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La puerta hacia otro mundo por Wolf Bite

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Notas del fanfic:

La puerta hacia otro mundo

A veces hay que creer, para poder ver.”

 

Esta historia es ficticia y si es parecida a alguna otra es coincidencia. Soy creador y propietario de la misma, por lo tanto pido que no la copien ni total o parcialmente sin mi consentimiento (de lo contrario, tomaré medidas).

La historia contiene eventos paranormales, sexo y muy poco lenguaje vulgar; quizás vaya un poco lento, comparado con otras historias, pero no me gusta apresurar los eventos, sino más bien ser realista. No está ambientada en ningún lugar específico pero inevitablemente reflejo en ella parte de mi sociedad, de mi vida y mis creencias. La clasificación principal es misterio y romance, pero tuve que agregarle la fantasía dado que no todas las personas creen en los eventos paranormales y pueden tomarlos como tal, si así les gusta. Tengo la historia totalmente planeada y, aunque a veces difiero en mi línea cronológica, no puedo especificar cuántos capítulos me llevará concluirla.

Actualizo siempre a medianoche (hora argentina) y había dicho de actualizar todos los lunes, pero ya me la vi complicada. Así que en teoría actualizaré cada vez que pueda (soy asmático y últimamente no ando bien de salud, así que a veces me quedo en cama y no puedo escribir porque no tengo una portátil).

Gracias por darle una oportunidad y pasen a leerla, pero por sobre todo, muchas gracias a todos aquellos que me dejan sus comentarios, con sus dudas, sus especulaciones y por sobre todo, sus ansias por más; sin ustedes, no seguiría actualizando, más allá de que la historia está totalmente planeada, sin duda ustedes son una gran motivación para seguir escribiendo y subiendo los capítulos.

Una preciada lectora, Nia, ha hecho un trailer de esta historia y lo ha subido a YouTube, para que puedan verlo, ingresen a esta dirección: http://www.youtube.com/watch?v=3LoRGP_83OE. ¡De seguro les gustará tanto como a mí! ¡¡Muchas gracias, Nia!! ¡Eres un encanto! ♥♥

He creado un blog en donde dispondré distintas cosas de esta historia, los invito a visitarlo! http://lphom.blogspot.com/

No me extiendo más. Espero que les agrade la lectura y comenten todo lo que quieran, no importa cuan largo o corto sea. ¡Saludos!

W.B. 

 

Capítulo 1: Acudiendo a "sombra"

Los días son difíciles y largos cuando no te acostumbras a pisar un suelo tan extraño a pesar del tiempo, cuando ves muchos rostros que se conocen entre sí pero a ti no te identifican y tú no los identificas a ellos, cuando crees que todo el mundo te ve como un bicho raro o que estarán a punto de gastarte una broma pesada de la cual no podrás escapar. Así eran las cosas para Gonzalo Morán, que acababa de terminar su segunda semana en una escuela secundaria nueva, en su nueva cuidad, en su nueva vida, tras mudarse de su pequeña casa en donde vivía con su madre hacia la enorme casa de su padre, su medio hermano y Mariana, su madrastra.


Lo peor no era que sólo extrañaba a su madre, sino a su casa, sus amigos y hasta a sus vecinos. La vida era demasiado injusta, su madre había muerto en un accidente de tráfico aún no esclarecido y su tía Luisana no había podido cuidarlo en su casa más tiempo de tres semanas para poder seguir en su propia vida, con sus amigos y demás, o al menos eso había dicho. Ahora tenía que vivir con su padre y eso le fastidiaba, nunca había sido muy allegado a él y no estaba seguro de poder serlo ni siquiera ahora que se veía obligado a intentarlo. Gonzalo tenía más que claro que los problemas no tardarían en llegar, no solo porque su humor no era el de antes, sino porque su padre le desconocía y ahora intentaría conocerlo, como si tuviese oportunidad para hacerlo, completamente inconsciente de que esa oportunidad ya la había perdido hacía muchos años atrás.


Gonzalo terminó de recoger sus libros y guardarlos en su mochila, para cargársela al hombro y salir de la clase junto con sus demás compañeros, que estaban absortos en su propio mundo, hablando entre sí sobre cosas que no entendía... la vida de la cuidad era muy diferente a la del campo. Recorrió los pasillos esquivando alumnos que caminaban como si él no existiera, chocándolo, empujándolo, riéndose demasiado alto con sus voces agudas, molestas, aceleradas. No le agradaba estar ahí, junto con todos esos estudiantes vestidos igual que él, ¿por qué tenían que usar uniforme? ¿Por qué la gente de alrededor tenía que distinguirlos como estudiantes de esa escuela ni bien posaran sus ojos sobre sus cuerpos? ¿Por qué la gente debe uniformarse en la vida, para clasificarse en un grupo y ponerse en un status? Eso nunca había podido comprenderlo, nunca había podido entenderlo.


-¿Y, granjero? -sintió que dijeron a su lado y una mano se apoyó sobre su hombro, descargando un peso considerable en ella. Gonzalo no dejó de caminar rumbo a su nueva casa, pero no tuvo más remedio que buscar el dueño de ese pesado cuerpo encima del suyo y se encontró con un chico castaño no más alto que él, delgado y remarcadas cejas, con su característica sonrisa de galán con la que tan popular se había hecho con las chicas, si mal no recordaba, se llamaba Martín Pedrel-. ¿Estás adaptándote al ritmo de la cuidad o todavía extrañas las vacas?


A su lado rieron un grupo de chicos que no se había percatado que se habían colado en la curiosa conversación, que más parecía sorna que un diálogo coherente entre dos personas. Siempre solían estar alrededor de Martín, como si de moscas atraídas por el olor se tratasen, uno era muy alto, de cabello oscuro y ojos claros, que no estaba muy lejos de reír con la misma carismática risa de Martín, otro chico, por el contrario era bien bajo, algo desalineado y bastante dejado, de cabello castaño oscuro y ojos marrones, que era el que reía con una risa tonta y difícil de olvidar, lo que se olvidaba fácilmente era de los nombres de todos. Gonzalo miró hacia el frente para seguir caminando y obviar el malintencionado comentario de sus orígenes, moviendo su hombro para alejar esa mano de su hombro.


-Eh, no era para que te pongas así, hombre. ¿Qué no tienes sentido del humor? -Gonzalo frunció el entrecejo fastidiado aún más por ese último comentario, mientras continuaba caminando, hasta que Martín se le colocó enfrente y le obligó a detenerse-. ¿Qué no hablas nunca? Estamos intentando integrarte al grupo ya que parece que eres incapaz de hacerlo tú solo, ¿no lo captas?


-¿Y para qué querría integrarme a algún grupo? Estoy bien como estoy. Gracias -Gonzalo se apresuró a pasar por un costado y dejar a esos chicos atrás, ignorando comentarios y murmullos a su alrededor, apresurándose lo suficiente para evitar cualquier tipo de problemas.


Bajó las escaleras y salió del edificio, cuando por fin se vio libre, caminó por las calles de la ciudad, intentando que ningún automóvil o una persona lo aplastara por el camino de regreso a casa, aunque al ver ese hermoso y pequeño parque que estaba a tan solo doce cuadras de su escuela, no pudo evitar detenerse en él un momento.


Aquel lugar, aunque entre medio de todo el caos callejero, era lo más cercano que había encontrado al campo en ese mes de estadía allí. Le agradaban los árboles, las estatuillas en homenaje a los soldados caídos en la última guerra de 1990, la iluminación tenue del lugar y la decoración que le habían puesto a cada banca de allí. Desde que lo había encontrado, no podía evitar detenerse y sentarse allí, para descansar un poco de todo ese estrés que le estaba torturando, la escuela y el avanzado grado de concentración que le exigía en cada día, para poder ponerse al corriente del grado de estudio de los demás, la familia lejana que tenía y ahora la tenía a diario, sin saber nada sobre ellos y sin deseos de tenerlos cerca, del recuerdo de su madre que, como cada noche, llamaba por teléfono y eso le angustiaba. No comprendía cómo el destino era capaz de girarse sobre sí mismo y transformar una vida en otra, modificarla a tal grado de estropearla y torturarla.


Suspiró agotado mientras miraba sus zapatos oscuros un momento, no tenía más remedio que afrontar todo aquello, pues la vida seguía, por más que se transformara, por más que otras vidas acabaran, la suya seguía en pie y era su deber continuar escribiendo su propia historia, su propio futuro. Levantó su vista y buscó a aquel chico que siempre solía ver en esa pequeña plaza y ya estaba allí sentado, donde siempre, debajo de una estatuilla en un homenaje a algún soldado o general. Por su uniforme, había podido notar que asistía a su misma escuela, pero eso sólo había podido saber por sí mismo a simple vista, el resto lo supo de los demás a medida que el tiempo fue pasando. Ese chico, que ahora se la pasaba mirando el piso sentado a en una banca situada debajo de la estatuilla, se llamaba Jonathan Lozano y era el apodado "sombra", del cual se rumoreaban miles de cosas sobre él, cosas que iban desde que veía fantasmas, que era un brujo y practicaba magia negra, que si te metías con él, algo horrible te pasaba al otro día, hasta cosas como que su padre experimentaba con él y por eso estaba tan loco.


Era un muchacho rubio y de baja estatura, de seguro le llevaba una cabeza con facilidad, su piel era blanca como papel, y tenía la particularidad de tener un ojos de distinto color entre sí, uno azul y el otro de color miel, según decían era una enfermedad de la cual ya había olvidado su nombre, pero no era eso lo que lo atraía de él, sino el querer saber si era verdad alguno de todos esos rumores, porque si así era y si concordaba con lo que él necesitaba, de seguro podría ayudarlo en su problema. Aunque aún tenía el inconveniente de no saber cómo presentarse, lo que más le preocupaba era el hecho de que le habían dicho que solía siempre tener mal humor, ser descortés y bastante agresivo.


Ya había pasado un mes desde que estaba allí y cada vez que iba a esa plaza después de clases, lo encontraba allí, así que tenía que por lo menos intentar hablar con él, no era una obligación, pero más urgente era el hecho de intentar arreglar ese "inconveniente" que tenía cada noche.


Una vez decidido, Gonzalo se puso en pie y comenzó a caminar en dirección al chico que parecía estar sumergido en su propio mundo mirando uno de sus pies. Una vez a su lado, carraspeó un poco su garganta para llamar su atención, pero el chico no lo observó, así que lo intentó de nuevo y al obtener el mismo resultado, decidió acercarse un poco más hasta estar a unos pocos cuantos pasos de él, y éste alzó la vista. De inmediato, el extraño color de sus ojos le hizo perder el hilo que se había armado en su cabeza para intentar establecer un diálogo con él, su rostro frío y rígido le hizo poner un poco nervioso, tenía facciones hermosas y armoniosas, seguramente podría trabajar como modelo si lo quisiera, pero Gonzalo despejó esa ráfagas de ideas por la primera impresión y se apresuró a hablar, porque el chico había comenzado a fruncir el ceño ni bien le vio el escudo verde y azul con una espada por encima y las palabras "Instituto Los Alpes" debajo de éste, reconociéndolo como un integrante de éste y que posiblemente era como los demás, que solo quería molestar.


-Hola, em... -empezó a decir algo nervioso y ya no tan convencido de querer presentársele, el chico se quedó observándolo con cautela e hizo una extraña mueca con su boca que en una céntima de segundos se aseguró de borrar-. Me llamo Gonzalo Morán, voy a la clase 1º A del instituto Los Alpes... ¿De casualidad eres Jonathan Lozano?
El chico sonrió socarronamente y desvió la mirada hacia su frente, luego agarró su morral que estaba junto a sus pies y volvió a observarlo.


-Sí, es fácil identificarme con los ojos que me dan expresiones de locura, ¿no?-la seca y despreciadora forma de su voz gruesa le incomodó, no sabía cómo le iba a preguntar las cosas si se ponía en esa actitud tan defensiva, quizás había cometido un error en intentar preguntarle-. ¿Qué quieres?


-No quería molestarte -se apresuró a contestar el chico-. Sólo quería preguntarte si es verdad que puedes ver y hablar con los espíritus -ante aquello, el rubio levantó la mirada hacia el más joven y lo observó con cautela, no sabía de qué se las traía ese estudiante que nunca había visto en el instituto, pero nunca nadie había sido tan directo con él de atreverse a preguntarle como si nada sobre uno de los tantos rumores que se decían por ahí de él-. Es que, verás...


El chico que se había presentado como Gonzalo y algo más, se rascó la nuca y observó hacia otro lado, aparentemente incómodo o nervioso sobre lo que quería hablar, le observó el cuerpo con más atención mientras titubeaba y se dio cuenta que era muy alto, de seguro le llevaba una cabeza y media, tenía el cabello demasiado negro y unos impresionantes ojos cafés, de seguro era algún tipo de atleta por su espalda ancha y su bronceado tono de piel. El chico balbuceó algo que no pudo entender y volvió a observarlo a los ojos, se había llevado las manos a los bolsillos de su pantalón gris y desvió la mirada al piso, donde pateó una piedra que había allí.


-No sé cómo decírtelo, la verdad... Es que si es cierto y no solo un rumor que puedes verlos y todo eso, quizás podrías ayudarme con un problema que tengo -terminó por decir el joven.


Jonathan continuó observándolo cuando el otro estudiante levantó la mirada con algo de indecisión, luego de pensarlo un poco, se apartó un poco para hacerle un poco de espacio para que el otro se sentara.


-Siéntate, si quieres y explicas tu problema. En cuanto me entere que lo que me digas sea mentira y te ha mandado alguien para hacerme una bromita, voy a hacerte ver a ti y a esos que algunas cosas que dicen de mí son verdad -amenazó el rubio para entonces observar al otro, y éste, luego de dudar un poco, se sentó a su lado.


-No es mentira lo que te voy a contar, nadie me ha mandado a hablarte ni nada de eso, ni siquiera tengo a alguien para que me mande a hacer bromas... -excusó Gonzalo, apesadumbrado-. Aunque si lo tuviera, tampoco lo haría, no me gustan esas cosas de las bromas...


-Okay, ya entendí. ¿Hablarás de una vez o solo darás vueltas?


Gonzalo suspiró, buscando un modo de organizar todos los eventos de su cabeza para enseñárselos a Jonathan, que parecía muy tranquilo apoyándose sobre la estatuilla.


-Bueno... Es que hace poco murió mi madre -comenzó a decir-. Ella era enfermera y trabajaba mucho, por eso solía verla muy poco. En las noches solía llamarme, a eso de las diez y media, para saber si estaba en casa, si todo estaba en orden, si había comido bien, si ya me iba a dormir, cosas así -Jonathan alzó su vista hacia el resto del parque, había gente que pasaba por él, pero nadie se quedaba, nadie excepto un viejo apoyado en un bastón, sentado en una de las bancas que estaba cerca de la esquina. Comenzaba a presentir esa extraña esencia inconfundible, entonces miró al otro chico pero no halló nada extraño en él-. La cuestión es que falleció hace poco más de un mes, y a donde vaya, si hay un teléfono, a las diez y media, suena. Esa noche del accidente, también sonó aunque nadie me contestó, según las pericias, para las diez y media ella ya había fallecido.


-¿Te llama por teléfono?


-Sí. Es extraño, no importa si estoy en la casa de mi papá, en la de mi tío, en la de un viejo amigo, en la calle o en un restaurante, un teléfono suena y sé que es ella. Es como...

-¿Sólo eso tienes? -la pregunta que le interrumpió su relato lo dejó entre ofendido y molesto, así que observó al muchacho junto a él e iba a reprochárselo cuando éste empezó a hablar de nuevo-. Ya sé cómo son las situaciones para normales, es una pérdida de tiempo que intentes explicarme algo con lo que he convivido toda mi vida. Lo que más me interesa es si esas situaciones perturban tu vida a tal punto que no te dejen existir.


Gonzalo decidió guardarse lo que tenía para decirle y se puso a analizar su situación, no era que no lo dejara vivir, pero era algo que le molestaba, porque luego de aquella noche, no pudo volver a ser él mismo y si la situación seguía, seguramente no podría serlo nunca más. Bajó su vista hacia el piso y se froto un poco las manos, comenzaba a tener frío.

-Puedo convivir con los llamados, no es algo que me moleste realmente pues es sólo un teléfono sonando, sólo me incomoda. Lo que más me perturba es que siento que me estoy volviendo loco con las cosas que se mueven solas, los ruidos extraños y la sensación de que me están persiguiendo, pero soy solo yo el que siente estas cosas. Creo que es ella, pero todo esto no me gusta y quiero ser el que solía ser... no el Gonzalo que se siente paranoico y no puede concentrarse en nada. Además, estar pendiente en todo momento de ella, no me hace sentir bien. Por eso, cuando escuché los rumores de que veías y hablabas con los espíritus, pensé que podrías ayudarme a liberarme del fantasma de mi madre, quiero que descanse, y quiero descansar yo también.


-Entiendo tu punto -dijo el rubio tras un rato de silencio, Gonzalo alzó la mirada para encontrarse con la de él-. Mira, yo no soy exorcista ni soy una persona religiosa, solo veo lo que veo y escucho lo que escucho, ¿okay? -aclaró Jonathan con calma, observando una banca vacía que estaba cerca de la esquina-. No voy a decirte que la liberaré de estar atrapada entre los dos mundos y esas cosas "extrañas" que te pasan desaparecerán de tu vida, ni ninguna de esas cosas. Yo solo podré verla, hablarle, escucharla y nada más. Si hay algo que aprendí de todas estas cosas es que los espíritus se quedan estancados aquí por tres posibles razones. Necesitan hacer o decir algo a alguien, no quieren irse o no comprenden que han muerto.


-¿Crees que ella esté intentando decirme algo?


-No lo sé, no conozco tu relación con ella y tampoco cómo falleció, pero si todas las noches se te presenta, supongo que será fácil averiguar qué quiere.


Gonzalo se frotó las manos una vez más y observó el piso, analizando las palabras del rubio con atención, no había pensado en la opción de que su madre quizás estaba intentando decirle algo, pero no podía escucharla.


-Nadie sabe cómo falleció exactamente -comentó Gonzalo mirando un punto vacío, ensimismado en sus recuerdos. Jonathan lo escuchó con cautela-. Bueno, sí se sabe cómo murió, fue en un accidente de tránsito, pero... no se explica porqué ocurrió el accidente, si iba sola en una carretera y no hay rastros de que otro automóvil la hubiese golpeado ni ninguna otra cosa similar... El auto parecía haber chocado algo, pero no tenía la forma de haber sido contra otro automóvil, no había rastros de sangre, así que no era ningún animal ni ninguna persona...


-¿Y tu relación con ella?


-Nos llevábamos bien. Nos veíamos poco porque cuando yo me levantaba, ella dormía, y cuando yo llegaba a casa, tenía que trabajar o ya lo estaba haciendo. Pero siempre me llevé muy bien con ella, era toda la familia que necesitaba...


Jonathan guardó silencio por un momento, buscando posibles conexiones para relacionar la historia. No podía explicarse a sí mismo porqué era que se había decidido a ayudar a aquel chico, siendo que ya había tenido una mala experiencia con eso, quizás influía en el hecho de que el chico parecía estar bastante perturbado y cansado, como si varias noches se la hubiera pasado en vela.


-Sé que irrumpo en tu vida como si nada, pero la esperanza de poder cambiar todo esto fue más grande que cualquier otra cosa que me ha pasado, desde que llegué aquí. La verdad es que quiero ser el que era antes y poder vivir sin estar pendiente si esta vez voy a escuchar algo al otro lado del teléfono.


Jonathan no contestó y se rascó la cabeza, luego se colocó su morral y se puso en pie.


-Voy a intentar ayudarte, pero te repito, no prometo hacer que tu vida sea la de antes, pero si ver si es ella y si tiene algún mensaje para ti, quizás es por eso que siempre te llama, ¿de acuerdo?


-Está bien, con eso es más que suficiente -dijo Gonzalo para mirarlo a los ojos y ponerse en pie también-. No tengo mucho dinero, pero conseguiré lo que me pidas por esto... o al menos eso intentaré.


-No necesito dinero por esto -aclaró Jonathan, se desajustó un poco la corbata azul con rayas verdes de su cuello y se llevó las manos a los bolsillos de su pantalón, al ver la expresión de incomprensión del otro, decidió apresurarse-. No lo quiero porque no aseguro nada, y aunque así fuera, tampoco lo pediría. No me gusta jugar con la vida de las personas -antes de que Gonzalo hiciera algún tipo de comentario, Jonathan alzó su mano izquierda y observó el reloj que llevaba en ésta-. No puedo ayudarte ahora porque tengo que hacer otras cosas, pero mañana nos encontramos después de clases, ¿te parece bien?


-Sí, genial... -Jonathan sonrió un poco y comenzó a alejarse en reversa.


-Okay, entonces nos vemos mañana, aquí a las tres de nuevo... eh, ¿Gonzalo, verdad?


-Sí, Gonzalo... Aquí a las tres -Jonathan dio media vuelta y le hizo un gesto con la mano en forma de despedida, luego comenzó a caminar en dirección contraria a la que tenía que ir él-. ¡Gracias!


Gonzalo se puso en pie y observó al muchacho irse, aún no se creía que iba a ayudarle. No parecía ser lo que los rumores decían, ahora se sentía tonto de haberse puesto nervioso al intentar hablarle. Se puso en pie y comenzó a caminar en dirección opuesta a la del rubio, también con las manos en los bolsillos y recordando las fotografías del accidente. No sabía porqué había ocurrido ni tampoco si alguien algún día sería capaz de explicarle, pero ahora era probable que pudiera saber porqué esas insistentes llamadas ocurrían cada noche a las diez y media, como si ella todavía estuviera viva en algún otro lugar.

Notas finales:

Gracias por leer, espero sus comentarios y encontrarlos en el siguiente cap. Saludos~

Wolf Bite.


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