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El Cielo También se Oscurece por limne

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Habia muchas palabras para describir a Tsunayoshi Vongola, y todos los que le conocían coincidían en que era una persona muy bondadosa, incapaz de guardar rencores, llegando al punto de sentir  empatía por sus enemigos.

Pero solo las personas mas cercanas a él sabían que si Nana Sawada entraba en la ecuación las cosas cambiaban totalmente.

Los primeros en darse cuenta de esto fueron aquellos que compartieron aquella casa en Japon junto a la familia en su infancia. Reborn, Lambo e I-ping sabían que los días que mamá preparaba el desayuno con aquella mirada triste, Tsuna rodaría por las escaleras estrepitosamente pero sin dañarse gravemente, y que al llegar a casa siempre ocurriría algo que generara bulla para darle tiempo a la mujer de secarse las lagrimas.

Luego lo notaron quienes visitaban a la familia con frecuencia. Gokudera, y Yamamoto sabían que Tsuna nunca había intentado inscribirse en ningún club. Aunque cada vez que el club de fotografía aparecia con algún afiche la mirada de Tsuna cambiara por completo.

Crhome lo notó en la primera cena de Navidad que paso con la familia Sawada, cuando fue invitada junto a Kyoko y Haru. La casa estaba llena de gente, todos conversando al mismo tiempo, los niños jugaban pero Nana miraba el reloj en la pared, miraba la puerta y suspiraba. Y cada vez que esto sucedia, Tsuna rompia algo de casualidad o tropezaba para distraer a su madre de sus pensamientos.

Nadie se sorprendió cuando, al ser nombrado oficialmente decimo jefe de la familia, pidiera el traslado de Nana a Italia y exigió que no se le dijera una palabra a su padre.

Y es que la matriarca de los Sawada era una mujer fuerte, y sabia. Fue la única en darse cuenta de los primeros pasos de la relacion de su hijo con su guardian de la nube, la única que descubrió cuando por fin se hizo oficial y la única a la que se le dijo algo. Y ella con gusto les dio su bendición.

Hibari sabía que si alguna vez hubo una mujer en la vida de su esposo antes de él, esa mujer era su madre. Por eso, aunque odiara las multitudes y las fiesas, asisita sin chistar a la cena anual que celebraba Tsuna especialmente para sus guardianes y famila. Amaba tanto a su esposo, que aguantaba el griterío de los mocosos adoptados por la tormenta y la lluvia, las bromas de bronco, las provocaciones del estúpido ilusionista y las miradas amenazantes de Reborn.

Y es que en el fondo, admiraba mucho a su suegra. Y le agradecia haber cuidado a Tsuna todos los años que le tomó llegar hasta él. No dijo nada cuando Yakumo empezó a llamar a su abuela “mamá”, aunque su sueño de que Tsunayoshi sea llamado de esa manera muriera allí, ni tampoco protestaba cuando Nana le cargaba, cosa que cualquier otro ser viviente tenia prohibido.

Fruncio el seño al ver a Tsuna conversar con sus guardianes y al mismo tiempo vigilando a su madre por el rabillo del ojo. Odiaba la chispa de tristeza mezclada con odio que aparecia en los ojos de su cielo cada vez que notaba a su madre mirando el reloj, esperando por alguien que nunca llegaría. Esa mirada no estaba hecha para alguien como Tsunayoshi. Y por eso odiaba a Iemitsu Sawada.

-Buenas noches, mamá – saludó con su hijo recién nacido en brazos.

- Hola Kyo-kun, Yamu-chan – la mujer contestó el saludo con una sonrisa.

- FRAN NO!! – al otro lado de la sala, el grito de Chrome interrumpía las conversaciones al mismo tiempo que la imagen de Iemitsu se abria paso hasta la mujer, besaba su mano con galantería y deseaba felices fiestas.

- anno.. Kyo-kun conoces a ese hombre? – preguntó Nana sin perturbarse. Hibari no contestó. Su vista estaba fija en la reacción de su esposo, que había dejado salir a Natsu de su caja y se encontraba mordiendo la cabeza del pupilo de Mukuro, haciendo que este deshaga su ilusión.

-Nieve!! – dos niños montados en el lomo de un Uri crecido  cortaron la tensión en el ambiente.

- Donna!! Sergeil!! – y tras ellos, su padre gritaba histérico.

-niños, no hagan enojar a Gokudera.- decía el otro padre con una sonrisa.

- discúlpeme, mamá.- dijo Hibari dejando a su hijo en brazos de su suegra y tomando a su esposo por el codo para alejarlo de la gente.

- no puedes protegerla para siempre – le dijo cuando llegaron a una zona donde no serian escuchados.

- ella me protegió cuando era niño. Es mi turno de hacerlo,  Kyoya. – dio Tsuna con convicción.

Hibari suspiro cansado. “y es mi turno de protegerte a ti”

Notas finales:

para Jahito, Ace y Anyu. y todos los que pidieron continuacion de Hijo de la Nube


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