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El fin justifica los medios por Necoco_love2

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Notas del fanfic:

Bien, voy a decirlo… xDDD


He escrito algo inusual, y la culpa la tiene Diana x’DDD A lo mejor al final no resulta tan inusual, pero… bueno, no quiero dar spoilers de la historia xD


Diana, sé que no es precisamente lo que querías, pero lo hice con cariño, así que espero que te guste. Además de que te lo debía y la idea me llegó y me pareció tan genial, que dedicártela es un bonito detalle, así que más vale que te guste xDDD


Si no te gusta, pues te escribo otra cosa y quito la dedicación para ti de este fic xDD


Sobre las advertencias… puede haber un poco de OoC, no estoy segura, pero por si las dudas… xDD

Notas del capitulo:

Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son obra del señor Masashi Kishimoto. 

Se pasó una mano por el cabello oscuro, lacio y alborotado, mientras intentaba encontrar un motivo lógico a todo lo que en cuestión de minutos estaba pensando sin parar. Francamente, lo que pensaba carecía de una lógica que alguien, además de él, comprendería. Evidentemente todo tenía sentido para él: lo que extrañamente sentía, lo que pensaba, y lo que haría.

Pero sólo para él.

Su mente era un torbellino repentino, de esos que uno no prevé y que terminan causando más daños de lo que uno espera. Permaneció sentando en su suave cama durante instantes que le parecieron una eternidad. Su expresión seria, la sonrisa apática que dibujaba y desdibujaba en su rostro una y otra vez se volvió un rictus rígido, indeleble. La parte de sí mismo que aún tenía moral y conciencia martilleaba sus pensamientos incesantemente, como si rogara por conseguir algo. La otra parte de sí mismo ni siquiera se lo pensaba. La decisión estaba tomada ya, de todas formas.

Cuando se levantó, abrió la gaveta de su mesita de noche y sacó un paquete no muy grande de ahí, en su mente se sucedieron pasajes de su vida que lo habían marcado y lo habían forjado a ser el hombre que ahora era, un ente vacío con heridas, traumas, sucesos insuperados que lo perseguían eternamente como fantasmas de un pasado que llevaría arrastrando con cadenas por un tiempo absolutamente indefinido.

Soltó una palabrota y mandó todo al carajo. ¿Qué más daba? Tampoco es como si fuera a tener mucho de que arrepentirse.

Salió de la alcoba. Se alisó la camiseta azul rey ligeramente arrugada que portaba y tras colocarse unos zapatos negros lustrosos, salió por la puerta de su minimalista departamento, ocultando su paquete por debajo de su pantalón, a una altura entre el ombligo y la entrepierna. Metió sus llaves en el bolsillo trasero de su pantalón y se preguntó si no estaría dirigiéndose a un sendero sin retorno.

No es como que tuviera mucho a lo cual aferrarse salvo a sus agrios recuerdos, pero tampoco se sentía del todo capaz de menospreciar una vida mediana y superficialmente estable, en la que asistía a la universidad y convivía la mayor parte de su tiempo con un grupo reducido de sujetos a los que les permitía coexistir a su alrededor sin intentar matarlos.

Pero tampoco le gustaba del todo.

Le sabía vacía, amarga y despreciable.

Entró al elevador y presionó el botón del primer piso, con los ojos cerrados, dejando que los recuerdos inundaran su mente hasta ahogar lo poco de bondad que aún le quedaba—si es que le quedaba algo—. Sasuke era un hombre relativamente indiferente para casi todo a su alrededor. El rubio con quién solía pasar la mayor parte de su tiempo podría morir y él no se vería en la necesidad de llorarle su partida durante días, ni de reprocharse toda la vida el no morir junto a él.

Muy, muy en el fondo, le tenía un aprecio infinito a su amigo, pero no dejaba de ser sólo eso, una existencia intrascendente en su vida. Por mucho que lo ocultara con especial fervor, no podía engañarse a sí mismo. Los recuerdos de su hermano eran demasiados, tanto en cantidad como en fuerza, como para empezar de cero desde la adolescencia y hacer de cuenta que nada de lo que había ocurrido en realidad, era cierto.

Jodida vida que le había dado un estúpido hermano mayor que lo había usado a su antojo, que había ultrajado su corazón sin saberlo y que lo había terminado por abandonar con el paso del tiempo, con la excusa de vivir su propia vida y que él aprendiera a valerse por sí mismo.

¿Cómo se suponía que a los 15 años iba a poder subsistir con un hermano al que veía tan pocas veces, sin padres que pudieran ayudarle a no morir en el intento?

A Sasuke la soledad no le molestaba en absoluto. Para él, la soledad era un estupendo lugar en el cual quedarse, sin deberle nada a nadie, existiendo únicamente para él mismo de forma casi egocéntrica. Pero el verdadero conflicto que lo llevaba a pensar con insensatez mientras cruzaba el Soho Square Garden en dirección a Shaftesbury Avenue era el simple y nimio hecho de que Itachi, para él, representaba más que un hermano.

No le gustaba explicarlo, ni siquiera a sí mismo, pero durante toda su vida, Itachi había sido como ese héroe al que se aferran los chiquillos para creer en el bien y actuar en base a ello. Había sido durante largos años ese hombre en el que se quería convertir, quería ser ese quien tuviera toda su atención, sus elogios y su orgullo. Quería, casi caprichosamente, que esos ojos oscuros no tuvieran cabida para nadie más que no fuera el. Que esa mente misteriosa sólo tuviera pensamientos en los cuales él fuera el protagonista. Y sobre todo, quería infantilmente, que ese corazón que latía cerca de su oído cuando de niño se colaba en la habitación de Itachi y asustado se metía a dormir en su cama, latiera sólo por él, al mismo compás en que su propio corazón latía.

No cabía duda.

Ahora odiaba profundamente a Itachi, como si lo hubiera traicionado a él, a su amor, y a los principios que los regían juntos.

Llegó hasta el final de la calle Frith y dobló a la derecha, por la avenida Shaftesbury en dirección a la calle Whitcomb, divagando. Se tentó fugazmente en bulto que portaba entre sus pantalones, seguro de que no se iba a retractar. Había algo con lo que no podía vivir  internamente y era el momento justo de darle fin a ese capítulo de su vida que amargamente, abierto seguía hiriéndolo.

Mientras se metía las manos en los bolsillos de su pantalón, no pudo evitar volver a caer en un arma de doble filo que se balanceaba delante de él, indecisa entre si atacarlo o no. Sasuke amaba encarecidamente a Itachi, desde el primer momento en que de niño, consciente, había recibido más de Itachi que de sus propios padres. Más amor, más atención, más paciencia. Se volvió un figura digna de su cariño, merecedora de su respeto, y sobre todo, el elegido por su tierno corazón.

En su más tierna infancia, sus brillantes ojos negros estaban cegados, y no veían a nadie más que a él. Sasuke había sido un niño carente de amor, de atención. Vivía bajo las rígidas normas de su padre, un hombre frío y seco que era como la contra parte de su madre, tan dulce y simpática. Pero sus padres habían muerto después de un par de años, cuando Sasuke empezaba a experimentar los estragos de las hormonas y comenzaba a ver a Itachi más allá del hermano mayor al que había visto.

Lo miraba de forma más sexual. A veces con descaro, a veces con algo más de recato. Pero en ese instante, cuando sus padres faltaban e Itachi se concentraba en la universidad y en atender algunos problemas que surgían en la firma de abogados que le había dejado a cargo su padre antes de morir, Sasuke probó por primera vez el ácido sabor de la indiferencia. El ponzoñoso y agónico sentimiento de perder algo que creías te iba a pertenecer por siempre.

Era adolescente por aquél entonces, demasiado inmaduro como para comprender el por qué, pero lo bastante grande como para saber que lo que un día había sido, ya no era más. Apenas si veía a Itachi lo suficiente como para saber que existía. Se había visto orillado, olvidado e ignorado. La decepción le supo tan amarga que el amor se convirtió en odio, en rancio odio hacia un hombre que al verse obligado a madurar prontamente, había destruido esas ilusiones que Sasuke había conservado muy ingenuamente dentro de su corazón.

Se detuvo cuando lo recordó. Era como comerse un limón solo así. El pensar en todos los problemas que aquella incestuosa situación con su hermano le había acarreado le generaba una repulsión instantánea al que alguna vez había sido objeto de su amor. No sólo no había querido aceptar su homosexualidad, si no que admitir que era su propia sangre quién le llevaba a tener impuros pensamientos le había generado conflictos internos de los que ahora mismo quería deshacerse por completo. Lo amaba, pero lo odiaba más.

Y ahí estaba, andando a paso silencioso, pensando en buscar a Itachi directamente en su departamento cercano a Leicester Square o deambular por Picadilly circus y sus alrededores, hasta encontrarlo por ahí. Era un sábado por la noche y sabía que a su hermano mayor le gustaba salir con un petulante pelirrojo al que odiaba irrisoriamente, pese a que nunca en su vida se había cruzado con él más allá de cuando por casualidad veía a Itachi en la distancia.

Antes de seguir su camino, se percató de que Itachi, afortunadamente, caminaba solo a esas horas de la noche por la calle Rupert en dirección al teatro Prince of Wales, camino a su departamento. Verlo andar sin su Mercedes Benz resultaba absolutamente extraño, pero desde que a los 13 había perdido gran parte del contacto con su hermano, no le sorprendía darse cuenta que cada día lo conocía cada vez menos, hasta el punto en que la imagen del Itachi que en algún momento había amado se iba desvaneciendo para ser remplazado por la imagen de un Itachi que le provocaba unas ganas enormes de matar.

Lo siguió silenciosamente a una distancia prudente. Esperando el momento adecuado para abordarlo, cuando no hubiera nadie que pudiera interrumpirlos. Llegaron a un edificio de departamentos de 8 pisos y Sasuke dejó que Itachi entrara primero para seguirlo momentos después, subiendo él por las escaleras mientras el mayor había tomado el ascensor.

Mientras subía apresuradamente los escalones de dos en dos, su corazón comenzaba a acelerarse. Se preguntaba, ¿sería capaz? No, estaba formulando la pregunta errónea. ¿Qué pasaría después? No dudaba de que tenía las capacidades para cumplir su objetivo, pero cuando lo lograra, ¿qué le quedaría? ¿Vacío, nada, algo por lo cual vivir, o sólo arrepentimiento?

Antes de que pudiera responder alguna de esas preguntas, llegó al séptimo piso, en dónde Itachi ya estaba delante de la puerta de su departamento, buscando las llaves. Por un instante vaciló, pero fue tan fugaz que no se permitió a si mismo doblegarse de lo que iba a hacer. Entonces sacó el paquete que había estado portando todo ese tiempo y sonrió, malévolamente.

—Itachi—le llamó.

El aludido se giró, sorprendido de escuchar la voz de Sasuke llamarle, pero se quedó aún más sorprendido cuando se percató de que su hermano menor, su querido hermano menor, le estaba apuntando con una pistola. Se giró para darle la cara a su hermano menor, y mientras dibujaba en su rostro un amago de sonrisa, se guardó las llaves dentro de su abrigo.

—Creo que mis asuntos pendientes en casa tendrán que esperar—dijo el mayor para sí mismo— ¿Qué quieres, Sasuke?—preguntó fríamente mientras se llevaba una mano a los mechones de cabello que solía tener en la frente, como si se tratasen de una cortina abierta que dejaba ver perfectamente la frente del Uchiha.

—Matarte—sentenció el menor.

El pasillo estaba desolado. Itachi vivía en un elegante edificio que tenía un solo departamento por piso. El edificio no era muy grande, pero resultaba muy cómodo para Sasuke saber que nadie más se presentaría por el pasillo. Estaban solos e Itachi tenía las de perder, quisiera o no. Sostuvo el arma con fuerza, sin vacilar. Hacia tiempo que deseaba acabar con eso de una vez, que la oportunidad se le presentara tan fácilmente le sabía a gloria.

—Estás demente—le dijo Itachi—. Baja el arma y no cometas una estupidez de la cual te arrepentirás, Sasuke—terminó, con un tono glacial que el aludido había odiado desde que sus padres habían muerto y su hermano había encerrado esa parte de él que siempre lo procuraba.

Pero Sasuke desobedeció. Su hermano mayor ya no era aquella figura de máxima autoridad en su vida a la cual tenía que obedecer a regañadientes. Ahora que él era también un hombre, se sentía capaz de apuntarle con un arma a un hombre que había sacrificado muchas cosas para llegar hasta donde estaba.

—No me voy a ir—escupió con dulce rebeldía.

Itachi miró en su dirección, pero casi pudo jurar que no lo miraba a él. Sin embargo, Sasuke no había escuchado nada, y de reojo no alcanzaba a mirar absolutamente nada. No había nadie, no iba a caer en ridículas paranoias que podían darle ventaja a su hermano.

—Vete de aquí—ordenó de nuevo su hermano, con molesta fiereza.  

—Comprende de una buena vez que no me voy a ir—espetó Sasuke, molesto de que su hermano pareciera no tomarlo en serio—. Deberías tener miedo.

Itachi sonrió con sorna, burlón ante su comentario. Lo miró a los ojos ésta vez y Sasuke supo que su hermano, miedo a morir, no tenía.

—Mátame si te atreves.

Y entonces no supo bien como proceder. Sasuke había creído que su hermano mayor, ese hombre que se miraba impasible delante de la entrada de su departamento, iba a significar un reto mayor. Que se mostrara tan tranquilo le hacía creer que Itachi se comportaba como si todo ese tiempo no hubiera esperado otra cosa más que ese momento. Pensarlo le llenó de frustración, porque se sentía tan predecible a los ojos de su hermano que la idea que le había parecido brillante y adecuada ahora no resultaba ser más que un atisbo de rabia mal disimulada por algo que aún no conseguía superar.

—Te odio—le soltó, temblando ligeramente de rencor—. Te odio con toda mi jodida alma.

—Lo sé—respondió Itachi—. Es fácil de leer eso en tu mirada.

Sasuke frunció el ceño. Bastardo.

—No hables de lo que no sabes—soltó el menor.

Volvió a empuñar el arma, ahora con más convicción. La beretta de 9mm que sostenía entre sus blancas manos le confería la seguridad de un Dios que estaba a punto de decidir sobre la vida o la muerte de la propia sangre de su sangre. Sí, probablemente algo dentro de él mismo se estaba convirtiendo en un ente demencial que quería deshacerse de sus desdichas lo más pronto posible, pero a esas alturas del partido, a Sasuke le daba igual.

Su vida carecía de sentido desde que su corazón había sido devorado por el hoyo negro que ahora tenía en el hueco vacío que había dejado su inútil corazón sin esperanzas. Sin rumbo ni iluminación en su camino, Sasuke se quería envolver en el manto de la oscuridad para no volver nunca, para desaparecer y olvidarse por momentos que un ser de tan putrefacta moral como él había contado con sueños y aspiraciones que hoy en día ya ni verían la luz.

— ¿Por qué?

La pregunta lo tomó por sorpresa. ¿Cómo explicarle que su odio alguna vez había sido amor? Sasuke lo consideró innecesario, por lo que se limitó a rechistar. Itachi no estaba para saberlo ni él para contarlo. En lugar de ahondar en historias abrumadoras sobre la experiencia traumática que había tenido que vivir casi a la fuerza, decidió que estaba perdiendo demasiado tiempo ahí, sólo lanzándole miradas asesinas a su hermano mientras el otro parecía indiferente ante su cólera durante años contenida.

—No te intere…

—Sasuke—le habló Itachi, esta vez con un tono más afectivo, ese que, ligeramente distante, solía usar con él cuando era niño—, baja esa arma. ¿Qué vas a ganar matándome? Si me explicaras por qué vienes de repente así, podríamos resolverlo.

Sasuke negó y por un momento pareció que estaba a punto de bajar el arma. Itachi estaba siendo jodidamente cruel, o estúpido, hablándole de esa forma. Él ya no tenía 6 años, ni 8, ni 10. Ya no se derretía con el simple hecho de que su hermano mayor le hablara seductoramente, con afecto y paciencia como solía hacerlo cuando le explicaba cosas de la escuela que no lograba comprender en su totalidad. Ya no era ese niñato ingenuo que se dejaba llevar por sólo una sonrisa afable y un gesto cariñoso hacia con él.

—Ya no hay nada que puedas hacer—refutó—. El daño ya está hecho, Itachi.

—Joder, Sasuke, sea lo que haya sido, no deberías…

Pero Sasuke le interrumpió quitando el seguro del arma. Lo miraba con ojos furiosos, cual dragón rencoroso que no piensa dejarse de aquél que lo esclaviza sin piedad alguna. Pudo haberle mentido, incluso pudo haber guardado el arma al sentir su corazón resquebrajarse por la insensibilidad de Itachi hacia su persona y marcharse a casa, para reconstruir su devastada vida y olvidarse de lo que en algún momento su corazón había sentido.

Pero Sasuke, erróneamente, eligió el camino más complicado.

Su hermano permanecía inmóvil, expectante ante cualquier movimiento suyo. Uchiha Itachi no tenía ni la menor idea de lo que Sasuke era capaz, tenía un complejo muy crudo y psicópata que no le dejaba continuar su vida sin pensar en lo mucho que deseaba matarlo, no por él, si no por los dos. A Sasuke le habían arrebatado la felicidad de golpe, quería y creía que su hermano merecía que le pagasen con la misma moneda.

Pensaba en la vida tan plena y feliz que tenía su hermano y moría de envidia, porque así como él había sido de miserable tras la muerte de sus padres y el abandono del único ser que le quería, hubiera querido que Itachi fuera de miserable, sin nadie que lo amara, sentimentalmente abandonado a una suerte imprevisible que seguramente terminaría por matar la poca humanidad en su persona.

Itachi lo miró con lástima, siendo aquella mirada el detonante  final para esa furia que como dinamita esperaba una sola chispa para explotar. Sasuke disparó el arma, directo al pecho de Itachi, donde pudiera morir pronto para que su agonía no se convirtiera en la suya también. El chasquido imperceptible que provocó el silenciador rompió el profundo silencio que se había apoderado del pasillo. Tan pronto como miró como su hermano mayor se llevaba las manos al pecho, tambaleando ligeramente, un dolor punzante se apoderó de su rodilla, derribándolo en el acto. Soltó un gemido de dolor y le restó importancia al arma que había caído a su lado. Un cálido líquido comenzó a descender por su pierna, manchando su pantalón. Para cuando su mente procesó lo que había ocurrido, sus oídos escucharon pasos y sus ojos enfocaron una cabellera roja como la sangre que corría en el pasillo.

Ahí estaba, el mal nacido ese, la sombra de su hermano mayor, a quién le tenía más envidia que odio. Había pateado el arma de Sasuke y se había acercado presuroso a Itachi, que se había desplomado en el suelo, mientras la sangre corría fluidamente de la herida.

— ¿Q-qué haces tú aquí?—espetó fríamente, odiándolo por haber aparecido en aquél momento.

Hizo un amago de levantarse, pero el sujeto pelirrojo aún tenía un arma entre sus manos y le estaba apuntando.

—No te muevas o te disparo en la otra rodilla—le ordenó, demasiado imperioso para su gusto.

Sasuke se presionó la rodilla, que le dolía más de lo que había pensado. La sangre corría a chorros y necesitaba detener la hemorragia si no quería perder mucha sangre, pero su hermano estaba muriendo pese a los esfuerzos del pelirrojo por llamar a urgencias y presionar su pecho para ayudarlo. Su objetivo estaba más que cumplido, ¿de verdad le importaba ya morir o vivir?

— ¡Itachi, no cierres los ojos, con un demonio!—escuchaba Sasuke.

Sonrió, complacido y casi triste, porque por fin Itachi estaba saboreando el rancio sabor de la indiferencia.

—G-gaara, escúchame…—pronunció su hermano.

Observó por última vez al pelirrojo, cuyo rostro lechoso y aterrorizado se encontraba manchado con la impureza de la sangre de su hermano. Miró a su hermano y una incipiente tranquilidad lo embargó, permitiéndose entonces cerrar los ojos.

 

Notas finales:

Dudas, quejas, sugerencias, propuestas de matrimonio, declaraciones inusuales que parezcan acosadoras, saludos, lo que se les ocurra, dejen review. No les quita más que un par de minutos de su vida que yo agradeceré infinitamente :3

Me gustó el nombre del capítulo xDD Por cierto, feliz navidad atrasada, no tan feliz día de los inocentes, y feliz año nuevo y día de reyes adelantado :3 xDD

Sin más que decir, me despido.

Besos & abrazos, Necoco.


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