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Malparado
Mello siempre intentaba superar cualquier obstáculo, le encantaba hacerlo y sentirse orgulloso de eso.
Desde pequeño vivió en un orfanato situado en la ciudad de Winchester, Inglaterra.
Ese orfanato era llamado Wammy´s House; que fue fundado por Quillsh Wammy, quien se encargó de reunir niños con talento y les ofreció una educación especial, en la que luego podrían encaminarse por varios campos, desde las ciencias hasta las artes(1);pero a pesar de que estaba lleno de buenas personas y muy inteligentes, Mello nunca sintió cariño o amor fraternal.
Pero así como nunca lo tuvo, llegó repentinamente a su vida, tan así, que ya no recordaba como era.
De pronto parecía no conocerse. ¿Cómo era posible que aquél rubio pasara a tener tanto cariño y felicidad? Alguien que nunca supo lo que es amor, lo sentía de golpe, en carne propia, como si fuera lo más común del mundo. Le costaba creer y por eso a veces le costaba demostrarlo, pero lo sentía y aunque no quería aceptarlo, realmente le gustaba.
O tal vez en el fondo siempre ha sido así, sólo sabía que gracias a él todo había cambiado y le puso el mundo que con tanto esfuerzo había odiado, ese mundo que no tenía ni una pizca de sentimientos totalmente al revés.
Llega a ser absurdo incluso, que esa cabeza de fósforo lo haya cambiado por completo y convertirlo en algo que jamás pensó que seria, algo que jamás sentiría.
¿Qué es lo que haces con mi mente sucio cachorro?
Tras caminar una buena cantidad de horas, decidió sentarse en una banqueta situada ya en las afueras de Oxford. De lejos aún podía verse la preciosa arquitectura que esa ciudad tiene, una que le gustaba mucho a Mello, ya porque transmitía paz.
Aún le faltaba caminar varios kilómetros para llegar a Londres. La verdad que le fastidiaba tener que ir caminando, pero estaba totalmente en crisis y no tenía suficiente dinero ni para viajar en tren. Le producía mucho mal humor ese hecho.
Pensar que solo hace unos cuantos meses, estaba tranquilamente estudiando en la universidad y de pronto no era más que un indigente que no sabía donde caerse muerto.
El chico pensando sus desgracias se frotó la nuca, suspirando con resignación.
Introdujo sus frías manos en su abrigo de cuero rojo y prosiguió caminando, seguro de a donde iba.
Lo habían llamado hace unos días, de algún tipo de mafia o algo por el estilo. Nadie quiso decirle bien de que se trataba, pero ofrecían mucho dinero, cosa que a Mello le interesaba por demás en este momento. No le importaba andar golpeando o matando o cortando cabezas.
Nada le importaba si podía volver a ser una persona común y corriente, que sólo estudiaba para ser superior a todos y tener argumentos para callarlos y vivir eternamente solo, si nadie que lo fastidie.
Como alguien que nunca recibió amor.
Mientras caminaba al lado de la carretera vio un auto frenarse a su lado pero no decidió detener sus pasos, no quería entablar conversación con nadie, mucho menos con el frío que le helaba la espalda y le hacia poner la piel de gallina a cada segundo.
-Hey... –se escucho la voz del conductor del auto rojo.
Mello siguió caminando, acelerando sus pies al caminar mientras con sus dedos aferró el arma que llevaba dentro de su abrigo, no pensaba tener piedad con alguien que simplemente le estaba haciendo perder el tiempo.
-Hey...Rubia-repitió el otro individuo.
Al ojos zafiro se le pusieron los pelos de punta. ¿Él, mujer? Ya estaba encabronadísimo y ese tipo no iba a salir vivo de ésta.
Llevaba horas caminando, totalmente exhausto y un mal nacido lo había hecho pasar por mujer. Era increíble la sociedad de estos tiempos
Le habían sacado la poca moral que tenía y no iba a quedar simplemente así, no podía ignorarlo.
-¿Rubia? –Cuestiono con tono de fastidio, dándose vuelta para mirar a su interlocutor.
El conductor del coche se limitó a mirar al tipo con aire de diversión, se bajo sus lentes de aviador al cuello para verlo mejor.
-Ah, disculpa, al perecer no me di cuenta que eras un chico.
-Sigue tu camino, idiota. –contesto con autoridad Mello.
-No me parece que andes caminando con este frío por aquí sólo y a estas horas –señalo el cielo indicando que ya anochecía.
-Soy bastante adulto como para andar cuidándome solo.
El tipo del auto, que era pelirrojo, saco su cabellera por fuera de la ventana y le sonrió a Mello, respondiéndole con amabilidad.
-Me importa poco que seas adulto, súbete en este instante al auto si no quieres ser carnada de lobos.
Mello giró cuerpo y cabeza hacia el pelirrojo mirándolo con sobresalto. ¿Lobos? No es que sea miedoso pero no tenía ganas de morir por una manda de ellos. Si bien tenía un arma, si venían muchos juntos sabía como iba a terminar la historia. Esto hizo que se acercara lentamente al porsche rojo y se apoyara en la ventana del mismo, mirando al tipo de adentro con interés.
-¿Me cobrarás algo por esto?- dijo el rubio yendo al grano.
-Me encanta tu actitud ¿Sabes? Pero no, no te cobraré nada, excepto que quieras darme algo por pura generosidad –río el pelirrojo.
-Me desagradan los tipos como tú, que se la dan de bufones y no me dan ni una pizca de gracia.-Se subió al auto dando un portazo, sentándose para luego cruzar las piernas y brazos a modo de enojo.
Sabía que de todas maneras no le iba a salir gratis, en el fondo sabía cual era el pago, pero a esas alturas ya no le importaba si podía llegar a su destino.
Seguro y vivo.