En aquellos tiempos mi vida no tenía un propósito fijo. No había nada que llamara mi atención ni tampoco que me entusiasmara. El verbo "fracasar" precisamente no estaba dentro de mi vocabulario puesto que yo nunca me proponía nada, simplemente yo le encontraba un imposible a cada desafío. Los problemas, bueno... a ellos nunca los enfrentaba, los dejaba pasar y listo ¿Qué más podría dar? Aunque sin darme cuenta con eso dejaba ir mi felicidad.
El lugar donde solía pasar todo mi tiempo era mi habitación, mi cama para ser exactos, creo que no había mañana en la que me despertara de buen humor y aunque no puedas creerlo, al pasar el día el mal humor iba aumentan. Yo le transmitía mi mal humor a los que me rodeaban.
En esos tiempos solía pensar que el éxito de los demás se debía a que a ellos si se les daban las oportunidades, pensaba que las cosas buenas solo les pasaban a los demás.
Una tarde me encontraba revisando mi correo electrónico y un mensaje particularmente llamó mi atención, era sobre una conferencia que se realizaría el fin de semana sobre la depresión, al principio lo dude un poco, pero tras un rato de meditarlo, decidí que asistiría, el lugar no quedaba lejos y no perdía nada yendo.
El día finalmente llegó, busque un lugar discreto donde sentarme dentro de ese pequeño lugar, al voltear mi cabeza hacia la derecha pude ver que al lado mío había un chico, traia puesta una boina color beige y entre sus pequeñas manitos traía una libreta negra.
Un prestigiado psiquiatra daba la charla, explicaba los síntomas de aquella enfermedad y mencionando que junto a un tratamiento médico adecuado, era imprescindible la necesidad de brindar especial atención y afecto a quienes resultaban padecerla.
"La depresión es el más común de los trastornos psíquicos y afecta a más de trescientos cincuenta millones de personas en todo el mundo..." mencionó.
El tiempo transcurrió rápidamente, como suele ocurrir cuando se disfruta de algo, la conferencia tomo un tono informal y el público comenzó a realizar sus preguntas.
Escuche a mi derecha una voz y vire mi cabeza hacia aquella dirección, sonaba entrecortada, era el chico de la boina.
-¡A mí me enfermaron de palabra - a pesar de que sus ojos miraban al frente, presentí que aquellas palabras eran destinadas a mi - Me decían que estaba loco y se burlaban de mi... - continuo diciendo entre sollozos - Creo que ellos tenían razón... este mundo no es para mí.
Imposible se me es olvidar la inmensa tristeza de ese chico, y la tristeza que sentí al verlo salir presuroso de aquel lugar, intentando ocultar su llanto. En ese momento me quede quieto y absorto, sin poder pronunciar palabra.
Millones de veces me pregunte porque no corrí a detenerlo. ¿Por qué no lo abrace? ¿Por qué no le rogué con todas mis fuerzas que me dejara ayudarlo? Pero nada de eso se me ocurrió en ese momento. Lo deje escapar y aun conmocionado recogí la libretita negra que había dejado olvidada y reaccioné, corrí con todas mis fuerzas en busca de él.
¿Alguna vez te paso que "lo más rápido que pudiste" no fue lo suficiente para arreglar un problema?
Luego de intentar encontrarlo me resigné y regrese a aquel lugar, seguro el volvería por su pertenencia ¿o no? Pero no paso así... el no regresó.
Me digné y retorné a mi casa. Decidí que debía dar por finalizados los acontecimientos de aquel extraño día.
Al día siguiente al despertarme, mientras recordaba el inquietante suceso del día anterior, recordé que aun tenía la libreta de aquel peculiar chico. Pensé que en ella podría haber alguna dirección o número de teléfono que me permitiera encontrarlo, pero nada.
Al contrario, me encontré con lo que parecería ser un diario íntimo, con poemas, frases y pensamientos. Me encontré con lo que más me conmovió: el poema que si como por arte de magia fuera, me despertó a una nueva vida.
Hallé una receta en lugar de un nombre, descubrí un camino en lugar de una dirección, encontré un maestro en donde resigné un amigo.
Si quieres, también lo puedes encontrar...
CONTINUARA...