Capitulo unico
Sayuri-chan
Un regalo perfecto
Cuando recién lo conoció, eran apenas unos niños de cinco años. Normalmente se miraban feo y se fastidiaban con su sola presencia, pero al cabo de un tiempo, aquella presencia comenzó a ser necesaria, llevándolos a ser grandes amigos.
Después de unos años, cuando tenían ya los ocho y se acercaba su cumpleaños, se dio cuenta de que nunca se había preocupado por un regalo especial para él, hasta que un día su hermano lo llevó de compras…
- No entiendo para que me trajiste -dijo aburrido el chico.
- ¡Vamos, Sasuke! Es mejor que estar en casa aburrido.
- Me aburró más aquí. ¿Y si Naruto va a la casa y no me encuentra?
- En primera, no creo que tú seas el centro de vida de Naruto. En segunda, debes alejarte un poco de tu noviecito.
- ¡Él y yo no somos novios! -dijo con un flamante sonrojo en las mejillas.
- Bien -dijo burlón el mayor-. Entonces no te molesta verlo con otras personas, ¿ne?
- Claro que no, ¿por qué habría de hacerlo?
- Bien, vamos entonces. Necesitó un obsequio para el cumpleaños de Deidara.
- ¿Por qué buscas tanto? Solo regálale una colonia o algo…
- Sasuke, un obsequio es algo especial porque demuestras cuán importante es esa persona para ti. Cuando regalas algo costoso o bonito sin alguna buena intensión entonces no vale, pero si das algo, que aunque no sea hermoso o algo difícil de conseguir, pero con el corazón, entonces darás algo que vale mucho más que nada en el mundo.
- ¿Y qué?
-¿Recuerdas el regalo que te dio Naruto el año pasado?
-Sí, es un dobe. Él quería ese figura de acción tanto como yo, pero él la consiguió y yo no. Aún no entiendo por qué me la dio…
-Bueno, porque sabía que era algo que era apreciado para él y para ti. Le importó tu felicidad y a la vez te dio algo que haría que lo recordaras siempre, ¿te das cuenta?
-Sigue siendo un dobe.
-Un dobe que se preocupó por ti.
El pequeño se quedó callado desviando la mirada, después de todo su estúpido aniki tenía razón. Naruto le dio algo que él valoró desde entonces, porque era su deseo y porqué había sido él quien se lo dio.
Itachi continúo caminando, Sasuke se quedó viendo diferentes repisas en el bulevar. Se topó con un colgante bastante discreto pero hermoso, y sonrió para sí. Ese sería un buen regalo.
- Bien hecho, Sasuke. Ese en un buen presente -dijo Itachi poniéndose a su altura y revolviendo sus cabellos, para después entrar a la tienda y poder comprar el colgante, aún ante el disgusto de su hermano menor
Desde entonces había querido encontrar un regalo igual de especial cada cumpleaños de Naruto.
Después de que acompañó a Itachi pasaron sólo unos meses para que fuera el cumpleaños de Naruto. Ese día había decidido darle algo que a él también le gustaba mucho.
- ¿Qué es esto?
- ¿Acaso estas ciego, dobe?
- Moh, Sasuke. ¡Gracias, pero no era necesario-ttebayo!
-Lo hago porque eres mi amigo y por qué quería darte algo que también me gustara, así que no seas mal agradecido y tómalo.
- Bien, bien, no te enojes. ¡Gracias-ttebayo! Es un… gran presente.
Sasuke había pensado mucho en que darle a su mejor amigo, y de verdad que lo había hecho. Optó por un sinfín de cosas, pensado desde armamento ninja hasta un simple suéter, pero, recordando las palabras de su hermano, debía ser algo que él también valorara. Entonces el dobe se daría cuenta de lo muy especial que era para él.
Después de mucho pensar, y casi darse por vencido, llegó a la cocina donde su mamá preparaba la cena y vio en el frutero aquello que tanto le gustaba a él, y su cerebro se iluminó. ¡Ya sabía que darle a su rubio amigo!
- Entonces…
- ¿Qué, dattebayo?
- ¿Qué esperas?
El rubio miró con duda lo que tenía entre sus manos, sonrió con ternura para después colocarlo en su boca y darle un mordisco, lo cual causó un calorcito en Sasuke, quién se sintió bien al saber que su regalo era apreciado.
- Oye, Sasuke. Has visto a… ¿Qué hacen?
Itachi llegaba buscando a los dos menores, que habían desaparecido hace rato de la pequeña reunión organizaba para celebrar el cumpleaños de Naruto. Los encontró escondidos entre los arbustos altos de una parte del jardín, y no pudo evitar sonreír con malicia cuando vio, aún con los inútiles intentos de Sasuke por ocultarlo, un grande, y juraría que jugoso tomate rojo, entre las manos de Naruto. Estaba mordido.
- ¿Ese fue tu regalo? ¿Un tomate?—ante el silencio de Sasuke, Itachi no dudo en soltar una sonora carcajada ante lo visto.
- ¡Cállate, Itachi! ¡Esto no te incumbe, maldito! -gritaba furioso Sasuke, tratando de golpear al mayor que seguía riéndose.
Después de aquel fallido intento de regalo perfecto, Sasuke optó por buscar cuanto pudo un mejor regalo que al anterior, y es que Naruto siempre le daba cosas muy buenas o geniales, como aquella ocasión donde esculpió en madera un dragón con un letrerito en el que se leía “fuerza”; lo había hecho con ayuda de su papá, pero lo había hecho de todos modos, además lo hizo en un práctico y discreto llavero, así que podía usarlo fácilmente.
Así que su siguiente obsequio sería práctico y eficiente, algo que usara siempre y fuera fácil de usar.
- ¿Es para mí? -preguntó el rubio observando la caja envuelta en papel oscuro metálico-. Pero mi cumpleaños es mañana.
- Lo sé, pero no quiero que nadie más lo vea.
- Entonces, ¿puedo abrirlo-ttebayo?
- No, mejor espera hasta mañana.
El Uchiha sonrió de medio lado mirando la mueca insatisfecha del menor. Ya resignado el Uzumaki optó por dejar el obsequio en su habitación, sabía que si lo intentaba lo más seguro era que Sasuke se lo quitara.
- ¡Felicidades, Naruto! -decía una rubia clara, dando un enorme ramo de flores al otro rubio.
- Sí, es verdad. ¡Felicidades, Naruto! -acompañó una feliz pelirosa.
- Esto es problemático… Toma -Shikamaru le dio su obsequio, y Naruto felizmente los guardaba para después abrirlos en compañía de todos.
- Bien, ¡abramos los regalos!
La señora Uzumaki, o mejor dicho Namikaze, se abría paso entre los jóvenes que estaban invadiendo su sala, llevando a Naruto con ella colocándolo frente a un montón de regalos que le habían dado sus amigos.
- ¡Vamos, Naruto! ¡No todos los días cumples trece años! -decía muy animado Kiba mirando con orgullo su regalo, recién abierto por el rubio. Un PSP, uno que el rubio había querido hace mucho.
- ¡Gracias, Kiba-ttebayo! -gritó el rubio mirando su nuevo juego.
- No es justo, ¿por qué a mí no me regalaste algo así?
- Vamos, Chouji. ¡A ti te di pases para restaurantes, así que no te quejes!
Y Sasuke se sentía cada vez más fuera de lugar, por la culpa de sus estúpidos compañeros. Ino le dio, aparte de sus flores, un juego de pergaminos para jugar; Sakura le dio un colgante muy bonito que tenía las iníciales del rubio; Kiba ese estúpido juego ocioso. Inclusive el regalo de Itachi parecía genial…
- ¿Una taza de café? Pero, Naruto… ¡Tú no tomas café! -aseguró la rosada, viendo con curiosidad la taza de color naranja claro de porcelana-. ¿Quién te la dio? -preguntó curiosa tratando de ver la envoltura que Naruto tenía en sus manos, pero el rubio la ocultó.
- A mí me gusta-ttebayo. Además, ¡algún día la utilizare para beber café-ttebayo! -aseguró feliz el rubio quitándole el obsequio a su amiga rosa y guardándolo delicadamente en su caja de nuevo.
Y Sasuke no pudo sentirse más idiota ante la mirada acusadora de Itachi.
Era pésimo para escoger regalos, ya se había dado cuenta, pero es que cada vez que encontraba algo bueno para darle resultaba inútil y pasado, mientras que los regalos que recibía del rubio eran buenos, algunos inútiles, pero al fin y al cabo especiales.
Cuando llegaron a tener los quince años, el rubio le había dado un portarretratos donde estaban los dos cerca del rio, escurriendo el exceso de agua cuando fueron a jugar allá.
La verdad no sabía que pensar ahora, de un tiempo para acá, sentía cierta atracción hacia el rubio, de un tiempo para acá, cada vez que veía al rubio se le aceleraba el corazón, veía su sonrisa más radiante, su cabello más brillante, su piel más tersa, su cuerpo más deseable…
Y eso lo atormentaba, aun más cuando esos incesantes celos aparecían. ¡Ah, claro que tenía celos! No lo admitía, eso era diferente, pero es que cuando vio a la tierna y ahora ya hermosa Hinata acompañándolo, eso fue lo que sintió. Ver sus confiancitas, ver sus sonrisas… ¡No le causaba ninguna gracia!
Así que más decidido comenzó a ocupar todo el tiempo libre de Naruto para enfrentarse constantemente con él, haciéndose más fuertes los dos. A tal grado que muchas veces para Naruto sólo existía él, y viceversa.
Así pues, llegó el cumpleaños número quince de Naruto, quien de nuevo recibió muchos obsequios por parte de sus amigos. Ahora no se sintió tan mal cuando vio la mayoría.
Se trataban de katanas cortas, sai, kunai, pergaminos, etc. ¿Y él? Él le regalo un kunai, pero uno con una forma diferente. Parecía que tuviera dos puntas y su filo era el doble, sabía que Naruto tenía un mayor control con los kunai que con cualquier otro tipo de arma.
Sin embargo el curioso regalo de Hinata y de Sai, sus compañeros, fue por demás… insinuante a su gusto.
Sai le había dado un lujoso y hermoso cuadro pintado por él, donde estaba un hermoso paisaje y alguien durmiendo bajo la sombra de un árbol verano. Si no fuera igual de observador que Shikamaru, que sonrió con burla al ver el cuadro, no se hubiera dado cuenta de que esa persona era Naruto.
Mientras que Hinata le había dado un kit de medicamentos hechos por ella, además de también darle un colgante hecho con piedra de cuarzo bastante lindo, con el símbolo de Konoha.
Naruto había quedado encantado con todos y cada uno de los regalos, agradeciendo una y otra vez los presentes, pero Sasuke no se quedó conforme, porque quería que su regalo fuera especial no un simple objeto que Naruto utilizaría después.
Después de un tiempo, Sasuke y Naruto se hicieron más unidos, las misiones siempre resultaban eficientes para todo cuando ellos dos estaban juntos. Eran unas maravillas separados, pero juntos fueron siempre excelentes.
Así pasaron algunos años más, hasta que Sasuke se declaró a Naruto, en el cumpleaños de éste precisamente. Pero sintió opacada su confesión cuando el joven Kazekage de Sunagakure viajó para estar presente en esa celebración y también declararle su amor al rubio.
Y aunque sintió miedo, que no demostró, cuando el pelirrojo se declaró al rubio, sintió aún más alivio cuando supo que, de una manera tierna y sutil, el rubio le dijo que no a Gaara. Aunque después pensó en si Naruto haría lo mismo con él.
- Fue un cumpleaños interesante.
- Lo sé, dobe.
- ¿Sabes, Sasuke? De verdad me sorprendió tu confesión-ttebayo.
- Sí la respuesta es no, simplemente no digas nada y haz como si nunca hubiera pasado.
- ¡Déjame terminar, teme! Te digo que me sorprendió tu confesión, pero también me hizo darme cuenta de mis sentimientos.
- Déjate de rodeos, dobe.
- También te quiero, y si quiero estar contigo-ttebayo.
Simples palabras que bastaron para toda una alegría que duro mucho y de la que fueron testigos sus amigos, quienes después de enterarse del por qué sonrieron e hicieron burla hasta el cansancio, por lo menos, hasta que Sasuke les aguantó y los amenazó con quitarles las vidas si no se calmaban.
Así pasaron algunos años más, hasta que cumplieron los veintitrés, jóvenes, claro. Fue cuando Sasuke decidió darle un regalo más, un intento de regalo perfecto a su rubio.
- ¿A que hemos venido aquí, Sasuke-teme? -preguntó fastidiado el rubio. Llevaban mucho rato caminando y debían regresar en la noche para la reunión en su casa.
- Sólo espera, dobe. No seas impaciente.
- Es que llevamos mucho caminando y no me dices siquiera a dónde vamos-ttebayo -replicó el rubio, mirando feo a su novio.
- Ya llegamos.
Cuando el rubio miró a su alrededor se quedó prendado a ese lugar. Se veía la montaña de los hokages, se veía la hermosa Konoha antes de atardecer. ¡Se veía todo desde ahí!
- Es hermoso-ttebayo -dijo emocionado y con apenas un hilo de voz.
- ¡Qué bueno que te gustó! -el azabache tomó la mano de Naruto y la sostuvo con las dos de él, le dejó un suave beso y lo miró-. Sé que somos, jóvenes; Itachi me lo dijo mucho, así que ahórratelo. Pero nos conocemos de hace tanto, que no me importa si somos jóvenes o no -de su chaleco sacó una caja de terciopelo pequeña y la colocó en las manos del blondo-. Es tu decisión y es mi propuesta.
Muy estupefacto, Naruto abrió la caja y vio el contenido: un par de argollas hermosas. Sonriendo radiantemente, dio un asentimiento antes de lanzarse contra el azabache y besarlo con premura. Después ambos se colocaron respectivamente sus argollas, sellando su promesa con un beso.
…~{Sayuri-chan{~…
De verdad, después de eso pensé que le había dado el mejor regalo que nunca jamás le darían, inclusive un mejor regalo del que él me puede dar a mí. Pase tantos años buscando un regalo perfecto, para que al último el rubio me saliera con su jalada de que mis regalos siempre eran perfectos. A su palabra fue así.
“¿De qué hablas teme? A mí siempre me gustaron tus regalos, siempre pensabas en algo práctico que nadie más me diera, se notaba que te esforzabas. ¡A mí siempre me parecieron especiales-ttebayo!”.
De haber sabido no me hubieran molestado tanto las idioteces de Itachi… De haber sabido también que me quería desde pequeños, me hubiera preocupado menos porque Hinata o Kiba se le acercaran, además, porque ya hubiera tenido el sentido de pertenencia que ahora poseo –entiéndase “Naruto es mío y solo mío”-.
Pero viéndolo desde otro ángulo, estuvo bien porque entonces fui capaz de buscar incesablemente para obtener el mejor regalo de todos para Naruto, obtener su corazón.
Pero el muy dobe, después de todo si me ganó en cuanto a los regalos.
Unos días antes de mi cumpleaños, Naruto dio a luz a nuestros mellizos Hikari y Yoru, ese par de niños más hermoso que jamás existirá en el planeta.
Y para acabarla él otro regalo que recibió el dobe no fue mío explícitamente, porque fue su nombramiento a Hokage. Esa vieja borracha algún día me las pagara…
Así, es como entendí que los regalos no son especiales por sus costos, colores, diseños, ni nada de eso. Son especiales cuando una persona lo siente así y cuando quien los recibe lo aprecia de igual manera.
Para mí, el mejor regalo siempre fue él que recibí del dobe. Apreciaba todos—por lo menos algunos—, pero en definitiva esos lo quería más porque era de él y sólo por eso. Aprendí a apreciar otros obsequios, y aprendí a dar los mejores que podía dar cuando se dan con el corazón… Ese estúpido dobe ya me está pegando sus palabras cursis.
En fin, hoy es su cumpleaños, y mi regalo lo aguardó en la habitación. Si me disculpan me retiró, ¡y no se hagan sus ideas pervertidas!