Cuentan los viejos sabios, que el amor transcendía más allá de lo que la vida misma podía abarcar. Era una fuerza y un poder muchísimo más poderoso del que ningún mago, bruja o ser con poderes, podría manejar jamás. Sin embargo, era la fuente de muchos seres mágicos, pues con esta fuerza lograban hacer las cosas más maravillosas o las cosas más crueles que podían existir.
El poder del amor era inconmensurable, traspasaba el tiempo, décadas, miles y miles de años, pues su existencia era eterna. Hacía falta, afirmaban los sabios, vivir al menos mil vidas humanas para experimentar una pequeña milésima de este poder.
Así de grande es el amor.
>>Estaban, pues, un cazador y su sombra, caminando por el bosque en busca de una presa para llevar a la mesa. Esa noche nevaría por lo que el cazador debía tomar prisa, y capturar cuanto antes algo para comer, sino quería ser atrapado por la nieve cuando la tarde oscureciera. Así que, sigiloso, se movía entre árbol y árbol, observando en silencio algún movimiento sospechoso que podría llamar su atención. Fue entonces cuando su sombra comenzó a hablar. <<Cazador, hoy no encontrarás nada>> El aludido, dio un fuerte respingó, haciendo que algunas aves revolotearan lejos de allí. Observó su sombra que, poco apenas se notaba pues desaparecía rápidamente ante la luz blanca del día.
<<Si no busco hoy, pasaré hambre el resto del invierno>> Replicó el cazador a su sombra. <<Pues, debiste buscar antes>> Contestó esta. Y tenía razón. El cazador no se había percatado de que el invierno había llegado más pronto de lo que esperaba. Reflexionó unos segundos, pues no recordaba la causa por la cual se había olvidado completamente del invierno. <<Te daré una pequeña ayuda>> dijo la sombra suspicaz, leyendo los pensamientos del cazador. <<Tú estabas perdido, buscando la primavera>>
<<¿La primavera?>> Replicó el cazador. A cada segundo que pasaba, la sombra desaparecía más y más, camuflándose con la hierba seca debajo de los pies de aquel hombre. <<Así es, la primavera>> Afirmó la sombra. Pero antes de que el cazador pudiera preguntarle algo más, ésta había desaparecido.
<<La primavera…>> Pensó el cazador, observando sus solitarios pies. ¿Qué querría decir con eso?
>>Sintió entonces, el susurro de unos pasos, a lo que el cazador se puso en alerta nuevamente. Éste se escondió detrás de unos arbustos secos, apuntando con su escopeta al animal que se iba acercando. Se trataba de un hermoso venado. Esbelto, grácil e imperial. Era el Rey del Bosque.
<<Baja ya tu arma>> Le ordenó el venado, observando al cazador detrás de los arbustos. Éste obedeció. Cuando alzó su vista, detrás de las hojas, el venado se había transformado en un humano. El ser más hermoso que hubiera visto jamás en la tierra. Sus rizos color bronce caían sobre sus hombros, y su cuerpo desnudo era tan esbelto como el de su forma animal. Sus ojos eran lo más hermoso que tenía, ya que estos rebozaban del espíritu del amor. <<Tú buscabas la primavera>> Afirmó el rey del bosque.
<<Sí>> Respondió firme, el cazador. No podía evitar acercarse a tan hermosa criatura. El cielo comenzaba a oscurecer, y los árboles comenzaban a ondearse por la brisa que acariciaba el bosque, más el Rey del bosque ni se inmutó, a pesar del frío. Extendió sus brazos hacia el cazador. <<¿Estáis dispuesto a pasar por el invierno, para alcanzar la primavera?>> Preguntó la criatura, mientras los primeros copos de nieve comenzaban a caer del cielo. <<Estoy dispuesto>> Afirmó una vez más el cazador, dejándose atrapar por los brazos del Rey. El bosque poco a poco comenzó a convertirse en un paisaje blanco pues la nieve, todo cubría; mientras que el cazador y el Rey del bosque, se hacían uno.
>>Y así fue como gracias al símbolo del profundo amor que el Cazador y el Rey se profesaron, el humano le obsequió su virilidad al rey, coronando su cabeza con un par de imponentes astas, que cada primavera caen para brindar a quién las encuentre, felicidad y amor eterno junto a su pareja.