CAPITULO III: SENTIMIENTOS CONFUSOS.
Harry que seguía atentamente la conversación –alegato, se percató de algo que la rubia había dicho en momentos antes.
- oye Malfoy, ¿Dices que no puedes hacer magia?
- No – sacó su varita de su túnica e intentó levitar las hojas de los árboles que habían en el suelo, consiguiendo sólo hacerlas explotar – ¿Lo ves? – dijo con disgusto.
- Si.
- Por eso lo mejor es que te quede cerca de nosotros siempre – le regañó Zabini.
- Ya, pero ustedes me ahogan.
- Si, pero ya te dije, te han atacado dos veces, ¿Qué esperas?, ¿Qué la tercera sea la vencida?
Harry al escuchar eso, sintió una rabia iracunda recorrerle todo el cuerpo, desde el estómago hasta arremolinarse en las mejillas sin ninguna explicación “sólo debe ser porque no me gusta que ataquen a mujeres así” pensaba el ojiverde, “pero Draco no es una mujer… espera, ¿Dije Draco?... algo malo me debe estar pasando.”
El grupo de Slytherin se despidió agradeciendo la ayuda y se fueron camino a su casa para que “la princesa de hielo” se pudiera vestir. Malfoy iba muy agarradito de la túnica de SU Harry, sí, era SU Harry, había reconocido desde hace un año que ese sentimiento que lo albergaba desde que lo había conocido, no era tan solo de odio, y el gusto por molestarlo, también era gusto por él, por sus hermosos ojos verdes esmeraldas que por cada sentimiento distinto cambian de color, por su pelo negro como el cielo en la noche y tan poco manejable, como le gustaría enredar sus dedos a ese cabello, luchó todo ese tiempo contra esos sentimientos hasta que ganaron la batalla. Iba caminando tan perdido en sus pensamientos, que para su suerte no escuchaba las burlas que le hacían por llevar puesta la túnica de Gryffindor, como dos tallas más grande.
Entró sola en su habitación, quedando en la puerta Blaise y Pansy. Aspiró el olor de la prenda que le pertenecía a su amado.
- mmm… Huele a… a… canela – volvió a aspirar – delicioso…. ¡Merlín! ¿Por qué me enamoré de él, si él no me corresponde?
Sus ojos se humedecieron, pero no derramó lágrima alguna, los Malfoy no lloran por amor, y el no iba a ser la excepción. Seguramente las hormonas femeninas lo tenían así de sensible.
Se metió a la ducha, y salió tan rápido como le era posible (cuarenta y cinco minutos), para salir volando a las siguientes clases del día, a la cual ya iban con diez minutos de retraso, por suerte para ellos el profesor aún no aparecía.
El día de ahí pasó lentamente, hasta la hora de irse a dormir. No era la primera vez que Draco dormía con Blaise, cuando eran pequeños también lo hacían y el verano lo habían pasado juntos en una de las cabañas de su familia cerca de una playa, habían compartido habitación y a veces dormían juntos, por lo que en ese momento estaban muy cómodos hablando de mil y una cosa, hasta que el moreno hizo la pregunta que tanto le rondaba en la cabeza:
- Draco…
- ¿Qué?
- ¿Te gusta Potter? – pregunto de forma directa.
- Eh?... – sus ojos se abrieron como platos al escuchar eso, pero recompuso su máscara de inmediato – claro que no.
- Yo creo que sí – canturreaba.
- Cállate y duérmete.
- Nop, hasta que me digas.
- Ya te dije que no me gusta, ahora duerme.
- No seas tan pesado, dilo, no saldrá de estas cuatro paredes.
- Conociéndote traerías a todos acá para contárselos y así mantener tu palabra – dijo de manera despectiva.
- Esta bien, no me digas nada, pero yo creo que sí y nada quitará lo que creo.
Después de esa discusión, lo dejó dormir.
La semana pasó rápido, hasta que llegó el fin de semana. Draco aún no le había devuelto la túnica a Harry, por lo que ese era el momento; la había lavado y planchado él mismo, le hubiese gustado quedársela más tiempo, pero ya no podía atrasar la entrega. La dobló delicadamente y fue en su busca. Lo divisó en una de las tantas escaleras y se fue hacia él.
- Potter – le dijo acercándosele.
- Nos vemos después chicos – se despidió de sus amigos para caminar junto a Draco por los pasillos - ¿Qué es lo que me quieres decir? – le dijo de forma amable.
- De… devolverte esto – le entregó la túnica.
- Ah – dijo un tanto decepcionado, pensando que era otra cosa, que bruto, pensó, después de todo por que sentía eso.
- Gracias por salvarme – dijo en tono suave.
- Na, lo hubiera hecho por cualquiera en peligro.
- Ummm… - se sintió dolido por las palabras del moreno – pero aún así… - le sonrió brevemente.
Se apresuró en despedirse. El ojiverde se acercó la prenda que le acababan de entregar a su nariz, por algún motivo algo le decía que debía olerla.
- ¿Menta? – volvió a oler – si, lo es… el olor de Draco – añadió en un susurro.
Sacudió la cabeza. Aquél aroma era embriagante, pero no estaba seguro si era el olor de él o del detergente, por lo que se quedó intrigado y la verdad es que estaba dispuesto de descubrirlo.
- ¡Harry! – era Ginny, la cual se le colgó en el cuello.
- ¡No… hagas eso…! – se estaba asfixiando.
- Lo siento – se apenó separándose de él – Harry..
- ¿Sí?
- ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Claro.
- Quiero saber si… tú… y yo…
- Oww – dijo moviendo las manos para que se detuviera en lo que decía – ya entendí. Ginny, ahora estoy algo confundido, no estoy listo para ningún tipo de relación.
- Bfff – bufó (n/a: creo haber dicho que no sé hacer buenos efectos especiales) – está bien, cuando estés listo hablaremos – dijo en un tono inocentón, alejándose de aquél lugar, ya ella lo atraería hacia ella como fuera.
Harry se sorprendió con su propia respuesta. Hace un par de días la amaba y lo único que quería era volver a conquistarla y estar con ella, y ahora el va y le dice algo así… estaba realmente confundido.