerda que no tenemos muy buena reputación en Hogwarts y temería que le sucediera algo. —Después de decir esto, se levantó y encamino a la salida. Draco tenía muy en cuenta que Astoria no gustaba mucho de su propio hijo, y que el vago interés que había mostrado era para no tener que sufrir otro embarazo si le ocurría algo al pequeño Scorp. Se movió un poco incómodo en su asiento, si bien adoraba al pequeño, no podía mostrar afecto alguno hacia él. Un Malfoy no tiene sentimientos. Los sentimientos eran una debilidad corrosiva que terminaba ablandando el carácter, y eso no era lo que deseaba. Y Scorpius tendría que darse cuenta por las malas de ello.






Quizás y fuera bueno hablar con Blaise esa noche.









—13—










Las horas pasaron, y muy a pesar del mal humor que se cargaba, la primera clase debía de dar inicio sin contratiempo alguno. Dejo que los estudiantes se adentraran y se acomodaran, tratando de alejar la extraña sensación de estar siendo violado con la mirada. Suspiro profundamente, y cuando observo al último de los estudiantes tomar asiento, se levantó y con un pase de su varita su nombre apareció en el pizarrón mientras su expresión se tornaba bastante seria. Sus primeros estudiantes eran de Huffluppuff y Ravenclaw. 






—Sean bienvenidos a la primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras—murmuro indiferente, muriéndose por salir corriendo cuando diviso cierto número de alumnos de primer año que lo observaban con miedo y admiración. Las clases serian rotativas, y sólo serían cuatro clases por día las que daría. ¡Gracias a Merlín por ello! —. Esta materia no necesita perfección, pero si ingenio, exactitud y una gran determinación. Se preguntaran el porqué de esto. Es simple, muchos de los hechizos de defensas que aprenderán a lo largo de los años en su estadía en el castillo, necesitan de gran voluntad y determinación, y sentimientos en particular. Un claro ejemplo de ello es el Expecto Patronum; este hechizo requiere del uso de una gran fuerza mental para ser empleado. Se selecciona el recuerdo que se considere el más feliz de todos, y se exclama el conjuro para invocarlo. —Observo como todos lo miraban alucinados; ciertamente, como profesor, Harry podía impregnar el interés en cualquier materia. Dobby sonrió con orgullo—. ¿Sabe alguno de ustedes en que forma puede aparecer el Patronus al ser invocado, y contra qué tipo de criatura se utiliza? 






Todos se mantuvieron quietos durante un momento, en el cual Harry los miraba con esos bellos ojos que parecían escrutarles el alma. Una tímida mano se levantó en el fondo. Un Ravenclaw un poco asustado: — ¿Sí, joven…?





—Devon, señor. 





—Bien, señor Devon, ¿conoce usted la respuesta?






—Eso creo, profesor. El Patronus regularmente sale emitido desde la punta de la varita como una potente luz, Eso es en dado caso de que el encantamiento no sea completamente eficiente o el nivel de magia al emplearlo sea muy poca. Toma la forma de un animal con el que estemos más familiarizados, en este caso es por ser correctamente empleado. Y… mm… El Patronus es un tipo de Anti-Dementor. 






—Correcto, señor Devon. Cinco punto para Ravenclaw —sus amigos se animaron a felicitarlo y Harry le ofreció una agradable sonrisa que amenizo un poco la tensión que el pequeño había tenido —. Este conjuro está a nivel de los TIMO’s, los cuales se imparten en quinto año. Lamentablemente, durante el primer trimestre, siendo alumnos de primer ingreso, no estudiaremos hechizos de gran magnitud, y nos concentraremos más en las teorías que los comprenden. —Un leve murmullo de decepción se esparció en el salón, apagado inmediatamente por la ceja alzada de Harry —. Por favor, compréndanlo. Se mejor que nadie lo excitante que puede llegar a ser el querer probarse uno mismo con hechizos fuertes, pero antes de saber hacer un conjuro, ¿no les parece que es mejor conocer su efecto y cómo puede afectarnos si alguno de estos tiene un daño irreversible? Muchos de ustedes posiblemente entren en problemas no deseados y por cabeza duras, al no escuchar advertencias, podrían usar un hechizo que aprendieron sin siquiera conocer como trabajaría, que le haría a la persona que lo recibió, y si esto les acarrearía algún problema de índoles insospechadas. 







Gustosamente, para Harry y Dobby, el cual había tomado asiento en la silla de Harry, el silencio fue de esos donde uno se siente realmente reconfortable, y más porque la clase completa estaba atenta a cada palabra. 





—Cómo es la primera clase que reciben, y como es la primera clase que imparto a tantos estudiantes, no les dejare mucho trabajo a investigar. Les advierto que hay muchos profesores a los cuales les gusta dejar trabajos extensos. Bien, ahora, sólo deseo que investiguen sobre las Imperdonables. Estos son hechizos oscuros penalizados con una pena en Azkaban, la prisión de magos, de diez años, simplemente por su uso, y en caso de haber matado a alguien con la más peligrosa, la condena se hace de por vida. Quiero que escriban sus efectos y, en términos del avada Kedavra; investiguen como deshacer su efecto después de ser empleada. Bien, pueden retirarse. 






Extrañamente, para Harry, los estudiantes se retiraban con suspiros decepcionados, como si no desearan irse del salón. En realidad, esta pequeña muestra de interés simplemente hizo que su ego aumentara un poco. Cuando Harry se disponía a recoger los materiales de estudio que tenía regados por la mesa, para buscar los que utilizaría con los de Slytherin y Gryffindor de primero dentro de una hora, el viejo Fawkes, que según Mcgonagall decía, seguía trabajando para ella en algunos encargos a petición de Dumbledore, entro con una carta firmada por la directora. 






Harry:



Lamento interrumpirte en tu labor en tu primer día de clases, pero tengo una visita un tanto importante que requiere de tu atención.




Atte.: Minerva.








No tenía idea de quien era, pero tenía un muy mal presentimiento sobre eso.

Notas finales:

A wonderfull kiss.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).