Prólogo
-¡Albus, cuidado!
Éste se dio la vuelta, justo para ver como la daga se acercaba a el a gran velocidad, para asestarle y acabar con su vida. No podía esquivarla, iba demasiado rápida, y él todavía era demasiado lento. Tampoco tenía suficiente energía como para lanzarle ni un soplo de viento. Cerró los ojos. Partes importantes de su vida pasaron por delante de sus ojos, como si fuera una película que pasaba de manera instantánea. Muchos rostros que le sonreían aparecieron fugazmente.
Mamá, papá, tío Ron, tía Hermione, James, Lily, Hugo, Rosie, Marianne, Nessie…
-¡¡ALBUS!!
…Scorpius.
Algo líquido y de sabor metalizado le cayó en la cara, escurriéndose hasta la boca. Sangre. Sin embargo, él no sentía dolor alguno. Abrió los ojos, solo para ver con profundo espanto a su padre tambaleándose, con la daga clavada en el cuerpo, mientras que el veneno púrpura caía al suelo, disolviéndose en pequeñas burbujas. El sello del pacto, situado en su brazo, iba desapareciendo, como si nunca hubiera estado ahí. Se levantó justo para poder agarrarlo antes de que cayer. Al ver su rostro, tan joven como el suyo propio, Albus pensó que realmente si se parecían, hasta el punto de que podrían haber sido hermanos gemelos. Miró la esfera que Harry tenía en el cuello. Cuando la encontró, brillaba con un intenso color plateado, tanto como los ojos de la persona a la que protegía, y que podría haber cegado hasta a la bestia más fiera. Ahora, mientras su vida se iba apagando, la esfera lo hacía con él. Y Albus se insultó a si mismo, por haber estado tan ciego, y en esos momentos no podía hacer nada, absolutamente nada.
-Papá, por favor, no te mueras. Me prometiste que volveríamos juntos a casa, y que me lo explicarías…Y ahora te vas sin más…Se supone que tú no eres un cobarde.
Harry esbozó una débil sonrisa, mientras que pequeños hilos de sangre iban deslizándose desde su boca hasta caer al suelo.
-Desgraciadamente, si lo soy. Aunque hubiera sobrevivido muchas veces, aunque hubiera ganado a Voldemort… No tuve el coraje de enfrentar a lo que se me vino encima…No pude apoyarles… Ni pude protegerle como quise. Yo solo quería… Pasar mi vida con el…
Una risa cruel y escalofriante se oyó por toda la sala, mientras Rasputín avanzaba hacia ellos, con una sonrisa de arrogancia y superior en su rostro. Se paró delante de la Suprema Inquisidora, la cual se mantenía inerte en el suelo. Sus ojos carecían de brillo, y su expresión, de haber estado viva, era de desesperación. La miró con desprecio, dándole una patada para apartarla de su camino.
-Tus delirios de grandeza son los que te han llevado a la muerte segura, maldita inútil.
Extendió su mano, mientras que hilos de magia ancestral de distintos colores se entremezclaban dando la forma de una pequeña pelota. Se acercó hasta a Albus, pero no lo miró a él.
-Y es el amor, Harry Potter, la que os ha llevado a este estado. Tanto tú como a Ronald, Neville, Alexander y a Nastia. El amor es algo que os debilita, que os hace vulnerables y tan manipulables. Y es por eso, por lo que gracias a vosotros, yo he podido hacerme con el poder ancestral. Aunque ahora-sonrió mientras la bola se hacía más grande- No os necesito.
Albus se aferró a Harry, abrazándole mientras gruesas lágrimas caían en su rostro. Mientras podía sentir el final y ver a la muerte, no pudo evitar preguntarse, ¿Cómo habían llegado a esto?