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Lost paradise. por black_phenix

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Notas del capitulo:

Espero les guste el capitulo, es uno de lo que me he tomado el tiempo en editar, y editar, y editar: estoy mareado. XD

Calamidades.






“Incluso la persona de más puro corazón,
Que pide a Dios redención para sus amados,
Puede convertirse en demonio,
Cuando la inocencia se pierde
Y el día se oscurece.”

The Werewolf. 









Harry se estiro en su asiento, viendo el estilizado escrito en el pergamino que reposaba en su escritorio. Era la respuesta a lo que había querido preguntarle al ahora ministro de magia, Kingsley Shacklebolt. La había estado esperando, y también era lo que decidiría el curso de acción en esa nueva faceta de su vida. Como padre y profesor de DCAO en Hogwarts. Suspiro con pesadez, frotándose el puente de la nariz, disponiéndose por fin a leer la carta:








Mi muy estimado señor Potter:





Primero que todo, es un placer contactar nuevamente con usted; espero y deseo goce de esplendida salud. También deseo lo mismo de sus hijos; (debo decir que me ha sorprendido escuchar acerca de ellos). Ahora, a pedido inmediato con lo tratado en su carta, donde me explico en síntesis la finalidad de la misma, debo decir que sí, no existe inconveniente alguno con ello. Puede estar completamente tranquilo. Las estipulaciones y leyes mágicas lo apoyan al cien por ciento, al igual que la comunidad lo haría por su héroe. Como relato en su misiva, nunca hubo nada aparte de lo comentado, por lo que esta persona en cuestión no tiene derecho implícito a siquiera reclamar. Y, también, está el asunto de que ambos, los pequeños, conllevan su apellido. A menos que usted lo desee, nada de eso puede cambiarse. Y no importa qué; no existe nada que los separe…







Harry suspiro con tranquilidad y su pulso, antes acelerado, volvió a ser estable. Eso era algo que le ponía los pelos de punta siquiera pensarlo. Volvió a colocar su atención a lo restante de la misiva:







Ahora, pasando a un tema menos formal: 





Harry James Potter Evans, será mejor que pases al ministerio a visitarme y traigas a los niños contigo sino quieres problemas conmigo. (Lo digo muy enserio chiquillo).



Su muy estimado ministro de magia (y viejo amigo):
Kingsley Shacklebolt.











Harry soltó una risilla al terminar de leer la carta del actual ministro de magia. De entre todos los miembros del parlamento burocrático mágico, jamás espero que Kingsley fuera escogido para ocupar ese puesto, menos que él se postulara (y más siendo que era parte de la orden del fénix, ya que estos habían odiado todo lo que tuviera que ver con los excéntricos políticos, pero eso era comprensible para el viejo Auror el intentar hacer la diferencia). Doblo la carta al ver a Hedwig adentrarse al salón con un fajo de documentos, eran los acostumbrados sobres de las secciones directivas de sus compañías.






Las actividades de sus compañías las realizaba cada una separada de las otras, intermediando con los días de la semana (el sábado y el domingo se respetaba), dependiendo el país y las secciones. Dobby lo ayudaba en las clasificaciones, y él se encargaba de los problemas acometidos y las nuevas transacciones que debían ejercerse para la expansión de los comercios. No necesitaba de abogados para llevar su imperio, para eso estaba él, y Dobby era una gran ayuda. Ese día le tocaba revisión a las empresas en Gran Bretaña; y a su favorita, The Black Rose’s, nombrada así en honor a su muy querido padrino.






Le retiro el paquete de cartas y documentos para luego darle algunos dulces. Hed le picoteo los dedos en son de cariño y se marchó aleteando con suavidad, parecía tener prisa. Quizás una cita con Lest, pensó y sonrió. Volvió su atención a los documentos y se puso a ojearlos. Sería bueno aprovechar la hora de descanso que tendría antes de dirigirse al gran comedor. En la tarde le tocaba dar clases a los de segundo año…





Frunció el ceño acordándose de algo importante. Si las cuentas no le salían del todo mal, en quien pensaba ya debería tener la edad necesaria para estar en ese curso. Suspiro, esperaba que fuera así, tenía muchas ganas de presentársele y de conocerle. 






—Será mejor comenzar, Dobby—el pequeño elfo asintió, acomodándose en una silla transfigurada por Harry para su comodidad en uno de los lados del escritorio.









—18—











Al salir del salón de Defensa Contra las Artes Oscuras, Scorpius dejó escapar un fuerte suspiro mientras su corazón dejaba de palpitar erráticamente como caballo desbocado (o como cuando un asesino te persigue). Solo de acordarse de lo ocurrido le daba escalofríos. Elliot sonrió al darse cuenta del motivo de la exaltación de su muy joven hermano.






—No debes preocuparte, no se comportara por mucho de esa manera, él no es de ese tipo de personas. —Le paso un brazo por el cuello—. Es más, la razón por la que se puso así fue por el comportamiento de los leones para contigo y Dobby. Papá odia las injusticias, y esos Griffindor’s de pacotilla se la tenían muy creída si pensaban que precisamente él los apoyaría con sus idioteces. Lamento no haber actuado anteriormente, pero si Dobby se daba cuenta…—dejo que las palabras se quedaran incompletas en el aire, ejemplarizadas con un escalofrió igual al de Scorpius. Algunos alumnos se les quedaron viendo con envidia (a Scorpius, claro). Casi todos querían estar cerca de los gemelos, sino para acercarse de alguna manera a su hermoso héroe, también para tratar de conquistarlos. Aunque esto sólo era por parte de los de tercero y segundo, y la mayoría de primero. Ya que eran demasiado jóvenes —. Te juro que los hubiese hecho picadillo por insultarte, y más por atreverse a decirle esas cosas a Dobby. 






—Descuida, no es algo que me afecte mucho. Ya estaba acostumbrado a ser tratado de esa manera—le desestimo Malfoy con una sonrisa que saco varios suspiros de varias chicas que observaban al trio de galanes. Se sentía bien tener a alguien que se preocupara realmente por él y no intentara ocultarlo. Elliot quería replicarle eso, nadie se metía con sus hermanos. Y Scorpius le estaba agradando mucho—. Pero he de reconocer que tu padre da absoluto miedo cuando se pone así. Ni siquiera mi abuelo, o papá en su defecto logran tal tipo de hazaña. Podrían hacerte temblar, pero el profesor me dejo pensando en mi muerte a largo plazo…





Elliot soltó una carcajada, acompañado de la corta risilla de Morgan, quien empezaba a odiar a las molestas chiquillas que se los estaban comiendo con la mirada. ¡Sólo tenía once años! Malditas pedófilas, y pedófilos según observaba. Su padre le había dicho que saco su actitud, porque él tampoco adoraba ser observado o admirado (más que por ellos, y viceversa). Los tres se dirigieron a su próxima clase, la última de la mañana, la cual era la clase de Pociones. 






Los tres llegaron con tiempo de sobra a la puerta del aula asignada en las mazmorras. Era la misma que había utilizado el profesor Snape en vida para dar sus clases. Elliot y Morgan la contemplaron desde la entrada, ya que habían sido los primeros en llegar gracias a las indicaciones de las libretas. De alguna manera parecía llamarlos, el ambiente les daba esa sensación. El frio que reflejaban sus muros y lo robusto, ordenado y oscuro del sitio. Era perfecto, aunque un poco intimidante; nada que no hubieran visto en una de esas películas Muggle de terror. Se adentraron con una sonrisa divertida y tomaron asiento lo más alejados que pudieran del grupo de Gryffindor con el que les tocaba compartir esa misma clase, los mismos de la discusión en el aula de su padre. Y los cuales llegaron minutos después, pero con tiempo de sobra.






Después de que todos estuvieran sentados, tres minutos más tarde, el profesor Zabini hacia acto de aparición, con un dramático frufrú de túnica al aire. ¿Cómo hacia eso? Ni idea, pero era genial. Parecía una de esas películas de acción donde el malo tenía los mejores efectos sobre sí. Zabini no dirigió su vista a nadie sino hasta haberse colocado frente a todos, dejando aquel rostro que siempre tenía una mueca burlona, para transformarlo en uno de seriedad pura. Los únicos Slytherin que había en primero, siendo ellos tres, lo admiraron por aquel control de facciones. Scorpius sólo había visto ese control de emociones en los miembros de su familia, y Elliot y Morgan sólo habían presenciado tal osadía en su padre (que cuando se cabreaba era; “¡patas para que las quiero!”). 






—Sean bienvenidos a la clase de Pociones. —Su voz fue baja, parecida al silbido de una cobra; amenazante y frio. Los chicos vieron a varios a punto de mearse en los pantalones por la mirada tan penetrante del profesor—. Soy Blaise Zabini, su profesor de Pociones. Les dejare claro que aquí abra poco de menear la varita y más de usar el ingenio y la habilidad mental. Pociones no es una simple materia, es un arte que requiere de precisión, detalle y habilidad. Una maestría vista en una nimiedad de magos. —Callo y los observo. Elliot pudo jurar haber visto sus ojos avellana casi brillar con diversión ante la reacción de sus estudiantes—. Yo los proveeré de la receta y materiales necesarios, ustedes me mostraran que tan hábiles pueden ser. Lo único que les puedo decir es, guíense de la receta al pie de la letra si lo que desean es tener éxito. Soy bastante estricto y exigente, ya lo comprobaran.






No dijo más, sólo quedo allí, mirándolos por lo que parecieron ser horas, o eso les hacía pensar aquella intensa mirada. Realmente, Zabini estaba decepcionado. Sólo había tres Slytherin ese año de primer grado. Había pensado que quizás habría más, pero la mayoría de los magos pura sangre que conocía se habían mudado, o enviaban a sus hijos a Dumstrang para que estos no sufrieran acoso alguno, como sucedía desde finales de la guerra. Allí habían unos cuantos Gryffindor’s de casta pura, pero eran unos completos idiotas y no merecían la pena siquiera tomarlos en cuenta. Aunque ahora eran Gryffindor los que controlaban más el mundo mágico y sus leyes. Todos los Slytherin habían desertado de cualquier cosa que tuviera que ver con el ministerio de magia.






Busco a su primera presa, encontrándola en el chico tímido, el más joven (por quien sabe cuántos minutos) de los gemelos hijos de Potter. Sonrió con suficiencia, quizás estos eran tan inútiles como su padre en sus días.







—Joven Potter—tanto Elliot como Morgan alzaron una ceja. ¿A cuál de los dos?, decía su mirada—. Al del cabello negro. —Morgan asintió, esperando la pregunta—. Dígame, si conoce la respuesta, donde se consigue un bezoar y cuál es su utilidad. —pregunto con suficiencia adornando sus labios. Morgan rodo los ojos. ¿Su padre tuvo que soportar a ese tipo de personas, arrogantes y pedantes, en sus años de colegio? Se compadecía de su persona, ahora lo admiraba más, si eso era posible.







Guardo silencio durante un rato, tratando de acordarse de lo que había leído en el libro. Se había pasado la noche, al igual que Elliot, a pedido de Dobby, leyendo el libro de Pociones. Según le había informado el pequeño elfo, que se había aparecido a la hora acostumbrada a revisarlos en sus habitaciones, una situación igual a la que estaba pasando en ese instante podría ocurrirles. Tenía que admitirlo, Dobby era genial por haber previsto aquello. Después de revolear su cerebro de lado a lado, y seguro de que lo que había encontrado era la respuesta, se dispuso a contestar:







—Hmm… El bezoar es una piedra que se puede encontrar en el estómago de una cabra—respondió con el pulgar bajo su labio inferior y con las mejillas algo encendidas de la vergüenza. Los que lo observaban tenían serios problemas para mantener sus instintos animales a raya. ¿Cómo podía existir ser igual en la tierra? Elliot contuvo una carcajada; esa situación era parecida a la que pasaba Morgan en el colegio Muggle—. Y, según recuerdo, se utiliza para hacer antídotos, aunque no puede utilizarse para todos los venenos. Un claro ejemplo es el veneno del basilisco, para el cual se utilizaría un tratamiento diferente, rápido y efectivo gracias a la rapidez con que el veneno de basilisco recorre el cuerpo, o se utilizarían las lágrimas del fénix, ¿no, profesor Zabini?











Zabini estaba complacido. Al menos había estudiantes que se tomaban las molestias de leer el libro. Aunque le había impresionado que un Potter supiera la respuesta.






—Bien, joven Potter…






—Por favor, profesor, sólo Morgan. Lo mismo para mi hermano Elliot. Si usa nuestros apellidos viviremos en confusión de, ¿a cual es de nosotros es a que se refiere? —Expreso Morgan aún con las mejillas coloradas. Por Dios, era tan vergonzoso decir algo y que todo el mundo te viera embobado como idiotas. Una de las razones por la que siempre vivía como lapa de Elliot: tenía miedo a ser arrinconado por uno de esos zánganos. Puede que él fuera fuerte mágicamente hablando, pero tenía poco control de sí mismo y tenía miedo de herir a alguien de extrema gravedad por su nerviosismo.






—Bien, joven Morgan. Cinco puntos para Slytherin por su buena respuesta—Zabini observo a los Gryffindor con ojo crítico, todos estaban suspirando de un modo extraño con sonrisas tontas mientras miraban a los miembros de su casa—. ¿Alguien me puede decir cuál es la diferencia entre Acónito y la Luparia, y en qué tipo de pociones podemos encontrarla? —Ningún Gryffindor alzo la mano, y para el profesor era común ver eso. No conocía a alguno que tuviera el cerebro, o el valor, de responder algo. No como alguna vez lo había visto en la come libros. Suspiro derrotado, por lo que procedió a evaluar de nuevo a uno de los hijos de Potter—. ¿Podría responderme usted, joven Elliot?







Elliot asintió: —El Acónito y la Luparia son lo mismo, profesor. El Aconitum, como comúnmente es conocido, está compuesto por una gran variedad de especies similares entre sí y con usos muy variados en el mundo de las Pociones. Esta es la razón por la que el acónito tiene muchos nombres, ya que dependiendo del sitio donde se encuentre esta será diferente, pero en síntesis será la misma, con el mismo efecto, pero más potente dependiendo de la región donde fue recogido. Se le conoce como el casco de júpiter en algunos lugares, y Luparia en otros. Inclusive recibe el nombre de una de las Pociones en la que es utilizada; la Matalobos. —Termino con desinterés y una sonrisa burlona que descoloco al profesor. Le recordaba a alguien, pero el nombre se le atoraba en la lengua, tenía que saber quién coño era el gestante de esos dos—. ¿Le parece correcta mi respuesta, profesor?







—Cinco puntos para usted, joven Elliot. —Fue lo único que respondió. Su interés se posó de inmediato en el pequeño rubio que miraba admirado a los dos hermanos. ¿Qué pensaría Draco si supiera que su hijo ponía cara de estúpido mientras miraba a los hermanos Potter? mejor callaba por la seguridad de su ahijado, Lucius no encontraría muy buena ese tipo de noticias y la cargaría con un montón de mierda sobre los magos pura sangre y sus tradiciones contra el pequeño Scorp. Admiraba a ese pequeño por poder aguantar las idioteces de su familia. Hacía mucho que había dejado todo eso de los magos pura sangre en el pasado—. Joven Malfoy, ¿qué efecto posee el filtro de muerte en vida? ¿Quién la preparo por primera vez, y cuál es su antídoto? —Lo mordaz de su voz hizo a Scorpius salir de su ensoñación. Puso una de sus tantas mascaras de frialdad, logrando la atención de Elliot y Morgan. 







—El filtro de muerte en vida, o filtro de los muertos, es una poción que permite al que la bebe entrar en un estado de muerte inducida. Prácticamente, aunque no se muestren signos vitales algunos, el receptor del filtro simplemente está durmiendo. Si se ha tomado, no existe manera de matar a esta persona, ni siquiera con el avada. La primera persona en prepararla fue Leticia Somnolens, y su posible cura es el Wiggenweld. Existe la leyenda de que un príncipe mojo sus labios con esta poción y beso a la princesa que dormitaba desde hacía cien años bajo el efecto del filtro de los muertos. —Termino con indiferencia, como si eso no le hubiera supuesto algún reto. Sabía que su padrino no diría nada de su anterior comportamiento, pero no por eso debía de mostrarse débil cuando respondía. Además, ya les había avisado a sus amigos.






—Perfecto, joven Malfoy, cinco puntos para usted. —Zabini se giró con el ceño fruncido al ver la poca atención de Elliot, quien susurraba algo a Morgan en el oído —. ¿Podría compartir sus conocimientos también con nosotros, joven Elliot? —Elliot asintió, aún con su sonrisa burlesca.






—Por supuesto, profesor. Le estaba comentando a mi hermano lo de la leyenda de la que hablo Scorpius. —Zabini asintió, esperando a que continuara—. En el mundo Muggle esta leyenda es considerado un cuento de fantasía para niños, y si profundizamos con lo dicho por Scorp, podríamos asegurar que es real.






— ¿Un cuento infantil? —Le había sorprendido. Los Muggle’s desconocían absolutamente todo sobre ellos, bueno, al menos en lo que cabía.







—Así es, señor, La Bella durmiente, así es como se le conoce al cuento. —Dijo con solemnidad y todos los presentes le prestaban plena atención. Eso eran unos de los efectos del perfecto uso de la lengua y el dialecto de Elliot: y parecía que ellos querían un ejemplo de esa lengua, pero en otras partes, y más privadas—. La historia dataría de antes de los inicios de las cacerías de brujas comenzadas por los partidarios de la iglesia católica a principios de la edad media, eso explicaría por qué se conoce de ella entre los Muggle’s. —Soluciono la incógnita del profesor antes de iniciar el relato: — Un reino prospero que esperaba el nacimiento de su próximo/a príncipe/princesa, y donde residían en sus alrededores cuatro brujas. Tres de ellas eran puras de alma y corazón, hermanas, mientras que la última era malvada y usaba magia negra para lograr lo que quería. El día del nacimiento de la princesa se hizo una gran celebración, donde las tres hermanas, las brujas buenas, fueron invitadas. Dos de ellas ofrecieron sus bendiciones, dotando a la princesa con cualidades. La primera fue bondad eterna en su corazón, y la segunda fue belleza sin igual alguno.







Nadie decía nada, era interesante escuchar esa historia. Y, aunque muchas la conocían, mejor dicho los magos Muggle’s de Gryffindor, era más interesante oírla de los labios de ese hermoso chico.







—Cuando la tercera bruja planeaba dar su bendición, la cuarta bruja apareció enojada por no haber sido invitada. Los reyes se disculparon con ella, pero aun así no les perdono y dio su propia bendición a la princesa. Dijo que esta moriría al cumplir los dieciséis años pinchándose su dedo con una aguja de coser. Los reyes estaban abatidos por esto. Pero la tercera bruja, la que aún no había dado su bendición, cambio la maldición de la bruja negra: “En vez de morir, dormirás manteniendo tu juventud y belleza hasta el día en que recibas el beso de un príncipe”, le dijo a la pequeña. Para mantenerla a salva de la bruja, las tres hermanas la llevaron a vivir con ellas, y sus majestades guardaron todas las máquinas de coser del reino en lugares a donde la princesa jamás pudiera llegar. —Tomo una bocanada de aire antes de proseguir—. Cuando la cuarta bruja se enteró de esto se enojó mucho y comenzó a trazar planes. Trato de encontrar a la princesa, sin éxito alguno durante aquellos años. Cuando la princesa cumplió los dieciséis, regreso al reino para su fiesta de bienvenida, el día donde la maldición se rompería. La malvada bruja hizo una poción y baño en ella una aguja de coser y la utilizo en la princesa, utilizando una treta. La princesa callo dormida, aparentando estar muerta, y para que el reino no sufriera por lo acontecido, las brujas durmieron a todos los habitantes de este. Cien años después, apareció un príncipe que logro matar a la bruja, y dio un beso a la princesa, despertándola de su largo sueño. Ese sería el cuento infantil.







Al acabar, todos lo miraron con ojos brillosos, incluso Scorpius, que escuchaba por primera vez esa historia. Cuando el profesor parpadeo un par de veces sorprendido, se dispuso a hacer un pase de varita, haciendo aparecer varios ingredientes y algunos calderos del número uno en las mesas.






—Muy interesante, joven Elliot, dicho cuento explica muchas cosas. —El profesor dio otro pase de varita y en la pizarra apareció una receta—. Hoy prepararemos la Wiggenweld, ahí se encuentran las instrucciones. Tienen la última hora, comiencen a prepararla.







Después de sentenciar esto con voz intemperita todos se pusieron manos a la obra. No querían conocer el verdadero mal carácter del profesor de pociones. 










—19—









Se miró al espejo una última vez, buscando cualquier imperfección que arruinara su estoico porte de galán en plan de conquista. Esa tarde iría a visitar a su amigo Zabini al colegio, y a ver qué tal era Potter de cerca y como actuaría en su presencia. Era algo en lo que tenía mucha curiosidad, aparte de cómo serían los hijos de este. Lo había decidido junto con su padre, primero buscar cualquier abertura y por último se introduciría. Debían buscar la manera de afiliarse a Potter. 






Él, personalmente, era alguien que no se rendía hasta lograr lo que deseaba. Estaba en sus genes ser grande, ser mejor que nadie. Y en esos momentos Potter era una meta que debía superar. Suspiro mientras su reflejo le devolvió su imagen, pero no la actual, sino la de cuando tenía dieciocho años.






—“¿Por qué?” — Su pequeño yo frunció el ceño mientras su rostro mostraba desaprobación absoluta.






—Poder. —Respondió indiferente mientras acercaba su rostro a la imagen. El otro hacia lo mismo con una mueca de desagrado en los labios.






—“Me das asco.”






—El sentimiento es mutuo. —Se dijo con burla. El otro Draco sonrió con cinismo.







—“Al menos tengo la completa convicción de ser alguien y no un títere que se deja hacer cuanto quiere de su estúpido y rancio padre. Lucius es alguien que vive en el pasado y no avanza. Tsk, Tsk, que estúpido de su parte. Por lo menos yo no tengo miedo a decir la verdad que todos merecen en su propia cara. Y no tengo que ocultarme tras una máscara. ” —Los puños del adulto se endurecieron al escuchar eso—. “¿Qué, molesto? No te hagas el ofendido, mi querido Dragón, lo que he dicho es algo que conoces mejor que nadie. Después de todo, lo experimentas todos los días; la mentira y el engaño borbotar de tu lengua tal cobra venenosa. Tu rostro es falso ante todos, hasta tú mismo te engañas. Y haces sufrir a tu propio hijo lo que sufriste cuando prometiste jamás hacerlo. Eres un hipócrita sin escrúpulos. La bajeza entre las bajezas, y te crees parte de la realeza sólo por llevar el apellido Malfoy, algo que no vale nada. Lo perdiste todo y ganaste nada por seguir sus enseñanzas, sus juegos y artimañas. Por creerte superior. Y Harry, oh, que genial. Ahora, como siempre ha sido, él es el pináculo que se interpone en tu ascenso, algo que nunca, como en el pasado, lograras superar. Scorpius es lo único bueno que posees. El resto es sólo mierda.” 







— ¡Cállate! —Mascullo con enojo. Ahora estaba recibiendo clases de moralidad de un maldito espejo encantado. No debió permitir que Astoria trajera esa cosa a su casa. Pero nada podía hacer, cuando la mujer se empecinaba en algo no había fuerza o mirada que la hiciera desistir.






—“No deberías enojarte, Draco. Recuerda; soy tu conciencia vista a través de tu reflejo. La realidad de tu propia maldita y asquerosa vida. Nunca miento, muestro la verdad. Sino lo aceptas, allá tú. Sólo estas escondiéndote como el cobarde que eres.” —Draco bufo y le mando una mirada asesina a su reflejo, el cual fingió tiritar de miedo con una mueca burlona en sus labios —. “¡Nos vemos luego, Draco! Y piensa, ¿Cómo hubiera sido todo si te hubiese dejado llevar?







Malfoy se hizo el desentendido. Odiaba a ese maldito espejo. ¿Qué vería Astoria en él como para comprarlo? Rodo los ojos, podía hasta verlo. Su conciencia debía ser tan sucia y rastrera como ella. 







Mejor dejaba todo eso de lado, en esos momentos tenía que dirigirse a una de sus empresas a resolver algunos problemas con los accionistas debido a ciertos inconvenientes con los bajos porcentajes adquiridos últimamente; muchas cifras en rojo estaban apareciendo últimamente. Las empresas de Potter lo estaban arruinando. La mayoría de los compradores se estaban cambiando después de que los contratos con ellos terminaran y se unían a las empresas contratistas de las que era dueño Potter. Era algo que se había esperado, después de todo todos los insectos se reunían en el lugar que más seguro consideraban; y ese, para su completa desgracia, era bajo la protección del alguna de las empresas de Potter en Gran Bretaña.






Esa era una de las principales razones por la que necesitaba apurarse en conseguir una alianza con él, de ese modo podría readquirir lo que había perdido, y con una mayor fuerza.






Y debía hacerlo todo con completa discreción para no atraer problemas a sus planes. Ahora que lo recordaba, la carta de los Inefables había desaparecido de su escritorio. Quizás su padre la había destruido para no dejar evidencia alguna que alertara a sus competidores. No era bueno que otros trataran de adelantarse a ellos, y eso que tenían la ventaja conociendo la identidad del más cotizado de los magnates de todo el mundo.










—20—









La elfina había entrado en el despacho sin siquiera anunciarse… Bueno, eso le había dicho que hiciera su amo cuando tuviera información alguna de gran interés para su persona. Le habían asignado estar al pendiente del señor Malfoy por si algo de interés llegaba a suceder, y eso había sucedido.






Su amo le miro mal, pero no dijo nada sabiendo la misión que le había encomendado. 






— ¿Has conseguido algo de interés, Letty? —Pregunto sin mucho interés. No había muy buenas noticias últimamente y no había forma de acercarse al afamado héroe para conseguir una entrevista. Todos los medios resultaban inservibles, y Harry Potter se negaba de todas las formas a dar una entrevista. Y eso la había mantenido cabreada todo ese tiempo perdido.






—Los Malfoy, mi ama, han estado investigando algo sobre un magnate importante que es dueño de la mitad de las empresas en todo el mundo, incluso el mágico, señorita—Respondió con solemnidad. Había hecho un buen trabajo después de todo—. Lograron encontrarlo hace poco, con un método algo extraño, Letty no pudo indagar mucho—bajo sus orejas algo apenada—, pero pudo conseguir esto antes de que lo destruyeran, mi señorita.







Dafne Greengrass sonrió con suficiencia mientras leía la carta que le había extendido la elfina. Esa era una de las mejores noticias que podía haber conseguido: Harry Potter era mucho más importante de lo que hubiese pensado. Ya podía leer los encabezados, y con algunos arreglos a las fotos obtenidas de su persona por parte de su fuente dentro del colegio podría hacer la portada del periódico de la mañana siguiente.






—Puedes retirarte, Letty, tu misión ha terminado. Puedes regresar a la casa—alzo su rostro con una sonrisa gallarda llena de alegría y con sus ojos brillando de emoción—. Has hecho un muy buen trabajo…—la elfina sonrió de oreja a oreja y se desapareció luego de una extensa reverencia.






Dafne era la hermana menor de Astoria Greengrass, y quien se había convertido en la dueña de El Profeta luego del retiro de su padre como editor en jefe. Era lo único que le habían dejado ya que la fortuna Greengrass pertenecía por derecho a su hermana mayor. Ella había estudiado periodismo por esa razón, y por el innato placer de inmiscuirse en vidas ajenas. Ella misma hacia sus historias cuando encontraba algo de interés, y lo publicaba sin tener que pedir el consentimiento de su jefe; después de todo, era ella misma. 







Se sentó tras su escritorio y tomo la máquina de escribir, amarrándose su largo pelo en una coleta alta para que no la interrumpiera mientras movía los dedos al compás de su imaginación. Todas sus historias hablaban de la verdad, había implementado esto luego de ver el desastre que provocaba Rita Skeeter cuando publicaba sus blasfemias. Su padre tenía muchas pérdidas, pero no la despedía por sus ratings de aceptación en la población inglesa. Gracias a los dioses que ella misma había decidido retirarse, no tenía ganas de mediar con susodicha mujer una vez entrara a tomar control de su único patrimonio.







Había logrado tener éxito en esos once años, y había invertido con los pequeños ingresos extra que conseguía entre un mes y otro en algunas empresas Muggle’s, las cuales remuneraban una gran cantidad de dinero que era reinvertido; convirtiéndose así en un gran amasijo de galeones. Poco a poco se había convertido en alguien por propio mérito. No como su hermana, que era una zorra despilfarradora: razón por la que no tenía escrúpulos en espiar a su ahora familia.





—Harry Potter, tú eres mi gran paso para alzarme a lo grande—se mordió los labios mientras dejaba fluir las palabras con agilidad. Era tan genial ser jefa de todos aquellos a su servicio. Eso le permitía la tranquilidad que requería para dejarse fluir libremente.







—21—










Harry suspiro pesadamente mientras observaba su comida. Como siempre, con todas las miradas del comedor, discretamente, dirigidas hacia su persona. Como Dobby le había predicho con anterioridad, el rumor se había esparcido como pólvora entre todas las mesas. Las miradas eran atemorizadas y otras orgullosas y, algunas entre tantas, con una lujuria intachable y acrecentada. ¿Esos serían los sadomasoquistas? No tenía idea, y no quería comprobarlo. Pero al parecer les gustaba rudo.






Enrojeció y su rostro palideció ante la idea que había cruzado su fundido cerebro. ¡Harry, maldición, no pienses en eso; son críos por merlín santo!, se dijo mientras llevaba apresurado un trozo de filete a la boca. No estaba bien pensar en esas cosas, y aunque fueran adolescentes ya a punto de salir del colegio, y considerados adultos ante la ley mágica, para su persona seguían siendo mocosos. Aunque él no había pensado lo mismo cuando estaba haciendo a Elliot y Morgan.







Maldito Malfoy. El tío era un gilipollas por tratar de esa manera a su hijo. Gracias a los dioses logro enterarse de que el bastardo, era un bastardo. Algo atípico en la cuestión. Mmmm, los elfos cocinaban exquisito. Hacía mucho que no probaba bocado de los elfos del castillo. Suspiro mientras rodaba los ojos, ni siquiera saborear en paz podía. Ahora que recordaba, Elliot le había dicho que tuviera siempre cuidado de comer sin ser percibido. Cuando pregunto la razón, este le había respondido que por los soniditos raros que hacia cuando la comida le gustaba. Dobby le había asegurado, logrando que llegara a un sonrojo de competencia métrica, que gemía con placer al sabor del sazón.






Y se le había olvidado en ese momento. Razón por la que todo, exacto; todo el mundo, en el gran comedor, incluso Mcgonagall, lo observaba con la boca abierta y un deseo agitado entre sus pupilas. Elliot y Morgan se tapaban el rostro en la mesa de Slytherin. Estaban entre avergonzados y a punto de echarse a carcajear por la cara de susto de su amado padre.






Con toda la dignidad posible, y con ganas de suicidio, Harry salió del gran comedor con pies en polvorosa, tratando de alejar esa imagen de adolescentes lamiéndose los labios; hasta podría augurar que se unirían con el fin de violarlo.






Mejor comería en su habitación de ahora en más, e invitaría a los chicos para hacer de sus vidas algo más llevables.









—22—









Blaise llego a su habitación completamente exhausto. El día había sido, aunque tranquilo, un completo infierno. Tener que enseñar a mocosos era un incordio, pero de alguna manera era satisfactorio. Había estudiado pociones porque era una materia que le atraía tanto como para tomarla oficio profesional. 





Después de la guerra el ministerio había decomisado una pequeña indemnización de su fortuna por haber participado entre los Mortifagos, aunque había sido un espía para el maldito anciano de Dumbledore junto al profesor Snape. No fue mucho lo que le quitaron, ya que lo habían interrogado y el nuevo ministro, ex-miembro de la extinta orden del fénix, había abogado en su favor dando a revelar la veracidad de su coartada. 






Estudio los dos años requeridos bajo la tutela de un maestro de pociones, Horace E. F. Slughorn, antes de sustituirle como maestro en Hogwarts, ya que este planeaba retirarse. Con los años de experiencia que tenía como estudiante, supo llevar la carrera con el mismo honor con el que la llevaba Snape. Al principio fue duro porque los estúpidos críos no le hacían caso (nada que un buen castigo no arreglara).







El crepitar de su chimenea lo hizo soltar un suave suspiro, ¿quién lo interrumpiría a esas horas? Con un chasquido de sus dedos la conexión se abrió y por las verdes llamas apareció un Draco Malfoy tan frio como el hielo. Rodo los ojos, estúpido honor de familia. Draco tenía que madurar. Porque si él se creía maduro, estaba todavía a mil años luz de esa verdad. Hizo un gesto mudo con la cabeza, como saludo.





—Veo que estas de buen humor, Blaise —Zabini le fulmino con la mirada.






—De tan buen humor como lo estaría un Thestral cabreado. —Le respondió con sarcasmo, dejándose caer por completo en la cama. Que buena era la noche, y sería mejor si Draco se largara.






— ¿Dónde están tus modales, Blaise? — Draco tomo asiento en uno de los sillones que estaban al lado de la chimenea, observando con ojo crítico el desparramo de su amigo. Blaise había perdido mucho de esa elegancia que lo caracterizaba. Y que caracterizaba a los Zabini.






—Se fueron por el retrete. —Oh, dioses, envíenle un rayo que ilumine su razón; a mi petición, un avada, pensó hastiado mientras encaraba al rubio con cansancio—. Draco, me conoces mejor que nadie, y sabes que te mandare a la mierda y te sacare a patadas de aquí si me sigues molestando. Sabes lo que pienso de tu apellido, tu educación y todas las tradiciones de mierda de tu familia. Estoy cansado, tengo sueño; me encantaría follarte, pero dudo que vengas con ganas de eso. Así que, si puedes apresurarte en lo que sea que hayas venido, te estaré enteramente agradecido.





Draco soslayo una sonrisa, al menos el muy buen sarcasmo de su buen amigo seguía intacto.





—He venido para…






—No, detente; ya tengo la imagen completa de lo que pasa por tu retorcido cerebro. —Malfoy enarco una ceja, con clara muestra de sorpresa. Blaise se estaba comportando arisco y taciturno. No podía saber a qué iba, ¿o sí?—. Sí, lo sé, imagino que vienes a reunir información sobre Potter porque, de alguna manera, te conviene estar preparado para cualquier situación eventual que surja por alguno de los planes macabros de tu estúpido padre y tuyo. —Draco frunció los labios, se estaba sobrepasando con esa acusación. Planeaba replicarle, pero ni eso podía—. Ni te molestes en contestar, cariño, mejor que nadie sabes que no me puedes replicar porque tengo la absoluta razón en lo que te digo. Toma…—saco dos viales de color plata de su túnica y se lo lanzo—. Ahí está el Pensadero, úsalo y mira por ti mismo. Ya has de saber de Potter por las noticias, así que ya tienes idea de lo bello que se ha puesto. Es arisco con sus enemigos, te puedo asegurar que sus amenazas pueden cumplirse tal cual lo jura un Slytherin, es alguien de temer. Te recomendaría que desistieras de cualquier cosa que estuvieras planeando, pero te conozco y sé que no me harás caso. —Dio un largo bostezo mientras se ponía el pijama con un movimiento de varita—. Pasa a ver a Scorpius, la contraseña es “Corvus”. Cuando termines cierra todo, me voy a dormir. Buenas noches.







Draco se quedó con las palabras en la boca y las cejas alzadas. Blaise estaba cada vez más loco. Observo los hilos de plata dentro de los viales durante unos minutos antes de decidirse a mirarlos en el Pensadero. Era bueno tener una vista previa antes de un enfrentamiento directo con Potter.

Notas finales:

Scorpius--->

 

 

Espero les gustara. Chao.


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