Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sin Recordarlo Te Amo por Eza-chan

[Reviews - 61]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Tsubasa Chronicles no es mío

Me disculpó si después de tres años el capítulo decepciona, pero si no lo subo ahora, nunca lo haré.

Kurogane recordaba perfectamente la plenitud con la que sentía las emociones cuando era un infante. La alegría que comenzaba en su estómago y se expandía hasta explotar en una sonora carcajada y unos cuantos brincos proporcionados por el movimiento de sus piernas, el cariño y amor que sentía hacia sus padres proporcionándole calidez y seguridad… y así podía seguir describiendo cada una de sus sensaciones, diversión, aburrimiento, esperanza, ira, felicidad, decepción, confianza…

Pero entonces ocurrió. Sus padres murieron, él se quedó completamente solo y a partir de ahí, las sensaciones que antes eran cálidas y brillantes ahora lo desgarraban desde adentro, lo asfixiaban y paralizaban. Fue un patético niño que ni siquiera se dio cuenta cuando sus padres estaban siendo asesinados.

Había estado lejos, jugando como el estúpido mocoso que era creyendo que el mundo era acogedor y bueno.

Así que se creó este escudo a base de ira y odio, porque así las personas se mantenían lejos, porque así nadie creía que era débil, porque así nadie trataba de dañar a Kurogane.

Con el lento paso de los años aquel escudo había comenzado a resquebrajarse, pero tenía que ser fuerte, tenía que usar su fuerza y continuar y gritar…

Pues al menos no trato a todos como basura, como si les estuviera haciendo un favor al hacerlos sentir menos, incluso a las personas que dices son tus amigos, los tratas como si fueran nada para ti…

Kurogane pasaba las manos por su cabello con frustración.

Observa hacia el frente sabiendo que el profesor está escribiendo las operaciones que ya deberían tener un lugar en la hoja de su cuaderno que aún permanece en blanco; puede escuchar el ligero sonido que hace el movimiento de las manecillas de su propio reloj de muñeca.

Suelta un resoplido frustrado y finalmente da una vista panorámica de todo el lugar, algunos escribiendo, otros susurrando mientras esconden sonrisas de diversión, unos cuantos escondiendo sus celulares por debajo de la butaca, otros tantos resistiendo el sueño que parece a punto de vencerlos y finalmente se detiene en el chico rubio a su lado, no hay sonrisa eterna solo esta una expresión seria, con sus ojos clavados en su propio escritorio mientras su mano hace ligeros movimientos al plasmar formas y contornos en la hoja, que al contrario de la suya, no está en blanco.

Kurogane lo sabe, sabe que el ojiazul es perfectamente consciente de que lo observa, pero también sabe que no le regresarán la mirada no importa cuánto espere, no lo hará y es entonces cuando no entiende esa sensación tomando más y más terreno en su pecho, no es ira, también esa sensación se encuentra presente, pero hay otra que le es extraña, ajena y paralizante.

Y es entonces cuando deja de poner atención acerca de sí mismo, comenzando a copiar justo cuando el profesor menciona que en 5 minutos borrará lo que ocupa espacio en el pizarrón.

Kurogane no quiere sensaciones, no quiere sentimientos.

Aprieta con fuerza sus puños dejando de escribir.

Todo es una puta mierda.

El timbre que avisa el final de clases inunda sus oídos, dándose cuenta de que al final no escribió nada coherente, se levanta con violencia de la butaca tirando la silla en donde antes se encontraba en el proceso. Muchas miradas se concentran en su persona, él las ignora colocando sus manos en las bolsas delanteras de su pantalón saliendo del salón sin un destino concreto mientras los recuerdos inundan su mente.

Ese día llego a casa sin hablar con nadie más en la escuela, había mantenido alejado a Shaoran durante toda la práctica del club, apenas y había saludado a Sakura con un movimiento de cabeza al verla fuera del gimnasio esperando por su novio. Ni siquiera se puso a pensar en esperar a Mokona para ir juntos a casa o si ya se había ido, Tomoyo no pasó por su cabeza en ningún momento, se encontraba aún muy irritado, rememorando en su cabeza una y otra vez lo que le había dicho a Fye esa mañana pero justo en ese momento un onigiri se estampo en su cara.

Levanto la vista, furibundo, tratando de encontrar a su atacante. Yuuko se encontraba recargada a la pared con un semblante serio y entonces se topó con el pequeño cuerpo de Mokona, la chica no le regresaba la mirada y parecía temblar ligeramente. En primera instancia consideró el hecho de que tal vez la peliblanca se encontraba llorando pero no. Cuando finalmente la chica le regresó la mirada, Kurogane supo que ella quería matarlo.

Un nuevo onigiri se estrelló en su cara y a ese le siguió uno más y otro.

-¡Ya deja de hacer eso!- Gritó con furia quitándose los restos de aquella comida desperdiciada de la cara.

-¿Cómo pudiste?- susurró Mokona al tiempo que ahora comenzaba a lanzar objetos que formaban parte de la propia decoración de la casa, el pelinegro solo se concentraba en esquivarlos. -¿¡Cómo pudiste ser tan cruel con Fye!?- gritó la chica mientras corría hacia él tratando de ahorcarlo, aunque para alguien como él, fue fácil detenerla.

-¿¡Qué mierda pasa contigo!?- Le gritó igualmente deseando que la ojiazul se serenara. No esperaba recibir una bofetada dada con exceso de fuerza, una fuerza que no tenía idea que Mokona poseía.

Estaba muy sorprendido. Mokona lo había golpeado y atacado muchas veces, pero siempre era por diversión mientras ella reía como desquiciada. Esta situación no era para nada parecida a esas bromas infantiles.

Mokona logró zafarse totalmente de su agarre y lo observó con una combinación de ira y tristeza.

-Tienes que ir y disculparte con Fye- Kurogane se limitó a observarla sin querer contestar nada. – ¡Kurogane, tienes que…! -

-No voy a disculparme por algo que no lamento- soltó con simpleza y continuó su camino hasta su habitación. Sin detenerse mucho a reflexionar sobre los sentimientos que reflejaban la cara de la peliblanca aun así pudo deducir que se encontraba muy impactada.

No le importo.

Shaoran se encontraba sentado frente a él regresándole la mirada sin mostrarse molesto o decepcionado o alguna otra emoción negativa.

-Kurogane-senpai- comenzó pero lo interrumpió sin arrepentimiento.

-¿Tú también vas a decirme que vaya a disculparme?- el castaño lo observó un momento, soltó un suspiró y cerró los ojos al tiempo que negaba con la cabeza como una especie de resignación.

-Yo no soy quién para decirle lo que debe o no debe hacer, yo sólo quería preguntarle si…- Shaoran se contuvo, soltó otro suspiró y le sonrió discretamente restándole importancia a lo que sea que fuera a decir.

Se encontraba comiendo junto a la pareja de castaños, Tomoyo y Mokona. Había una extraña atmosfera de incomodidad que nunca había percibido estando con ellos. ¿Cómo podían haber cambiado tanto las cosas por el simple hecho de que el rubio no estuviera?

Este grupo se había formado antes de Fye, había existido perfectamente antes de él y ahora era como si no pudiera seguir solo porque ahora faltaba.

Sakura levantó la cabeza insegura y sonrió sin mucha alegría.

-Hay un nuevo restaurante italiano que abrieron la semana pasada, mi hermano fue con Yukito y dice que la comida sabe muy bien y el lugar es económico… deberíamos ir este fin de semana- termino invitando a los presentes.

-Sería divertido- sonrío Tomoyo apoyando a su querida amiga. Shaoran simplemente sonrió observando tanto a Mokona como a Kurogane, de los cuales ninguno contestó.

Finalmente la peliblanca se puso de pie con todo y su almuerzo.

-¿Mokona?- preguntó Sakura preocupada.

-Iré, solo si Kuro-tonto se disculpa con Fye- exclamó encarando a su hermano adoptivo.

-Ya te dijo que no voy a…- la súbita media vuelta que dio la chica lo obligó a guardar silencio.

-Bien, iré a buscar a Fye para almorzar con él- Sakura dirigió su mirada a Shaoran y este le regresó la mirada; ambos se notaban muy incomodos. Tomoyo no dejaba de hacer que su concentración saltara entre los tres presentes.

Kurogane medio término el bento que le había traído la pelinegra, lo puso a un lado de él, murmuro un "gracias" y se alejó sin más.

¡Todo esto era una mierda!

-Ichihara-kun, debes tomar una decisión, ¿vas a estudiar?, ¿Trabajar?, ¿En qué quieres trabajar?, ¿En qué universidad quieres estudiar?, este es tu último año aquí, debes madurar y aprender a avanzar, ¿me entiendes?- simplemente parpadeo dándole frente a la profesora; no bostezó porque no tenía ganas de escuchar más quejas por parte de la mayor. La mujer suspiró cansinamente, seguramente sintiendo que estaba hablando con la pared, una testaruda y muy floja pared. –Mira, te daré una semana; en ese tiempo quiero que me tengas una respuesta. ¿Universidad o trabajo?, solo eso, ¿de acuerdo Ichihara-kun?- concluyó sonriendo maternalmente y a Kurogane le recordó un poquito a su madre. Gruño un sí y se dispuso a alejarse deseando nunca volver a la sala de profesores. –Ah, Ichihara-kun- lo llamó nuevamente.

¿Ahora que quería? No podía solo dejarlo vivir su vida. Se giró para observar a la profesora, mostrándole que tenía toda su atención en lo que sea que fuera a decir.

-¿Podrías pedirle a Flourite-kun que venga?- pidió amablemente, aunque bien sabía que no podía negarse al pedido.

¡La re-puta que…!

Asintió y finalmente salió de aquel lugar con dirección a su salón. A su pasó había algunos que lo observaban con terror, otros bajaban la mirada sin querer hacer contacto visual.

-Da más miedo que nunca- últimamente era común que escuchara comentarios como esos. Se paró en la entrada de su propia aula sin querer adentrarse por completo mientras observaba a Fye sentado en su butaca aparentemente leyendo un pequeño libro amarillo.

No quería hablarle, realmente no quería. Sería la primera vez que se dirigía a él desde…

Comenzó a sentirse enfermo con el solo pensamiento. Caminó lentamente posicionándose junto al rubio que ni siquiera se dignó a levantar la vista de su interesantísimo libro. Se aclaró la garganta y habló.

-La profesora quiere que vayas a la sala de maestros- dijo con tono grosero y fastidiado. Fye bajo el libro con una irritante paciencia y lo encaró alzando el rostro. Lo observó con seriedad unos eternos segundos y luego sonrió.

Aquella sonrisa era… ni siquiera podía llamarla vacía, porque la expresión se quedaba corta, sin poder expresar lo que realmente mostraba la acción del rubio.

-Gracias por el recado, Kurogane- su ceño eternamente fruncido desapareció, su quijada cayó un poco y todo su rostro reflejo, de manera discreta pero lo hizo, la sorpresa que le provocó el escuchar la respuesta.

El ojiazul guardo sus cosas, se puso de pie y se alejó con la vista del pelinegro sobre su persona.

Su propio nombre nunca le había parecido tan ajeno.

Tomoyo le sonrió mientras hacía pedacitos el pan en sus manos para así poder alimentar a todos los patos que se aglomeraban a su alrededor haciendo escándalo. La chica soltó una femenina carcajada al tiempo que cubría su boca con una mano.

Se veía que se divertía; él observó el pedazo de pan en su mano. No había ni un maldito pato cerca suyo. Hasta el jodido ganso parecía rehuirle. Lanzó el gran pedazo de pan al lago de forma antipática y los patos inmediatamente se acercaron nadando para comenzar a comer.

Tomoyo se acercó a él aun sonriendo y juntos comenzaron a caminar por el bonito parque lleno de niños, padres y parejas.

¿Qué mierda hacia él en una cita con Tomoyo?, bueno, la respuesta era muy simple… No, la verdad que no lo era. Ni siquiera estaba muy seguro de que estaba haciendo.

Él, ¿el señor odio-las-relaciones y las-almas-gemelas-no-existen, teniendo una cita?

Todo había comenzado el día anterior cuando se dirigía a reunirse con sus amigos, cierto que las cosas estaban tensas últimamente, pero amigos eran amigos o… ¿Qué?... No quería pensar la verdad, tal vez y la única razón por la que seguía caminando hasta aquel árbol de lunes a viernes a esa misma hora era la burda costumbre.

Esa vez, antes de llegar al punto de encuentro, decidió dar una pequeña caminata por el lugar más vacío de la escuela. El problema es que había olvidado cual era la función de ese espacio y del por qué siempre estaba solo. Los estudiantes (y a veces algunos profesores) lo usaban para demostrar sus sentimientos ocultos.

Así que cuando estuvo en la parte trasera del edificio de la escuela lo tomo por sorpresa, aunque debió esperarlo, el tener frente a él a una pareja que estaba por terminar de besarse.

Pero eso no era lo que lo inspiró a salir con Tomoyo, como una especie de revelación de la triste y solitaria senda que seguía, no. Eso sería patético.

El punto era que él conocía ese inconfundible cabello rubio, esa blanca piel, ese delicado cuerpo que le daba la espalda.

La chica lo miro con sus enormes y expresivos ojos luego de separarse completamente de su compañero y fue entonces que Fye volteo buscando eso tan interesante que había captado la atención de la chica.

Fye miró a Kurogane y Kurogane miró a Fye. Dio un paso al frente, seguido de otro y otro, hasta que pudo dejar aquel lugar del infierno.

Tomoyo lo llamaba con el brazo derecho alzado a lo lejos junto con una Sakura que comía veloz y una Mokona que no paraba de hablar. Fue hasta ellas sentándose al tiempo que recibía un bento por parte de Tomoyo.

Últimamente Mokona fingía que él no existía, aún en casa. No le dedicaba ni una mirada.

-El otro día pasé por el lago que está cerca de mi casa- comenzó la pelinegra, teniendo la atención de los demás. –Se veía hermoso; por eso pensé que tal vez podríamos ir todos juntos este fin de semana- concluyó feliz.

-Mokona no puede- dijo con tristeza y frustración. Sakura demostró con sus gestos que estaba avergonzada por lo que diría.

-Tomoyo es que… yo… yo tengo una cita con Shaoran este fin de semana… pe-pero si quieres puedo decirle que sea otro día o que venga con nosotras o…- la pobre estaba entrando en pánico, por suerte fue interrumpida por su pelinegra amiga.

-No te preocupes Sakura-chan, después de todo el fin de semana pasado salimos tú y yo, es lo justo que ahora salgas con Shaoran-kun… tu novio- agregó al final con una voz picara. La castaña solo atino a ponerse como semáforo en rojo.

-¡Tomoyo!- exclamó con tono regañón mientras que la mencionada soltaba una risilla discreta.

-Yo…- se aclaró la garganta tratando de quitar esa sensación extraña que no lo había abandonado desde que observó aquel beso junto con aquella molestia en el pecho. –Yo podría ir contigo si quieres- Tomoyo le dedicó un largo análisis que lo hizo sentir incomodo, pero finalmente termino sonriendo.

-De acuerdo, es una cita- una risilla se le escapo.

Kurogane tragó en seco sintiendo la insistente mirada de Sakura y Mokona.

-¿Dónde está el mocoso?- tardo un rato hasta que obtuvo respuesta por parte de la castaña.

-Fue al baño- y como si lo hubieran invocado, el ojicafé apareció.

Y ahora ahí estaba, caminando junto a Tomoyo por aquel parque. Había que admitir que era un bonito lugar. Aunque muy cursi para su gusto.

Se detuvieron en la parte media del puente que cruzaba de un extremo al otro del pequeño lago. Observando los patos nadar por debajo de la estructura, viéndolos meter la cabeza en el agua y sacarla igualmente seca.

-¡Mira!- Tomoyo obtuvo su atención. –Ahí hay una tortuga, ¿la ves?- explicó feliz mientras apuntaba la dirección en donde aquel reptil nadaba ajeno a su alrededor.

-Ahí hay otra- contestó él indicándole un punto cercano. La pelinegra rio nuevamente.

Kurogane siempre había pensado que Tomoyo era hermosa, tenía un bonito y largo cabello oscuro, un rostro de ensueño, con unos encantadores ojos enmarcados por largas pestañas, unos labios que no eran pequeños, pero tampoco grandes y una nariz que cuadraba con todo, pero no solo era su rostro, su cuerpo también era hermoso y su personalidad… ella era una dama encantadora, con modales y lo que más le agradaba es que era una chica real, sin falsedades ni cosas ocultas.

Tomoyo le regresó la mirada después de tan insistente escrutinio al que estaba siendo sometida.

Teniéndola ahí, tan cerca, una chica de ensueño real; no quiso reflexionar en lo que estaba a punto de hacer, solo lo hizo. Acortó la distancia que los separaba uniendo sus labios con los de la chica que le correspondió la caricia de inmediato.

Y aunque aquel beso debió ser increíble… los cortos segundos que duró no pudo más que pensar en que no quería una chica de ensueño con cabello y ojos oscuros… tal vez alguien con una actitud un poco… retorcida… con cabello más claro… rubio quizá, y ojos… quién sabe… ¿azules?

Se separó de Tomoyo y le dio una larga mirada confusa. La pelinegra le sonrió comprensiva y le habló con tono cálido.

-¿Te diste cuenta de algo, Kurogane?- lo cuestionó aunque con aquella sonrisa le estaba diciendo que no esperaba respuesta. La chica le acarició una mejilla con ternura, para luego besarle la otra.

Ella misma fue quien tomo distancia entre sus cuerpos.

-Aprende a luchar contra tu orgullo- a pesar de ser un regaño, lo dijo de una manera tan "Tomoyo" que no pudo ni replicar, ni sentirse molesto. Solo asintió y se quedó mirando a la chica comenzar a alejarse de él. Cuando Tomoyo aún estaba lo suficientemente cerca para ser escuchada, giró sobre su propio eje y lo miró. –Ya no… voy a hacerte bentos- Y continuó su camino sin esperar respuesta hasta desaparecer en la lejanía.

Kurogane observó el techo desconocido sobre él. De acuerdo no era desconocido, había perdido la cuenta de las veces que había estado en casa de Shaoran, diría ajeno. El techo era ajeno, porque no era el techo de la casa de la bruja.

La casa de Shaoran era bonita, y tenía… calidez de hogar, cosa de la que la casa que compartía con Yuuko y Mokona carecía. Siempre era bien recibido por Ieran-San y, no iba a decir que disfrutaba, pero era una curiosa experiencia eso de terminar atrapado en un torbellino de estrógenos y gritillos femeninos (cortesía de las hermanas de Shaoran) y, honestamente disfrutaba de la compañía de su Kohai, pero aun así, y aunque se odiaba por sonar parecido a un niño de 5 años que por primera vez duerme fuera de casa, Kurogane terminaba deseando la privacidad de su habitación, su propio olor que lograba percibir en su almohada y futón y las sombras conocidas que lograba apreciar en su techo.

Había sido una buena tarde, comió frituras sin una molécula saludable y tomó más soda de la que había tomado en el año completo. Jugaron como cinco juegos diferentes en la X-Box de Shaoran, uno seguido de otro que ahora cada vez que cerraba los ojos observaba a alguno de los personajes e invadido por la necesidad de matar zombis o construir casas.

-Kurogane-senpai- Fue entonces que el dueño de la habitación susurró.

-¿Qué?- Contestó él, decidiendo susurrar.

-¿Extraña hablar con Fye-senpai?-

-Shaoran…- Solo a este chico le daba la advertencia de terminar con el hilo de pensamientos que quería seguir.

-Kurogane-senpai, no quiero juzgarlo ni nada, es sólo que escuché que la pelea que tuvieron, fue realmente muy fuerte y… sí, usted siempre es directo y… rudo, pero jamás es… cruel-

Cruel.

Shaoran acaba de definir la forma en que le había hablado al imbécil del rubio como cruel.

-Recuerdo que cuando conocí a Sakura no me agradaba- Eso casi hizo que Kurogane se sentara.

-¿Qué?- Eso era imposible, Shaoran y Sakura eran… Shaoran y Sakura.

-Y estoy seguro de que yo tampoco le agradaba mucho- y él pudo apreciar la sonrisa de Shaoran a pesar de la oscuridad que los rodeaba.

-Cómo…- No, Kurogane no necesitaba este jodido tipo de conversación, no quería escuchar a Shaoran hablar de los inicios de su relación con Sakura y tampoco quería que le recordara al estúpido rubio. Pero no pudo detener a su jodida boca, la desgraciada se mandaba sola. –Pasaron de no agradarse a ser novios-

-No lo recuerdo exactamente- Y Shaoran rio. –No es que hubiera un momento de película, ya sabe, uno en que el tiempo se detuvo y una luz iluminó a Sakura… yo sólo… después de conocerla mejor, entendí que me gustaba-

-Eso no tiene sentido-

-No tiene que tener sentido. Son sentimientos Kurogane-senpai, no matemáticas- Y Kurogane se permitió reír. –Escuche…- Agregó el chico después de un rato. –Que usted y Tomoyo tuvieron una cita-

¡Maldito mocoso metiche!

-¿Y qué con eso?- Cuestionó cortante.

-¿Ahora están saliendo?- Preguntó Shaoran bajito.

-¿Qué?, no, sólo fue caminar por el parque y alimentar patos…- Era ahora que Kurogane se cuestionaba porque mierda seguía contestando las preguntas del menor.

-¿Entonces no están saliendo?-

-No-

-Qué alivio- Murmuró el chico, pero él fue perfectamente capaz de escucharlo. ¿Qué se suponía que significaba eso? ¿Shaoran creía que no podía mantener una relación con Tomoyo?

Iba a preguntar, pero decidió que no necesitaba respuesta a eso. Probablemente Tomoyo estaba mejor sin iniciar una relación con él, él no quería iniciar una relación con ella, porque quería…

¡Hola Kurowanwan!

Porque no quería iniciar una relación con nadie.

Se giró en el futón dándole la espalda a Shaoran.

-Ya duérmete- Y el chico suspiró.

-Buenas noches, Kurogane-Senpai-

-Buenas noches, mocoso- murmuró.

El sonido de un celular lo despertó, pensó que podía ser el de Shaoran, pero no, ese en definitiva era el suyo. Se levantó buscando su mochila y logrando localizar su celular, era Mokona.

-¿Qué quieres?- Dijo en cuanto contestó.

-El papá de Sakura está en el hospital- Fue entonces que Shaoran entró por la puerta secándose el cabello con una toalla.

Tanto Shaoran como él llegaron corriendo hasta recepción.

-Buenos días- dijo el castaño con falta de aire.

-Buenos días- Contestó la mujer que atendía.

-Buscamos a…-

-Shaoran, Kurogane- La voz del ojiazul llamándolos interrumpió las palabras del chico, quien (de forma totalmente anormal en él) se alejó de la mujer de recepción para correr en dirección a su Senpai.

-Fye-Senpai, Sakura, ¿Dónde está Sakura?- El más alto suspiró colocando sus manos en los hombros del chico.

-Te llevaré con ella, pero primero tienes que respirar profundo y tranquilizarte, ¿de acuerdo? Ella te necesita como apoyo y tienes que ser fuerte para ella- Shaoran asintió tomando una gran bocanada de aire, sus manos dejaron de temblar y se paró completamente erguido.

Kurogane estaba orgulloso.

-Lléveme con ella-

Caminaron por un largo pasillo hasta una sala de espera, fría y con olor a medicina y alcohol. Sakura estaba sentada con la vista en el piso. Tomoyo estaba sentada a su lado, susurrándole palabras al oído y proporcionando suaves caricias en su espalda. Mokona estaba del otro lado de Sakura con la cabeza recargada en el hombro de la castaña.

-Sakura- Susurró Shaoran y la chica alzó el rostro de inmediato. Mokona enderezó su postura y las caricias en la espalda de la chica se detuvieron. La ojiverde se puso de pie y caminó hasta su novio. Kurogane creyó que Sakura estaría llorando, pero ni siquiera había rastro de un llanto previo.

-No me dicen nada- Susurró la chica. –Y mi hermano no va a llegar hasta dentro de unas horas- Sakura intentó reír. –No quería colgar el teléfono cuando le dije lo que había pasado, es un tonto. Cómo cree que lo iba a dejar hablar y manejar- Ella parecía rota. No se suponía que Sakura sonriera de forma tan rota. Kurogane quería saber a quién tenía que golpear.

Shaoran la abrazó y ella se aferró fuertemente al chico.

-Shaoran, mi papá…- Su voz se cortó un poco. –Shaoran que voy a hacer si mi papá muere- Observó las manos de Shaoran volverse puños que sostenían con fuerza la ropa de su novia, nudillos blancos y cabeza escondiéndose entre el hombro de la chica.

El silencio era pesado, frío y doloroso.

Tomoyo se limpió la lagrima que se resbalo por su rostro, Mokona tenía un pequeño puchero en el rostro y sostenía sus manos en su regazó como si eso pudiera ayudarla a no llorar, Fye estaba de pie junto a él alternando su mirada entre el suelo y los chicos abrazados.

Nadie sabía que decir, porque no parecía existir una palabra o frase correcta que hicieran a Sakura sentir mejor.

Y Kurogane se sintió inútil y patético, porque no podía protegerlos, de nada le servía ser fuerte ahora, porque no podía ayudar a Sakura en estos momentos.

Un doctor demasiado joven para serlo apareció por el pasillo.

-Familiares de Fujitaka Kinomoto- Sakura se alejó al instante del abrazo que la había estado protegiendo y miró al hombre ataviado en una bata blanca y larga.

-Yo soy su hija- El hombre observó a todos los demás.

-¿Y ellos?-

-Son mis amigos-

-¿No tienes algún otro familiar? ¿Tu madre?- Kurogane iba a romperle la cara al tipo si no le decía rápido a Sakura como estaba su padre. La castaña negó suavemente.

-Mi hermano aun no llega y mi madre…- El hombre asintió.

-Bueno, tengo buenas noticias. Tu padre se va a poner bien, solo tiene heridas menores. Ahora mismo está despierto. No son horas de visita, pero puedo dejarte verlo si quieres- Sakura se encogió en ella misma. –Bueno, tengo que ir a programar otros exámenes para hacerle a tu padre, pero cuando vuelva te llevaré a verlo, ¿de acuerdo?- y con eso el hombre desapareció.

-Sakura- Llamó Shaoran colocando una mano en el hombro de su novia que había comenzado a temblar.

-Es que… yo… mi hermano aun no llega- La chica comenzó a temblar y Shaoran la obligó a sentarse.

-Sakura, tienes que respirar, ¡Sakura!-

Todo era un desastre, Mokona fue y se aferró a él, Shaoran se hincó junto a ella cargando con una gran desesperación al no saber qué hacer, Tomoyo lloraba en silencio.

Fye…

Fye se hincó frente a Sakura, colocando una mano sobre la rodilla derecha de la castaña y de alguna forma, a ojos de Kurogane, el rubio no parecía… él.

-Está bien, Sakura-chan- Susurró D. Flourite y la ojiverde lo miró al instante. –Respira conmigo, ¿sí?- Sakura se aferró a la mano en su rodilla. –Eso es- Finalmente su respiración comenzó a normalizarse. Fye se sentó junto a ella y la abrazó contra él. –Todo está bien, Sakura-chan, tu papá está bien, solo respira- Sakura se alejó un poco para observar al rubio al rostro y finalmente aferrarse a él como si fuera el mejor refugio de todos.

Para cuando el doctor volvió, Sakura estaba bien.

-Ven, sígueme- Ordeno el hombre y Sakura se puso de pie siguiendo la orden recibida. D. Flourite la imitó. Antes de perderlos de vista por completo, volteo a verlos, a cada uno, para finalmente observar a Fye quien hizo una pequeña señal de despedida con la mano y Sakura sonrió.

Los terminaron sacando de la sala de espera, algo de que las políticas del hospital no permitían a tantas personas por un solo paciente. Kurogane sabía perfectamente que la señora esa creía que eran estorbos.

A pesar de todo lograron que Shaoran y Tomoyo se quedaran dentro. Y él terminó atrapado con la chica que no le hablaba y él chico que odiaba.

¿Lo odias?

Mokona tomó la mano del rubio.

-¿Fye?-

-¿Sí, Mokona-chan?- La peliblanca sonrió ante la forma amable en que le habían hablado.

-¿Cómo supiste qué hacer cuando Sakura-chan no podía respirar?- El ojiazul sonrió.

-Era un ataque de pánico, conozco los ataques de pánico- Mokona observó al otro con preocupación en sus facciones.

-¿Por qué?- Susurró. El mago callejero abrió la boca, pero terminó sin decir nada al ver a Tomoyo, Sakura y Shaoran aparecer. Shaoran caminaba junto a su novia con un brazo sobre los hombros de la chica, como si no pudiera con la idea de estar lejos de ella.

-¿Cómo está tu papá?- Se escuchó preguntar y Sakura sonrió viéndose realmente tranquila por primera vez en toda la mañana.

-Está bien… pero como no es hora de visita, tuve que irme, además papá me dijo que era mejor que fue a descansar- La chica se encogió de hombros ligeramente. –Volveré cuando mi hermano llegué-

-Puedes quedarte conmigo si quieres- Sugirió Tomoyo.

-¿No te molesta?, tu mamá…-

-Mi mamá te adora Sakura, en cuánto se enteré de lo que pasó probablemente no querrá que salgas de la casa- Explicó Daidoji tratando de aligerar el ambiente, cosa que logró.

Sintió como Sakura comenzó a pasar la mirada por cada uno. Cuando lo miró a él fue capaz de notar el cariño que impregnaba la mirada de la chica.

Cuando Sakura se detuvo en Fye, pareció que buscaba algo más que al propio rubio. Finalmente sonrió. Sonrisa que fue correspondida y habló.

-Gracias por estar aquí para mí-

-Somos familia- Exclamó Mokona con una sonrisa. Y esta vez él no tenía razón para replicar.

Mokona se sentó junto a ellos con tristeza.

-¿Qué sucede Moko-chan?- Preguntó Sakura, acercándose de inmediato a la chica.

-Fye me dijo… que era mejor que no almorzara con él-

-¿¡Qué!?- Cuestionó él con ira.

-¿Eh?- Exclamó Shaoran suavemente. Sakura abrió la boca y Tomoyo miraba en todas direcciones. La castaña miró al suelo y tragó saliva, lucía incomoda.

-Yo no he… hablado con Fye-Senpai desde el día en el hospital- Murmuró. –No importa cuanto lo intentó, siempre me dice que tiene algo que hacer o que va tarde o…- Kurogane iba a matar a ese desgraciado.

El bastardo que se creía mago estaba sentado tranquilamente en su butaca, leyendo un libro blanco mientras se llevaba un bocado a la boca sin mucho interés en ello.

Estaba tan relajado, cómo si el maldito bastardo no hubiera estado evitando a Sakura, como si no hubiera apartado a Mokona.

Kurogane estrello sus manos contra la butaca del sujeto.

-¿¡Qué mierda estás planeando!?-

-Kurogane no sé de qué hablas, y apreciaría que no golpearas así la butaca y que dejaras de gritar- Exclamó sonriendo, esa era una sonrisa muy fría.

-¿Vas a alejarte de ellos así como así?- La sonrisa desapareció, pero no hubo respuesta Kurogane se paró derecho, observando al ojiazul con seriedad, ni siquiera se molestó en usar un ceño fruncido. – ¿Es esto lo que deseas?, ¿fingir una sonrisa y no dejar que nadie se acerque a ti, que nadie se involucre contigo? Te tengo noticias, ¡Ya te involucraste con ellos!, no puedes sólo apartarlos- Fye desvió la mirada. – ¿Esto tiene relación con el hecho de que no les hayas contado nada de ti? A ellos no les importa nada de eso tú eres…-

-No quiero que nadie esté triste por mi culpa-

-¡Muy bien, todos!, El receso terminó, regresen a sus lugares- Exclamó el profesor de historia y la conversación terminó.

Hoy el rubio no había venido. Era raro, porque si Kurogane lo pensaba bien, el ojiazul nunca había faltado. En los casi tres años que llevaban compartiendo grupo, no había un solo día que…

¡Pero a quién le importaba!, a él no. Si el otro quería faltar, o no, era su jodido problema, no de Kurogane.

Salió de su salón de clase para dirigirse a comprar comida en la cafetería antes de encontrarse con Sakura, Shaoran, Tomoyo y Mokona, cuando una chica de cabello largo que le sonaba de algo apareció frente a él.

-Estoy preocupada por Fye- Exclamó la chica sin considerar saludar o presentarse. Fue entonces que la reconoció. –No vino a clases ¿verdad?- Kurogane se encogió de hombros molesto. -¿Qué tal si pasó algo malo?- Kurogane bufó.

-¿Y qué quieres que yo haga?- La chica lo veía confundida.

-Pero tú eres…-

-Fye no es nada mío- La chica se encogió sobre sí misma, como si acabara de ser rechazada por el amor de su vida.

-Eres malo. Me siento mal por Fye- Kurogane quería golpear algo.

-Tú eres su novia. Lo que sea que le haya pasado no tiene nada que ver conmigo- La chica negó con la cabeza enérgicamente.

-No soy su novia, y cómo que no tiene nada que ver contigo… sabes qué, tienes razón, déjalo así- Y cuando estaba por dar media vuelta, hubo algo que no pudo evitar preguntar.

-Yo los vi besándose, ¿cómo que no eres su novia?- Esta vez fue el turno de ella de bufar.

-Fye sólo me besó porque yo se lo pedí y…- La chica pareció exasperarse. -Ahora no tengo tiempo para esto, necesito ir a buscarlo-

-¿Por qué te preocupa tanto que no haya venido?-

-A ti no te importa, acabas de decir que Fye no es nada tuyo- Y cuando la chica estaba por alejarse, Kurogane la detuvo tomándola del brazo.

-¿Por qué?- Dijo escuchando como su voz se tornaba un poco más profunda.

Y la chica suspiró.

Conocí a Fye en el orfanato. Él fue adoptado primero que yo, por un hombre llamado Ashura.

Kurogane siguió las referencias de la chica, dio vuelta donde debía dar vuelta y fue recto donde debía ir recto. No importaba que sintiera que no estaba yendo a ningún lugar, que sintiera que estaba totalmente perdido, siguió corriendo.

Como Fye y yo nunca perdimos contacto, sé que Ashura-san es un buen hombre… o lo era… antes de enfermar.

Paso junto a la tienda "Piffle Princess" esa que la chica mencionó debía tomar muy en cuenta, pues dar la vuelta correcta a partir de esa tienda era lo que definía si estaba en el camino correcto o no.

Yo no entiendo que enfermedad tiene, sólo sé que normalmente está bien y tranquilo, pero a veces tiene… olvida donde está, no puede reconocer su propio reflejo y tampoco reconoce a las personas a su alrededor…

Finalmente ahí estaba el edificio de departamentos que la chica había descrito a la perfección.

Él… a veces se asusta tanto que cree que Fye es un desconocido que intenta lastimarlo y trata de defenderse… He visto las marcas que le hace a Fye.

Tocó la puerta con todas sus fuerzas.

Le he dicho que debe buscar ayuda para Ashura-san, pero nunca me escucha.

-¡Hey!, ¡Abre!-

-Ha habido mucho ruido- Exclamó un anciano que se disponía a entrar a su departamento. –Cosas rompiéndose, ya sabes, pero es lo usual-

-¿¡Y no pensó en preguntar si todos estaban bien!?- Cuestionó iracundo, el anciano se encogió en sí mismo y él decidió que si esa jodida puerta no era abierta, él la abriría. Toco de nuevo con puño cerrado y furia desbordante. -¡Ábreme, maldita sea!- Algo rompiéndose se escuchó, seguido de un gemido de dolor y un grito.

-¡No, no, no!- Gritaba una voz desconocida para Kurogane, repitiendo la misma palabra una y otra vez.

Comenzó a estrellar su hombro contra la puerta, hasta que esta cedió.

Lo que encontró fueron vidrios en el suelo que crujían cuando se paraba sobre ellos, muebles que no estaban en su lugar, una mesa de cabeza y ahí estaba Fye sobre los restos de lo que alguna vez fue una mesa de centro, bajo un hombre de largo cabello oscuro que no dejaba de ahorcarlo.

Kurogane corrió hasta ellos y le dio un puñetazo al hombre ocasionando que este cayera hacia atrás e iba a continuar, de no ser porque el rubio lo detuvo.

-No… déjalo- Dijo entre toses y respiraciones agitadas. Tratando de cerciorarse de que el ojiazul estuviera bien, no se dio cuenta de que el de cabello largo se acercaba a él, no hasta que sintió el vidrio hacer un largo y profundo corte en su brazo izquierdo.

-¡Argh!- Gruñó tratando de detener la salida de la sangre y escuchó el sonido que hacia Fye, como si le hubieran sacado todo el aire. Observó al ojiazul lanzarse contra el cuerpo del que, Kurogane suponía, era su padre adoptivo, tratando de inmovilizarlo con el peso de su cuerpo, colocándose encima de él.

El hombre gritaba sin dejar de mover los brazos, para terminar enredando sus manos en el cuello del rubio. Ese jodido sujeto tenía una manía por ahorcar a Fye. A pesar de lo increíblemente desesperado que el rubio lucía y a pesar de que trataba de luchar por ser liberado, no usaba mucha fuerza y tampoco hacía nada por dañar al otro.

El de cabello largo adquiría más terreno para sentarse y Fye se inclinaba más y más hacia atrás, perdiendo más y más movimiento en sus brazos y dejando con mayor facilidad el acceso a su cuello. Si eso seguía Fye terminaría…

Muerto.

Kurogane encontró una de las que fueran las patas de la estúpida mesa de centro y le dio con ella al pelinegro en la cabeza. Los brazos del hombre cayeron sin resistencia y Fye terminó cayendo a su lado inconsciente. Kurogane logró apenas lanzarse a amortiguar un poco la caída.

Sirenas comenzaron a escucharse a lo lejos.

Se encontraba sentado en una camilla de hospital y estaba muy furioso. No sabía dónde estaba Fye, no sabía dónde estaba el tal Ashura y no sabía si el hombre se atrevería a tratar de herir al rubio otra vez y este maldito Doctor que no dejaba de apuntarlo con esa jodida lámpara.

-¡Ya le dije que estoy bien!- Ya le habían limpiado y cosido (suturado o fuera la jodida palabra que fuera) la maldita herida, contesto sus idiotas preguntas, ¿No podía dejarlo en paz ya?

Una mujer con bata blanca se acercó al hombre que estaba torturando sus ojos y que ignoraba sus comentarios, llevándoselo a un lugar un poco alejado de Kurogane.

-Necesito que le digas a tu paciente que su amigo desapareció- ¿Un momento acababan de decir que alguien había desaparecido? -El paciente de cabello largo, el mayor…- Susurró la mujer, pero Kurogane era perfectamente capaz de escuchar. –Murió, suicidio. El paciente rubio apenas despertó comenzó a decir que el hombre había tomado muchas pastillas para dormir, pero para entonces el hombre ya estaba muerto y cuándo se lo dijimos al chico rubio él… su fue corriendo, pensé que seguía aquí, pero el guardia lo vio irse y…-

-¿¡Qué!?- Se alejó de esa estúpida camilla y corrió por el hospital buscando la salida.

-¡Oye!, ¡Espera!-

Kurogane entró al parque que se encontraba cerca del hospital, mirando en todas direcciones, ignorando el ardor en su garganta o la sequedad de su boca.

-¡Fye!- Gritó.

Kurogane entró a cada local, pequeño o grande, fuera de comida, un supermercado, cachivaches (que dudaba que el rubio pudiera querer comprar) no importaba, tenía que encontrarlo.

Entró a un nuevo parque. Comenzaba a desesperarse. Fye no estaba y le dolían las piernas, las malditas no podían traicionarlo ahora. Tenía que encontrarlo… necesitaba encontrarlo.

A lo lejos un cabello rubio fue movido por el viento, cerca del pequeño puente que estaba a una considerable altura del pequeño y profundo lago.

Kurogane corrió utilizando toda la energía que le quedaba.

El rubio subió al barandal de cemento, a punto de saltar, ¡El idiota iba a saltar!

Lo jalo por la cintura con ambos brazos sintiendo como la espalda del otro chocaba con su pecho, bajándolo de donde estaba obligándolo a pararse frente a él y a girarse para que lo encarara y gritarle como quería hacerlo.

-¿¡Qué mierda estabas haciendo!?- Gritó cabreado. Fye lucía sorprendido.

-Tú…- Ese puñetazo en la cara, eso no lo esperaba. -¿Qué se supone que hacías?, estabas sangrando…- Pero él lo ignoró.

-¿¡Ibas a tirarte y ya…!?-

-¿Tirarme?- Susurró dirigiendo su atención a su posición anterior. – ¿Y qué si iba a hacerlo?-

-¿¡Cómo qué y qué!?-

-Es igual, no importa, si yo no hubiera existido tal vez Ashura-san estaría vivo…-

-¡Cállate!- Y decidió estrujarlo con fuerza. – Que hay de Sakura y Shaoran y Mokona y esa amiga tuya… ¡Si quieres culpar a alguien cúlpame a mí!, ¿¡de acuerdo!?- Fye le dio un puñetazo en la cara que lo obligó a girar su cuello.

-¡No fue tu culpa…!-

-¡Yo fui el que lo golpeo con una jodida pata de mesa!-

-El golpe no cambia el hecho de que Ashura-san tomó todas esas pastillas…-

-¡Exacto!, él tomó su propia decisión- Fye parecía estar considerando lo que acababa de decir.

-¿Por qué estás diciéndome esto?... ¡Tú dijiste que te importaba una mierda si vivía o moría!, Entonces… ¿Por qué fuiste a buscarme?, ¿Por qué detuviste a Ashura-san?, ¿Por qué me buscaste ahora?- No había rastro del intento de mago loco que le hacía bentos y le ponía estúpidos apodos. Solo había ojos vacíos y un ceño fruncido.

Fye estaba a punto de darse la vuelta, cuando él lo detuvo tomándolo del brazo.

-Suéltame-

-No- Fye abrió grandes los ojos y lo golpeo en el estómago sacándole el aire, obligándolo a doblarse hacia el frente buscando recuperar el aire perdido, aun así no disminuyo su agarre.

-¡Suéltame!-

-Mentí-

-¿¡Qué!?-

-¡Mentí! ¿Está bien? estaba enojado y mentí-

-No sé de…-

–Tú… me importas- Y todo movimiento por parte del rubio se detuvo. Y él se quedó sin filtro. Aquella barrera que hasta ahora había evitado que pusiera en palabras lo que sus acciones trataban de mostrar, simplemente desapareció, aquella voz que le decía que alejara a Fye, aquella parte de él que temía abrirse al rubio porque tarde o temprano… lo perdería. Todo eso no tenía sentido ahora. –Me importas, por eso te pregunté si estabas bien cuando esa cosa de vidrio casi te cae en la cabeza, por eso regresé a buscarte cuando te quedaste atrás en la casa embrujada, por eso odio tus sonrisas fingidas, por eso estoy aquí, después de que esa amiga tuya me dijera la posible causa de que faltaras hoy a clase, por eso golpee con la jodida pata de una silla a… me importas- Y un golpe fue dado a su tórax, seguido de otro y otro, hasta que se las arregló para abrazar a Fye tratando de retener sus brazos.

El rubio lo miró a los ojos con el ceño fruncido. Lentamente su expresión comenzó a cambiar por menos ceño fruncido y más un labio inferior tembloroso, así como lagrimas acumulándose.

Finalmente Fye comenzó a llorar recargándose por completo contra él.

Ninguno dijo nada después de eso.

Quería que Fye estuviera bien.

Abrió la puerta de la casa de la bruja, escuchando sonidos de pasos que corrían hacia donde Fye y él se encontraban.

Y ahí estaba Shaoran, Sakura, Mokona, Tomoyo e incluso la bruja, de pie un poco lejos, pero ahí estaba. Kurogane los había llamado mientras estaban en el metro de camino a casa, no había dado detalles, pero dio una explicación rápida y general.

-Fye- Llamó Mokona lastimeramente, sin embargo fue Sakura la que corrió a abrazar al rubio, abrazo que no duro mucho pues la castaña se apartó para mirar a su Senpai a los ojos.

-Fye-Senpai no vuelva a desaparecer así por favor. Chii estaba muy preocupada, ella habría querido estar aquí, pero sus papás… y entonces ella nos dijo que Kurogane-Senpai se había salido de la escuela porque… todos estábamos muy asustados- Terminó susurrando.

Fye soltó algunas lágrimas.

-Lo siento- Mokona se incluyó en el abrazo.

Esa noche tanto Mokona como él contribuyeron a preparar una de las habitaciones vacías para que Fye se quedara a dormir. Ninguno se quejó o replico, simplemente lo hicieron.

Así que ahí estaba Kurogane, a las 12 de la mañana tratando de dormir sin poder lograrlo. No dejaba de repetirse en su cabeza las escenas que había visto hoy. Casi pierde a Fye… tres veces.

Además, Fye… había estado a punto de saltar.

Se levantó, caminó hacia la habitación de al lado y se quedó de pie frente a las puertas shoji sin saber si debía tocar o simplemente… solo quería saber si el ojiazul estaba bien.

Deslizó lentamente el shoji y no encontró a quien buscaba, abrió por completo las puertas, entrando en la habitación. Ahí no había nadie.

¿Dónde estaba?

La imagen del rubio saltando regresó a su cabeza.

Nunca debió dejarlo solo.

Tenía que encontrarlo. Corrió por la casa directo a la puerta, cuando escucho suaves murmullos. Caminó hasta el lugar en el que a la bruja le gustaba sentarse y ver el cielo mientras decía enigmáticas frases que Kurogane odiaba.

Ahí estaba Fye con un simple yukata blanco sentado junto la bruja, la cual le pasó un sobre blanco al rubio.

-¿Qué es esto?- Preguntó Flourite y Yuuko expulsó humo por su boca antes de contestar.

-Me lo dio Ashura hace unos años-

-¿Usted conocía a Ashura-san?- La mujer asintió. El rubio observó el sobre y la bruja miró a Kurogane ocultó en las sombras y le sonrió de esa manera en la que Kurogane odiaba, como si supiera algo que él no, para finalmente ponerse de pie.

-Me iré a dormir. Y recuerda Fye, debes quedarte aquí el tiempo necesario. No debes irte antes y no debes irte después, sólo el tiempo necesario. Todo lo que ocurrió hoy, no fue una coincidencia, las coincidencias no existen- Dejo a un lado su aura enigmática y más animadamente agregó. -Tengan bonitos sueños- Y sin más la mujer desapareció en el interior de la casa.

Kurogane no tenía idea de qué hacer.

-¿Cómo está tu brazo?- Cuestionó el rubio.

-Bien- Contestó dándole una rápida mirada al susodicho. Fye asintió y él finalmente decidió que ya que no lo estaban corriendo, se le permitiría sentarse junto al otro, aun así cuido perfectamente de dejar espacio entre ambos.

-Creí que…- Al decir aquello la atención del ojiazul se posó en él. -Te habías ido-

-Bajé a tomar agua y me encontré con Yuuko-san. Después me trajo aquí- Kurogane asintió y Flourite apartó la vista.

-¿No vas a leer la carta?- Fye lo miró, terminó asintiendo y abrió el sobre, dentro había una hoja blanca doblada. La carta fue cuidadosamente extendida y pudo ver los ojos del otro moverse con lentitud por cada una de las líneas, así como pudo ver las lágrimas comenzar a acumularse.

-Hey…- Llamó suavemente al ver como el otro terminaba por cerrar los ojos tratando de contener su voz.

-Estoy bien- Susurró. –Y sé que… Ashura-san también- Le tomó un tiempo a Fye recuperarse y a él no le importó estar ahí sentado junto a él, escuchando su respiración y los cambios de patrón que hacia esta de repente. Cuando finalmente el rubio se aclaró un poco volvió a hablar. -No iba a saltar-

-¿Qué?-

-No iba a saltar, creí que debías saberlo-

-Pero yo te vi…-

-Se me cayó… el anillo… creí que podría alcanzarlo-

-¿El anillo?- ¿El estúpido intento de mago casi se cae del jodido puente porque quería alcanzar un jodido anillo que se le cayó? -¡Pudiste haberte caído!- Mas importante. -¡Te pusiste en peligro por un estúpido anillo!-

-¡No era estúpido!, no para mí- Terminó por susurrar. Kurogane suspiró, se puso de pie y caminó hasta su cuarto. Buscó en ese pequeño joyero que perteneció a su madre, encontró lo que buscaba, regresó hasta donde se encontraba el ojiazul, se sentó muy pegado a él, lo jalo del brazo y colocó el anillo de fantasía en su mano.

-Ten, es tuyo-

-Pero…-

-Si tanto te importa es tuyo, solo… no vuelvas a subirte a puentes, ¿de acuerdo?- Fye observó el anillo en la palma de su mano, sin mirarlo a él a los ojos en ningún momento.

-Lo que dijiste… en la biblioteca… ¿era mentira?- Y finalmente el rubio lo miró. Ichihara asintió unas cuantas veces de manera casi imperceptible.

-Lo siento- Dijo como un murmullo, se aclaró la garganta, miró a Fye a los ojos y hablo con fuerza. –Lo siento- Fye hizo presión con sus labios.

No estaba disculpándose porque esperara perdón, estaba disculpándose porque fue un imbécil, porque lastimo al rubio. En ese momento no importó, pareció lo correcto. Porque todo este tiempo se convenció de que odiaba a Fye. Pero no era así. Y necesitaba que Fye entendiera que Kurogane sabía perfectamente que él era un idiota y que iba a hacer lo que fuera para arreglar lo que sea que hubieran hecho sus estúpidas palabras.

-¿Por qué mentiste?- Cuestionó el ojiazul.

-Porque…- Esto iba a ser difícil de explicar. –Parecía que te estabas despidiendo- Esa sonrisa llena de tristeza, dolor, despedidas no habladas y una inminente sensación de derrota.

Sí, probablemente Kurogane veía cosas donde no estaban, era un enfermo mental o lo que fuera.

-No puedo explicártelo, sólo sé que parecía que te estabas despidiendo y eso…-

Iba a perder el 50% de su hombría, pero…

-Y eso me asusto… mira sé que no va a tener sentido para ti, sólo…-

-No- Lo interrumpió el rubio, negando con la cabeza. Pero no como si le estuviera remarcando a Kurogane que obviamente no entendía nada, porque Kurogane estaba diciendo cosas sin sentido y rematando con un "Has perdido la cabeza hombre". Si no que lo dijo suavemente, tranquilizando sus desastrosos pensamientos. –Entiendo- Dijo y después hubo un largo silencio. -Yo creo- Agregó Fye cuando ya no esperaba más palabras. –Que tu anillo me va a quedar grande- Y se permitió sonreír de medio lado, correspondiendo a la pequeña sonrisa que le estaban mostrando.

Junto a la puerta, esperando a que Mokona bajara, Fye volteo a verlo con seriedad en la mirada.

-Si no sonrió hoy… ¿estaría mal?- Kurogane se permitió parpadear unas cuantas veces.

-Si no quieres sonreír no lo hagas. Odio tu sonrisa falsa- Dijo y escuchó a Mokona bajar las escaleras. Cuando se volvió a centrar en el rostro de Fye, extrañamente ahí había una sonrisa.

-¡Mokona está lista!- Exclamó la chica con entusiasmo

Era una muy bonita sonrisa.

Pasó una semana antes de que Fye comenzara a sentirse de nuevo como Fye, a pesar de todo ya no era más el chico que Kurogane había estado tratando hasta antes de la discusión en la biblioteca. No que fuera muy diferente, es decir lo era , pero...

No era negativo. Si tuviera que definirlo, diría que Fye era más… parecía estar más centrado y conectado con el mundo.

Era curioso.

Kurogane se desarreglaba el cabello con desesperación.

En definitiva no estaba hecho para esto.

Los habían dejado salir temprano al receso, lo que era extraño, pero quién era Kurogane para quejarse.

Se puso de pie tomando su preciado paquete y se colocó frente a Fye, quien acomodaba sus cosas.

-Vamos con aquellos- Ordenó. Flourite lo miró

-Primero tengo que ir a la cafetería, no traje nada para comer- Kurogane decidió que era el momento perfecto para hacer aquello, así que sin decir más colocó una caja bento a su alcance. Ordenándole que la tomara sin palabras de por medio.

Fye lo miró confundido, aun así tomo lo que le ofrecían.

-¿Qué es esto?-

-Tu almuerzo, qué más va a ser… bastardo- Fye abrió un poco el bento y después regresó a observarlo a él.

-¿Tú lo hiciste?-

-Si Mokona lo hubiera hecho habrías despertado con llamas a tu alrededor- Fye no rio si no que se mantuvo observando su almuerzo. Bueno, sí, Kurogane no era tan bueno cocinando como el rubio, pero se podía defender y tampoco es que fuera tan malo… tan.

-Gracias, Kuro-sama-

Y ahí estaba un apodo.

Nunca pensó que se sentiría tan aliviado de escuchar alguno de nuevo.

-Fye-Senpai, Kurogane-Senpai- Saludaron Sakura, Shaoran y Tomoyo sentándose junto a ellos; esta última termino colocando un pequeño recipiente rosa, abriéndolo para mostrar un conjunto de panquecitos bastante apetecibles.

Mokona decidió que ese era un buen momento para aparecer.

-¿Qué es eso?-

-Hice algunos pastelillos, para Fye-Senpai- Dijo sonriente.

-¿Podemos comer nosotros también?- Cuestionó Mokona y Kurogane se preguntó qué persona en el mundo tendría el doble de sentido común, porque a alguna parte debía haber ido todo ese sentido común ausente en esa tonta. Tomoyo rio.

-Son de Fye-Senpai, él decide- Fye los miró a todos, tomó la caja y la escondió detrás de él.

-Son todos míos-

-Pero Fye~- Canturreo Mokona patéticamente, Sakura lucía bastante sorprendida y Shaoran había dejado de comer ante la respuesta recibida y Fye rio a carcajadas.

Era una risa libre, alegre y melodiosa, sin un rastro de aquellos sentimientos negativos que el rubio siempre parecía estar cargando.

-Claro que les doy- Dijo aún sin parar de reír.

Kurogane sonreía… como un idiota enamorado.

Y entonces pensó que Shaoran tenía razón. Solo lo supo.

Dejo de sonreír.

Él no estaba siguiendo al rubio, claro que no.

-Kurogane-senpai, ¿Por qué estamos siguiendo a Fye-Senpai?- Susurró Shaoran mientras ambos se escondían detrás de una pared.

Simplemente lo vio feo y regreso a observar al ojiazul. No sabía a donde se dirigía, el sujeto no dijo mucho, después de clases sólo tomó sus cosas y dijo que tenía que ir a "una parte".

Jodido bastardo… mago… estúpido.

El mago callejero paso frente a ese puesto de ramen que siempre olía bien, esquivo a unos niños que jugaban divertidos (esos niños siempre parecían estar jugando fuera), dio vuelta en esa tienda donde Kurogane siempre compraba una botella de agua, se detuvo en la florería en la que Kurogane siempre entraba antes de… Kurogane entendió a dónde iba el otro.

Para cuando ellos entraron al cementerio y llegaron a esa lapida junto a la de los padres de Kurogane, el rubio ya estaba hincado en el suelo y dos rosas habían sido acomodadas.

-Hola Kurochin, Shaoran-kun- Saludó sin siquiera voltear a verlos. Obviamente iba a saber que lo habían seguido, es decir, ¡Ellos no lo estaban siguiendo!

-¿Sabía que lo estábamos siguiendo?- El ojiazul finalmente los miró y sonrió.

-Sí-

-Lo siento- Dijo el chico. –Pero Kurogane-senpai estaba preocupado por usted- Kurogane iba a negar todo, pero el otro solo rio bajito y terminó perdiéndose en esa risa.

-Sólo vine a visitar a mi hermano-

-¿Su hermano?- Murmuro el castaño para terminar hincándose junto a su senpai.

-¿Puedo…?- Sabía perfectamente lo que Shaoran estaba pidiendo, mostrar su respeto a la familia del rubio. Flourite lo miró sorprendido y asintió casi imperceptiblemente. Shaoran unió sus manos y cerró sus ojos.

Finalmente el mago se giró a verlo a él.

-¿Es por él, que le temes a las pistolas?- Sintió la mirada de Shaoran agregarse. El tragó en seco. ¿Lo había dicho en voz alta? Mierda, no se suponía que… Pensó que el otro solo sonreiría y diría que eso era un secreto o alguna estupidez parecida, pero simplemente bajo la cabeza y sonrió con tristeza.

-Le dispararon. Estábamos en la tienda y… llego este hombre a asaltar la tienda y terminó disparándole a mi hermano…- No dio muchos detalles y no tenía mucho sentido, pero no tenía que tenerlo y Fye no tenía por qué haberles contado, pero lo había hecho.

Shaoran colocó una mano sobre el hombro de su Senpai y él se hinco para, por primera vez en toda su vida, (después de la muerte de sus padres) rezar, para mostrar su respeto.

Fye derramó unas cuantas lágrimas para limpiarlas al instante, (pero sin desesperación) y sonreírles, él estaba a punto de quejarse, de exigirle que no sonriera si no quería, pero esa… esa era una sonrisa real…

Y hermosa.

El mago tenía problemas para dormir, Kurogane había notado que lo máximo que lograba eran cuatro horas y esas eran las noches buenas. Siempre estaba durmiendo en el patio o en cualquier lugar loco y desastroso.

El día anterior el rubio le pidió que se tomaran una foto.

Decidió decirle que no planeaba dejarlo solo.

Resultó ser una de sus mejores decisiones.

Fueron a un día de campo con todos sus compañeros de tercero. Ventajas de estar en su último año.

El mago callejero, tonto como solo él, se cayó de una llanta-columpio.

Dijo que le gustaba que fuera… tímido.

Kurogane no quería sentimientos. Porque cuando se abría a otras personas… no, hacía años que había perdido la habilidad para abrirse a otras personas, para sentir con la intensidad que lo había hecho cuando era un niño y amaba a sus padres. Padres que perdió.

Desde pequeño aprendió que no puedes tener a alguien por siempre. También entendió que cuando amas mucho a alguien, duele más cuando los pierdes, por eso decidió que no iba a abrirse con nadie y no iba a permitirse interesarse demasiado por otros, se convenció a si mismo que no necesitaba interesarse por otros.

Pero…

Shaoran era básicamente su mejor amigo, y Kurogane deseaba que el chico fuera muy feliz.

Mokona era como una hermana menor, molesta y a la cual quería asesinar con más intensidad cada maldito segundo que pasaba, pero no quería que la chica cambiara nunca.

Sakura era la chica más encantadora que había conocido, enérgica y divertida y Kurogane deseaba, con todo lo que tenía, protegerla de cualquiera que intentara lastimarla.

Tomoyo era… era Tomoyo. No importaba qué, siempre iba a ser especial para Kurogane en un nivel completamente diferente a un "romance" de quinceañero.

Así que no importaba que hubiera pasado 17 años de su vida tratando de evitar las emociones y convenciéndose a sí mismo que no tenía ningún lazo con nadie, los tenía y eran muy fuertes.

Lo más loco de todo y lo que nunca, nunca, pero nunca planeo permitirse fue… enamorarse de Fye.

Y sí, pasó dos semanas enojado y negando esta "gran revelación", pero… Fye temía quedarse solo, y Fye usó la palabra gustar y Fye se permitió llorar la perdida de la única familia que le quedaba en frente de Kurogane.

Una parte de él seguía luchando gritando cosas como "¿Dónde está tu auto-respeto?", "El Amor es una mierda que no lleva a ningún lado", "Las cursilerías no van contigo"…

Y seguían, y seguían los gritos, pero Kurogane estaba cansado y lo cierto era que Fye siempre fue importante.

Y él, amaba a ese bastardo de sonrisas falsas, personalidad retorcida, habilidad para pelear casi inhumana e increíble talento para cocinar.

Y Shaoran había tenido razón. No fue transcendental, no había música, no había cursilerías de una jodida comedia romántica. Sólo lo supo… Y la verdad él sentimiento estuvo ahí desde hacía mucho tiempo, sólo que lo escondió debajo de cajas de ira, odio y gritos, porque parecía más sencillo.

Se iba a encargar de que Fye fuera feliz, se iba a encargar de que ese desgraciado apreciara la vida y lograra ver lo mejor que esta tenía para ofrecer, no importaba que Kurogane mismo pensara que la vida era una mierda, se iba a encargar que la vida de Fye fuera como un puto viaje eterno a Disneyland, eso era lo que iba a hacer.

Eso iba a hacer.

Por qué estaba aquí tratando de aprender a hacer onigiris con cara… no lo sabía, de verdad lo pensaba y pensaba, pero siempre que lucía distraído el rubio le gritaba.

-¡Ya te vi, KuroWankoro, No te distraigas!- Después de que él regresaba su atención tratando de ignorar el hecho de que realmente no sabía de donde había salido ese delantal rosa con encajes que le habían obligado a ponerse, el mago callejero volvía a sonreír. Parecía estarse divirtiendo. –Bien, entonces, primero hacemos el onigiri, como cualquier otro onigiri, ¿De qué lo quieres rellenar?-

-Salmón- Susurró y procedió a realizar su "misión". Una vez que el otro parecía complacido con su creación, volvió a hablar.

-Entonces ahora podemos ponerles caritas, se pueden hacer con muchos ingredientes diferentes, podemos hacerlo con alga nori o jamón o…- ¿Por qué Fye se había callado?, porque Kurogane de alguna manera se había terminado inclinando justo en el momento en que Fye lo miró, y terminó uniendo los labios de ambos.

Sintió las palmas de sus manos sudorosas, sus piernas débiles, el cuello tenso, podría ser que su corazón hubiera comenzado a chocar con sus costillas y su cara estaba caliente. Pero eso no era lo importante. Los labios de Fye eran suaves, cálidos y así de cerca podía percibir el aroma único de Fye.

El beso duro muy poco y sin embargo pareció muy largo.

Cuando se alejó, Fye lo miraba con seriedad. Y fue entonces que Kurogane recordó que no se suponía que hiciera eso, no se suponía que lo besara, no se suponía que buscara una relación… sólo quería que Fye estuviera bien.

-Yo…- No estaba muy seguro de lo que iba a decir, pero (por suerte) fue interrumpido.

-¿No te… gustaba Tomoyo-chan?- Frunció el ceño.

-No- Y porque parecía un buen momento para preguntar. – ¿No te gustaba Chiesa amiga tuya?-

-No-

Y sin agregar nada más, regresaron a las bolas de arroz.

Kurogane estaba preparándose para ir al patio a practicar Kendo un rato cuando Mokona abrió la puerta shoji de par en par, se introdujo en la habitación y las cerró tras de sí.

-¿Qué quieres?- Preguntó cortante. Mokona lo observó seriamente, sin sonrisas o mirada burlesca de fondo.

-Yo te vi besar a Fye- No sabía cómo actuar ante eso. Decidió que negarlo no era lo que quería hacer. -Mokona sabe cosas. Sabe que Shaoran es el mejor amigo de Kuroponta, que lo ves como a un hermano, aunque Mokona a veces cree que lo ves como a un hijo. Mokona sabe que Sakura es muy importante para Kurotan… Y Mokona sabe que Tomoyo es muy especial. Mokona también sabe que nunca has sentido por alguien lo que sientes por Fye y Mokona sabe que eso te asusta, por eso has sido cruel…- La chica suspiró. –El mundo no se va a detener si dejas pasar esta oportunidad. Tu vida va a seguir y serás feliz, Fye va a encontrar a alguien más que sienta lo que tú por él… pero no va a ser Kuro-chan- Suavemente la chica terminó colocando sus manos en el rostro del pelinegro. –Ya detente Kurogane-

Tenían clase de educación física y Fye aún no salía del vestidor. El profesor estaba a punto de explicar lo que iban a hacer hoy y Fye aún no estaba ahí.

Sin si quiera explicarse a sí mismo los planes a seguir, caminó hasta los vestidores encontrando a Fye sentado sobre la espalda de un tipo (que Kurogane no recordaba haber visto) rodeando con uno de sus brazos el cuello del tipo y con el otro dándole fuerza al agarre. Estaba ahorcando al tipo.

Debía haber una buena explicación para esto.

Flourite pareció sentirse observado, lentamente giró su rostro y terminó por soltar al hombre bajo él, para finalmente ponerse de pie.

-Kurotan, que casualidad verte por aquí- Kurogane no tenía tiempo para contestar, estaba muy ocupado viendo ese golpe en la comisura del labio del otro. Estaba un poco amoratado y comenzando a hincharse.

Finalmente el tipejo en el suelo se puso de pie.

-¡Le diré al profesor lo que…!- Y Kurogane le dio un buen puñetazo que mando al tipo al suelo. En definitiva terminaría con un ojo morado. Fye lo miraba con grandes ojos sorprendidos.

El tipo era idiota eso seguro, pero no tan idiota. Esta vez se puso de pie rápidamente y caminó a la puerta sin hacer contacto visual.

Kurogane lo detuvo.

-Si le dices a alguien quién te golpeo, me encargaré de que todos sepan la mierda de persona que eres. No soy estúpido, estoy seguro de que intentaste obligar a…- Se detuvo, porque le quedaba bastante claro que este tipo intentó obligar a Fye a tener sexo con él, pero era incapaz de decirlo en voz alta.

¡Esta basura!

-Alguien como él…- Explicó apuntando a Fye con su dedo pulgar. –Jamás se interesaría por una basura como tú, ¡Ahora lárgate!- Una vez que el tipo desapareció por la puerta, tomo una gran bocanada de aire buscando serenarse.

Si no se controlaba ahora, iría y le partiría la cara a ese jodido…

-¿Estás bien Kuromin?- Preguntó Fye, él debía haber preguntado eso.

-¡Yo debería preguntarte eso!-

-¿Qué?, ¿Por qué?- Este sujeto siempre se las arreglaba para sacarlo de sus casillas.

Colocó la mano en la mandíbula del mago callejero para obligarlo a alzar el rostro y poder apreciar mejor el golpe.

Fye tomó su mano y la hizo bajar lentamente.

-Estoy bien- Explicó, sin necesidad de una pregunta.

-Deberíamos decirle a algún profesor o…-

-Ellos nunca me creen- Frunció el ceño preguntando con la mirada. -Es por ese otro rumor que se expandió. Al parecer me gusta tener sexo con cualquiera- Exclamó Flourite, como si fuera bastante obvio.

Quería romperle la puta cara a todo el mundo, TODOS.

-La próxima vez que alguien se te acerque con… esas otras intenciones- Si él hubiera sido otra persona, probablemente se habría sonrojado en ese momento. –Me dices-

-Puedo protegerme a mí mismo-

-Sé perfectamente que puedes protegerte a ti mismo, pero voy a disfrutar tanto golpeando a esos infelices-

Además, como extra estaba el hecho de que después de que se corriera el rumor de que no sólo eran golpeados por el rubio, sino que también por Kurogane, esos bastardos iban a pensarlo seriamente antes de acercarse con sus jodidas propuestas de mierda.

-Eres tan raro Kurgalurga-

-Tú eres el que acaba de llamarme "Kurgalurga"- Y el rubio sonrió dejando salir un poco de aire por su boca, que al parecer iba a ser una risa.

-No puedo creer que hayas dicho Kurgalurga- Él tampoco podía creerlo.

-Calla, estúpido mago callejero-

-Hyuu~, subí de nivel, ya no soy un intento-

Maldito loco, desgraciado.

Lo había extrañado.

Ese día había regresado tarde del trabajo. El anciano para el que trabajaba era agradable al menos. Entró a la casa sobándose el cuello y terminó encontrando al mago callejero con una maleta al lado, la misma que había traído una vez comenzó a quedarse con ellos.

-¿A dónde vas?- El ojiazul suspiró. La casa estaba oscura y silenciosa. ¿Dónde estaba Mokona?, ¿Dónde estaba la bruja?

-Te lo dije… No puedo quedarme aquí eternamente-

-Pero nadie te está corriendo-

-No, claro que no, pero…-

-Si es porque dije algo…-

-No, no, tú no…-

-Me gustas- Ver al otro sin palabras y con la boca bien abierta era hasta cómico. –Siempre supe que eras-eres…- Se pasó las manos por el cabello, con exasperación. -Que podías llegar a ser muy especial y eso… me asustaba, aun me asusta. No… quiero… que te vayas-Y quiso acercarse y esconder al rubio entre sus brazos, pero se detuvo y al final sólo dio un paso hacia atrás.

-Yo no soy… una persona con la que podrías ser feliz…- Flourite hizo una pequeña pausa y él sintió que le faltaba el aire. El rubio trató de sonreír. –To-Tomoyo-chan…-

-No es a Tomoyo a quien quiero- Su contraparte guardo silencio y lo miro como si pidiera que no tuviera tales sentimientos hacia él.

Dolía.

-Quiero que te quedes. Pero no voy a tomar la decisión por ti. Te he dicho lo que quiero y lo que siento. Tú debes decidir si te quedas o te vas-

Si acepta a Kurogane o no.

Dicho aquello se dirigió a su habitación sin mirar atrás.

La habitación de al lado estaba vacía. Todos los cacharros del rubio que antes ocupaban pequeños espacios de la habitación ya no estaban.

Se había ido.

Había tomado su decisión.

Kurogane bajó las escaleras sin permitirse sentir nada y escucho ruido en la cocina.

Camino hasta el lugar decidido a detener el intentó de Mokona de asesinar a todo la cuadra, pero terminó encontrando a Fye preparando algo en la estufa, dándole la espalda a él.

El chico dio media vuelta al sentirse observado, probablemente, Kurogane no sabía, pero lo que sí sabía es que Fye estaba ahí y le estaba mostrando una sonrisa pequeñita, que fue creciendo y creciendo hasta iluminar toda la habitación.

Kurogane se paró muy cerca del rubio, escuchando su respiración, sintiendo el calor que emanaba su cuerpo y pudiendo percibir el movimiento de su pecho con cada inhalación que ambos daban y fue entonces que pensó que el que estuviera aquí, el que se hubiera quedado, no quería decir que correspondiera los sentimientos de…

No importa mientras esté aquí… no importa.

O eso pensó hasta ser el destinatario de un beso demandante… y muy dulce. Esta vez la caricia era diferente, ya no era solo un simple choque de labios (no realmente simple) si no que esta vez era un encuentro de lenguas danzantes, esencias compartidas y corrientes eléctricas que recorrían cuerpos.

Al separarse colocó su frente sobre la del otro, que no opuso resistencia ni se apartó de él, en todo caso, únicamente se encargó de entrelazar sus manos con fuerza.

-Tú también me gustas Kuro-chan- Y Kurogane sonrió.

Notas finales:

Casi tres años. Soy una mala persona. Muchas gracias a todas las personas que no se rendían y seguían pidiendo continuación ;) esto es por ustedes.

Me disculpo por si el capítulo me quedó muy mal. La verdad fue muy difícil de escribir, primero me leí la historia (que la verdad no me inspiraba mucho leer porque ¡vamos!, yo la escribí, sabía lo que pasaba, pero de alguna forma terminé enganchada a mi propia historia), y entonces vi esa escena donde Fye y Kurogane pelean y me quede como "¿¡Qué clase de monstruo sin corazón soy!?" dejarles esa escena como última cosa T_T fue horrible. Así que comencé a escribir, pero me sentía desconectada, así que me puse a ver... Kobato ya sé, ya sé, entonces me puse a leer unos cuantos capítulos del manga de Tsubasa Chronicles y luego comencé a pasearme entre el anime y las ovas y escribí otro poco y así hasta que hice esto.

De verdad espero que haya sido bueno. como sea ¡Gracias por leer!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).