Mello, estaba frente al espejo tocando sus labios de color durazno, arreglándose para aquella noche, miro el reloj nervioso: faltaban cuarenta y dos minutos para su cita, no sabía quién era, jamás lo había visto, no importaba aquello, solo buscaba un poco de entretenimiento esa noche, un poco de esperanza para su pobre corazón que tan solitario se hallaba. Hace tiempo que Near lo había dejado, un imbécil llamado Giovanni le había arrebatado lo que más quería, en aquella iglesia abandonado, olvidado, plantado, humillado. Aquel blanco traje guardado en un desván, sus lagrimas arruinaron su bello rostro, los invitados no decían nada, todos lo sabían Near se había fugado con aquel perfecto desconocido.
Se seca sus lagrimas rápidamente, nadie debe verlo así, trata de olvidar y antes de salir de casa guarda algunos juguetitos que harían más entretenida aquella noche.
Se dirigió a aquel fino restaurante, al llegar, se dirige hacia una mesa del centro para que todos lo vean, aunque quieran evadirlo, no pueden, es tan seductor aquel saco abierto y aquella camisa blanca y casi desabotonada que portaba que apenas y escondía aquel perfecto pecho, blanquecino, lechoso y apetecible que competía con aquel trasero, redondo y firme dispuesto a cazar ególatras.
Light llega con una hora de diferencia, lo mira como si fuera mercancía barata y Mello sonríe para ocultar que le arde en las venas la ansiedad por conseguir a toda costa un amor, sin importar el precio.
Light quiere alimentar al animal hambriento que hace dos semanas no prueba bocado, pero no había encontrado a alguien tan solitario. Mello ha encontrado a su amor, solo falta seducirlo; algo tan aparentemente fácil como abrir una cerveza, lavarse las manos e incluso pagar la cuenta.
Light no se molesta en preguntarle si desea algo de la carta, no, solo agarra al joven rubio, lo mete a su auto y lo lleva hasta un motel de quinta.
En la habitación él desata su instinto sin dejar que Mello tome iniciativa alguna, sin preguntar nada. Lo avienta a la cama, le desgarra la ropa. ¿De que servirán los juguetes? Ya es tarde para averiguarlo.
El castaño lo lame como un gato, cuando el rubio quiere hablar, el otro le muerde los labios, la barbilla, el cuello, deja huellas que más tarde serán marcas que poco a poco se convertirán en un dolor amargo en el vientre y en el corazón.
Ya se ha enredado con nefastos como ese, se queja y los compara con la escoria y la inmundicia, con el amor invisible que solo él percibe; su corazón se va tornando endrino.
En la segunda ronda Light trata de ser sutil y amable para que Mello no escape. Apesar de todo el rubio gime, goza; a ratos cree sentir espasmos de ternura.
Cuando acaba, Light saca un cigarrillo de su pantalón, lo fuma despacio, exhala la última bocanada, se viste y cortésmente pregunta:
-¿Mail*, me dijiste, verdad?
El ojiazul se hunde todavía más en su mundo patético, con una sonrisa que detiene las lágrimas, contesta:
-Me llamo Mello, ¿Nos volveremos a ver? , dime que sí, Light ¿Lo volveremos a hacer? Dime que sí mi amor…