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Entre rejas por Sanae Prime

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Notas del fanfic:

Primer fic yaoi que escribo... Antes de nada, que conste que no me he pasado los juegos, ninguno de ellos. Lo que sé de la historia es porque lo he leído, me lo han contado o he visto vídeos. Disculpad si hay algún momento OOC ^^U Espero que os guste!!!!

-Culpable.
La palabra cayó por su propio peso, aplastando al joven sentado en el banquillo de los acusados. …ste, un muchacho de poco más de dieciocho años de edad, se derrumbó en el banco junto a su abogado, dejando caer la cabeza. Su pelo corto, rubio y de punta ocultó su cara, que había quedado vacía de toda emoción por el shock.
A su lado, su abogado y hermano mayor, otro joven castaño y extraordinariamente parecido a él, le puso la mano en el hombro y murmuró unas palabras de disculpa con voz débil.
-No te preocupes, Sora, no había nada que hacer- murmuró el rubio. Su hermano lo miró con unos ojos azules zafiro idénticos a los suyos, salvo por un detalle: los de Sora estaban llenos de preocupación, pero los de su hermano estaban vacíos.
Desde que había empezado el proceso judicial, Roxas, que así se llamaba el rubio, había tenido claro que era un caso perdido. Todas las pruebas apuntaban a él. Había huellas suyas en la pistola, la sangre de las víctimas le había salpicado la ropa, incluso una grabación de la cámara de seguridad lo delataba.
Por supuesto que había huellas suyas en la pistola. Se la habían enviado a casa anónimamente, y no había modo de no tocarla al abrir el paquete. Alguien debía de haberse puesto su ropa para disparar. Lo que no podía explicar era lo de la cámara, pues a aquella hora él estaba dando un paseo por las afueras de la ciudad. Pero los únicos que podían atestiguarlo eran un mendigo al que había dado parte de su bocadillo y dos turistas que se besaban apasionadamente en un banco, y no habían podido encontrar a ninguno de ellos.
Mientras el juez emitía la sentencia, a Roxas se le cayó el mundo encima. Lo enviaban al corredor de la muerte. A ojos del juez, podía parecer justo: asesinato múltiple y además premeditado. En el estado de California, si eras mayor de edad, aquello significaba la pena capital. Y sin embargo, él era inocente.
Apenas oyó los martillazos del juez dando por levantada la sesión. Su vida estaba acabada. Se miró las manos de pianista, de dedos largos y estilizados y palma ancha. El metal de las esposas las mantenía unidas.
Los guardias lo levantaron a la fuerza, puesto que él no colaboró. Aunque su cuerpo siguiera allí, su mente estaba lejos, desconectada del mundo, tratando de aislarse de la desgracia que acababa de caer sobre él.
No sintió el trayecto hacia el exterior. Sus pies se arrastraban solos por el pasillo, guiados por los tirones de los guardias. Cuando salió al exterior, las voces que le insultaban y gritaban, enfurecidas, sonaron como un lejano murmullo. Si las hubiera oído, probablemente habría saltado proclamando su inocencia, habría gritado que él no era un asesino, habría preguntado a los cielos cómo era posible que, entre las diez personas a las que se suponía había matado, cómo podía ser que estuviera su hermana pequeña.
Lo único que oyó con algo más de claridad fue a Sora apretándole el hombro y murmurando en su oído:
-No te preocupes, hermano. Encontraré a ese mendigo y a los dos turistas y te sacaré de ahí, lo juro- prometió. Roxas asintió vagamente y se dejó sentar en el asiento trasero del coche de policía.

Roxas dormitó durante todo el trayecto hasta la cárcel. La investigación y el proceso judicial había durado cerca de tres meses, y no había podido dormir bien desde que el agente de policía había llegado a su puerta para interrogarle como sospechoso del asesinato de diez personas, entre las cuales estaba Xion, hermana pequeña de Roxas y Sora. Por eso, en cuanto dejaban de prestarle atención y se quedaba quieto en un sitio, empezaba a dar cabezadas, tratando de recuperar el sueño perdido sin conseguirlo del todo.
Cuando llegaron, la pequeña sacudida del coche al frenar despertó a medias a Roxas. Uno de los oficiales que le escoltaban abrió la puerta y le agarró del brazo para que saliera del vehículo. Roxas se dejó arrastrar de nuevo, sin levantar la cabeza hasta que oyó el ruido de puertas cerrándose detrás de él. Sólo entonces levantó la mirada para ver dónde se encontraba.
Estaba en una especie de vestíbulo no muy grande de paredes grises e impersonales. Detrás de él, unas macizas puertas dobles acababan de cerrarse, cortando definitivamente las alas de su libertad. A la izquierda había una garita con mostrador, separada del resto del vestíbulo por un grueso cristal y una rejilla. Un sistema de pequeños altavoces y micrófonos comunicaba el interior de la garita con el vestíbulo. Dentro había dos personas. Una de ellas era una mujer de pelo moreno, facciones asiáticas duras y constitución fuerte, con uniforme, que hablaba con el oficial que había conducido el coche. El otro era un hombre alto vestido con un traje blanco impecable y una discreta corbata gris clara a juego con su largo y liso cabello, recogido en una coleta baja de la que se habían soltado algunos mechones cortos. Parecía estar buscando algo en una estantería situada detrás de la mujer, pero se giró cuando ésta la llamó. A Roxas le sorprendió comprobar que, pese al color de su pelo, no era demasiado mayor. Tenía un rostro anguloso, de piel oscura y lisa salvo por una marcada arruga en el entrecejo. Lo que más llamaba la atención de él eran sus pequeños y brillantes ojos de color miel.
La mujer salió de la garita por una puerta disimulada en la rejilla, con un tintineo metálico acompañando cada paso. El hombre salió detrás de ella con un leve asomo de sonrisa.
-De modo que éste es el chico Whiteland, ¿no?- le dijo el hombre al oficial. Tenía la voz muy grave y tranquila, con un ligero matiz taimado.
-Así es, señor Black, veo que recibió a tiempo los documentos. Roxas Whiteland, 18 años, asesinato múltiple premeditado- recitó el oficial. Black juntó las manos a la espalda y se acercó a Roxas.
-No parece el típico asesino, la verdad. Aunque a veces los que parecen más inocentes son los que más problemas dan- comentó. La mujer, después de ponerse unos guantes de tela blanca, hizo un gesto a los oficiales. …stos le quitaron las esposas a Roxas, que se frotó las muñecas, aliviado, pero la mujer se puso detrás de él, le colocó los brazos en cruz y lo cacheó cuidadosamente. Tras concluir que no llevaba nada, se quitó los guantes y los guardó en la garita.
-Bien, muchas gracias por traerlo, oficiales, ya nos ocupamos nosotros del resto- dijo Black.
-Está bien, buenos días, señor.
-Buenos días.
Los oficiales se marcharon. Roxas prefirió no mirar atrás mientras la puerta se cerraba de nuevo a sus espaldas.
-Bien, señor Whiteland, permítame presentarle a la señora Victoria Yen-Li. Ella es la jefa de seguridad del centro- dijo Black, retrocediendo un paso-. En adelante, deberá dirigirse a ella como “señora” y cumplir todo lo que le diga. ¿Entendido?
-Sí, señor- respondió Roxas débilmente. Black sonrió.
-En cuanto a mí, soy el director de la prisión, Xehanort Black. Si se dirige a mí, será como “señor Black” o “director Black”, aunque no creo que tenga muchas oportunidades de verme antes de su ejecución. Que por cierto, ¿sabe cuándo es, verdad?
-Sí, señor. El uno de diciembre- respondió Roxas a media voz.
-Exacto. Eso hacen unos cuatro meses de estancia en la prisión. Espero, por su propio bien, que se comporte de manera adecuada con los demás presos. No cause problemas, ¿de acuerdo?- dijo Black. La combinación de una amenaza velada en su tono aparentemente tranquilo y la escalofriante sonrisa que asomó a sus labios puso los pelos de Roxas todavía más de punta de lo que ya estaban. El joven asintió con la cabeza.
-Entendido, señor.
-Bien. Victoria, si no me equivoco, su celda es la 814, ¿verdad?- Black se volvió hacia Yen-Li.
-No, señor, es la 813. La 814 está ya completa, pero al compañero de Redson, de la 813, lo ejecutaron hace tres días- respondió ella.
-Oh, es cierto. Bueno, mejor. Estoy seguro de que se caerán bien. Dos asesinos múltiples tan violentos forzosamente han de congeniar, ¿no cree?
-Muy cierto, señor.
-Bien, llévele a cambiarse y hágale el tour habitual a nuestro nuevo recluso- ordenó Black, volviendo a la garita y empezando a marcar algo en un teléfono fijo. Yen-Li sacó unas nuevas esposas, más fuertes que las de la policía, y se las puso a Roxas. La jefa de seguridad echó a andar con más tintineos hacia otra puerta metálica de doble hoja, sin molestarse en mirar si Roxas la seguía o no. El chico, conteniendo un suspiro, la siguió.
Yen-Li tecleó un código en una consola empotrada en la pared y sacó un manojo de llaves de seguridad, que debía de ser lo que producía el tintineo al andar. Introdujo dos llaves, las giró a la vez y la puerta se abrió con el zumbido de un motor. Cuando la guardia y el joven atravesaron la puerta, ésta se cerró sola rápidamente.
Enfilaron un pasillo de unos dos metros de ancho con puertas a los lados. Algunas tenían letreros, pero Yen-Li caminaba tan rápido que Roxas no alcanzó a ver más que el cartel de la puerta por la que entraron: “Vestuario”. Era una habitación pequeña, llena de taquillas adosadas a la pared y con cuatro bancos de madera en las paredes y uno en el centro, todos atornillados al suelo. Al fondo había un par de duchas. Yen-Li sacó un uniforme de color naranja de una de las taquillas, le quitó las esposas a Roxas y le arrojó la vestimenta. Después, se cruzó de brazos y esperó a que el chico se duchara y cambiara sin dejar de vigilar sus movimientos, cosa que incomodó bastante a Roxas.
Una vez el joven se hubo cambiado, Yen-Li guardó su ropa en la taquilla, le volvió a poner las esposas y lo condujo por el pasillo hasta otra puerta metálica que resultó ser un ascensor. Subieron hasta el octavo piso y salieron a un espacio bastante amplio. Estaban en una especie de pasarela con rejas que impedían saltar por la barandilla. Debía de haber una pasarela de aquellas por cada piso, porque el suelo se veía lejano desde la barandilla.
Yen-Li echó a andar de nuevo hacia una escalera situada junto al ascensor y subió por ella. Roxas se apresuró a seguirla.
-Acabamos de pasar por el patio principal. …se era el piso en el que está tu celda, que te enseñaré después. El comedor está en el piso superior, aquí- cuando llegaron al siguiente piso, señaló una puerta cerrada de doble hoja. Después, volvieron a bajar por las escaleras hasta llegar al bajo. Yen-Li guió a Roxas por otro pasillo hasta una puerta sencilla y también cerrada-. Aquí está el patio. Determinados días podrás salir a liberar testosterona con los demás reclusos.- Yen-Li volvió a subir escaleras y Roxas, a quien empezaba a faltarle el aliento, la siguió jadeando. Volvieron al octavo piso y Yen-Li lo condujo hasta los baños, que no eran mas que habitaciones con las paredes cubiertas de azulejos grandes y blancos, desagües en el suelo y mangueras que salían de la pared en la que estaba la puerta. En la misma pared había toalleros y una estantería vacía.
El tour, como lo había llamado Black, terminó en la celda 813. Era una habitación extremadamente pequeña, apenas había espacio para una litera de dos camas, un váter, un lavabo y una estantería de libros con cajones debajo. La puerta, naturalmente, se abría con un código.
-En el reverso de la puerta están las normas de la prisión y el horario que debes seguir. Si tienes alguna duda, pregunta a tu compañero de celda- ordenó Yen-Li. Roxas asintió y entró en la celda con paso inseguro. La jefa de seguridad le quitó las esposas, y sin decir nada más, cerró la puerta y se largó.
Roxas miró a su alrededor y se fijó más detalladamente en la celda. La litera no tenía quitamiedos. Las paredes eran lisas y grises, como las de los pasillos y el vestíbulo. Las esquinas y aristas de todos los muebles estaban redondeadas. En la pared opuesta a la puerta, donde se encontraban el váter y el lavabo, había también una pequeña ventana con rejilla. El joven pensó que su compañero de celda debía de estar fuera, porque no lo veía por ninguna parte, hasta que vio un pie descalzo y lleno de durezas asomando por el borde de la litera superior.
-Esto... ¿Hola?- preguntó, inseguro.
-Ah, hola. Eres el nuevo, ¿verdad? Disculpa, estaba leyendo- respondió una voz alegre con un ligero timbre nasal procedente de dicha cama. Su dueño se incorporó y se asomó por el borde del colchón.
Era un hombre unos cuatro o cinco años mayor que Roxas, de piel clara, facciones afiladas y profundos ojos verdes que parecían arder con un brillo muy curioso, cálido y vibrante. Bajo sus ojos tenía dos tatuajes negros con forma de lágrima invertida. Pero lo más llamativo era su pelo, largo y de color rojo fuego, que llevaba tan engominado que se mantenía tieso y puntiagudo, desafiando las leyes de la gravedad. El hombre miró de arriba a abajo a Roxas y le sonrió levemente.
-Me llamo Axel. ¿Lo captas?- se presentó, llevándose un dedo a la sien y tendiéndole luego la mano. Roxas alzó las cejas.
-Sí, claro. Yo soy Roxas- el rubio le estrechó la mano. Le extrañó que Axel no dijera su apellido, pero luego pensó que tal vez era mejor que nadie conociera los apellidos de nadie; así, si tu compañero de celda había matado a alguien cercano a ti, no tenías por qué saberlo. Le sorprendió haber llegado a esa conclusión de forma tan natural. Tal vez, al cerrarse la puerta de la celda, su subconsciente había admitido su situación y empezaba a aceptarla. “Yen-Li dijo que se apellidaba Redson... No me suena de nada” pensó-. Oye, ¿qué estabas leyendo?
Axel le mostró la portada del libro. “1984. George Orwell”, rezaba. Roxas se sorprendió aún más. No era el tipo de lectura que esperaba encontrar en la biblioteca de un asesino.
-En la estantería hay más- señaló Axel-. Mi abogado me trae alguno de vez en cuando. …ste ha sido el último, y es totalmente adictivo. Me muero de ganas de saber cómo acaba.
-Oh- murmuró Roxas. …l sí lo había terminado, pero no le contó a Axel el final-. Bueno, a mí me gustó todo... salvo el final, la verdad. Ya verás.- El rubio se acercó a la estantería y cotilleó los títulos. Había unos cuantos de criminalística y muchos de ciencias en general: química, biología, física, matemáticas... Pero también había de psicología, derecho, historia y filosofía, y unas cuantas novelas de ciencia-ficción.
-Puedes leerte el que quieras. A propósito, ¿cuántos meses te quedan?- preguntó Axel de repente. Roxas, que había desviado su atención de la estantería para ojear el horario, tragó saliva y respondió, intentando que su voz no temblara demasiado:
-Unos cuatro.
-Oh, vaya. A mí, tres. Se supone- añadió Axel, con una sonrisa torcida. Roxas levantó la mirada hacia él.
-¿Qué quieres decir?- preguntó, confuso.
-Que eso mismo le dije al anterior hace cinco meses- respondió Axel, encogiéndose de hombros-. Mi abogado está trabajando muy duro para intentar sacarme de aquí, y eso que le pago poco.
Un rayo de esperanza se abrió paso en el corazón de Roxas. Si Axel había podido aguantar todo ese tiempo, ¿por qué no iba a hacerlo él?
Por primera vez en mucho tiempo, Roxas sonrió de verdad.
-Gracias- le dijo a Axel, que lo miró, sorprendido.
-¿Por qué?
Pero Roxas, en vez de responder, agitó la cabeza y echó un vistazo a las normas pegadas en la puerta. Nada demasiado anormal, casi todas eran de sentido común. Después se tumbó en la cama. Axel, en la litera de arriba, se encogió de hombros y volvió a su lectura.
Transcurrieron varios minutos sin hablar, y Axel ya creía que su compañero se había quedado dormido cuando la voz de Roxas rompió el silencio:
-Axel...
-¿Sí?
-¿Puedo preguntarte algo? Si no es indiscreción, claro- se apresuró a decir Roxas.
-Adelante, dispara.
Roxas entrecerró los ojos, no le gustaba aquella expresión, pero pese a ello preguntó:
-¿Por qué estás aquí?
-Pertenencia a banda armada, tráfico de información federal, siete asesinatos en serie y, como guinda del pastel, homicidio múltiple, veinticinco personas exactamente- enumeró Axel sin alterarse. Roxas tragó saliva.
-Y... ¿Te arrepientes de lo que hiciste?- preguntó de nuevo. Axel no respondió-. Lo siento, no quería... He metido las narices donde no debía, lo siento- murmuró el rubio.
-No. No me arrepiento- respondió Axel a media voz poco después. Y por su tono, juzgó Roxas, realmente no se arrepentía.
Notas finales: Bueno, si estáis leyendo esto, es que habéis leído el capítulo... ¿no? En fin, ya que estáis, porfa, demostradme lo buenas personas que sois y dejad algún review, aunque sea pequeñito ^^

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