Sople por enésima vez, aunque intuía que el café que sostenía en las manos ya hacía rato que debía de estar frío. Pegue un sorbo a la taza y, con una notable cara de repugnancia, lo deje sobre la mesita. Una de las camareras cogió la taza asustada y se la llevo a la cocina, apareció unos segundos más tarde con un nuevo café.
El sonido de la campanilla de la puerta me hizo salir de mi estado de sopor. Me levante esperanzado de encontrarme con él, pero la imagen del hombre que se hallaba ante la puerta no se le asemejaba en nada. Al principio la brillante luz que se colaba por la puerta me hizo imposible distinguir de quien se trataba y, por ese maldito motivo, no me dio tiempo a escapar antes de que una mano me agarrara del cuello de la camisa y me tira contra uno de los sillones que descansaban en la estancia.
Suspire. Metí mi rostro entre mis manos y volví a suspirar. Barret no paraba de gritar, estaba más enfadado de lo que me hubiera imaginado en un principio.
-¿Me estas escuchando?- grito histérico; le ignore por completo.- ¿Por qué, Noctis? ¿Por qué lo hiciste?
Las lágrimas empezaron a hacer acto de presencia en mis ojos y sin más me lance sobre él y lo abrace. Barret correspondió a mi pequeña muestra de cariño y empezó a susurrarme palabras de consuelo mientras deslizaba su mano por pelo, su enfado se había evaporado ante aquel acto de tristeza.
-Me fui porque no le importo a nadie-conteste entre sollozos.
-No digas eso pequeño…
-Pero es verdad. Él no me quiere, no acepta que yo sea su hijo. Solo me utiliza para lo que le conviene. Al principio me dolía pero acepte su indiferencia y ahora de la noche a la mañana me dice que me ha conseguido un contrato matrimonial. Le he dicho que no quiero casarme, que jamás me casaría sin amor ¿Y a cambio que he recibido de él? Una bofetada y una mirada de menosprecio.
-Noctis, tu padre te quiere y se preocupa por ti lo que pasa es que tiene una forma muy particular de demostrarlo.
Levante la vista y le mire a los ojos.
-Tú eres lo único que me queda Barret. La gente solo está conmigo por pura conveniencia- sonreí irónicamente- si lo pienso detenidamente tú también estás conmigo por obligación, eres mi guardaespaldas personal.
-No digas eso, Noctis. Sabes que eres como un hijo para mí y que siempre lo daría todo por ti.
-Sorprendentemente, hoy, no me animan tus palabras.
Me cogió de los hombros y me sentó sobre el sofá, se puso de cuclillas y tomo mis manos.
-Algún día encontraras a alguien. Alguien especial. Alguien único. Alguien diferente. Y cuando lo encuentres no lo dejes escapar, Noctis.
-¿Y cuándo será eso Barret? Estoy cansado de esperar y el tiempo se me acaba.
Esas palabras provocaron una carcajada involuntaria de parte del mayor. Le fulmine con la mirada.
-Lo siento, lo siento… no quería ofenderte. Pero es que te lo tomas todo demasiado a pecho, Noctis. Solo tienes 14 años y el contrato matrimonial acaba cuando cumplas 24. Aun tienes 10 años por delante, disfruta de tu juventud y libertad ahora que aun puedes.
Le mire detenidamente a los ojos y me di cuenta de que tenía razón.
-Lo hare. Viviré mi vida ahora que aun puedo y la disfrutare al máximo. Solo. Nadie volverá a utilizarme ni a aprovecharse de mí, esta vez seré yo quien mande- una maliciosa sonrisa se formo en mis labios; note la mirada de preocupación que me dirigió Barret pero no le hice caso alguno.
Se podría decir que a partir de aquel momento mi vida fue a mejor, aunque solo yo pensara eso. Sabía que en cuanto cumpliera los 24 años estaría condenado para siempre. Condenado a un matrimonio sin amor. Condenado a un reino lleno de miseria. Por eso decidí vivir una vida llena de pecados. Una vida solitaria en el que yo era el centro de mi universo y los demás simples objetos de usar y tirar. Nunca dejaría que nadie entrara a ese mundo, ya que era solo mío y nadie más se merecía entrar. Cuan equivocado estaba, porque todo cambio. Cambio la fatídica noche que el entro en mi vida.
A pesar de mis escasos 16 años había compartido mi lecho con más mujeres que mi padre en toda su larga vida. Aquella noche, como otra cualquiera, abrí cordialmente la puerta de mi carruaje y ayude a bajar a una de las jóvenes más hermosas que habitaban por estos lugares. La joven sonrojada se inclino hacía mi y deposito un beso en mis labios, como odiaba que hicieran eso, y después salió corriendo hacia el interior de su casa. En cuanto desapareció me permití borrar esa falsa sonrisa de mi rostro y la sustituí por una mueca de enojo. Subí al carruaje e indique al cochero que avanzara. El carruaje se movía lentamente por aquellas lúgubres calles. Me encerré en mi mundo imaginario, hasta que un grito acompañado de unos sollozos me hizo volver a la vida real. Barret, quien siempre montaba a su caballo al lado de mi carruaje, salto de su montura y se dirigió al lugar de donde procedían los gritos. Yo, curioso, baje y le seguí hacía el callejón. Una mano se poso en mi pecho y me obligo a parar. Barret me miro enfadado y acto seguido se llevo un dedo a sus labios indicándome que no abriera la boca, después dirigió se vista al callejón.
Distinguí a cuatro hombres y a un niño rubio. El chico rubio intento salir corriendo pero uno de los hombres lo agarro del pelo y lo tiro contra el suelo.
-Pero que cosa más mona- dijo riéndose uno de ellos.
-Por favor, no me hagan daño…por favor-dijo entre sollozos.
-Pero si no vamos a hacerte daño alguno, es más si te relajas seguro que te va a gustar- dijo mientras se bajaba sus pantalones.
El niño contemplo el enorme miembro del hombre e instintivamente comenzó a forcejear.
-No por favor. No quiero.
Uno de los hombres le lo aprisiono fuertemente contra su pecho, mientras el hombre que se hallaba medio desnudo lamia su cuello.
-¿Sabe bien?- pregunto Barret, quien ya se hallaba en el callejón.
¿Cuándo coño se había alejado de mi lado?
El hombre le fulmino con la mirada.
-¿Quién narices eres? Sabes me da igual, esta es una pequeña reunión privada y tú no estás invitado.
El rubio lo miro y le dirigió una mirada de socorro.
-¿Os gusta aprovecharon de los pobres niños indefensos?- dijo colocándome tras Barret.
-Majestad volved al carruaje yo me encargare de esto.
Uno de los hombres me miro detenidamente y un instante el color de su cara cambio, me había reconocido. Vi como soltaban al chico y se echaban hacía atrás con el rabo entre las piernas.
-Lo sentimos mucho, no sabíamos quienes erais…
No pude escuchar más ya que alguien se abalanzaba sobre mí. Cerré los ojos asustado, este era mi fin. Abrí los ojos sorprendido y me encontré con aquel extraño chico abrazado a mí. Notaba su cuerpo tembloroso y frio. Mi primera reacción fue de repugnancia ¿ como un ser tan insignificante osaba tratarme de esa manera? Lo aparte de mi sin mucha delicadeza, provocando que callera al suelo. El chico me miro entre asombrado y asustado.
-No le tratéis así, majestad, es solo un niño pequeño.
-Tengo 12 años- dijo el chico haciendo un puchero.
-Pues lo que yo decía un niño pequeño- dijo Barret riéndose- Y dime pequeñajo ¿Qué hacías tú solo por aquí a estas altas horas de la noche?
-Estaba buscando algo.
-Te perdiste y no sabes volver a tu casa.
El chico negó con la cabeza.
-No tengo adonde ir.
-¿Cómo que no tienes adonde ir? Todos tenemos algún lugar adonde ir- le conteste irritado.
-Pues yo no. No tengo a nada ni a nadie.
-Mentiroso-le acuse.
-¡No soy un mentiroso!
-Sí, sí que lo eres.
-No lo soy.
-Sí lo eres.
-Basta, basta…parad de pelearos de una vez. Cuéntame chico ¿Cómo es eso de que no tienes a nada ni a nadie?
-Mi tío me dejo a aquí. Dice que ya soy lo suficientemente mayor como para aprender a ganarme la vida yo solo.
-Pues muy bien por ti, ahora eres libre celébralo. Barret vámonos, tengo sueño y frio.
-Pero señor no podemos dejarle aquí, en cuanto nos vayamos esos hombres volverán y esta vez nadie les detendrá.
-Ya esta grandecito, su tío lo ha dicho.
-Su tío lo ha abandonado, la daba lo mismo que tuviera 5 o 12 años lo habría dejado igual.
Le dedique una última mirada a aquel maldito incordio y con un gruñido me dirigí hacía mi carruaje. Por el rabillo del ojo vi como Barret cargaba al chico.
-¿Te importa?- me dijo mientras metía al niño en mi carruaje.
-¡Estás loco! Pues claro que me importa. Saca a ese ser repugnante de mi carruaje.
-No me llames así- dijo el chico a punto de echarse a llorar.
-Vamos Noctis, solo será por esta noche.
Llevábamos ya varios minutos en de marcha y ese maldito incordio no me dejaba concentrarme en mis pensamientos. Me quede mirándole, curioso. Tenía un extraño pelo rubio y unos enormes ojos azul verdosos. Vestía una camisa blanca, a la cual le faltaban unos cuantos botones, y unos shorts marrones que hacían juego con sus botas. Me quede así embelesado contemplando al chico durante más de medio trayecto.
-¿Qué miras?
-Nada que te importe.
-Sí que me importa porque me estabas mirando.
-No te creas el centro del universo, niño.
-Ni tú superior a mí.
-Soy superior a ti. Por si no lo sabes yo soy el próximo príncipe heredero al trono.
-¡Tú!- exclamo sorprendido aunque pronto la sorpresa dio paso a un ataque de risa.
-¿De que narices te ríes imbécil?
-Creí que estaba claro. Me estoy riendo de ti. No pareces un príncipe.
-Me da igual lo que tu creas.
-Vale- dijo animado.- Me llamo Cloud ¿Y tú?
-Noctis.
-Oye, Noctis. Quiero que sepas que te respeto por tu nivel social…
-Lo suponía, todos lo hacen- dije desanimado.
-Déjame acabar, pero quiero que sepas que aun así me pareces una persona insufrible, mimada, caprichosa, egoísta, repulsiva y egocéntrica.
Abrí mis ojos como platos, nadie en su sano juicio había osado llamarme así jamás. Estaba claro que no nos llevaríamos bien, pero como debí de suponer me equivoque.
Con los años Cloud y yo nos hicimos inseparables, el era mi mejor amigo mi confidente. En cuanto llego mi padre le ofreció un pequeño trabajo de cuidador de cuadras y aprendiz de cocina. Se podría decir que al principio no nos llevamos muy bien, y hoy en día aun tenemos alguna que otra riña, pero nos dimos cuenta que, a nuestra manera, éramos muy parecidos. Cloud fue, y aun sigue siendo, la única persona a la que abrí mi corazón. La única a la que le permito estar a mi lado.