CAPITULO IV: MALOS DIAS
El rubio platino ya se estaba acostumbrando a ese cuerpo, después de todo había pasado tres semanas del accidente, que gracias a sus amigos y a veces al trío dorado, se mantenía a salvo.
Una tregua silenciosa se había dado entre el cuarteto de plata y los leones; se estaban llevando como nunca lo hubiesen pensado, si les hubiesen dicho que se llevarían así hace un mes atrás seguramente esa persona estaría aún en este momento en enfermería o en algún lugar peor. Se estaban llevando tan bien, que a veces incluso hacían los deberes juntos, inclusive Neville se les había unido, lo habían encontrado en un pasillo de poco uso (por el cual iban para buscar unos materiales que les habían pedido para una clase), y lo encontraron ahí, en medio de una “demostrativa” caricia de índoles indecorosas, con nada más y nada menos que con Nott. Nadie se lo esperaba, por lo que ya delatado se les unió para formar el cuarteto dorado.
Estaban por irse de la biblioteca, todos se habían puesto de pie para marcharse hacia sus salas comunes. El ojigris iba casi al final, estaba empezando la marcha cuando sintió a alguien cerca de su cuello, se sobresaltó ante tal contacto virándose de forma inmediata, quedando confundido al ver de quien se trataba.
- Potter… - dijo en tono suave para luego agregar en forma más fría y con su mejor cara de indignación ante tal contacto (aunque no lo sintiera en verdad) - ¡¿Qué crees que es lo que haces?!
- Es verdad, hueles a menta – dijo en un susurro y con una gran sonrisa.
- ¿Disculpa? – enarcó una ceja.
- Disculpa, no quería molestarte.
- Entonces no te acerques así; mantente tú y todo tu cuerpo lejos de mi – contestó irritado.
- Vale, solo quería comprobar algo.
- ¿A sí?, ¿Y que sería?
- Nada – salió silbando de ahí.
Se quedó confundido por lo que acababa de pasar y con el corazón a mil por la cercanía del moreno en su cuello, pudo sentir en ese momento su aliento acariciándole esa zona tan erógena, solo el recordarlo se el erizaba la piel, pero el y su bocota había arruinado lo que pudo ser un acercamiento. Odiaba hacer eso, pero así lo habían educado, mostrarse de forma distinta era tan fuera de lugar como Hagrid bailando en tu-tú en medio del gran comedor.
Se apresuró a darle alcance al grupo y posicionarse en medio, desde lo acontecido cerca del lago, él mismo se apegaba a sus amigos como lapa, tuvo que aprenderlo de mala manera y con esos dos eventos era suficiente para que esa lección se le quedara grabada.
Se fue a dormir; hace un par de días había comenzado a recuperar su magia y le estaba yendo muy bien con esta, por lo que había echado a todo el mundo que tratase de dormir con él, quería estar solo con su cama para estirarse a sus anchas y sin que nadie que le trate de sacar información, “¡Ese Blaise!, metiéndose en lo que no debe”, aunque en ese momento no le hubiese molestado compartirla con un moreno de ojos verde, teniéndolo atrapado entre sus sábanas y con su cuerpo.
¡Merlín!, agradecía ser mujer y no estar empalmado en ese momento, pero eso no le quitaba la calentura, y la verdad es que con ese cuerpo no se atrevía, ni si quiera pensaba en desfogarse, no se atrevía a ponerse un dedo en cima para acariciarse o algo, le daba vergüenza, era mejor que se tratara de dormir.
La mañana llegó tortuosamente lenta, no había podido pegar ojo en la noche, por lo que, a parte de estar con un genio y un humor horrible, su aspecto también lo era, sus ojos rojizos de no poder dormir y unas ojeras que eran realmente enormes.
- ¡Cielos!, te ves espantosa – le dijo la pelinegra.
- No molestes Pansy.
- Uy, yo igual te quiero.
- ¿A qué se debe tan mal aspecto? – pregunto su buen amigo Blaise.
- A nada que a ti te importe – contestó de mala manera.
- Mmm… tendrá que ver con Pot…
- ¡¡NO lo digas!! - se levantó exaltado de la mesa y bastante enrojecido, todos le quedaron viendo, ¿El príncipe de las serpientes exaltado y colorado?, nadie salía de su asombro, seguramente era un tema hormonal, pero eso no le quitaba lo entretenido al asunto – me largo de aquí – tomó sus cosas, unos panecillos y salió de ahí.
Tal vez había dormido un par de horas, pero definitivamente no era lo suficiente. Si su padre le hubiera visto en ese estado, seguramente lo habría abofeteado hasta cansarse, por suerte aquél hombre que le inculcó tantas estupideces y que nunca le dio cariño a parte de darle malos tratos y una personalidad que odiaba (pero por más que lo intentara no podía evitar), aquél hombre estaba muchos metros bajo tierra, había muerto en Azkabán, en tan solo dos meses de meterlo ahí, luego de la derrota del Lord oscuro. Seguramente por los malos cuidados, tal vez alguna enfermedad, la verdad no le importaba, por fin era libre de hacer lo que quisiera.
- Malfoy, no deberías andar solo – escuchó a sus espaldas una voz conocida.
- ¿Te importa? – dijo con su natural tono frío y vacío.
- Supongo… una mujer no debe andar sola después de algo como lo que te pasó.
- Potter… no soy una damisela en peligro.
- Ahora no, pero recuerda lo de hace semanas.
- Ya, pero ahora puedo utilizar magia.
Se sentó a su lado en un silencio bastante cómodo.
Ya era hora de las clases, por lo que se fueron juntos a la primera clase del día. Pero su día estaba saliendo bastante mal, por su culpa Slytherin perdió unos 60 puntos, nadie le dijo nada, sabían que estaba en un mal día y cuando estaba así era mejor no molestarle si querían conservar su orgullo.
En la tarde fue peor, en algunas clases le dieron a hacer tareas en kilómetros de pergaminos. Estaba echando a perder todo el respeto que había logrado en un solo día, si no fuera porque le tuvieran miedo… todo eso era culpa de Potter, por estar pensando en él.
Un baño antes de irse a la cama le sentó mejor. Se puso un pijama de algodón, últimamente la seda le daba frío; era de un color rosado, regalo de cortesía de su mejor amiga Pansy. Por lo menos era cómodo y bonito, pero jamás reconocería a viva voz eso, por ahora como mujer lo aceptaba, después de eso debía volver a parecerle algo horrible.
Durmió placenteramente bien esa noche, ni sintió sonar su despertador a las 06:00 A.M, pero. Al despertar sólo se había pasado media hora, no le dio importancia; se restregó los ojos y bostezó con los brazos hacia el cielo, se sentó en la cama, en ese instante sintió una punzada fuerte en la parte baja de su vientre hacia el lado derecho. Pero como tan rápido se vino, se fue, dejando en su lugar un dolor menor; no le dio importancia, ni a eso ni al echo de que le dolían bastante ambos pechos. Puso sus pies en el suelo y prácticamente los arrastró hasta el baño, por donde se miró de reojo al espejo de cuerpo completo que había ahí. Pero lo que vio lo dejó paralizado, regresándose delante de este.
- AAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! – se escuchó en toda la mazmorra y el colegio.
- ¿Qué pasa Draco? – se escuchaba la voz preocupada de Theo al otro lado de la puerta - ¿Estás bien?
- ¡Llama a Pansy! – gritó alarmado - ¡Solo a ella le daré la pasada!
Una vez que esta llegó hasta la habitación, sonrió con calma y le miró a esos ojos grises temerosos.
- Drake, cariño hay que hablar de esto…