Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Historia de un acosador por KisaTheJoker

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

© Square Enix All Rights Reserved

Notas del capitulo:

~Especial Día AkuRoku 2011

Historia de un acosador

·Aburrido
Todo empezó un día en el que, por raro que parezca, Demyx y yo estábamos tremendamente aburridos.

Estar aburrido es malo. Hace que la gente haga tonterías de las que después se arrepiente. Y evidentemente, nosotros nunca hemos sido la excepción que rompe la regla. Como ejemplo, podría contar esa vez en la que colgamos al profesor de ciencias de un árbol boca abajo para entender de primera mano la teoría de la gravedad… O esa otra, en la que quisimos comprobar si realmente la palabra «inflamable» significaba «flamable»… Bueno, el punto es que de una forma u otra, cuando nos aburríamos siempre alguien terminaba arrepentido, ya fuésemos nosotros o ya fuese otra persona.

Pero no ese día.
Ese día empezó siendo uno de los peores de mi vida. Un fin de semana. No teníamos nada que hacer. ¡Estábamos aburridos! Y para colmo, empapados. Vale que Demyx sea pro-agua, ¡pero yo no! Yo ODIO el agua, y más aún cuando ésta cae del cielo sin motivo alguno. Bueno, pues con eso, para descargar un poco nuestro estrés y hacer desaparecer ese aburrimiento infernal que nos carcomía el alma, decidimos perdernos por la ciudad en mitad de la tormenta e ir a molestar a nuestro buen amigo Marluxia en sus horas de trabajo.
Nos dirigimos a la cafetería donde el pobre se pasaba metido el día entero. Su jefe lo explota, pero eso no hace más que alimentar nuestras burlas.
Ya teníamos pensado qué broma gastarle esta vez. Demyx había comprado en una de esas tiendas de todo-a-cien un dedo amputado de mentira, y evidentemente, teníamos la intención de utilizarlo.

Nada más llegar al lugar, nos alegramos de sobremanera al comprobar cómo el local no estaba precisamente vacío. Si había algo que realmente nos gustaba, eso era el público. Tener público es como tener a alguien que te aplaude las payasadas. Te sube el ego, además de ser un importante factor para terminar de ridiculizar a la víctima. En este caso, Marluxia.

Se suponía.
¿Cómo íbamos a saber nosotros que habían decidido ampliar el personal?

Nos sentamos en una de las mesas del centro. Allí, donde nos pudiesen ver bien todos. Lo primero que hice fue buscar al rarito de mi amigo con la mirada. Demyx hizo lo mismo, y al no encontrarlo, fue él quien preguntó.

—¿Dónde está?

Mi respuesta fue más que evidente…
—¿Y a mí qué me cuentas? —Y seguí buscando. Gastarle bromas de mal gusto al resto de dependientes tampoco era tan malo. No era lo mismo que Marluxia, pero estaba bien al fin y al cabo.
Y entonces lo vi. No, a Marluxia no. Junto a la barra. Recuerdo perfectamente ese momento. Era uno de los nuevos camareros, uno rubio. Y sí, sabía que era nuevo. Uno no puede pasarse absolutamente todos los días en un lugar haciendo el idiota sin terminar por memorizarse la cara del personal. Y te digo yo que si hubiese visto esa cara antes, me acordaría.
Además… ¡Ese trasero era la cosa más sexy que había visto nunca!

Demyx dijo algo, pero no me molesté en escucharlo. Estaba demasiado embobado mirando… hacia ese otro sitio.
Y de pronto, ese sitio al que miraba quedó eclipsado por un delantal con el nombre del local. El delantal llevaba puesto a alguien, y ese alguien era Larxene, la única persona de la cafetería a la que nunca nos hemos atrevido a gastar ninguna broma.

—¿Otra vez aquí? A ver, ¿qué vais a pedir? —Nos soltó, de mala gana.
Yo fruncí el ceño. Intenté asomarme tras ella. Cuando quise darme cuenta, el rubio ya no estaba.

—No es nada personal, Larxene, pero… ¿por qué no dejas que nos atienda otra persona? —Pedí cordialmente.

—¿Otra persona? —Entrecerró los ojos—. ¿Y qué tengo de malo yo, si puede saberse? —En ese momento, habría jurado poder haber visto un malvado destello en sus ojos, como si estuviese pensando en clavarme algún tipo de objeto afilado en mitad de la cara…

—Venga, no me hagas pedir la hoja de reclamaciones. Yo quiero que me atienda el chico del culo sexy. —repliqué, buscando por todas partes al rubio en cuestión. ¡Había desaparecido!

Ella frunció el ceño. Si antes dudé en si realmente quería matarme o no, ahora definitivamente no había duda de ello.
—El cliente siempre tiene la razón. —le hice el favor de recordar el lema de absolutamente todos los locales de Twilight Town. Ella me gruñó.

—¿Hablas del nuevo?

—Probablemente. Nunca antes lo había visto por aquí. ¿Cómo se llama?

—¡Pregúntale tú mismo! ¡Y si no quieres que te atienda, levanta el culo y ve a pedir tú mismo! —Volvió la cabeza bruscamente hacia Demyx. Manteniendo el mismo nivel de maldad, también lo amenazó a él. Tras un par de insultos más que definitivamente atentaban en contra del lema del local, dio media vuelta y se dirigió a atender otra mesa.
Cuando se fue, Demyx se volvió hacia mí con una ceja alzada. Se veía algo pálido. Le temblaba la voz.
—¿A qué ha venido eso?
Lo ignoré.

—¿Por qué no vamos a la barra?
Sin esperar a recibir respuesta, me dirigí hacia allí y me senté junto a un viejo leyendo el periódico. Volví a buscar, y esta vez sí, lo encontré. Estaba de espaldas a nosotros, preparando un café.
Una vez más, mis ojos viajaron solos a ese punto bajo la espalda.

—Wow…

—¿Eh? ¿A dónde miras? —Lo ignoré. Demyx insistió—. Axel, venga, di. ¿A dónde miras? —insistió, empezando a zarandearme.

—¡No seas crío, Dem! Déjame, estoy ocupado…
Los gritos atrajeron la atención del el rubio sexy. Éste se volvió hacia mí. Al verlo más de cerca, pude apreciar muchos más detalles de él que antes me habían pasado desapercibidos. Como sus ojos. Dos preciosos ojos azules como nunca antes los había visto. Me quedé mudo.
Tras servir a otra persona, se acercó a nosotros.
—Está bien, ¿qué queréis?

—Un batido de chocolate con extra de chocolate, por favor. —pidió Demyx, haciendo gala de su pequeña obsesión por el chocolate.

El rubio lo apuntó; después, se dirigió hacia mí.
—Bien, ¿y tú?
Sonreí.
—A ti.

Él alzó la vista, confuso.
—¿Disculpa?

—Me has preguntado qué es lo que quiero, y lo que quiero ahora, es a ti —El viejo de al lado masculló algo sobre «indecencia». Lo ignoré y seguí con lo mío—. ¿Podría ser posible tenerte cuando acabes tú turno?

Se encogió de hombros. ¡Se encogió de hombros! Eso es una clara señal de afirmación.
—Veo que no quieres nada —Se volvió hacia Demyx—. Enseguida te traigo el batido. Vuelvo en un segundo.

—Vale, vale. Espera —Vale, era un chico difícil. Simplemente tendría que esforzarme más. Al oírme, se volvió de nuevo hacia mí—. Está bien, treme uno a mí también. De lo mismo.
Asintió y se fue.

Por su mirada, podría asegurar que Demyx se estaba cuestionando si le estaba intentando gastar una broma al chico o si realmente estaba intentando ligármelo. No preguntó. Se limitó a esperar en silencio la llegada de su bebida.

Al volver, el rubio le sirvió primero a él.
—Aquí tienes, batido de chocolate con extra de chocolate.

—¡Gracias!
Me miró fijamente. Al ver mi sonrisa, frunció el ceño.

—Y esto es tuyo. Otro de chocolate.

—Muchas gracias —Y antes de llegase a apartar la mano, se la tomé y la besé. Sus ojos casi salieron de sus órbitas—. Tienes unas manos preciosas… Me pregunto si tu nombre lo es tanto como lo son ellas.
Harto de tanto teatro, el viejo de al lado pagó y se fue sin decir palabra.

El rubio me hizo una mueca.
—Acabas de ahuyentar a ese cliente.

—No, solo se ha visto amedrentado por la fuerza de mi amor. Si lo he asustado, no ha sido mi culpa —Manteniendo la sonrisa, tiré de él y me incliné en la barra. Ahora lo tenía cara a cara—. ¿Entonces? ¿Me dirás tú nombre o me harás insistir en ello?

—¿Por qué no te dejas de rollos y lo lees tú mismo, eh, chico listo? —replicó, señalándose directamente la placa colgada de su camisa. No llegué a ver lo que decía. Se apartó bruscamente de mí y me dirigió una mirada cargada de odio—. Termínate el batido y lárgate. No te quiero ver más por aquí.

Eso era malo. No es una buena reacción ni de lejos. Intenté suavizar un poco la situación…
—Oh… Esas no son formas de tratar a un cliente.

Enarcó una ceja. Creo que la he cagado.
—Tú no eres un cliente. Eres un maldito indecente que se cree el centro del mundo —Bajó unas octavas el volumen de su voz—. Cuando es evidente que no lo eres. —Dicho esto, dio media vuelta y se fue a atender a una de las mesas.

Me quedé mirándolo. Pasaron los minutos, y finalmente caí en la cuenta.
—¡Mierda! Sigo sin saber su nombre… Maldición.

Demyx sorbió los restos de chocolate del vaso, dejándose la cara pringosa.
—Se llama Roxas.

—¿Cómo…?

—La placa. —Asentí y saqué mi billetera. Como recompensa, hoy pagaría yo.

—Como recompensa, hoy pagarás tú, ¿no?

—Desde luego —Tras dejar un billete junto a ambos vasos, busqué al rubio con la mirada. Al verlo, lo llamé—. ¡Ey, Roxas! —Se volvió hacia mí. Le guiñé un ojo—. ¡Nos vemos mañana!
La cara de puro terror que puso tras mi declaración fue muy graciosa.
Con un segundo guiño, sonreí y me marché sin mirar atrás. Definitivamente, esto iba a ser muuuuy divertido.

 


·Bastardo
Así fue como Roxas se dirigió a mí a partir de mi segunda visita. Bas-tar-do. Pese a repetirle en contadas ocasiones mi nombre, el insistía en llamarme así. A cambio, yo decidí continuar llamándolo como yo quería. Y él lo odiaba, pero eso no importa.

Durante los días que siguieron al «incidente»,–o así quiso llamarlo él–, me dediqué a visitar más que nunca la cafetería. No se puede decir que a Marluxia le entusiasmase la idea, pero tras comprobar cómo pasaba de él olímpicamente, dejó a un lado sus preocupaciones y consiguió centrarse como Dios manda en su trabajo. Creo que lo nombraron empleado del mes. Sinceramente, me da igual.
Porque no era a él a quien iba a ver. Si no a Roxas. No, no a Roxas. A Roxy.

—¡Hola, Roxy!

—¿Tú de nuevo, bastardo?

Después, me pedía un batido junto a la barra y me dedicaba a intentar darle conversación. Digo intentar, porque hasta ahora todavía no lo he logrado. Pero yo no me rindo. De verdad que no.

—¿Por qué no me llamas por mi nombre? Me muero por oírlo salir de tus labios, Roxy… Venga, hazme el favor… Vamos…

Él hizo oídos sordos a mi petición.
—¿Vas a pedir algo?

Me apoyé sobre la barra y me incliné hacia él.
—Sólo si tú quieres.
Y se fue.
No sin antes, claro, murmurar un…
—Bastardo.

No veas lo que me quiere.


·Casa
Hoy he decidido seguirlo hasta su casa. No diré que no me gusta verlo desde el trabajo, pero he estado pensando, y he llegado a la conclusión de que me sería mucho más fácil conocerlo si sé dónde vive. Y dónde estudia… Y dónde pasa el tiempo los ratos libres… Y dónde… bueno, se sobreentiende, ¿no?

El plan, básicamente, consiste en ir a visitarlo al trabajo, esperar a que termine su turno, y seguirlo. Parece simple. Y realmente lo es. Aparentemente.
Bien, pues como de costumbre empecé el día yendo a clase, pero como eso nada tiene que ver con mi plan súper genial, pasaré a explicar directamente los acontecimientos sucedidos por la tarde.
Volveré a empezar…
Bien, pues como de costumbre empecé la tarde yendo a la cafetería. Roxas acababa de empezar su turno, y en ese momento se dedicaba a atender a absolutamente todos los clientes él solo. A un lado, en la barra, Larxene se pintaba las uñas.
Evidentemente, esta injusticia me sacó de mis casillas. Roxas se estaba matando a trabajar mientras ella se dedicaba a hacer el vago. Y claro, él era demasiado amable y bueno como para acusarla o amenazarla con contárselo al jefe.
Pero yo no. Definitivamente, no.

—No hago el vago. Solo me pinto las uñas. —Y esa fue su simple respuesta. Ni siquiera se molestó en mirarme. Continuó con su importantísima tarea de tuneo.

—Hacer cualquier cosa que no sea trabajar es hacer el vago, Larxene —repliqué, frunciendo el ceño—. Por tu culpa Roxas está haciendo todo él solo. Como mínimo, levántate a tomar los pedidos.

Se volvió hacia mí con claro signo de irritación.
—¿Por qué no te vas a…?

—Me pregunto qué pasará si tu jefe recibe de nuevo otra queja sobre ti… ¿Quizás te bajará el sueldo? ¿Te obligará a hacer el doble de turnos? ¿O simplemente se limitará a echarte a la calle? —Con una mueca de disgusto, se levantó golpeando la barra y se fue en busca de algo para apuntar. Oh, sí. Me encanta ganar.

De pronto, alguien plantó un batido de chocolate delante de mí. Al volver el rostro, me encontré con Roxas, mirándome con lo que creo que fue una expresión agradecida. Tras murmurar un «gracias», me sonrió y se fue.

No, así no…
Tras murmurar un «gracias», ME SONRIÓ y se fue.
¡Me sonrió! Por primera vez desde que lo conozco, ¡me sonrió! Creo que… ya puedo morir feliz…

Pasó el tiempo. Cuatro horas, exactamente. Al fin era la hora de cerrar, y pese a las insistencias de Roxas por obligarme a marchar, me quedé a esperarlo hasta el final.
Por lo visto, la propuesta de acompañarlo hasta casa no lo tomó muy desprevenido…

—No me hagas repetírtelo. He dicho que no y es que no.

—Por favor, por favor, por favoooor… Vamos, Roxy. Sabes que nunca te pido nada. Además, solo es acompañarte. Es tarde, y no quiero que te pase nada… ¡por favor!

Suspiró cansado.
—Para que lo sepas, sé cuidarme perfectamente solo. ¿Y a qué viene eso de que «nunca me pides nada»? ¡Te pasas todo el tiempo pidiéndome tonterías!

Tendría que haber replicado por eso de «tonterías», pero estaba demasiado ocupado pensando alguna otra buena razón para poder ir con él.
—Pero está oscureciendo, y podrían… ¡podrían atropellarte! No podré dormir tranquilo esta noche si no voy contigo, Roxy. —Rodó los ojos. Realmente parecía sopesar mi petición—. Venga, me debes una, ¿recuerdas? Larxene…

Bufó.
—Si te dejo venir, ¿dejarás de llamarme así?
Sonreí.
—¿Así cómo? —Él me miró ceñudo y se cruzó de brazos. Estaba claro que no pensaba decirlo—. Está bien, está bien… ¿Vamos?

—Vamos…
No falta decir que, días después, Roxas se arrepintió de sobremanera por su desición
A partir de ese día, mis turnos de acoso se triplicaron. Gracias a mi vigilancia casi constante, logré saber también el lugar donde estudia, donde pasa los ratos libres y el tipo de gente con la que se junta.
Y fue gracias a eso que pude conocer al Roxas fuera del trabajo.

¿Lo malo?
No pude volver a llamarlo Roxy nunca más.


·Desastroso
Roxas me odia. De eso no cabe duda, pero supongo que no puedo culparle, ¿no? Hasta ahora, creo que no he hecho nada por caerle bien. El otro día intenté convencerlo para que me dejase acompañarlo hasta su casa, pero deseché la idea al ver su mirada amenazante de «tú sígueme y te corto los huevos». ¡Era una buena acción! Solo quería ir con él para asegurarme de que llegaba bien. No es como si fuese a… no sé. Raptarlo, encerrarlo en mi habitación y no dejarlo salir nunca más.
Claro que no.

Esto fue seguido, al día siguiente, por un intento de amansar su ira con un gran ramo de flores.
Era alérgico.

También, tras eso último, probé a regalarle una caja de doble compartimento de bombones de chocolate. Pero hubo un problema: eran de chocolate. Cuando creí que me había perdonado por lo del primer día y se dispuso a abrir la caja, lo único que se encontró fue una nota –cuya letra me recordó sospechosamente a la de Demyx…¬– en la que alguien se excusaba por la falta de los bombones dando a entender que le dio hambre, y pidiendo perdón por no haber dejado ni uno.
Evidentemente, Roxas creyó que me estaba burlando de él. Como venganza , me estampó la caja en la cara.

No, todavía no he acabado.
Después del último incidente, probé de nuevo con algo de comida. En esta ocasión, lo intenté con una tarta de fresa y nata. Oí decir a Marluxia que a Roxas le gustaba. Dudé si creerle o no, aun así, no tenía nada que perder. Al principio pensé en hacerla yo mismo, pero fue un intento fallido del que no quiero hablar…
Tras comprar la que mejor pinta tenía, la envolví y la guardé en mi habitación. ¿Que por qué no en la nevera? Demyx se pasa el día entero en mi casa, no podía arriesgarme de nuevo.
¿Y tanto para qué? Pues para nada, porque cuando se la llevé solo quedaba una masa deforme rodeada de nata derretida y fresas arrugadas. Y Roxas… Pues Roxas se lo tomó mal, y más aún cuando el regalo fue recibido junto con la frase «¡esto es lo que siento por ti!». Si es que soy un desastre…


·Estorbo
Hoy he conocido a Naminé, y puedo estar seguro de algo: si esto hubiese sucedido en unas circunstancias diferentes, probablemente habría terminado cayéndome muy bien. Nos habríamos hecho amigos y a partir quizás amigos del alma y todo. La chica es simpática, guapa y muy alegre. Lo que sería una chica perfecta, ¿no?
¡Pues no!

Es una maldita bruja que desde el primer momento intentó quitarme algo mío. ¿Cómo reaccionar cuando, nada más cruzar el umbral de la puerta de la cafetería, te encuentras con una rubia pegada a tu rubio? Bueno, no pegada, pegada… Pero si muy cerca. Demasiado. ¡Intolerable!

Estaban hablando, ¡riendo! Por Dios, creo que voy a vomitar…
Por el bien de ambos, decidí intervenir. Y justo ahí había un sitio. Exactamente entre ellos dos.
—Buenos días, Roxas —saludé, apoyándome en la barra y metiendo la mitad de cuerpo frente a él como barrera—. ¿Qué tal te va?
Para decepción mía, su expresión radiante desapareció, dando paso a una notablemente molesta.

—Bien. ¿Quieres algo?

—Lo de siempre. —Él asintió y dio media vuelta, y yo me senté junta a la rubia. Ella me miro con curiosidad, probablemente preguntándose de qué narices conozco yo a Roxas. Pues mira, no se lo voy a decir. Hale, que se quede con las ganas.

Segundos después, obtuve mi batido de chocolate. Lo miré con falsa indignación.

—Esto no es lo de siempre.

—Claro que lo es. Siempre pides lo mismo. —replicó.

—Sí, y también te pido siempre si quieres salir conmigo —Hice una pausa, tomé un sorbo de mi bebida y volví a mirarlo—. ¿Quieres salir conmigo?
Él rodo los ojos. Abrí la boca para continuar con algún comentario ingenioso, pero la voz de la chica me interrumpió.

—Roxas, ¿por qué no nos presentas?

Suspiró resignado.
—Naminé, este es Axel. Axel, esta es Naminé.
No, no pienso darle gracias a “Naminé” por haber logrado que diga mi nombre. Con un poco de tiempo, yo habría terminado consiguiéndolo por mí mismo. Sin duda.
Ella me tendió la mano amigablemente. Por no querer quedar mal delante de Roxas, se la estreché. Eso sí, de mala gana.

—Bueno, y… —empezó—. ¿De qué os conocéis?

—Es mi novio.

—¡Claro que no! —Roxas se volvió hacia ella—. Solo es un tipo muy molesto que se dedica a acosarme sin motivo alguno.

Me molestó que lo negase de esa manera. No es como si tuviese que importarle lo que ella pensase. ¿O sí?
—Roxas, ya lo sabes. Tú eres mi motivo —Naminé se rió. ¿De qué va?—. ¿Pasa algo? —pregunté, volviéndome hacia ella de manera amenazante
De una forma u otra, ella logró captar el mal rollo en el ambiente. Sonrió amablemente y se levantó.

—Bueno, yo me voy ya. Nos vemos otro día Roxas —Se volvió hacia mí—. Adiós a ti también, Axel. Un placer haberte conocido. —Desde luego, yo no puedo decir lo mismo. Cuando al fin la chica se fue, la sonrisa de Roxas se desintegró, siendo ésta sustituida por una mueca de fastidio total.

—¿A qué ha venido eso?
Yo fruncí el ceño.
—¿A qué ha venido, qué?

—Oh, no sé. Quizás… ¿lo grosero que has sido con Naminé?

—¡Yo no…!

—No digas nada. Simplemente, cállate. —Con esto, recogió la taza vacía de la rubia y se fue a otro lado de la barra, dejándome a mí con la palabra en la boca.
Yo, Axel, maldigo a Naminé.


·Gay
Hay algo que Marluxia me dijo el otro día que me molestó de sobremanera. Y mira que estoy acostumbrado a escuchar tonterías salir de sus labios, pero esta, definitivamente, no me hizo ninguna gracia.

—Él no es gay.
Lo envié a la mierda.
¡Pues claro que lo es! No tuve dudas en ningún momento. Lo supe en cuanto lo vi. Alguien como él, no puede ser hetero.
Sin embargo, tras esa estúpida y para nada cierta frase, me vino la duda… Y decidí consultarlo con Demyx.

—Es hetero.
También lo envié a la mierda.
Pero claro, eso ya eran dos personas –personas idiotas, pero personas al fin y al cabo– que insistían en afirmar que Roxas «jugaba en otra liga». Como si eso fuese a ser posible. Alguien así es físicamente imposible que no sea gay. Y lo pienso demostrar.

Siendo el día que libraba en el trabajo, tuve que obligarme a buscarlo por toda la ciudad, mirando en cualquiera de los otros lugares que suele frecuentar. Dígase el parque de skate, la torre del reloj, el cine y esa sala extraña que comparte con sus amigos.
No lo encontré en ninguno de esos sitios.

Me pasé el resto del día vagando por la ciudad, buscando alguna señal que me diese a entender que Roxas había estado ahí. No hubo resultado. Era frustrante. Tendría que haber conseguido su número de teléfono cuando pude… Y ahora me tendría que conformar con esperar a verlo al día siguiente. ¡No era justo! ¡Yo tenía derecho a verlo en cualquier momento! Además, ¿de qué me servía a mí saber absolutamente de todos los lugares por los que pasaba si después no iba a aparecer por ellos? Insisto, no es justo.
Y justo cuando llegué al parque, vi mi salvación. Allí, sentada en uno de los bancos, se encontraba Olette, una de las amigas de Roxas, leyendo. Con un poco de suerte, lograría sonsacarle su número.
Me acerqué a ella con cautela, intentando no hacer movimientos bruscos. Al fin y al cabo, ella solo me había visto un par de veces, y dudo mucho que ya me considerase un amigo del alma.

—¿Olette? —la llamé al llegar a su altura. Ella alzó la vista de su libro y me miró fijamente. Durante unos segundos vi la confusión en sus ojos. Cuando al fin cayó, sonrió.

—Tú eres Axel, ¿no? El chico que va detrás de Roxas.

Le devolví la sonrisa. Me sentí alagado.
—El mismo. ¿Puedo sentarme?

—Claro. —aceptó y seguido apartó la bolsa y la dejó en el suelo. Me senté junto a ella—. ¿Y bien? ¿Qué querías preguntarme?

La miré sorprendido y enarqué una ceja.
—¿Cómo sabes que pensaba preguntarte nada? ¿No puedo haber venido solo por hacer compañía? —Olette bufó ante mi respuesta.

—Sí, claro. Hacer compañía a alguien a quien prácticamente no conoces. Venga, va. ¿Qué es lo que quieres saber sobre Roxas? —¿Ves? La chica ya ha conseguido caerme bien.
Estuve por preguntarle directamente por el número del rubio, pero cambié de idea. ¿Cómo saber si alguien es gay? Sin duda, preguntarle directamente a sus amigos es el camino más fácil y directo para eso.

—¿Entonces? —Ella seguía esperando, mirándome de reojo al tiempo que tambaleaba el dedo contra su libro. Quería leer, y yo le estaba estorbando.

—Vale, aquí va. —Tomé aire y pregunté—. Roxas… ¿Sabes si a Roxas le van los chicos?

Olette se quedó en silencio, sopesando bien mi pregunta. Por un terrible momento, pensé que realmente yo estaba equivocado, y que ella simplemente intentaba encontrar las palabras correctas para decírmelo. Para mi alivio, tras aproximadamente medio minuto respondió:

—Quizás —Hizo una pausa y continuó—. Nunca ha tenido novio, pero que yo sepa, tampoco novia…
Me arriesgué de nuevo.
—¿Y Naminé? —Me miró confusa.

—¿Qué pasa con ella?

—No hay nada entre ellos, ¿verdad?

—Oh… —Al fin me entendió—. Nah. Por lo menos, en cuanto a Roxas, no. Naminé es otro tema.

—Sí, bueno. Eso último lo suponía… Bien, gracias —Sonreí y me levante. Sentía como si Olette me hubiese quitado un gran peso de encima—. Muchas, muchas gracias. En serio. Me voy ya.
Y sin llegar darle tiempo a responder, arranqué a correr dirección a la cafetería. Tenía que restregarles esta nueva información a ciertas personas.


·Insistente
Soy único, lo sé.
Roxas también lo sabe. Y es exactamente por eso por qué me trata de una manera única, diferente a los demás. A Demyx, a Marluxia y en general a todos aquellos a los que conoce desde hace poco, los trata de manera muy amable. Cordial. Simple.

Sin embargo, conmigo no es lo mismo. Cuando me ve, en vez de sonreír hace una mueca. Si intento empezar una conversación, él se aleja. Y si lo sigo, me amenaza verbalmente. Cuando le toca atenderme, lo hace con mala cara, y si voy a pedir directamente en la barra, huye. ¿Ves? ¡Soy especial! Estoy seguro de que a nadie más lo trata así. Frío conmigo, indiferente con el resto. Eso tiene que significar algo.

Y por eso mismo, no pienso rendirme hasta que consiga que me corresponda.

Ya he pensado en algo. Se me ocurrió el otro día, mientras hacía zapping por la tele. Tras pasar por miles de canales en los que no daban nada bueno, terminé en uno de los peores de todos. Una comedia romántica.
No fue más que por curiosidad el que terminase dejando eso. Que conste que a mí no me gustan ese tipo de películas…
Bueno, pues yendo al grano, trataba sobre un pobre desgraciado enamorado de una profesora de primaria. Durante las dos horas y pico que duró la peli, se la pasó intentando conquistarla a base de tonterías. Finalmente, demostrando lo sensible que podía ser, escribió un poema la mar de cursi, se cargó con un ramo gigante de flores, y se lo leyó delante de toda su clase. Al final terminó siendo ridiculizado por todos los niños, pero creo que sí que logró ganarse el amor de la profesora…

Y eso es lo que haré. Si le funcionó a un tipo sin nada de bueno, creo que mis resultados pueden ser más que satisfactorios.

Con el plan en mente, comencé con los preparativos.
Recordé lo de la alergia de Roxas hacia las flores. Pero esto no podía ser lo mismo sin flores. Por lo que al final, compré unas de plástico.
Y ahora lo más difícil. El poema.
Pasé minutos, horas delante del papel. Y no se me ocurrió nada. Estaba en blanco.

Tenía claro que sin eso, el plan se iría a la basura, por decirlo suavemente.
Así que decidí ir por el camino fácil… y buscar en google.

Internet es genial. Un inmenso mundo de información al alcance de todos –¿de qué me suena eso?– En fin… Encontré un buen montón de buenos poemas. Cursis, pero sí, buenos. Había un problema: yo no quería que Roxas creyese que lo había copiado. Por otro lado, no sería lo mismo si le recitase alguno ya famoso… Tenía tiempo, por lo que esta vez me limité a buscar alguna página donde te explicasen con todo lujo de detalles cómo escribir un poema.

No exagero al decir que pasé horas delante del dichoso papel. Ese papel demoníaco que se empeñaba en no querer darme ninguna buena idea, intentando forzar a mis neuronas a pensar en algo decente que dejase a Roxas con la boca abierta.
No obtuve resultado alguno. Esto es patético.

Con un suspiro resignado, conecté la radio a un volumen suave y me tumbé en la cama. Quizás mañana, con la mente más despejada pudiese pensar con claridad. Algo se me tendría que ocurrir.


Existe algo llamado «golpe de inspiración supremo». Viene cuando alguien está completamente en blanco, y segundos después, tiene una idea tremendamente buena. Y si no, pues me lo acabo de inventar. ¿Qué más da? Lo que importa aquí es que eso es lo que sufrí nada más despertarme.
¡Porque lo tenía! ¡Tenía el poema! Estaba en mi cabeza, y sólo era cuestión de pasarlo al papel demoníaco antes de que se me olvidase. Un retoque aquí, un retoque allá, y ya lo tendría todo.

Casi al instante, asegurándome de no dejarme las flores, las tomé y salí disparado de casa, dispuesto a desayunar en la misma cafetería. Hoy era fin de semana, por lo que Roxas estaría en su turno de mañana. Era perfecto.

Al entrar, recorrí la mirada por toda la barra, buscándolo. Lo encontré atendiendo a un par de chicas sentadas junto a la ventana.
—¡Roxas!

Pude ver la mueca de fastidio en su rostro al oír mi voz. ¿Qué dije? Soy especial.
Me ignoró y continuó tomando nota de los pedidos.
—Roxas, tengo algo para ti. Ven —Ignorando sus quejas, lo arrastré hacía una de las mesas vacías del centro y lo senté en una de las sillas.
Lo primero que captaron sus ojos, fue el ramo de flores.

—Ya te dije que soy al…

—Son de plástico. Pero es no es lo que importa… Eh… Toma.
A regañadientes, las aceptó. Noté cómo la gente empezaba a mirarnos.

—Quería decirte algo.

—Oh, no me digas. —intentó levantarse, pero fui lo suficientemente rápido como para evitarlo.
Todo el mundo centró su atención en mí. ¿He dicho ya lo mucho que me gusta tener público? Pues sigue gustándome tanto como siempre.

—Te he hecho un poema.
Eso lo dejó algo descolocado.

—¿Un poema…? ¿Tú? Pero si no…
Lo tomé de la mano y me arrodillé ante él. Carraspeé. Había intentado memorizarlo, pero nunca se me han dado bien este tipo de cosas. Al final, terminé por apuntármelo en el brazo. Qué recuerdos…
La gente se quedó en silencio. Todos los ojos se habían centrado en nosotros dos. A diferencia de mí, Roxas estaba completamente avergonzado.

Tomé aire, eché una última ojeada a mi brazo, y empecé.
—Si tú me amaras volvería de nuevo a nacer. Descubriría mi alma un nuevo amanecer… Mi corazón cansado por fin tendría un hogar. Habría mil motivos para despertar, para continuar… —Roxas parpadeó aturdido. Ahora, el silencio era sepulcral. Continué—. Si tú me amaras te haría sentir que yo soy digno de ti. Que eres lo único que importa para mí. Detendría el tiempo para darte amor eterno con afán, con toda el alma. Toda mi vida te adoraría… si tú me amaras.

Para finalizar, un gran aplauso por parte del público me demostró que había sido perfecto. Pero entonces, ¿a qué venía la mueca de decepción en el rostro de Roxas?
Yo estaba confuso. Y probablemente, eso era lo único que mi cara mostraba ahora.
—Corta ya, Axel. Eso no es tuyo. Simplemente has elegido una canción y has «memorizado» partes de ella —Con un suspiro, me devolvió el ramo y se levantó—. Déjalo ya, ¿quieres? No soy tonto. Y no conseguirás nada conmigo si sigues así.

—P-pero…

—Ya basta. Mira, está muy bien que hayas querido montar todo esto solo por mí. Pero… no quiero que vuelvas a hacerlo, ¿vale? —Apretó fuertemente los labios, probablemente para contenerse a decir algo más. Dicho todo esto, dio media vuelta y volvió a la barra, dejándome a mí arrodillado en el suelo con un ramo de flores de plástico rechazado entre las manos.
No entendía nada. ¿Cómo podía haber escrito algo que nunca antes había escuchado?
Fruncí el ceño. No había salido como yo quería. Pero definitivamente, esta no sería la última vez, ni mucho menos, que probase a conquistarlo. Sin duda, terminaría consiguiéndolo.

 

Notas finales:

Bueeeno, pues ahí se corta. La segunda parte la subiré mañana (oh, Dios. O eso creo…).

Aclaraciones: El poema inventado por Axel que realmente no ha inventado Axel son fragmentos de la canción «Si tú me amaras», de Cristian Castro. Más que nada, si he elegido esa es porque es la que más he estado escuchando mientras escribía. Me ha ayudado bastante, así que ahí está. Por otro lado, el por qué creyó que era invención suya es por eso del subconsciente que dicen que hay y que puede memorizar algo aun estando durmiendo. Pero claro, él es un poco cortito y no lo sabe, ¿vale? ^^U

Veamos, ¿qué más? Yo diría que nada.

Nunca he escrito una sola escena donde Axel salga como al final. Me ha dado mucha lástima… No me ha gustado escribirlo T~T Espero no tener que volver a hacerlo nunca más.

Bueno, pues ya está.

Ciao~~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).