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Cold por Sel_chan

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Notas del fanfic:

Los personajes de Hetalia no me pertenecen, son autoría de Hidekazu Himaruya.

Los aspectos históricos pertenecen al mundo jejeje.

M encantaría conocer sus opiniones, hacer nuevos fics o agregar capítulos depende de ustedes. Gracias!

 

Cold

 

“Acaso, ¿Tienes frío?”

Un sueño que quería salir de la obscuridad o ¿era un recuerdo, quizá? Ya no importaba. Eso se había convertido en una nimiedad, lo que sea que fuera, se esfumó en el preciso instante en que el hermano menor salió a trabajar, azotando la puerta con tal fuerza, que la casa entera se cimbró. Lo más probable es que fuera su modo de decir “¡ya es de día, a despertar!”,  qué buen método, porque había funcionado.

Así que ahora había un joven bastante molesto sobre su cama, aunque con el sopor aún no podía definir si era por haber sido despertado abruptamente u oportunamente ante un sueño indeseado, al menos esa fue la reacción que le habían causado esas palabras. De todos modos, el mal ya estaba hecho así que abriendo sus ojos hizo una rápida inspección de su recámara y notó que la luz ya entraba por su ventana; en efecto, era hora de levantarse, pero esas palabras seguían rondando su cabeza como una resaca del sueño y le impedían ponerse de pie. 

Así que la mejor solución que encontró fue intentar volver a dormir, quizá con ello vendría un  sueño más placentero, como el de las chicas hermosas adorándolo mientras él era coronado como el rey más guapo del mundo, una de sus ensoñaciones más populares y repetitivas. Al momento de cubrirse nuevamente con el edredón, comenzó a escuchar un extraño golpeteo, como si tocaran a la puerta pero no tan ruidoso, ¿acaso West volvió, sólo para asegurarse de que su maldad había surtido efecto? Se incorporó y prestó atención, el sonido tenía lapsos: dos golpecitos-silencio-dos golpecitos. Esta vez estaba intrigado, se levantó de su cama, corrió a la puerta y la abrió esperando sorprender a alguien, pero nada. Luego de un rato más, descubrió que el ruidito provenía de la ventana, al acercarse a esta pudo ver las plumas amarillas que se movían de un lado a otro.

- ¡Gilbird!  ¡Amigo! Vamos muchacho, entra – dijo el joven con alegría mientras abría la ventana – creía que alguien trataba de jugarme una broma.

De este modo el pajarillo pudo entrar y posarse en la cabeza de su amo, inmediatamente comenzó a jalarle los cabellos, indicio de que tenía hambre.

- Claro, claro, bajemos a comer algo, pero primero – y mientras decía esto, tomaba a su amigo con ambas manos y lo colocaba con suavidad sobre su escritorio – debo cambiarme, ¿de acuerdo?

Una vez dicho esto dio media vuelta y se dispuso a escoger la ropa a ponerse. A entrar al baño repetidas veces, primero por el peine, luego por la loción, más tarde por gel, y luego por cosas que ni siquiera ocuparía en ese momento. Cada vez que abría el closet aventaba prendas y zapatos por doquier, quería que todo combinara o al menos que fuera cómodo (después de todo, había dejado de vestir con formalidad hacía mucho) y cada vez que caminaba de un lado a otro hacía la obligada pausa frente al espejo, y cada vez pensaba algo diferente de sí mismo: “Oh, soy tan guapo”, “¿Por qué seré tan sexy?”, “El encanto es tan natural en mi”, “¡Rayos! Me veo tan joven”. Pudo haber seguido así un par de horas más, pero sucedió que a él también le dio hambre. Al final se había puesto unos jeans y una playera ligera de manga larga junto con un par de tenis, todos combinados, claro. Pero por fin estaba listo para bajar.

- Hasta la gente increíble, necesita nutrirse. Vamos Gilbird, ¡a desayunar! – caminó hacia la puerta mientras se iba abotonando el pantalón, por su parte el ave remontaba el vuelo y se posaba de nueva cuenta en su cabeza, de este modo bajaron con rumbo a la cocina.

¡Pobre Alemania! A veces, su hermano mayor lo torturaba dejando latas de cerveza por doquier, platos sucios o intentos fallidos de platillos en su estufa, toda una guerra casera. Por ello, el rubio prefería dejar todo hecho: desayuno, comida y cena, además de colocar bolsas en cada rincón para toda la basura que “mágicamente” se pudiera generar durante su ausencia, y así al menos podría vivir un poco más tranquilo sabiendo que al llegar a su casa la  encontraría relativamente decente. Debido a esa exagerada precaución, el chico de cabellos platinados no tenía mucho quehacer hogareño, porque siempre encontraba todo en perfecto orden y sumamente limpio y a menos que de verdad quisiera molestarlo, lo dejaba todo de ese modo. 

Se dirigió a la mesa y quitó la manta que la cubría, bajo esta se hallaba un desayuno de buen ver y en la barra encontró un plato pequeño con comida para aves y agua. Ambos amigos desayunaron a gusto y al finalizar, el chico se levantó y lavó los trastes. Luego de un rato de dar vueltas por la cocina y mirando de un lado a otro tomó una cerveza del refrigerador y se le antojó salir a tomársela al jardín. Cuando llegó a la puerta de entrada se percató de que su hermano se había llevado su chaqueta y su bufanda, indicios de que pese a un poco de sol que se asomaba, el clima era frío, pero aun viendo esto salió sin tomar su chamarra sujetando su helada bebida.

Una vez afuera, Gilbird voló a los árboles para jugar con otras aves mientras su dueño se sentaba en una banca. Y ya acomodado, miró a su alrededor y contempló el bonito jardín en el que se encontraba, los árboles emitían un sonido sereno gracias al viento que soplaba en ellos y se sintió a gusto, abrió su cerveza y se la empezó a beber en pequeños sorbos.

Al ver tal esplendor, la casa tan bonita y elegante en que vivía y la naturaleza que lo rodeaba no puso evitar pensar en su hermano, en lo industrioso e inteligente que era, aunque claro, no poseía esa gracia y galanura característica de Prusia, “tal encanto no podría heredarse” pensó. 

Recordó la infancia de Alemania, ya que como hermano mayor y mentor, había sido testigo de sus andanzas y todo por lo que había pasado: sus momentos de victoria, las derrotas, los días tristes y los felices; West sin duda, había superado tantas cosas y ahora trabajaba arduamente para cuidar de él y de sí mismo.

- No fue tan bélico como yo, pero tiene carácter el muchacho – pensó en voz alta y sonrió al hacerlo.

Bélico… palabra que ahora le había recordado a sí mismo y cómo desde que era un niño, la guerra había sido el pan de cada día; no había momentos sin batalla en aquellos siglos, bastante entretenidos por cierto. Sin embargo ahora y desde ese día de 1947 en que Prusia fue disuelta oficialmente… desde ese día en que se quedó sin casa, vivía con West y como sobreviviente de un espléndido linaje militar debía limitarse a dejarse ver en actos cívicos oficiales, a hacer aburridos actos de presencia y luego otra vez hacer absolutamente nada. Bueno, visitar a Austria de vez en cuando, para recordarle los días en que le quitó Silesia o simplemente conversar. De ahí era solamente dejar pasar los días… recordando sus glorias pasadas y sus… desdichas.

- Yo también tuve días obscuros – comentó, y como un pequeño recordatorio, el viento se tomó la amabilidad de mandar una gélida brisa, la cual notó por el alboroto que hicieron Gilbird y sus amigos. Cosa que le extrañó, ya que él no sintió nada… 

Se levantó pues  y trató de sentir ese aire fresco, lanzó una bocanada de aire y se dio cuenta del fresco por el vapor que vio emanar.

- No tengo frío, es raro – dijo como tratando de encontrar el porqué de esta pequeña extraña sensación – Seguramente como estoy tan joven y atlético, ningún clima puede amedrentarme  jajajajajajajajajaja  sin duda soy increíble…

Se volvió a sentar más aliviado y al mirar de nueva cuenta los árboles, la mente le jugó una broma, de repente los vio secos y nevados. Cerró y abrió los ojos, todo estaba normal.

- ¿Qué marca de cerveza es esta? – comentó inspeccionando la lata, era una de sus marcas favoritas, no tenía nada malo. Tal vez él tenía algo malo. – me traiciona el subconsciente, sin duda beber temprano no es tan saludable.

Puso su bebida a un lado y de nuevo, gracias al insistente y frío viento, su memoria le trajo de nueva cuenta esas palabras, aquellas que llevaba desde esa mañana tratando de olvidar, las que en realidad llevaba décadas ignorando; fingiendo demencia ante una promesa sin cumplir:

“¿Algún día serás sincero?”  “tienes frío, ¿verdad?”

Era el recuerdo perdido… no un mal sueño, tal y como trató de auto engañarse esa mañana al despertar. El día de hoy, ese recuerdo estaba siendo demasiado insistente. ¿Por qué? Supo que debía actuar de inmediato, dormir a gusto dependía de ello, así que bebió el resto de su cerveza, tiró la lata a una de esas bolsas dejadas por West y corrió a la casa. Consultó el calendario: 10 de noviembre. Se rió para sí mismo y pensó: “sin duda, eres molesto, destino”.

Veinte minutos después salió con una carta en mano, recién hecha y corrió al buzón más cercano, afortunadamente llegó justo a tiempo ya que el cartero estaba recogiendo todo su contenido, le dio su misiva y volvió sus pasos. Esta vez al volver se dirigió a la cocina tomó su tarro favorito y bajó al sótano, definitivamente todo lo ocurrido ameritaba un gran trago de su cerveza especial. Una vez lleno su tarro, lo puso en alto y exclamó:

- Ya no tengo ningún pendiente contigo, ¿Te queda claro? He cumplido mi promesa – y terminado esto tomó un gran trago. Sintió alivio, porque ya iba a poder estar en paz consigo mismo,  pero a la vez no, porque sintió como el tiempo volvía atrás y traía de vuelta aquellos momentos que originaron esa dichosa promesa.

 

* Pasado

El Reino de Prusia en tiempos antiguos, ahora el Estado de Prusia pasaba por tiempos difíciles, su hermano menor se había involucrado en conflictos bélicos de proporciones mundiales y ahora él le daba todo su apoyo. El teléfono de su casa había sonado con demasiada insistencia, así que tuvo que atender.

- Diga…

- ¡Prusia!

- ¿West? Dime

- ¡Hermano! debes salir inmediatamente de ahí y venir a mi casa. Es prioritario, ¿me entiendes?

- Pero estoy montando guardia, yo cuido la parte oriental, ¿recuerdas? No me puedo rendir, sabes que soy excelente luchando. No te preocupes por mí, me encargaré de las molestias que vengan a atacar.

- No, no puedes – la voz de Alemania se tornó suplicante – ya no puedes hacer nada  hermano,  yo… nosotros… es decir, el eje… hemos perdido…

- ¿qué?

- Perdimos, hermano… perdimos la guerra

- ¿Pero cómo? Dime que ha pasado… West, ¡WEST!

La llamada se cortó, Prusia se quedó helado ante tal noticia, hizo el intento de volver a marcar, pero no daba línea el teléfono. De repente sintió una presencia a sus espaldas, volteó y reconoció de inmediato a aquel tipo alto y de bufanda que estaba ahí, con el cable telefónico en su mano y sonriendo alegremente.

- Creo que te estaban informando las nuevas ¿no?

- Rusia…

- Mmmm que mal que no te haya hablado a tiempo para que escaparas. Hubiera sido emocionante tener que perseguirte y dispararte en medio de la nieve – dijo con un tono de inocencia tal, que parecía estar cantando.- Pero ya que estás aquí, te invito cordialmente a mi casa.

- ¡Qué te hace pensar, pedazo de idiota que lo voy a permitir así como así! – Prusia estaba desarmado, pero aun así le plantó cara a su oponente. – si pude contigo en el pasado, creo que puedo hacerlo ahora.

- Eso no estaría bien – respondió con ese tono suave y tierno. – Admito que eres fuerte, pero no te servirá de nada. Todos tus amigos, incluido tu hermano se han rendido. Si en este momento no accedes a venir conmigo, seguro los demás aliados te enfrentaran. ¿podrás con muchos a la vez? No lo creo. Además prometí no hacerte daño si venías a mi casa. Piensa en Alemania, se pondría muy triste si algo grave te pasara ¿no crees?

- ¡Maldito! no metas a West en esto…

- Claro que lo meteré en esto - interrumpió sin variar su tono de voz -  si no vienes tú, iré por él. El asunto es que… voy a agrandar mi familia, sea como sea. Es mi beneficio por pelear… y ganar…  Jiji.

El joven se quedó mudo ante esto, cerró sus ojos por un momento para “meditarlo”, al abrirlos miró a Rusia con furia y se abalanzó sobre él, lo golpeó con fuerza en la cara, lo suficiente para aturdirlo y escapar. Lo más prudente era reagruparse y reorganizarse, como lo dictaba la estrategia, sin embargo al salir de su casa se encontró con un regimiento esperándolo: el ejército rojo. Estaban apuntando en su dirección. La suave voz, se escuchó a sus espaldas, cada vez más cerca.

- El gran estratega, trata de escapar… ¿Y qué crees? Ja, ja. No puede ¿Creíste que vendría yo solo a buscarte?

- Infeliz…

La guerra había terminado y él estaba en el bando de los perdedores, su mente se nubló y  cayó al suelo de rodillas completamente abatido. Lo último que Prusia recuerda de ese momento es la nieve tornándose de un color carmesí y un sonido: kol kol kol kol kol kol kol kol… mientras todo se tornaba… oscuro. 

“Querido Diario: Hoy no fue tan genial… Esta mañana desperté en un lugar extraño, frío y gris. Cuando abrí mis ojos un chico de cabellos castaños me estaba cambiando un vendaje en mi brazo. Me dijo que se llamaba Lituania, ya lo conocía de hecho, lo vi muchos años atrás. Su semblante era triste. Después descubrí por qué él no me reconoció, me levanté con mucho dolor y caminar me causó mucho más, pero al final llegué a un espejo. Yo tampoco me reconocí, tengo un ojo morado, hinchada la mejilla, tengo cortadas en toda mi cara, mi nariz tiene marcas de haber sangrado mucho y mis labios están cuarteados y saben a sangre todavía. Casi me deprimo de verme, pero creo que quedé peor una vez que me golpeó Hungría. Sanaré pronto, porque las personas geniales como yo, sanan más rápido. Sin embargo me entristece un poco no saber nada de mi hermano y de mis amigos, espero se encuentren bien. Tampoco sé lo que me pueda pasar a mí...”

Prusia se sorprendió enormemente de haber encontrado su diario junto a la cama en que reposaba, pero en vista de que ya estaba ahí, decidió escribir en él para distraerse. Esa recámara no estaba tan mal: era espaciosa y estaba limpia aunque vieja ya que las maderas crujían demasiado y el decorado se veía pasado de moda,  pero hasta cierto punto era acogedor, o bueno lo hubiese sido de no ser por el frío tan extremo que se sentía. Pasaron como 5 días, durante los cuales fue atendido por Lituania, este le llevaba comida, algunas veces eran platillos que este preparaba de su país, otras veces eran de Letonia o de Estonia; una vez probó el piroshki y no le desagradó, pero sin duda extrañaba la cerveza y las patatas. El chico también le cambiaba los vendajes y cuando lo ameritaba, lo ayudaba a levantarse. No cruzaban muchas palabras, ya que siempre estaba nervioso y asustado. 

Una vez transcurrido ese tiempo, su aspecto había mejorado considerablemente, además de que recibió la visita oficial de su anfitrión.

- ¡Hola! – Dijo Rusia con alegría mientras entraba en su habitación – Espero que tengas una buena recuperación. Caray, nos diste muchas dificultades, sigues siendo un gran guerrero.

- Mmmmmm…

Fue toda respuesta que pudo dar, después de todo, eso de ser invitado a la fuerza no era agradable que digamos. Prusia no estaba nada contento con su situación.

- Vamos, no te enojes, nos vamos a divertir mucho. Siento no haber estado aquí antes, pero estaba arreglando los últimos detalles, esto de finalizar guerras no es tan sencillo…

- ¿Qué sabes de… West? – no pudo evitar preguntar.

- ¿Alemania? Bueno él tiene cosas que tratar con América e Inglaterra, pero creo que está bien… 

Un suspiro de alivio salió de los labios de Prusia, al hacer esto se apreció el vaho, era como si no hubiera paredes alrededor.

- Ah sí, mi casa, es un poco fría. Espero no te importe, parece invierno eterno. – dijo y sonrió como siempre. – Pero si necesitas algo, puedes pedírmelo.

- Quiero…

- ¿Sí?

- … irme de aquí…

- ¡Ja! Que gracioso eres – y cambiando el tono de voz por uno más serio y hostil agregó: – Todo menos eso… 

Silencio…

- ¡Ash! pues tráeme más cobertores, tu casa no es fría, es un congelador… hace que mis heridas duelan más. – dijo Prusia con resignación.

- Claro, claro, puedo hacer eso – contestó Rusia volviendo a su tono “amable” – o puedo ayudarte a quitarte el frío, con otra cosa… 

Y diciendo esto se acercó al lecho de su invitado, se sentó a su lado y acercó su cara a la de él, lo suficiente para turbarlo.

- ¿Qué rayos haces? – reclamó Prusia tratando de alejarse sin mucho éxito claro, estaba débil aún y no podía moverse con facilidad. 

- Bueno, tu diario dice que cada vez que tocaste a Hungría tu cara se ponía de color rojo, eso significa, que el calor corrió por tus mejillas. ¿crees que pase lo mismo, si yo te toco a ti?

- ¿Eres estúpido o qué?  ¡Claro que no! Además ¿por qué rayos lees mi diario? ¿Cuál es tu problema?  ¡aléjate! – y diciendo esto empujó a Rusia estirando ambas manos tratando de alejarlo de su rostro, el cual ciertamente estaba tornándose de color rojo.

- Lo vi en tu casa y decidí traértelo, para que ahora escribas sobre mí, jejeje. Pero como no despertabas, debía distraerme con algo. Además se me hizo tierno – Rusia no paraba de sonreír ni de ejercer una ligera presión sobre Prusia, el cuál seguía empujándolo. – como no sabías que era chica, la tocaste en muchos sitios… pero luego te hizo ruborizar, lo cual me hace pensar que nunca has tenido ese tipo de encuentros. Aún eres inocente en ese aspecto, pero si quieres yo podría ayudarte con eso…

- Eres un hombre… como yo… ¡idiota! – respondió Prusia con una mirada letal.

- Sí, lo sé y precisamente como naciste y creciste al lado de hombres, te deberías sentir más cómodo con uno, ¿no crees? Es por tu bien… para quitarte el frío…

- Largo…

- ¿Eh? Bueno si no quieres eso, puedo darte un masaje para el dolor muscular…

Esto último se había convertido en el acabose para Prusia, no supo de dónde sacó fuerzas, pero logró empujar lo suficiente a Rusia para poder dar un salto de la cama, caminar hasta la puerta, abrirla con violencia y…

- ¡Qué te largues!

- Pero…

- ¡Fuera de mi habitación!

- Bueno, bueno te puedo contar borreguitos para que te duermas: un borreguito… dos borreguitos…

- Tráeme esos malditos cobertores, dije que los necesitaba porque mis heridas duelen, no porque sienta frío, ¿sí? Ahora ¡VETE DE MI HABITACIÓN!

Rusia que seguía sentado en el borde de la cama se había sorprendido un poco, no reaccionó durante unos segundos, pero luego recobró esa sonrisa y levantándose caminó hacia la salida pero antes de salir se detuvo a preguntar:

- Entonces, ¿no tienes frío?

- No… - respondió Prusia mirando a otro lado.

Rusia lo miró por unos instantes, la mano que sostenía el picaporte… temblaba.

- Bien, te mandaré lo que pides. – y diciendo esto salió del cuarto.

En cuanto salió, un portazo increíblemente fuerte sonó a sus espaldas y tras la puerta cerrada se escuchó:

- ¡IDIOTA!

Una vez cerrada la puerta, Prusia fue consciente del  dolor que sentía en todo su cuerpo, el cual ante tal enojo había olvidado por completo, se recargó en la pared un momento y luego con mucho esfuerzo volvió a su cama, aun le faltaba reposar para poder recuperarse.

Los días iban pasando y al parecer esa visita que había recibido de Rusia fue algo especial porque el chico de la bufanda siempre estaba trabajando fuera, tratando diversos asuntos, tardando hasta semanas en volver. Poco a poco se fue acostumbrando a las personas con las que compartía residencia.

“Querido Diario: hoy fui tan genial e increíble como siempre, tenía mucho sin escribir, pero no tenía deseos de que alguien volviera a leer todo lo que pongo. Me doy cuenta de que llevo mucho tiempo aquí y no he escrito sobre como vivo en este helado lugar. Rusia no pasa mucho tiempo en su casa, lo cual me causa alivio. Así que convivo con personas que no son tan geniales como yo, pero ¿qué se le va a hacer? primero están los “sirvientes” que son Lituania, Estonia y Letonia, hacen todas las labores domésticas. Luego están las “hermanas hot” de Rusia, sólo que no me gusta acercarme y platicar con ellas, están un poco locas. Una llora por cualquier cosa, sale corriendo y hace un ruido genial con sus enormes pechos y la otra pese a su belleza, me mira con ojos de psicópata mientras sostiene un gran cuchillo, sin duda son celos, pero yo no tengo la culpa de ser más lindo que ella...  Con el tiempo, he aprendido más y más de Rusia, ya que lo único que sabía de él era… bueno… no mucho… cuando éramos niños y peleábamos,  yo solía ganarle,  lo dejaba maltrecho en el suelo o llorando por su derrota, así sin más…  Han ocurrido muchos eventos en todo este tiempo, me enteré de lo ocurrido con Japón y lo lamenté mucho. En 1947 lamenté más que se haya establecido que Prusia como país debía desaparecer; y yo aquí encerrado, sin poder hacer nada. Al principio creí que al ser disuelto como país, volvería con mi hermano, después de todo era el único sitio al que podía regresar, ahí estaban algunos territorios que habían sido míos, además de las casas y castillos de la familia real. Pero no, al dividirse Alemania en dos, obligadamente seguía en casa de Rusia, ya que formo parte de su Unión Soviética “extraoficialmente”. Con el paso de los años… he comenzado a creer que me quedaré aquí para siempre… en el invierno eterno, padeciendo frío eterno.

PD. Mataría por una buena cerveza…”

Prusia, no se acostumbraba a esa vida, a veces salía a caminar por los alrededores, aunque nevara, una vez llegó tan lejos que se topó con ese famoso muro, y cada vez que lo veía se sentía atrapado. Hasta Gilbird se había quedado del otro lado, lo había enviado con su hermano poco antes de que lo atraparan para que no viera los horrores de la guerra; ahora no podía volar y estar a su lado, se congelaría las plumas antes de poder encontrarlo. En esos tiempos se sentía como un pez fuera del agua y claro, aunque no quería admitirlo ese horrible frío le calaba los huesos a diario.

A veces se preguntaba por qué lo tenían ahí a la fuerza, Rusia ya tenía sirvientes y la compañía de hermosas mujeres, ¿para qué quería a alguien como él?  Lo más seguro es que su encanto y personalidad tan genial habían causado un impacto tal que por ello lo quería tener cerca, como un objeto, sólo para él. De eso no cabía duda, al menos al principio, ya que esas ideas prevalecieron hasta el día en que sin querer se enteró de que este tipo sentimiento de pertenencia por parte de Rusia hacia alguien más, no sólo estaba dirigido a él. Alguna vez entre las charlas de los sirvientes escuchó su nombre y supo que China también formaba parte de la selecta lista de favoritos. De entrada sintió alivio de no ser el único, ya no sentiría el poder aplastante de la presencia de Rusia sólo en él, tal vez parte del tiempo en el cual se ausentaba de casa lo usaba para estarlo acosando. Luego la idea no fue tan genial y comenzó a generar otro tipo de sentimientos y pensamientos “no soy el único” o “¿qué tiene él? No es tan genial… no es como yo”.

“Querido Diario: Hoy fui demasiado genial e increíble, pero además del horrible frío que tengo, ya no me siento tan cómodo. Con el tiempo supe que si no era tratado como un sirviente, y que si la hermana loca y enamorada de Rusia, me tenía envidia, se debía a que yo era considerado como su  favorito. En realidad ese idiota me importa poco, pero no me gusta ser el segundón. Resulta que China también es su favorito, la  única diferencia es que en todos estos siglos no ha podido traerlo a la fuerza a su casa, tampoco ha podido vencerlo, cosa en la que me iguala. Debería sentir alivio de que por ello, Rusia no me molesta todo el tiempo, de hecho desde aquella vez no me ha vuelto a molestar, pero aun así, algo no me agrada, de hecho, creo que me molesta…”

Una vez que escribió esto, se dio cuenta de que había caído en su propia trampa, ¿de qué estaba molesto? ¿No lo hacía feliz que un hombre así no lo acosara? ¿Cuál era… el problema entonces?

Tratando de despejar su mente salió a caminar, ya no estaba nevando, así que no se molestó en ponerse todas las prendas para el frío. Avanzó hasta el bosque cercano, se recargó en un árbol y suspiró, en ese instante un intenso escalofrío recorrió todo su cuerpo lo que obligó a que el chico cruzara los brazos buscando darse calor.

- Eso que sentiste, ¿será frío, acaso? – dijo una alegre voz a su lado.

- ¿Quéeeee? – fue la primera reacción de Prusia, Rusia estaba justo a su lado, la persona que precisamente ahora no deseaba ver. – ¡claro que no! ¡Es ridículo!

- Pero estás temblando. Y además saliste sin guantes, eso es imprudente ¿sabes? – contestó mientras se ponía de frente a él, se quitaba uno de sus guantes y tomaba con suavidad su mano - ¿ves? Está helada.

- Pero n-no tengo fr-río… - trató de defenderse, sin éxito… estaba empezando a tiritar.

Rusia lo miró con ternura y sonrió, luego tomó el guante que se había quitado y se lo puso a Prusia en su mano helada, luego tomó su otra mano con su mano desnuda para darle calor directo.

- Así sentirás menos…

- E-e-eres un i-i-diota

- ¿Aún no funciona? – se quitó el otro guante y también se lo puso, además liberó un tramo de su larga bufanda y se la acomodó alrededor del cuello- ¿ya?

- T-t-te dije… q-q-que no tengo... f-f-frí…

No lo dejó terminar, lo abrazó con mucho afecto, lo hizo con tanta fuerza que hubiera sido imposible soltarse, sin embargo luego de la sorpresa, Prusia hizo el intento de quitárselo de encima, porque le molestaba ¿cierto? Pero antes de que pudiera hacer o decir algo, Rusia se le adelantó:

- Mentiroso… llevas todo este tiempo pasando frío y sufriendo – al decir esto dio un paso más para afianzar su abrazo, ahora estaban realmente cerca, sintiendo los latidos del otro - ¿por qué no eres sincero conmigo?

- ¡No tengo frío, y además! ¿Qué, acaso soy tan importante para ti? – no supo de donde había salido esa pregunta inquisidora, se arrepintió una vez que la hizo, pero tampoco buscó como salirse del tema, algún día tenía que pasar…

- Claro que sí, no tienes idea… te quiero sólo para mi…

- ¡Por supuesto! A mí y a muchos otros…

- ¿De qué hablas?

- Crees que no sé, ¿que también estás tras China? – no entendía porque estaba  genuinamente molesto, ni siquiera, entendía porque salían todos esos reclamos, en esos instantes, su mente y su corazón eran un lío…

- Eres injusto… ¿crees que no sé qué también tienes a tus favoritos? Extrañas a tus amigos y a tu hermano… ¿crees que no siento envidia de ellos?- no se había separado un milímetro de él, por lo que prácticamente le hablaba al oído -  Además, todo mundo me teme o me odia, no está mal que intente estar con las pocas personas que realmente quiero…

Una enorme vergüenza invadió a Prusia, la absoluta verdad lo había golpeado y no tuvo más con qué defenderse, inmediatamente, el calor subió hasta su cara, posándose en sus mejillas. Rusia notó la turbación de su invitado y se separó de él un poco para verle la cara, toda roja; por ello la tomó con sus manos y comentó:

- Ciertamente, eres muy lindo… ¿ya ves que si reaccionas ante un hombre?

- Imbécil… no me molest… - antes de que pudiera terminar la frase, había sido interrumpido de nueva cuenta, lo calló con un beso.

Al principio, sólo fue el roce de sus labios, Prusia se había quedado pasmado ante tal sentir, jamás experimentado, por lo que no había podido reaccionar de modo alguno, más que sintiendo un intenso fuego en su cara, bueno al menos el frío se había esfumado... Rusia se detuvo un instante para mirarlo sin soltarlo.

- Acaso ¿tienes frío?

- Sí…

Y volvió a acercarse, esta vez más apasionadamente, lo besó lentamente, con suaves movimientos, probando su dulce esencia, recorriendo, conociendo, mordiendo, robando suspiros y regalando los propios. Sus manos viajaban de su espalda a su cabello con tanta delicadeza que decían lo que las palabras no podían. Luego de dejarse llevar por ese sentimiento, se separaron al fin y se miraron a los ojos, ninguno era sincero ciertamente, pero había algo que no podía ocultarse, ese inexplicable deseo mutuo.

Con la bufanda uniéndolos, caminaron de vuelta a la casa. Una vez ahí las múltiples ocupaciones y responsabilidades de Rusia cortaron toda comunicación, se notó la cara de hastío del chico de ojos violeta, pero no hubo remedio. Le dejó su bufanda y guantes a Prusia y se marchó a atender sus actividades pendientes, dejándolo ahí. 

Una vez solo, sin decir palabra alguna se dirigió a su cuarto, y justo al entrar… se dio cuenta, o al menos fue consciente de lo que acababa de ocurrir, se sentó en su cama con aire pensativo para luego tomar la bufanda y los guantes y lanzarlos con furia hacia un rincón.

- ¡¿Qué se cree ese idiota?!  ¡¿Qué es lo que le pasa?! ¡Imbécil! ¡lo odio! – gritó y clamó, mientras seguía sintiendo el rubor de sus mejillas - ¡maldición! Cómo quisiera una buena cerveza… aaaachú!

Un resfriado; la gran bélica y linda nación había contraído uno, luego de pasar mucho tiempo en la nieve, quién sabe qué haciendo… 

Para alguien poco acostumbrado al intenso frío sin duda era inevitable no enfermarse. Rusia no había podido ir a visitarlo aún, aunque lamentaba no poder estar con él y poderle contar borreguitos al menos.  No quería dejar pasar tanto tiempo, ya que sabía que la siguiente vez que lo viera, ya no sería tan dócil. 

“Querido Diario: hoy he sido súper genial, pero me he enfermado… he salido a caminar a la nieve sin mucho abrigo y Rusia me interceptó… luego fue muy amable y me dio calor, porque estaba helando y el muy idiota, quién sabe qué cosas pasan por su mente que intentó darme calor, cuando no lo necesitaba… si yo ni frío paso…quiero cerveza y patatas…”

Luego de un par de días, donde Prusia la pasó tan mal con estornudos, fluido nasal y fiebre, al parecer estaba recuperándose gracias a los cuidados de Lituania, fue hasta ese momento en que pudo ser visitado.

- ¡Hola! – dijo con alegría mientras entraba a la habitación - ¿cómo sigues?

- Grrrrrr – fue toda respuesta, ya que esta misma escena le recordaba a una de años atrás, donde él estaba en cama y Rusia parado a un lado, lo cual le producía una enorme molestia.

- Vamos, no te enojes, te dije que no usar guantes era imprudente… y dime… ¿tienes frío?

- Claro que no…

- Estás temblando…

- Seguro son secuelas de la fiebre… una persona tan genial y tan atlética como yo, no podría enfermarse así como así… seguramente fui contagiado.

- ¡No seas ridículo, Prusia! ¡El resfriado no es contagioso! ¡Te enfriaste!

- O me enfriaron…

- ¿A qué te refieres?

- ¡A ti! ¡Es tu culpa que me resfriara! ¡Eres más frío que la nieve!

Por primera vez en mucho tiempo, Prusia pudo ver como el joven de la eterna nación invernal, se quedaba sin respuesta inmediata, borraba su sonrisa y bajaba su rostro, le recordó sin duda a aquel niño que acababa de perder una guerra y se quedaba en el campo de batalla, llorando amargamente, durante aquellos años de interminables batallas…

- El hecho de que viva en un lugar tan frío no quiere decir que me guste… - dijo con desdén – no disfruto para nada el invierno, y no tengo un corazón de hielo…

- Bueno, yo…

- Sin embargo… - continuó recobrando su sonrisa habitual – para que hables con provecho, y en vista de que soy más frío que la nieve… voy a disfrutar mucho… enfriándote…

- ¿Quéeeeee? No, no, quédate triste ¡no te me acerques!

Demasiado tarde, el chico ya se había abalanzado sobre su cama, sin darle oportunidad alguna de resistirse, y antes de que pudiera hacer algo Rusia ya estaba sobre él, cerca… demasiado cerca…

- Ahora verás lo que es enfriar al estilo ruso – y diciendo esto le arrebató un beso de nueva cuenta, con el mismo ritmo… lento…pero ya no tan suave… ahora era más rudo, más travieso, más invasivo…

- Rusia, espera… no…

Prusia, seguía débil por su reciente enfermedad, por lo que no pudo hacer demasiado al respecto, además…pese a todas sus negativas y a sus comentarios recién hechos,  todo lo que estaba experimentando en aquel instante podría ser de todo menos frío.

Rusia se separó de él un poco para ver su cara de nuevo, Prusia esquivaba la mirada, avergonzado y ruborizado, el chico alto sonrió ante esta reacción y comenzó a besar su rostro con dulzura, de un lado a otro, luego bajó por su cuello, esto causó un sobresalto en el joven de ojos rojos.

- Mmmm, vaya, ¿será que ya tienes frío?

- Este… si… creo que un poco… debe ser eso… brrrrr ¿Ya ves que si eres tan frío como la nieve?

- Ya lo creo – y así, sin más comenzó a bajar su mano lentamente, como buscando algo, al parecer lo encontró ya que se detuvo en su entrepierna.

- Oye, ¡idiota! ¿Qué crees que haces?

- Te enfrío, desde luego. Creo que el calor se ha concentrado… aquí – lo decía mientras movía su mano sobre esa zona. – ya te diste cuenta ¿verdad?

- Mal-di-to – contestó entrecortadamente mientras se retorcía de… ¿de qué? Extraña, espantosa y cálida sensación.

- Congélate mi querido Prusia, congélate hasta que ya no puedas más… - con esto se decidió a hacer su labor de “enfriamiento” directamente, y metiendo su mano dentro de sus ropas hizo lo propio.

- No… ¡espe- espera! ¡Ya basta! – Su cara estaba más que ruborizada, mordía sus labios para contenerse, sentía algo parecido a una explosión ante ese tacto. Curiosamente, tal y como él mismo había hecho en la guerra, ahora alguien estaba invadiendo sus áreas vitales. – ya no… sigas…

- Ya verás… - no detenía su labor, más bien insistía con rudeza  - sentirás el hielo

Luego de un rato más, el chico había perdido ya sus pantalones y ropa interior y esta vez sintió realmente el hielo, muy dentro de su ser.

- No… ya… es… doloroso… ya no más… creo que voy a, voy a… QUIERO UNA CERVEZAAAAAAAAAAAAAAAAAA…

“Querido Diario: Hoy he sido sumamente genial, me estoy recuperando con éxito de mi resfriado. Durante mi enfermedad, el idiota de Rusia vino a verme… varias veces… y fue muy amable molesto. ¡En verdad lo odio! No sé qué le pasa por la cabeza cuando viene a verme, me quita mis sábanas, trata de despojarme de mi ropa y…es la persona más odiosa que he conocido… aunque gracias a él… ya no me siento tan solo… extrañando a mis amigos y a West… ¡lo odio por ser la persona más cruel que conozco, pero a la vez quien me hace sentir más a gusto! A estas alturas, definitivamente mataría por una cerveza…”

Estaba sentado en el escritorio de su habitación entre escribiendo y tachando en su diario cuando oyó un gran alboroto en toda la casa, se levantó, se dirigió a la puerta y la abrió un poco para poder escuchar. Lituania estaba en la parte de debajo de la casa y hablaba con Rusia.

- ¡Señor! ¡Hay un gran alboroto afuera!

- ¿Qué dices?

- Si señor al parecer el muro… va a caer, esta noche…

Un silencio total invadió el espacio. Prusia volvió a cerrar la puerta con sumo cuidado, dio unos pasos hacia atrás y se quedó pensativo “ya no habrá más divisiones” le pasó por la mente. Eso quería decir que…

- ¡Prusia! – Era Rusia abriendo la puerta de súbito, y viendo al chico ahí parado en medio de la habitación, se dio cuenta de que, tal y como sospechaba ya había escuchado la noticia. En ese instante su semblante se tornó triste - ¿Te irás?

- ¡Pero claro que me iré! – fue su respuesta y mientras lo decía lo miró a los ojos con mucha determinación - …mañana mismo me voy…

- ¿Ah sí? – dicho esto, entró de lleno al cuarto y cerró la puerta tras de sí.

El día 9 de noviembre comenzó la caída del muro de Berlín, para el día 10, Prusia estaba frente a lo que había sido la división entre él y su libertad; a sus espaldas estaba Rusia, serio.

- Bueno, fue genial que me tuvieras a tu lado, porque soy increíble, pero es tiempo de irme con los míos. – dijo con una sonrisa.

- Está bien – fue toda respuesta – espero… ¿verte pronto?

- Jejejejeje ¡eso no va a pasar! ¡Adiós! – acabó de hablar y le dio la espalda con satisfacción, pero antes de dar un solo paso, Rusia ya lo había detenido con sus fuertes brazos que lo rodeaban. Ambos se quedaron en silencio por un rato.

- ¿Algún día serás sincero?  

- ¿Sobre qué?

- Tienes frío ¿Verdad?

- No

- Estás temblando

- Es de la emoción…

- Ya veo… sigues sin ser sincero, aunque no me vuelvas a ver… ¿prometes contestarme con honestidad algún día?

- Tal vez…

- Está bien – y lo soltó para que pudiera irse al fin. Una vez hecho esto, Prusia corrió unos pasos y estaba dispuesto a voltearse y gritarle ¡JAMAS! Pero resulta que al mirar atrás de repente, su mente le jugó mal y vio a ese niño llorando y lamentándose… de pura soledad,  por lo que las palabras salieron sin pensar:

- Algún día te contestaré con la verdad… Lo prometo

- ¡Adiós, Prusia! – Dijo agitando la mano con alegría, su actitud había vuelto a ser la de siempre en cuanto oyó esas palabras.

- ¡Adiós, Rusia!

Atravesó las ruinas que quedaban del muro, y no volvieron a verse. 

Unos cuantos años después la Unión Soviética se disolvió y todos los que vivían con Rusia, también se fueron, sin embargo no siempre estaba solo, hacía acuerdos para trabajar con otros países, recibía frecuentes visitas por parte de sus hermanas o se dedicaba a acosar a China, después de todo, eran vecinos. 

Algunas veces lograba que China lo invitara a tomar el té; otras, permitía que Rusia lo acompañara por sus territorios, algunos eran bastante cálidos y agradaban mucho al joven; lo hacían sentir tan a gusto, que miraba al cielo y pensaba “aquí no tengo frío”. A veces durante esos tranquilos momentos recordaba los años que había pasado con un chico increíble y genial. Nunca olvidó la promesa, pero nunca quiso insistir, así que sin perder el ánimo, sólo esperaba.

 

* Actualidad

“Querido Diario: hoy fui de verdad genial. Pasé un grato día en el jardín de la casa, disfrutando del frío… el cual nunca sentí… entonces recordé aquella tonta promesa que hice hace mucho…a ese idiota… En estos momentos ya debe haber recibido mi respuesta. Semejante imbécil… En fin, hoy le hablé a una chica en la calle, era muy guapa… también comí wurst y un poco de pasta. Me serví de mi reserva especial de cerveza, la del sótano. En cuanto llegue West, creo que le diré que vayamos por una copa… vaya, ya ha llegado, supongo que debo irme preparando, mi cuadrado hermano va a decir al principio que no… pero por una buena cerveza, hará lo que sea jejejeje. Bueno me voy, a seguir siendo genial…”

- ¿West?

- ¿Sí?

- ¡Vamos a beber!

- No

- ¡Vamos!

- No

- ¡Vamos, hermano!

- De ninguna manera, estoy cansado…

- Y qué ¿No tienes sed?

- Bueno, si un poco…

- ¡Está dicho! ¡Vámonos!

- Es- espera no me jales…

- Toma tu chamarra

- ¿Y tú qué?

- Yo no necesito una…

Y así, ambos hermanos salieron de juerga esa noche…fría.

En casa de Rusia, este se encontraba revisando su correspondencia, había tomado una de sus cartas.

- ¡Oh, qué bien! China me ha contestado lo que le he preguntado hace poco… - Cortó el sobre y al abrir la hoja sólo había una palabra en medio: ¡NO! – Que mal, que mal, hubiera sido genial, de todos modos volveré a insistirle… ¿mmm?

Acababa de notar una carta sin remitente, la abrió y al leer su contenido no pudo evitarlo… simplemente su corazón sintió una intensa punzada y dos lágrimas corrieron por sus mejillas; en ese instante tocaron a su puerta.

- ¿Señor?

- ¿Sí?

- Lo busca su jefe…

- Bien, dile que ya voy…

- Enseguida 

Escuchó los pasos que se alejaban y se levantó con molestia…

- Qué… oportuno… va a pagar por esto… kol kol kol kol – sin embargo en seguida recobró su sonrisa habitual.

Salió de su estudio, cerró la puerta y se alejó también. Encima de todos sus papeles de trabajo había dejado la carta abierta… cuando regresara seguramente la guardaría como un tesoro:

 

 

Siempre tuve frío en tu casa… idiota

Bueno… a veces no

Creo que debería agradecerte, porque

Jamás lo volví a sentir…

        P.

 

 

 

 

FIN

 

 

Notas finales:

Mi primer fic yaoista! Yo no soy tan fan de esta pareja, aunque me paresco mucho a Prusia y adoro a Rusia, prefiero los Rusia x China (por eso la mención ejem), pero fue también a petición de mi mejor amiga, a la cual le agradezco por su apoyo y por sus ánimos para que siga escribiendo.

Te quiero!! Este fic es todo tuyo!!!! Un abrazo!!!

 

Los comentarios retroalimentan, las peticiones aumentan el repertorio.

Gracias!


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