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Saga de los Piratas por Sel_chan

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Notas del fanfic:

Hetalia y sus personajes no me pertenecen, tampoco publico este fanfic con fines de lucro.

 

Notas del capitulo:

Los vecinos al fin se conocen, pero no tan amablemente, pero así son las cosas, lo que mal empieza, podría terminar no tan mal...

 

Capítulo 1

Era una noche terriblemente obscura, sus pasos se escuchaban como en un eco interminable ¿Y la luna? No había… ¿Qué pasa? Un trueno… va a llover seguramente. Pero no era lluvia, si no el rugido de un cañón ¿A dónde ha ido? No se ve. Sigue caminando… al final del camino… el mar. En el mar hay un barco con velas grises, en la punta del mástil, cuelga una bandera negra con una calavera. Hay un solo tripulante, y un par de cosas que se distinguen claramente: unos ojos verdes y una gran sonrisa malévola. Ha venido a dejar su mensaje: “tú sigues”.

-        ¡Yo sigo! ¿Para qué? ¡Auxilioooooooooooo! – fue la abrupta forma en que un amable joven de cabello castaño despertó. La verdad, quedó muy perturbado, ya que no entendía como del lindo sueño con los churros, pudiera venir este tipo de ensoñaciones. Sin embargo, pudo darse cuenta de que estaba soñando, ya que…

-        ¡Cállate! ¡Konno yarou! España idiota, déjame dormir…

El joven se incorporó hasta sentarse, repasó cuidadosamente la habitación con la mirada, justo en la puerta, mirándolo con odio, estaba su protegido, Romano. Lo más seguro es que se haya preocupado al escuchar los gritos, pero al ver que sólo era una pesadilla de Antonio, lucía un tanto, digamos… furioso, y todo por haberse tenido que levantar en medio de la noche.

-        Ejejeje, lo siento Lovino, no era mi intención despertarte – dijo tímidamente el muchacho mientras se rascaba la cabeza con su mano izquierda, mientras con la derecha le hacía una seña para que se fuera. – vamos, vete a dormir…

-        España, idiota… pensé que era otra vez el loco de Francia – y mientras decía esto, cerraba la puerta de la habitación. Antonio, pudo todavía escuchar los pasos de Lovino rumbo a su alcoba mientras decía maldiciones y pestes contra todo mundo, especialmente contra él.

Una vez que escuchó el portazo, y quedó todo en silencio. Se detuvo a pensar en lo ocurrido, puso su cara entre sus manos y comenzó a tratar de calmarse, ya que sentía la agitación en su pecho. Recordó las palabras de Romano antes de salir: el loco de Francia…

-        Esta vez… no es un loco… y no es Francia… ¿Qué voy a hacer? No quiero… no quiero más problemas… ¡WAAAAAAAAAAA!

-        ¡Qué te calles!

Días después

-        Así que, ¿un sueño?

-        Sí, uno de esos… del tipo premonición…

-        ¿Tú crees?

-        Definitivamente

-        ¿Y de quién sospechas?

-        ¿No has oído hablar del tipo del norte?

-        Mmmmm, ¿el que se la vive conquistando países? El famoso pirata… – Al decir esto, la chica rubia que se encontraba sentada a la mesa y tomando té, se levantó y se dirigió a la ventana.

-        Sí, Bélgica, ese mismo… - Contestó España siguiéndola con la mirada con mucha preocupación, mientras daba pequeños sorbos a su taza. -  creo que ha puesto sus ojos sobre mi…

-        ¡Vaya! Supongo que otra vez tendrás que luchar para salvar a Romano – decía la chica sin dejar de mirar el paisaje de su ventana – Lo bueno es que eres fuerte, no deberías preocuparte…

-        Sí, supongo… - y diciendo esto recargo su cara en su mano – pero no creo que venga para llevarse a Romano, los tipos de su calibre son ambiciosos, lo más seguro es que venga por algo más grande.

-        ¿Te refieres a… ti? – Volteó la chica a mirarlo con sorpresa

-        Si… - contestó España casi en un suspiro – eso mismo creo.

-        ¡Huye! Ve a visitar a Nueva España, llévate a Romano y…

-        No creo que sea conveniente…

-        Pero…

-        ¡Hey! Tienes razón, soy fuerte – y diciendo esto cerró sus ojos y sonrió amablemente. – también es posible que esté exagerando… qué tal si es alguien con quien se pueda negociar… alguien tan educado y formal como yo… ¿no crees?

-        Creo… que si… supongo.

-        ¡Bien! No hay nada de qué preocuparse, me voy a trabajar – Bebió su té hasta terminar y partió al campo con aire de felicidad, dejando a Bélgica con mucha duda y preocupación.

-        ¡Suerte! – Fue lo único que pudo contestar.

Los días pasaron luego de esta charla y al no ocurrir nada extraordinario, las cosas en casa de Antonio se tornaron tranquilas otra vez… o bueno, al menos como eran antes de la pesadilla. El asunto estaba casi olvidado, sin embargo…

-        ¡Señor España!

-        Dime…

-        Un barco con velas grises, se acerca a la costa norte… no ha dado indicios de nada… pero de una cosa estoy seguro, no es un barco mercante…

-        Bien, vamos.

Cuando llegó a la costa y miró por el catalejo, se encontró con el barco de su sueño, incluso la bandera negra que se agitaba en lo alto del mástil… todo estaba ahí… tal cual… excepto el extraño tripulante. Al principio sintió náuseas, pero se tranquilizó un momento y recordó lo que le había dicho a Bélgica.

-        Vamos a dejar que se acerquen y que toquen suelo, estoy dispuesto a escuchar lo que tenga que decir.

-        Sí, señor.

El tiempo que tardó el barco en acercarse, en detenerse, en bajar el bote y en que subieran a este, algunos tripulantes, se le hizo eterno a Antonio, lo observaba todo a simple vista, en medio de una mezcla de tensión, miedo y excitación. Ya que, después de todo conocería al famoso pirata, señor de todos los mares, temido, odiado, colaborador de la reina… el rubio, ojos verdes y… ¿chaparrito?

Lo vio bajar del bote, era de estatura más baja que los demás tripulantes, se distinguía por sus vestimentas y su sombrero. Una moda casi similar a la suya, al menos para esa época. Su rostro mostraba cierta arrogancia, y sus movimientos eran elegantes, lo cual le hizo pensar que tal vez era un hombre educado. Desde lejos vio como lo conducían hasta él, justo en el mirador de su fuerte. Una vez cerca, se dio cuenta de que en verdad era parecido al tipo de su sueño, e incluso lo encontró atractivo.

-        ¡Saludos! – Dijo el joven, quitándose el sombrero y ofreciendo una reverencia, sus cabellos brillaron al sol. – tantos años de ser prácticamente vecinos, y nunca nos habíamos conocido, creo que ya era hora, ¿no crees?

-        Eh… si… claro – fue toda respuesta nerviosa que pudo dar.

-        ¡Pero vamos! No seas tímido – y diciendo esto estiró su mano derecha ofreciéndola al castaño. – mi nombre es Arthur, mejor conocido como Inglaterra, actualmente como Pirata de la Reina…

-        Ho- hola, yo soy Antonio – contestó el joven mientras se acercaba para darle la mano a Arthur, sin embargo, nunca llegó a tocarla. Justo cuando se la iba a estrechar, el rubio estiró la suya más de la cuenta, directamente a su cuello, lo alcanzó, y sujetó con fuerza la corbata de Antonio, lo jaló y acercó su cara a la suya. A esta distancia, podían mirarse directamente a los ojos, sentir la respiración del otro. De este modo también pudo apreciar la sonrisa de su sueño… aquella sonrisa malévola.

-        Escucha bien, España. No he venido precisamente a hacer amigos… tus tierras me agradan mucho… y quiero poseerlas. Últimamente con tantas luchas, me he visto necesitado de recursos y tú sabes… hay que ir por ahí y…

-        …Robarlos – dijo Antonio inmóvil, pero con una profunda rabia contra el pirata. Estaba sumamente incómodo, le dolía el cuello, y además tenía que mantenerse ligeramente agachado. No podía zafarse, ya que Arthur lo tenía sujetado con mucha fuerza, además sus ojos… ¿Cómo explicarlo? Eran intensos… paralizaban…

-        Robar es una fea palabra… más bien digamos, que me los regalas como muestra de buena fe y de nuestra amistad ¿Qué te parece?

-        ¿Y qué quedará para mí?

-        Mmmmm difícil pregunta… en realidad, no me interesa… - inmediatamente soltó a Antonio con un ligero empujón.

España, dio unos pasos hacia atrás sujetándose el cuello por la parte de atrás, para aliviar un poco el dolor, al mirar de nuevo a su nuevo “amigo” pudo apreciar ese esplendor del pirata. De verdad daba miedo ese tipo, pero no estaba dispuesto a que alguien como él lo pisoteara…

-        Búscate otro proveedor… mis puertos están cerrados para ti…

-        ¿Cómo?

-        ¡No acepto tu trato! ¡Vuelve por donde viniste, y no regreses!

-        Fuck… -Arthur agachó la cabeza, puso una mano en su cintura, la otra en la sien y luego de un momento de cavilación, se echó a reír con fuerza.

Al principio, Antonio se mostró confundido ante tal reacción, pero antes de poder hacer nada Arthur ya lo había alcanzado con el puño, directo a su cara. Hizo que perdiera el equilibrio de momento y trató de responder el daño, pero se había nublado su vista. Lo siguiente que sintió fue un golpe directo al estómago, un líquido sabor hierro y cálido corrió por su boca…

-        Aquí se hace lo que yo digo… - escuchó que le decían al oído – esperaba tu cooperación, pero debo admitir, que me gusta mucho jugar… y divertirme…

Seguido de esto pudo escuchar gritos en el puerto, lo más seguro es que hiciera una seña a sus tripulantes y ahora todos atacaban a la gente que estaba ahí.

-        Maldito… - Dijo Antonio mientras trataba de incorporarse, sintió cómo se acercaba Arthur lentamente hacia él y se preparó para recibir un tercer golpe.

-        Deja al idiota de Españaaaaaaaaaa – Escuchó de viva voz de Romano

-        Hey, ¿tú que eres? Una basura insignificante…

-        ¡Estúpido… konno yarou!

-        ¡Romano! ¡No! ¡Vete… corre! – aún no podía ver bien, sólo sombras, así que no estaba seguro del sitio donde estaban discutiendo Arthur y Lovino.

-        Esta basurita… ¿es tu protegido? Interesante… me lo voy a llevar a platicar un rato… a ver si te convencemos de que me des esos recursos que tanto necesito, ¿te parece?

-        ¡Noooo! Déjame, idiotaaaaaaaaaaaaa suéltame…. Waaaaaa ¡konno yarou! – Fueron los gritos que escuchó Antonio sin poder hacer nada por ayudar.

Pasaron algunos minutos, que para el castaño parecieron eternidades, hasta que pudo levantarse y ver claramente el panorama. En medio de su aturdimiento había escuchado unos truenos y al observar con detenimiento constató que los cañones de aquel barco habían disparado directamente a sus tierras. A lo lejos vio como Arthur estaba a punto de llevarse a Lovino. Estaba ya sobre su bote, con el niño golpeteando y pataleando sin cesar. Corrió como pudo hasta la playa, alcanzando a los piratas antes de que empezaran a remar.

-        ¡Romano! Deja a Romano, él no te ha hecho nada – dijo en tono suplicante

-        Mmmmm ¿estamos llegando a un acuerdo?

Silencio.

-        ¡Vámonos! ¡Me encantan los prisioneros! ¡Me voy a divertir mucho!

-        ¡Deja a Romano en paz! Y deja mis tierras y a mi gente… pero si tanto te gustan los prisioneros, puedes llevarme a mi…

-        ¿Qué haces, idiota? – Exclamó Romano

-        Deja en paz a todos y yo iré contigo…

-        Suelten al mocoso – fue toda respuesta de Arthur, los piratas de Inglaterra, obedientes, bajaron y aventaron a Lovino en la playa, tomaron a Antonio y lo arrastraron al bote, una vez arriba, escuchó a Arthur decir con mucha satisfacción:

-        Los grilletes…

Al voltear, Lovino vio cómo su protector llevaba puesto un grillete en el cuello y era jaloneado de un lado a otro mientras se alejaba el bote de la playa.

-        ¡España!

-        Voy a estar bien – fue la respuesta del ojiverde, mientras ponía otra vez esa sonrisa amable. – cuídate Romano…

-        ¡Españaaaaaa! ¡Idiotaaaaa!

De este modo, Antonio se vio separado de su casa y de su protegido, al menos a un precio razonable: la paz. Lo que no sabía aún era lo que podría ocurrir con él, mientras estuviera bajo el yugo de ese pirata desquiciado.

¿Qué clase de cosas vería de ahora en adelante?

-        Sabía qué harías algo estúpido como esto, no cabe duda… Francia tenía razón, eres un tipo interesante… También adoro que todo salga tal y como lo planeo…. JAJAJAJAJAJAJAJA. – Fue lo último que escucho decir a Inglaterra, el temible pirata de la Reina…

 

 

Continuará...

 

 

 

Notas finales:

Dejen sus Reviews!!!!! Estos alimentan a la creatividad. Y por consiguiente... a los capítulos...


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