No sabía bien cómo empezar esta carta. ¿Qué absurdo saludo formal podría decirte? Cualquier haría que te burlaras de mí. Sé que esta carta en su conjunto lo logrará, pero tampoco puedo irme sin dar explicaciones, aunque resulten de lo más idiotas y ninguno logre entenderme. Sé lo que hago. Me ha costado decidirme, pero sé lo que estoy haciendo y ya nadie podrá hacerme cambiar de idea.
No sé cuándo leerás esto, pero espero que ya no puedas detenerme. Porque aunque esté decidido y aunque diga que nadie podría hacerme cambiar, hay alguien que sí. Sí, obviamente ese alguien eres tú. Con unas palabras adecuadas que aún espero quizás lograras hacerme quedarme a tu lado. Y es patético, lo siento así yo también, pero también es superior a mí. De todas formas, eso no sucederá, porque tú no te rebajarías de esa forma. De hecho, tú lo llamas “rebajarse”, “humillarse”, “ponerse en ridículo”. Yo lo llamo amar.
Casi puedo imaginarte riéndote de mí, pero ya me da igual, ¿qué puede importarme ahora? No es momento para estar avergonzado. Son muchos los momentos que hemos compartido, más o menos afortunados, pero siempre mucho más humillantes que esta carta. Nunca te has dado cuenta… estabas inmerso en seguir pensando en el pasado, en no darte cuenta de que hay algo más después de él y que tienes una vida por delante. Y una persona que te ama. Nunca te has dado cuenta del daño que me has hecho, yo tampoco lloré delante de ti. Pero cuando esa puerta se cerraba… Bueno, ahora, qué más da. Nunca ha importado. Nunca te ha importado lo que pase por mi mente, lo que pudiera sentir. Solo me usaste cada noche para olvidar durante un par de horas y después largarte con tu dolor propio. Y no te culpo. Porque yo también te usé, me aproveché de ese sufrimiento que solo incrementó un poco más el mío. Pensé que funcionaría, que todo cambiaría algún día…
Y ha cambiado, claro que ha cambiado.
Yo ahora me voy con el corazón en pedazos lejos de ti, de todos. Lejos de lo que siempre ha sido mi sueño, donde han descansado todas mis ilusiones. Y sí, todo por ti. Porque ya no lo aguanto más. Porque no soporto que cuando me mires la busques a ella, que cuando me sonrías lo hagas como lo haces con todos los demás, que cuando me toques no sientas absolutamente nada y quemes allí donde acaricias. ¿Sabes? Es insoportable. Llevamos meses así y no, no puedo más. He aguantado porque te quiero, porque creía que podía hacerte olvidarla, porque tenía absurda idea de que tal vez pudieras ser feliz conmigo.
Joder, ahora me siento como un auténtico gilipollas. Hemos perdido el tiempo, tú no has avanzado y sigues sufriendo en silencio, sin hablar con nadie de ella, sin confesar que aún la amas y que por mucho tiempo que pase eso no va a cambiar jamás. Y yo, maldita sea, no puedo hacer nada, no pude hacerlo ni aún teniéndote entre mis brazos, entregándome a ti por completo, en cuerpo y alma. Aunque tú creías que no era más que cuerpo.
No, era más alma que piel, eran todos mis sentimientos colisionados, buscando a su único destinatario: Suzuki Akira. No tienes ni idea de lo difícil que ha sido, y tampoco trato de hacértelo comprender. Lo que quiero que tengas presente es una sola cosa. Que te quiero, te amo con cada poro de mi piel, que he sido feliz esporádicamente a tu lado y que me hubiese gustado serlo siempre, porque al igual que tú no puedes olvidarte de esa mujer… Yo no podré olvidarme de esas noches inolvidables, maravillosas, para mí mágicas con un solo inconveniente: no eran eternas.
Me entristece que las cosas terminen así, huir como un cobarde es quizás la solución más estúpida que he encontrado, pero no tengo otra, y ya no puedo seguir viéndote cada día y hacer como si nada ocurriera. Porque este amor me consume poco a poco, pero con demasiada fuerza. Solo quería que supieras que cada vez que estuve contigo no fue un refugio como si lo era para ti, fue un sueño hecho realidad.
Táchame de cursi, de patético o ridículo, de lo que tú quieras, pero tienes derecho a saber la verdad. Y yo tengo derecho a desahogarme. Lamento que haya tenido que ser por una simple carta y no poder decírtelo a la cara. Tampoco hubiese encontrado las palabras entonces y menos al ver esa expresión de asco que estarás poniendo ahora. O peor, de indiferencia.
Quizás algún día volvamos a encontrarnos, pero realmente espero que no sea así. No aún. Suerte en tu camino, sé feliz, te lo mereces.
Matsumoto Takanori.