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Morita
Capítulo 2 All is full of love
El camino para atraerlo más cerca había sido fácil. Premeditando todo lo posible, podría llegar a aislarlo más de lo que aquel muchacho estaba y mantenerlo siempre a su lado. Aún no quería entender la satisfacción que le merecía tener al castaño cerca. Sólo estaba seguro que lo quería allí, a su lado. Él siempre se caracterizó por ser una persona muy solitaria, algo retraída y sin muchos amigos, la parte dulce de su vida le había sido arrebatada a temprana edad. Por lo que sólo pudo extraer la fortaleza y entereza de su padre. Siempre fuerte, sin titubeos ni arrepentimientos y fue justamente aquel pensamiento el que lo mantenía en la cima, ese olfato sin igual para arremeter en contra de sus incontables ‘enemigos’.
El castaño en cambio, venía de una familia bien constituida, feliz. Su padre proveniente de Bélgica y su madre Japonesa. Siempre agradecido de la naturaleza escandinava de su padre, heredando un color de ojos característico de los belgas, iris miel. Su madre delgada y fina, rasgos que por igual le fueron heredados, resultado final, un joven delgado, castaño de pelo, de contextura fina y espigada. Al ser hijo único y educado en casa por su madre, quién por ser tutora de vocación es una mujer muy amable, instruyó muy bien a su pequeño primogénito. Asimismo, su educación forzosamente debía ser en casa, a causa del trabajo de su padre no podían vivir en la ciudad. Por cierto, Takashima se crió en Bélgica hasta los 10 años, en Suecia hasta los 17 y en Japón el resto de su vida. Siempre rodeado de buena gente. Nunca con malas intenciones.
¿Qué sucede cuando se junta el blanco y el negro? …Pues se obtiene gris. Y esa era la atmósfera que se respiraba en el departamento del castaño, tras comprender el ‘modus operandi’ del pelinegro. En su pensamiento idealista y utópico, Takashima quería defender a los inocentes. Pero para Yuu, nadie era inocente. Se lo había dejado muy en claro cuando le dijo esa tarde que todos tenían algo que ocultar, algo que les desarmaría la careta de ‘buena gente’…en otras palabras, Yuu se dedicaba a buscar puntos débiles, según su víctima/enemigo, o los usaba para su conveniencia o los destrozaba.
Y fueron justamente las palabras del pelinegro que le hicieron reaccionar. Ni él ni nadie, era cien por ciento inocente. Recordando el propio pecado silenciado, su mente y cuerpo se adormecieron sin más remedio.
El curiosamente interesado pelinegro observaba, como lo era su costumbre desde hace unos días, del departamento de en frente.
La semilla estaba plantada, aquella conversación sostenida con su ‘alumno’ durante la tarde, sobre lo moralmente correcto y la realidad, debía causar los estragos que él quería. Hacerlo pensar y darse cuenta que no todo el mundo es bueno, ese sería el primer paso, para convertirlo en un buen abogado. Si lograba aterrizar su moral y enseñarle a ser más como el, quizás podría tener una oportunidad. Si Takashima insistía en abogar por los ángeles, sería el primer caso perdido del pelinegro.
Esa noche no se dedicó ninguna caricia, ni tampoco pensó en las obscenas propuestas que podría materializar con ese muñequito. Se dedicó sólo a observarlo, mientras este dormía con los labios entrecerrados en el sillón de su hogar, con el televisor aún prendido.
Poco duró su tranquilidad. Nuevamente esa determinación le hizo concebir una de sus más locas ideas, quería más de ese contacto. Quería respirar el aire que exhalaba el menor. Con la mayor de las astucias se encaminó hasta donde dormía el conserje, debería haber una escalera o algo que pudiera usar como un puente, entre su balcón y el del castaño. Y así fue, una escalera más o menos de 4 metros sería un buen nexo para llegar hasta el menor.
Con mayor convicción que nunca, se precipitó a instalarla uniendo los barandales de ambos balcones. Con mucho cuidado y gateando por los peldaños fríos de aquella escalera llegó hasta el balcón de Takashima, feliz de que su plan funcionara y que la oscuridad de la noche ocultara su delito, lo hizo. Irrumpió en el espacio privado del castaño lo que causó en él una reacción que jamás podría haber concebido sin vivirla. Se aprontó a abrir la ventana en silencio, para no despertar a Takashima, quién dormía plácidamente en el único sillón de la sala. Se acercó con insospechado sigilo hacia el castaño, para mezclar sus respiraciones una vez que sus rostros estuvieron muy cercanos. Pero él quería más, su erección se lo pedía. Sin pensarlo dos veces, abrió su pantalón y pudo sacar su excitación pulsante por no ser atendida como se debe. Ensalivó dos de sus dedos, para luego esparcir su propia secreción en su miembro. Estando totalmente mojado, lo acercó a los labios del menor, pero sin tocarlo. Él quería sentir el aliento del castaño sobre si mismo. Sobre su erección. El placer que aquel contacto le daba era increíble. De sólo pensar en cómo se sentiría si el menor lo lamiera o lo mordiera le hizo querer tocarse con fuerza y llegar al orgasmo en menos de dos minutos. Aquellas reacciones las causaba ese pequeño castaño y nadie más. Luego de un rato luchando consigo mismo para no cometer la estupidez más grande de su vida y tomar al menor a la fuerza en ese mismo instante, se marchó de allí, de la misma forma en que entró. No sin antes llevarse un pequeño recuerdo, algo que le ayude a recordar su aroma cuando lo necesite más tarde…más tarde cuando las ganas de descargarse sean incontrolables y nuevamente tenga que tocarse…pensando en él.
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Un nuevo día comienza y no pudo evitar sentirse idiota al notar que se había quedado dormido con la TV prendida, en el sillón y la ventana abierta. Tendría que comenzar a tomar más atención, si algo llegase a suceder, tendría que darles la razón a sus padres y aceptar que no estaba preparado para vivir solo. Y eso le dolería de sobremanera en su orgullo, más que nada porque tendría que esconder nuevamente su condición. Aquella que lo hacía perder el sueño, esa ‘situación’ que podía ser tan simple pero a la vez tan complicada.
‘Enfermedad del sueño’ dijo el doctor tras una ronda de exámenes a los cuales se rehusó lo más que pudo, en el fondo estaba muy convencido de lo que tenía, el problema era admitirlo. Aquella preocupación por la salud del menor surgió una vez que su madre lo encontrara deambulando por el campo en ropa interior. Medio dormido, medio despierto, según ella estaba sonámbulo.
Luego de exámenes médicos físicos vinieron los sicológicos, algo debe estar molestando el sueño de su hijo, pensaba su padre, al ser altamente creyente no dudo en pensar que quizás alguien hubiera echado el ‘mal de ojo’.
Pero luego de sesiones con facultativos de renombre se diagnosticó un trastorno del sueño. Lo que nunca quiso admitir el castaño era que: el problema no radicaba en no poder dormir, el problema comenzaba justamente cuando su cuerpo se dormía, las fantasías más locas se presentaban en sueños y su humanidad respondía por si sola. Algo que superficialmente le comentó al sicólogo. Lo que nunca admitió era que aquellos sueños, lejos de ser perturbadores, eran más bien placenteros. Y vaya que lo eran, pero se resistía a aceptarlo…su religión, sus creencias y las de su familia se verían deshonradas…corrompidas.
Más que nada por eso, decidió vivir solo. Él amaba su familia, pero las reacciones provenientes de los sueños cada vez crecían con mayor fuerza y ahora hasta despertaba desnudo y con señales de haber estado ‘jugando’ consigo mismo hasta el clímax…todo mientras soñaba. No podía permitir que sus padres…sus adorados padres le encontraran así.
Algún día esa rebeldía por aceptar lo que era desaparecería, asimismo el miedo de gritarlo a los cuatro vientos y poder enfrentarlo frente a sus padres. Pero después se detenía a pensarlo, que ganaría con aceptarlo en frente del mundo, al fin y al cabo sólo debía aceptarse a sí mismo como era, y sacarse de una vez por todas aquella duda. ¿Decirlo o no? El tener sueños húmedos con otros hombres, definitivamente calificaba como algo que debes callar para siempre. Y el querer materializarlos, definitivamente comprobaba su teoría de ser un homosexual negado.
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El despertar del pelinegro no había sido muy distinto que el del castaño. La cama totalmente desecha y su preciado premio entre sus sábanas, haber ‘sustraído’ esa prenda del departamento del menor había sido su recompensa y ayuda motivacional para sus locas fantasías.
Una vez en la oficina se dedicó a reprimir las ganas de besar furiosamente y tomarlo encima de su escritorio. Logró con toda la voluntad que poseía entablar una conversación más o menos decente con aquel castaño.
- - ¿De verdad que no lo entiendes?
- - - Si lo dice así, comenzaré a pensar que soy un estúpido sin remedio – río nerviosamente desviando un poco la mirada hacia un punto perdido en el espacio que daba entre la persona que tenía al frente y la vía de escape.
- - Debes aprender a conocer a las personas antes de juzgarlas. Por ejemplo, imagina esto: Mujer vestida provocadoramente a la una de la mañana en medio de una calle poco transitada. ¿Que se te viene a la cabeza?
- - Que es una prostituta.
- - ¿Y no puede ser que cumple una fantasía con su marido? ¿O que viene de una fiesta de disfraces? Ves como después de toda tu moralidad, si eres prejuicioso. Debes darte el tiempo y aprender como leer lo que te muestran las personas, si no lo muestran, tienes que investigarlo. Nunca nadie dice la verdad, salvo en contadas ocasiones, cuando les conviene.
- - Hhhmmm… - dijo el menor frunciendo sus labios hacia la izquierda en una mueca para luego atrapar su labio inferior entre su dentadura. Acción que provoco una reacción de forma inmediata en Yuu. – Buen punto, Yuu-san.
- - Dime Yuu, sin el san. Eres mi mano derecha, quiero que me faltes el respeto, tu puedes hacerlo.- Comenzaba a adorar ese color carmín que adornaba las mejillas del menor.
- - …está bien, Yuu. -
- - Además no soy tan mayor como crees.
- - ¿A no? ¿Debería creerte?...nadie dice la verdad Yuu.
- - Y yo menos.
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Las horas pasaron y con ello el deseo salvaje de poseerlo, había entrado en una fase de embobamiento de sólo escucharlo parlotear de su familia y de los países que había conocido. Esa fluidez y tranquilidad para desenvolverse le llamaba mucho la atención. Asimismo, pudo notar la empatía del castaño al tratar con las demás personas. Esa tarde no lograría hacer nada más que darle toda su atención al menor, lo que se traducía en trabajo nocturno. Pero esa noche no trabajaría solo, no señor. No después de haber aguantado sus deseos tanto y de ver el lado ‘b’ de Takashima, era adorable.