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Wolfram yo y mi otro yo por Wolfram Von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Ya se que muchos estaban artos de esperar, cierto, no soy un escritor constante, a mi defensa dire, que....

bueno, aun me confunden con una chica, que horror, que tengo dos....

mejor dejemos ahi.

—¿Y tú? —Yuuri, no podía creerse del todo esa situación. En especial aquella muestra tan desinteresada de altruismo.
 
—Yo. No creo que lo que me pase a mí, o a Shin Makoku sea de tu incumbencia. Despues de todo miles de veces pensabas que este no era tu lugar, que habías sido arrastrado por la situación, y por sobre todo, que no eras feliz. — Dio media vuelta para mirar de frente a su otra mitad. —Bien pues, te repito, al fin tendremos lo que queremos. —La sonrisa socarrona que el Maou le dedico no le auguraba nada bueno. —Aunque tendrás que esperar unos días.
 
—Ahmmm  —Fue  la respuesta inteligente de su contraparte.
 
—Gracias al experimento de Anissina, mucho de nuestro… perdón, de mi poder fue consumido, así que, por ahora no puedo devolverte a tu mundo, pero como te dije, espera unos días.
 
—Su majestad.
 
—Sí. —Contestaron al unisonó ambos pelinegros.
 
Gwenldal Von Voltaire, general, uno de los diez nobles de Shin Makoku se quedo estático, ambos jóvenes lo observaban, en espera de ver, a quien se dirigiría, los papeles en sus manos requerían revisión y pronta aprobación por parte del rey, pero…
 
—General Voltarie, puede hablar. — El Maou le tendio la mano con gracia, invitándolo a sentarse frente al escritorio, mientras él tomaba su lugar en el gran sofá del otro lado. Al regente le tomo unos segundos darse cuenta de que no había motivo por el cual confundirse. Con firmeza camino los pocos pasos que lo separaban del mueble.
 
—En la frontera este, dos carrozas piden permiso de paso, provienen de Dai Shimarron. Se han cateado, no contine…
 
La explicación de Gwenldal como siempre era detallada, sin llegar a lo exagerado, el Maou, asentía de vez en cuando y hacia preguntas. Yuuri, solo se mantenía de pie, observando la escena, era como estar viendo su propia vida fuera de su cuerpo.
 
—Bien entonces concédanles el permiso, con la advertencia, de que cualquier movimiento o trato extraño para con los mazokus  será excusa suficiente para expulsarlos. —el regente hizo una reverencia antes de salir. Y el Maou volvió a sus obligaciones.
 
—¿Eso es todo, ya no soy necesario? —susurro Yuuri, Gwenldal ni siquiera le dedico una mirada y el otro pelinegro parecía estarlo ignorando.
 
—¡Maldito enclenque! —Wolfram, entro cual vendaval en la estancia. —¡Cuando te dije que escogieras otro piyama si no te gustaba el mío, no me refería a esto! —Exclamo molesto, mostrando una tela por demás reveladora y que al estar enroscada en bola no deja ver el diseño, muy seguramente sugerente. —¡No voy a ponerme esto para dormir! —sus mejillas rojas competirían con un carbón al rojo vivo.
 
—¡Oh! Wolf. — Con lentitud casi desesperante se levanto del asiento.
 
—Majes… Majestad, no sabia que era usted, perdone mi…  —y la disculpa se termino ahí. El Maou sujeto suavemente la cintura del rubio, atrayéndolo hacia si.
 
—No crees que ya estuvo bien de contenerte, además ese piyama esta mas acorde a tu belleza. — Sin vergüenza coloco un casto bezo en la mejilla blanca. —Muero por ver te con el puesto.
 
—Basta. —Yuuri, corrió hacia los dos chicos, separándolos de forma brusca. —Pervertido. — Le grito a su otra mitad. —Wolfram no es tan descardo como para ponerse eso. —señalo con total desaprobación la prenda que el rubio aun mantenía en las manos. — Además, me estas dejando en mal, yo nunca…
 
—Ahí esta la clave de todo. —Wolfram y Yuuri se quedaron sin saber de que hablaba el Maou. —Tu nunca, tu nunca arias tal o cual cosa, pero yo no soy tu, entiéndelo, ahora estamos separados, ahora soy libre, ahora yo puedo hacer lo que se me da la regalada gana, y ahora yo soy el prometido de Wolfram, tu te puedes marchar, tu serás feliz en tu mundo y yo…
 
—Idiotas. —susurro Wolfram, después se marcho, dejando a los dos pelinegros discutiendo. ¿Quiénes se creían para decidir con quien debía quedarse? Sin duda eran unos ineptos. Pero si creian que el gran Wolfram Von Bielefeld solo se dejaria doblegar por la situación, estaban muy equivocados. —Nadie pasa por sobre mi, nisiquiera un tonto enclenque divido en dos.
 
 
Continuara…
 


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