CAPITULO XVI: FAMILIA.
- No lo sé… un par de años, tal vez un poco más de diez… hijo, tienes que entender que pronto dejaré de ser la mujer que algún día fui. No sé si quiero que tú o mis nietos me vean así….
- Madre… - Draco lloraba, sabía por lo que había leído y visto que esa enfermedad era bastante mala, pero aún así no podía dejar de preguntar - ¿Qué tan malo es?
- Seré sincera contigo Draco – guardó silencio por unos segundos antes de animarse a continuar – tendré, no tengo movimientos involuntarios, que gracias a una poción puedo mantenerlos controlados… poción que solo sirve hasta el avance intermedio de la enfermedad – con lo siguiente que añadió se le quebró la voz – y también está la demencia… ¿Sabes que no podré ocultar ni remediar eso? – su hijo asintió – solo es cosa de mirar a los Logbottom; torturados por la desquiciada de mi hermana hasta la locura… ella fue otra que no encontró cura….
- ¡Pero no por eso te irás madre! Acá te cuidaremos ¿Vale?
Su madre sonrió, sus ojos estaban vidriosos y a punto de escaparse las lágrimas. Estaba orgullosa de su hijo, de eso no le cabía duda. Hablaron un rato más del tema y Draco le ofreció a su madre prepararle las pociones necesarias, claro que con la ayuda y monitoreo de Snape.
Volvió al día siguiente a clases, haciéndole prometer que si algo malo pasara le enviara un elfo. Había tomado una decisión; a penas saliera del colegio (que de paso no quedaba mucho) se iría a vivir con ella, y más le valía a Harry aceptar.
Ya había pasado unas semanas de aquello y Draco estaba de un humor insoportable; lloraba por lo más mínimo, se quejaba hasta de las pelusas en el aire, y lo que más hacía sufrir a Harry: era el que quería sexo a cualquier instante y quería comer a horas descomunales, y por la culpa de Hermione se enteraba. Ella había hechizado una moneda como en el “ED”, y a este no le quedaba más que ir hasta Slytherin, donde ya todos sabían a que iba, y para su suerte Dumbledore le había dado un permiso especial para pasearse por los pasillos y en la cocina sin que nadie pueda castigarlo.
El pelinegro trataba de ser lo más condescendiente posible, sabía que la noticia de la enfermedad de su madre le había caído como bomba y mezclado con la cantidad de hormonas que debía tener su cuerpo estaba peor. Si lloraba, le consolaba, si se quejaba, lo escuchaba (o eso le daba a entender), si quería hacer el amor, se lo hacía, aunque eligiera lugares como el Gran comedor a las tres de la madrugada bajo la capa de invisibilidad (por mucho que tuviera ese permiso, no creía que le hiciera gracia a alguien encontrarlos en medio su desfogueo), el armario de escobas, el campo de quiditch, la biblioteca en la sección prohibida, ¡O sí!, y la peor de todas para el pobre ojiverde, en el cuchitril de filch. Pero Draco quería más, más, más y ¡Más! Y él solo xe sentía exhausto, y lo peor de todo era lo que venía después: los antojos, los más extraños y bizarros antojos y hechos por sus propias manos.
Narcisa se ocupaba fervientemente de la preparación de la boda, la había fijado para el mismo día de la graduación. Harry pensaba que ella había escogido esa fecha por el hecho de que toda la prensa estaría ahí, solo porque: “EL GRAN HARRY POTTER SE GRADUABA”, pero la verdad era que no le molestaba si lo hacía por eso. Después de todo que todo el mundo se enterara del amor que sentía por su lindo dragón y su bebé que venía en camino,, le ayudaba a marcar su territorio.
Los exámenes por fin habían llegado a su fin, pero como era de esperarse Hermione era un manojo de nervios repasando una y otra vez que sus respuestas fueran las correctas.
- Ya déjalo Herm, si ya contestaste, no cambiarán tus respuestas porque tú creas saber ahora cual erraste – le decía Pansy por enésima vez.
- Pero… es que… ¡No puedo creer que me equivocara en dos respuestas en historia de la magia!
- Ya déjalo, Parkinson tiene razón, al menos que tuvieras un giratiempo y le advirtieras a tu yo y… - comenzó a divagar Ron.
- ¡Rayos! No debí regresárselo a la profesora MacGonagall.
Todos entornaron los ojos; decidieron que no era buena idea meterse con ella cuando estaba en ese estada, aunque Pansy, su novia oficialmente hablando lograba calmarla… algo….
Como era de esperarse la boda estaba a un mes de cerca, Draco no quería verse gordo. Por lo que le parecía perfecta la fecha, aunque con todo lo que comía todos dudaban que lo lograse, aunque nadie se atrevía a decírselo, ya que palabras como “cariño, ¿No crees que es mucho?”, o “Draky, vas a subir de peso antes de tiempo” o “si sigues así no entrarás en esa túnica de gala que acabas de comprarte”, hacían que su magia desbordara y terminara rompiendo todo, su magia estaba muy desbordante, por lo que ya ni le insinuaban nada, si quería parecer una ballena, pues que se pareciera y ya, luego le dirían que igual y de todas formas el embarazo le sienta bien.
Esa semana fueron a ver a Madame Pomfrey, su bebé crecía sano y saludable y, a pesar de tener tres meses de embarazo, no podían saber aún su sexo, pues se escondía bien de las miradas curiosas de los futuros padres y la enfermera. Por lo menos que sería igual o más poderoso que sus padres.
A penas terminó la revisión Draco tiró de Harry a los límites del bosque prohibido, por la mirada lujuriosa que le enviaba, ya sabía lo que venía, suspiro y le pidió a Merlín fuerzas.
Había pasado una semana, y las notas ya habían sido entregadas, para suerte de Harry no estuvieron tan mal, nada de mal si contamos que casi ni estudió, Hermione había estado excelente, la única que no fue del todo buena fue en DCAO , la mayoría estaba contentos, pues del grupo de amigos todos habían estado bien ¡Si hasta Ron y Neville pasaron!
Y como era de esperarse, la boda y la graduación se les vino en cima, pillándolos a todos de tropezones, bañándose, perfumándose, algunas chicas maquillándose y listos para la ceremonia.
La graduación fue bastante emotiva y exitosa, Hermione recibió un premio por ser la mejor de su promoción, Harry por ser el mejor en Quiditch, y así estuvieron un buen rato, mientras todos miraban como iban subiendo uno a uno a recibir su diploma,
Todos estaban felices, pero aún debían cambiarse para la boda, con un saludo rápido por todo el clan Weasley y Andrómeda (a parte de su futura suegra que estaba al lado de su hermana en plan de reconciliación) se fue corriendo a la torre Gryffindor a volverse a bañar y cambiarse por última vez.
Decir que la boda era regular, sería una mentira, y que no la disfrutó, también lo sería. Había sido muy elegante, pero con el toque que todo joven necesita en esa clase de fiesta: la música, los de la prensa habían estado embobados con todo ahí, sacándole fotos a la feliz pareja, notando ya el estado avanzado de embarazo que tenía el rubio.
Bailaron, bebieron (el rubio sin alcohol), jugaron e incluso Narcisa añadió costumbres muggles a la boda, como tirar el ramo de flores (cosa que no hizo feliz al rubio, puesto que eso era tarea de mujeres), que fue recibido por un abochornado Ron. En la noche los novios se fugaron a la mansión, donde hicieron el amor pausadamente, amándose y entregándose el uno al otro completamente. Por fin Harry sentía que tenía una familia, y que esta era completamente suya.