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El poder para destruirlo era él por draco_potter

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Notas del capitulo:

Buenas!! Primero mil gracias a todos los que os tomasteis el tiempo de comentar, son un gran apoyo y me animan a seguir escribiendo. Sé que tengo un montón de reviews atrasados por contestar, pero os aseguro que los contestaré y que por supuesto me los he leído y me han ayudado mucho. Este capítulo llega bien puntual y es bastante largo. Espero que lo disfruten. 


La historia se situa en el sexto libro, por lo que habrá algunos spoilers.

Disclaimer: todos los personajes y lugares le pertenecen a J.K. Rowling, yo solo los uso porque tengo demasiado tiempo libre.
Parejas: la principal sera Harry/Draco. Lucius/Narcissa; Blaise/Pansy; Severus/Remus; Ron/Hermione
Aclaraciones: - diálogo; -"pársel"; -Hechizos ; -#pensamientos#.

Capitulo 14

Harry había llegado justo para la segunda hora, Transformaciones. El Lord ya le había advertido que lo llamaría durante esa semana para recibir un informe sobre los avances de su misión. Las clases habían sido tan aburridas como siempre, y eso le había dejado tiempo para pensar. Había dos cosas hoy que mantenían su cabeza ocupada: su conversación con Remus y la rata que tenía escondida en su baúl.

Pese  a tener a Draco, e incluso a Pansy y a Blaise, había veces en que se sentía solo. Por ejemplo, las veces en que veía la preocupación de Snape por Draco, o cuando el rubio le contaba como sus padres se estaban esforzando por encontrar una manera de mantenerlo a salvo de la guerra. En esos momentos, sentía un pinchazo en su corazón, porque él también quería que alguien se preocupase así por él. Por eso, pensar que tal vez Lupin no lo odiaba por todo el dolor que le había causado y que realmente le quería le hacía sentirse bien. Pero había algo dentro de él que le hacía dudar. Era eso mismo que a principio de curso le había hecho mantener las distancias con el rubio, mas este había podido superarlas y conseguir ir rompiendo su coraza poco a poco.

Por otro lado, siempre había pensado que en cuanto tuviese a Pettigrew no le temblaría el pulso a la hora de matarlo, y no es que dudase, pero no creía que con un simple Avada fuese a sentirse satisfecho. No, él quería más, quería que esa escoria sufriese todo lo que él había sufrido, quería que le suplicase que lo matase, solo para negarse y continuar haciéndole sufrir.

Había quedado con Draco que en cuanto acabasen las clases de la tarde se encontrarían en el Salón de los Menesteres para ir trabajando en los armarios. Al fin y al cabo, desde que Lucius les había conseguido el de Burgin y Burke y se las habían ingeniado para colarlo en el colegio, no habían hecho ningún avance más.

La última clase del día era herbología, y la verdad era que no tenía humor para estar hora y media encerrado en ese invernadero sofocante. Estaban a punto de cruzar las puertas hacia los terrenos, e iba con sus compañeros de Gryffindor.

- Yo no voy a ir a esta clase, disculparme con Sprout. – les dijo.

- Pero Harry, ya te has saltado pociones. SLughorn no ha dicho nada porque eres su favorito, pero no deberías faltar a más clases  hoy. – le dijo Hermione. Harry solo le miró con una ceja alzada, molesto por el hecho que ella se creyera lo suficientemente importante para reprenderle.

- Estoy cansado, iré a la Sala Común. – se excusó, innecesariamente a su parecer.

- Si te encuentras mal deberías ir a la enfermería. – le aconsejó Ron. – Así seguro y te mejoras para el banquete de esta noche. – acabó con una pequeña sonrisa.

¿Esta noche?¿Qué tenía de especial esa noche? Harry no recordaba que ese día fuese especial por algo. Que el recordase, estaban a finales de Octubre, a 31 para ser exactos. Entonces cayó en la cuenta. Halloween, hoy era Halloween. Por eso el Lord había preparado un ataque para hoy, algo simbólico en un pequeño pueblo muggle. No tenía nada de ganas de ir al dichoso banquete. Pasar la noche entera rodeado de Gryffindor’s escandalosos no le animaba para nada.

- Lo siento, es que no me apetece ir. Creo que me quedaré en mi cuarto avanzando el ensayo de pociones. Debo hacerlo bien para compensar a Slughorn.- esperaba que eso colará. Mientras los tres chicos discutían no se habían dado cuenta que los Slytherin ya habían llegado y observaban su conversación muy divertidos. Ver como Potter intentaba librarse del pobretón y la sangre sucia y que estos no pareciesen darse cuenta era una buena fuente de distracción.

- Oh, vamos Harry, es Halloween! El banquete es genial, Madame Pomfrey te dará una poción y te sentirás como nuevo, ya verás.

- La cuestión es, Weasley, que no me apetece ir. – la mirada de Harry era una clara advertencia que lo mejor era dejar el tema, pero el pelirrojo no pareció darse cuenta. Se acercó al moreno y pasando una mano por su hombro, le habló en tono confidencial.

- Eso lo dices ahora, pero cuando cruces las puertas del Gran Comedor y tus sentidos se inunden de ese fantástico aroma, verás como cambias de opinión. Halloween es una fiesta para celebrar, Harry.

- Halloween es, de hecho, una fiesta muggle. – le corrigió con un siseo mientras se apartaba del muchacho. – El único motivo por el que empezó a celebrarse en el mundo mágico fue para celebrar la caída de Voldemort. Y, por si no lo recuerdas, ese no es un gran día para mí. Así que no, Weasley, no me apetece ir y no iré. Así que disculpadme con la profesora Sprout y dejarme tranquilo lo que resta de día.

Y sin más, se volteó y se fue, haciendo caso omiso de las risas de las serpientes.

- Vaya, ahora se demuestra la gran amistad de los leones, eh?- dijo Blaise. – Ya veo lo importante que es vuestro amigo que ni sabías que hoy es día de luto para él.

- Vamos, Blaise, déjalo. – dijo Theodore.- Es obvio que las palabras del Sombrero Seleccionador, siempre sabias, eran acertadas: la verdadera amistad se encuentra en Slytherin.

Los adolescentes que portaban las túnicas verdes soltaron otras risas despectivas mientras se dirigían hacia los invernaderos, todos excepto un rubio que miraba preocupado hacia las puertas por las que Harry había desaparecido.

- Vamos Draco, él estará bien. – le susurró Pansy jalándolo suavemente del brazo.


 

En cuanto Harry se hubo separado del grupo, se quedó vagando por los pasillos, pensando en donde podía ir a matar el tiempo. Al final se dirigió hacia su habitación. Sacó a Colagusano de dónde lo tenía escondido y se lo quedó mirando fijamente. La rata gritaba y arañaba las paredes de la jaula desesperadamente, luchando por salir.

- ¿Qué voy a hacer contigo?

Tomó la jaula en sus manos y la camufló con un hechizo. Sus pasos lo llevaron hacia el salón de los menesteres, pero la verdad era que ahora no tenía ganas de torturar a la rata. Estaba cansado, y tenso. Pasar tiempo con sus “amigos” siempre lo dejaba molesto.

Entró a la sala, adornada únicamente con un magnífico piano de cola negro en el centro. Eso le relajaba, y le ayudaría a planificar su venganza contra esa rata.  Dejó a la rata sobre un taburete que apareció junto al piano y se sentó en la banqueta. Relajó sus hombros y dejó que sus dedos vagaran por las teclas en diversas melodías. Llevaba ya unos minutos disfrutando del sonido del instrumento cuando una idea le vino a la cabeza. Leyó en uno de los muchos libros que el Lord le regaló sobre un hechizo de música. Era, en realidad, muy simple. Solo se debía tocar un instrumento y hechizarlo para que este transmitiera una sensación en particular a una persona en concreto. Con una sonrisa macabra realizó el hechizo sobre el piano y la rata, condenándole a sufrir un dolor horrible. Su sonrisa creció al oír los chillidos desesperados de la rata al empezar a tocar de nuevo.

Estaba tan absorto en la música que no notaba el paso del tiempo. Y así fue como lo encontró Draco. Su cara estaba tan relajada, de hecho todo su cuerpo parecía estar libre de toda la tensión que solía acompañarle. Se quedó embobado viendo la imagen frente a él. Al principio, cuando se fue, tuvo miedo al pensar que tal vez había ido a buscar alguno de sus amantes de turno, por eso había llegado con miedo a la sala. No quería verlo con esa cara de satisfacción que siempre le quedaba después de tener sexo en algún lugar del castillo.

Harry no se había dado cuenta que alguien había entrado en la sala, sino habría dejado de tocar. Ese era su secreto y no quería que nadie lo supiera. No fue consciente que había alguien observando hasta que Draco cometió el erros de acercarse más, hipnotizado por la belleza que envolvía al león. Al estar más cerca, Harry si fue capaz de notarlo y dejó de tocar abruptamente, sorprendido por no haberlo notado antes. Tenía una maldición justo en la punto de la lengua para el osado que se había atrevido a entrar si su permiso cuando vio que era el rubio.

- ¿Qué haces aquí Draco? – preguntó, no muy amable, molesto porque hubiese descubierto su secreto.

- Er… - no, el Slytherin aún no era capaz de unir dos ideas. Una voz en su cabeza le dijo que como siguiese mirando a Harry con esa cara de bobo pensaría que se había vuelto estúpido, así que recomponiendo su máscara, contestó al fin:- Habíamos quedado, para lo del armario, ¿recuerdas?

Harry miró la hora en su reloj, sorprendiéndose de lo rápido que había pasado el rato.

- Cierto, lo que quiero saber es por qué no tocaste. Podría haber estado con alguien. – una mueca de dolor mal disimulada se coló por la máscara del rubio. Harry suspiró. – Bien, no importa, hace días igual que no quedo con ninguno de ellos, pero la próxima vez llama.

- Seguro- dijo sin poder disimular la sonrisa por lo que había dicho. – Entonces, ¿des de cuándo tocas el piano? Si puedo preguntar, claro.

- Desde niño, en realidad. En el colegio muggle nos obligaron a escoger un instrumento y yo elegí este. No es que sea muy bueno, pero me gusta.

- Pues yo creo que tocas muy bien. Se te veía muy relajado de hecho. – lo alabó, sentándose junto a él en la banqueta. Al hacerlo, notó la rata inconsciente a los pies del piano. - ¿Es Pettigrew?

- Sí, no aguantó mucho, la verdad. Fue una decepción. En fin, pongámonos a trabajar. Pronto llegará Navidad, y será perfecto tenerlo avanzado para poder probar si se desplazan dos cuerpos, inanimados, por supuesto. Hay que ir paso a paso.

Draco remoloneó, no tenía ganas de trabajar. Tenía ganas de seguir escuchando a Harry tocar el piano. Hizo aparecer un puff junto al piano y se dejó caer mientras se quitaba la túnica y se aflojaba un poco la corbata. Sonrió a Harry, que lo miraba sorprendido.

- Y por qué no mejor tú sigues tocando y no hacemos nada. Vengo de aguantar una aburridísima clase sobre plantas, y la verdad es que no me apetece trabajar. Podemos empezar más tarde. Al fin y al cabo no vamos a ir al banquete, ¿no?

- ¿Tú no irás? ¿Por qué?

- Porque tú no irás, y así podemos aprovechas el tiempo y trabajar en nuestro proyecto. – dijo desviando la mirada. Eso solo era en parte cierto, la verdad era que estaba algo preocupado por Harry. Nunca se lo había parado a pensar, pero cada año, cuando el colegio celebraba esa fiesta, nadie reparaba en que ese día habían muerto dos padres para salvar a su hijo. No sabía si realmente Harry estaba afectado por eso y por fin había encontrado el valor de hacérselo saber a sus amigos, o solo había sido una excusa.

Harry pareció entender lo que realmente preocupaba al rubio, y no pudo evitar sentirse bien, porque ahí había alguien que se preocupaba realmente por él. Se bajó de la banqueta para quedar arrodillado y así estar a la altura del rubio.

- Draco, no recuerdo a mis padres. Les quiero, y estoy muy agradecido por lo que hicieron, pero no tengo ningún recuerdo de ellos. De hecho, lo único que recuerdo es cuando murieron, gracias a los dementores. Así que, realmente no puedo… Mira no sé cómo explicarlo, es solo que no los echo de menos a ellos, porque no sé cómo eran. Lo único que podría echar de menos es la figura que ellos representan. Así que no te comas el tarro, vale? No voy al banquete porque no tengo ganas de estar con esos escandalosos más tiempo del estrictamente necesario, hice luto durante los 9 años antes de ir a Hogwarts, creo que es más que suficiente. – Acabó con una pequeña sonrisa. Draco le miró, más relajado ahora que sabía que su amigo estaba bien.

- Perfecto, Potter, entonces no tienes ninguna excusa para no deleitarme con tu talento para el piano. – le dijo en tono mandón. Harry le miró con una ceja alzada, pero solo negó con la cabeza antes de volver a tomar asiento y empezar a tocar una suave melodía.

Ninguno sabía cuánto rato pasaron así,  simplemente disfrutando de la compañía del otro. Draco estaba tan relajado que estaba a punto de caer dormido. Entonces Harry paró de tocar, tal vez porque había notado el aletargamiento en el que ambos estaban cayendo.

Al notar el cese de la melodía, el rubio se espabiló. Se estiró sobre el puff cuan largo era, haciendo que la camisa, desfajada ya del pantalón, revelase un trozo de su blanca piel causando estragos en el moreno más joven. Draco no se percató al principio, pero en cuanto lo vio no pudo evitar una sonrisa coqueta y una mirada llena de picardía. Harry notó la forma en que Draco le miraba. Primero apartó la vista, molesto por haberse quedado babeando así por el rubio; pero luego se lo pensó mejor. El rubio estaba jugando con él, desde el día que descubrieran los armarios los coqueteos del rubio habían sido cada vez más descarados y continuos. Aún así Harry había mantenido las distancias, porque por alguna razón el rubio no le era indiferente. No era como todos sus otros ligues, sabía que no quería eso con él. Pero él se había prometido a si mismo que nunca volvería a abrirse a nadie, que construiría una muralla a su alrededor y nunca dejaría que alguien entrase. El problema era que Draco había ido rompiendo poco a poco esa muralla y se estaba colando dentro, y no sabía como actuar con eso. Por una parte, le encantaba el tiempo que pasaba con él, el saber que había alguien que se preocupaba por su bienestar, alguien con quien podía hablar de cualquier cosa. Pero por otro lado estaba el miedo a que eso no durase.

- Holaaaa – oyó que le decía el rubio mientras chasqueaba los dedos frente a él. – Vuelve con nosotroooos.

- Para de hacer el tonto. Venga – dijo parándose mientras la sala cambiaba para dar lugar a una donde solo se encontraban los dos armarios. – vamos a trabajar.

No hablaron más en lo que quedó de noche. Draco notaba que había algo que rondaba la cabeza de su amigo, y si algo había aprendido en ese tiempo, es que no era buena idea molestar a Harry mientras tenía la cabeza centrada en otra cosa.


 

- Otra vez no. – gimió al encontrarse de nuevo en ese pasillo. Sin dudar, se dirigió hacia la puerta del final, dispuesto a abrirla. Tenía la mano en el pomo, y lo hizo girar, pero no sirvió, porque la puerta no se abrió. Bufó, frustrado, y se volteó a mirar a Draco que lo observaba sonriente.

- No podrás abrirla hasta que estés listo, pero ya falta menos. – entonces el rubio se acercó a él y lo abrazó, y Harry sintió ese calorcillo que lo inundaba cada vez que Draco estaba cerca de él. – Te echo de menos. – oyó que le susurraba. Y entonces…

Despertó. Como siempre. Solo que esta vez eran las cinco de la mañana y sabía que la noche para él ya había terminado. Molesto se levantó y fue al baño para asearse. Estando ya vestido bajó a la sala común con su libro de  pociones dispuesto a estudiar más detenidamente las notas de ese misterioso “Príncipe mestizo”. Sin embargo, no llegó a hacerlo, pues la pasar cerca de la ventana, vio por ella que alguien se acercaba hacia el castillo. No tuvo que esforzarse mucho para saber quién era, poca gente vería en la oscuridad que reinaba en los terrenos de Hogwarts, sin la luz de una varita, y en una noche de luna nueva.

Giró sobre sus talones y volvió hacia su habitación, tomando la jaula donde la estúpida rata dormía ahora tranquilamente. Con expresión decidida en su rostro, bajó de nuevo, salió por el retrato de la Dama Rosa y se dirigió rápidamente hacia el exterior, esperando alcanzar al hombre. Lo vio ir hacia las mazmorras y lo siguió, sabiendo que pronto se daría cuenta que lo estaba siguiendo. Efectivamente, el hombre detuvo su caminar y se volteó, mirándolo curioso.

- ¿Harry? ¿Qué haces despierto tan temprano?

- Quiero hablar contigo, Lupin. – y pese a que había sido dicho con un tono demandante, Remus pudo ver la duda escondida tras sus ojos, el miedo a un posible rechazo. Rechazo que, obviamente no le dio.

Remus había recibido ayer a la hora de comer un lote de libros de parte de Severus. Sabía que eran los libros de Lucius Malfoy, los libros que él debía leer y estudiar para intentar descubrir que había pasado con Harry. Había estado todo el día leyendo, desde niño le había gustado y era bastante rápido. No había dormido nada, pero no le importaba. No paró hasta que hubo terminado todos los libros. El motivo por el que se encontraba en Hogwarts a esas horas tan intempestivas era que sabía que tipo de hechizo tenía a Harry sometido. Lo había descubierto y la emoción había podido con él, quería compartirlo con Severus y enseguida se había desplazado al colegio. Ya iba por el pasillo hacia las mazmorras cuando notó que alguien lo seguía, pero lo sorprendente era el aroma de esa persona. Era Harry.

- Muy bien, te sigo. – dijo en el tono amable de siempre.

El chico simplemente se volteó y lo guió hacia un aula abandonada que había cerca de allí. Una vez estuvieron los dos dentro, Harry protegió el espacio con diversos hechizos para que nadie pudiera ubicarlos ni saber de qué hablaban.

- Tengo algo para ti. – y sin más, le tendió la jaula en la que el mayor no había reparado.

Decir que Remus quedó mudo al ver el contenido de esta, era quedarse corto.

- ¿Có-cómo has…?

- ¿Acaso importa? Te estoy dando la oportunidad de vengarte.

LA mirada de Remus se entristeció.

- ¿Eso quieres? ¿Venganza?

- ¡Pues claro! ¡Todo fue su culpa! Tiene que pagar.

- ¿Cómo lo has capturado, Harry?

- ¡¿Pero qué más te da?!- preguntó, molesto porque al parecer el licano no apreciaba el gesto de desprenderse de algo que tanto le había costado conseguir.

- Bien, entonces, ¿cuánto hace que lo tienes?

- Ayer, solo desde ayer.

- ¿Y tú ya te has vengado? ¿Ya te sientes satisfecho y me lo das para que yo pueda vengarme también?

- No, definitivamente no me siento nada satisfecho, tenía planes mucho peores para él. Solo pensé que también merecías participar del dolor de ese adefesio. Pero ya veo que eres demasiado tonto para eso. – le gruñó el moreno mientras prácticamente le arrebataba la jaula de las manos. Si ese Gryffindor estúpido no pensaba aprovechar la oportunidad, él lo haría por los dos. – adiós. – le dijo, dispuesto a irse.

- Te lo ha dado Voldemort, ¿no?

El chico se quedó estático en su sitio, sorprendido por la pregunta. ¿Qué sabía él?

- ¿De qué hablas? – preguntó. - ¿Por qué iba él a darme a uno de sus mortífagos?

- Tal vez como premio por tu buen trabajo. – la mirada que le envió Harry hizo que el pelo de su nuca se erizara, pero no se echó atrás.

- ¿Qué estás insinuando, Lupin?

- ¿Creíste que no lo notaría? Bueno la verdad es que has trabajado muy bien. Nadie sospecharía nunca de ti, y tú te encargaste de cubrir tus pistas. No lo hubiese descubierto si no fuera porque vi como ayer te llamaba. He visto ese gesto demasiadas veces, fue fácil para mi darme cuenta de lo que estaba pasando. Eso explicaría tu cambio de amistades, de comportamiento, tus desapariciones…

- Tsk, si hasta va a ser verdad que eres listo y todo. ¿Y qué? ¿Quieres un hueso como premio, lobito?- le preguntó despectivo.

- No puedo seguir a alguien que me ha hecho tanto daño, Harry. Pero eres lo único que me queda, y si tenerte conmigo significa no luchar más contra ese hombre, lo haré.

Eso no estaba para nada en los planes de Harry. Según él, Lupin debía odiarle. Remus debía despreciarle por causar la muerte de sus seres queridos y, al enterarse de su cambio de bando, rechazarlo para siempre. Pero sin embargo, ahí estaba, diciéndole que cambiaría sus lealtades solo por él.

- No voy a delatarte, porque eso supondría tu muerte, pero quiero que pienses algo, por favor. ¿Por qué te uniste a él? ¿Fue por qué de verdad querías? No quiero que me contestes, solo que lo pienses. Ahora tengo que ir a ver a alguien. – Se acercó al joven, que aún parecía estar en shock, y le dio un suave beso en la frente. – Te quiero Harry, así que ve con cuidado ¿vale? Esto no deja de ser una guerra.


 

Draco llevaba rato buscando a Harry. Esa mañana no se habían encontrado como siempre frente a las puertas que daban a los jardines. Había esperado hasta la hora de desayunar, que se había dirigido al Gran Comedor para ver si se encontraba allí. Pero el moreno no apareció y las clases empezaron, y Draco se las saltó, porque para él era más importante encontrar a su amigo. Así que aprovechó que los pasillos estaban vacíos y todos los alumnos en las clases para buscar al moreno. Suponía que no debía estar en su sala común, pues Granger y Weasley no se habían mostrado preocupados como deberían si su amigo se quedaba en cama todo el día.

Había empezado por el salón de los menesteres pero no lo había encontrado allí. Había ido bajando piso por piso y revisando todas las aulas que sabía estaban desocupadas, cosa que le había llevado buena parte de la mañana, sin éxito. Estaba ya en el tercer piso, en una parte olvidada donde estaba seguro nadie debía pasar cuando lo oyó. Parecían gritos, pero sonaban distintos, no parecían personas, sino… una rata! Era Pettigrew. Siguió el sonido hasta una sala que tenía la puerta trabada. Como había supuesto, con un simple Alohomora no sirvió para abrirla. Ahora se alegraba de que su padre le hubiese instruido en un gran número de hechizos que no eran enseñados en Hogwarts. Al fin consiguió destrabar lo único que lo separaba de Harry, metió la cabeza tímidamente, no sabiendo qué esperar al cruzar la puerta.

Harry se había quedado un rato en el aula donde le había dejado Remus, aún intentando asimilar la sorpresa por la reacción del adulto. No había reaccionado hasta que la estúpida rata había despertado y se había puesto a gritar. Y entonces empezó a ser consciente de lo que realmente había sucedido y una extraña sensación empezó a recorrerle todo el cuerpo. No entendía bien qué era, se sentía como si hubiese decepcionado a alguien. Pero él no tenía que demostrar nada, por lo que no podía defraudar a nadie tampoco. Sin embargo la desazón seguía allí, latente, y eso le molestaba. Le molestaba e irritaba enormemente. Sabedor que pronto empezarían las clases y los corredores se llenarían de alumnos se dirigió hacia una zona en el tercer piso que sabía estaba abandonada. Necesitaba descargar su malestar, tenía ganas de gritar, pegar, maldecir. Cerró la puerta a cal i canto y dejó la jaula en el suelo. El hombre parecía comprender que iba a ser el foco de la rabia del muchacho, pues sus gritos se hicieron más intensos. Sin embargo eso no amilanó al más joven.

No sabía cuántas horas habían pasado cuando oyó que alguien abría la puerta. Miró el cuerpo del hombre a sus pies, ya casi sin vida. Al principio se había conformado con torturar a la rata, pero se dio cuenta que lo que realmente quería era ver a ese hombrecillo de tercera retorcerse a sus pies. Había puesto en práctica infinidad de maleficios oscuros en ese traidor: hechizos que te quebraban los huesos uno a uno y los reparaban al  instante dejando solo el agonizante dolor; maleficios que rasgaban cada uno de los músculos, haciéndolos sangrar, pero sin permitir al individuo morir; maldiciones que apretaban y retorcían las vísceras causando un dolor insoportable; el crucio había salido de sus labios un sin número de veces; también había aprovechado para practicar los hechizo de tortura mental, gozando al oír al hombre suplicar por su vida en su mente y negándose a cumplir su deseo. El que más había disfrutado era uno que hacía sentir que cada parte de tu cuerpo iba estallando como si una bombarda lo hiciese explotar desde dentro, mas solo era la sensación y no causaba un daño real.  Gritos, llantos, alaridos, súplicas, gimoteos, lamentos, sollozos. Sangre, lágrimas, vómitos.

Sin embargo, pese a todo, no se sentía mejor. Tenía su varita apretada fuertemente en su mano. Sus ropas estaban manchadas de sangre. Y aún así, ese sentimiento seguía ahí, ahogándolo, haciéndose cada vez más fuerte.

-¿Harry? – se sintió aún peor al oír el tono de miedo con el que se había dirigido a él el rubio. Draco le temía, la única persona que significaba algo para él le tenía miedo. Y con razón, porque si había alguien que sabía todo lo que había hecho estando a las órdenes del Lord, ese era Draco. Y ahora estaba siendo testigo de su peor faceta, y obviamente iba a alejarse, porque eso es lo que una persona normal haría, huir.

Por eso se sorprendió al notar como Draco le tomaba suavemente la mano en que tenía la varita y le instaba a que la soltara. No era consciente de cómo su cuerpo temblaba, ni de las lágrimas que resbalaban por su cara manchada. Vio como Draco convocaba unas cuerdas para tener atado al traidor, aunque no tenía mucho sentido ya que dudaba que el hombre volviese a moverse en muchos días.

Notó como el rubio lo arrastraba lejos del desmadejado cuerpo y lo hacía sentar en el suelo, contra la pared.

- Scourgify- susurró el rubio, limpiando las ropas, manos y cara de su amigo. - ¿Estás bien?

Harry no contestó. Estuvieron en silencio por una buena hora hasta que Harry recobró el dominio sobre su cuerpo. Su voz volvió a sonar segura y fuerte cuando habló:

- ¿No se supone que deberías estar en clase?

- Estaba preocupado porque no apareciste. Fue por el sueño? ¿Es ahora peor? – dijo, viendo que las ojeras de Harry seguían creciendo si era posible. Harry soltó una risita antes de responder.

- Aparentemente no puedo abrir la dichosa puerta hasta que esté preparado.

- ¿Preparado para qué?

- A saber. – masculló molesto.

- ¿Por eso has estado aquí toda la mañana? – Harry le miró, como sopesando las posibles causas de contarle el motivo de su desaparición.

- He visto a Remus. – dijo al fin. – Lo vi cuando me desperté, y pensé que tal vez le alegraría saber que Pettigrew había caído.

- Oh. ¿Qué pasó?

- Dijo que no quería vengarse. – respondió con retintín. Quedaron un rato más en silencio. – Sabe que soy un mortífago.

- ¿Cómo lo descubrió? – preguntó el rubio, temeroso que el moreno descubriese el plan que tenían los tres.

- Ayer, cuando el Lord me llamó. Él lo vio a lejos y unió las piezas. Siempre fue muy perspicaz. Dice que si es lo que quiero que no piensa delatarme, que dejaría de luchas contra el Lord aunque no sea capaz de ponerse de su lado. Solo me pidió que pensara realmente por qué me había unido a él.

Draco se sorprendió por eso. Que Lupin fuera capaz de dejar de lado sus ideales por Harry era admirable.

- ¿Y qué te dice eso, Harry?

- Que es un estúpido sentimental.

- Pues a mí me dice que te quiere muchísimo.

- No debería, es obvio que no soy lo que esperaba, por lo que debería alejarse de mí y dejar de quererme, si es que lo hace.

Draco soltó una risa incrédula ante eso.

- ¿Dejar de quererte? ¿Así sin más? Eso no puede hacerse, Harry. No puedes escoger a quien querer o cuando dejar de hacerlo. Simplemente sucede. – Obviamente eso no sirvió para convencer a Harry. – Bueno entonces es que tal vez él ha visto como eres realmente y sólo quiere permanecer cerca de esa magnífica persona.

- Tsk, claro que sí, eso tiene mucha lógica. Me he unido al asesino de mis padres y mi padrino, y me he convertido en un asesino yo también. Dime, ¿dónde está esa magnífica persona? Porque yo no la veo.

- Estamos en guerra, Harry, la gente muere y es inevitable que para salvarte debas matar a alguien. De ambos bandos muere gente. Sin embargo, tu arriesgaste tu vida para salvar la de niños inocentes que ni siquiera habían nacido cuando esta guerra empezó; mentiste al Lord para salvar a mi padrino; y lo más importante: des del día en que nos dimos la mano en King’s Cross, una vez tras otra te has esforzado por salvarme y hacerme esto más fácil y llevadero aún a costa de tú salud o integridad física. Así que, sí Harry, yo veo en ti una magnífica persona.

Harry lo miró fijamente, viendo, como siempre, en esos ojos grises la verdad. Porque Draco no le mentía, era sincero con él aunque eso pudiese dañarle. Por eso se había filtrado por sus murallas y había allanado su corazón para hacerse ahí  un hueco e instalarse sin pedir permiso.

- ¿Y también me quieres? – no supo que le impulsó a preguntar, pero sabía qué era lo que quería oír. Las mejillas del rubio se tiñeron enseguida de rojo y se movió incómodo. No había esperado esa pregunta, pero tal vez no tendría otra oportunidad de tocar el tema.

- Sí. – firme, con decisión y sin ninguna duda. Puede que aún no amase a Harry como estaba seguro lo hacían sus padres, o Pansy y Blaise, pero estaba seguro que no le costaría nada llegar a hacerlo. Y se sintió aún más feliz cuando vio como los ojos de Harry brillaban con su respuesta.

Entonces, sin dudarlo, Harry se tiró hacia delante, tomando suavemente la cara de Draco con sus manos, acunándola entre sus dedos casi con reverencia. Se acercó hasta que sus frentes se tocaron, notando el aliento del otro chico rozando su piel, hasta que la punta de su nariz hizo contacto con la del otro chico. Conectó sus miradas como nunca antes lo había hecho, librándose enteramente de la máscara que portaba desde el día en que aceptara el ofrecimiento del Lord, abriéndose completamente para el muchacho frente a él. Verde contra plata, ambos brillando como nunca antes, hablándose solo con la mirada. Y en ese momento, justo en ese instante, lo hizo. Harry bajó hasta que sus labios se posaron suavemente sobre los de Draco en una caricia dulce, simplemente tanteando la textura carnosa de los labios ajenos.

Era un beso suave, tranquilo, apacible. Simplemente disfrutando del sentir como se embargaban de la esencia del otro, gozando al sentir como la lengua ajena exploraba su boca con ansias de conocerla pero sin querer dominarla. Harry no podía evitar pasar sus dedos entre las sedosas hebras que eran el cabello de Draco. Y Draco no podía evitar recorrer cada facción de la cara de Harry como había querido hacer desde que lo besara en la mejilla, disfrutando de rozar con sus dedos esa exquisita piel de tono oliva que daban ganas de morder; y dejar caer sus yemas por el cuello, acariciando reposadamente el vello de la nuca para notar como se erizaba con su contacto.

Ninguno de los dos sentía la necesidad de parar. Ninguno de los dos notó como el tiempo pasaba y los pasillos volvían a inundarse del jaleo que causaban los adolescentes al ser libres para comer. Ninguno de los dos notó como dos pequeños ojos oscuros observaban con un brillo malicioso la escena que protagonizaban.

 

 

Notas finales:

Pues bien, eso fue todo. Tal y como prometí, mucho avance Drarry, tortura a la rata sebosa, y cada vez más cerca de descubrir que le sucedió a Harry. En el próximo cap Remus compartirá con Severus su descubrimiento. Queda poquito para que Harry vuelva, pero, ¿será el mismo?

Espero que les haya gustado, y espero también sus reviews. En realidad solo es un momentito, yo con cualquier cosita me animo y me ayuda a seguir escribiendo. Miles de gracias!!

Nos leemos en dos semanas!!


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